I
Estos son una especie de extras completamente omitibles que escribí hace tiempo!
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El timbre resonó por toda la estancia. Di golpecitos rítmicos con el pie sobre el suelo de cemento, esperando a que alguien abriera la puerta. Revisé una vez más la información que Jungkook me envió un par de tardes atrás para asegurarme de que estábamos en el lugar correcto. Yoongi volvió a presionar el timbre, y dejó el dedo pegado hasta que le di un codazo en las costillas y le reprendí con la mirada. Él se encogió de hombros con indiferencia mientras empujaba la montura de sus gafas negras de sol hacia atrás.
La puerta de madera blanca que teníamos enfrente por fin se abrió.
— ¿Qué hacéis aquí?
Claramente, mi hermano y su novia no se esperaban que nos presentáramos tan pronto en su apartamento de Los Ángeles. Se acababan de mudar allí, después de que Jungkook tuviera una larguísimo debate interno, y cuando le dije a mi hermano que me enviara la dirección creía que era para ir allí un par de meses después. Sonreí -o al menos lo intenté- y abrí los brazos para dar un abrazo a Jungkook.
— ¡Sorpresa! — exclamé.
Jungkook continuó observándome con suspicacia y el ceño fruncido, intercambiando miradas conmigo y con Yoongi. Él, tan neutro como siempre, se limitó a saludarle con un gesto apático de mano. Al final, mi hermano se acercó a mí y me apretó entre sus brazos. Casi me ahorcó. El aire de Estados Unidos debía haberle hecho mutar o algo parecido. La última vez que vi a Jungkook en persona fue en la boda de Hoseok, y ya habían pasado casi tres años de aquel acontecimiento que resultó ser una locura... Supuse que era normal que mi hermano sobrepasara el metro ochenta.
— ¿¡Cuándo dejarás de crecer!? — pregunté cuando él me levantó del suelo con una facilidad espeluznante.
— ¡Hyesun! — oí un gritito ahogado, y en cuanto Jungkook me dejó en el suelo, vi cómo Olivia corría hacia mí con una sonrisa amplia típica de los anuncios de dentífrico.
Ella no había cambiado demasiado. Su pelo era algo más largo y parecía algo más alta, pero seguía conservando sus facciones y su cara de niña buena. Sus ojos verdes brillaban con ilusión, como si fuera Navidad y yo el maldito Santa Claus. Le devolví la sonrisa, abracé su cuerpo delgado y comenzamos la típica e insulsa conversación de ''oh, ¡me encanta tu apartamento! ¿Dónde has conseguido esos cojines? ¡Son maravillosos! Y el tono crudo de las paredes es tan bonito...''
Vi por el rabillo del ojo cómo Yoongi caminaba por la casa como si fuera suya. Sabía que iba directo a tirarse al sofá que llenaba casi por completo la sala de estar. Suspiró pesadamente.
Hizo una mueca. — Mmh, me gustan estos cojines. — soltó. — Son suaves.
Últimamente Yoongi no dejaba de decir cosas sin mucho sentido, pero sabía que lo hacía para hacerme reír. Fingí estar molesta con su comentario y puse los ojos en blanco, bufando. Jungkook se sentó enfrente de Yoongi, observándole con el típico recelo que aún le guardaba. Al final, Olivia y yo acabamos imitando a nuestros respectivos novios y nos sentamos junto a ellos. Me sorprendió bastante que Olivia se sentara en la misma butaca que mi hermano, prácticamente sobre él. Se recostó sobre su hombro y puso sus piernas sobre las de Jungkook sin que él se sonrojara y se convirtiera en un tomate cherry. Parecían -por fin- bastante cómodos el uno con el otro. Me enterneció tanto que pegué un golpetazo a Yoongi.
— Míralos, son tan monos...
— Ya, ya, lo que tú digas. — Yoongi hizo un gesto, restándole importancia al asunto. Estiró el cuello, volvió a suspirar y se quitó las gafas de sol con aires de superioridad.
— Y... ¿Por qué habéis venido? — preguntó mi hermano, enarcando las cejas con expectación.
