v e i n t i s é i s (iii)
Seulsung era una de las personas más cándidas y amables que había conocido en mis casi veinte años. Me alegraba que Hoseok hubiera encontrado una chica como ella, que se ofreció a llevarnos al apartamento de Jimin en coche y nos invitó a cenar en un restaurante que no quedaba muy lejos. Yoongi no estaba muy lejos de ser otra risueña Seulsung: era la persona más feliz del mundo a pesar de sentirse algo adormecido por culpa de la medicación. Nunca le había visto sonreír tanto en tan poco tiempo. No se quejaba del ruido que hacía Hoseok, se reía con las ocurrencias infantiles de Jimin, comía con una sonrisilla en vez de mantener su típica cara de odio al mundo y hasta bailoteaba. Sólo porque sabía que se había quitado a un bebé de encima.
Verlo reírse sólo me hacía enfurecer.
Fingí durante toda la noche no parecer muy molesta con el resto. Fingí estar perfectamente con respecto al embarazo, fingí sonrisas, fingí tener hambre y fingí estar interesada en lo que contaba Hosung -apodo ideado por Jimin para la pareja que formaban Hoseok y Seulsung-. Suspiré unas quince veces en unos escasos seis minutos. Yoongi estaba demasiado cariñoso conmigo, pero como no quería montar una escena en un restaurante lleno de gente de todas las edades, decidí quedarme quieta y dejar que Yoongi me besara la mejilla o apoyara su cabeza contra mi hombro.
Seulsung, que se había convertido en algo así como mi hada madrina, leyó mi expresión y supo que necesitaba aire.
Ella pagó, me cogió suavemente del antebrazo y me llevó a la calle. Llamó con un grito a su novio, que vino después chillando con Yoongi y Jimin detrás. Seulgung y yo nos adelantamos, así que acabamos caminando cuesta abajo mientras escuchábamos a los otros tres gritar a nuestras espaldas. Como Yoongi estaba eufórico porque no tenía que cuidar de un bebé, se animó a beber soju para ''celebrar que su chica estaba bien, porque la anemia no es nada grave''. Jimin enseguida se animó con los chupitos, y a pesar de que Hoseok dijo que no bebería, la tentación le pudo. Yo sentencié que no iba a parar a Yoongi. No podía beber demasiado alcohol por culpa del tratamiento, y Seulsung, que parecía saberlo, le prohibió beber más de tres chupitos. Sin embargo, los otros dos llegaron a tomarse una botella más.
— ¿Estás enfadada con él? — me preguntó la novia de Hoseok, mirándome de soslayo.
Negué con la cabeza y una sonrisa. — No, pero dijo que no le controlara. — solté, intentando sonar convincente. Vi que Seulsung entornaba levemente los ojos, suspicaz. Me encogí de hombros. — Yo sólo he hecho lo que Yoongi me ha pedido...
Claro que estaba cabreada. Y bastante. No porque lo del embarazo fuera una falsa alarma y yo quisiera tener un bebé, sino por cómo demostró Yoongi que era un imbécil egoísta. Me había soltado que me dejaría, se iría y desaparecería del mapa con la excusa de que no quería hacerme daño. En el fondo, sabía que todo lo que Yoongi decía o hacía era por su bien, no por el mío. ¿Que tener un hijo no era de su interés? Se piraba, se lavaba las manos y se acabó. No tendría problemas.
— Parece que no estabas muy contenta en el restaurante. — comentó. — Bueno, es comprensible. Has salido de una sala de urgencias hace apenas dos horas. ¿Te encuentras bien?
— Sí. Después del chute de hierro me siento prácticamente nueva.
— Me alegro, Hye. — sonrió. Tenía la misma sonrisa radiante de Hoseok. Eran tan parecidos que hablar con ella era casi como hablar con él.
Le devolví la sonrisa. Seguimos caminando, sin prestar atención a los chicos, que cantaban canciones de los noventa a grito pelado. Aparenté que la historia que Seulsung me contaba me importaba a vida o muerte, asintiendo con los ojos muy abiertos y dejándola continuar sin hacer ningún tipo de comentario. Sólo pensaba en llegar a casa, encerrarme con un portazo en la habitación, taparme hasta el cuello con las sábanas y dormir durante un día entero, evitando así cualquier tipo de discusión.
Los cinco llegamos al apartamento de Jimin casi a medianoche. Seulsung y yo tuvimos que pararnos a medio camino para que el resto nos alcanzara. Abrí la puerta de la casa y me quedé de pie observando la escena. Yoongi seguía riéndose de lo ridículo que le parecía Jimin y viceversa, Hoseok se pegaba a Seulsung como una lapa y ella también se carcajeaba. Me limité a despedirme de la chica con un simple gesto de mano.
Estuve a punto de cerrar la puerta en las narices al pelinegro y al egoísta de mi novio. Los dos consiguieron entrar porque Yoongi llevaba una copia de las llaves.
