q u i n c e
Pasaron un par de días monótonos, pero no aburridos. Mi jueves y mi viernes consistieron en unas mañanas eternas de clase y unas tardes algo más relajadas de estudio. Kangjoon, que trabajaba hasta las siete, no solía acompañarme a la otra biblioteca de la facultad; aparecía cuando ya era casi de noche con un café antes de que yo volviera a casa, cuando ya había acabado de estudiar en la biblioteca del campus. Volvíamos juntos, intercambiábamos apuntes en el metro -que normalmente iba vacío- y nos despedíamos hasta la mañana siguiente.
En esos dos días, Hoseok se hizo cargo de Yoongi. Se aseguraba de que tomara una dosis correcta de antidepresivos, de que comiera, etcétera. Hoseok me dijo que no quería que yo fuera mal en mis estudios, porque aparentemente era la única buena estudiante y la única con un futuro claro y brillante como psicóloga, así que al final acabé despreocupándome un poco de Yoongi.
Yo hablaba con él, pero Yoongi no mediaba palabra conmigo. Ni con nadie, a no ser que se tratara de un asunto a vida o muerte como el tener que ir a por tabaco. Desde su borrachera, no volvió a beber, pero tampoco a hablar conmigo ni a mostrarse cariñoso, ni siquiera sarcástico. Creí que el Yoongi sarcástico de siempre ya estaba de vuelta, pero me equivoqué. Volvía a estar decaído y no parecía tener intenciones de mejorar. Apenas se levantaba de la cama. Menos mal que Hoseok cuidaba de él.
El viernes por la tarde, cuando Joon vino a buscarme a la biblioteca para acompañarme a casa, alguien se puso a gritar. Pensé que sería Hoseok. Me equivocaba, ya que era una voz femenina y chillona, aguda. Cuando me giré para ver quién me llamaba, me sorprendí al ver a Sunhee, mi mejor amiga... O lo que fuera. Estaba en la puerta de la biblioteca mientras que yo ya estaba en los últimos escalones. Salió corriendo, bajó las escaleras y me miró como si estuviera viendo a un fantasma. Técnicamente, sí veía a un espíritu, porque yo para ella, y para la mitad del mundo, seguía muerta. Sunhee ya no tenía la media melena negra. Me cogió por los hombros con brusquedad y me abrazó.
- ¡Hyesun! - chilló. - ¡Dios mío, pero si estabas muerta! ¡Te tiraste de un decimoquinto piso! ¿¡Qué es esto!?
Me reí, lancé una mirada nerviosa a Joon para que me salvara de los gritos de Sunhee y correspondí al abrazo, todavía un poco desubicada y dudosa. - Bueno, es una larga historia que tiene explicación...
- ¡Hye, no sabes cuánto te he echado de menos!
- Ya, bueno, yo también a ti...
- ¡Eso no suena para nada sincero!
¿En serio la chica tenía que exclamar cada cosa que decía? Sonreí. - Lo siento, es que no esperaba verte... tan cambiada.
- Ah, bueno. ¿Lo dices por mi pelo...? - vio a Kangjoon, cerca de mí, y se calló. Le echó un vistazo, de arriba a abajo, escaneándole. - Si no tuviera novio, tú serías el tipo perfecto para serlo. Por cierto, estás guapísima.
- Eh... ¿Gracias?
Sunhee se unió a nuestro camino, y curiosamente, preguntó por Yoongi. Yo, al principio no supe muy bien qué responderle, así que Joon tomó la iniciativa y le respondió con un simple ''está bien''. Mi amiga no hizo muchas más preguntas, así que fui yo la que empecé con el interrogatorio. De todas formas, no quería darle mucha información de lo que había hecho y había dejado de hacer en Londres, o de cómo estaba en realidad Yoongi. Me enteré de que ella estudiaba criminología, de que no tenía remordimientos por dejar a Taehyung y de que había una fiesta universitaria unos cuantos días después. Me preguntó si quería ir con ella. Yo, suspicaz, miré a Kangjoon esperando que él accediera a ir conmigo, pero rechazó la oferta con cierta frialdad. Yo, entonces, le dije a Sunhee que me lo pensaría. Las fiestas no eran lo mío. No me gustaba beber ni estar con personas babosas desconocidas bailando a mi alrededor. Sunhee insistió bastante, diciéndome que debería ir porque ''era una fiesta de bienvenida''.
