t r e i n t a y t r e s
Acabé pasando mis dedos entre sus mechones de pelo verdes, despacio, esperando a que reaccionara o se quedara dormido. Me sentí una tonta. Ni siquiera yo misma me podía hacer una idea de lo doloroso que era todo aquello. Ver a Yoongi así me partía el corazón en mil pedazos. Él, a sentir mis manos frías sobre su cabeza, dejó de abrazarse a mis piernas. Se acurrucó en posición fetal contra mí, con la cabeza todavía apoyada en mi regazo, se cruzó de brazos como si quisiera abrazarse a sí mismo y protegerse del frío casi invernal... O de todo en general. Paré de enredar mis dedos en su cabellera verde. Normalmente, cuando dejaba de hacerlo, cogía de mala gana mi muñeca y ponía mi mano sobre su cabeza para que volviera a acariciarle, como si fuera un gato. Pero Yoongi se quedó quieto. Una parte de mí se lo agradeció silenciosamente. Empezaba a resultarme demasiado incómodo. Él debió notarlo, así que quizá no hizo nada por eso. Yoongi, según las notas, debía de haberse dado cuenta de que yo ya no sentía lo mismo por él.
— ¿Puedo irme? — pregunté con voz acaramelada. No quería levantarme de golpe e irme de allí como si no hubiera pasado nada. Me pareció una pregunta estúpida, sabía la respuesta que me iba a dar Yoongi.
— No. — contestó con frialdad. — Quédate un rato más, por favor. — me pidió después, en bajo, como si le diera vergüenza.
Suspiré con hastío. No dije nada más, simplemente me quedé ahí, dejando que los eternos minutos pasaran. El silencio entre nosotros dos se tornó tan sumamente incómodo que mi cabecita pensó que hablar con Yoongi era una buena idea.
— ¿Estás bien? — de nuevo con las preguntas estúpidas.
Esperé alguna respuesta sarcástica. Después, me di cuenta de que quedaba poco del Yoongi que conocí. Se quedó callado un buen rato, puede que pensando bien sus palabras, o simplemente mirando a la nada. Yoongi se frotó los ojos, adormilado, como un niño pequeño. También suspiró, cansado.
Me tomé su silencio como un obvio 'no'. No estaba bien. Me hubiera gustado replicarle una y otra vez que era su culpa, por dejar el litio y por dejar que la manía se apoderara de él, pero preferí callarme la boca. Aparté la cabeza de Yoongi de mi regazo con suavidad. Me levanté de la cama, y como si fuera su maldita madre, me acuclillé a su lado para quitarle la corbata, desaflojándola sin mucha fuerza.
— Deberías descansar. — le dije cuando ya tenía la corbata en mis manos, doblada.
— ¿No vas a...? — volvió a suspirar. Creí que lo hacía porque estaba reteniendo las lágrimas. — ¿No vas a dormir conmigo?
— No. — respondí firmemente, sin dudarlo. A Yoongi pareció dolerle bastante. A mí también, en el fondo.
Él hizo una mueca triste, decepcionado. Se sentó en la cama, despacio, se quitó la chaqueta del traje y empezó a desabrocharse la camisa con una lentitud pasmosa. Dejé la corbata cerca del montón de ropa de Yoongi, me volví hacia él y le observé hasta que no pude resistirme más. Me acerqué de nuevo a él casi sin pensarlo, me incliné un poco hacia delante y le di un beso rápido en la mejilla, como si me arrepintiera de haber rechazado su propuesta. Ni siquiera me di cuenta de que le había sonreído levemente.
— Buenas noches. — solté.
Yoongi se dejó caer, como de costumbre, en el lado derecho de la cama. No se había quitado la camisa blanca. Supuse que estaba demasiado cansado y alicaído -además de ser un vago- como para levantarse, alcanzar su pijama y vestirse con él. Yoongi evitó mi mirada. Giró la cabeza hacia la izquierda, sin decir nada. Salí de la habitación con un mal sabor de boca, con la sensación de que se me olvidaba algo. Cerré la puerta despacio.
