v e i n t e
La sala de urgencias siempre se mantenía con las luces encendidas independientemente de la hora que fuera. El ambiente con Jimin estaba demasiado caldeado, por eso no volví a su apartamento como le dije. Como tampoco quería dejar solo a Yoongi a pesar de que estuviera vigilado, me quedé con él en el hospital. Me mantuve despierta toda la noche sin necesidad de cafeína, teína o cualquier tipo de droga que me obligara a no cerrar los ojos. Yoongi, a pesar del dolor y de la sonda, dormía como un bebé. De vez en cuando se despertaba, normalmente cuando notaba que alguna enfermera pasaba para verle, o cuando notaba que yo cambiaba de posición en la incómoda silla de plástico que estaba al lado de su cama. Durante toda la noche, la madrugada y parte de la mañana, Yoongi no soltó mi mano. Cada vez que hacía ademán de levantarme, o hasta cuando me movía, abría los ojos, gruñía y tiraba de mí, así que no me quedó más remedio que estar sentada en aquella terrible silla todo el rato, observando cómo Yoongi se mantenía prácticamente inmóvil o escuchando sus quejas de vez en cuando.
Estaba bastantante adormecida cuando llegaron las siete y media de la mañana. Mis clases en la universidad empezaban a las ocho, y si no me iba de allí a toda prisa, llegaría tarde. Era crucial dar una buena impresión a los profesores las primeras semanas de clase, más aún siendo una estudiante transferida desde Londres que no demostraba demasiado sus conocimientos sobre psicología, y por el momento sólo me conocían por ser la chica que llegaba tarde a primera hora de la mañana con Kangjoon. Me desperecé un poco agitando la cabeza, pestañeando con fuerza y estirando el cuello.
Me levanté y me acerqué a Yoongi, que abrió los ojos al sentir las puntas de mi cabello rozando su piel. Sospechaba que no estaba dormido, que simplemente cerraba los ojos y fingía sí estarlo para evitar malgastar saliva con una conversación estúpida.
— ¿Dón-
— A clase. — respondí antes de que él acabara la pregunta. Yoongi me miró con los ojos entornados, desconfiado. Me reí. — ¿Qué? No voy a abandonarte. Serán unas horas, tranquilo. Acabo las clases a las dos.
Liberó mi mano con algo de recelo, despacio, y señaló con el índice todo mi rostro. — Sólo miraba lo sucia que está tu cara. Has pasado de ser un mapache a ser una especie desconocida de mamífero ojeroso.
Fruncí el ceño, fingí estar molesta y dejé de estar inclinada hacia él. — Llamaré a Hoseok para que venga a hacerte compañía. — dije, mientras me quitaba su chaqueta de cuero negro y me agachaba para coger mi bolso del suelo, aún cargado con la ropa, el maquillaje, los informes y todo lo que traje de Daegu. — Me da miedo que hagas cualquier locura.
— Estoy jodidísimo, ni siquiera puedo moverme. ¿Cómo voy a hacer una locura?
Me encogí de hombros. — No lo sé. Eres Min Yoongi, puedes hacer cualquier cosa.
Yoongi rió, sarcástico, volviendo la cabeza hacia la ventana que había al lado. Al menos, a pesar de todo, su sarcasmo estaba de vuelta. Dejé su chaqueta a los pies de la cama, pasé la correa de mi bolso por encima de mi cabeza para llevarlo al hombro, volví a acercarme a Yoongi y en vez de darle un beso rápido en la mejilla como él pensó que iba a hacer, golpeé su frente con suavidad. Yoongi emitió un quejido -más bien un gemido de dolor-, puso cara de asco, me fulminó con la mirada y protestó entre dientes. Él alcanzó la cazadora de cuero con una rapidez sorprendente, reincorporándose sin que me diera tiempo a irme de allí, y me la lanzó a la cabeza.
— ¡Llévatela y tapa tu horrible cara! ¡No vuelvas!