Me quité los zapatos. Más bien los lancé hacia la pared. Dejé caer el bolso de mala manera en el suelo, desabroché mi abrigo con desgana y caminé hacia la habitación dando zancadas largas y sonoras. Yoongi debía saber que estaba enfadada. Solía caminar así cuando lo estaba.
— ¿Estás cabreada? — me preguntó, desde la cocina. Se había sentado en uno de los taburetes. Me paré en seco antes de entrar en la habitación y le fulminé con la mirada. Yoongi sonrió, enseñando sus encías y los dos huecos que se le formaban a los lados de las comisuras de los labios.
— ¿Qué te hace tanta gracia?
— Vale, estás enfadada...
Entré a la habitación después de resoplar y cerré con un golpe. Me dejé caer en el colchón, bocabajo. Pataleé, grité contra la almohada y cuando sentí que me había desahogado lo suficiente, busqué la cremallera del vestido para quitármelo. Doblé los brazos de una forma ridícula. Si cualquier tipo de circo me hubiera visto, seguramente hubiera pensado que era una contorsionista. Al final, me di por vencida. Me quedé ahí, tirada en la cama, con la cara oculta en la almohada y los brazos estirados en forma de cruz.
Escuché la puerta abrirse con cuidado, pero no oí pasos. Me di la vuelta como si fuera un pez fuera del agua al notar a alguien encima de mí. Yoongi, silencioso como de costumbre, hincaba las rodillas en el colchón e intentaba desabrochar el vestido sigilosamente. Le alejé con un empujón.
— Sólo quería ayudarte. — se defendió, frunciendo ligeramente el ceño. Me observó con detenimiento cuando me levanté de la cama. Él se quedó de rodillas en el colchón.
— No la necesito. — bufé.
— ¿Por qué te has cabreado?
Hice una mueca, me encogí de una forma exagerada a la par que cómica de hombros, imitándole, y fingí no tener ni idea. — ¡No lo sé!
Yoongi suspiró. Puso los ojos en blanco y se sentó al borde de la cama, encorvado. — Hyesun, vamos, dímelo...
— No tengo ni idea por lo que puedo estar enfadada. — Pestañeé fingiendo incredulidad. Puse los brazos en jarras, cruzando una mirada desafiante con Yoongi. — ¿No sabes tú por qué puedo estar ''enfadada''? — hice un gesto de comillas con los dedos y devolví los brazos a la posición anterior.
— ¿Por lo del embarazo...? — se rió, sarcástico. — Hyesun, yo-
— ¿Tú, qué? Tú querías que abortara. ¡Querías que...! — ahogué un grito. — ¡Querías que abortara sólo porque tú no querías tener un dichoso hijo! ¡Y no te pongas a decir que ''ooh, eres muy joven Hyesun, oooh, no tienes la edad para tener un bebé''! — imité su voz. El resultado no fue muy deseable. — ¡Es mi cuerpo, y yo elijo lo que quiero hacer con mi puto útero!
Me di la vuelta para no verle. Volví a buscar el cierre del vestido, pero al final Yoongi se levantó de la cama con un suspiro y bajó la cremallera con rapidez, antes de que yo le alejara con un manotazo. Me quité el vestido, lo arrugué y lo dejé de mala manera con el resto de ropa. Sabía que Yoongi estaba detrás, así que me giré y le apunté con el índice.
— Mmmh... ¿Vas a quedarte así? — enarcó las cejas. Yo estaba en ropa interior. — No me molesta, pero...
— Mírame bien, Yoongi.
Lo hizo sin poder ocultar una sonrisa. — Sí, ¿qué...?
— ¡Ya te puedes ir quedando con la forma de mis tetas porque no vas a tocarme en todo lo que queda de año! ¡Es mi cuerpo, y yo decido lo que hago con él! ¡Hala!
Se le cayó el alma a los pies. Yoongi retrocedió un par de pasos hasta darse en las corvas con la cama, donde se sentó. Me miró con la boca abierta, incrédulo, sin llegar a creerse lo que le acababa de decir.
Me puse la camiseta que utilizaba para dormir bajo la antenta mirada de Yoongi. Le eché de la cama agitando las manos delante de su cara, o al menos lo intenté. Él se quedó estático. Resignada, me crucé de brazos.
Yoongi entrelazó los dedos, apoyó los codos sobre sus rodillas y como de costumbre, se inclinó hacia delante. Por su postura y su expresión supuse que iba a decir lo de siempre:
— Vale, grita todo lo que quieras decirme ahora y arrglamos todo esto.
Odiaba que dijera aquello con toda tranquilidad.
Lo odiaba porque sabía que, dijera lo que dijera, Yoongi iba a seguir haciendo lo que le diera la gana. Iba a salirse con la suya por mucho que yo se lo impidiera. Solté una leve carcajada y negué con la cabeza.
— No, no; vete de la cama. Vete a dormir con Jimin. — le dije.
Alzó la cabeza para mirarme a los ojos. —He dicho que digas todo lo que tienes que decirme.
— ¿Para qué? —supiré.
— Dímelo.
— ¿Para qué, Yoongi? — repetí, cansada. — ¿Para qué te voy a soltar todo si te lo vas a pasar por el forro de los cojones?
Volvió a sonreír, quizá porque no estaba muy acostumbrado a oírme decir palabras malsonantes y le parecía tierno. Agitó la cabeza al instante. — Nunca me paso lo que me dices por el forro de los cojones...
— Es mentira. Siempre estás mintiendo.
— No, ahora no. Lo digo en serio.
— Yoongi, quiero dormir. Vete de la cama, no pienso dormir contigo. ¡Fuera!
— ¿Por qué no quieres dormir conmigo? — intentó coger mis manos, pero yo esquivé las suyas. Yoongi sonrió. Debía de parecerle divertido que yo no quisiera que me rozara. — No voy a dejarte preñada sólo por tocarte.
— ¿Ves? Eres un imbécil.
— Bueno, vale... ¿Lo siento? — esbozó una nueva sonrisa, aunque siendo una mueca poco sincera. — No sé por qué estás cabreada, pero lo siento.
— Lo sientes porque eres un egoísta y me necesitas, Yoongi, por eso dices que lo sientes. Quieres que te perdone, finja que no ha pasado nada y así puedas tener alguien seguro con quien follar, ¿verdad?
— Oye, Hye-
— Egoísta. — le interrumpí. — Eres un jodido egoísta. Eres capaz de dejarme sólo por un bebé.
— No estás embarazada, no hay niño, no hay por qué seguir dando vueltas al asunto. — Sonó mucho más serio. Noté, por su tono de voz, que Yoongi ya empezaba a perder la paciencia conmigo. —Fin de la historia. ¿Estás enfadada por eso? ¿Porque te dije que abortaras?
— No. Bueno, sí.
— Aclárate, Hyesun. — me pidió.
— ¡Estoy cabreada contigo porque me dijiste todo eso sólo porque te convenía! ¿No te das cuenta de lo egoísta que eres a veces? Bueno, ¡de lo egoísta que has sido siempre! — me quejé. Yoongi resopló, se frotó los ojos y se tumbó en la cama con la brazos extendidos, dándose por vencido. — Si de verdad me quieres, demuéstramelo. Sólo me quieres ahí para que esté ayudándote, defendiéndote y para follar de vez en cuando, ¿no? Si es verdad eso de que me amas con locura, vamos, demuéstralo.
— Qué pretendes, ¿que te compre floristerías enteras? — dijo, sarcástico.
— Tú sabrás. — me crucé de brazos. — Deberías conocerme bien.
— Hyesun...
— La has cagado demasiadas veces. Si no quieres que esta sea la definitiva, ponte las pilas. — sentencié, tranquila. — De momento, no vas a tocarme. Ni s rozarme. Ni nada.
— ¿Por qué me haces esto? — lloriqueó.
— ¡Porque eres un cabrón!
Se reincorporó de repente. Yoongi parecía algo nervioso. — Hyesun, no hace falta... Sabes que te adoro, no-
— Me voy.
Yoongi gritó como un niño pequeño enrabietado. — ¡Hyesun!
— Eres un egoísta de mierda en este momento. Cuando me demuestres que no lo eres, dejaré que me toques lo que te dé la gana. Como si es una jodida sinfonía al piano.
— Estás de coña. ¡Dime que estás de coña! — Yoongi salió detrás de mi, hacia la sala de estar. Yo corrí hacia las escaleras para que no me alcanzara. Me agarré al pasamanos y le miré de la forma más desafiante que pude. Él me amenazó con el índice. — Conozco esa miradita, sé que vas a empezar con el juego sucio. No te vas a atrever.
— ¿Ah, no?
— No, Hyesun. Yo no voy a utilizar el juego sucio. Te lo prometo.
— Bien. Mientras tanto, — levanté despacio mi camiseta, haciendo ademán de quitármela. — mírame desde lejos porque no vas a tocar esto en semanas, Yoongi.
— Serán como máximo dos días.
Me quité la camiseta y la lancé hacia él. Eché a correr escaleras arriba, aunque me detuve a la mitad. — Sí, ¡suerte cascándotela tú solo!
— Hye-
— Me voy a dormir con Jimin. ¡Esto te pasa por egoísta, Min Yoongi!
— ¡Min Yoongi nunca pierde lo que es suyo! — replicó, seguramente refiriéndose a mí.
— Perdiste tu ipad unas seis veces, la cartera... — canturreé, burlona.
— Cállate. ¿Sabes qué perdiste tú?
— Sorpréndeme.
— Tu virginidad. Conmigo. — Se despidió con la mano y una sonrisa socarrona, divertida. — ¡Suerte con eso de echarme de menos...!
— ¡Te odio!
Me lanzó un beso. No impidió que subiera a la habitación de Jimin, así que acabé durmiendo en su cama, como le dije a Yoongi, pero vestida con un pijama del pelinegro que él nunca se ponía y una barrera de cojines y almohadas entre los dos.
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