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t r e i n t a y c i n c o

No solía tener un sueño ligero, pero sentí una presencia justo delante de mí, así que abrí los ojos para toparme con los brazos de Yoongi sobre mi cabeza. Se estiraba hacia la izquierda. Giré la cabeza para ver qué narices hacía, y me di cuenta de que estaba dejando a mi lado mis apuntes de psicología. Después de la lenta sesión de besos, Yoongi se quedó dormido con el rostro enterrado en mi cuello, abrazándome como si yo fuera una rama de un árbol y él un maldito koala. No me dejó moverme, por eso alcancé mis apuntes y los leí hasta que empezaron a pesarme los párpados. También debí quedarme dormida, con las hojas sobre la cara, y Yoongi las había retirado para que yo durmiera mejor. Por fin, un acto dulce de su parte. Sería la borrachera.

Reparó en mí. Cruzamos una mirada interrogante.

— Te habías quedado dormida con los apuntes encima... — me informó, dejándose caer en el lado derecho de la cama. No supe muy bien si estaba avergonzado o simplemente quería dormir a gusto. Se giró, me dio la espalda y se hizo un ovillo.

No dije nada. Me ahorré el único comentario sarcástico que se me ocurrió y me reincorporé despacio hasta quedarme sentada en la cama. Estiré la espalda y los brazos, algo doloridos por tener a Yoongi encima.

— Gracias. — le dije. Le miré una vez más antes de soltar la única pregunta que había estado rondando por mi cabeza toda la noche. — ¿Por qué has roto el espejo?

— No sé. — contestó al instante, algo molesto. — Estaba borracho. Bueno, lo estoy...

Se me escapó un suspiro, largo y pesado. Me froté las sienes mientras cerraba los ojos con fuerza. No añadí nada más. Resignada, me levanté y me fui de la habitación antes de que Yoongi protestara. Dejé la puerta abierta. Cogí la escoba de la cocina, subí al baño y limpié el suelo de cristales lo mejor que pude. Jimin iba a echarme de su casa, seguro. Él todavía no había vuelto; supuse que estaba teniendo una noche ajetreada con la archiconocida rubia. Al menos tenía el tiempo suficiente como para dejar el baño sin rastro de cristales de espejo roto. Tiré todos los trozos a la basura, al menos los más grandes. Me aseguré de que no quedaran pequeños cristales en el suelo, y después de estar más de siete minutos mirando a las baldosas blancas con los ojos entrecerrados, volví a la cocina después de oír a mis tripas rugir. Era de madrugada y no había comido nada desde las siete de la tarde, cuando compré unos donuts en la cafetería de la facultad. También recordé que no había nada más que cerveza en el frigorífico. Era demasiado tarde y hacía demasiado frío como para salir a comprar algo a la tienda más cercana. ¿Para qué iba a poner mi vida en peligro a las tantas de la noche cuando podía quedarme en la cama? Bueno, estaría muerta de hambre, pero al menos estaría calentita, ¿no?

No me lo pensé dos veces. Me puse el pijama que Jimin me prestó y volví a por mis apuntes. Prefería dormir sola, en la cama del pelinegro.

Cuando volví a la habitación, Yoongi seguía en la cama, hecho un ovillo, abrazándose a sí mismo y seguramente todavía algo borracho. No hice mucho ruido al coger las hojas del suelo, creyendo que estaba dormido. Bufé.

— Vas a quedarte helado si sigues así, Yoongi. — le regañé. Seguía sobre el edredón, sin taparse.

— Me da igual. — dijo, arrastrando las palabras, con un tono quejoso.

Al final, me compadecí de él, como de costumbre, y me acerqué para retirar el edredón y las sábanas de un tirón. Yoongi me miró molesto, pero su expresión se suavizó al ver que yo me tumbaba y me acurrucaba bajo las sábanas, a su lado. Acabó imitándome, metiendo su cuerpecillo debajo del edredón y haciéndose una bolita una vez más, contra mi espalda.