La televisión todavía estaba encendida. La apagué, recogí los restos de la cena en completo silencio y miré el reloj de pared de la cocina. Era casi la una de la madrugada. Hice cuentas; si no me equivocaba, mi hermano estaría recién despierto. En Los Ángeles serían las nueve de la mañana o algo así, supuse. Hacía mucho tiempo que no hablaba con él. Las últimas dos veces que intenté llamarle al teléfono no respondió, y tampoco pude contactar con él por Skype. Había dejado de escribirle cartas porque ''la magia y el amor se habían acabado''. Estuve un par de minutos pensando en qué hacer. Jungkook tendría que ir a clase, ¿no? Allí sería jueves todavía. Echaba tanto de menos escuchar la voz suave de mi hermano que me atreví a subir a la habitación de Jimin para coger mi ordenador portátil.
Lo encendí sobre la encimera de la isla de cocina. Me senté en uno de los taburetes, abrí Skype y me conecté. Ahogué un grito de emoción cuando vi que Jungkook estaba conectado y disponible. Le llamé.
El irritante sonido que indicaba que la llamada se estaba estableciendo cesó. En la pantalla pude ver a mi hermano, despeinado, vestido con una de sus cien camisetas blancas, sobre una cama demasiado grande para ser suya. Sonreí al ver cómo bostezaba, enternecida a pesar de que ya no tenía la cara de niño asustado de antes.
Bueno, me equivocaba. Sí tenía la cara de niño asustado. Al verme, abrió los ojos y dejó de bostezar de golpe.
— ¡Hye!
— Hola, hermanito.
— Pensé que eras Jimin. — dijo, riéndose suavemente. — Acepté la llamada pensando que serías él. Sólo quería meterme con su estatura de enano de jardín y divertirme un rato.
— Está durmiendo como un angelito. — miré hacia las escaleras. Temí que el pelinegro se despertara. Jimin tenía un sueño demasiado profundo, así que no iba a despertarse si hablaba muy alto. Aún así, mantuve un tono de voz débil. —¿Qué tal por Estados Unidos, Kookie?
Vi en la pantalla cómo se encogía de hombros. Mi hermano cogió su ordenador portátil y lo dejó sobre su regazo, para que yo le viera más de cerca. — Bien, supongo.
— El otro día te llamé y-
— A-ah, sí... — parecía estar nervioso de repente. Alcé una ceja, escéptica. Sabía que Jungkook escondía algo. Siempre que tenía algún secreto o algo que no quería decirme, hacía lo mismo: tartamudeaba, agachaba la cabeza, miraba hacia todos lados menos a mi cara o mi cuerpo y se rascaba la nuca. Justo lo que hizo. — Mamá ti-tiene nuevos pacientes, así que yo tengo que cuidar de...
Até cabos rápidamente. Me reí. — Ah, sí, la chica.
— S-Sí...
— Ay, mírate, Kookie, tan sonrojado y tan nervioso por hablar de una chica... — escondí mi evidente sonrisa detrás de mi mano. — Cómo se nota que te gusta.
Jungkook se atragantó con su propia saliva. Empezó a toser. Si hubiese estado conmigo ahí, en persona, o si yo hubiese estado con él, habría empezado a darle palmadas en la espalda para que consiguiera dejar de toser lo antes posible. Estuvo al borde de morir ahogado. Cuando se recompuso, se humedeció los labios y volvió a rascarse la nuca.
— Es muy guapa.
— Busqué su nombre en Google. Sólo hay fotos de ella de pequeña y un vídeo de un anuncio de colonia, pero si sigue siendo igual de mona, ahora tiene que ser una chica guapísima.
Sabía que avergonzaba a mi hermano. De alguna manera hizo que me olvidara de la depresión de Yoongi por un buen rato. Jungkook empezó a protestar, aparentemente enfadado, y yo seguí poniéndole en evidencia diciendo que nunca había sido bueno ligando con las chicas de su edad, que cuando conociera a la tal Olivia iba a contarle todos sus secretos más oscuros -como que fumaba crack o que de vez en cuando dormía con un peluche de Iron Man-... Y así hasta que Jungkook cambió radicalmente de tema.
— ¿Y Suga?
Fruncí los labios. — Durmiendo, también. — dije, sin entrar en detalles.
— No ha vuelto a hacerte daño, ¿verdad?
