t r e i n t a
Llamé al teléfono de Yoongi. No respondió ninguna de las veces, así que acabé gritando a la pantalla de mi móvil en medio de las calles poco concurridas del barrio. Al no encontrarlos por ningún lado, decidí salir a la calle. Tenía que encontrar a Manse antes de que Yoongi lo vendiera a la mafia por unos cuantos gramos de cocaína, o antes de que lo quemara vivo, o vete tú a saber qué. Lo peor de todo es que no tenía ni remota idea de dónde podrían estar. Recordé, mientras recorría los alrededores del apartamento, que Yoongi había mencionado Hongdae. ¿Y si se iba de fiesta y abandonaba al niño a la intemperie, con cientos de abusadores alrededor? De sólo pensarlo, quise llorar. Yo era la responsable de Manse. Me sentía una persona malísima, además de tonta, ingenua y sobretodo estúpida. Sólo a mí se me podía ocurrir dejar a un maldito bipolar -además de drogadicto- con un niño de cuatro años. Ahogué un grito, llevándome las manos a la cabeza. Normalmente no lo hacía, pero empecé a rezar para que Manse estuviera a salvo, sin heridas y sin traumas, a ser posible. No me esperaba nada bueno de Yoongi. Ni nada legal.
Después de recorrer algunas calles cercanas a la casa de Jimin, comencé a paniquear. Mis piernas dejaron de responder a las órdenes de mi cerebro por unos segundos que me parecieron eternos. Me quedé parada en la acera, estática, incapaz de seguir caminando. No encontraba al niño por ninguna parte. Era imposible que en tan poco tiempo se hubieran ido lejos... A no ser que Yoongi y Manse hubieran cogido el metro. O a no ser que Yoongi hubiera robado un coche, o abandonado al pequeño a medio camino... Yoongi era capaz de cualquier cosa, hasta de raptar a un niño de cuatro años y llevárselo hasta la frontera con el Norte en un viaje al más puro estilo road trip, cantando canciones de Pororo y explicando a Manse con pelos y señales cómo se hacen los bebés.
Era terrible.
Estuve a punto de llamar a la policía. De repente, no me veía capaz de nada. Ni siquiera de buscar y encontrar a Yoongi. Lo había hecho más veces, pero sentía que era distinto. No era lo mismo buscar al Suga del principio, al peliverde que necesitaba abrazos, que al Yoongi maniaco de después. No supe si tenía miedo de él o de las consecuencias de aquello. Por eso, de camino a la estación de metro, llamé al timbre de la casa de Kangjoon. Pulsé con tanta insistencia el timbre que temí quemarlo.
No era demasiado tarde, así que Joon abrió la puerta enseguida. Frunció el ceño al verme tan angustiada, al borde del llanto, despeinada y con el abrigo cayéndome por los hombros. Vestía la misma sudadera gris que el otro día. El castaño me miró un rato, analizándome. Solía hacerlo a menudo antes de hablar.
Perdí la paciencia. — ¡Ponte las zapatillas y ayúdame!
Él se giró para alcanzar unas deportivas negras. Se sentó sobre el bordillo donde todo el mundo se quitaba los zapatos antes de entrar a cualquier casa y se calzó con rapidez. — ¿Dónde está Manse?
— Eso es lo divertido del asunto. — solté, ridícula y inesperadamente sarcástica. Supuse que fue culpa de los nervios.
— Has... Has perdido a Manse. — más que ser una pregunta, fue una afirmación. Joon me miró entre enfadado e incrédulo, aunque su expresión se suavizó bastante pasados un par de segundos. Yo empecé a morderme la yema de los dedos en cuanto él se volvió para cerrar la puerta de su casa. Me miró de reojo. — ¿Dónde lo has visto la última vez?
— N-no... Es que no se ha perdido... Yoon- — suspiré, tratando de mantener la poca calma que me quedaba. — Yoongi se lo ha llevado. Yo estaba haciendo la cena para los tres y...
— ¿Ese cabrón no se conforma sólo con joderte a ti? ¿Tiene que joder también a un niño inocente?
— N-no-no lo sé. — tratamudeé. Casi nunca tartamudeaba.
Kangjoon se acercó a mí hasta que la punta de sus pies chocó con la mía. Puso sus manos sobre mis hombros, firmemente, agachó la cabeza para mirarme directamente con sus ojos café.
— Hye, tranquila. Encontrarás a Manse. — dijo, con un tono tan suave y sereno a la par que grave que hizo que mis piernas dejaran de funcionar otra vez. — ¿Has buscado ya por aquí cerca?
— Encontraremos, m-más bien. — le corregí. Después, asentí, respondiendo a su pregunta. — Creo que deberíamos separarnos. Yoongi dijo algo sobre ir a Hongdae, así que...
Joon enarcó una ceja. — ¿Hongdae? ¿Pretende irse de fiesta?
— Yo que sé. ¡Se le puede estar pasando cualquier cosa por la cabeza en este momento! ¡Podría estar descuartizando a Manse, Joon!
— No seas tan tremendista, Hye. — me pidió, serio. — Vayamos a Hongdae entonces. Podemos coger el metro de y media y-
— ¡No, no! ¿Y si están por aquí cerca? C-creo que deberíamos buscar cada uno por un lado...
— No voy a dejarte sola.
— ¡No me pasará nada!
Le miré a los ojos como si fuera un cachorrito, rogándole que buscara por mí por otros sitios. Antes de aceptar mi propuesta, Joon resopló, hundiendo la barbilla y frunciendo los labios. Parecía molesto. — Está bien.
— ¡Gracias! — en una especie de acto espontáneo, le abracé. Fue rápido, ni siquiera le dio tiempo a colocar sus manos alrededor de mi cuerpo. Fue uno de esos abrazos exprés de agradecimiento. Vi sonreír a Kangjoon, aunque poco a poco su sonrisa se fue convirtiendo en una mueca de disgusto. — ¿Prefieres que vaya yo a Hongdae o...?
— Iré yo. Y mira tu teléfono, estáte atenta. Si le encuentro, te llamaré. Y si son más de las doce y no hay noticias... Vuelve a casa.
Agité una mano, restándole importancia a mi bienestar. — Tranquilo, estaré bien. Si encuentro a Manse, te llamaré yo, ¿vale? — Él asintió. Comenzó a caminar en dirección contraria. — Y gracias por todo, en serio.
Se limitó a seguir hacia delante, aparentando indiferencia cuando en realidad quería sonreír.
*****
Eran las doce y treinta y seis minutos de la noche. Había barrido ya todas las calles de alrededor, y dejando que mi instinto me guiara, llegué a la zona donde Yoongi, Jimin, Jungkook y compañía solían divertirse tiempo atrás, entre botellas de vodka blanco. No supe cómo no se me había ocurrido antes ir allí. Pasé por la cafetería donde Kangjoon y yo trabajábamos. No me permití el lujo de pararme y de observar la fachada dejando que las memorias nostálgicas me inundaran. Pasé de largo hasta llegar a los callejones oscuros que rodeaban la cafetería. Muchos negocios estaban cerrados a cal y canto, chapados, y no había nadie por ningún lado. No dudé ni un solo momento en adentrarme en las estrechas calles, aunque, por si acaso, dejé marcado el número de emergencias.
Todo estaba inusualmente silencioso. Y me daba muy mala espina. Caminé por unos cuantos minutos, sin mucho rumbo, buscando con la mirada algún cuerpo delgado o algún cuerpo de algo más de un metro. También bajé las escaleras de uno de los pocos bares abiertos. Estaba vacío, sólo y únicamente con el camarero detrás de la barra. Ni siquiera me acerqué a él. A gritos, pregunté por un peliverde. Ni rastro.
Yoongi y Manse no aparecían por ningún lado. Kangjoon, que seguía en Hongdae, me mandó un mensaje casi a la una de la mañana diciéndome que no había encontrado nada, ni siquiera pistas.
