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Sana a este punto ya casi no mantenía esperanzas de reencontrarse con Tzuyu, había tenido que acostumbrarse a su ausencia a lo largo de esos dos años desde que la taiwanesa le prometió volver por ella, lo cual no había cumplido, y por si fuera poco ni siquiera se contactó con ella.

Sin embargo, Sana lo entendía, Tzuyu era joven, tenía un brillante futuro por delante y la japonesa no quería estropear aquello, aunque hubiese preferido que la menor hubiera sido sincera con ella desde el principio sin haberla ilusionado de la forma en la que lo hizo.

Mientras tanto en Corea, Tzuyu había tomado dos trabajos mientras cursaba su último año en la universidad, uno de ellos era en una cafetería y otro en un restaurante, nada que le dejara demasiadas ganancias y mucho menos cuando su madre tomaba parte de su salario, sin embargo, Tzuyu intentaba ser positiva y esforzarse para poder volver pronto por su esposa, realmente era doloroso no haber podido contactarse con ella por tanto tiempo, porque Tzuyu lo único que quería era poder volver a escuchar la voz de Sana, solo quería huír de casa y correr a los brazos de la chica que tanto amaba, pero para eso debía mantener la cabeza fría y seguir esforzándose, porque por más que la extrañara sabía que era peligroso buscarla ahora.

Así que no pudo decirle a Sana que su plan debía retrasarse un año más por causa de su madre, solo esperaba que Sana siguiera confiando en ella, porque Tzuyu quería darle lo mejor y no podía llevársela lejos de casa cuando su economía continuaba algo rota. Pero cuando el segundo año comenzó supo que sería prospero, pues gracias a sus amigos y los padres de estos pudo conseguir un trabajo en un bufete de abogados una vez que terminó la universidad, estaba agradecida con ellos y orgullosa de sí misma al haber conseguido aquel empleo, pues sus buenos promedios también la llevaron a eso.

Entonces cuando acabó la universidad pudo dejar sus antiguos trabajos y centrarse en el nuevo que le daba un mejor sustento, el cual, la llevó a ahorrar lo suficiente después de otro año.

Estaba nerviosa, finalmente estaba lista para volver por su esposa, aunque su madre había tomado la idea de que Tzuyu finalmente había superado a Sana, porque ella no tenía la menor idea de que su hija realmente estaba casada y Tzuyu estaba tan aliviada por eso, porque sería un gran problema si su madre hubiera sabido la verdad.

Entonces no lo pensó dos veces y consiguió un apartamento a espaldas de su madre, en el cual, planeaba vivir con Sana cuando fuera a buscarla.

Así que tomó lo necesario y fue transportando sus pertenencias poco a poco a su nuevo hogar para no levantar sospechas, porque sabía que su madre haría hasta lo imposible por mantenerla en casa si supiera lo que estaba por hacer.

Y así mismo una tarde compró un boleto a Osaka para finalmente volver por Sana, todo estaba listo para ellas y finalmente era hora de cumplir su promesa.

Entonces para cuando la noche llegó ella se encontraba pisando los suelos de Japón en busca del amor de su vida.

No tenía idea de dónde vivía Sana, pero recordaba claramente la ubicación de la casa de Mina, por supuesto que lo hacía, pues había sido también su casa cuando ella y Sana estuvieron en crisis.

Así que Tzuyu se dirigió hasta ahí, planeaba devolverle el dinero que le había prestado dos años atrás, y también preguntarle por la ubicación de Sana, sin embargo, grande fue su sorpresa al llegar y notar que el apartamento que Mina solía ocupar ahora pertenecía a una familia de desconocidos, pero aún así intentó preguntar por ella con el roto japonés que tenía y supo que esa familia tampoco sabía nada de la dueña anterior de aquel apartamento.

Y en esos momentos extrañó más a Sana, su traductora de personal.

Estaba tan triste, tan decepcionada y tenía miedo de no poder encontrarla, porque ella intentó contactarla de todas las maneras posibles, pero nada parecía funcionar, pues incluso sus redes sociales lucían abandonadas.

No era para menos, pues Sana había recaído en los desórdenes alimenticios, por lo cual decidió alejarse de la toxicidad de las redes sociales, sin embargo, nada parecía funcionar porque a pesar de las múltiples terapias psicológicas y visitas al médico ella siempre volvía al mismo punto, rechazar la comida y visitar el gym cada mañana. Su mente sabía que estaba mal descuidar su salud de esa manera, pero su cuerpo parecía no entender, pues no siempre podía tolerar la comida o quedarse sin hacer ejercicio, era como una lucha interna contra sí misma en la cual estaba perdiendo y terminaba por destruirse sola.

Entonces lo pensó a fondo y llegó a la conclusión de que tal vez ella era el único problema, Sana era su propia enemiga y era culpa suya que todos le dieran la espalda, porque probablemente Tzuyu no quería lidiar con una persona enferma tanto física como mentalmente y aunque doliera ella debía aceptarlo, debió haberse hecho la idea desde hace un año, sin embargo, quería mantener una pizca de esperanza engañándose a sí misma al esperar que Tzuyu regresara por ella.

Claramente no sabía que Tzuyu estaba en Japón buscándola como loca para finalmente sacarla del infierno que seguramente estaba viviendo con su familia.

Sin embargo, nada parecía estar dando resultados positivos para la Taiwanesa, seguramente su familia ya la estaba buscando en Corea después de una semana de haber desaparecido.

Porque justamente este día se cumplían 7 desde que había regresado por Sana y aún no la veía, estaba sola y el hotel en el que se hospedaba no era nada barato, por suerte el trabajo al que pertenecía le daba la facilidad de costearse los gastos cómodamente y al ser amiga de los hijos de los dueños pudo arreglarse con ellos debido a la semana que había faltado.

No quería darse por vencida, Sana era su esposa y estaba lista para vivir junto a ella, pero por más que se esforzaba no podía encontrarla.

Así que en medio de su impotencia decidió ir al gimnasio para desahogar su hira ejercitándose un poco.

Era demasiado temprano y hacía algo de frío, pero poco le importaba, estaba enojada y solo quería liberar algo de estrés, se sentía tan impotente por todo lo que estaba pasando.

Así que al llegar se dirigió hacia una de las máquinas sin siquiera mirar a la persona que se ejercitaba a su lado.

Y entonces se llevó una enorme sorpresa.

—¿Tzuyu?

Aquella conocida voz resonó en los oídos de la menor, la cual dándose media vuelta confirmó su sospecha.

La chica que tanto amaba estaba frente a ella.

Finalmente había encontrado a Sana y las palabras simplemente no podían salir de su boca, por lo cual, simplemente comenzó con algo muy básico.

—Hola prima— La menor soltó con una tímida sonrisa.

Porque después de tanto tiempo aún se ponía tímida frente a esa perfecta mujer.

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