— Estoy acostumbrada.
— No deberías acostumbrarte, Hye. Pareces masoca.
— Lo soy, supongo.
— Bueno, también eres muy tonta a veces.
— Oye, no insultes a tu hermana mayor. — le reñí.
Agachó la cabeza, abrumado. — Perdón.
— Yoongi está completamente fuera de control. He decidido no volver a ayudarle. Ahora está encerrado en la habitación; lo más probable es que esté llorando si todavía no se ha quedado dormido. — suspiré. Me froté las sienes. — No me atrevo a dejarle porque he encontrado unas notas que ha escrito a mano... Es terrible. No tenía ni idea de cómo se sentía y yo aquí, pensando en irme con vosotros... No puedo dejarle ahora. Se derrumbaría.
— Pero Jimin...
— Jimin se está hartando de él a pasos agigantados. El otro día casi se pelean a puñetazo limpio. — le informé. Jungkook alzó ambas cejas, sorprendido. Fui yo quien cambié de tema. El simple hecho de hablar de Yoongi y nuestra situación me cansaba.— ¿No tienes clase?
— Es Acción de Gracias.
— Qué guay. Siempre he querido comer pavo relleno.
— Mamá trabaja, así que lo celebrar-
— ¿Con Olivia? — le interrumpí, con intención de que se sonrojara. — Qué monos sois, de verdad. ¿Ya has tenido tu primera cita con ella? Estará acostumbrada a los restaurantes caros, los vestidos de diseñador y todo eso, así que tendrás que ahorrar si quieres sorprenderla, hermanito.
— ¡Pero s-si ni siquiera estamos juntos!
— Oh, ¿amigos con derechos?
— ¡N-no!
Sonreí, divertida. — Ah, ya entiendo. Te da vergüenza pedirle que salga contigo, ¿eh?
Jungkook se quedó parado y en silencio. Creí que se había congelado la imagen de la pantalla, pero no era así. Simplemente se había quedado tieso, con la mirada fija en su ordenador, como si tuviera un lapsus. Mi hermano consiguió reaccionar porque chasqueé los dedos frente a la pantalla. — ¿Cómo lo has sabido...?
Me encogí de hombros. — No sé. Eres Jungkook. Las chicas de tu edad no son lo tuyo.
— Oye, Hye... — dijo, con timidez. — ¿Cómo lo hizo Suga? Quiero decir, cómo te...
— No me preguntó si quería salir con él. Me autoproclamé su novia. — solté, como si aquello fuera lo más normal del mundo entero. — No te recomiendo que lo hagas así, aunque si ella de verdad quiere salir contigo y es igual de obcecada que yo, acabará por hacer lo mismo. — bromeé. — Si de verdad quiere que salgas con ella, te dirá que sí. No pierdes nada por preguntarle. Es simple, Kookie. Sólo tienes que llevar a Olivia de paseo por la tarde, cuando anochezca, o yo que sé, vas a la playa con ella. A algún sitio romántico. Aunque si os gustáis, cualquier lugar está bien para declararte.
— Mmmh... Puedo perder mi dignidad.
— La perdiste hace mucho, cuando ibas por ahí borracho, Kookie.
— Gracias por recordarme mi pasado vergonzoso. — protestó.
— Si ella acepta, dímelo. Mantenme al corriente, ¿vale?
— Prometido.
Sonreí. Vi algo moverse por el rabillo del ojo, y sobresaltada, miré hacia el pie de las escaleras. Si no fuera porque ya reconocía su estatura, hubiera pensado que Jimin era un ladrón o algo así. Llevaba la capucha de su sudadera negra puesta, también bostezaba y parecía tener bastante frío. Miraba la pantalla de mi ordenador portátil.
— ¡Jeooon Jungkooook! — gritó en un susurro, entre ilusionado, enfadado y sorprendido.
El pelinegro se acercó a mí, se sentó a mi lado y se quedó hablando con nosotros el resto de la noche, preguntando a mi hermano cómo era Estados Unidos y escuchando con atención. Finalizamos la llamada casi a las cuatro de la noche porque Jungkook tenía que ir a desayunar, y Jimin y yo teníamos que dormir al menos un par de horas.