Nos quedamos en absoluto silencio, de no ser por el sonido que yo misma hacía al dar la vuelta a las hojas de apuntes. Yoongi se dio la vuelta para mirarme. Conseguí ignorar su mirada unos cuantos minutos, pero al final me desconcentré. Bajé los brazos y los apuntes.

Me sorprendió que me observara como si fuera única en el mundo, como si estuviera viendo la octava maravilla del mundo. Yoongi pestañeaba despacio. Volvía a quedarse dormido, pero al parecer prefería hacerlo mientras me miraba. Suspiré. Era como un niño pequeño encerrado en el cuerpo de un alcohólico de veintitrés años, que de alguna manera, con sus ojos brillantes y su cara de no haber roto un plato en su vida, hacía que me ablandara con él una y otra vez.

— ¿Qué miras?

— Nada. — esperé que dijera algo sarcástico, pero no lo hizo. Al menos no lo hizo hasta que yo puse los ojos en blanco. — ¿No puedo mirarte? No veo ningún cartel en tu cara que diga ''soy una estúpida y no me puedes mirar ni tocar''.

— Me desconcentras.

— Porque soy muy guapo.

— Ay, Yoongi, déjame estudiar, ¿vale? Tengo un examen muy importante mañana, y mírame-

— Ah, ¿ahora sí quieres que te mire? — replicó, irónico. Solía alegrarme que el Yoongi de siempre, ese que escupía sarcasmo en vez de hablar volviera de vez en cuando, entre crisis maniática y depresión severa, pero estaba tan estresada con el tema de los estudios que ni siquiera me di cuenta de que él estaba algo mejor, menos alicaído.

Ahogué un grito. — ¡En serio, tengo que estudiar mucho! ¡Y no estás ayudándome! ¡necesito aprobar ese examen!

— Vale, vale. — volvió a darme la espalda. Se abrazó a si mismo otra vez. — Buenas noches, Hyesun. Suerte con tu examen.

Tuve la sensación de que, por una vez en su vida, Yoongi quería hablar. Me limité a seguir releyendo mis apuntes, a memorizar cada párrafo y a repetirlo en mi cabeza hasta la saciedad. Los dejé en el suelo cuando supuse que tenía que dormir, al menos, un par de horas. Antes de levantarme para apagar la luz, me aseguré de que Yoongi sí dormía. Vi cómo su pecho subía y bajaba lentamente, escuché su respiración regular y supuse que dormía profundamente. Me levanté de la cama tratando de que el somier no hicera mucho ruido. Apagué la luz de la habitación, me tumbé en la cama, me enrollé en las sábanas y cerré los ojos, intentando dormir lo antes posible.

— Hyesun... — me llamó Yoongi, muchos minutos después de que yo me tumbara a su lado otra vez. Fingí estar dormida. Él mismo me había enseñado esta táctica para evitar cualquier tipo de preguntas. Pensé que iba a disculparse o algo por el estilo, pero me equivoqué.— Tienes los pies congelados, joder.

Me tapé la boca para no reírme. Yoongi me dio un empujón para que así mis pies descalzos no tocaran los suyos. No me quejé. Simplemente me quedé al borde de la cama, y cuando Yoongi se calló, tiré de las sábanas para destaparle. Oí cómo bufaba entre dientes y cómo chasqueaba la lengua. Era demasiado vago como para seguir luchando por las sábanas.

— Vale, Hyesun. Entra en calor tú solita.

*****

Yoongi volvió a despertarme. La mayoría de la gente diría que apretar las mejillas de tu novia y mover su cabeza de lado a lado no era una forma demasiado cariñosa para despertarla, pero Yoongi pensaba todo lo contrario. Cuando abrí los ojos, señaló con desgana mi teléfono móvil, a mi izquierda.

— Despierta.

Emití un quejido. — ¿Qué hora es?

— No lo sé, pero tienes un examen.

Ahogué un grito. Alcancé mi teléfono, miré la hora reflejada en la pantalla y me horroricé al darme cuenta de que tenía quince minutos escasos para adecentarme, vestirme, ordenar todas mis cosas, caminar hacia la estación de metro y coger el primero que me llevara a la universidad. Me levanté corriendo de la cama, tropezando por el camino con algún objeto que ni me molesté en identificar. Subí las escaleras del apartamento, me encerré en el baño. Salí sin ojeras de mapache y con el pelo desenredado, pero había perdido al menos cuatro minutos muy valiosos. Volví a la habitación a la velocidad del rayo, elegí un par de prendas de ropa sin pararme a pensar en qué combinaba mejor con qué, me vestí con Yoongi detrás de mí y cogí mi bolso para meter todo dentro, casi a presión. Casi presa de un ataque de pánico, me despedí del peliverde gritando un "adiós" a mitad de camino entre la sala de estar y en hall de entrada. Me puse los primeros zapatos que vi y salí pitando de allí, mirando mi reloj a cada dos zancadas, calculando el tiempo que me quedaba para llegar al metro mentalmente.

Giré la esquina de la calle y eché a correr cuesta abajo, como si fuera un estereotipo de anime. Sólo me hacía falta el uniforme y la tostada en la boca.

Llegué a la estación justo cuando anunciaban por megafonía que el metro que me llevaba todas las mañanas a la facultad estaba llegando. Tuve que esquivar a unas ancianas que caminaban al paso de Yoongi para llegar al metro antes de que las puertas se cerraran. A un par de metros, sentado al lado de otros universitarios, estaba Kangjoon, tan radiante e impoluto como siempre. Me acerqué a él. Me vio tan fatigada que me cedió su asiento al instante. Él se quedó de pie, enfrente de mí, agarrado a una de las barras del techo para no caerse con el vaivén den vagón. Me miró desde arriba con una sonrisa socarrona.

— Te he llamado un par de veces para despertarte, pero no has contestado. Supongo que estabas muy cansada.

Sonreí, agradeciéndole que hubiera intentado despertarme. — Estuve toda la noche estudiando, así que...

— Yo también, pero no me he aprendido nada. Y seguro que voy a suspender.

Le di un golpe suave y juguetón en la espinilla. — Cállate. Eres de esos que dicen que no han estudiado y luego sacan un doce sobre diez.

Me devolvió el golpe. — ¿Qué apostamos a que saco menos nota que tú?

— Si tú sacas más nota que yo, mmmh... Me invitas a cenar en el restaurante que yo elija.

— Menos mal que vas a superarme, porque si no me dejas en bancarrota.

Solté una risilla. — ¡No soy tan cruel! Y si tú sacas más nota, ¿qué quieres?

Fingió que se lo pensaba un momento. Joon miró hacia el techo con los ojos ligeramente entornados, y luego, como si se hubiera ilumimado, chasqueó los dedos. — Ah, ya sé.

Enarqué las cejas, expectante. —¿Y...?

— Una cita. — dijo, con una sonrisa entre divertida y tonta en la cara.

Aparenté estar ofendida, como haría cualquier chica con novio a la que le soltaban aquello, pero era demasiado evidente que yo también sentía algo por él. Así que, cuando me tendió la mano para sellar el trato, la estreché. De todas formas, iba a esforzarme en el examen y estaba segura de que los resultados iban a ser mejores que los de Kangjoon. Su sonrisa se ensanchó. Parecía satisfecho.

No hablamos mucho más lo que quedaba de trayecto. Simplemente nos dedicamos a cruzar miraditas, breves, de esas insinuantes que te hacían reír y sonrojarte como a una niña de quince años.

Mi cabeza imaginó un tablero de ajedrez, como si Yoongi y Kangjoon estuvieran jugando el uno contra el otro. El primero siempre había ganado la partida, pero, de repente, las tornas habían cambiado y Joon había dejado en jaque a Yoongi.

