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Capítulo 23: Cosas del pasado que intervienen en el futuro


¿Quién no conocía a flamante Valeria? Oh claro, Rose.

La recordaba como cualquier compañera de clases aunque para él Valeria era muy antipática y algo presumida. Todos amaban y requerían de ella. La linda e inteligente de Nieto.

Rose cursaba su quinto semestre y su segundo arrastre. Valeria a ver lo poco interesado que estaba por la carrera se acercó a él y se propuso ayudarle con cualquier clase. Claro, Rose quería aceptar su ayuda si no existiera la presencia de Daniel, quien apareció detrás de ellos y con furia llamo a Valeria para que lo viera, ella al escucharlo se volteo con un sonrisa que no parecía calmarlo de la mala interpretación de la escena con Rose.

Él vio en sus ojos odio y celos. A Rose, le molesto la manera entrometida de Daniel sobre su novia, como si la protegiera demasiado y no dejara que nadie la tocara. Y allí estaba el problema, si permitía que Valeria le ayudara... el estaría siempre allí de curioso, analizando cada movimiento de ambos, y Rose no quería pelear por la amable joven. Así que declino por su ayuda.

Durante esas semanas de clases se las ingenió para superar sus notas y la persona menos cortes del curso se acercó tímidamente a él. Hanna. Al inicio solo tomaba asiento a su lado, como excusa, y a Rose no le molestaba quien ocupara un lado de su asiento. Después de una semana intentando hablar con él, tomo las suficientes fuerzas y dijo:

—¿Qué te parece salir juntos? —pregunto rápidamente. Cualquiera hubiera pesando que se trata de una propuesta indecente y cuando ella se dio cuenta de sus palabras. Se rectificó—digo —se miraron—me refiero a salir no específicamente, lo que quiero decir es que...—decía mientras jugaba con sus manos en el regazo— a salir, a la biblioteca, juntos. Estudiar, claro, no quiero decir que seas feo, lo que me refiero es que...

—Estaría encantado —acepto con una sonrisa, vio el leve color en sus mejillas y dijo— ¿Hanna, verdad? —Ella respondió un si con su cabeza—Me has tomado de sorpresa, sería un gusto.

respondio le ofrecía un apretón de manos suave. 

Rose, era un estudiante dedicado a sus planes estudiantiles, pero ese semestre, o más bien arrastre, le había afectado de forma significativa, pero Hanna, que parecía alentarlo a que no se rindiera por esa pequeña caída y recalcándole lo inteligente que era, no entendía de donde surgían las ganas por ayudarle. Nunca la vio en los pasillos de su área de estudio ni mucho menos en los exteriores.

Hanna durante esos encuentros pudo entender por qué su grupo de compañeras lo seguían o le daban toda la atención necesaria. Y aunque a ella también le pareció sumamente guapo y encantador, no decidió revelarle nada de eso. Ni tampoco su precioso color de ojos, su cabellera y lo alto que es... así mismo esa voz tan seria que no intimidaba. Su voz, a tan simple escucharle le inclinaba por acercarse más él.

Y una tarde de diciembre todo el curso decidió ir a un bar para celebrar sus próximas vacaciones. Rose vio que los ojos de Hanna desencadenaban curiosidad y cuando estaban a punto de salir de la U, vio lo inquieta y triste de su mirada.

—¿Qué tal juntos? ¿Quieres ser mi acompañante?

A ella se le encendieron las mejillas y aceptó asintiendo con la cabeza con una espléndida sonrisa. Para los ojos del joven acompañante, las facciones de Hanna y su carácter le parecían lo más tierno y dulce de una universitaria. ¿Quién le negaba a volverse más cercano a ella? Y quien sabes después....

—No es muy pronto para tener esas ideas —pensó, negando.

El lugar era oscuro y a la vez colorido. Cerraron la puerta detrás de ellos y sintieron el calor que los otros cuerpos emanaban. La música encerrada en esas paredes y las vibraciones del piso por los parlantes. Rose tomo de la mano a Hanna y la guio hasta su grupo de clases.

En cada instante no dejaba de verla y sorprenderse en como esa niña, tan centrada y respetuosa se incendiaria de emoción. Entre ratos ellos se topaban con sus ojos y brillaban de manera sutil.

Por momentos se acercaban y la invitaba a bailar cosas ligeras, después la dejaba bailar con el resto de chicas. No habría un mañana para ella, porque nunca se cansaría de tales sensaciones.

Rose tenía el aspecto de un hombre rudo por su contextura y voz gruesa. Para las otras facultades y la mayoría de chicas, no era cualquier tipo que tú podías enamorar o llamar su atención, pero si buscabas algo más que una mirada....ese podía ser tu lugar. Así que, esa tarde todos se sorprendieron al verlo con una chica de rasgos un poco asiáticos y abrazados.

Nadie se esperaba que Hanna se acercará al guapo de Rose.

—¡Beso, Beso, Beso! —los gritos de ánimos provenientes del centro de la pista derritieron lo más sublime y artístico que Rose creo. La Felicidad de Hanna.

En medio del lugar dos cuerpos empapados de sudor estaban desafiando sus rostros. Sus narices punta a punta y esa sonrisa en sus labios que incentivaba a un beso apasionada.

Todos gritaban para que se besaran. Hanna, a lo contrario de todos parecía solida e ida, como si no existiera ya en ese lugar, como si su ser volará en otro lugar.

Todo se arruinó, todo ese esplendor y burbuja se esfumó por culpa de Daniel Haon y Valeria Nieto.

Corrió hasta la gélida de su amiga y a centímetros de tomar su brazo ella escapó y salió por la puerta del bar. Dolido por su rechazo y en la forma que huyó de él, ¿acaso se sentía dolida por la pareja? ¿O estaba asustada?

Fue corriendo por ella, no dejaría que huyera o escapara de su sombra, sólo fue muy tarde cuando salió en busca de ella. El viento se la llevo.

Los siguientes días noto como lo rechazaba y no buscaba más su banqueta para conversar, y como salía dispara al terminar las clases. Eso le molesto, le molesto mucho ver como ese muchachilla parecía desinteresada por él, cuando al inicio su interés no se volvía más que estudios.

Así que durante las vacaciones de Navidad y fin de año se prometió seguir por ella, no se cansaría en buscarla y hacer que otra vez lo mire y sea el quien la haga brillar de felicidad.

Sólo que el destinado tenía otros planes.

Le llegada del virus le quitó muchas oportunidades al mundo, eso incluía la estrategia de enamoramiento que tenía Rose. Durante esos muchos meses de encierro no dejaba de pensarla, ni siquiera sabía de ella o si estaba bien... quería saber al menos como la pasaba en su casa.

Perdió tanto tiempo que no supo de ella hasta muchos meses después.

Fue horrible pensar y pensar sólo en ella. No escuchar su voz, no permitirse verla a lo lejos. Intento llamarla e incluso le escribo en su cuenta universitaria, pero era como si la tierra se la hubiera tragado.

Se martirizo con las peores ideas... En ser posible que ella muriera o se enfermera, porque para el... su amiga, valía más que ser su novia.

Sólo que, que tonto fue de su parte no actuar rápido e invitarla a salir. Que tonto fue no aprovechar el tiempo que tuvieron para enamorarla o serla su amiga. Que idiota fue quedarse con las ganas.

El ser humano siempre piensa que tiene el tiempo suficiente para realizar sus sueños y deseos. Que el tiempo es sólo eso, algo infinito que existirá siempre, y nunca sabremos que durante esos instantes que transcurre se inician cambios mínimos e irreversibles. Un efecto secundario por hacer dejar las cosas para después.

El primer día de ese año que la pudo apreciar con más furor, después de haberla esperando impaciente y asustado. Ella lo ignoro. Y eso le dolió.
Dolió ver que no existía la Hanna simpática y brillante, la que corría para saludarte y después sonreía contigo, y caminaba hasta rendirse por tu furor paso.

Ya no existía la ilusión de enamorarla.

A sus adentro, Rose se odiaba. Quería golpear cualquier cosa. Por culpa de ese virus ella se distancia hasta olvidarlo y no recodar ni siquiera quien es.

Pero, la culpa no fue del virus. La culpa la tenía Daniel.

Y lo sabía cuando la vio hipnotizada en medio de las escaleras de esa Facultad. En como Daniel le apretaba su mano para entregarle un abrigo. ¿Ya no tenía suficiente matando y poseyendo a su novia, que ahora buscaba a la pobre de Hanna?
Quería arrancarle la cabeza y luego deshacerse de su cuerpo para que no existiera.

Que no tenga ojos para que cayeran sobre los de Hanna.

Preferiría eso mil veces a que se enamorara a su gentil niña.

Y la solución estaba en sus manos y boca. 

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