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t r e i n t a y c i n c o

- Lo siento, estoy durmiendo.

- Venga, no me jodas.

- Jeon Hyesun duerme. Sus disculpas.

- ¡No cuelgues...!

Pulsé el botón rojo, miré cómo en la pantalla salía un mensaje que indicaba que la llamada había finalizado y sonreí de forma socarrona y jocosa. Dejé el teléfono al lado de uno de los ramos de flores que decoraban la mesilla de noche que estaba al lado de la cama de hospital de Hoseok, que me miraba con los ojos abiertos, sorprendido. Yo me encogí de hombros, como si quisiera excusar mi comportamiento. Hasta a mí me pareció rudo rechazar la tercera llamada de Yoongi.

- ¿Y si era algo importante? - preguntó Hoseok.

- Bah, sólo quería disculparse por veinteava vez.

El moreno se rió. - ¿Ya van veinte?

- Seis realmente. - dije, riéndome también, algo avergonzada. Quizá sí me estaba pasando con el pobre Yoongi, que en cada llamada, iba perdiendo poco a poco la paciencia. - Quiero saber cuál es el máximo de veces que puede pedirme perdón.

- ¿No crees que ya es demasiado? Es raro que aún no le haya explotado la cabeza. - Comentó Hoseok, alzando las cejas. - Si yo fuera tú, Suga estaría más que perdonado.

- Ya, pero tú no eres yo, así que le perdonaré cuando crea que debo perdonarle.

- ¿Tres ramos de flores no son suficientes?

- Las flores son lo de menos. Sólo quiero que deje de ser un idiota. Además, ¡sólo me llama por teléfono! ¡Debería decírmelo a la cara!

- Vale, vale, comprendo. Lo que quieres es fo... -Le fulminé con la mirada. Hoseok se calló antes de que me levantara y tirara despacio de la vía de suero que aún estaba conectada a la vena principal de su mano izquierda. Me sonrió. - Lo que quieres es felicidad, ¿no? Felicidad, eso. - Hizo un puchero. - Hye, no me mires así. Pareces Yoongi. Digo, parece que me vas a ahogar con el cable del teléfono.

Suspiré. - Creo que hoy me llevaré las flores.

- ¿¡En serio!? Woah, eso significa algo. ¿Vais a volver?

- Ay, Hobi. Cuándo aprenderás a cerrar la bocaza...

- Entonces, ¿no volvéis? A lo mejor lo arreglais con un polvo.

Solté una carcajada irónica que seguramente a Hoseok le recordó a una de esas risotadas tan comunes de Yoongi. Todo el mundo -menos mi hermano, mi protector número uno- insistía en que yo había cambiado. Siempre había tenido bastante carácter, pero era cierto que después de estar con Yoongi había empezado a ser más burlona, cínica y fría. Más parecida a él.

Me levanté de la butaca donde estaba sentada después de mirar el reloj de mi muñeca.

- Jimin vendrá ahora. Creo que debería ir yéndome, no quiero que me coma la cabeza diciendo que Suga no se qué, Suga no sé cual, Suga blah, blah.

Hoseok fingió llorar. Hizo como si la yema de su índice fuera una lágrima que corría por su mejilla. Me acerqué a él y le di unas palmaditas en lo alto de la cabeza a modo de despedida y ánimo.

- Jo, Hye, hasta mañana.

- Hasta mañana. - canturreé, recogiendo los ramos de flores que Yoongi había dejado para mí.

Me costó bastante llevar las flores entre los brazos. Intenté llevarlas con cuidado, pero alguna margarita se aplastó cuando cerré la puerta corredera de la habitación. Ahogué un grito. De verdad me gustaban aquellas flores, y en el fondo, me parecía un acto admirable. Suga no parecía el típico chico capaz de gastarse una millonada en flores, y ahí estaba, regalándome ramos y ramos sólo porque me quería, por mucho que le costara decirlo.

Salí del hospital siendo el punto al que enfermeras, celadores, enfermos y paseantes miraban con curiosidad. Los colores vivos de las flores debía de captar la atención de la gente, no sólo la del hospital, también la de la gente de la calle. Por eso, decidí tomar un atajo para llegar antes a casa. Tenía hambre, así que quería cenar algo antes de que Jungkook llegara y se zampara toda mi cena con la excusa de que ''aún era pequeño y tenía que comer para crecer''.

Caminaba a paso bastante rápido cuando escuché repetidas veces mi nombre. Cuando lo oí más cerca, me giré sobre mis talones y me topé con la única persona de cabello verde, piel blanca como el azúcar refinado, expresión de odiar al mundo perenne y pantalones con las rodilleras rotas.

- Coño, espérame. - Bufó. No parecía muy contento. - Llevo gritándote desde la esquina.

- No te he oído. ¡Voy con prisa! - Solté con voz cantarina, tratando de evitarle y de huir lo más rápido posible.

Suga no parecía estar de muy buen humor. Sabía que yo la estaba cagando. Yoongi no era exactamente el hombre con más paciencia del mundo, y algo me decía que ya la tenía más que agotada. Empecé a caminar, riñéndome a mí misma por ser tan estúpida y acelerando el paso para que no me alcanzara. Llevaba días diciendo que quería verme cara a cara con él, y cuando aparecía, yo ponía pies en polvorosa. Sí, Yoongi tenía cara de niño, pero imponía igual o más que alguien de dos metros con una navaja en la mano.

Pensé que no iba a correr detrás de mí. Me equivocaba. Dio un par de zancadas largas, me agarró de la muñeca y tiró de mí, obligándome a girar.

- Hyesun.

- ¿Qu-qué?

- ¿Estás contenta ya? - preguntó, enarcando las cejas. Yo agité la cabeza.

- No sé de qué me hablas...

- ¿Vas a dejar de una puta vez el jueguecito o voy a tener que empezar a utilizar métodos menos ortodoxos?

Tragué saliva y giré la cabeza para no mirarle a los ojos. Los nervios me hicieron reír. - ¿Qu-qué juego? S-si yo no sé nada...

- Si pensabas que voy a arrastrarme como un jodido perro, te equivocas.

- No quiero que te arrastres. - Respondí rápidamente.

- ¿Ves? Siempre te delatas a ti misma. - comentó, con un tono de voz algo más dulce. Hasta le pude ver sonreír por el rabillo del ojo. - Te he regalado flores, te he dicho lo que siento, ¿qué más quieres? ¿Que te construya un puto palacio?

- Bueno, que me trataras como una princesa no estaría mal...

- Qué gilipollez más enorme. - Soltó, entre risas.

Mi mano empezaba a entumecerse. Yoongi me agarraba tan fuerte de la muñeca que la circulación de mi sangre empezaba a cortarse. - Yoongi, suéltame. Me haces daño.

Sólo aflojó un poco el agarre. - No te dejaré marchar hasta que me digas que volvemos a estar juntos.

- Pero...

- Dilo.

- ¡Yoongi, no quiero! - exclamé. Él me soltó. Entornó los ojos, me miró sombríamente, como si quisiera darme una bofetada, resopló y se echó las manos a la cabeza. Yo sujeté las flores entre los brazos, protegiéndolas como si fueran mis hijas. - O sea, yo...

- Vale, está bien. Está bien. - repitió, con una sonrisa que denotaba lo angustiado que estaba. Yoongi perdía los nervios casi al mismo tiempo que yo. - Tú ganas.

- No, no... Oye.

- De nada por las flores, todo ha sido muy bonito, espero que sigamos siendo amigos, gracias.

Se despidió de mí con la mano. Me miró, agachó la cabeza y luego se dio la vuelta. Fui yo quien le agarré de la muñeca, con urgencia, también intentando que se detuviera. Hinqué bien los pies en el suelo para que Yoongi no me arrastrara con él dado que tiró varias veces de mí para intentar zafarse. Le escuché suspirar. Después de unos segundos de sobresalto, yo reaccioné.

- No, no, no... Yoongi, no te vayas. No... no había acabado de hablar.

- Me doy por vencido contigo. Sí, te mereces a alguien mejor y todas esas mierdas. - Dijo, sin apenas sentimiento en la voz. Sonó tan frío y robótico que llegó a asustarme.

- Yo-yoongi, ¿tan rápido?

Se giró. - ¿Tan rápido qué? Lo he intentado. Durante días.

- Tampoco te lo he puesto tan difícil, vamos... - Señalé con la barbilla sus flores, todavía en mis brazos. - Mira. Las he recogido al final Me daba pena dejarlas... Y la verdad, me daría pena dejarlo contigo. Sólo necesitaba un tiempo... Lo suficiente para que me convenzas de que sí mereces la pena.

Hizo una mueca. - Fantástico. No te lo he demostrado. Ya está, punto final. Un placer conocerte.

- ¿Quién está poniendo las cosas difíciles ahora? - pregunté sarcástica.

Por alguna razón, tenía ganas de llorar. Me costaba hablar con tono firme por culpa del nudo que se había formado en cuestión de segundos en mi garganta. Odiaba ver a Yoongi tan afilgido, tan roto, tan desesperado por un abrazo, y la verdad es que yo moría por besarle y por tener su pelo verde entre mis dedos, pero me mantuve lo más impasible que pude. Suspiré mirando hacia las baldosas de la acera. Solté la muñeca fina de Yoongi. Nerviosa, empecé a arañarme las yemas de mis dedos con las uñas de la misma mano, buscando, en el fondo, una mano con la que jugar mientras estaba al borde de un llanto casi histérico.

Como si hubiera escuchado mis pensamientos, Yoongi me tendió la mano. Yo se la cogí, inconscientemente, sin mirarle a los ojos.

- Deja que me lo piense un par de días más.

Silencio.

- Me gustaría haberte invitado a cenar mucho antes de que toda esta mierda pasara. - Respondió Yoongi con una risilla, sorprendiéndome. - Dos días son mucho tiempo. Cuarenta y ocho horas. Una eternidad.

La verdad es que estaba decidida a darle la segunda oportunidad que ya se merecía, pero quería esperar un poco. Quizá, la única con la cabeza llena de pájaros y la indecisa era yo, no él. Al fin y al cabo, era más mayor, lo cual conllevaba más experiencia, lo cual te hacía automáticamente más maduro. Resoplé antes de darle una respuesta a su indirecta.

- Ya, pero no estoy segura, Yoongi.

- Sigo pareciéndote un gilipollas. Guay.

- Y yo debo de seguir pareciendo la estúpida débil que siempre, siempre, siempre tiene que acabar aceptando las cosas... - Él se rió, sin humor, triste. Yo continué jugando con sus dedos. - Soy tan estúpida...

- Eso ya lo sabía.

- Me encanta que vuelvas a demostrar que tu ironía siempre está ahí. - Contesté de mala gana. - En fin...

- ¿Quieres dos días?

- Sí, sólo dos.

- Te daré dos días. Es el tiempo suficiente para ir haciéndome a la idea de que vas a acabar de romper conmigo en cuarenta y ocho horas. - Sentenció, alicaído. Me dolía que dijera aquello.

Solté su mano. - Dos días.

- O antes.

- No sé, Yoongi. Es un tiempo... orientativo. Y sigo sin estar convencida del todo. Mira el lado bueno, tienes dos días para convencerme.

- Al menos no pareces tan enfadada como el otro día. - Suspiró. Agachó la cabeza con una mueca y se volvió, dispuesto a irse. - Ya veo que las flores han hecho efecto.

Intenté sonreír, pero sólo conseguir apretar los labios en una mueca. Le di la espalda. Esperé que él también caminara en sentido contrario. No oí sus pasos, así que supuse que se había quedado quieto.

- Hyesun.- me llamó.

A lo mejor estaba mirándome con ojos brillantes, esperando a que me girara. Estaba decidida a seguir hacia delante, pero la imagen de Yoongi en mi cabeza hizo que me diera la vuelta. La última vez que me besó, estaba tan irritada que logró cabrearme. Recordé la primera vez que me regaló flores. También fue la primera vez que me besó. Y la primera que se disculpó (a su manera) conmigo. Le miré expectante. Yoongi tenía esa faceta imprevisible, espontánea, pero la había mostrado ya tantas veces que simplemente resultaba agradable, para nada inesperada.

Por eso cuando se acercó a mí, con los brazos ligeramente extendidos, supe que iba a besarme y dejé caer los ramos de flores antes de que Yoongi me rodeara por la cintura para pegarme a él. Si las flores hubieran estado de por medio, él no habría sido capaz de sentir mi pecho contra el suyo y yo no habría podido enredar mis dedos en su pelo verde.

El beso, la sensación de alivio al sentir sus labios moviéndose despacio al son de los míos, sus manos en mi cintura o vete tú a saber qué lograron convencerme al cien por cien.

