v e i n t i t r e s (ii)
Siempre decían que a la tercera iba a la vencida, pero en caso de Yoongi y el teléfono, era a la quinceava. Habíamos buscado por la mayoría de las calles por las que Suga y su pandilla de estúpidos amigos -mi hermano incluido- solían estar, y justo cuando yo ya me había dado por vencida, cerca de las tres de la mañana, Suga llamó desde un número desconocido.
Jungkook se encargó de responder a la llamada, principalmente porque yo estaba sentada en el bordillo de la acera, derramando lágrimas que caían al asfalto de la carretera. No supe si eran lágrimas de rabia o de qué, pero el caso es que estaba llorando sin consuelo mientras escuchaba a mi hermano hablar a gritos con el peliverde. Al final, me harté y arrebaté el teléfono de las manos a Jungkook.
— ¡Yoongi!
— ¿¡Por qué me gritas!? - Sonaba irritado, pero hablaba despacio. De fondo, un silencio absoluto, únicamente interrumpido por los gritos roncos de Suga. Aunque no esperaba que me chillara, suspiré aliviada al escucharle al otro lado de la línea de teléfono. — Dile... Dile a la rata que se ponga...
— Estás como una puta cuba.
— Sí, sí... - Hizo una pausa. Resopló. Le pude imaginar hacerlo, con la mirada perdida más allá de la punta de sus botas, sujetándose la frente con la mano que le quedaba libre porque estaba tan borracho que no podía ni mantener la cabeza recta. — Oye... Te necesito...
— ¿Qu-qué?
— Ven.
— Yoongi, me estás asustando. — Escuché a algunos hombres hablar de fondo. — ¿Dónde estás...?
Suga dijo algo entre dientes que no logré escuchar. Después de escuchar un grito de frustración muy suyo, colgó. Sin responder a mi pregunta, sin decir adiós, dejándome con el teléfono pegado a la oreja y con ganas de hacer explotar cualquier cosa que estuviera en mi campo de visión. Me quedé mirando la el teléfono con los ojos entrecerrados, fijándome bien en el número que se veía en pantalla. Claramente, no era el de Yoongi. Sin pensármelo dos veces, devolví la llamada al número, con la esperanza de que Suga volviera a responder. Tenía que encontrarle. Estaba muy preocupada por él. No tenía ni idea de qué narices estaba pasando; lo único que sabía es que Yoongi estaba por ahí, borracho, metido en algún lío del que no iba a salir solo.
Alguien descolgó después de un par de pitidos.
— Comisaría de policía.
Abrí la boca, sorprendida. Jungkook me miró cual ardilla asustada. — ¿Comisaría?
— Sí, sí. Está hablando con la comisaría de policía.
Me quedé callada, intentando procesar la información e intentando buscar una hipótesis que me sirviera como explicación al hecho de que Yoongi estaba en una comisaría. Obviamente, algo había tenido que ocurrirle. Una pelea, un cacheo que le había delatado... Vete tú a saber qué. El hombre que hablaba conmigo, que parecía de mediana edad, se aclaró la garganta y me pidió de mala gana que dijera algo si no quería que colgara. Reaccioné después de que Jungkook me preguntara qué narices estaba haciendo.
— Ah, lo-lo siento. He tenido un lapsus.— solté.
— ¿Qué quiere?
— Ha-hay un chico en comisaría...
— Bueno, ¿es usted algún familiar? ¿Va a pagar la fianza de alguno? Porque aquí hay varios.
— Tiene el pelo verde.
— Señorita, yo sólo veo aquí a un tipo con pelo azul, que si es algún familiar suyo o amigo, le interesaría saber que está detenido por participar en una reyerta y por tenencia de drogas.
Abrí los ojos tanto que casi se me salieron de las órbitas. Noté como la ira empezaba a aumentar dentro de mí como crece un pastel en el horno. Resoplé y me froté el puente de la nariz. Jungkook, preocupado, se acercó a mí y pegó su cabeza contra la mía, intentando escuchar algo de lo que decía el policía, el comisario o simplemente el hombre que me había informado de que Yoongi estaba detenido.
— ¿Qué ocurre? — preguntó en un susurro mi hermano. Le hice una seña para que se callara.
— ¿Y podemos sacar a mi amigo de ahí? — Pregunté yo al hombre.
— En cuanto pague la fianza, podrá irse.
*****
Jungkook y yo nos presentamos en comisaría respaldados por Namjoon, porque era el único que podía dar su carné e identificarse como adulto y el único que tenía pinta de tener pocos amigos a pesar de su pelo rosa, que escondió debajo de una gorra. Además, tenía experiencia con todo tipo de temas legislativos que tuvieran que ver con cárceles, policías y demás, así que nos fue útil. En cuanto al dinero de la fianza, fui yo quien lo ofrecí, íntegro. Aunque realmente, no era mío. Era el dinero que robé antes de irme de casa. Casi desde la puerta se podían ver las celdas. Sólo había dos. En una de ellas, había cuatro tíos babosos que me incomodaban tanto que tuve que esconderme detrás de mi hermano; y en la otra, estaba Yoongi, solo, esposado, sentado sin tener la espalda recta y casi medio dormido.
Un hombre mayor hizo que Namjoon firmara unos papeles. Después, el mismo hombre se acercó a las celdas y gritó el nombre de Min Yoongi. De inmediato, los otros tíos que estaban en la celda de al lado, se pusieron a hacer ruidos absurdos como si quisieran burlarse de Suga y a repetir su nombre con voz de retrasados mentales hasta que el hombre les mandó callar dando un golpe sonoro sobre los barrotes. Yoongi arrastró los pies hasta el hombre, que le quitó las esposas, estiró los brazos y caminó hacia nosotros con una sonrisa radiante. Dedicó a los tipos de la otra celda su dedo corazón, en todo su esplendor, causando que volvieran a insultarle.
Tropezó un par de pasos antes de que llegara a mi lado. Fui lo suficientemente rápida para coger a Yoongi en brazos. Él me rodeó con los suyos y se quedó pegado a mí, con la cabe apoyada en mi pecho, mientras los detenidos me gritaban que yo era una puta y demás tonterías absurdas que no me hirieron ni lo más mínimo. Aun así, Jungkook me defendió soltándoles un par de insultos y ganándose una reprimenda del policía.
Salí de comisaría con Yoongi abrazado a mi cintura con fuerza. Me impedía caminar, y además estaba cabreadísima con él, así que le empujé para que me dejara en paz. Me miró, entre enfadado y herido, con los ojos entornados y los puños apretados. Hablé antes de que él protestara.
— He pagado tu fianza. Estás borracho, así que vete a casa. — sentencié.
Yoongi dio un traspié al intentar acercarse a mí. Extendió la mano para que se la diese. —Hyesun, ven.
—Namjoon, llévatelo a casa...
— Hyesun, ¿no querías hablar conmigo?
— Ya hablaremos mañana, que ahora estás fatal.
— Eso, ya hablaréis mañana. — Intentó atajar Jungkook, que me agarró del brazo y tiró de mí para que me fuera.
— No... no, no. - Yoongi negó con la cabeza lo más enérgicamente que pudo. — Hyesun se viene conmigo, y punto.
De nuevo, mi hermano tiraba de mí por un brazo y Yoongi de otro. Me había agarrado de la muñeca y trataba de empujarme hacia él, para que fuera a su lado, pero Jungkook, claramente, tenía más fuerza. Suga empezó a irritarse en cuestión de segundos. Me soltó y empezó a insultar a mi hermano, a intentar pegarle sin resultado -siempre acababa dando patadas al aire- , a balbucear cosas ininteligibles y a gritar "Jeon Hyesun se viene conmigo porque es mía y punto, y punto y punto." Namjoon trató de intervenir varias veces, pero cosa o persona que tocaba, cosa o persona que rompía. Tuve que gritar al final cuando Yoongi se deshacía de su bota para tirársela a mi hermano a la cabeza. Todo se quedó en silencio.
Entonces me fijé en que Yoongi tenía las manos destrozadas.
Y lo único que pude hacer fue acudir a él a pesar de que me había propuesto a mí misma que no iba a hablarle hasta que me diera las explicaciones suficientes. Cogí sus manos con delicadeza y examiné sus nudillos, que estaban casi en carne viva. Las heridas me parecieron motivo suficiente para acompañar a un Yoongi borrachísimo a su apartamento, no sin antes decirle a mi madre que iba a tener que acompañar a mi amigo al hospital y que por eso no iba a volver hasta la mañana siguiente. Jungkook se marchó resignado y harto -cabreado también- después de que Suga le llamara rata sucia cada vez que abría la boca.
Llegué al apartamento con Yoongi apoyado en mis hombros, a punto de caer de lleno en el mundo de Morfeo. Vamos, que le quedaba poco para roncar o para dormir como un bebé de dos meses. Nada más entrar por la puerta, se cayó al suelo y se quedó dormido con la cabeza apoyada en la pared.
— No tiene remedio... — suspiré.
Al final, Namjoon tuvo que arrastrarlo de la forma más literal posible. Le cogió de los tobillos y le llevó por todo el pasillo hasta el baño, donde le dejó tirado en el suelo. Con la excusa de que él era muy patoso, Namjoon me dejó a solas en el baño con un Yoongi espatarraado que dormía profundamente. Le desperté dándole un par de golpes suaves en el hombro. No surgió efecto, así que tuve que darle una bofetada. Se despertó dando un grito.
— Joder, te habrás quedado a gusto, ¿no?
Me encogí de hombros. — La verdad es que sí. Venga, dame tu mano, voy a curarte esa herida. Voy a necesitar agua oxigenada o alcohol...Gasas...
— ¿Cerveza, tequila, vodka o...?
— Para desinfectarlo, tonto.
— Yo quiero un chupito.
— No voy a darte un chupito porque...
Tapó mi boca con una de sus manos. Con la otra, hizo una seña. — Cállate, y tráeme un chupito.
Con sólo agitar la cabeza, Yoongi ya retiró su mano. No tenía apenas fuerza porque estaba borracho, así que apenas tuve que forcejear para coger sus manos después de buscar algo de desinfectante para heridas por el baño. Tenían un botiquín completísimo que tenía hasta un bisturí y puntos de sutura. Supuse que sus emergencias eran de las más extremas. Suga se reincorporó lo suficiente para quedarse sentado con la cabeza apoyada contra el borde de la bañera. Se estaba quedando dormido por momentos. Me reí, no supe si porque me parecía ridículo o porque me parecía adorable a la par que impresionante. Vendé sus manos con cuidado, le quité la chaqueta, miré sus brazos por si acaso tenía más heridas y le quité las botas. Me quedé mirándole dormir un buen rato, hasta que se me ocurrió levantarle la camiseta porque vi una mancha oscura en ella.
Tragué saliva por dos razones: la primera, la cantidad de sangre que había por culpa de una herida abierta; la segunda, sus abdominales. Quién iba a pensar que alguien con un rostro tan angelical iba a tener unos abdominales así de definidos. Empecé a sudar tanto que tuve que recogerme el pelo en una coleta.
Yoongi se despertó de nuevo en cuanto toqué la herida. Volvió a apoyar la cabeza en la bañera e hizo ademán de curarse él mismo el navajazo, cuchillazo o lo que fuera, pero al final soltó un suspiro y me dijo que lo hiciera yo.
Cada dos segundos le preguntaba si estaba bien. La herida no sangraba mucho, ni era muy grande, así que fui capaz de parar la hemorragia bastante rápido. Yoongi empezó a soltar alaridos cuando empecé a desinfectar el corte. Le miraba cada milésima de segundo a punto de llorar por verle sufrir y a punto de tirar la toalla. Él mismo acabó vendándose la herida después de que yo empezara a paniquear. Y eso que estaba borracho. Cada vez me impresionaba más.
— ¿Y mi chupito?
— No hay chupito, Yoongi. Sigues borracho.
— Porque tú lo digas. — gruñó.
Apoyó las manos en el suelo, hizo fuerza e intentó levantarse fallidamente. Él cayó hacia atrás y yo caí con él por intentar agarrarle y evitar el golpe. Los dos acabamos en la bañera vacía, tumbados, el uno encima del otro, en una posición que a mí me pareció terriblemente incómoda, pero que a Yoongi le pareció lo mejor del mundo. Rodeó mis hombros con sus brazos y me abrazó. Apoyó su barbilla en mi cabeza.
— Yoongi, me estás haciendo daño...
— Cállate, vamos a dormir aquí.
—¿Vamos...? Pero... ¿Y tu herida?¿No deberías ir a un hospital?
— Shh, shhh.
— Pero que así me duele la espalda... ¿De verdad nos vamos a quedar así?
Me apretó todavía más contra él para que no hablara. Y ahí me quedé, bueno, nos quedamos, durmiendo abrazados en una bañera vacía, uno más ebrio que el otro.
Me quedé con ganas de decirle lo mucho que le odiaba por lo mucho que me había hecho preocuparme o lo muy que había pagado para lo mucho que yo le quería. Había llegado a la conclusión de que, si hacía falta, yo era capaz de dar millones por él.
Después de pensar durante un buen rato si despertarle o no, le agité suavemente y le pregunté:
— ¿Cuánto darías por mí, Yoongi?
Se rió. — No tienes precio.
— ¿Y por qué te ríes?
— Porque ya deberías saberlo.
— ¿Sabes que...?
— Duérmete, pesada de mierda.
Y volvió a apretarme.
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Es supertarde, tengo sueño y seguramente haya muuuuchas faltas de ortografía, así que perdonadme...
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OS VIGILO
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