*****
Me desperté al escuchar mi móvil vibrar sin descanso sobre la enorme mesa de madera de la nueva biblioteca a la que acudía. Me reincorporé tan de golpe que la chaqueta de Yoongi, con la que me tapaba los hombros y la cabeza, cayó al suelo. Las cremalleras de metal plateado chocaron contra el parqué de madera vieja armando bastante escándalo. Cogí mi teléfono móvil lo más rápido que pude, sin siquiera mirar el remitente de la llamada, mientras que con la otra mano ocultaba un evidente bostezo.
Oí la risa inconfundible de Hoseok de fondo, pero no fue él quien habló.
— Vuelve.
— ¿Yoongi?
— No, joder, el sobrino de la vecina en pelotas. — soltó, sarcástico a rabiar. Reprimí una risilla.
Empecé a recoger con bastante calma todos los apuntes, hojas, libros, subrayadores y demás material escolar que había esparcido por la mesa. Me detuve al ver un vaso de cartón encima de una nota escrita a mano, muy cerca de mis cosas. Lo alcancé, acunando el teléfono entre el hombro y mi oreja todavía, escuchando cómo Hoseok gritaba de fondo. ¿Estaban en un hospital o en una maldita verdulería?
El café todavía estaba tibio. Lo probé. Parecía tener algo menos de azúcar de lo normal, pero no estaba del todo malo. Leí con rapidez la nota que había debajo.
''te quedaste dormida mientras estudiabas y no quise despertarte. el café es para ti y no lleva veneno, es sólo para que puedas estudiar un poco más. ''
Recordé que había estado estudiando con Joon. Supuse que él era quien había dejado el café para mí. Acabé de recoger mis cosas, sonriendo gracias al detalle de Kangjoon, metí todo en mi ya viejo bolso, me puse la chaqueta de Yoongi y salí de la biblioteca, mucho más vacía y vieja que la otra en la que nos prohibieron la entrada. Di un sorbo al café templado sin poder dejar de sonreír. Era una chica simple, un café solo podía alegrarme un día entero. Volví a prestar atención a Yoongi, que seguía protestando al otro lado de la línea telefónica.
— Perdona, estaba saliendo de la biblioteca. ¿Pasa algo?
— Sí, que Hoseok es un puto pesado.
Suspiré. — Vale, voy al hospital... Tardaré unos quince minutos. ¿Puedes aguantar quince minutos a Hoseok?
— No. No, no puedo. — sonaba terriblemente irritado, pero su tono me hizo reír. — Pero haré una excepción. Siempre puedo hacer excepciones contigo.
— Aw, Yoong-
— ¿Quieres mover el culo y presentarte aquí cuanto antes? — bramó. Después, tosió, seguro que por la sonda del lavado de estómago. — ¡Estoy perdiendo los nervios!
— Vale, vale; ya voy...
Colgó, malhumorado. Caminé a paso rápido mientras bebía el café a base de tragos cortos. La biblioteca estaba algo lejos del hospital, así que cogí el metro. No tardé mucho más de los quince minutos que prometí a Yoongi. Llegué al hospital, recorrí un largo pasillo en penumbra hasta llegar a la sala de urgencias y de cuidados intensivos, rodeé las camas de otros pacientes, me acerqué a la cama de Yoongi y puse las manos en los hombros de Hoseok, que estaba sentado de espaldas a mí. Como de costumbre, dio un respingo, asustado, y abrió los ojos y la boca mientras me miraba como si hubiera matado a su perro imaginario.
Yoongi sonrió disimuladamente al verme. Le devolví la sonrisa, pero no me acerqué para besarle. No quería que Hoseok se pusiera en modo fan obsesiva allí, en medio de una sala hospitalaria.
— Se me olvidó pedirte un bozal para Hoseok. — dijo Yoongi justo después de toser como si fuera a vomitar hasta las entrañas, pero sonriendo aún. Sus ojos se entrecerraban formando una línea fina y curvada. Hoseok hizo ademán de pegarle en el hombro, alzando la mano a la par que se reía, pero Yoongi ni se inmutó.
— Eres tan cruel...
— Tu novio es capaz de ver una ovejita feliz e indefensa y en vez de pensar: "¡oh, vaya, qué ovejita más mona!"— Hoseok juntó las manos y después fingió acariciar un animal inexistente, como si fuera un niño pequeño maravillado por la naturaleza. — piensa en comerse a la pobre ovejita. ¡No tiene corazón!
— Si no tuviera corazón estaría muerto, lo cual no me desagrada del todo.
Fulminé con la mirada a Yoongi, que volvía a pensar en el suicidio apenas un día después de intentar quitarse la vida, pero no le reñí. Me quité la cazadora de cuero, la volvía dejar a los pies de la cama y me quedé de pie con los brazos en jarras. Mientras los dos discutían sobre ovejas y sentimientos, tomé la carpeta con los informes de Yoongi, que todavía colgaba de un extremo de la cama. Volví a leer todo lo que había escrito, con la esperanza de encontrar algo nuevo. Al parecer los médicos y las enfermeras se habían olvidado de Yoongi. Me fijé mejor en los papeles y en los documentos de ayuda psicológica que habían dejado dentro, y me di cuenta de que la consulta que habían programado desde psiquiatría para Yoongi era aquel mismo día.
El tono de voz de ambos empezó a aumentar, así que no me quedó otro remedio que callarles con un largo y sonoro "shh". Dejé la carpeta en su sitio.
— Vale, Yoongi no tiene sentimientos y Hoseok grita mucho, punto. — les dije. Señalé con disimulo algunos pacientes que estaban en la sala.— ¿No os dais cuenta de que estamos en un maldito hospital y que se ruega silencio?
— Pues no, no me había dado cuenta. — soltó Yoongi, irónico.
Hoseok le rió las gracias, aunque creí que lo hizo al ver mi cara de fastidio. Yoongi y yo cruzamos miradas envenenadas mientras Hoseok empezaba a prepararse para ahogar grititos, aplaudir como loco y comportarse como una adolescente enamoradiza. — Me encanta vuestra relación amor-odio. Sí, sí, esas son las mejores. Sois tan tiernos...
— ¿Ves esa puerta? — Yoongi señaló una puerta entrecerrada de vidrio con el índice. Hoseok se giró para verla, con una mueca que curvaba sus labios hacia abajo, con cierta curiosidad. — Está abierta para que te vayas.
Yoongi se despidió con la mano y una sonrisa fingida, como si quisiera parecer un niño adorable e inocente. Hoseok se levantó, claramente sorprendido por la frialdad de su amigo, y se fue despacio hacia la puerta que había señalado Yoongi.
— Tú puedes irte un rato con él. — añadió el de cabello grisáceo.
— ¿Para qué? Si acabo de llegar. Además, luego me llamarás a los cinco minutos diciendo que necesitas que vuelva.
Yoongi abrió la boca para replicar, entornando los ojos e intentando buscar palabras acordes, pero se dio por vencido. Hizo un gesto perezoso de mano, asintiendo, como si de verdad sintiera que le había ganado una batalla. Suspiró. — Vete y airéate. Debes de estar harta de mi.
— Puedo soportarte. — dije, encogiéndome de hombros.
— Bueno, pues vete y ayuda a Hoseok a salir de hospital antes de que se pierda y acabe metido en la sala de prenatales.
Me reí. — Sabe cuidarse solo. Tú no.
— ¡Yo sé cuidarm...! - Probablemente Yoongi se dio cuenta de que lo que intentaba defender no era cierto, así que bufó y volvió a rendirse. No añadió nada más; dejó la mirada fija en su chaqueta, que reposaba sobre sus pies por encima de las sábanas. Movió la cabeza hacia un lado. Debió de ver de reojo a alguien, y en cuanto Yoongi se puso a protestar y a señalar a la puerta, supe que se trataba de Hoseok. — ¡Te dije que te fueras!
