Capítulo 5
Jesse
Admito que la discusión entre los jóvenes vecinos llamó mi atención. Esa tarde me encontraba sentado frente a la mesa de hierro y cristal, parte del mobiliario de la terraza, con el celular sobre mi oreja izquierda, escuchando una suave y impersonalizada melodía, preludio a que algún empleado de la línea aérea pudiera contestar la llamada para orientarme sobre lo que la compañía podía hacer por mi en las presentes circunstancias.
No, me pasó desapercibido la salida del vecino con Honey entre sus brazos, aunque me cuide de que no se diera cuenta de que lo había visto. Aunque no tenía claro el porque de mi reticencia, el tipo y yo habíamos tenido un encuentro algo incómodo, pero no había pasado a mayores.
No tenia motivos para fingir que no lo habia visto, sin embargo, preferí que fuera así.
Me acomodé para que pasaran desapercibidas las miradas de reojo hacia la casa del lado, y vi al hombre caminar con el perro en brazos hacia el frente de la propiedad, segundos después aprecie la llegada del compacto vehículo que manejaba su pareja.
Mi atención, por algún motivo se centró en el recién llegado, que sonreía, aunque esa sonrisa me pareció superficial y dubitativa.
Escuché claramente al hombre rubio disculparse y al moreno desestimar lo que él llamó, sus intentos de excusas, indignado y rabioso. Según escuché luego, el rubio se habia ausentado a dormir la noche anterior.
Fue cuando no tuve dudas de que, una vez más, esos chicos se embarcarían en una de sus épicas discusiones.
Y de lo que pude darme cuenta fue que el tal Brian era un coscolino y que existía un tercero en discordia. Admito que escucharlo me indigno, identificándome con el agraviado.
Yo también había pasado por una situación así.
Hastiado me puse de pie al mismo tiempo que daba por terminada la llamada telefónica que nunca tuvo respuesta o avances. Me marché al interior de la casa cerrando las puertas de cristal, buscando aplacar el alboroto.
Minutos después me di cuenta de que Watson continuaba afuera y cansado caminé ayudándome con la muleta que solía usar cuando no usaba la prótesis, de vuelta hacia las puertas de cristal.
Watson no tardó en obedecer a mi llamado, pero fue el tiempo suficiente para que pudiera echar un rápido y entrometido vistazo hacia la casa del lado y ser testigo de un apasionado beso entre la pareja. Muestra de que a veces la parte agraviada cedía ante su agresor, yo no era nadie para juzgar, pero no pude evitar una mueca desagradable en mis labios antes de seguir al perro dentro de la casa y cerrar nuevamente las puertas.
Esa noche sintonice el noticiero nocturno luego de una, no planeada, conversacion con mis hijos que volvían a estar con su madre ante toda la situación de la pandemia.
Nicholas decidio regresar de California donde vivia hacia unos años, mientras que Imogen, dejó el cuarto que habitaba en un apartamento compartido con algunas amigas, en un barrio de Nueva York. Ambos decidieron que lo mejor era regresar a casa, junto a Blanche, y lo primero que me preguntaron fue cuando regresaba.
—Puedes quedarte aquí mientras se resuelve la situación, Jesse —Oi decir a Blanche muy cerca de la bocina del celular, asegurándose dejarse escuchar en la conversación que mantenía con mi hija, Imogen.
Se me escapo un «mjum» restándole importancia, y sin nada más que abundar.
Para mi era claro que al volver a Estados Unidos me iría con Reuben y su novio, y que por nada volvería a pisar la casa que por años fue mi hogar, en donde últimamente Blanche y su pareja Harvey, vivían.
—Hace días que Harvey se marcho y no ha vuelto, papá —mencionó Imogen como si me hubiese leído la mente.
Mi hija menor no se molesto en disimular el alivio que sentía por la ausencia del novio de su madre, no porque Harvey fuese una mala persona o problemático, al contrario, lo poco que había visto de él, hablaba de su buen carácter, amable y llevadero.
El problema era simple, a mi hija no le simpatizaba el joven enfermero que se había metido en el matrimonio de sus padres, ¿el motivo?
Justo aquello último.
Yo podia entender su sentir, su manera de ver las cosas desde afuera, pero no podía pasar por alto que Blanche había sido quien lo había dejado entrar, incluso, aun cuando no se lo admitiera a muchos, interiormente sabia que yo, y mi insufrible carácter contribuyo mucho a que el romance entre ellos floreciera.
—¿No me preguntaras que sucedió entre mamá y él?
—No, eso ya no es mi problema —dije en respuesta a su pregunta.
No le dije, pero estaba seguro de que mi hija no tomaría en serio mi alegato y de todas maneras me informaría lo que supiera.
—Discutieron...mamá y sus inseguridades, y Harvey al parecer se molesto porque dice que no le tiene confianza, ni a él, ni a su relación. Se fue hace días y no ha vuelto...
Justo lo que esperaba de Imogen.
Quise preguntarle como estaba el animo de Blanche, que tan afectada se mostraba con la ausencia del hombre que decía amar, pero una vez más preferí hacerme el desinteresado e insistí en cambiar de tema, resignada, Imogen dio su brazo a torcer.
