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Capítulo 1

Jimin tenía un hermano el cual se encontraba casado, al igual que él, sin embargo ese sí era una matrimonio real.

A veces Jimin iba a la casa de su hermano, Namjoon, para pasar el rato. Sobre todo, cuando se daba cuenta que sus amigos en realidad no eran muchos, que su marido no era su confidente y que la persona que más ama es a su hermano; siempre que quería hablar de lo que fuera, recurría a él.

A veces llegaba un poco antes de que su hermano llegará del trabajo y podía ver como Jin, el esposo de su hermano, cocinaba la cena para todos. Siempre tan feliz simplemente haciendo algo tan común y tan cotidiano como preparar la comida, pero parecía realmente disfrutarlo. Jin siempre ponía música, bailaba y cantaba mientras cortaba las verduras o movía la comida que encontraba en la estufa, la casa empezaba a llenarse de olores encantadores y Jimin se preguntaba si él podría algún día expresar esa felicidad que irradiaba Jin cuando cocinaba, cuando saludaba a Namjoon al llegar éste del trabajo o cuando se sentaban todos en una pequeña mesa y comían mientras hablaban de sus días. Jimin no lo entendía, no entendía si aquello lo haría feliz, sonaba tan poco ambicioso.

Un día, en una de sus habituales visitas, Namjoon ya estaba en la casa al contrario de la mayoría de las veces, de he hecho, él mismo le abrió la puerta. Cuando pudo entrar inmediatamente se dio cuenta que algo andaba raro, los olores a comida no estaban inundando la casa, Jin no estaba cocinando o cantando. Todo estaba silencioso. 

—Adelante Jimin, Jin se encuentra en la sala. Tenemos una importante noticia y queremos que seas uno de los primeros en saberlo, te daré una pista... Estoy muy emocionado—había dicho Namjoon con una gran sonrisa que parecía no reflejar toda la euforia que estaba sintiendo.

Jimin caminó hacia la sala donde Jin se encontraba sentado en el sillón más largo de toda la estancia. A simple vista Jimin no lo vio tan entusiasmado como lo estaba su hermano, pero al reparar en los ojos de Jin pudo notar un brillo diferente al que usualmente tenía, Jimin podría decir que tenían un brillo más intenso.

Ambos hermanos se sentaron, Namjoon al lado de Jin y Jimin en frente de ellos. 

Namjoon fue el primero en hablar, le dijo que Jin llevaba unos días sintiéndose un poco decaído lo cual claramente Jimin sabía que era algo muy inusual en el esposo de su hermano pero que al fin de cuentas no pensaron que fuera grave, sin embargo, al llevar varios días de la misma forma y junto a que en algunas ocasiones Jin tuvo que pararse corriendo de la cama en las mañanas para correr al baño a vomitar generaron que la pareja decidiera ir al médico. 

Jimin captó inmediatamente la noticia que estaba a punto de recibir, aquella que tenía tan emocionado a su hermano. No fue difícil deducirlo y es que es muy común que una pareja casada y feliz empiece con la idea de hacer crecer su familia.

Y justo en ese momento Namjoon tomó la mano de su pareja para decirle lo que Jimin ya sabía.

Iban a ser padres 

La pareja estaba sumamente emocionada y Jimin lo estaba también, pero eso no evitó que una pregunta llegará a su cabeza.

¿Él podría ser igual de feliz con la noticia de ser padre?¿Se emocionaría de la misma manera?

En algún momento lo pensó, sopeso la idea de tener hijos pero en esa ocasión el pensamiento llegó tan rápido como se fue, su conclusión fue que no era algo que lo pudiera hacer especialmente feliz, no estaba en sus planes ni en sus metas, al contrario, desde su perspectiva podría entorpecer su proceso para lograrlas porque definitivamente era demasiada responsabilidad con la que no quería lidiar. Como casarse irónicamente. Pero si a su hermano le hacía feliz, él también lo estaría.

Los meses pasaron y se dio cuenta que esa interrogante no se fue tan rápido como la vez anterior y lo justificaba al hecho de que vio todo el proceso de Jin. Un proceso que lucía doloroso y complicado pero no podía negar que Jin se veía incluso más bello cada día que pasaba. 

Jimin tuvo la oportunidad de estar presente cuando Namjoon vio por primera vez a su hija, cuando la mirada de padre e hija cruzaron por primera vez. Jimin nunca espero que los ojos del recién convertido en padre se cristalizarían, pocas veces había visto a su hermano tan conmovido. Muchas lágrimas de felicidad se derramaron ese día por parte de ambos padres. 

Jimin no pudo evitar imaginarse representando esas escenas más aún cuando tomó por primera vez en sus brazos a su pequeña sobrinita; se imaginó a sí mismo tomando a otro pequeño bebé que no fuera de nadie más, un bebé que lo mirará con la mirada cargada de hermoso amor inocente, esa misma mirada que le daba la bebé a sus padres a pesar de no tener mucho tiempo conociéndose.