— Perdón, don Min Yoongi, su majestad de Daegu... Sólo venía a pedirle un conferencia con su hermosa novia, si no es mucho pedir, majestad. — dijo con dramatismo.
Me giré hacia él. — ¿Desde cuándo eres tan rimbombante?
— No lo sé, cuando hablo a Yoong-
— Para ti soy Suga. — le interrumpió, amenazándole de nuevo con el índice.
— Perdón.
— Te has olvidado el "majestad".
— Perdón, majestad.
— Vale, — Yoongi tosió, hizo una pausa después de frotarse el cuello por culpa del dolor de garganta e hizo otro gesto con la mano. Sus aires de superioridad eran insuperables. — Puedes irte a hablar con ella. Sé que no siente nada por ti, así que si te vas a declarar ten por seguro de que te va a rechazar. No merece la pena que lo hagas.
— Tío, tengo novia.
— Y yo soy negro, no te jode.
Cogí del antebrazo a Hoseok y le saqué de allí antes de que los dos se volvieran a poner a gritar como dos energúmenos. Los dos caminamos hasta una máquina expendedora, donde yo compré unos bollitos rellenos de crema y un zumo con más azúcar y grasas saturadas que un buffet de postres entero. No había comido nada desde las nueve de la mañana, cuando tuve un pequeño descanso en la universidad para despejarme un poco, por lo tanto tenía muchísima hambre. Podría comerme un caballo entero, pero tuve que conformarme con los bollitos.
— Creo que si te comes eso, las arterias se te van a taponar de golpe. — comentó Hoseok, risueño como de costumbre. Me encogí de hombros mientras sorbía el zumo a base de concentrado por la pajita, dando a entender que no me importaba tener problemas de colesterol con tal de matar el hambre.
— ¿Qué querías decirme?
— ¿Cómo vamos a cuidar de él? A mí no me importa quedarme con Yoon... Suga, pero él no quiere estar conmigo. Dice que le doy dolor de cabeza, que prefiere estar solo. A los diez minutos ya empieza a preguntar por ti, a lamentarse de que no debería haberte hecho tanto daño, y se vuelve depresivo otra vez.
— No le hagas caso, en el fondo te aprecia... —sonreí, pero aquella leve sonrisa se esfumó al procesar las palabras de Hoseok. — O sea, que contigo no actúa como lo hace conmigo... Quiero decir, todo el tiempo que he estado con él ha parecido estar bien, hasta yo diría que mejora.
— Sólo está así contigo.
— Jimin dijo que yo era la culpable de que él estuviera así.
— ¿En serio? — Hoseok abrió los ojos, sorprendido. Volvió la cabeza algo molesto y soltó una carcajada. — Yo no creo que lo seas. Yoongi siempre ha somatizado mucho las cosas...
— Lo sé. Y tampoco puede depender tanto de mí.
— He intentado convencerle de que no sólo te tiene a ti, pero no hay manera. También le he hablado sobre las pastillas, los antidepresivos y demás. Dice que no los tomará, que prefiere morirse a tomar tanta mierda, lo cual me parece muy irónico porque ya ha pasado por más de dos lavados de estómago por culpa de todo lo que se chuta... Dice que tampoco irá a un "puto loquero" — hizo con el índice y el dedo corazón de ambas manos un gesto de comillas bastante exagerado. — Resumiendo, que eres la única que queda para que entre en razón.
Suspiré. — ¿La única?
— Jimin también lo ha intentado. Namjoon le ha llamado por teléfono y le ha dicho que debería cuidarse, ya sabes, con esa elocuencia que tiene... Pero ninguno de los dos lo ha logrado.
— Yo no quería convencerle, es imposible. Hablar con él cuando está ofuscado es como tratar de negociar con la pared. Igual, pero con más gritos. Así que mi plan es obligarle.
— Wow, suenas súper amenazante... De no ser porque pareces un hamster con las mejillas llenas de comida, pero bueno.
— Ya verás cómo consigo que Yoongi vaya al psiquiatra.
— ¿Quieres apostar algo?
— No... No estoy muy segura... — me reí algo avergonzada, di un sorbo al zumo y acabé el último bollito de crema.
*****
Debería de haber apostado algo con Hoseok. Podría haber ganado una millonada, porque después de ver la agradable imagen de cómo removían la sonda nasogástrica a Yoongi -no, no fue para nada agradable verlo, pero sí me resultó hipnótico ver cómo poco a poco retiraban un fino tubo que iba desde su nariz hasta su estómago-, y después de recoger todos sus últimos informes mientras se vestía, cogí su mano y le arrastré a la consulta del psiquiatra. Y sorprendentemente, entró.
Esperaba sentada enfrente de la puerta de color blanco. Apenas habían pasado unos cuantos minutos cuando una mujer de cabello corto y bata del mismo color que la puerta salió escopetada por el pasillo. Era la doctora Kim, la coordinadora del hospital de día. Llamó apresurada a otra consulta colindante, de donde salió un hombre bastante alto, con las gafas resbalando del puente de su chata nariz. Le dijo algo y ambos volvieron hacia atrás. La mujer reparó en mí justo cuando yo miraba hacia el interior de la consulta con la esperanza de ver a Yoongi por algún lado. Que la doctora hubiera salido tan rápido me alarmó bastante.
— Oh, Hyesun. ¿Eres su acompañante? — Preguntó, con las cejas enarcadas. Asentí, y en un abrir y cerrar de ojos, se sentó en el asiento de al lado. — Esta consulta será bastante larga, pero para acelerar el proceso, mientras yo hablo contigo, Hwijae le hará un test a... —miró uno de los informes que llevaba en la mano para asegurarse de que sabía el nombre de su paciente. —Yoongi. No es nada físico, simplemente son preguntas.
— ¿Cuántas?
— Unas doscientas.
— Joder. — fue lo único que logré decir, muy en bajo.
— Tu amigo no parece estar muy colaborativo. Para contrastar la información solemos entrevistarnos con los familiares del paciente, pero según lo poco que me ha contado no tiene a nadie cercano.
— Sólo a mí. — concluí.
— Eso mismo ha dicho.
Suspiré. — ¿También tengo que responder doscientas preguntas?
— No, pero puede que sean unas cuantas también. — sacó una hoja en que dejó sobre la carpeta rígida que llevaba, se cruzó de piernas para apoyar las carpeta en su rodilla y anotó algo con un bolígrafo que llevaba enganchado en la bata. — ¿Comenzamos?
— Vale.
— Bien. ¿Cómo ha sido el comportamiento de Yoongi estos últimos meses? Sé detallada, por favor.
Se lo conté tal y como me había pedido. La doctora Kim anotaba todo, mirándome de vez en cuando y haciendo muecas poco esperanzadoras. Cuando acabé de contarle los altibajos de Yoongi, alcancé mi inseparable bolso del suelo y saqué los papeles amarillentos que el abuelo de Yoongi me había entregado.
— Son de su madre. — aclaré.— Ella era bipolar.
— Esto aclara bastante las cosas, pero diagnosticar un trastorno de este tipo no es tan fácil, querida. — dijo, seria, dando golpes rítmicos con el bolígrafo en el borde de la carpeta. — Puede que sean efectos colaterales del abuso de drogas y alcohol, no porque tenga un trastorno. De todas formas, le haremos pruebas que lo descarten. Pero quizá estés en lo correcto, Hyesun. Lo veremos cuando haya acabado de responder las preguntas.
Asentí, comprensiva. La doctora Kim me dio las gracias por contarle todo. Se llevó los informes de la madre de Yoongi dentro de la carpeta, se despidió y entró a la consulta, aunque volvió a salir tiempo después.
— ¿Sigues aquí? Todavía tiene que hacer varias pruebas, — me avisó — puede que terminemos sobre las ocho, más o menos. Puedes ir a dar una vuelta, si quieres. Tranquila, él no se irá sin ti.