*****

El resto del día fue bastante rutinario, a excepción de la hora de examen infernal de psicología social que estuvo a punto de hacer que perdiera la cordura. Estaba claro que el profesor quería ver sufrir a sus alumnos. Acabé tirándome de los pelos a mitad del examen, pero sorprendentemente conseguí terminarlo sin salir loca del aula. Después, Joon y yo acudimos al resto de clases, comimos en el comedor universitario a la hora del receso y estuvimos en la biblioteca intentando estudiar hasta que sonó la alarma de mi teléfono. Sí, intentando estudiar. Tenía tanto estrés acumulado que era incapaz de memorizar y entender una sola frase. Además, tenía a Joon enfrente. ¡Tenía al maldito Kangjoon enfrente! ¿Cómo iba a concentrarme si estaba ahí, con un adonis delante de mis ojos?

Cerré los libros, guardé los apuntes en el archivador de plástico que los protegía del agua y demás, recogí mis cosas y esperé a que Kangjoon hiciera lo mismo. Tuve que darle unos golpecitos en la espalda -maravillosa, por cierto- para que reaccionara.

— Vamos. — le urgí, susurrando.

No dijo nada. Me obedeció y guardó sus pertenencias en su mochila negra con una lentitud desesperante. Sabía que no quería hacer ruido para no molestar al resto de estudiantes, pero no era necesario guardas las cosas tan despacio.

— Un caracol con agujetas va más rápido.

— ¿No vas a quedarte estudiando? Deberías qued-

Sellé sus labios con mi índice antes de que siguiera hablando y la estúpida chica de gafas que tenía a la derecha protestara. Negué con la cabeza, respondiendo a Joon, y caminé a su lado hasta que salimos de la sala de estudio de la bibioteca. Le expliqué, nada más salir, que estaba haeta de estudiar tanto y que prefería despejar la mente. Decidí ir al trabajo. Jugar con los pequeños y enseñarles canciones infantiles me desestresaba.

A medio camino del hospital, Joon tuvo una idea. Me empujó con el hombro.

— Hey, ¿Tienes algo que hacer después del trabajo?

— No...

— ¿Te apetece ir a algún sitio a cenar?

Resoplé y me encogí de hombros, como diciendo ''bueno, si insistes...'' cuando quería gritar unas cien veces que me apetecía ir con él a cualquier lado. Kangjoon debió de tomarse mi aparente indecisión como un sí, así que, cuando acabamos de trabajar y de ordenar todos los juguetes del hospital infantil de día, paseamos hasta encontrar un restaurante lo suficientemente tranquilo como para hablar sin alzar mucho el tono de voz.

Charlamos mientras yo engullía todos los platos que llegaban a la mesa. No eran temas demasiado transcendentales, pero me concentré en seguir la conversación lo mejor que pude. Kangjoon empezó a hablar sobre la psicología, sobre las clases, y en cuanto comenzó a tocar el tema de los trastornos mentales, que en el fondo tenían que ver con la psiquiatría, solté:

— Qué crees que es más sano, ¿el alcohol o el tabaco?

— ¿Por qué lo preguntas...?

Hice una mueca. — Curiosidad.

— ¿El alcohol-

— ¡Una botella de soju, por favor! — interrumpí, alzando la mano para llamar la atención de una de las camareras del restaurante. Joon me miró incrédulo, sin dar crédito. Soltó una risilla escéptica. — ¿Qué? Es para desestresarme.

Volvió a reírse. Apoyó el codo sobre la mesa de madera y hundió la barbilla en la palma de su mano. Esperamos a que llegara la botella de soju en silencio. Aproveché que Kangjoon desvió la mirada al coger la botella para robarle del plato unos cuentos trozos de carne. Él me sirvió primero, así que tuve que aceptar el vaso con ambas manos. Bebí el soju de un trago. Seguía resultándome demasiado seco para mi gusto, pero aún así, lo tragué y dejé que quemara mi garganta. Joon se rio al ver mi cara de asco. Le arrebaté la botella para que no se sirviera a sí mismo y llené su vaso tanto que estuve a punto de colmarlo. No puso pegas. Kangjoon bebió también de un trago, sin pensárselo. Al tercer chupito, los temas de conversación cambiaron y acabamos hablando de fantasías y experiencias sexuales. Y con toda la tranquilidad del mundo. Casi nada.

— ¿En serio?

— En serio. Me acordé cuando se me pasó la resaca del día siguiente. — dije, — Pero no volvería a repetirlo después de lo del falso embarazo.

— Pues suena interesante.

— Ya, pregúntale a Yoongi. A lo mejor se anima. — solté. No me daba cuenta de lo que estaba diciendo, pero sí noté que el soju se me estaba subiendo bastante rápido, así que dejé lo poco que quedaba en la botella. Suspiré, satisfecha, y me hundí en la silla en la que estaba sentada. — Empiezo a tener calor. ¿Por qué parece como si no hubieras bebido nada...?

— Tengo buena tolerancia al soju.

— ¡Qué envidia!

— ¿Nos vamos? — preguntó Joon, levantándose de la silla. — Has acabado con toda la comida...

Asentí con energía. Trastabillé al levantarme, pero hice como si no hubiera pasado nada. Joon, tan caballeroso como siempre, me ayudó a ponerme el abrigo, aunque tuve la sensación de que más tarde me lo estaría quitando. Junto a la ropa.

Mis únicas conclusiones al salir del restaurante fueron que la batería de mi teléfono no duraba un día entero y que el alcohol me volvía la mujer más calenturienta del universo. Pero todavía podía pensar con la claridad suficiente como para irme dignamente antes de que hiciera cualquier locura que espantase a Kangjoon. Sí, todavía podía irme sin tener que besarle. O algo más. Tenía la fuerza de voluntad suficiente para hacerlo, ¿no?

Caminamos despacio hacia la casa de Jimin, dando un paseo por la orilla del río. Joon ni siquiera me miraba, quizá porque era demasiado tímido, pero conseguía hipnotizarme. Supe que le estaba mirando con la boca abierta -y casi babeando- cuando me dio un golpecito en la barbilla, suave pero juguetón.

— ¿Qué te pasa?

— Na-nada. Sólo estaba... eh... ¡Mira, una castaña! — me agaché al suelo para coger el fruto del suelo. Se la enseñé, triunfante, sujetándola entre el pulgar y el índice.

— Estás borracha.

Hice un gesto con la mano, negando. — Qué va. Otras veces he estado peor. No te preocupes, puedo llegar sana y salva a casita, sin caerme en alguna alcantarilla rota o... No sé. Pero puedo llegar sin complicación.

— Te acompañaré de todas formas.

— Bah, como quieras...

Seguimos andando, con calma. Mi cuerpo se pegó al suyo casi inconscientemente,  como si buscara su calor. Miré sus manos, y tuve la sensación de que serían cálidas como las de Yoongi. Sin pensar, en un movimiento rápido, cogí su mano. No hizo ascos, y tampoco protestó, así que me lo tomé como una señal para entrelazar sus dedos con los míos, despacio. Si no tuviera unos cuantos mililitros de soju en sangre, seguramente estaría caminando a medio metro de él. O más. Pero el alcohol me hacía sentirme necesitada, y después de un rato, llegué a la tercera conclusión de la noche:

— A lo mejor no estoy estresada y lo único que estoy es frustrada sexualmente. — dije para mí misma.

— ¿Eh? ¿Has dicho algo?

— ¿Qué? ¡No! ¡Nada! — fingí una sonrisa.

Después de unos cuantos minutos caminando dados de la mano, hablando de los viajes o compras que queríamos hacer, llegamos a la calle cuesta arriba, donde tendríamos que despedirnos supuestamente. Hice una mueca que acabó siendo un puchero. No quería despedirme de él.

— ¿No vas a volver al apartamento? — me preguntó, curioso. Atisbé unas chispas de ilusión en sus ojos claros, puede que de esperanza.