La mañana siguiente la ocupé en recoger mis pocas pertenencias en una pequeña maleta y pasé algunas horas tratando, infructuosamente, en conseguir un boleto nuevo de avión para regresar esa misma semana a Nueva York.
El caos que comenzó con la propagación mundial del infeccioso virus, solo se incremento, si eso era posible, con el cierre total de comercios, compañías y demás, en un esfuerzo de los gobiernos por detener las nuevas infecciones.
Todo quedo en pausa, hasta nuevo aviso.
Las noticias no eran nada alentadoras y solo transmitían miedo, e incertidumbre.
********
Más tarde bastante frustrado, busqué distraer mi mente lejos de los noticieros, tanto televisivos como virtuales, y me fui al baño a arreglarme un poco la barba y el cabello que lucia bastante largo.
A pesar de los esfuerzos por dejar de darle mente al asunto del regreso a casa, admito que los pensamientos intrusivos iban y venían. La idea de quedarme varado en Puerto Rico comenzaba a tomar forma en mi mente.
Salí a la terraza, la tarde noche comenzaba a caer, y las sombras activaron las luces de la terraza y el patio. Lo mismo sucedió en el patio del vecino, al principio no me percate de su presencia en los escalones frontales, sentado bajo el marco de la puerta.
Fui a sentarme en una de las sillas teniendo un primer plano del hombre a través de la tablas de madera que separaban las dos propiedades. El muchacho se encontraba cabizbajo, y por un instante estuve casi seguro de que lloraba. Algo incómodo me acomodé mejor sobre la silla buscando no tenerlo en mi línea de visión.
«Serás el típico vecino chismoso, lo que le suceda a ese hombre no es tu problema»—pensé.
Sin embargo, no pude dejar de notar la ausencia de su compañero, un vistazo hacia el parcialmente iluminado interior de la casa no daba cuenta del tal Brian.
Cuando volví a mirar, el dueño de Honey se había desplazado hacia el patio con su celular, y no tuve que esperar mucho para oir claramente retazos de su conversación telefónica.
—El muy cabrón de Brian se fue con el australiano...se fue en la madrugada, como ladrón en la noche...,y no solo eso, estoy casi seguro de que se llevó mi pasaporte, o lo escondió tan bien que no lo encuentro...no lo sé Noah...no sé que voy a hacer, esto es un caos. —El hombre, en pantalones cortos, descalzo y sin camisa avanzaba tres pasos y retrocedía dos, para de pronto comenzar a caminar en círculos, detenerse abruptamente unos instantes, y luego, volver a moverse sin dejar quietos su brazo y mano libre.
—Jamás me imaginé que Brian fuera capaz de hacerme algo así...no solo se largó, sino que...
De pronto corto la oración mientras, inferia yo, prestaba atención a lo que le decía la persona al otro lado de la línea.
—Estoy seguro de que largo con él, no, no puedo estar seguro de que se llevo mis documentos, Noah, pero no los encuentro por ningún lado...si, sé que estoy nervioso y que cabe la posibilidad de que los documentos estén por ahí y yo...no lo sé...—Cada vez más la conversación con su amigo parecía desbordarlo, en vez de tranquilizarlo.
«Todo un drama»—pensé y aunque sabia que debía de entrar y ocuparme de mis cosas, permanecí en la terraza.
Hasta que la oscuridad de los ojos del vecino se fue a posar sobre mi.
Me encontraba tan distraído, demasiado, viéndolo ir y venir por el patio en tanto despotricaba contra su huidizo novio y me tomó desprevenido, costándome darme cuenta de que los papeles habían cambiado, y en ese momento era yo el observado.
No tardé en ponerme de pie bajo su burlón escrutinio, dejando escapar una especie de bufido exasperado en tanto me movilizaba cojeando hacia el interior de la vivienda. Harto de los problemas ajenos y propios, me fui en automático hacia la habitación, donde agarré mis auriculares, los cuales me coloque en los oídos antes de dejarme caer sobre la cama.
Minutos luego, sin la prótesis, y sin bañarme, disfrutaba de mi playlist de música rock favorita, buscando obnubilarme.
Mi meta, mientras permanecía con los ojos cerrados, era echar todos los pensamientos intrusivos a un lado, apiñarlos en un rincón de mi mente, escuchando un solo de guitarra eléctrica, la voz principal de aquel género musical que representaba para mi libertad y rebeldía, abriéndose paso en mis sentidos.
No deseaba sobre pensar sobre la dichosa pandemia que me obligaba a permanecer lejos de mi familia, tampoco quería ir sobre los motivos que tenia Blanche para sentirse insegura, porque para mi ella era perfecta. Y mucho menos quería a Harvey ocupando mi mente, preguntándome lleno de incertidumbre hacia donde iba su romance con Blanche.
Sin embargo, lo menos que necesitaba era darle rienda suelta a esos sentimientos de curiosidad y atracción a partes iguales que ya por esos días estaba cociente me arrastraban hacia aquel atractivo y emocional vecino, con sus dramas.
Lo único que deseaba y necesitaba en mi vida era dejar de pensar tanto, pues últimamente la vida me había enseñado que dejarme llevar por mis erráticos pensamientos, a la larga, no me dejaría nada bueno.
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