Miré el reloj. Eran las seis de la tarde. Escuché la puerta cerrarse con suavidad. Me lo tomé como una señal para irme de aquel pasillo oscuro y de alguna manera tenebroso.
Divagué por la planta baja del hospital sin pensar en mucho hasta que me perdí. Volví sobre mis propios pasos, lentamente, con la esperanza de volver al mismo pasillo donde se encontraba la consulta, pero acabé dando vueltas como una tonta. Aquel hospital era un maldito laberinto. Encima, no me crucé con ninguna persona.
Anduve sin rumbo durante muchos minutos. Estuve a punto de gritar cuando por fin me encontré en una zona familiar. Llegué, sin darme cuenta, a la sala donde Joon cuidaba a los niños del hospital de día. Verla vacía me hizo añorar los chillidos y canturreos de aquellos niños. Todavía había juguetes, dibujos y pinturas esparcidas por el suelo.
Como una exhalación, Kangjoon apareció por otra puerta con un niño de unos tres años dormido en sus brazos. No se dio cuenta de que yo estaba ahí hasta que se agachó para coger del suelo una pequeña y colorida mochila. Joon me miró algo desconcertado, pero luego sonrió a modo de saludo.
— ¿Me ayudas a recoger esto? — susurró, seguramente para no despertar al niño.
Asentí. De todas formas, no tenía nada mejor que hacer hasta las ocho de la tarde. Me acuclillé para recoger los bloques con los que jugaban los pequeños y empecé a guardarlos con cuidado de no hacer ruido en una caja de plástico transparente. Joon acunaba al niño en sus brazos.
La imagen era tan conmovedora que me quedé observándole entre maravillada y embobada, con un bloque de construcción entre mis manos. Reaccioné cuando se cayó al suelo y chocó contra otros bloques, armando un estruendo terrible.
— ¡Lo siento! No quería hacer tanto ruido...
Joon negó con la cabeza, restándole importancia a mi torpeza. — Tranquila.
— Por cierto, gracias por el café.
Me reí en bajo al ver cómo los ojos claros de Kangjoon se iluminaban como los de un niño pequeño al que le acababan de decir que su carta había llegado a Papá Noel. Continué recogiendo los juguetes mientras él dejaba al niño recostado sobre un sofá de material sintético similar al cuero. Se acuclilló a mi lado para acabar de ordenar, al menos, los juguetes y cachivaches de la sala, en silencio con tal de no despertar al niño, que dormía abrazado a su pequeña mochila. Era demasiado tierno para ser verdad. Me resultó curioso que un niño de unos tres años me recordara a Yoongi. Quizá exageraba las comparaciones, o quizá estaba siempre acordándome de él.
— ¿Cómo se llama? — pregunté, curiosa, ordenando algunos libros infantiles.
— Jae. — respondió, sonriendo con dulzura al niño dormido. Curiosamente, Joon cambió por completo de tema. —¿Qué haces aquí? Pensé que te quedarías a estudiar en la biblioteca. Tenía pensado ir en cuando vinieran los padres de Jae.
— He tenido un pequeño percance.
— El peli-loquesea, ¿verdad?
— ¿¡Cómo lo has sabido!?
Kangjoon se encogió de hombros, riendo de una manera bastante tímida. — Siempre que te ocurre algún incidente, es por su culpa. Aunque me caiga mal, espero que no sea grave. — susurró.
— Un intento de suicidio, un lavado gástrico, una noche en urgencias. Nada grave. — solté, sarcástica, aunque más tarde me di cuenta de que era cierto de que un simple lavado de estómago no era lo peor que le había pasado a Yoongi. — Y ahora un psiquiatra le está evaluando.
— Así que has pasado la noche con él y por eso te has quedado dormida en la clase del profesor Im...
— No, en la clase del profesor Im sólo estuve descansando la vista — protesté.