- ¿Y por qué no vas con tu Suga? - preguntó, enarcando las cejas y enfatizando el ''tú''. Debía de intuir que algo iba mal. Miró a Joon por un momento y devolvió la mirada a mis ojos, extrañada. - ¿Ya no estás con él?
- Vaya, nosotros nos vamos por aquí. - cortó rápidamente Kangjoon, poniéndome una mano en la espalda y empujándome suavemente hacia otra dirección. - Nos veremos por la uni, Sunhee.
Y Joon tiró de mí, dejando a Sunhee plantada en medio de la calle. Me despedí de ella con la mano al mismo tiempo que el castaño dejaba de sujetarme. Le miré. No pude evitar reírme al verle algo cabreado, como si el tema de Yoongi le irritara, como si no fuera capaz de escuchar a la gente hablar o preguntarme sobre él. Supuse al instante que eran celos.
- ¿Te debo una por salvarme de las preguntas incómodas? - le pregunté cuando ya llegábamos a la famosa calle cuesta arriba. Joon se encogió de hombros, calcando los puños en los bolsillos delanteros del pantalón. - No tienes por qué hacerlo.
Miró hacia otro lado. Infló el pecho con aire y lo soltó en un larguísimo suspiro. No comentó nada al respecto, cambió de tema. - ¿Estás libre el fin de semana?
- Uh, no... - dije, recordando automáticamente que iba a Daegu. Hice una mueca. - ¿Tenías algún plan?
- Estudiar, supongo.
Entorné los ojos. - Oye, Joon. Estos días... Estás raro. No sé. Es de cajón que no estás en tus días... Ya sabes. - reí.
- No me pasa nada.
- Los dos estudiamos psicología, los dos sabemos que pasa algo. - le di un codazo amistoso. - Puedes contármelo, tú yas has aguantado horas y horas interminables de mis lamentos. Soy toda oídos.
- Es sólo que sé que has vuelto con él, sabiendo todo el daño que te ha hecho.
- Pero... Yoongi necesita ayuda.
No supe si Joon me miró con pena, compadeciéndose de mí; si trataba de advertirme con la mirada, si simplemente estaba celoso o si sólo se limitó a lanzarme una mirada rápida. Volvió a suspirar, riéndose.
- Mira que eres tonta. - Dijo, parándose en seco y dejándome subir la cuesta sola. Se despidió con una sonrisa y un gesto rápido de mano. - Hasta el lunes, supongo.
*****
Yoongi fumaba el último cigarro de una cajetilla de tabaco subido al último escalón de la casa de Jimin. La puerta estaba cerrada, así que me fue fácil suponer que había dejado las llaves dentro y se había quedado fuera, encogido del frío. Abrí la verja metálica antes de entrar y buscar la copia de las llaves desesperadamente en mi gigantesco bolso. Miré a Yoongi. Le sonreí. Solía hacerlo porque, según nos habían comentado en clase, era bueno animar a los pacientes. Sabía que, en el fondo, a Yoongi le gustaba que le sonriera. Quizá era un error por mi parte, ya que a lo mejor sólo lograba confundirle, pero lo hacía igualmente. Decidí, la noche en la que él estaba borracho, que le ayudaría hasta encontrar un buen psiquiatra o alguna solución a sus cambios de humor.
- ¿Has salido porque has querido o Jimin te ha echado a patadas para que tomes el aire? - le pregunté, abriendo la puerta de un empujón. - Vamos, pasa. Hace frío.
Dio una última calada al cigarro blanco. Lanzó la colilla. Seguí su trayectoria con la mirada, desde los dedos de Yoongi hasta las baldosas grisáceas de la acera. Dejé que Yoongi expulsara tranquilamente el humo por la boca, esperando una respuesta a mi anterior pregunta. Seguía callado, como siempre. Se frotó la cara nada más entrar a la casa.
- ¡Jeoooon Hyeeeesuuuuun! - canturreó Jimin, desde algún lugar de la sala de estar.
- ¡Park Jiiiimiiiiin! - contesté yo, riéndome.
Yoongi puso cara de asco. - Casaos ya, pero dejadme morir en paz.
