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t r e i n t a y o c h o

Era casi medianoche, y Yoongi todavía no había llegado al apartamento cuando yo lo hice. No me pareció demasiado extraño teniendo en cuenta que solía llegar pasadas las doce. A Jimin tampoco le importó mucho que el peliverde no llegara al apartamento, y de hecho aprovechó para estar toda la maldita noche hablando conmigo, dándome sus típicas charlas de ''¡tienes que ayudar a Suga!'' y demás. Al final, me confesó que en el fondo estaba bastante preocupado por su amigo y por mí. Sabía que yo lo estaba pasando mal, a pesar de que trataba de parecer estar bien -y cuerda-. Por eso me dijo que podía llorar todo lo que quisiera con él para desahogarme. Quise hacerme la chica fuerte y me tragué mis propias lágrimas, así que Jimin no me vio llorar. A las tres de la madrugada, llamamos a Jungkook por Skype. Él estaba emocionadísimo porque ya tenía su billete de ida a Corea, y seguía vestido con su pijama de Ironman. Parecía poseído por el espíritu navideño. Bueno, lo estaba. No era el Jungkook de siempre. ¡Le dijo a Jimin que le echaba de menos! Tuve que pellizcarme para asegurarme de que no era un sueño.

Charlamos sobre regalos, cenas familiares y etcétera durante un buen rato.

— Creo que iré a Bus-

— ¡Quédate con nosotros en Navidad!

— Jungkook, por el amor de dios, ¿estás colocado? — pregunté yo, extrañada.

— No. — respondió él con rapidez, sonando convincente. — Sólo estoy ilusionado, Hye.

— Ya veo, ya...

— La Navidad es para estar en familia. — sentenció mi hermano.

— Por eso Jimin se va a Busan, para estar con sus padres y su hermano. — inquirí yo. — ¿Seguro que no has vuelto a fumar crack?

— Que no, Hye. Te lo prometo.

Jimin ahogó un gritito. Su expresión se volvió sombría de repente, como si se acabara de acordar de algo importante que no sabía si decirnos o no. Se lo pensó dos veces antes de hablar. — ¿Y Suga...? — musitó, tímido, mirándome con ojitos brillantes.

Seguramente, Jimin esperaba que yo dijera que Yoongi se podía quedar conmigo en Navidad, pero me limité a encogerme de hombros. No dije nada. Jungkook, en cambio, bufó de mala gana.

— Que se joda. — soltó.

— Puede ir con su abuelo a Daegu, ¿no? — dije. — Todavía tiene familia. Puede volver allí para pasar las Navidades.

— ¿Pero crees que irá sin ti? — Jimin parecía muy preocupado de repente, y me pregunté si él sabía algo que yo no. Le observé con los ojos entornados intentando descifrar su expresión. Jimin no fue capaz de sostener la mirada y acabó con la vista fija en sus pies.

— Oye, que ese cabrón ya es mayorcito para ir solo de un lado a otro. No necesita a Hye. — dijo mi hermano. — No sé por qué no le has dejado ya. ¿No te das cuenta de que vas a acabar por los suelos si no lo haces ya? Sé que son unas fechas malas para romper con alguien, pero, joder, Hye, que llevas meses pasándolo mal por su culpa... Si yo fuera tú, le hubiera mandado a la mierda.

Resoplé. — Me lo has dicho como unas quinientas noventa y siete veces, Kookie.

— Ya, pero nunca lo has hecho.

— Uh... Huelo a pelea... — Jimin empezó a prepararse para el drama. Yo rodé los ojos.

— Porque me da mucho miedo dejarle solo, ¿vale? ¡Te lo he explicado muchas veces también!

—¡Pues olvídate de él!

— No es tan fácil...

— Bueno, pues tú verás. — sonó como si fuera mi madre. De hecho, tuve la sensación de estar hablando con ella en vez de estarlo con Jungkook. — Yo ya te he advertido que es un cabrón, y creo que te lo ha demostrado muchas veces. ¿No crees que ya va siendo hora de que te alejes de Suga? Si sigues así, el drama te va a  pasar factura y te van a salir arrugas mucho antes.

— Pues, aunque sea una relación tóxica, Hyegi son la mejor pareja del mundo. — comentó Jimin, ganándose una mirada asesina de mi hermano a través de la pantalla.

— ¿Qué es Hyegi?

— Hyesun y Yoongi. — le explicó.

— Ah.

— De todas formas, existen las cremas antiarrugas y los Botox. No pasa nada... — intenté bromear.