- Creo que la jefa va a ser su doctora. He visto el expediente de ese - ''ese''. Reí al notar el rencor en la voz de Joon. - en su despacho.
— Sí, es ella quien ha estado hablando con él y quien me ha dicho que al menos tengo que esperar aquí hasta las ocho... Y ni siquiera son las siete.
Joon se volteó de repente para vigilar al pequeño, que aún dormía. Echó un vistazo rápido a un reloj enorme con dibujitos que colgaba de la pared, dejó de colocar las pinturas que estaban esparcidas por todos los sitios y volvió a coger al niño en brazos, con una soltura y una naturalidad impresionantes.
— Voy a llevar a Jae fuera. Sus padres estarán esperando.
— Yo me encargo de recoger todo esto, entonces. — hice un gesto despreocupado para que se marchara. — Tranquilo, no voya romper nada...
— ¿Quieres ir a tomar otro café luego?
— No tengo ningún plan mejor.
Joon volvió a sonreír, satisfecho. Salió por la puerta de cristal principal, con Jae en brazos, y desapareció por unos cuantos minutos. Yo, como le prometí, acabé de adecentar la sala. Miré algunos de los dibujos que habían hecho los niños que acudían al hospital de día. Aparté la vista porque algunos me parecían bastante más macabros que una colección entera de películas vintage de terror. Debía de ser terrible lo que aquellos pequeños de no más de doce años tenían en su cabeza. Inevitablemente, me acordé de Yoongi. Me pregunté también qué se le pasaría a él por la cabeza para hacer tantas locuras.
Me senté sobre una de las mesas redondas de tamaño infantil y volví a observar los dibujos uno a uno, esperando pacientemente a que pasaran los minutos.
La puerta de cristal semitransparente se abrió, pero Joon no entró. El castaño agitó unas llaves y movió la cabeza para indicarme que saliera con él. Cerró la puerta en cuanto puse los dos pies fuera.
Mientras paseábamos hacia las máquinas expendedoras del hospital, por un pasillo mucho más iluminado y concurrido que el de la consulta donde estaba Yoongi, charlamos tranquilamente sobre la universidad. Era el único tema recurrente del que podía hablar sin meter la pata. Joon volvió a invitarme a café, aunque no tuvo mucho mérito porque tenía una tarjeta especial para los empleados del hospital que le permitía obtener cualquier cosa de las máquinas sin coste alguno. Nos sentamos en una pequeña sala de espera vacía cerca de la consulta de la doctora Kim y tomamos el café caliente con toda la tranquilidad del mundo.
Acabamos sacando los libros de psicología y estudiando sentados bastante cerca el uno del otro. Cuando me movía para alcanzar algo de mi bolso, o simplemente cuando me giraba hacia el pasillo y me volvía, el rostro de Joon casi se pegaba con el mío. Fue él quien decidió poner algo de distancia sentándose enfrente y no a mi lado, y en vez de debatir algunos párrafos del texto, nos quedamos en completo silencio. Me di cuenta de que estaba algo avergonzada, pero Joon lo estaba el doble.
Los minutos se me hicieron horas. Estaba algo nerviosa por Yoongi, así que acabé guardando todo el material y me fui hacia la consulta. Le dije a Joon que no era necesario que esperara conmigo porque a) si veía a Yoongi podría abalanzarse sobre él y, b) romperle las piernas como tanto decía. Preferí no correr el riesgo. Me despedí de él dándole las gracias una vez más por el café. A veces me sentía mal por Kangjoon; tenía la sensación de que nunca le devolvía los favores y detalles que él tenía conmigo.
No me senté el rato que esperé a Yoongi sola. Me quedé dando vueltas por el pasillo -sin alejarme mucho de la puerta pintada de blanco-, mordiéndome las yemas de los dedos.
Escuché la voz ronca de Yoongi.
— Sí, sí; vendré. Gracias. — cerró con un portazo. Llevaba varios papeles en la mano, enrollados con cuidado. Bufó algo con cara de asco que no llegué a escuchar y me vio. — ¿Qué coño haces ahí parada? Vámonos. Odio este sitio. Te odio a ti, me odio a mi, odio todo.
