9
A la mañana siguiente me desperté con ganas de empezar el día, creo que son los nervios los que han hecho que me levante más temprano de lo normal.
Son las seis de la mañana y llevo dando vueltas en la cama desde hace una hora.
Genial son las seis de la mañana y hasta las doce no tengo que ir a trabajar.
Como tenía tiempo de sobra decidir darme una larga y relajante ducha, me lave despacio, saboreando el calor del agua, notaba como las gotas de agua caían sobre mí, espabilándome y a la misma vez atontándome.
Ducharse con agua caliente cuando se está recién levantado es uno de los mejores placeres de la vida, a mí me encanta, pero, lo malo es que me atonta un montón. Dejo que el agua siga cayendo encima de mi mientras me relajo y disfruto de la sensación.
Una vez he terminado de bañarme salgo del cuarto de baño envuelta en una toalla y voy directa a mi habitación, me visto y me coloco unos pantalones de chándal cómodos y una camiseta holgada con un logo desteñido. Una vez vestida recojo la toalla y la ropa interior, cuelgo la toalla para que se seque y tiro la ropa sucia a un cesto.
Cuando ya he terminado de recoger todo voy a la cocina y me preparo el desayuno, unas tostadas con mantequilla y jamón de york y una taza con Cola Cao calentito.
Me costó horrores conseguir que me dejaran pasar el bote de Cola Cao en la aduanas, pero después de mucho pelear y discutir, además de pagar un importe, conseguí traerme mi valioso tesoro de chocolate en polvo. No hay una mejor forma de empezar el día que con una taza caliente de Cola Cao, es algo que me rejuvenece.
Creo que una de las primeras cosas que le voy a pedir a mi madre que me mande, eso y algunas de mis cosas que se me olvidaron en Sevilla.
Una vez termino de desayunar recojo los trastes, los lavo, los guardas y vuelvo a al cuarto de baño para cepillarme los dientes. Una vez he terminado miro la hora en el móvil, son las nueve, toda vía es temprano.
Miro un poco la estancia y me doy cuenta de que no tengo nada que hacer, aún no he contratado el internet de la casa y no me apetece estar sentada delante de la televisión, no voy a entender ni la mitad de las cosas que digan, será mejor que aproveche el día.
Una vez más vuelvo a mi habitación y decido vestirme con la ropa con la que iré a trabajar. Acabo decantándome por una camiseta de tirante con un logo muy gracioso de un panda, unos pitillos apretados negros y unas zapatillas del mismo color. Además de esto me coloco un collar largo con el símbolo de una corchea, una pulsera de cuero trenzado que me regaló mi hermano por mi cumpleaños y un reloj en la izquierda por si necesito mirar la hora.
Una vez vestida preparo una maleta en la que meto mi cartera, una rebeca, pañuelos, una botella de agua y los auriculares. Ya con todo listo cojo mi móvil y mis llaves y les mando un mensaje a mi familia deseándoles un buen día, además aprovecho y le pido a mi madre que me mande cuanto antes un bote de Cola Cao.
Salgo de mi casa con el móvil en la mano y la mochila al hombro.
Hoy es mi primer día en Seul, así que aprovechare el tiempo e intentare descubrir un poco de la ciudad en la que voy a vivir un tiempo indefinido.
Como aún es temprano decido aprovechar el día y mirar algunos de los puestos que hay por la calle.
Mientras camino vuelve a ocurrir lo mismo que la noche de ayer en el supermercado, la gente me mira conforme paso a su lado. Supongo que es porque no están tan acostumbrados a los extranjeros, pero aun así es incómodo, siento como si sus miradas estuvieran jugándome.
Aun así, decido pasar del tema y disfrutar de mi tiempo de ocio, recorro algunos mercadillos y miro algunas de las cosas que se venden en los puestos de calle. Al final acabo decantándome por comprar unas pequeñas salchichas bañadas en salsa, la verdad, tienen muy buena pinta.
El señor que me las vende no para de sonreír mientras me da mi pedido, extrañada le devuelvo la sonrisa mientras pincho uno de estas salchichas.
- Estoy pica, estoy pica - repito una y otra vez después de haberle pegado el primer bocado a las salchichas.
Ahora entiendo porque el vendedor me sonreía, seguramente ya se esperaba esta escena, no puedo evitar dar unos pequeños saltos mientras echo el aire por la boca intentando mitigar el picor de mi lengua.
Creo que le divierte mi sufrimiento porque estoy viendo como intenta disimular una risa, no tengo tiempo de sentirme avergonzada, porque madre mía como pican las condenadas.
- ¿Podría darme un poco que agua? - le pregunto desesperada.
El señor se me queda mirando sin entender nada de lo que he dicho.
Mierda, con los nervios le he hablado en español. ¿Cómo se decía agua en coreano? Ay mierda, no me acuerdo.
- Can you give me water please? - espero que me haya entendido porque si no la llevo clara.
Por fin el señor me entiende y me sirve un pequeño vaso de agua, estoy tan agradecida que no puedo evitar soltar algunas lágrimas mientras me lo bebo del tirón.
Después de esta experiencia voy a tener mucho más cuidado a la hora de elegir que comer.
Vuelvo a revisar la hora y me doy cuenta de que me falta una hora para las doce, me despido del señor y voy tranquila rumbo a la empresa, pero cuando estoy a medio camino me doy cuenta de que me he dejado la tarjeta de acceso en casa.
- Mierda.
Con prisas salgo corriendo hacia mi piso, subo al ascensor y llego corriendo a mi piso, menos mal que ayer lo deje todo en la mesa del salón, sino ahora tendría que buscar la condenada tarjeta, una vez la tengo en la mano salgo corriendo de mi casa y sigo corriendo hasta que veo la empresa a lo lejos.
- Genial, todavía tengo tiempo - me digo a mi misma después de comprobar que todavía tengo tiempo de sobra, pero como no, el destino no quiere colaborar conmigo y un grupo de chicas locas con pancartas y demás se interpone en mi camino cuando estoy por llegar.
Todas las chicas me gritan o me dicen cosas en coreano, las cuales no entiendo, así que me dedico a sonreír nerviosa mente mientras intento sortearlas, pero, cada vez que intento dar un solo paso todas se mueven y bloquean mi camino.
Desesperada voy hacia uno de los guardias que están cerca de la empresa e intento hablar con él, pero este solo se dedica a mirarme impasible.
Mierda, ¿¡qué hago?! ¡voy a llegar tarde! Grito internamente.
Es en ese momento de estrés en el que se me enciende una bombilla, el señor Shin me dijo algo de la tarjeta de acceso y de los guardias.
En mi desesperación por no llegar tarde a cabo revisando mi mochila delante del guardia y cuando doy con la tarjeta de acceso que había metido a toda prisa en la maleta después de olvidarla no puedo evitar un grito de victoria al aire.
Como no tengo idea de cómo hablar con el hombre decido recurrir al lenguaje de gesto, señalo la tarjeta, luego me señalo a mí y por ultimo señalo la puerta del edificio. Lo sé, parezco idiota, pero en momentos desesperados, medidas desesperadas.
Todo sea por no llegar tarde en mi primer día de trabajo.
El guardia se queda un momento quieto, mientras procesa y yo mientras tanto no estoy que me tiro de los pelos, cuando por fin entiende lo que quería decirle me acompaña amablemente a la puerta del edificio. Coge mi tarjeta la pasa por un sitio, se abre la puerta y me la devuelve, por ultimo me sonríe amable y vuelve a donde estaba minutos antes
- ¡Gracias! - le grito en español muy agradecida, espera, el no entiende español - Thanks you! - grito aún más fuerte, él se voltea un poco sonrojado y con una sonrisa cohibido, me da una pequeña inclinación de cabeza y vuelve a la pose que tenía minutos antes de ayudarme.
Ya más relajada, me doy la vuelta y entro en el edificio mientras las puertas se cierran detrás de mí. Rápidamente me acerco al mostrador, en el que esta la misma chica de ayer, y le pregunto por el señor Shin.
- Espere allí - me pide mientras señala unos sofás muy cómodos que están al lado de la ventana - el señor Shin bajará en unos minutos.
Le agradecí con una pequeña inclinación de cabeza y fui hacia los sofás. A los pocos minutos el señor Shin me llamó y nos fuimos los dos hacia el segundo pido.
- ¿A dónde me lleva? - le pregunto un poco nerviosa.
- Hoy conocerá a sus alumnos - me informa el sin mirarme.
- ¿Ya? ¿tan pronto?
- ¿Hay algún problema?
- No, en absoluto. Es solo que me ha sorprendido - le aseguro con una sonrisa nerviosa.
- Acostumbre a esto señorita Alexia, aquí solemos hacer las cosas muy rápidas - me dice con una sonrisa.
Conforme más veo la sonrisa del señor Shin, más miedo me da, es como si esa sonrisa solo presagiara problemas.
- Espere aquí - me pide mientras abre la puerta de una sala vacía, el señor Shin desaparece y yo me quedo sola en el aula.
Es muy similar a mis clases en el colegio, hay una pizarra, una mesa para mí y unos pupitres, es como estar en Sevilla.
Sonrío nostálgica, tengo que admitir que, hecho un poco de menos a mis niños, ya ha estas horas le habría gritado a Adrian que se estuviera quieto y habría reprendido a Pablo por seguirle el juego a Adrian.
El sonido de mi móvil hace que salga del trance en el que me había metido.
- Pero ¿quién será a estas horas? - me pregunto mientras saco mi móvil de mi bolsillo trasero.
Es un video llamada de Ester, como no, Ester siempre ha sido una persona muy impaciente, seguro que ya quiere saber todo lo que he hecho desde que he llegado a Corea, rápidamente la cojo su llamada.
- Hola Ester - el saludo alegre mientras agito la mano delante de mi cámara.
- ¡Alex! - me grita ella, a su lado están Marco y mis padres.
- ¿Qué haces con mis padres? - le pregunto dudosa, se suponía que ella se volvía después de despedirse de mí en el aeropuerto.
- Bueno ... la cosa es que al final he decidido pillarme unos días de descanso y las cosas se han dado así.
- Hola hija, recibí tú mensaje del Cola Cao - se mete mi madre de por medio.
- Hola a ti también mama - la saludo sonriendo.
- ¿Qué pasa? ¿yo no existo? - se queja mi padre mientras Ester lo enfoca con la cámara del móvil.
- También te quiero papa - le mando un beso mientras me rio.
- ¿Y? - me pregunta Ester nerviosa.
- ¿Y? - le pregunto sin entender nada, ella suspira desesperada.
- Qué cosas has hecho desde que estas en Corea - pregunta, ruedo los ojos y me siento en una de las mesas que hay en la clase.
- Ester, te das cuenta de que ayer llegué aquí, y que lo único que hice fue ir al supermercado para comprar mi cena ¿verdad?
- Puf, ¿solo has hecho eso? - niego con la cabeza mientras me rio.
- No, hoy me he levantado muy temprano, por culpa de los nervios, así que he aprovechado un poco y he ido a hacer algo de turismo.
- ¿Y qué has visto? - me preguntan mis padres a la vez, el pobre Marco está en segundo plano mientras le sonríe a la cámara, me da pena y todo.
- Hum, bueno, más que nada he ido a ver algunos mercadillos de ropa - les digo mientras miro por una de las ventanas que da a la calle. - También he aprovechado y he comido algunas cosas de los puestos callejeros - les informo cuando recuerdo las salchichas picantes.
- ¿Y cómo estaban? - interviene por primera vez Marco.
- La verdad, picaban una barbaridad - les aseguro, mama y papa estallan en risas mientras que Ester se cubre la boca con la mano, sé que ya se están imaginando el chou que hice. - No os riais - les acuso.
- Perdón hija, pero es que ya me estoy imaginando tú cara y todo - me confiesa mi padre mientras vuelve a estallar en risas.
Finjo un enfado mientras que ellos no paran de reírse, al rato yo misma acabo uniéndome a sus risas. Seguimos así, hablando de cosas sin sentidos hasta que de repente Ester se calla de sopetón y yo escucho como cierran la puerta detrás de mí.
No apago la llamada y giro la cabeza para ver de quien se trata, pero antes de que pueda decir nada Ester empieza a gritar como una loca y yo no puedo evitar apartarme el móvil mientras cierro los ojos.
La muy hija de su madre siempre hace lo mismo.
- ¡NO PUEDE SER! - se la escucha gritando desde el altavoz.
- ¿Ester que pasa? - se escucha la voz preocupada de mi padre.
- Niña, ¿te encuentras bien? - escucho a mi madre por lo lejos.
Avergonzada les sonrió a los extraños mientras les haga una señal con la mano para que me den un segundo antes de hablar con ellos, ellos me miran descolocados y yo más roja que un tomate me vuelvo para mirar a mi amiga desde la pantalla de mi móvil.
- Ester tranquilízate, acabes de avergonzarme - le digo más roja que un tomate, por favor tierra trágame, esto no puede ser más embarazoso.
- ¡ES QUE NO PUEDE SER! - sigue gritando igual de alterada - ¡SABES QUIENES SON LAS PERSONAS QUE TIENES DETRÁS! - sigue ella gritando.
- Ester coño, que te calles o cuelgo - le grito cabreada, mierda, espero que no entienda lo que acabo de decir.
- Vale me tranquilizo - me asegura, aunque por la pantalla sigo viendo la misma cara de loca que hace tan solo uno segundo.
- Tú cara no dice lo mismo.
- ¿Pero es que no sabes a quien tienes detrás? - me pregunta ella incrédula.
- No - le soy sincera.
- Son MONSTA X.
- ¿Quién?
- ¡MONSTA X!
- Sabes que no tengo ni puta de idea de quienes son ¿verdad? - ella suspira exasperada.
- El grupo de música de coreanos que tanto me gusta.
- Aaaaa - digo cuando caigo.
- Aaaaa - me imita ella.
- Espera, ¿¡qué?!
- ¿Ahora me entiendes amiga? - no soy capaz de decir nada, sigo procesando lo que Ester me acaba de decir. Unas súper estrellas acaban de escuchar a mi mejor amiga gritando desde mi móvil, y yo no los reconozco y los mando a esperar mientras termino una llamada, por favor matarme.
- Ester creo que te voy a dejar.
- Espera, ¡ni se te ocurra colgar...! - no llega a terminar la frase porque cuelgo la llamada.
Mas avergonzada de lo que he estado en mi vida me vuelvo roja como un tomate a hacerle frente al grupo de chicos, de los cuales algunos me miran con la ceja alzada y otros intentan contener la risa. Tierra trágame.
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