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Apenas habían pasado dos semanas desde que Sana y Tzuyu habían huído juntas y prácticamente se habían quedado sin dinero, la familia de ambas se habían cansado de intentar contactarlas y las llamadas que llegaban al celular de Tzuyu cada vez eran menos persistentes.

A este punto Mina era quien les proveía de alimento ya que de lo contrario no tendrían ni siquiera para comer, pero ellas sentían que se estaban aprovechando de la joven japonesa y a pesar de que esta les había asegurado que no tenían de que preocuparse ellas sabían que tenía muchos más gastos por cubrir.

Mina era una joven universitaria y con un trabajo en una cafetería, debía pagar la renta de su apartamento, internet, agua, luz, comida para su mascota, entre muchas otra cosas y ahora tambien estaba manteniendo a su amiga y a una desconocida, definitivamente iban a sentirse mal a pesar de que Mina les asegurara que sus padres la ayudaban con los gastos y que lo económico no era un problema cuando su trabajo lo hacía por gusto y su escuela se pagaba sola al ser una estudiante becada debido a sus buenos promedios.

Si tan solo Sana y Tzuyu pudieran ser tan independientes como Mina ahora tendrían muchos problemas resueltos.

Sin embargo, la única ocupación de Sana era la universidad a la cual no había asistido en esa primera semana de clases debido a que huyó de casa, había abandonado todas sus pertenencias ahí con sus padres y ella se negaba a volver a pisar ese lugar, o al menos no lo haría por el momento.

Y mientras tanto Tzuyu ni siquiera tenía nacionalidad japonesa para conseguir un trabajo en dicho país, todo se estaba volviendo un desastre que incluso llegaron a pensar en regresar a sus casas y aceptar su destino.

Pero ellas intentaban mantener una pequeña esperanza, se negaban a dejar todo eso por lo que habían luchado.

Entonces una loca idea brillante llegó a la cabeza de Tzuyu mientras Sana yacía acostada sobre su cuerpo y ella peinaba su cabello.

—¿Por qué no nos casamos?— La menor soltó sin más.

—¿Qué?— Y Sana no entendió a qué quería llegar su compañera.

—Vamos a casarnos en Corea, yo puedo trabajar ahí y tú conseguirás la nacionalidad.

—¿Por qué no en Japón?— Sana contradijo al ser este su país.

—Ay vamos, tú y yo sabemos que prefieres vivir en Corea, creciste ahí y sé lo mucho que te gusta.

—Bueno, pero tus padres podrían encontrarnos y volver a separarnos.

—Tal vez lo intenten, pero aún si nos encuentran seríamos esposas y no se permiten los divorcios de matrimonios menores a un año.

—Un contrato no serviría de nada si nos separan.

—No podrán casarte con nadie más y a mí tampoco, ese año es suficiente para conseguir dinero y poder ir a buscarte, claro, si ellos llegan a separarnos.

—Un año es mucho— Los ojos de Sana se cristalizaron al pensar en separarse de Tzuyu por un año completo.

—Si soportamos seis años lejos, un año no será nada— La menor aseguró dejando un beso sobre la frente de su prima.

—No quiero estar lejos de tí otra vez— Sana soltó un pequeño sollozo, ella tenía miedo de volver a estar en peligro.

Tzuyu por su parte solamente acarició su espalda prometiendo en silencio que todo estaría bien.

Y así lo hicieron, esa misma noche gracias a un prestamo que hicieron con Mina pudieron viajar a Corea y en unos cuantos días su matrimonio había sido firmado, ni siquiera tenían anillos pero al menos la parte legal la habían cumplido y con el resto del dinero que tenían fue suficiente para pasar algunos días en un hotel.

Sin embargo, el hecho de estar casadas no cambiaba su difícil situación económica, por lo cual, no tuvieron más remedio que buscar la ayuda de los padres de Tzuyu cuando su dinero se agotó, a decir verdad tenían miedo de volver después de tanto tiempo, Tzuyu llevaba semanas desaparecida de sus padres y Sana la última vez que estuvo ahí terminó siendo echada a causa de su falsa alarma de embarazo.

Esa última noche que estuvieron juntas en el hotel hicieron demasiadas promesas y se entregaron la una a la otra una vez más con la esperanza de poder seguir juntas, no sabían lo que pasaría al siguiente día y eso las intimidaba demasiado, pero necesitaban mantener la esperanza de que en algún momento verían la luz nuevamente después de tanta oscuridad.

Entonces cuando la noche acabó ellas debieron afrontar su realidad.

Sus corazones latían a mil al estar de pie frente a la puerta de la familia Chou, sabían que debían ser fuertes porque ellas tenían un plan después de todo y aunque una parte de él era dolorosa debían apegarse y seguirlo al pie de la letra para poder volver a estar juntas.

Se tomaron de las manos antes de tocar el timbre.

Y de momento la puerta se abrió, la madre de Tzuyu no podía creer lo que veía, era una mezcla entre alivio por tener a su hija viva, pero estaba enojada con ella después de lo que había hecho con su prima y su sangre hirvió al ver a Sana tomada de la mano de Tzuyu.

No pudo contener su enojo y soltó una bofetada contra la japonesa.

—Te dije que no volvieras— La señora Chou regañó a su sobrina.

Y Tzuyu tuvo que ser fuerte para no discutir contra su madre cuando vió la agresión que esta ejerció contra su esposa.

Era extraño, le tomaría tiempo acostumbrarse a llamar "esposa" a Sana, omitieron la parte de ser novias así que le resultaba raro.

Sin embargo, el punto no era ese, el punto era que tuvo que tragar sus ganas de gritarle a su madre al ver como agredía a Sana y esta última mantenía la cabeza gacha, después de todo no podía hacer eso cuando venía a pedir ayuda para no morir de hambre.

—Quiero regresar a casa— Tzuyu habló apretando la mano de Sana.

—Y yo quiero que Sana se largue de aquí— La mujer respondió, estaba dispuesta a aceptar a Tzuyu siempre y cuando Sana no se quedara a interferir en el futuro de su hija.

—Ella no está embarazada, si es eso lo que te molesta— Tzuyu intentó persuadirla.

—No voy a esperar a que se embarace para echarla, la quiero lejos ahora mismo o no volverás a pisar esta casa— La mujer advirtió —Uno...— Ella comenzó a contar para que Sana se fuera —Dos...— Se alejó de la puerta comenzando a cerrar —Tres.

Pero antes de que la mujer dijera ese tres Tzuyu ya había soltado la mano de Sana para entrar a casa.

El corazón de ambas dolió, pero era algo que veían venir.

Y entonces la puerta fue cerrada frente al rostro de Sana.

Esa noche ella volvió a Japón, su padre fue por ella y se aseguró de que Sana entrara al avión para regresar a casa.

El día se volvió más doloroso para Sana cuando confesó a sus padres amar a Tzuyu y que ella era la única que la había tocado en toda su vida.

Pareciera como si su madre hubiese preferido mil veces que Sana se hubiera acostado con muchos hombres antes que haberse entregado a su prima por amor, pues el rostro de decepción que mostró contra ella el día de su prueba de embarazo no era nada contra la mirada de ira que le estaba regalando ante su confesión.

Porque aunque la madre de Sana sabía que su hija se había involucrado con Tzuyu elijió creer que había sido solo por una calentura de momento, no esperaba que su hija realmente tuviera sentimientos por una mujer.

Sin embargo, ambas familias creyeron que sus hijas estaban arrepentidas de sus malas decisiones que no dudaron en darles una segunda oportunidad cuando ellas regresaron a casa por su propia cuenta.

Tzuyu consiguió un trabajo de medio tiempo mientras seguía estudiando, sin embargo, no pudo ahorrar tanto como imaginó ya que su madre tomaba parte de sus ganancias.

Sana por su parte continuó con su carrera mientras mantenía la esperanza de volver a estar junto a Tzuyu después de un año.

Y tal como Tzuyu le había asegurado, el año pasó rápido, tan rápido que casi se cumplían dos desde su separación, sin embargo, la taiwanesa no cumplió su promesa, ella no volvió por Sana.

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