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—Hola Beyond.

Pronunció, tardando en llamarle después de pasar observándole más de un par de minutos. Admirando, pareciendo incluso embelesado por la escena, la sangre que se secaba sobre su mentón dando color a su moribunda piel. Los vendajes se ceñían con fuerza excesiva sobre sus ojos y los cabellos negros, opacos, apenas habían alcanzado un largo considerable para lograr acariciar con ellos sus mejillas. Mucho más largos a la última vez que lo vio.

Las correas en sus muñecas se retorcieron ligeramente por breves segundos en los que su compañero suspiraba tratando de acomodarse entre sueños. Elle, atreviéndose a mirarle hacia abajo, intentaba apreciar su rostro desde un mejor ángulo, acercándose curioso como alguna vez lo hizo cuando ese hombre era apenas un niño.

Doblaba sus rodillas queriendo evitar hasta el mismo rechinido de sus huesos para no despertarle, llegando al fin hasta el suelo donde irguió su columna como pocas veces lo hacía. Contaba en silencio las diferencias entre aquel y el joven que conoció en el Orfanato, desde su contextura física hasta el perfilado y marcado rostro. La conexión entre ambos, para él, era inexistente pues B se esforzó es desvanecer la ligera línea entre su pasado y su presente.

Antes, mucho antes, su rostro había sido pequeño, blancuzco y le rodeaban cabellos oscuros de color ébano, no negros. En ese momento, como ahora, era tan difícil para él no acercar su rostro al suyo y contactar con esos ojos inhumanos que le ordenaban mandar sacarlos de sus cuencas y examinarlos. Tan difícil que fue ignorarlos mientras su dueño se esforzaba por ligar sus miradas.

—Primer y segundo sucesor, ¿Cierto?

Ambos asintieron a la pregunta de Watari, colocado a su espalda, aun cuando él no necesitaba hacerla, una mano se coló en su hombro imitando la misma postura de Roger que acariciaba las espaldas de ambos chicos frente a él. Con un paso al frente era Alexander quien marcaba el territorio inconscientemente en un silencio entusiasta, deslumbrando como el Astro Rey rodeado de hebras de oro.

Los labios de B permanecían entreabiertos, la camisa negra le quedaba grande en los puños y sus dedos apretaban la tela con fuerza mientras miraba por sobre su cabeza. Lawliet se había dado cuenta, ¡Claro que lo había hecho! Sus sangrientos ojos grababan en cenizas su nombre, ese mismo que colgaba sobre su cabeza con esa forma de mirarlo tan...

La Oficina Direccional desapareció, los muebles se desvanecieron por una bruma gris cuando Beyond encorvo sus labios al notar que le miraba, en una tierna sonrisa que jamás le volvería a ver portar. Pensarlo ahora parecía más una imposible ilusión. L estaba allí, a solo un paso de distancia, respirando su oxígeno, retorciendo los pies sobre la tela donde alguna vez Roger les riño por subir los zapatos. Los profundos ojos negros lo miraban... solo a él, por ese único instante al fin le perteneció. No a Alex, no a Roger, solo a él.

Pero en cuanto Alexander copio su gesto se robó lo único que Beyond añoraba. La atención fue a él para no volver más consigo.

Por su perfecta sonrisa.

Por el perfecto Alexander.

—Saluden muchachos, L ha venido desde lejos solo para verlos.

Aquello era mentira, ambos lo sabían, por mucho que su compañero insistió en que no era así. L había llegado solo para ver a uno de los dos y era evidente cuando al llegar pidió solo la presencia de A y no... la de él.

B escondió su mirada bajo las lizas hebras oscuras.

—H... hola L —Alexander removió sus dedos con nerviosismo pero decidido, como era el en todo, levanto el rostro, presentándose con seguridad— Yo... soy un gran admirador suyo, algún día espero ser el sucesor adecuado para usted.

La voz de Alexander resonaba de diferente manera para ambos. Para B el sonido de su voz se opacaba por un gorgojeo húmedo y gutural. Para L era un suave sonido que se acalambraba por los gritos moribundos de B, llegando a él el aroma insistente de piel quemada.

Un recuerdo fragmentado por la muerte.

—Es un placer para mi poder conocerle L, lo he admirado desde siempre ¡enserio! ¡He leído tanto de usted!

Alexander lo adoraba, así es como B lo recuerda. Tan emocionado que no dejaba de tamborilear en su escritorio del aula, que no dormía las últimas noches buscándole en la habitación para saber si compartían la misma emoción por la noticia. Que no paraba de estudiar y escribir monólogos perfectos que recitar frente a su ídolo. Con su aniñado gesto que ya comienza a olvidar.

—Yo soy B —Llamo a su lado, asfixiando el recorrido eléctrico que intentaba someterle cuando los ojos azabaches no se ciñeron sobre él, ignorándole por completo. Enterró las uñas en sus palmas y aspiro lo suficiente para el poco valor que su timidez no permitía emerger— Beyond Birthday, su segundo sucesor... señor...

Era un niño retraído, apático y con problemas para socializar, su expediente se esforzaba por remarcarlo cuando lo leyó. Ahora estando allí, cara a cara con él, B no era temeroso. Esos ojos de fuego, de los que tanto había escuchado, eran seguros, quemando con su decisión su convicción de mirarle fijamente. No podía hacerlo. Lo doblegaban, quemaban, tan inolvidables, atrayentes y prohibidos. Tan adictivos. Un par de ojos carmesí que condenaron su camino. Dejo que el aire que retenía escapara mientras se hacía consciente que era incapaz de retirar la mirada de las vendas blancas.

A era competente en sus conocimientos... ambos lo eran, pero B, B era un caso distinto, siempre lo era. Su composición emocional era lo verdaderamente fascinante, no había nada malo en el. Solo era una persona analítica, controlada. Cuadrada.

—Mis primeros sucesores, deben estar orgullosos —Sin pestañear se enfocaba en el rostro angelical de su compañero— B —Le llamo, guardando silencio unos segundos en que su voz golpeo los oídos del muchacho— Fallaste las pruebas sociales, ¿Me dejarían un momento a solas con A?

En su pulgar sus dientes se clavaron con fuerza.

Si lo hubiera hecho diferente....

La tela se fricciono entre si y sus músculos se tensaron al instante. La pesada mirada al otro lado de la habitación estaba sobre él. Ese día, en que se conocieron, Beyond jamás se lamentaba al respecto. Ese día el destino le regalo aquello que nadie más tendría, el tesoro mejor guardado que incluso después de años se llevaría a la tumba... su nombre.

Elle Lawliet.

—Gh... Law... liet...

Su polvosa garganta carraspeo y sus labios separados se secaron.

—Hola, Beyond...

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