— ¿Quieres decir que todavía le quieres?

— ¡Oh, me encanta! ¿¡Ves cómo son lo mejor!?

— No tanto como antes, pero todavía tengo cariño a Yoongi. No sé, no me gusta como al principio... Tampoco es necesario que-

— ¿Qué seáis novios? ¡Yo pienso lo mismo! — me interrumpió Jungkook, asintiendo.

Volví a resoplar. — Jungkook, no sé qué droga te habrán vendido en Los Ángeles, pero es una mierda muy mala. Voy a colgar.

— ¡Que no estoy drogado! No he vuelto a fumar ni nada. Desde que Oli-

— ¡Hasta mañana! — me despedí — ¡Espero que se te pase pronto el efecto!

— Espera, espera, ¿Oli? ¿Quién es Oli? — Jimin puso la mano sobre la pantalla de mi portátil para impedir que yo lo cerrara. Le miré interrogante. No estaba demasiado interesado en la conversación hasta que Jungkook mencionó a la chica, y de repente, Jimin parecía una de esas mujeres despechadas que pedía explicaciones a su marido. — ¿Hay algo que yo no sé?

— Mmh, sí. Se llama Olivia.

— ¡Jeon Jungkook! — protestó. — ¿¡Olivia!? ¿¡Qué clase de nombre es ese!?

Me reí mucho con la sobreactuación de Jimin. Demasiado. Estuve a punto de caerme de la cama. Oí a Jungkook carraspear. Se intentó explicar lo mejor que pudo, pero acabó poniéndose nervioso y optó por finalizar la llamada. Después de que yo me secara las lágrimas -por primera vez en mucho tiempo, causadas por la risa-, aparté el ordenador y me dirigí a Jimin lo más seria posible.

— Tiene novia. ¿No lo sabías? — El pelinegro abrió la boca ligeramente, sorprendido. — Se llama Olivia Dol... Dol-algo. Kookie se volvió loco al enterarse que era hija de un actor famoso y ha estado medio mes intentando preguntarle si quería salir con él.

— Ah, bueno, si es hija de un famoso, la acepto como novia de Jungkook. Pero espero que no se casen.

Volví a reírme. Nos quedamos un buen rato en silencio. Jimin se acurrucó bajo las sábanas, y yo acabé haciendo lo mismo. Solía dormir todas o casi todas las noches con él, al menos que Yoongi me atara a la cama. No literalmente, gracias al cielo. Me asustaría mucho si lo hiciera de verdad; lo peor de todo es que veía a Yoongi capaz de hacerlo.

— Buenas noches~ —canturreó Jimin, con su vocecita suave y aguda. Apagó la luz.

— Buenas noches.

Después de estar callado unos minutos, volvió a hablar. No parecía tener mucho sueño. — Espero que Suga no esté por ahí quemando cosas.

— Tranquilo. Seguro que mañana por la mañana ya está aquí, jodiéndonos.

*****

La puerta de la habitación de la planta baja del apartamento estaba abierta. Supuse al instante que Yoongi no había pisado por allí. Pasé a la habitación para corroborar mis sospechas. Y sí, Yoongi no estaba. Procuré no preocuparme demasiado. Quise mantenerme positiva y pensar que no estaba detenido por tenencia de drogas, o por asesinato, o por cualquier cosa ilegal. Después de pensarlo un rato, me conformé con que siguiera con vida.

Tenía planeado quedarme bajo la ducha todo el tiempo posible, pero Jimin llamó a la puerta y no me quedó más remedio que salir. Oí que abría el grifo de nuevo. Jimin asomó la cabeza por la puerta justo cuando yo acababa de ponerme la ropa interior.

— Uy, lo siento.

Iba a decirle que no pasaba nada. Total, habíamos hecho y visto cosas peores, pero actué como si estuviera ofendida y le fulminé con la mirada. — Podrías haber avisado...

Soltó una risilla. — Perdón, perdón. ¿Podrías llamar a Suga?

Enarqué las cejas. — ¿Por...?

— Es raro que no esté aquí.

Suspiré. Bajé las escaleras algo resignada, todavía en ropa interior. Era algo que podía hacer si Yoongi no estaba por ahí tocando las narices. De haber estado, ya me hubiera lanzado al menos una camiseta a la cabeza y me hubiera dicho que era una exhibicionista. Busqué mi teléfono y aproveché los pocos minutos que me quedaban para irme del apartamento para vestirme y hacer una llamada a Yoongi. Me sorprendió que su teléfono tuviera batería aún.

Contestó. — ¿Quién es?

— Soy yo.

— ¿Qué vienes a buscar?

— ¿A ti...? — dudé. — Estamos preocupados por ti, Yoongi. ¿Dónde estás?

Esperé que estuviera borracho y empezara a largar todo lo que había hecho durante la noche, pero en cambio, se rio y golpeó algo.

— ¡Me encanta tu humor! ¿Tú, preocupada por mi? — lo dijo tan sarcástico que llegó a dolerme. Un poquito. — No quiero que sepáis dónde estoy. De todas formas, os da igual.

— No-

Arrivederci, imbéciles. No me busquéis. — sentenció, contundente a más no poder.

Colgó. Me quedé mirando la pantalla de mi teléfono, batiendo las pestañas, sin llegar a procesar muy bien lo que había ocurrido. Dudé un par de segundos. No supe si volver a llamarle o no. Vi la hora reflejada en lo alto de la pantalla, me horroricé y opté por la segunda opción. Salí corriendo hacia la puerta, no sin antes avisar a Jimin de que ya me iba a clase a grito pelado, me puse unos zapatos sin cordones y fui hacia la estación de metro.

Como de costumbre, Kangjoon me esperaba cerca de su casa. Estaba a mitad de camino entre el apartamento y la estación, así que no me quedaba otra que pasar por allí.

Estaba mucho más callado de lo usual. No habló nada, ni siquiera de alguno de los niños del hospital. Intenté bromear con él, le di algún que otro codazo suave y juguetón, pero no surgió mucho efecto. Sabía que estaba molesto porque había dejado que Yoongi me besara. Me sentía mal porque, en el fondo, era consciente de que le había hecho ilusionarse mucho conmigo. Sólo esperaba que no se le fuera la olla y acabara con dos locos persiguiéndome durante toda la vida. No supe muy bien cómo enfriar el ambiente, así que también estuve bastante callada el resto de la mañana... Al menos hasta que me harté y quise zanjar el tema cuanto antes.

— Joonie, — le llamé, dándole un toquecito con los palillos en la mano para llamar su atención. Estaba mirando su teléfono en vez de comer. — ¿Te molestó que-

— Sí. — contestó, dejando su teléfono con suavidad en la mesa. Ni siquiera había acabado la pregunta, y él ya sabía a qué me refería. Joon apretó los dientes, aparentemente cabreado. Me preparé para recibir el sermón de siempre. — No sé por qué no le dejas. ¿Estás esperando a que te deje él o algo así?

— No.

— ¿Entonces?

Jugueteé con los fideos calientes. — No puedo dejar a Yoongi todavía.

Kangjoon resopló. No dijo nada. Hizo uno de sus característicos pucheros que siempre hacía cuando estaba molesto y continuó mirando su teléfono con desinterés, prestando más atención a lo que ocurría a su alrededor que al propio móvil.

— Supongo que todavía le quieres. — suspiró.

Asentí con una mueca triste. — Sí, supongo.

— ¿Pero no te das cuenta de que con él no vas a ser feliz?

Me encogí de hombros. Estaba segura de que Joon iba a empezar con las típicas charlas en las que básicamente decía que yo estaba mejor con cualquier otro -y ese otro era Kangjoon, obviamente- y que debía romper con Yoongi cuanto antes. Le escuché durante un buen rato, mientras comía el resto de fideos que encargué en la cafetería de la facultad, y esperé a que acabara con su monólogo. Cuando terminó, dejé el bol con caldo sobre la mesa y suspiré.

— Lo siento. — le dije, seria. — Siento que lo de ayer te haya molestado, y siento haberte hecho creer que tenías una oportunidad conmigo. — me apresuré a sellar sus labios con mi índice para que no hablara, y continué, todavía con mi dedo sobre sus labios. — Soy una tonta, y no me merezco mucho. Tú eres el tipo de marido perfecto, he de admitirlo, y cualquier chica sueña por tener a alguien como tú... pero tú te mereces a alguien que no sea una masoquista tonta como yo. Te mereces algo mejor. Sé que vas a decir que yo también me merezco algo mucho mejor que al cabronazo de Yoongi, y soy consciente de ello, pero creo que de momento estoy mejor así. Sola.

Quitó mi mano de su boca con algo de brusquedad. — No estás sola, no hasta que rompas con él.

— Es como si hubiéramos roto. Ya no hay nada del Min Yoongi que conocí, así que...

Más bien, es como si Yoongi hubiera muerto.

Lo peor de todo es que él mismo lo había dicho.