Miré el reloj de mi muñeca. — No, todavía no. Es pronto. No quiero tener que discutir con Yoongi.

— ¿Qué vas a hacer entonces...? —Joon buscó las llaves de su en el bolsillo de su chaqueta, sin soltar mi mano. Me miró de soslayo con las cejas levemente enarcadas, como preguntándose a que narices estaba esperando para que yo reaccionara. — ¿Te apetece tomar un café?

— ¿Aquí?

— Tengo una cafetera barista en casa.

Ahogué un gritito de emoción. — Ahora mismo mataría por un capuccino, en serio.

Volvió a reírse de esa manera tan dulce, como enternecido. Abrió la puerta de su casa con una sola mano, sin complicación, mientras yo daba saltitos de la emoción porque iba a tomarme un capuccino. Nada más pisar el suelo del interior, me quité los zapatos y el abrigo, y seguí por el pasillo a Kangjoon hasta la cocina, donde tenía una enorme cafetera de barista. De las caras. Me explicó que fue un regalo de sus padres, y le observé con la boca medio abierta hacer el café. Era demasiado guapo, demasiado alto y demasiado encantador como para ser un chico de verdad. ¿Qué clase de persona le hace un capuccino a una -casi- borracha a media noche? Era el típico chico que sería el yerno perfecto.

Acepté la taza de café con una sonrisa radiante, dando brinquitos. — ¡Gracias!

Si hubiera estado más ebria todavía, me hubiera puesto de puntillas y se lo habría agradecido dándole un beso en la mejilla. Él se limitó a encogerse de hombros, también sonriente. Dejó que me sentara sobre la encimera de mármol de la cocina, así que bebí el café balanceando los pies de atrás a delante. Él se quedó a mi lado, quizá demasiado cerca. De vez en cuando hacía algún comentario o pregunta, para seguir el hilo de la conversación, pero nada más. Estaba tan absorta con tan sólo mirarle que me costaba enterarme de lo que decía. Cuando acabé el capuccino, dejé el vaso a un lado, y escuché cómo Kangjoon se reía.

— ¿Qué?

Señaló la zona entre sus labios carnosos y su nariz. — Tienes espuma ahí.

Arrugué la nariz e intenté quitarme la espuma con los dedos. Al parecer Joon estaba demasiado desesperado por limpiarme. Podría haber cogido una servilleta, o cualquier trozo de papel, y decirme ''hey, toma. Límpiate ahí'', o hacerlo el mismo, pero al parecer también estaba desesperado por besarme, así que acortó la distancia entre nosotros rápidamente y me besó  antes de que yo protestara o echara la cabeza hacia atrás. Se llevó las espuma que yo tenía el los labios, y como si nada, como si no supiera que la simple acción de sacar la lengua y relamerse los labios me ponía cardiaca. Estaba segura de que Kangjoon podía escuchar perfectamente los latidos acelerados de mi corazón.

Y lo único que se me ocurrió pensar fue: jaque mate, Yoongi.

El calor se agolpó en mis mejillas, y más tarde, se extendió por todo mi cuerpo. Me bajé de la encimera de la cocina entre abrumada y desorientada, tapándome la cara con el pelo. Suspiré. El café hizo que el efecto del alcohol en mi cuerpo fuera menor, pero aquel beso espontáneo hizo que mis instintos más básicos y mis hormonas se dispararan, como si estuviera borracha.

Lo peor de todo es que era consciente de todo lo que hacía. Le devolví el beso a Joon con algo de timidez. Me sorprendió la suavidad de sus labios. Luego, como me di cuenta de que más que estresada estaba frustrada -en el sentido más sexual de la palabra- dejé que me llevara escaleras arriba. Y yo que creí que Kangjoon era un chico tímido...

Pues resultó ser todo lo contrario en la cama.

*****

Eran algo menos de las  seis y media de la mañana. Acababa de llegar al apartamento de Jimin después de pasar la noche en casa de Kangjoon. Sólo iba allí para ducharme, cambiarme de ropa y coger algún libro necesario para las clases del día. La casa estaba sumida en el silencio más absoluto, como siempre que Yoongi estaba dormido. Bueno, al menos supuse que lo estaba. Tampoco sabía siquiera si Jimin estaba allí.

Caminé de puntillas para hacer el menor ruido posible. Abrí la puerta de la habitación de la planta baja con cuidado, despacio para evitar que las bisagras chirriaran. Asomé la cabeza primero para asegurarme de que Yoongi estaba en la cama, hecho un ovillo entre las sábanas, durmiendo como un bebé.

Nada más ver al peliverde, sentí una gran oleada de culpabilidad y arrepentimiento. Me pregunté cómo lo hizo él para encararme cada vez que se tiraba a otra.

Tuve que acercarme a él para coger ropa limpia. Yoongi emitió un quejido ronco pero adorable. Fruncí los labios y me quedé congelada al ver cómo se removía bajo las sábanas, y cómo poco a poco se reincorporaba, con las espalda corvada. Se sentó en el centro de la cama y se frotó los ojos con las manos.

— Lo siento, — susurré — no quería despertarte...

Gruñó algo. Esperé a que volviera a taparse hasta el cuello con las sábanas y se tumbara de nuevo en la cama. — ¿Qué hora es...? — preguntó, con su voz típica de las mañanas. Dejó de frotarse los ojos y bostezó.

— Las seis y media.

— Ah.

— Puedes dormir más, si quieres...

— ¿Dónde has estado?

Tragué en seco. — Me quedé en la biblioteca hasta tarde y luego me quedé a dormir en casa de una compañera de clase.

Seguramente Yoongi no se lo creyó del todo, pero no objetó nada. Se quedó sentado en la cama, entre las sábanas, siguiéndome con la mirada. Yo cogí un jersey limpio, unos pantalones algo desgastados y ropa interior cómoda. Me quité el abrigo y lo dejé sobre la silla que estaba cerca del escritorio. Busqué sobre este mi libro de historia de la psicología, pero en su lugar encontré una nota. Tuve la sensación de que Yoongi la había dejado ahí a propósito, para que la viera y la leyera. Eché un vistazo hacia atrás. Él tenía los ojos cerrados. Me tomé la libertad de leerla.

apareces

te veo incluso cuando no quiero

te tumbas a mi lado

y entonces parece cierto que el amor florece como una flor de cerezo que luego se marchita

era como soñé

nos quemamos como fuegos artificiales

pero ahora sólo quedan cenizas

sé qué has llegado a una conclusión tú misma

así que, dime

dime que todo se ha acabado

aunque yo ya sé que todo ha terminado, aunque ya me olvidaste

dímelo, sólo quiero saberlo

¿me gustas demasiado?

¿el calor entre tú y yo no se enfriará?

todas las promesas que hicimos se caen como putas fichas de dominó

mueren como romeo y julieta

es muy pronto para hacer cualquier cosa

sigo pensando en ti

sigo queriéndote,

pero, dime,

dime que todo se ha acabado, Hyesun

Apreté los dientes. Dejé la nota sobre el escritorio y me giré, despacio, hasta que mis ojos se toparon con los orbes oscuros de Yoongi. Sentía que no podía dejarle solo. De hecho, no podía dejarle.  Parecía tan frágil... ''Es muy pronto para hacer cualquier cosa, sigo pensando en ti''. Aquellas palabras me hicieron pensar demasiado. ¿Y si estaba esperando a que le dijera que lo nuestro había acabado para suicidarse?

Me quedé un buen rato observando el rostro neutro de Yoongi, sus ojos pequeños y oscuros, buscando algún ápice de arrepentimiento. Lo único que encontré fue dolor; un dolor que hizo que se me encogieran las entrañas. Agaché la cabeza, incapaz de sostener la mirada e incapaz de juntar las fuerzas suficientes para decirle: ''Eh, Yoongi. Hemos terminado''.

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