Yoongi alcanzó mi mano izquierda y entrelazó sus dedos con los míos. Tosió, mirando hacia otro lado, y agitó un poco mi mano, tan discreto como siempre. Lo único que intentaba con eso era que mi hermano y Olivia repararan en el pequeño diamante que decoraba mi dedo anular. Los dos, después de observarnos un buen rato, se dieron cuenta de que llevaba un anillo de compromiso y no tardaron en ahogar un grito a la vez.
— No puede ser...
— ¿¡Os casáis!? — exclamó la castaña, abriendo los ojos como platos. Una sonrisa se dibujó en su rostro. Juntó las manos. — ¿¡De verdad!? ¡Se casan, Jungkook, se casan!
— Pe-pe-pero, Hye, — comenzó a decir mi hermano — ¿en serio os casáis? ¿Y-y lo sabe mamá? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? Joder, no entiendo nada.
— En agosto. — respondí, ocultando una sonrisa.
Jungkook no tardó mucho en procesar la información y en abrir la boca para protestar, aunque la cerró de golpe. Seguía sin entender cómo podían traumarle cosas tan simples como una simple boda. Se suponía que mi hermano era ya un veinteañero, no un niño miedoso de siete años.
— Agosto... ¿En tres meses?
— Sí.
Olivia pareció preocupada de repente. Intercambió una mirada rápida con su novio, después miró a Yoongi -sentado en el sofá como si fuera el rey de la casa- y por último me miró a mí.
— ¿Y ya tienes el vestido?
Yoongi soltó una risilla. — Ni siquiera hemos planeado la boda. — dijo, tranquilo.
— ¿¡Quéeee!?
— ¡Ah, claro, ahora tiene sentido! — mi hermano debió de tener una de sus lúcidas ideas. Chasqueó los dedos frente a nosotros. — ¡Han venido aquí para participar en uno de esos realitys que consisten en organizar una boda en menos de un mes!
— Tu hermano sigue siendo igual de tonto que cuando lo conocí, Hyesun. — me dijo Yoongi demasiado alto. Estaba segura de que Jungkook lo escuchó, pero no se movió por no molestar a Olivia, que seguía con sus piernas sobre el regazo de mi hermano. — ¿Te has graduado ya del instituto o...?
— Tío, que estoy en la universidad. — replicó.
— ¿Dónde se han quedado tus modales? ¿En preescolar?
Apreté la mano de Yoongi para que no siguiera. Bueno, realmente clavé mis uñas en el dorso de su mano, pero no se quejó. No quería que comenzara la tercera Guerra Mundial por su culpa. Cambié de tema y retomé el de la boda. — Iréis, ¿verdad? Será en Seúl, probablemente un sábado. Mamá quiere que nos casemos por la iglesia, pero-
— Hye, si tu prometido — dijo con sorna, gesticulando mucho y pronunciando bien cada letra de la última palabra — entra en una iglesia, se quemará.
— Como tú si llegas a pisar una biblioteca.
Apreté los dientes para no reírme y di un golpecito a Yoongi con el pie en su espinilla. — Parad. Pensé que los dos habíais madurado...
— ¡Claro que iremos, Hye! — Olivia estaba más emocionada que nosotros. Elevó las piernas y las restiró del regazo de mi hermano, se levantó y se acercó a mirar mi anillo de compromiso. Antes de que ella misma me cogiera la mano con delicadeza, Yoongi estiró mi brazo, como diciendo ''hey, mira, se lo he comprado yo''. — Es tan bonito... ¡Me alegro de que por fin os caséis!
Se lo enseñó a Jungkook. Él miró hacia el ventanal de la sala, y yo no pude evitar preguntarle: — ¿Dónde está el anillo de Olivia?
Refunfuñó algo, pero no llegué a escucharle. Agachó la cabeza entre avergonzado y molesto. Giró el cuello de repente, miró a Yoongi y señaló con la barbilla el anillo. — ¿Y por qué os casáis tan de repente? ¿No habrás dejado preñada a Hye?
— Oye, Jungkook, no hables de Hyesun como si fuera una puñetera vaca.
— ¡No estoy embarazada! — contesté.
— Lo de la última vez sólo fue un desliz.
Miré a Yoongi extrañada. — ¿Qué?
— Tú me entiendes.
— ¡Ah...! Eso...
— ¿El qué? — quiso enterarse Jungkook.
— Nada que debas saber. — Yoongi hizo que mi hermano volviera a mirar hacia la ventana al señalarle con el índice como si le estuviera advirtiendo. O riñendo.
— Nos casamos porque llevamos un montón de años juntos, no porque esté preñada o porque a Yoongi le hayan diagnosticado una enfermedad terminal y vaya a morirse en cinco meses.
— ¿Por qué yo? — protestó el susodicho, haciendo una de sus muecas de asco, arrugando la nariz y entrecerrando los ojos de la manera más adorable posible.
— No sé, es lo primero que se me ha ocurrido.
Jungkook chasqueó la lengua. — Venga ya, tampoco lleváis tanto tiempo juntos como para casaros. — resopló. Yoongi, a modo de respuesta, empezó a contar con los dedos hasta enseñar a mi hermano la palma de su mano derecha y el pulgar izquierdo. Jungkook abrió la boca, sorprendido. — No puede ser.
— El tiempo vuela, ¿eh?
— Nos escondéis una boda, seis años de relación... Estoy seguro de que ocultáis también que compartís una hipoteca y dos niños de cuatro años. ¡No quiero ser tío aún!
— Tienes razón... — Yoongi giró el cuello hacia la puerta del apartamento. — ¡Niños, venid!
— ¿¡Me estás tomando el pelo!? ¡No, no! ¿¡Es en serio!? ¿¡Tenéis hijos!?
Jungkook empezó a mirar hacia la puerta, inquieto, estirando la espalda y levantándose levemente del sillón para ver por encima del respaldo del sofá. Pensé que el cualquier momento iba a echarse a llorar. Yo seguí el juego a Yoongi e intenté no reírme demasiado, pero al final estallé en carcajadas. Mi hermano se dejó caer de nuevo en la butaca con un suspiro de alivio al ver que ningún crío de cuatro años correteaba hacia nosotros.
— Era coña. — aclaró Yoongi.
— ¡Menos mal! — mi hermano se llevó la mano al pecho. — Casi me da un infarto. Lo juro.
Olivia tomó asiento a mi lado. Apoyó los codos en sus rodillas y hundió la barbilla enlas palmas de las manos, enmarcando su rostro con estas y tomando la apariencia de una niña pequeña. Sus grandísimos ojos verdes miraron a Yoongi y a mí con curiosidad.
— ¿Hasta cuándo os quedaréis en Los Ángeles?
— Una semana, nada más. Aunque no tenemos billete de vuelta...
— ¿Y pretendéis quedaros aquí?
Antes de explicar a mi hermano que Yoongi y yo estábamos alojados en un hotel del centro, Yoongi se me adelantó y le soltó: — Pues claro. Pero no pienso dormir en el sofá, que no soy un puto perro.
Después de que Jungkook protestara como un niño de cinco años y se peleara con Yoongi como si fueran hermanos, Olivia trajo unas tazas de café y tuvo la genial idea de llevarme a unas cuantas tiendas de vestidos de novia para darme algunas ideas. Sí, definitivamente, ella estaba mucho más emocionada que yo. Corrió hacia la habitación que compartía con Jungkook, volvió hacia la sala de estar impoluta de pies a cabeza, con el pelo desenredado y un vestido de color verde militar, me cogió del antebrazo y tiró de mí hasta sacarme del apartamento. Yoongi se quejó bastante porque no quería quedarse con Jungkook, y por mucho que intentó convencerme de que él podía acompañarme, se quedó en el apartamento con mi hermano. Le dije que elegir vestido era una cosa de chicas, y, además, existía la tradición de que el novio no viera el vestido antes de la boda, ¿no?