— ¿Qué te han dicho? — di un par de zancadas largas para alcanzarle. Extendí las manos para que me tendiera los informes, pero me ignoró.
— Mentiras.
— ¿Eh?
— ¿Eh, qué?
— Yoongi. — le regañé.
— Qué. Así me llamó mi madre. ¿Algún problema?
Ahogué un grito. Me desesperaba y apenas llevaba un minuto con él. Intenté que me explicara algo, pero simplemente mantuvo la cabeza bien alta e hizo oídos sordos. Yoongi caminó mucho más deprisa que yo para dejarme atrás en cuanto vio un cartel que señalaba la salida. Repetí varias veces que me esperara. No lo hizo. Tuve que echar a correr. Le pillé desprevenido, por lo tanto pude arrebatarle los papeles de la mano antes de que él gritara mi nombre completo. Estaba demasiado débil para perseguirme, así que supuse que no me alcanzaría y me daría tiempo a leer todo.
Mientras corría hacia la salida, esquivando sillas de ruedas, trabajadores y pacientes, leí los escritos, alternando miradas entre el papel y el suelo. Entre ellos había una pauta para medicación, recetas, una guía y un informe resumido escrito a mano.
'' no. de historial 01186524 Min Yoongi fecha de nacimiento: 09/03/1993
Paciente sujeto a revisión psiquiátrica. Varios intentos de suicidio en el último año. Se le diagnostica incorrectamente una depresión hace unos días. El paciente admite haber consumido drogas y alcohol en los últimos meses. También admite haber recibido ayuda psicológica hace tiempo.
Los exámenes físicos descartan enfermedades y posibles daños cerebrales que alteren el comportamiento del paciente, aunque se observa una ligera diferencia el en lado derecho del hipocampo.
El paciente cuenta con familiares cercanos con el trastorno bipolar. Ante las sospechas de TB, se realiza a el paciente un test específico para descartarlo.
Los resultados del test, junto a los de los exámenes físicos, aportan que el paciente Min Yoongi no sufre de..."
Alguien me cogió bruscamente del brazo y tiró de mí con tanta fuerza que tropecé. Obviamente, se trataba de Yoongi, que casi me arrancó los informes de la mano. Estábamos muy cerca de la salida, y aprovechando que el hospital era un hervidero de gente, Yoongi se esfumó entre la multitud como alma que lleva el diablo, sin protestar siquiera.
Me choqué con varias personas antes de salir. Me disculpé de mala gana; sólo era una pérdida de tiempo.
Yoongi estaba lo suficientemente lejos de la entrada para poder encender un cigarro. Lo curioso es que no lo prendía con el mechero, sino con uno de los papeles que los doctores acababan de entregarle. Lo tiró al suelo y lo vio arder al mismo tiempo que yo me acercaba a él a paso rápido. Cuando llegué a su lado, los informes casi se habían consumido. Los pisé para apagar el fuego, intentando salvarlos. No quedaron nada más que cenizas y papel ennegrecido.
Empujé a Yoongi hacia atrás, cabreada, le quité el cigarro de los labios justo cuando iba a dar una calada y lo lancé también al suelo, cabreada. Miré a Yoongi directamente a los ojos.
— ¿Por qué lo has hecho? ¡No puedes esconderme el diagnóstico!
Se limitó a encogerse de brazos con una de sus típicas muecas, con aires de superioridad.
— Porque estoy bien y no necesito la ayuda de dos putos psiquiatras.
— Yoon-
Me cogió de la mano, entrelazó sus dedos con los míos a la fuerza y me arrastró lejos del hospital mientras yo protestaba. Como no me callé, encendió otro cigarrillo y lo colocó entre mis labios como si se tratara de un chupete, con una sonrisa divertida.
— En serio, estoy bien. Y ahora, cállate. Joder, eres más pesada que una vaca en brazos.
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