*****
Desperté a Jimin. Al menos lo intenté. Ronroneó, se dio la vuelta, se hizo una bolita y se tapó la cara con sus manos de bebé. Resoplé. Le dije de mala gana que sólo tenía media hora para prepararse, y sabiendo lo mucho que tardaba en ducharse, elegir con qué se vestía, peinarse y demás, estaba segura de que iba llegar tarde a la primera clase de baile contemporáneo de la mañana del viernes.
Me levanté de la cama con algo de torpeza, estirando la espalda. Bajé las escaleras con cuidado de no tropezarme, contemplé el frigorífico casi vacío pensando qué desayunar una vez llegué a la cocina y me quedé sentada en uno de los taburetes, con un puchero. Hice café, como todas las mañanas después de quedarme mirando al piano pegado a la pared. Sentía que mi cerebro no funcionaba si no bebía café al despertar.
Mientras el agua hervía, me fijé en la puerta cerrada a cal y canto de la habitación de invitados. Me pregunté si Yoongi estaba despierto.
Con la excusa de que tenía que coger mi ropa, mis apuntes de la universidad y mi bolso, entré a la habitación, lo más silenciosamente que pude. Cerré la puerta tan despacio que perdí casi dos minutos de mi vida. Caminé de puntillas.
Yoongi estaba acurrucado bajo las sábanas, hecho un ovillo. Sólo podía ver parte de su rostro; estaba tapado hasta las orejas. Me resultó adorable. Yoongi tenía el sueño ligero, pero quizá estaba tan cansado que ni siquiera se despertaba. Respiraba lenta y profundamente, así que supuse que si no hacía demasiado ruido no pasaría nada.
Me dirigí al escritorio para coger mis apuntes, pero algo llamó mi atención.
Nuevas notas, escritas a mano, la mayoría llenas de tachones de tinta oscura. Algunas hojas estaban rotas. Otras, arrugadas, seguramente porque quiso tirarlas a la basura. Miré hacia atrás para asegurarme de que Yoongi dormía. Tragué saliva, me armé de valor y me aventuré a leer la nota más limpia.
la primera vez que fui al psiquiatra
recuerdo que Nayeon dijo que casi no me conocía
ni siquiera sé mi yo mismo
así que, ¿quién puede conocerme?
los doctores me preguntaron si había intentado quitarme la vida
les dije sin vacilar que ya había estado así antes
y empecé a creer que todo me importaba una mierda
lo uso para ocultar mi debilidad
quiero borrar todos los recuerdos que tengo de esos días
a medida que pasa el tiempo, siento que me estoy convirtiendo en un monstruo
siento que estoy solo, que he perdido a todos
perdí a mamá
perdí a nayeon
y voy a perder a hyesun
será mi destino, supongo
no hay cura para mi puto trastorno
así que voy a tener que vivir así
perdiendo
Cuando quise darme cuenta, mi vista ya estaba borrosa por culpa de las lágrimas. Musité un ''mierda'' mientras pestañeaba con fuerza y secaba con el dorso de mi mano las pocas lágrimas que consiguieron mojar mis mejillas. Odiaba sentirme así, culpable. Odiaba ser tan empática, tan tonta. Suspiré. Dejé la nota con cuidado sobre el escritorio y me quedé mirando a la madera pintada de blanco, intentando calmarme. Había más notas sobre la mesa. Eché un vistazo a Yoongi, que todavía dormía como un bebé, y cogí otra de las hojas. Sí, definitivamente era una masoquista.
quiero decirle tantas cosas,
quiero decirle que sigo necesitándola más que al litio
pero sé que ya no le importo
¿para qué voy a malgastar su tiempo?
sólo he observado junto al viento otoñal
que sus palabras y expresiones se han vuelto frías de repente
lo único que puedo hacer es ver cómo nuestra relación se marchita
sólo hay vacío entre nosotros
una sola hoja sigue unida a la rama
se está rompiendo, y puedo ver su final
por favor,
no te caigas
no te vayas lejos
Dejé la nota. Y cogí otra. Y otra, y otra. Leí todas y cada una de las pequeñas notas que había escrito Yoongi la noche anterior, hasta intenté leer lo que había bajo las manchas de tinta. Jimin debió de marcharse al conservatorio de danza antes de tiempo. Normalmente salíamos juntos a clase, pero aquel día fue una excepción. Estuve a punto de desplomarme allí mismo, de llorar a lágrima viva. ¿Cómo no podía haberme dicho nada de eso? Escuché cómo Yoongi se movía por debajo de las sábanas. También oí los muelles del colchón chirríar bajo el cuerpo de Yoongi. Vi por el rabillo del ojo que se había despertado y sentado en la cama. Mantuve la cabeza bien alta, aunque si me miraba a los ojos, podía saber que estaba al borde del llanto.
— ¿Qué haces? — preguntó, con la voz ronca de todas las mañanas, arrastrando las palabras.
Dejé las notas sobre la mesa. — Nada. Sólo venía a por mis apuntes. Tengo clase.
— Mmmh, vale... ¿Has... has estado llorando?
— No. — corté con rapidez. Era bastante evidente que mis ojos estaban enrojecidos y que mi voz temblaba un poco. Tragué saliva para aliviar el nudo que se había formado en mi garganta. Cogí lo que me pertenecía, busqué algo de ropa cómoda con la que vestirme -hecho que me hizo pasar demasiado cerca de Yoongi- y salí de allí lo más dignamente que pude, sin decir nada.
Subí las escaleras del apartamento, me encerré en el baño, me quité el pijama que Jimin me había prestado y me metí a la ducha. Y lloré, bajo las finas gotas de agua.
******
Llegué tan tarde a la universidad que no me atreví a entrar a la clase de psicología social. Me quedé sentada en uno de los bancos que estaban colocados a lo largo del enorme pasillo de la facultad, abrazada a una de mis carpetas de apuntes. Esperé a que mis compañeros salieran del aula. El tiempo se me hizo eterno, pero no saqué mi teléfono o estudié para entretenerme. Me quedé ahí, sin hacer nada.
Miré el reloj de mi muñeca al oír el ruido de sillas siendo arrastradas por el suelo. La hora de clase había acabado, por tanto los alumnos no tardaron mucho en salir del gigantesco aula. Todos iban demasiado concentrados en hablar con otros, así que nadie reparó en mi.
A excepción de Kangjoon, cómo no.
Sonreí al verle. Él solía corresponder, pero no lo hizo. Se acercó a mí con aire preocupado.
— ¿Estás bien?
Asentí. — Sí. Me quedé dormida en la ducha, perdí el metro y... Bueno, llegué aquí demasiado tarde. — mentí, al menos en parte. — No quería interrumpir la clase. El profesor se cabrearía conmigo y me amenazaría con suspenderme.
— Le he dicho que estabas enferma, tranquila. ¿Te apetece el primer té de la mañana?
— Vale. Pero invito yo. Estoy harta de que no me dejes pagar en la cafetería.
Bufó molestó, como siempre. — Como quieras. Por cierto, Hye. El examen parcial es dentro de quince días.
— ¿¡Quince días!? — exclamé, horrorizada. Debí de abrir la boca demasiado, porque Joon se tomó la libertad para darme un golpecito en la barbilla y hacer que la cerrara. Se rió. — ¿Cómo voy a estudiar tanto en quince días? ¡Es imposible!
— Puedo ayudarte. Se me da bien la psicología social.
Teniendo en cuenta lo mucho que me distraía Joon en general cada vez que intentaba estudiar con él, no me parecía muy buena idea. Además, no podía dejar a Yoongi tan solo y abandonado. Luego pensé, haciendo uso de mi lógica, que primero debía concentrarme en la carrera. Fuera como fuese, tenía que aprobar los exámenes. Resoplé.
— Tranquilo, puedo hacerlo sola. Es cuestión de organización... ¡Y los niños! — medio grité, refiriéndome al trabajo.
— Pero si no sabes organizarte, Hye. — Joon volvió a reírse. — No te preocupes por el trabajo, llevo meses cuidando de esos mocosos yo solo. Tú estudia, concéntrate en ti misma, y ya está. No te preocupes por el resto, Hye, no se va a parar el mundo. Todos estaremos bien sin que Jeon Hyesun esté al tanto por quince días.
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