Mi sueño siempre había sido casarme con el vestido de novia de mi madre -un precioso vestido de tela sedosa bastante simple y clásico-, pero mi sueño de la adolescencia se vio hecho añicos cuando me enteré de que mi madre lo había revendido al divorciarse, así que no me quedó otra que buscar un vestido nuevo. Olivia inició un exhaustivo recorrido por todas las tiendas habidas y por haber de vestidos de novia, como si fueran monumentos que visitar. En todas ellas me recibieron mujeres cuarentonas que decían envidiar mi ''figura de modelo'' y me enseñaban vestidos demasiado caros y brillantes. Sólo hizo falta que me probara un vestido para darme cuenta de lo horteras que eran en Estados Unidos.
Siempre decían que al tercer intento iba la vencida. Mientras descansábamos en una cafetería cercana a otra tienda de vestidos de novia, vi en un escaparate un vestido sencillo, sin pedrería, con encaje y con botonadura de perlas a la espalda. Me dije a mí misma que me compraría ese vestido a pesar de lo caro que era. Me daba igual si necesitaba vender un riñón o el piano de cola de Yoongi.
*****
— ¿Tienes el vestido?
Me tiré en el colchón de la enorme cama de la habitación del hotel, al lado de Yoongi. Él parecía igual de desinteresado que siempre y escribía algo en su portátil. Estaba tan cansada de recorrer tiendas y más tiendas que tardé unos cuantos segundos en responder.
Negué con la cabeza. — No...
— ¿Por qué te empeñas en comprar un vestido de novia? Podemos casarnos en pijama. — dijo. Creí que iba a ponerse a filosofar sobre el tema, pero recordé que eso sólo pasaba cuando estaba en cierto estado, y llevaba años sin estar de tal forma. — Qué más da, Hye, al fin y al cabo lo que cuenta es el matrimonio.
— Ya, pero quiero salir bien en las fotos del reportaje.
— Saldrás bien a pesar de lo fea que eres. ¿Para qué crees que sirve el photoshop?
Estiré los brazos hacia el techo blanco de la habitación. — Les diré que te recorten y que me dejen a mí sola con mi maravilloso vestido de novia. — dije, entre risas. — ¿Vamos a ir a cenar a algún lado?
Empezó a fingir que le dolía la pierna. Soltó algún que otro alarido, se encogió sobre sí mismo y puso los ojos en blanco. Pasó de ''tener calambres en las piernas'' o tener ataques epilépticos. Golpeé su costado. — Lo pillas, ¿no?
— Sí; estás muy cómodo en esta cama y no quieres levantarte. —suspiré.
Me sonrió, enseñando sus encías rosadas. Todavía me parecía la sonrisa más tierna del universo. — ¿Ves? Cada día me entiendes mejor.
— No puedo esperar a tener setenta años y a tener que aguantar tus numeritos.
— Lo estás deseando, Hyesun. — me dio un par de palmaditas en los muslos. — Será divertido.
— Eh, ¿y qué hay de la luna de miel?
Me miró horrorizado. — Para ahí, guapa.
— Lo digo en serio. Vamos a casarnos en tres meses y-
— Claro, primero tenemos que organizarlo todo antes que planear una jodida luna de miel, estúpida.
— Me encantaría ir a Tailandia.
— Demasiados bichos.
— ¡Australia!
— Demasiados animales.
— ¿Francia?
— Muchas baguettes y croissants. No me gustan.
— México.
— Demasiado calor... — entornó los ojos, pensativo — Aunque allí el precio de la-
— Nada de México. — le interrumpí. — Prefiero ir a Europa. Dicen que Budapest es muy bonito.
— ¿Buda-qué? No, no, no. Europa es demasiado caro.
— ¿Y si vamos a Japón?
— Demasiados japoneses.
Rodé los ojos. — Ya, es normal que haya japoneses en Japón, idiota. ¿Y... Nueva Zelanda? Está relativamente cerca.
— Tu concepto de ''cerca'' difiere bastante de la realidad.
— Y... ¿si vamos a Jeju?
— ¿Qué clase de pareja se queda en su puñetero país en la luna de miel?
Me reincorporé, gritando por culpa de la frustración y pataleando como una niña pequeña enrabietada. — ¡Yoongi! ¡Deja de poner pegas y dime a dónde narices quieres ir de luna de miel!
— No lo sé, te estoy dejando elegir a ti.
— ¡Pero si no haces más que...!
Selló mis labios con su índice, mandándome callar. — Tú eliges. — repitió, serio. Retiró su dedo de mi boca con lentitud, como si no se fiara de mí. — Y no grites más.
— Vale. Quiero ir a Tailandia.
— ¿Quieres ir a Tailandia para que te coma un lagarto gigante de siete metros que tiene baba viscosa y corrosiva mientras duermes? — me preguntó, exagerando bastante. — Porque yo no.
— ¡Pero si es súper romántico!
— ¿Los lagartos son románticos? ¿Desde cuándo los lagartos son románticos?
— Tailandia, quiero decir.
— Y la de bichos, serpientes, ratas y animales desconocidos que me pueden atacar, ¿qué?
— Yoongi, no dramatices tanto las cosas. ¡No vamos a ir a dormir a la selva ni nada de eso! Mira. — le arrebaté el portátil de las manos, levantándolo de su regazo. Me pegué a él, coloqué el ordenador sobre mis piernas, ignoré el hecho de que Yoongi estaba buscando lugares para celebrar un banquete y abrí una nueva pestaña en el navegador. — He encontrado este hotel en una revista de viajes. No hay lagartos que te devoren ni escarabajos de medio metro.
ㅡ ¿Y si nos vamos a Noruega?
ㅡ Dijiste que era yo quien elegía...
ㅡ Sólo es una sugerencia. Una sugerencia forzosa. ㅡ añadió.
ㅡ Es caro, no me gusta mucho el salmón, hace frío...
ㅡ Pues para algo llevas en la maleta ropa de abrigo, Hyesun.
ㅡ Pensé que ibas a decir "yo te puedo dar calor" o algo por el estilo. ㅡ refunfuñé, algo decepcionada. Hice un puchero y volví a teclear como si no hubiera dicho nada.
ㅡ Eso es sólo por las noches...
ㅡ ¿Eh?
Se aclaró la garganta y adoptó esa actitud de chico despreocupado al que le importaba una mierda la vida. Señaló con desgana el teléfono de la mesilla. Solía hacer eso cuando se avergonzaba de decir o hacer algo, y fingía que no había sucedido nada.
ㅡ Llama al servicio de habitaciones. Que traigan la cena y una botella de vino.
ㅡ ¿Vino? ¿Para qué quieres vino?
ㅡ Para pintar las paredes, no te jode.
ㅡ Sigo sin imaginarme la vida contigo después de setenta años. Qué horror.
ㅡ Me amas con locura y lo sé desde que me pediste matrimonio.
ㅡ ¡Deberías haberlo hecho tú!
ㅡ ¿Cómo en las películas? Demasiado cliché.
Intenté darle un nuevo golpe en las costillas, pero agarró mi mano y le dio un buen mordisco. Me quejé, aunque terminé riéndome porque me resultó una acción bastante infantil. Decidí seguir con el juego. Cogí una de las almohadas de la cama y pegué a Yoongi con ella. Retiré el ordenador portátil con rapidez antes de que Yoongi alcanzara mi tobillo y tirara de él para obligarme a quedarme tumbada en la cama. Después del tirón, Yoongi se colocó encima de mí, hincando las rodillas a la altura de mi cadera, apretó y juntó mis mejillas con una sola mano y movió mi cara de un lado a otro.
ㅡ ¿Cenamos luego, quejica?
Intenté negar, pero no pude. Él, de todas formas, se lo tomó como un sí. Dejó de apretar mis mejillas, pero no retiró la mano. Yoongi se inclinó hacia mí con una sonrisa radiante para darme un beso dulce en los labios. Noté el toce de sus dientes cuando me besó porque aún sonreía.
ㅡ ¿Por qué nunca me dices lo mucho que me quieres?
Se rió, volvió a inclinarse y rozó con su pulgar mis labios. ㅡ Porque ya sabes que lo hago, y prefiero ahorrar saliva para otras cosas.
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