*****

Colgaba en la pared los dibujos recién pintados de algunos de los niños cuando mi teléfono móvil empezó a sonar en el bolsillo de mi pantalón. Había sido una tarde tranquila; los niños del hospital se portaron bien y no había habido ningún problema. Terminé de pegar los papeles antes de responder a la llamada. Fuera quien fuera la persona que llamaba a mi número, era bastante insistente.

Ni siquiera me molesté en mirar el remitente. — ¿Hola?

— ¿Dónde estás? — Era Yoongi. Reconocí su voz a la primera. Hablaba aceleradamente, y parecía ansioso a la par que cabreado.

— Trabajando.

Chasqueó la lengua. — Vale. Guay. Perfecto. Adiós.

— Yoon-

Finalizó la llamada. No fueron más de quince segundos. Volví a quedarme mirando la pantalla, perpleja, como por la mañana. No le hice mucho caso porque la niña fan número uno de Kangjoon se acercó a mí para pedirme que pusiera su dibujo más arriba en la pared, así que guardé el teléfono y obedecí a la niñita, que después se marchó dando brinquitos de alegría con su mochila rosa al hombro. Kangjoon y yo terminamos de limpiar y ordenar la sala en silencio. Le miraba de reojo de vez en cuando; temía que estuviera cabreado por lo que le había dicho a la hora de la comida. Al parecer, se lo había tomado bastante bien.

— ¿Qué harás en estas vacaciones? — me preguntó, sin mirarme a la cara. Joon, tan caballeroso como siempre, me ayudó a ponerme el abrigo cuando ya hubimos terminado.

— Mi madre y mi hermano vienen desde Estados Unidos.

— ¿Saben que estás viva o vas a darles una sorpresita? — dijo, más sarcástico que de costumbre.

— Lo saben. — me reí. — Supongo que iré con ellos a pasar las Navidades. Quizá vayamos a casa de mis abuelos, no sé. ¿Y tú?

— No tengo planes de momento.

Si Jungkook el muchacho poseído por el espíritu de la Navidad hubiese estado allí, enseguida hubiera dicho a Kangjoon que podría cenar con nosotros. Yo me limité a sonreír con algo de tristeza y a agradecerle su ayuda. Como de costumbre, caminamos despacio hasta la puerta lateral del hospital para ir paseando hasta nuestras respectivas casas, a pesar del frío que hacía. Me encogí sobre mí misma y metí las manos en los bolsillos de mi abrigo para mantener el calor.

Joon tosió al pasar al lado de una humareda de humo. Ninguno reparó en que la persona que fumaba era Yoongi, y tampoco reparamos en que nos siguió unos cuantos metros hasta que le oí toser como si fuera a echar las entrañas fuera.

Me giré. Estaba pálido, su expresión más sombría que nunca y vestido con una chaqueta negra de una tela demasiado fría. Era imposible que tuviera calor en un maldito día de diciembre.

— Ay, joder, qué sust-

No me dio tiempo a acabar la frase. Chillé casi sin darme cuenta al ver cómo Yoongi se abalanzaba sobre Joon y le propinaba un buen puñetazo en la cara, cerca del ojo. Kangjoon, al instante, reaccionó y sacó la bestia que llevaba dentro. A Yoongi la situación debía parecerle lo más divertido del mundo; no dejaba de reírse. Fui lo suficientemente rápida como para echarme encima del cuerpo de Joon e impedir que pegara al peliverde. Él se alejó un par de pasos.

Yoongi juntó las manos, pidiendo perdón.

— Lo siento, — dijo, con una sonrisilla de soslayo, como si se creyera el rey de los reyes. — tenía un asunto pendiente con este hijo de puta.

— Juro que voy a arrancarte la p...

No escuché lo que gritó Kangjoon. Me quedé observando la reacción de Yoongi. Se reía, como si estuviera hasta arriba de cualquier droga de diseño, y parecía más feliz que nunca.

— Lo siento. — repitió, alzando la mano y dedicándonos su dedo corazón  con toda la superioridad del universo.

Luego, me lanzó un beso, dejó de sonreír de golpe y volvió a irse, como si nada, con las manos dentro de los bolsillos de aquella chaqueta negra desgastada.

Que se fuera después de mirarme como si ya no me conociera, y puede que hasta con rencor, me dolió más que a Kangjoon el puñetazo.

Agarré al castaño del brazo con suavidad y le llevé de vuelta al hospital para curar el golpe mientras me mordía el interior de los carrillos para aguantar las lágrimas.



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