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Capítulo 10: pecado y adicción


 ¿Es malo ser adicto a una rutina? ¿Qué tan mal está tu mente?

Daniel esperaba a que la lluvia pasara para salir del auditorio. Allí encerrado en esos paneles rojos, podía respirar. Respiraba recuerdos perdidos en su mente. Todo movimiento le encendía cada primera vez junto a Valeria. Entre esos paneles rojizos presenciaba la primera vez que él se acercó a su boca y percibió el aroma más original del mundo....

Abrió los ojos. Su cuerpo estaba pesado y apenas podía levantarse por el cansancio. Cuando ajustó su audición, se dio cuenta que aún llovía. Se había vuelto adicto a una nueva rutina y eso incluía esperar a Hanna cada tarde junto a Jonathan.

¿En qué momento empecé a acordarme de ella?

Se volvió adicto a reemplazar sus sentimientos por el trabajo. Antes de marcharse de la universidad él se encargaba del auditorio junto a otros chicos. Una vez que regresó a la universidad no dudaron en llamarlo para el trabajo.

No podía volver a su casa; las paredes tenían impregnado recuerdos y olores. Cuando paseaba por los pasillos de su casa y recordaba el retrato que ocultó, se sentía culpable. Culpable por desearla cada noche, porque la única forma de sentirse bien era cuando la invocaba en sus sueños, donde la hacía suya una vez más. Y culpable por verla en los rostros de otras chicas que usaba.

Pero ya por la mañana volvía a la realidad y notaba el vacío de su compañía. No tenía a quién besar cuando despertaba.

Pasó tantos meses encerrado que olvidó sus entrenamientos. Su cuerpo ya no resistía una carrera o un trote. Y su estado emocional era peor, pero al menos su condición física podría mejorar.

Daniel guardó sus libros y apoyó su maleta en el hombro, sin olvidarse de dejar el seguro en la entrada. Se encharcó los zapatos por culpa de una laguna de agua, maldijo en sus adentros y esperó afuera del edificio a que el clima se calmara. Se resguardó de la lluvia y cerró los ojos para apaciguar las intensas ganas de pensar.

—Por un demonio... —escuchó maldecir a alguien. Su vista se centro para ver quién era. Nunca se imaginó que Hanna sería capaz de ser tan grosera. La vio de reojo y notó que traía la ropa empapada. Entonces lo entendió todo.

Huía de la lluvia, no era una excusa para estar a su lado.

La chica llevaba una blusa blanca pegada a la piel. Castañeaba por el frío que hasta sus manitas se veían rosadas y algo hinchadas. Daniel no evitó ver sus labios que palidecían. Su cabello mojado, tan pegado a sus mejillas. Escondía su mirada como un animalito acorralado y temerosa. Tan solo un par de metros los separaban y sus latidos se desbordaba con velocidad. Su corazón se derretía al verla por primera vez...después de una semana. ¿En qué momento extraño de ella?. Busco respuestas y aunque su mente se revolvía entre huracanes, no negaba lo bien que se sentía al saber que ella estaba allí con él.

He allí la respuesta ...el momento que escuchó de su discurso y leyó de su dolor, sincronizandose con todo el mundo y no solo con el.

Daniel no pensó en ayudarle... él todavía prefería guardar la distancia con ella. Y es que días antes él se percató de que ella lo miraba con mayor detalle. Aun así ni en el auto interactuaban, tampoco frente a Jonathan, a pesar de que éste le animaba a hacerlo.

Por eso no la miró más y pensó en dejarla tranquila. Lo pensó mejor... llevaba semanas rechazándola.

Él pudo salvar a Hanna de pescar un resfriado. Su chaqueta de jeans sería suficiente para que ella se calentara. Pero no lo hizo... no pensaba ayudarle. El detalle estaba en que Hanna si vio a Daniel y esperaba a que al menos esta vez, fuera amable... pero luego, lo vio marcharse dejándola sola y con frio.

Y Hanna pensó que los corazones se encogían más por el frío, solo cuando el sol salía estos brillaban y se erizaban del resplandor.

Jonathan Méndez

Jonathan amaba a Valeria desde el colegio. Y aunque Daniel no sabía eso, y no había motivo para contarle tampoco, él sabía el porqué de la actitud seria de él y lo reservado que podría llegar a estar. Así que tenía una última promesa que cumplirle a Valeria.

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