Continué andando sin pausa hasta que me topé con el río. Rendida, con el teléfono en la mano y una converse desatada, me dejé caer sobre un banco de piedra, a la orilla. Me froté los ojos con una sola mano, cansada. Resoplé. Seguía sintiéndome una completa inútil, y recordé cuando mi padre solía llegar a casa borracho y empezaba a decirme que no servía para nada. Hacía tiempo que no me sentía así, tan tonta e inservible. Quería llorar de la más pura impotencia. Antes de que las lágrimas me hicieran ver borroso, me levanté del banco. Miré hacia los lados, sin saber muy bien a dónde ir.
Hasta que escuché un grito demasiado agudo para ser de una persona mayor de quince años.
Casi instintivamente, eché a correr hacia la dirección del chillido. Tropecé varias veces con el cordón desatado de mi zapatilla. Corrí hasta llegar a un parque, a la orilla del río, con varios columpios y toboganes para niños.
No me fue complicado encontrar a un peliverde encorvado, balanceándose en un columpio con todo el desinterés mundial concentrado en su persona. Caminé hacia él, pero me paré en seco bruscamente al escuchar otro chillido muy cerca. No era un grito desgarrador que pidiera ayuda, más bien era algo así como un grito de alegría, como si se lo estuvieran pasando genial.
Manse se bajaba por un tobogán, pataleando, riéndose y gritando como buen niño que era. Al verme ahí parada, perpleja, vino hacia mí dando saltitos. Me agaché para cogerlo en brazos. Apreté suavemente sus mejillas y busqué heridas abiertas, golpes o marcas.
— ¿Estás bien? — le pregunté, con ese tono infantil y preocupado con el que me dirigía a cualquier niño. — ¿Dónde has estado? Manse, ¡no vuelvas a irte sin avisarme! ¡Y no te vayas con personas como... él!
El niño asintió entre risotadas. — ¡Me lo he pasado muy bien!
— ¿Te ha dado algo? ¿Has bebido algo? ¿Qué has hecho?
— ¡Me compró batido de chocolate y gominolas!
Bien, justo lo que no tenías que dar a un niño con TDAH a más de medianoche. A pesar de eso, Manse parecía estar bien, sano, salvo y feliz. Le abracé. Retuve a Manse entre mis brazos con fuerza, más bien, y fulminé a Yoongi con la mirada. Volví a dirigirme al pequeño con una sonrisilla.
— Vamos a volver a casa, ¿vale? ¡Me has tenido muy preocupada!
— ¡Quiero jugar un ratito más!
Manse me miró con un puchero y ojos llorosos. Yo hice una mueca, resistiéndome firmemente a sus lloriqueos. — No, tenemos que volver...
— ¡Poooooooooorfa!
— ¡Pero deja que el puñetero niño juegue, joder! — Gritó Yoongi, desde el columpio, con su típica cara de fastidio. — ¡Tiene cuatro años, tiene que jugar!
Suspiré. Traté de ignorar a Yoongi lo mejor que pude, pero acabé dejando a Manse sobre uno de los juegos para niños. Él salió disparado hacia un tobogán. Le observé, resignada, y dejé que subiera y bajara por el tobogán mientras Yoongi se reía como loco cuando el pobre niño se caía.
Le fulminé con la mirada.
Él me sonrió, divertido. — ¿Qué?
— ¡Estás mal de la cabeza!
— No me digas, Hyesun. — Sacó del bolsillo de su cazadora una piruleta que desenvolvió con rapidez. Después se rió con ella entre los dientes.— No me mires así, no he hecho nada malo. ¡Manse sólo quería jugar al escondite! Te lo dije. Es un jodido niño, tampoco soy tan cruel. ¿Pensabas que iba a venderlo o algo así?
Puse los ojos en blanco. Prefería no discutir con él, así que me callé la boca. Escuché una sonora carcajada de Yoongi, como si le resultara gracioso ver cómo yo estaba a punto de enloquecer también.
