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Capítulo 4




Mauricio



El ruido que hizo la botella de vidrio vacía al rodar sobre el suelo cuando sin querer le di un puntapié, se abrió paso en mi cerebro y haciendo eco en el.

El calor comenzaba a sentirse sofocante, haciéndose notar una gran diferencia entre el ambiente en el dormitorio que acababa de abandonar y esta parte de la casa.

Me agaché para recoger la botella de vodka, la misma que estuvo medio llena, y que vacié la noche anterior mezclándola con jugo de naranja. Abrí de un tirón el cesto de basura, dejándola caer, casi con asco.

El ruido seco que provocó, pareció taladrar de nueva cuenta mi cabeza.

Honey llegó apremiante a frotarse en la parte baja de mis piernas desnudas buscando caricias, y no tardé en ponerme de cuclillas para complacerla. Los minutos que dedique a acariciar su rizado pelo logró relajarme un poco.

Tiempo después, con Honey comiendo, me serví lo que quedaba de jugo de naranja, bebiéndolo casi de un tirón, mientras deambulaba hacia el sofá, dejándome caer sobre el, cansado, tanto física como emocionalmente.

—Estoy seco, Honey...—murmuré.

Honey se acomodó a mi lado satisfecha, mientras a mi el silencio comenzaba a provocarme ansiedad. Ansiaba  oír llegar el carro que manejaba Brian, temiendo que eso no sucedería.

Por otro lado sentirme tan vulnerable y necesitado de él hacia arder mi rabia, esa que sentia desde la noche anterior cuando al fin acepte que el ingrato de Brian no llegaría a dormir.

Se me apretó el pecho, mientras me tragaba las lágrimas, esas que eran señales de lo lastimado e impotente que me sentía.

No había querido llamar al celular de Brian, por unos minutos había jugado con la idea, pues realmente no sabia si estaba bien, pero gracias a los tragos de vodka con jugo de naranja cambie de parecer, y terminé acabándome la botella de licor en medio de un ataque de celos, pensando lo que era evidente, Brian se habia quedado a pasar la noche con el atractivo instructor.

—Últimamente no dejo de hacer estupideces —dije al tiempo que me levantaba del mueble lleno de indignación dirigida solo a mi.

No me apetecía comer, la quemazón que sentía por todo mi esófago hasta terminar en el estómago solo seria aliviada por litros de agua helada, y el calor por una ducha fría, pero el coraje que por momentos amenazaba con obnubilarme la razón, ese solo se aliviaría cuando tuviese al calenturiento de mi novio de frente.

Aunque de camino al baño esa realización se unió al miedo que tenia de no poder mantener mi postura. Ya no podía o quería sostener por más tiempo nuestra relación, una que me hacia más mal que bien, a pesar de sus excusas y pretensiones, o de esa manera que tenía de mirarme con sus hipnotizantes ojos azules.

Estuve repitiéndome todo el tiempo, mientras recibía sobre mi cuerpo la fresca agua de la regadera, sobre la necesidad de mandarlo a la mierda de una vez y por todas, jurando que mantendría mi dignidad.

********

La llamada de Noah no se hizo esperar, mientras intentaba comer dos tostadas de pan un poco duro y moría por un analgésico.

—Buenos días, corazón. —En esa ocasión encontré la aguda voz de mi amigo demasiado chillona y retumbante.

—Tengo un insoportable dolor de cabeza y no tengo analgésicos, así que no son muy buenos. —Eso sin mencionar lo obvio, la ausencia de Brian.

Lo menos que deseaba era contestar las preguntas de mi bien intencionado amigo, aunque ya las sentía en el aire, a través de la línea telefónica.

Noah comentó sobre el intenso calor y de la incertidumbre que toda la situación del llamado Covid19 le provocaba. Vencido, terminé rindiéndome ante el silencioso interrogatorio detrás de sus divagues.

—¡Esta vez el cabrón de Brian se voló la barda, amigo! —exclamó Noah indignadísimo, su alarido penetro en mi cabeza desatando nuevas punzadas de dolor, aun así fue el detonante de mi desahogo.

Como era de esperarse, no me guarde nada e hice, una vez más, a mi buen amigo, mi paño de lágrimas.

—Es que no logro entenderlo, y no me hables de su juventud e inmadurez...que esas malas costumbres las puede tener uno de veinte o uno de treinta...ah, amigo, lamento decirte que con este tipo estas bebiendo un poco de tu propia medicina...

A Noah le falto mencionar, como casi siempre hacia, a mi ex novio Alejandro Morell. El maravilloso hombre que perdí porque durante buena parte de mi juventud fui muy parecido a Brian, un casquivano infiel, y Alejandro cansado, terminó mandándome de paseo definitivamente.

Una sonrisita ilumino mi adusta expresión al recordar al hombrón de cabellos castaños, que por aquellos días estaba recién casado con el amor de su vida, un japonés hermoso que llevaba nombre de anime.

No recuerdo por cuanto tiempo estuvimos al teléfono, sin embargo, estoy seguro de que antes de terminar la conversación, Noah me insto a adelantar mi viaje de regreso.

—Olvídate del infeliz de Brian, por primera vez en mucho tiempo sé egoísta y solo piensa en ti. —«Qué más quisiera»—pensé desanimado, pero nada dije.

Ya eran pasadas las dos de la tarde y Brian no había regresado, ni siquiera se había tomado la molestia de enviarme un texto.

Sinceramente no tenia mente para nada más que no fuera el asunto con mi novio, y no le dedique ni un solo pensamiento a la situación mundial que se avecinaba.

Minutos luego me animé a salir a buscar ese analgésico que tanto necesitaba, aunque el malestar en la cabeza habia menguado un poco. Me calce unas sandalias básicas de goma, las primeras que encontré en el camino, agarré mi cartera, y a Honey, antes de salir al patio de la vivienda, donde fuimos recibidos por un intenso vaporizo y los rayos de un brillante sol.

Tuve que obligarme a no volver hacia el interior de la casa.

Me desplace hacia el frente de la propiedad y me llamó la atención la sensación de calma generalizada, el silencio ambiental, muy diferente al ajetreo playero regular, donde no faltaba la música, los vehículos circulando y sobre todo la gente, turistas que iban y venían a la hermosa playa a pocos minutos de allí.

Igual noté que de todas las villas vacacionales en aquella área, las únicas que parecían ocupadas eran la que yo ocupaba y la ocupada por el vecino gruñón que precisamente en aquel momento se encontraba sentado en la terraza, podía ver la parte superior de su cabeza donde resaltaba un remolino de cabellos castaños rojizos.

Lo miré de reojo con rapidez, no quería que reparara en mi presencia, lo cual quizás era imposible, pues no era invisible, pero mucho menos deseaba que me pillara mirándolo.

Me apresure hacia el portón peatonal y justo en ese momento vi accionarse el portón vehicular abriéndole paso al pequeño vehículo rentado que manejaba Brian. Me detuve con Honey en brazos en espera de que él  bajara del vehículo.

Mientras tanto, la calma que había ganado parecía evaporarse bajo los intensos rayos del sol caribeño y el coraje que con solo mirarlo, tan tranquilo, volvió a germinar en mi interior.

Brian vestía la misma ropa con la que había salido el día anterior, pero no lucia desaliñado, al contrario, parecía que acababa de salir de tomar una ducha, pues hasta el cabello húmedo llevaba.

—Amor, no sabes lo que sucedió...

No lo dejé terminar, me parecía patético su mero intento de justificación. Ya podía imaginarme las mentiras que me diría sin mucho esfuerzo.

«Anoche se estropearon no una sino dos de las llantas del carro, Mau, no encontré quien las arreglara y tuve que quedarme con Stephen...pero dormí en el sofá»

O « se me perdieron las llaves del auto, tuve que quedarme a pasar la noche con Stephen...»

—Ahórrate tus excusas Brian —Hice el intento de caminar frente a él para entrar a la casa cuando Brian me tomo de mi antebrazo, y me corto el paso.

—Ni siquiera me has dejado hablar, no sabes nada. —Su cara de desaliento e indignación me hizo soltar una carcajada.

—Es que no te creo nada, así que no te esfuerces. ¡Decidiste quedarte a pasar la noche con Stephen y mandar a la mierda nuestra relación! —El coraje que borboteaba en mi interior comenzó a desbordarse, al carajo el guardar las apariencias.

Liberé de un tirón mi brazo antes de continuar hacia el interior de la casa.

—Por favor Mauricio escúchame, no puedes solo desechar mis argumentos cuando ni siquiera los conoces, no sabes lo que paso...

—Es que no me interesa escucharte...no nací ayer y se perfectamente lo que sucedió, ya no voy a dejarme engañar. —Dejé libre a Honey que fue a meterse debajo de la mesa del comedor, en ese momento ya habia perdido el poco control que tenia y todo lo que decía lo decía a gritos, mientras Brian mantenía su tono suave y hacia gestos buscando tranquilizarme.

—Lo menos que quiero es discutir, eres demasiado temperamental y no cooperas. Esta situación puede hablarse, amor —Siempre hacia lo mismo, darle la vuelta a la situación dejándome a mi como el intransigente o peor aún, el culpable de todo.

No lograba entender que era lo que decía podía hablarse.

Brian me persiguió por toda la cocina, alrededor del mueble central, mientras trataba de dejarse oír asegurándome que me amaba, y jurándome que entre el instructor y él no existía nada más que una relación de amistad y negocio.

Aquello último lo conocía muy bien, yo también lo habia dicho, se lo dije a Alejandro muchísimas veces, y que también lo habia escuchado de labios de Brian.

Una mentira más para salir del paso, ganando tiempo quizás para estar claro sobre el camino a seguir o buscando mantener ambas relaciones, una que pudiera ser pasajera, la otra, la oficial.

Cansado de escucharlo y también de contestar y echarle en cara sus engaños, me detuve cerca del refrigerador, al verlo casi encima, levanté los brazos para hacerle la señal de que se detuviera.

—Ya no más.

Brian embozo su característica sonrisa ladina que envió un brillo especial a sus ojos azules. Asi brillaba la travesura, y la expectativa. Segundos después levantó una de sus manos para acariciar primero mi mejilla, deslizando su dedo índice hacia abajo, por el largo de mi cuello hasta dejarlo reposar sobre la base de uno de mis hombros.

Al tenerlo tan cerca podía sentir su aliento y ese toque a sándalo que caracterizaba el aroma de su bronceada piel. Casi de inmediato la fuerte atracción física que nos unía, que sabia era la base de nuestra relación, me avasallo.

Mi hombre de cabellos claros y ojos azules no respeto distancias y se arrimo a mi, que no pude continuar levantando objeción, no cuando todo mi cuerpo estaba reaccionando a su cercanía, a pesar de que me juré no volver caer.

Todo lo que deseaba gritarle, reclamarle y echarle en cara murió en mis labios que solo dejaron salir algunos jadeos cuando Brian llevo sus labios sobre la piel de mi cuello y comenzó a dejar pequeños besos, mientras una de sus manos se posaba en mi incipiente, pero visible erección.

El deseo sexual remplazo todo lo demás, el coraje fue difuminándose, y mi mente se nublo con el ansia que tenia de entregarme a él, sentir su piel desnuda bajo mis manos, mientras su boca asaltaba la mia con intensidad.

Pronto, dando tumbos, nos movimos al cuarto, nuestras bocas unidas, mientras una de mis mejores camisetas era desgarrada por un movimiento brusco de las manos de Brian en su afán de desnudarme. Yo, ocupaba mis dedos con el botón de su pantalón corto después de patear el mio lejos.

De pie frente a la cama con los ojos nublados por la pasión, no me resistí cuando Brian me tumbo sobre el colchón y subio sobre mi, mientras le daba la bienvenida. Pronto perdí la noción del tiempo perdido en el tumulto de potentes emociones que su lengua provocaba, preludio a alcanzar la cima.



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