Y cuando regresaba a su departamento, visualmente encantador al igual que notablemente caro, pero sin esa calidez que emana un verdadero hogar, se sentía frio y completamente solo, tanto que no pudo consolar el sueño por algunas noches, hasta que decidió recurrir a lo único que se le ocurrió que podría hacer y obviamente, aprovechando que nadie notaría extraño que visitará aquellos lugares.  

Fingía que solo eran obras de caridad para mejorar esos lugares que albergaban a muchos niños de diferentes edades, aunque Jimin sabía que la verdadera caridad era de parte de los pequeños hacia él, quiénes lo veían con cariño únicamente porque los iba a ver de vez en cuando con regalitos. El inconveniente era que en cuanto salía de aquellos lugares, así como en cuanto dejaba a su pequeña sobrina con sus padres, el encantó terminaba, se volvía a sentir igual de solo.

Parecía que tantas metas cumplidas no estaban llenando esa parte de su vida que hasta apenas se daba cuenta había dejado completamente de lado, pero ninguna persona puede ser tan fuerte y tan dura para no doblegarse por lo menos una vez ante el deseo de ser amado.

—Buen día señor Jimin, recibirlo siempre es un placer— decía la encargada del orfanato que frecuentaba más debido a que era el más próximo a su trabajo y por lo tanto el más conveniente para él.

—Buen día señora Choi— Jimin sabía que sus visitas siempre eran bien recibidas por las aportaciones económicas, aunque le gustaría más que lo fueran por ser una persona amable, sabía que no podía pedir mucho.

—¿Quisiera ver a los niños?, usted sabe que ellos les encanta jugar y estoy segura que les encantaría que los saludara—Jimin estaba a punto de aceptar la petición de la mujer cuando unos gritos y llantos sumamente fuertes se empezaron a escuchar, hasta parecía que ese pequeño estaba tratando de llamar la atención de las personas a propósito.

—Disculpe el ruido, hace un par de días ha llegado un pequeño de dos años, es muy enérgico pero encantador al mismo tiempo, quizá usted no lo sepa porque no tiene hijos pero cada vez que llega un pequeño el sentimiento es triste. Los niños deberían tener a personas que los amen y los cuiden, cada niño debería tener alguien que vea por ellos, necesitan familia y por mejor que sea el orfanato, un niño criado aquí nunca es lo ideal— a Jimin le molestó que la señora pudiera afirmar que por el hecho de no tener hijos él no podría empatizar con la situación. Es verdad Jimin no tenía hijos, pero no por ello, ver a los niños en los orfanatos le era algo indiferente.

—Me gustaría, si no es mucha molestia... que me llevará hacia ese pequeño, creo que él quiere ser la estrella el día de hoy —no estaba tan seguro si fue lo mejor, de hecho, no lo pensó mucho; él solo tenía el deseo de ir con aquel pequeño, tenía una gran curiosidad por conocerlo.

La señora lo guio por algunos pasillos, pero la verdad no supo exactamente como llego ahí. Estaban en el marco de la entrada de una habitación medianamente grande pintada completamente de lo que en algún momento fue un color completamente blanco. 

El pequeño no se alcanzaba a ver desde ahí, pero Jimin ya estaba más nervioso que hace rato, algo sumamente extraño.

—Señor Jimin, los niños no muerden acérquese por favor—La cuidadora se acercó a un tapete que se encontraba enfrente de una cuna, la cual seguramente llevaba años ahí junto con varias más que estaban en la misma habitación; arriba se encontraba una pequeña ventana y regados por todo el cuarto había varios juguetes. A pasos pequeños Jimin se fue acercando poco a poco hasta que pudo ver bien a el pequeño.

La piel del bebé se encontraba un poco rojiza por el llanto, sus mejillas gorditas pero empapadas por las lágrimas derramadas, su cabello azabache, negro profundo y con unos ojos enormes pero completamente cristalizados.

El pequeño que se encontraba sentado en el tapete, al escuchar los pasos de Jimin, giró su cabecita buscando de dónde provenía el ruido. Cuando sus ojos se cruzaron ambos se quedaron completamente en silencio, Jimin veía tristeza en la mirada del bebé... Encontró esa misma soledad que él sentía en su departamento...  ¿Si estaban los dos juntos podrían acabar con aquella soledad no?

—Jungkook, ¿verdad que el señor Jimin es muy hermoso? —la cuidadora se encontraba tomando en brazos al pequeño que había dejado de llorar al ver a Jimin, aunque una vez fue alzado, el niño estiró sus cortos bracitos hacía esa persona que llegó a callar su llanto. Jimin obviamente no se negó, aunque tardó en reaccionar, y lo tomó delicadamente de los brazos de la mujer. El pequeño completamente tranquilo acercó su cabeza al pecho de la persona que lo cargaba tan amorosamente y decidió que era el mejor momento para poder dormir. La seguridad que esos brazos le daban le permitían sentirse completamente relajado y en paz.

Poco a poco, mientras Jimin lo iba arrullando, el pequeño fue cerrando sus ojos.

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