En los dos últimos días, Yoongi no dejaba de repetir el verbo ''morir'' en varias formas. En pasado, en presente, en futuro, en infinitivo, en todo. Hasta en la forma sustantiva. Todo giraba alrededor de la muerte, incluso su humor -de por sí bastante sarcástico- se había vuelto negro. Lo poco que Yoongi bromeaba, tenía que ver con la muerte. Hoseok trataba por todo el tipo de medios que Yoongi no dijera nada al respecto. Los tres, Jimin, Hoseok y yo, tratábamos de que Yoongi se distrajera. Nada captaba su atención. Todo le aburría, sólo quería dormir o beber, pero como nos deshicimos de todo el alcohol de la casa, a Yoongi no le quedaba otra que fumar ese tabaco fuerte y tan amargo que según él mataba sus pulmones a toda velocidad.
Jimin protestó desde el suelo, tirado en la posición de siempre. Veía la televisión con un bol de dulces entre las piernas.
- Suga, tío, deja de decir esas cosas... - le dijo. Siguió con la mirada a Yoongi mientras él caminaba hacia la habitación.
- Déjame. - y dio por concluida la conversación cerrando con un portazo.
Yo suspiré, resignada. - ¿Qué ha hecho en todo el día?
- Dormir, fumar, comer, fumar, dormir y fumar. Por ese exacto orden.
- Es... terrible.
- Sí. Va a acabar hablando como un jodido camionero si sigue fumando así. Además, sus pulmones no están muy bien desde que tuvo el colapso. Me preocupa.
- ¿Tampoco ha hablado con Hobi?
- Qué va. - Jimin habló con la boca llena, masticando los pastelillos. - Mira, si hasta a mí me parece deprimente. ¿Cuántas calorías tendrá esta mierda? ¿Dos mil? - miró el bol, después me miró a mí y después señaló la puerta. - Me desespero tanto al hablar con Suga que acabo saltándome la dieta. ¿Quieres?
- No, gracias. - moví la mano y rechacé los dulces con una sonrisa, agradecida. - No tengo mucho hambre...
- Seguro que tienes hambre de Yoongi. - soltó, riéndose. Me guiñó un ojo. Hice una mueca. - ¡Anda, si ya ponéis hasta la misma cara de asco! ¡Sois el uno para el otro!
Le di un golpecillo en la cabeza. - Iré a hablar con él antes de la cena.
- Suerte.
- No hagas comentarios innecesarios, Jimin. - le advertí, señalándole amenazadoramente con el índice.
Él negó con la cabeza. - No, no... Pero si quieres, no hace falta que cenes. Cómetelo a él y listo.
- ¡Jimin!
Él se rió, como un niño travieso. Bufé, puse los ojos en blanco, ignoré la risita infantil de Jimin, me quité el bolso mientras abría con cuidado la puerta y entré en la habitación en silencio.
Me golpeó un fuerte olor a tabaco. Me había acostumbrado después de tanto tiempo con Yoongi y después de empezar a fumar, pero aún así notaba el aire demasiado cargado. La habitación estaba completamente a oscuras, con las ventanas cerradas y las persianas bajadas. Busqué el interruptor de la luz, palpando la pared, y finalmente la encendí.
Yoongi estaba tumbado en la cama, con los ojos cerrados y completamente inmóvil. Pálido, como siempre, pero con los labios rosados y la piel brillante. Seguía pareciéndome la obra de arte más trabajada del mundo entero. Tuve un pequeño ataque de pánico al verle tan quieto y sereno. Pensé que estaba muerto, al más puro estilo Blancanieves, tumbado con los dedos entrelazados sobre el abdomen y con una imagen perfecta, hermoso. Sólo faltaba que estuviera rodeado de flores. Me tranquilicé al ver cómo su pecho subía y bajaba, despacio, débilmente. Suspiré aliviada. Sólo estaba, gracias al cielo, a lo Bella Durmiente. Dejé el bolso sobre el escritorio y me dirigí hacia la ventana.
- ¿Te importa que abra un poco la ventana?
No hubo respuesta, así que subí la persiana y dejé que la hanbitación se ventilara durante unos cuantos minutos, hasta que noté algo de frío. Cerré la ventana cuando consideré que el aire ya se había renovado suficiente.
Empecé con la ronda de preguntas ya típicas.
- ¿Qué tal estás hoy?
Tardó en contestar, como de costumbre. - Bien, supongo.
- ¿En serio? - exclamé, animada, desde la silla giratoria del escritorio.
- No.
- Jo...
- Oye, tengo sueño. No me molestes.
- Vale, pero te despertaré para la cena.
Miré el reloj de mi muñeca. Apenas eran las ocho de la noche. Supuse que era normal que durmiera tanto, porque además de ser un síntoma de la depresión, podía ser un efecto secundario de los antidepresivos. Le dejé dormir sin poner muchas pegas. Yoongi se acurrucó sobre la colcha blanca de la cama, manchada de la ceniza de algunos cigarros.
Yoongi, al rato, se reincorporó y se frotó los ojos.
- ¿Puedes...? - empezó a decir, entre tímido y dudoso. Resopló, rascándose la nuca.
Le entendí sin que dijera mucho más al verle abrir levemente los brazos. Sin pensármelo, casi como si se tratara de una acción automática, me levanté de la silla y me tumbé en la cama, junto a Yoongi. Él cerró sus brazos alrededor de mi cintura, sin decir nada. Yo también le abracé, le pegué a mi cuerpo y dejé que Yoongi hundiera su rostro en mi pelo. Le di unas palmaditas en la espalda.
- ¿No estás emocionado por volver a Daegu?
Agitó la cabeza contra mi cuello. Me hizo cosquillas. - No. Sé que todo va a ir a peor.
*****
- ¡Woop, tren con destino a Daegu en marrrrcha! - gritó Hoseok, contento, o quizá drogado. Estaba eufórico. Tanto, que no dejaba de gritar.
Eran las seis de la mañana. Estaba hambrienta, dado que no cené la noche anterior. Acabé quedándome dormida junto a Yoongi, después de hablar un poco sobre el viaje. Él tenía miedo de volver a encontrarse con su padre, temía también que su abuelo estuviera en mal estado. Se sentía culpable por haberle dejado. Yoongi se arrepentía de haber comprado los billetes, pero yo le dije, por enésima vez, que todo iba a salir bien. Le pregunté por pura curiosidad por qué había comprado mi billete. Me dio una respuesta bastante obvia, pero que a mí me sorprendió: quería saber si yo de verdad estaba a su lado, como hice yo al comprarle el billete de avión a Corea. Después empezó con una retahíla de disculpas varias hasta que se quedó dormido.
Nuestro tren salía a las siete menos cuarto. Hoseok se encargó de preparar todo. Había hablado con Taehyung por teléfono para convencerle de que Yoongi y yo nos quedáramos a dormir en su casa, había buscado lugares interesantes a los que ir y pretendía guiarnos por las calles de Daegu -aunque estaba segura de que Yoongi lo haría mejor-. También nos mandó una lista de lo que debíamos y no debíamos llevar en la mochila de viaje.
La estación no estaba demasiado lejos de la casa de Jimin, por eso caminábamos por las calles comerciales de Seúl. Sólo nos queda una manzana para llegar a la estación de tren. Hobi no dejaba de gritar, y yo no podía dejar de reírme como una tonta al asimilar sus chillidos con los ruidos de diversas máquinas.
- Cállate, Hoseok, cállate. Voy a acabar arrancándote las cuerdas vocales. - espetó Yoongi. Fumaba el primer pitillo del día.
Hoseok, ajeno a la amenaza, siguió gritando. Yoongi se paró en seco, desesperado. Le animé a que siguiera adelante. - Vamos, Yoongi. Acabará callándose de un momento a otro.
- No sé si matarme o matarme.
- ¡Suga! ¡Venga! - Chilló. Hoseok empezó a saltar como una animadora. - ¡Dame una Y! ¡Dame una O! ¡Dame una...!
- ¡Dolor de cabeza es lo único que me das! ¡Cállate!
- Uuuuuh, el renacer de la bestia parte dos...
- Anda, Hobi. Yoongi tiene razón, gritas mucho. - le reñí, pero con tono dulce. - Y Yoongi se queja mucho también, pero qué le vamos a hacer.
Hoseok rió. Yoongi se limitó a caminar con paso cansado y a guardar silencio en resto del trayecto. Parecía algo inquieto, nervioso. Yoongi no dejaba de entrelazar y de jugar con sus propios dedos. Durante el viaje en tren, se quedó dormido varias veces, pero siempre se despertaba algo sobresaltado. Solía pasarle cuando tenía algún concierto, alguna audición o algún examen importante.
Me senté al lado de Hoseok al principio del viaje. Iban a ser dos horas en tren bastante largas y había planeado poner al día a Hobi, pero acabé sentada al lado de Yoongi cuando vi que empezaba a morderse las uñas con ansiedad y a repetir sin pausa que necesitaba fumar. A Hoseok debía hacerle ilusión vernos sentados juntos. Se puso a aplaudir y a hacer gestos raros a modo de aprobación desde su asiento, delante del de Yoongi.
Lo primero que hice fue tenderle mi mano. Yoongi la miró un par de segundos, titubeando. Al final, la cogió entre las suyas y suspiró con un notable alivio, puede que cansancio.
- ¿Cuánto queda?
- Poco más de una hora.
- ¿Sólo?
- Deja de estar tan nervioso. - Le pedí con tono autoritario. - Voy a acabar volviéndome loca de verte así.
- Necesito un cigarro.
Hoseok se giró para mirarnos, torciendo el cuello de una manera que desafiaba las leyes de la biología y la psicomotricidad humanas. - No puedes fumar aquí dentro, Suga...
- Vaya, no me digas.
- Sólo queda una hora. - repetí. - En muy poco habremos llegado. Tranquilo, no estás yendo a la guerra...
- Ni a conocer formalmente a los padres de Hye, ni a por los resultados de un test de paternidad.
Di una patada al asiento de Hoseok. Se rió sonoramente, se giró y nos dejó en paz por unos cuantos minutos. Volví a tranquilizar a Yoongi diciéndole que iba a estar todo bien, que no era para tanto.
- Pero, ¿y si mi abuelo está peor de lo que estaba?
- ¿Tiene alguna enfermedad?
- Sí.- No dio más detalles. - Siento que sólo voy a verle morir.
Me mordí el labio, sin saber muy bien qué decir. - ¡Deja de ser tan pesimista! ¡Seguro que está como una rosa!
Sentí que volvía a mentir a Yoongi. Yo, personalmente, había hablado con su abuelo por teléfono... y no se le escuchaba muy bien. Su voz era débil, sonaba terriblemente cansado y parecía estar en sus últimos días. Yoongi le había avisado también de que iría a hacerle una visita conmigo, pero yo quise avisar al hombre de que yo iba para buscar algo de información sobre los padres de Yoongi con tal de descartar que su posible trastorno fuera heredado. El señor Min accedió a contarme todo lo que pudiera, aunque tenía la sensación de que iba a ser muy poco.
Pasaron bastantes minutos.
- Estoy empezando a querer vomitar.
- ¿¡En serio!? - exclamó Hoseok al oír la espontánea declaración de Yoongi.
Le observé. Parecía un niño pequeño, nervioso y con miles de miedos, que se mordía las uñas de una sola mano porque necesitaba tener a alguien que le diera la otra. Parecía alguien perdido, alguien fuera de lugar, justamente como la primera vez que lo vi, en una calle oscura y con las manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero.
Cogí su otra mano para evitar que empezara a arrancarse la piel de la yema de sus dedos. Hoseok me miró cono diciendo "distrále", y lo único que se me ocurrió fue empezar a hablar sobre el paisaje, señalando cada árbol, cada casa y cada nube que veía por la ventana. Yoongi empezó a prestarme atención poco a poco.
- Bésale, bésale. - vocalizó exageradamente Hoseok. Hice una seña para que dejara de meterse en mis asuntos, pero él señaló a Yoongi a punto de gritar, desesperado porque yo no le hacía caso.
Inflé las mejillas, hice que Yoongi se girara dándole una palmadita en el hombro. Le besé cerca de la comisura de los labios cuando aún no había acabado de girarse para verme, pero él colocó perfectamente la cabeza, ladeándola, para que mis labios besaran los suyos sin ninguna complicación. Su boca todavía sabía a tabaco.
Yoongi devolvió la vista a la ventana algo desconcertado, Hoseok aplaudió ahogando un gritito de fan loca y yo miré hacia el pasillo del tren, tapándome la mitad de la cara con la mano, sonrojada.
Después, los tres oímos el anuncio de que el tren se aproximaba a la estación de Daegu, y fue Yoongi quien ahogó un grito.
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