Pero mi orgullo no me iba a dejar decirle allí mismo lo mucho que le quería.

Después de un par de intensos minutos, me separé de él despacio, dándole un pequeño margen de tiempo para que pegara su frente contra la mía, para que la punta de nuestras narices se rozara y para que pudiera mirarme a los ojos. Tuve que clavar la vista en el suelo para no perderme en su mirada. Le empujé suavemente hacia atrás.

- Sigo necesitando un tiempo. - Mentí antes se agacharme a recoger las flores. Algunas habían perdido pétalos.

Yoongi se relamió los labios como si necesitara que alguien como yo les sellara de nuevo. Resistí la tentación de besarle.

Le vi irse, como hacía antes, sin mediar palabra y dejándome confusa.

*****

Lo había decidido. Hasta lo había hablado con el único y máximo opositor de Yoongi, Jungkook. Iba a volver con Suga, y nadie iba a detenerme.

Habían pasado los dos días, pero no las cuarenta y ocho horas.

Yoongi se había mantenido en silencio todo el fin de semana. No había vuelto a insistir, ni a regalarme flores, ni nada. Ni siquiera dio señales de vida, perp Jimin me dijo que su amigo estaba vivito y coleando. Yo, entre ilusionada y nerviosa, contaba las horas para volver a verle. En sólo un par de días mis sentimientos por él habían vuelto, quizá más fuertes todavía.

Era un domingo por la mañana cuando decidí encaminarme al apartamento de Yoongi y Namjoon. Era bastante pronto, así que supuse que el primero aún estaría durmiendo. Mi plan consistía en despertarle, decírselo todo de golpe y quedarme abarazada a él el resto del día, viendo animes de la década de los noventa o hablando de cosas poco transcendentales.

Me sentía como una niña con zapatos nuevos que además iba a Disneyland. Lo veía todo de color rosa, con mariposas revoloteando por todas partes.

Jimin me llamó insistentemente varias veces durante el camino a casa de Yoongi. Le había dicho que iba hacia allí. A lo mejor quería desearme suerte. Contesté la llamada.

- ¡No vayas! ¡Quieta! ¡Iré a recogerte!

- ¿Qué?

- Hye, ¡no vayas a su casa! Espérame, iré a buscarte. ¡No te muevas!

- ¿Qué pasa tan de repente? Jimin, no me digas que ahora estás del lado de la ratita. ¿Estás del lado de Jungkook?

- No, no, no. Sólo estoy protegiendo vuestra relación. - se apresuró a decir. - ¿Dónde estás?

- ¿De qué hablas? - bufé. - Estoy entrando en casa de Yoongi. Ah, la puerta está abierta. ¡Hasta luego!

- ¡Hye...!

Colgué. No fui capaz de crear ninguna hipótesis de lo eufórica que estaba. Empujé la puerta de madera del apartamento, silencioso y extrañamente sombrío. Me quité los zapatos rápidamente, cerré la puerta haciendo el menor ruido posible y me encaminé, silenciosamente, a la habitación de Yoongi.

Me paré en seco.

La puerta estaba abierta de par en par. Se veía perfectamente el interior de la habitación. Mis ojos fueron a parar directamente a la cama, revuelta, con las sábanas hechas un ovillo sobre el cuerpo desnudo de una chica que no era yo.

Sólo di un par de pasos lentos para entrar a la habitación. Escudriñé cada rincón hasta que vi, en la ventana, a Yoongi. Estaba de espaldas, sin camiseta, con los codos apoyados en la ventana abierta y seguramente con un cigarro entre los labios, porque veía el humo ascender hacia el cielo. Debió de notar mi presencia. Se giró, y al verme, agachó la cabeza sabiendo perfectamente lo mucho que había metido la pata. Ni siquiera intentó acercarse a mí. Se quedó quieto, expulsando el humo del cigarrillo tranquilamente por la boca mientras yo daba pasos hacia atrás, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera la infidelidad.

Yoongi debía saber que ya me había perdido, por eso me dejó marchar dando un golpetazo a la puerta de su habitación.

Hice un agujero igual o menos profundo que la herida que se me había quedado abierta.

*********

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*vuela para irse lo antes posible*

Os kiero bai.

Mua mua mua 💕💖🙆💖💕💖💕














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