Durante los escasos minutos en los que Manse subía y bajaba por el tobogán, llamé a Kangjoon tal y como le había prometido. O al menos, lo intenté. Yoongi se puso a gritar, diciendo que no tenía el derecho a cuidar del niño si no le hacía ni caso. Me giré hacia él, enfurecida, y me planté delante del columpio en el que estaba sentado. Tuve que cruzarme de brazos para evitar darle un buen bofetón.
— Yoongi, deja de tocarme los cojones.
— ¡Pero si no tienes! — empezó a reírse tanto que estuvo a punto de caerse hacia atrás al perder el equilibrio. Dejó de sonreír al instante que rozó el suelo, pero logró volver a su posición inicial sin mucha complicación. Yoongi me miró con cierta frialdad. — Vamos, yo sé que no tienes. Y si los tuvieras, sería una sorpresa algo desagradable...
— Hablo en serio.
— Y yo. — soltó, encogiéndose de hombros. Luego volvió a reírse, sujetando el palo de la piruleta con el índice y el pulgar. Me señaló. — De todas formas, es culpa tuya. Has dejado al niño solo. Si tú — dijo, recalando el pronombre y señalándome con el caramelo— no lo hubieras abandonado, quizá no me lo hubiera llevado... ¿No crees que serías una mala madre?
Tenía razón. Yoongi sólo me hizo sentir más culpable. Fruncí los labios y alcé la cabeza, como si no quisiera mostrar que mi orgullo estaba bastante herido. — Sólo fueron cinco minutos, joder.
— Ya, ya, excusas...
— ¿Y no podrías haberte quedado en casa con él y conmigo? ¡Te has llevado a un niño de cuatro años, Yoongi! ¡Se te está yendo la olla!
— Podría haberlo matado. Y no lo he hecho. — lo dijo con tanta naturalidad que me dejó completamente paralizada. Miré a Yoongi, confusa, tratando de descifrar su mirada. Él volvió a sonreírme con aire inocente. — ¿Me empujas?
— Debes estar de coña. Te estás volviendo loco...
Resopló. — Me da pereza mover las piernas. ¿Me empujas o no?
Me giré sin añadir nada más, pasando de él. Marqué el número de teléfono de Kangjoon. Mientras esperaba a que el castaño respondiera a la llamada, me acerqué a Manse y le pedí con suavidad que por favor se bajara del dichoso tobogán. Antes de dar la mano al niño, que vino hacia mí rechistando, eché un vistazo a Yoongi. Había apoyado la cabeza contra la cadena del columpio, pero miraba al suelo. Me di cuenta de que volvía a estar completamente inestable cuando empezó a balancearse y a juguetear con el caramelo de la piruleta.
— ¡Yo también quiero montarme en eso! — exclamó Manse, agitando mi mano. Se soltó y empezó a correr hacia Yoongi.
No me quedó otro remedio que salir detrás de Manse. Conseguí agarrarlo de la camiseta, y con un tirón bastante agresivo, hice que se pegara a mí. Empezó a llorar enrabietado justo cuando Kangjoon contestó al teléfono.
— Tengo a Manse. — le dije, cogiendo de nuevo al niño en brazos como pude. Manse empezó a patalear.
— ¡No quiero irme, no quiero irme, no quiero irme!
— ¡Deja que el puto niño se quede, Hyesun! — comentó con un grito Yoongi, levantándose a una velocidad bastante inusual en él. ¿Dónde se había quedado su agilidad de abuelo con una hernia discal?
— ¿Estás muy lejos de casa? Llevaré a Manse allí. — anuncié.
— Iré ahora.— Joon sonaba algo intranquilo, puede que preocupado. — ¿Está bien...?
— Llorando. Pero sí, lo está. Intentaré llegar a tu casa... — mecí a Manse con la intención de que se calmara, pero no lo conseguí. Respiré hondo. — Intentaré llegar a tu casa lo antes posible... Si llego viva y cuerda, claro. Te veo allí.
