Capítulo 6
Mauricio
Después de una larga ducha dedique algunos minutos a la nueva llamada de mi amigo Noah, que preocupado quería saber que sucedió, si Brian habia dado señales de vida, y lo más importante si habia encontrado mis documentos de viaje.
—Es que me niego a pensar que Brian hiciera algo como eso, llevarse mi pasaporte y mi licencia de conducir...¿con qué fin, Noah?
—Para terminarte de joder...—aventuró mi amigo, y ciertamente yo no pude refutar eso— .Olvídate de ese mal nacido, Mauricio, enfócate en encontrar esos documentos y arreglar tu salida de la isla. —según yo, había puesto la casa patas arriba en mi búsqueda, pero la tristeza que cargaba por las acciones de Brian no me dejó concentrarme para llevar a cabo la tarea con precisión y cuidado. Esos documentos podían encontrarse en cualquier lugar, incluso en el carro alquilado que él ingrato se llevó.
Luego de asegurarle a Noah que estaría bien, desanimado no hice otra cosa que beberme media botella de vino tinto para cocinar y quedarme dormido junto a Honey en el sofá de la sala.
Desperté horas después, en la madrugada y con la boca seca di tumbos hasta dejarme caer en la cama donde horas antes Brian y yo nos amamos. Y como un idiota sentimental no pude contener las lágrimas, sintiéndome miserable y perdido.
Algunas horas más tarde, sufriendo la resaca tras pasarme nuevamente de copas, y cargando una taza rebosante de café sin leche, porque se había terminado, salí al patio frontal con Honey cruzándose entre mis tobillos.
Enseguida me di cuenta de la presencia del vecino amargado y chismoso en su lugar de siempre, sentado frente a la mesa de hierro protagonista del mobiliario del patio.
Una sonrisita se instaló en mis labios al recordar la tarde anterior cuando nuestras miradas se encontraron, su expresión de sorpresa que paso a ser una casi aturdida. Luego recordé su rápida huida hacia la casa.
Bebí un sorbo de café, apenas vi y mucho menos tuve tiempo de llamar a Honey antes de que se lanzara hacia la valla de madera que separaba las propiedades, mi perro y el grandulón llamado Watson olisquearon mutuamente sus hocicos por uno de los huecos,
Mirando con disimulo al ocupante de la otra villa me llegó a la mente lo extraño que era, con todo el revuelo mundialmente, ver a ese hombre al parecer muy tranquilo disfrutando del sol mañanero, mientras bebía de un vaso alto. Y sospeche que como yo, e imaginé que muchas personas más lejos de casa cuando estallo la emergencia sanitaria, había quedado varado.
No sé si fue consecuencia de la resaca, o la tristeza que arropaba mi alma por lo sucedido con Brian. Quizás fue la necesidad de contacto con una persona que se encontraba solo a unos pasos de mí, o de llenar un poco ese silencio que se cernía sobre aquel barrio antes tan movido y bullicioso.
O simplemente porque aquel gruñón hombre me resultaba llamativo, y la curiosidad pudo más que la prudencia.
En un impulso me acerqué a la valla, con una sonrisa y tratando de hacer contacto visual con el hombre en el otro patio, a la vez que intentaba agarrar a Honey que, juguetón, me eludió.
—Creo que somos los únicos turistas que todavía no hemos salido corriendo hacia nuestros países de origen. —El hombre que se habia arreglado la barba y lucia más joven se notaba ajeno. Enfoqué mejor la mirada entre medio de las tablas de la valla, y por unos segundos pensé que no me contestaría.
—Puede ser...y te dire que las noticias no son nada alentadoras. Aun cuando encuentres tus documentos será difícil salir del país —mencionó sin molestarse en mirarme, y casi di un respingo porque no esperaba oírlo, mucho menos que comentará el asunto de mis documentos perdidos —. No sé si oyes noticias, pero todo está paralizado y dudo mucho que logremos salir de la isla. Yo llevo días tratando de cambiar mi boleto de avión y todo ha sido en vano —añadió.
Sus palabras, pero sobre todo, el hastío que se escuchaba en ellas me dio escalofríos. Tuve la impresión de que al tipo le daba lo mismo una cosa que la otra. Yo, sin embargo, deseaba largarme de aquel lugar lo más pronto posible e ir con Noah. Necesitaba continuar con mi vida, no dejarla en pausa.
—Las cosas, como la conocemos, van a cambiar mucho —murmuró él en tono ominoso. Aquello terminó por indignarme y perdí la compostura. Lo cierto era que con todo mi drama con Brian no había prestado mucha atención a los dichos de Noah sobre la situación, y ni hablar de ver noticias.
Me sentí un poco estúpido.
—¡Me niego a creer lo que dices!—exclamé, ganando que por primera vez su mirada verdosa conectara con la mía por poco tiempo— . Y me parece que gozas con ese tipo de argumentos, disfrutas la negatividad.
El hombre esa vez clavo su mirada sobre mí, fijamente.
—No es negatividad, aunque puedes llamarlo como quieras. Soy realista, no espero siempre lo mejor. La vida me ha enseñado que en ocasiones es preferible esperar lo peor para que lo bueno te sorprenda. Y si no es así, al menos la desgracia no te tomara totalmente desprevenido. —Sus ojos verdes parecían echar chispas.
Lo miré ponerse de pie con esfuerzo e hizo un gesto de exasperación con una de sus manos, la izquierda, siendo su diestra la que me llamó la atención, pues por primera vez aprecie que lucia atrofiada y llena de cicatrices.
—¿Qué se puede esperar? de alguien que nombra a su perro macho Honey y le coloca lazos rosados...¡es obvio que eres un soñador! —No me esperaba ese ataque tan directo hacia mi persona y quedé sin habla por unos segundos, tiempo en que el tipo giró sobre si mismo, y se alejo cojeando hacia el interior de la vivienda.
—¡Watson, entra de una vez!
Sin mirar atrás el hombre cerro las puertas corredizas tras él y su enorme perro, dejándome con enormes deseos de refutarle sus dichos, y preguntarle que había de malo en ser un soñador.
Terminé la noche sentado frente al televisor viendo con mis propios ojos que las predicciones del gruñón no estaban a nada de volverse realidad.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro