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c a t o r c e

Me crucé de brazos en un intento de abrazarme a mí misma para intentar mantener mi postura de chica ruda que acababa de irse de casa. Después de tener un buen rato la mirada perdida, la fijé en Yoongi. No me miraba, pero la sonrisa que curvaba sus labios hace un momento no había dejado ni rastro. Se hundió en la silla y miró hacia otro lado con pinta de estar molesto. Me dirigió una mirada breve antes de preguntarme si iba a responder a su pregunta.

Inesperadamente, solté una carcajada Sonora y sarcástica muy parecida a las suyas. —¿Que qué pensaba? ¿No es algo obvio? Si he preguntado, será por algo. No me gustas. Cómo iba a gustarme un tío con el pelo verde que apenas mide metro setenta y que lleva unas Dr. Martens viejas que probablemente se encontró en un contenedor. Bueno, ni siquiera son tuyas. Además, tu personalidad bipolar da algo de asco. Lo siento, pero es la verdad. ¿Cómo iba a gustarme alguien como tú?

— Vaya, estás sacando la zorra que llevas dentro. —me interrumpió. Después hizo como si no me prestara atención.

— ¿Perdona?

Volvió a reírse. —Te he rechazado y ya estás en modo de zorra a la defensiva. Pensé que no ibas a ser así.

Yoongi me ponía nerviosa. En muchos sentidos. Tenía ganas de pegarle un puñetazo en la cara porque me sacaba de quicio, pero también era capaz de que me quedara en el sitio sin hacer nada sintiendo las archiconocidas mariposas en el estómago con tan sólo mirarme. Dejé escapar un suspiro. Suga volvió a hacer como si no estuviera allí. No sé si me dolía más que me hubiera dado calabazas o que me hiciera el vacío de una manera tan descarada. Pasaron unos minutos en los que no fui capaz de mover ni un sólo dedo. Me quedé sentada hasta que Yoongi acabó su desayuno.

— Oye — dijo, sin mirarme de nuevo. Giré la cabeza para no verle.—Acabo de darme cuenta de que no tengo la cartera.

— Qué pena.

— Paga tú.

Le fulminé con la mirada. — ¿Soy tu madre acaso? ¿Tu novia?

Resopló molesto. —Te devolveré el dinero. No te cabrees. Sé que estás cabreada porque te he rechazado, pero...

—En teoría, — le corté. Levanté el índice y le señalé de manera acusadora. — tú no me has rechazado. Porque no me gustas.

— No finjas, Hyesun. Sé que te gusto.

Suga me miró de esa forma tan extraña que me paralizaba como el veneno de una serpiente. Tragué en seco, me retiré el pelo de la cara y apoyé los codos en la mesa. Intenté mantener la calma, y por segunda vez en poco tiempo, solté todo lo que quería decir ante un Yoongi atento que me miraba inexpresivo.

— ¿Y qué pasa si me gustas? No va a ser el fin del mundo. Pareces ese chico que en el fondo necesita ayuda urgente, y yo... No sé. Contigo es diferente. Es raro. Nunca he tenido sensaciones tan extrañas con otro chico, pero contigo sí. Tengo la necesidad de conocerte más porque... No sé, ¿vale? No me atraes, pero me gustas. Además tu piel es perfecta.

— Te explicas como la mierda. — Soltó después de estar un rato callado. Suspiró y hundió su mejilla en su puño. Volvió a  ponerse meditabundo, a perder la mirada más allá de la madera de la mesa. —No puedo gustarte si ni siquiera confías en mí.

— Claro que confío en ti...

Me tendió su otra mano con la palma hacia arriba, invitándome a poner mi mano sobre la suya. Dudé un momento, pero acabé posando mi mano en su sorprendentemente palma fría. Suga la retiró enseguida.

— No confías. Y no empieces con mierdas de esas del amor a primera vista, porque sabes que no existe. — Sentenció.

— Bah, de todas formas, no eres mi tipo.

— Lo parezco. —soltó con una sonrisilla que sólo me dio ganas de pegarle un puñetazo por creerse tan superior. — ¿O no?

— Me gustan los chicos altos, castaños y con los ojos grandes. Y que regalan flores porque son sensibles. —Me levanté arrastrando la silla con un ruido bastante molesto. Hinqué las manos en la mesa y miré a Yoongi mitad enfadada, mitad nerviosa. Cuando él clavó sus ojos en los míos, el enfado desapareció por completo, el nerviosismo lo sustituyó. Hice un esfuerzo enorme para intentar no tartamudear. —No quiero tu dinero, así que o llamas a alguien para que te lo pague, o te quedas a limpiar los platos.

— Venga ya.

— No pienso dar ni un céntimo por ti.

— ¿Sólo porque he dicho que no...? — empezó a reírse de esa forma tan suya. — Vamos, Hyesun.

Me acerqué a la barra sin escuchar las protestas de Yoongi. Busqué con la mirada al gerente, que reparó en mí después de que moviera la mano a modo de saludo. Era una de las pocas personas aue merecían la pena en todo Seúl. Señalé a Suga. Destacaba bastante entre la decoración marrón y gris.

— ¿Ve a ese chico de ahí? Como no tiene dinero, se quedará a lavar los platos de todo este turno.

El hombre me miró algo desconcertado. —¿Es amigo tuyo?

— Algo así, supongo. Usted puede irse, no hace falta que se quede aquí a limpiar. Que lo haga él. Yo le vigilo, no se preocupe.

*****

El turno de mañana de la cafetería acabó con un Yoongi molesto, cabreado, irritado, a punto de estallar después de lavar tantos vasos ante mi ojo avizor. Me senté en la barra y lo observé durante todo momento. Al acabar, se quitó el mandil de mala gana, lo tiró al suelo, le dio una patada, empujó la puerta trasera con tanta fuerza que casi la hizo giratoria y se marchó refunfuñando.

Yo no hice nada por detenerle. De todas formas, no le gustaba, y aunque sentía que no debía darme por vencida -quizá le llegaba a gustar si era constante-, no salí detrás de él. Le dejé irse con un suspiro. Al rato, escuché un golpetazo en la puerta trasera que me sobresaltó.

Suga apareció otra vez por la puerta, con unas flores blancas en la mano, frescas. Me miró un par de segundos y me las tendió. Al ver que no las cogía, las agitó, y como giré la cabeza hacia otro lado para no verle, me las lanzó a la cabeza. Las flores, unas margaritas blancas que curiosamente eran mis favoritas, cayeron sobre el mármol de la barra. Me volví y agité mi pelo por si algún pétalo estaba entre él, y me topé con Yoongi cerca de mí. Señaló las margaritas con la barbilla.

— Tus putas flores.

— ¿A qué señora se las has robado de la maceta?

— Cállate, ¿vale? - bufó - Sólo cógelas, da gracias y cállate.

— Por favor. - añadí. Suga chasqueó la lengua.

— Cógelas y cállate la boca. Por. Favor.

— No las quiero.

— No seas gilipollas. Vamos, cógelas ya.

— He dicho que no las quiero, y punto. No insistas, porque no las cogeré. No quiero nada que venga de un peliverde de metro setenta y cinco que lleva pantalones rotos.

Gritó frustrado. Cogió mi mano, las flores, hizo que mostrara mi palma y plantó las flores en ella. Después se giró para irse. Aproveché para bajarme de la barra, aún con las flores en mano.

— He dicho que no las quiero. Toma.

Suga no se giró del todo, pero pude ver que estaba realmente furioso. — Deja de comportarte como un bebé, estúpida. Sólo cógelas a modo de disculpa y se acabó.

Suspiré. —Yo no me estoy comportando como un bebé, los bebés...

—Cierra la boca.

— No eres quién para...

Yoongi hubiera podido matarme con la mirada, pero gracias al cielo era imposible. Me callé al instante y tragué en seco al verle tan cabreado. Por alguna razón sentí que todo había acabado de golpe y porrazo. Después de unos segundos de silencio, se acercó a mí. Aunque no era demasiado alto, seguía ganándome por siete u ocho centímetros.

— Lo siento. - Dijimos a la vez.

Yo parecí mucho más sorprendida que él, que continuó hablando: —La próxima vez te compraré unas flores mejores... Simplemente las compraré.

-—Sí, no quiero que ninguna vieja te persiga porque las has arrancado de alguna maceta. Pobre señora.

Gruñó otra vez. — No Sabes callarte, ¿eh?

— No.

—Era una pregunta retórica.

— Lo sé, por eso la he respondido.

Se acercó a mí aún más. Retrocedí un paso porque tuve la sensación de que Suga iba a cruzarme la cara de una bofetada o algo por el estilo.

— Tienes muy poca confianza en mí.

— Normal, si vienes mirándome con esa cara y encima has arrancado de cuajo unas flor...

—Eres tan... - Suga miró hacia otro lado. Se mordió el labio, como si se hubiera censurado a sí mismo y se hubiera tragado la palabra malsonante que iba a soltar. — En serio, ¿por qué no te callas?

—Porque tengo cuerdas vocales, una lengua, una boca y unos labios que me permiten hablar.

Si por él fuera, Yoongi ya me hubiera matado de una paliza. En el fondo sabía que yo le irritaba, y en el fondo me gustaba porque sabía que mi faceta molesta sacaba al Yoongi más imprevisible.

A ese Yoongi imprevisible y dulce que en vez de callarte con unas galletas te callaba con un beso suave y terriblemente cálido, inesperado.

Dejé caer las flores al suelo porque notar lo suave que era el cabello de Suga era más importante. Enredé los dedos en su pelo verde y me dejé llevar una vez más.

Cuando se separó despacio de mí minutos después sentí que las piernas me fallaban. Señaló las flores del suelo, me miró como obligándome a recogerlas y se marchó dando un portazo, dejándome sola y perdida en mis pensamientos.

Me gustaba, pero yo aún no tenía claro si yo le gustaba a él.

Y eso y que se fuera sin mediar palabra me ponía enferma.

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#byevida
Me dan los feels y tengo que parar de escribir para coger aire lol
#ladulcevidadeunaasmática(?

Os loveo

P.D: comentad a lot, demostrad vuestro amor por este Yoongi bipolar (algunos comentarios son joyas xD)

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