Colgué. Manse seguía llorando a moco tendido, extendiendo su brazo hacia atrás, por encima de mi hombro. Sollozaba tanto que no entendía lo que decía. Me vi obligada a girarme para ver qué señalaba el pequeño. Al parecer, pedía a gritos que le dejara ir con Yoongi. Al ver que el peliverde nos seguía, aceleré el paso. Él empezó a recitar un soliloquio que, con algo más de ritmo y música, se podría convertir en una canción algo absurda.
— ¿Ves cómo está llorando? Te lo dije, serás una mala madre. Deja que se quede conmigo. No voy a matarlo, no soy tan cruel como tú. Hyesun, en el fondo eres una mala persona. Abandonas a la gente, dejas que lloren y luego vas por ahí como si nada. Te crees la víctima de todos los males. Hasta te sientes herida porque Hitler invadió Polonia. ¡Eres tan dramática!
Me paré en seco, aunque no me di la vuelta para mirar a Yooongi. — Estás diciendo cosas sin sentido.
Mecí una vez más a Manse al reanudar la marcha. Él siguió llorando mientras Yoongi machacaba mi cabeza soltando idioteces, frases inconexas. Con los brazos doloridos, apoyé al niño sobre un banzo. Me agaché para quedar a su altura y poder secar sus lagrimones, pero Yoongi se adelantó. Agarró a Manse por los hombros con algo de brusquedad y frotó la cara del niño con la manga de su chaqueta. Me sorprendió que lo hiciera, aunque luego se sacó el palo de la piruleta de la boca, ya limpio, sin caramelo, y señaló a Manse con aire amenazador.
— ¿Quieres dejar de llorar, mocoso? — espetó, sin suavidad.
Manse le miró algo asustado, hipando. Yo acaricié las mejillas algo húmedas del pequeño. — Tranquilo, mañana por la mañana volveremos al parque para jugar. No llores, los niños mayores no lloran, y tú eres un niño mayor, ¿verdad?
Asintió con un puchero. — S-sí...
Le tendí la mano. — ¿Vamos?
El niño agarró mi mano con fuerza y saltó del banzo, todavía con algunas lágrimas en los ojos. Caminé, dejando atrás a Yoongi. Iba tan deprisa que el pobre Manse tenía que ir prácticamente corriendo.
— Hyesun. — me llamó Yoongi. Como no le hice caso, decidió llamar al niño. — Eh, Manse...
— Déjale en paz, Yoongi.
Me atreví a mirar a Suga por el rabillo del ojo. Caminaba con las manos en los bolsillos de la chaqueta, como de costumbre, siguiéndonos de cerca y con la cabeza algo gacha. Sacó una mano del bolso y se rascó la nuca, agitando su cabello verde. Notó que yo le observaba, así que alzó la cabeza.
— Joder, — bufó — me miras como si fuera a quemarte viva.
No hice comentarios.
— ¿No te hace más ilusión cuidar de un tipo de veintitrés guapo como yo mejor que a un crío de cuatro?
Guardé silencio de nuevo. Oí cómo Yoongi se reía, y durante el resto del camino él también permaneció inusualmente callado. Después de atravesar unos cuantos callejones, Manse se cansó de seguirme el ritmo y me rogó que le llevara en brazos, o a caballito. Yoongi hizo amago de coger al niño por las axilas, pero fui bastante más rápida. Abracé a Manse antes de que Yoongi lo hiciera. Era capaz de salir corriendo en dirección contraria con el niño en brazos. Yoongi quiso matarme con la mirada. Yo respondí de la misma manera, fulminándolo, y él me sacó la lengua, juguetón.
— Madre de dios, se está volviendo loquísimo. — me dije a mí misma, negando con la cabeza. Era incapaz de procesar todo lo que estaba pasando.
— ¿Por qué hablas sola? Te besaría, pero me da a mí que estás perdiendo la cabeza. Además, vas a casa de ese gilipollas, ¿verdad? Seguro que follas con él.
Suspiré por millonésima vez. — No, Yoongi.
— ¿Eso quiere decir que sólo follas conmigo? Bueno, y con Jimin, pero eso fue un acto puntual que he fingido olvidar.
— ¿Qué es follar? — preguntó Manse con los ojos abiertos como platos. Todavía tenía la nariz roja y brillante de llorar tanto. Yo le sonreí, avergonzada. — Suga no me lo ha contado.
Quise darme cabezazos contra una pared. — Ya lo sabrás cuando tengas unos doce años más... No hace falta que lo sepas ahora.
— Hay que enseñar a los críos las maravillas de la reproducción humana antes de que lo descubran con un trauma, Hyesun. — Yoongi sonaba burlón, divertido. Estaba segura de que se lo pasaba en grande viendo cómo la inocencia de un niño me hacía pasar por un bochorno tremendo. — Manse, cuando dos, o tres, o hasta siete person-
— ¡Juegan al ajedrez! — exclamé.
— Joder, Hyesun, siempre la cagas.
— Yo no sé follar. — dijo el niño, entre triste y desilusionado.
— Cl-claro que no, Manse.
— Ya te enseñaremos.
— Cállate la boca, por lo que más quieras, Yoongi. — pedí entre dientes. — ¡Cállate!
Él alzó las manos en sinónimo de paz. Escondió una sonrisilla bastante evidente mordiéndose el labio inferior. — Tranquila, yo decía que le enseñaremos a jugar al ajedrez...
— ¡Yo quiero aprender a follar!
Escuché la risa maniática -nunca mejor dicho- de Yoongi, esas carcajadas limpias y bastante sonoras que normalmente no dejaba escapar. Le hice el vacío. Sabía que si no dirigía la palabra a Yoongi iba a dejarnos en paz. Dije a Manse con calma que no debía decir esa palabra porque era fea. Estuve explicándoselo todo el camino. No parecía captar la idea, y para colmo, el término ''follar'' debía de sonarle gracioso. Al final, me di por vencida.
Llegamos a casa de Kangjoon pasadas las una y media de la noche. Me dolían los brazos de llevar al niño; pesaba más de lo que parecía. Pasé a Manse por encima de la valla de la casa. Me obedeció y llamó al timbre poniéndose de puntillas para poder llegar al interruptor.
— Qué, ¿venimos a hacer otro trío?
Miré a Yoongi con las cejas enarcadas. — ¿Puedes... callarte?
— Mmh, no. Haz que me calle. — canturreó, juguetón.
— Estás molestándome con esos comentarios. En serio.
— Oh, vaya, lo siento. — A juzgar por el tono cargado de sarcasmo de su voz, supe que no era una disculpa sincera. Ojalá lo fuera. Por un momento eché de menos al Yoongi que me pedía perdón cada dos minutos y que me sonreía con dulzura.
El chirrido de las bisagras de la puerta me indicó que esta se había abierto. Me despedí de Manse con un abrazo. Él se colgó de mi cuello y dio saltitos.
— ¡Quiero que Hyesun se quede, quiero que Hyesun se quede! — rogó. — ¡ Y él también! — señaló con insistencia a Yoongi.
— ¿No te quedas? — preguntó Kangjoon, con un tono de voz bastante suave. Esperaba que maldijera al ver a Yoongi, pero mantuvo la calma.
Negué agitando la cabeza. — No, me iré con Yoongi. No puedo dejarle solo a él también. Le diré a la doctora que te pague las horas extras a ti, por hacerte cargo de Manse. Supongo que soy demasiado inútil como para cuidarlo... Sé que tú lo harás mejor.
— No tienes por qué cuidar al peli-azul.
— ¡Es verde, daltónico de mierda! — se quejó Yoongi, a lo lejos, con las manos guardadas en los bolsillos de su chaqueta. Entornó los ojos, y por un momento, pensé que él y Joon iban a enzarzarse en una pelea. Me pregunté cómo Yoongi había sido capaz de oírnos.
Kangjoon miró a Yoongi con cara de disgusto. Desvió la mirada y se dirigió a mí. — Deberías quedarte.
— No, estaré bi-
— Hyesun, ¿podemos irnos ya? — protestó Yoongi, entre toses.
— Mañana vendré a traerte las cosas de Manse. Además, prometí que iría al parque con él... ¿Verdad, Manse?
El niño asintió con una sonrisa. Me despedí de él definitivamente despeinando su pelo oscuro, y de repente, echó a correr hacia Yoongi. Abrazó las piernas del peliverde, que miró hacia sus pies con indiferencia. Manse parecía amar a Suga.
Él hizo una mueca que no supe cómo interpretar. — ¿Le adoptamos?
— Dime que está de coña. — Kangjoon alzó ambas cejas, igual o más perplejo que yo.
— Eso espero.
— Hey, Manse, — Joon llamó la atención del niño. Al parecer, Manse era un chico fácil de ganar. — Pororo está en la tele, ¿quieres verlo?
— ¡Síiiiii! — dio otro par de brinquitos, como una cabra, y vino hacia nosotros lo más rápido que pudo. Al llegar a la casa, se volvió y se despidió con la mano de Yoongi. Él respondió tímidamente. — ¡Adiós, Suga!
Manse entró a la casa como una exhalación, cantando. Joon se acercó a mi oído, sin despegar la vista de Yoongi.
— Si algo va mal, ven. No tienes por qué aguantar a ese cabrón toda la noche.
— Oye, tú, imbécil, si quieres sobar a mi novia sólo tienes que pedírmelo. — Yoongi se acercó a nosotros a base de largas zancadas. Llegó a mi lado, sacó una mano de los bolsillos y agarró mi muñeca, tirando de mí hacia él. — Aunque te rompería los brazos antes, claro.
Puse ambas manos sobre Yoongi para prevenir posibles puñetazos. — Nos marchamos. Suerte con Manse, Joon. — intenté sonreír fallidamente.
— Hasta nunca. — Yoongi hizo ademán de pegar una bofetada a Kangjoon, pero el segundo tenía buenos reflejos, así que se apartó lo suficientemente rápido. — Púdrete.
— Buenas noches, Hye. — bufó Joon. — Si es que este cabrón te deja tranquila...
Yoongi se tomó el insulto a risa. — Atrévete a llamarme eso una vez más y juro que-
— Si de verdad quieres a Hyesun, ¿por qué no se lo demuestras, tío?
— ¿Sabéis qué? Que os jodan. Me voy de aquí. — sentenció Yoongi, molesto. Me empujó para quitarme del medio. — Adoro a Hyesun, pero no soporto que un gilipollas como tú sea su amigo. Follad en silencio, a lo mejor despertáis al niño.
— Yoon-
— Está bien, — me interrumpió— quédate con él si es lo que quieres. Lo único que necesito es una jodida botella de vodka.
Tuve la sensación de que Yoongi aún tenía el control de su cuerpo, lo cual significaba que había tiempo para evitar una segunda crisis maniática. Quería quedarme con Kangjoon, charlando en bajo con una taza de café caliente cerca... Pero otra parte de mí me ordenó que fuera con Yoongi, por eso cogí su mano y le detuve antes de que se fuera demasiado lejos. Al fin y al cabo, en el fondo, sabía que Yoongi me necesitaba mucho más que Joon. El triple, o más. Me sentía la chica más estúpida y masoca del mundo: seguía enamorada de alguien que me había hecho e iba a hacerme daño. Quizá Kangjoon tenía razón y yo me merecía alguien mucho mejor que Yoongi, pero quizá yo era demasiado obstinada como para darme cuenta de aquello.
Sonreí con algo de pena a Joon, como diciendo ''qué le vamos a hacer''. Él no rechistó demasiado. Gruñó un simple ''hasta mañana'', cerró con un portazo y dejó que nos fuéramos.
— Ya era hora de que me prestaras algo de atención. — comentó Yoongi. — ¡Vamos de fiesta!
— Oye... ¿Qué le has contado al niño? ¿Y qué has hecho con él?
— Sólo le he llevado al parque para que jugara, no podía ver cómo el pobre crío se quedaba encerrado entre cuatro paredes. Y le he dicho que la próxima vez no vaya con desconocidos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro