Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Mushu, Neko y Tango

***


Noviembre y con temperatura neutral, ni frío ni calor. Mi gato rubio volvió a casa, lleno de heridas acompañando sus cicatrices, demasiadas peleas. Se dignó a aparecer. No es que de vez en cuando no estuviera por casa, bueno más bien en la terraza de casa, es que este último paseo suyo había durado semanas y había vuelto con cientos de heridas y más seco que nunca. Por lo que en vez de estar fuera en la terraza, le dejé entrar en casa. Tenía que intentar limpiar y desinfectar un poco sus heridas. Mushu ya conocía a Neko. Sí, mi gato se llamaba gato. Neko en japonés, gato en español; pero es que la palabra me encanta. Para Clara las aves, yo adoro los gatos. Encima, la zona donde vivimos rodeados de huertos, con casas a relativas distancias, salvo unas pocas que quedan junto la nuestra y a un par de minutos de la ciudad, vamos un paraíso. Neko era LIBRE. De haber sido de otra forma, no tendría gatos.

Como decía Mushu ya lo conocía, llegó a verlo en una ocasión. Pero sacando cuentas ésta podía ser de forma oficial, la ocasión donde presentarlos. Primero preparé los utensilios para desinfectar y demás, sus nuevas heridas. Una vez hecho, le puse la comida a Neko. Mushu estaba atento desde la silla de la cocina, donde nos encontrábamos. Abrí la puerta de la entrada de casa, sabiendo lo que pasaría. Acerqué el agua oxigenada a uno de los agujeros de mordisco que más feo me pareció. Apreté la botella para que saliese el agua oxigenada y me aparté. En cuando notó, ya no la humedad, si no el escozor, salió disparado por la puerta de casa. Mushu no perdía detalle, soltaba su "chui" atento a cada cosa que hacía Neko, que indeciso por entrar estaba en la puerta, parecía un DJ con la pata algo alzada moviéndose hacia delante y detrás como si pinchase un disco.

El hambre le podía, esa era mi única oportunidad de poder curar sus heridas. No era ni la primera ni la última vez que tendría que hacer eso, estaba hecho un aventurero conquistador, los mordiscos no sólo eran de los gatos, las gatas también le daban buenas palizas. Cuando terminé de curarle, busqué las pastillas de los parásitos y la pipeta antiparasitaria, que imaginé debían estar en el mismo armario donde guardo las de nuestro perro Tango. No se las podía poner en ese momento, tal cual estaba le podían hacer más mal que bien, pero no recordaba si me quedaban. Mushu aprovechó mi distancia para acercarse. Se lanzó donde estaba Neko, para mi espanto. Creí que iba a ocurrir lo evidente, Neko le agrediría, más comida para sus ojos. Mushu fue hasta su comedero, servido en bandeja, mejor imposible. Y yo corrí hasta ellos asustado como nunca. Neko se dispuso a olisquear su nuevo "menú" o aperitivo, según se mire; y Mushu le pegó un picotazo. Neko se apartó un poco, se le veía confuso, pero volvió a intentar acercarse. Rescaté a Mushu, o a Neko según parecía. Porque mientras cogí a un Mushu cabreado y chillón, Neko estaba algo extraño, no sé si porque no tenía claro porque le quitaba la comida o porque el pequeño pájaro le había dado aquel picotazo.

No iba a dejar a Neko en casa, ya no por Mushu, su sitio era la terraza donde además de tener su pequeña caseta con manta incluida, podía salir a la calle y entrar cuando se le antojase. Pero la llegada de Neko supuso para Mushu una ventana menos en la que poder asomar. Precisamente su favorita, ya no por las vistas, que también, si no más bien porque desde ésta podía ver qué sucedía fuera y dentro de casa. Desde la repisa de esa ventana controlaba quien llegaba a casa, donde estábamos cada uno y en definitiva, en la que más tiempo estaba. Por seguridad para él, la mantuvimos cerrada, pero le poníamos en los raíles. A Neko también le gustaba esa ventana y resultaba cómico ver a los dos juntos, separados por un cristal, acicalándose sin dejar de vigilarse él uno al otro.

En ocasiones Neko cambiaba de postura sobre la repisa, se estiraba o hacía amago de querer darle un zarpazo a Mushu. Al estar el cristal para protegerlo, dejé de preocuparme, pero resultaba bastante estúpido que Mushu soltase su "chui" tono amable, como si entendiese que las miradas de Neko y sus reiterados zarpazos fuesen bien intencionados.

Las pocas veces que coincidían dentro de casa, Mushu estaba cogido para evitar que su curiosidad no acabase mal para ninguno de los dos. Clara era más confiada con eso, aunque pensé que era más bien, que disfrutaba viendo como Mushu le picaba a la más mínima oportunidad. Neko acabó por ignorarle, pero por mi experiencia con los gatos, supe que no era más que un intento de fingir desinterés para cazarlo. No bajamos la guardia ni una vez. Aprovechamos para vigilar sus respectivos comportamientos. La ventana no siempre iba a estar cerrada y Neko, aunque se fuese con frecuencia, volvía. Las ocasiones en las que más tiempo se quedaba en casa o alrededores eran como ésta, estar hambriento y lesionado. En cuando se recuperase volvería a su rutina.

Quisiera contar que disfruté con la compañía de Neko, en esos días. Que lo sobé hasta cansarme y que me seguía por casa o el huerto cuando salía a dar un paseo, como hacía cuando se encontraba bien. Y es que ése era el problema, no estaba bien. Estaba delgado y aunque le acariciase con cuidado, el animal no tenía una parte sana del cuerpo por donde pasar la mano. He tenido bastantes gatas en la vida, pero ningún gato macho, hasta encontrarlo a él. Como a la mayoría de todos los animales que he tenido en mi vida, me repito porque es cierto, Neko fue un cúmulo de casualidades.

Hacía meses que le venía diciendo a Clara que quería un gato, que esta vez quería que fuese macho, porque resulta muy estresante tener gatas. Son maravillosas, pero crían en cuando te descuidas, teniendo que buscar después un lugar apropiado para estos gatitos, que es lo de menos. Los cuido y me encariño, para después tener que verlos partir, cansa. Decidí probar con un gato macho, incluso tenía decidido su nombre. Clara puso una condición, que fuese como Garfield, un gato rubio. El mismo día que cedió creyendo difícil que lo encontrara, un pequeño gatito abandonado se refugió bajo nuestro coche. Estaba guardando la compra, en el aparcamiento del supermercado y oí maullidos, busque de donde podían provenir y hay estaba: Neko. Un gato rubio de ojos azules, asustado y abandonado.

Neko fue un buen gato mientras creció, con todo lo que eso implica, pero una vez adulto empezaron sus escapadas, sus paseos diarios. No sabía de él hasta el final del día. Lo que para mi amargura acabó incluso peor cuando de un día se convirtieron en días y más tarde en sus largas excursiones. Me logró entristecer las primeras veces. Después comenzó a llegar con alguna herida, hasta que al final sus paseos de varios semanas para volver hambriento y lesionado, era lo normal. Sus heridas y mucho apetito es lo que me traía de recuerdo de sus aventuras.

Cuando ves los gatos callejeros imaginas que están así por lo difícil que debe ser su vida, pero Neko llegaba a estar incluso peor sin faltarle de nada. La novedad o el colmo en ésa ocasión con Neko, fue que no esperó a recuperarse mucho para volver a irse, desapareció sin despedirse como era su costumbre. Mushu ni lo notó, el único cambio que supuso para él, fue encontrar abierta su ventana favorita.

El comportamiento de Mushu con Tango era algo distinto. Tango era un labrador retriever amarillo, como los que suelen llevar de perro guía las personas invidentes. El animal estaba en el huerto, con su caseta y su amplio espacio donde andar suelto. Jamás supo lo que es estar atado, si no era para dar un paseo. Y según dónde se daba dicho paseo, se le ponía o no, la correa. Tampoco podíamos dejar suelto al perro en el huerto porque en cuando no le vigilabas intentaba comerse las gallinas. Mushu quería estar con él a toda costa. Tango sólo se lo quería comer.

Revoloteaba hasta el perro cada vez que nos descuidábamos. Parecía obsesionado con el animal. Se enfadaba y picoteaba con fuerza cuando le impedíamos llegar, hasta el punto de que daban ganas de morderle a él para que probase de su propia medicina. En cuando salíamos al huerto volaba, lo mejor que podía, hasta llegar a su valla. Donde el perro pasaba de él. Las únicas ocasiones en las que Tango pareció tener interés por Mushu, fue con amagos de zampárselo como si fuese una galleta de adiestramiento, un premio vamos.

Tango le seguía con la mirada cuando Mushu estaba sobre nuestro hombro, pero cuando veía que lo teníamos en la mano sus ojos se abrían mucho, fijaba su atención y se relamía las colgantes babas. Clara se percató de su desafortunada confusión, puso a Mushu frente a Tango sin soltarlo. El perro se sentó obediente y siguió con la mirada la mano que sujetaba al pájaro, arriba, abajo, derecha o izquierda. Hizo amago de mordisco esperando el premio y Clara le frenó levantando el dedo indice. Con Clara no suele hacer falta muchos gestos o palabras, hasta Tango lo sabía. El dedo indice de Clara es señal de silencio y pórtate bien, o te caerá una buena reprimenda.

Siempre pudimos ver en los ojos de Tango las ganas de comérselo. Cuando el perro se daba cuenta de que le vigilábamos desviaba la atención un instante, pero al poco volvía a seguirlo con la mirada. Tango siempre fue un perro tragón y astuto. Conseguimos que pudiesen estar en el mismo espacio, pero el perro siempre le miró con ojos de: «te comeré, algún día. Espera y verás». 

Por si surge la curiosidad de cómo llegó Tango a nuestra casa, diré que su llegada no fue casual. Pensamos en un regalo especial de Reyes para mi hijo Jaime. A Clara no le gustan los perros, pero Tango consiguió hacerla cambiar de opinión, a día de hoy adora esa raza, tan inteligentes como comilones. La noche antes de Reyes, esa noche donde hay que irse a dormir para encontrar los regalos al día siguiente; dejamos al cachorro dentro de un armario de la salita, donde Jaime guarda sus juguetes, con un lazo rojo y una carta especial. Cuando volvimos de ver la cabalgata de Reyes y el niño entró en casa, escuchó los lloros del cachorro. Buscó algo asustado de donde podía venir esos sonidos y al encontrarlo sólo supo ponerse a llorar emocionado por la sorpresa. Después de pasársele un poco la emotiva situación, leyó la carta donde los Reyes le decían que por tratarse de un cachorro tuvieron que dejarlo antes de tiempo, para no marear al pobre animal con todo ajetreo de esa noche tan especial.

*******


Nota del autor:

En esta historia Mushu es el protagonista, pero no es el único animal que hemos tenido. Quiero dar a conocer su vida, porque para mí fue muy reveladora su compañía, me enseñó muchas cosas sobre lo que son las psitaciformes. Cosas tanto buenas como malas. La historia no trata sólo en sí de lo que era vivir con él, si no de lo que nos enseñó y como descubrí lo mucho que estas aves sufren. La ignorancia sobre los sentimientos de los animales en general es grande, pero con estas aves es descomunal y triste.

Narrar su vida, a través de los recuerdos ya algo lejanos, es complicado. Tal vez, más adelante, añada algunas cosas en los capítulos ya contados. De momento la construcción y el orden de las distintas etapas y años, me ayuda a organizarlo un poco todo. No voy a entrar, por ahora, en detalles que tan sólo visten, en parte, lo principal de cada una.

¿Mi modo de narrar os parece "cercano"? ¿Consigo sumergiros en los recuerdos?

Espero y agradezco vuestra opinión en los comentarios.

Muchas gracias por vuestras lecturas.

*******

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro