PARTE IV
El suspiro de frustración que escapó de sus labios le dió la advertencia — que él ya sabía— de que se estaba sobre exigiendo en aquellas peticiones, no recordaba realmente como era que había llegado a tener un gran bonche de documentos en su escritorio necesitando su revisión y claramente su aprobación.
Realmente esperaba que, el fin de semana — el cual ya anhelaba— llegará rápidamente para así poder disfrutar por fin la compañía del pequeño profesor que vivía con él.
El término de su carrera al igual que empezar su vida laboral fue un golpe demasiado duro para ambos — lo cual no iba a poder evitar—, sus tardes juntos se habían acabado, al igual que sus vidas sin tantas preocupaciones; no había duda que los últimos once meses fue una gran prueba para definir realmente que iba a pasar.
"– Señor Akabane. — Llamó su secretaría al tocar la puerta que lo separaba de los demás trabajadores— Tiene una visita.
– Que pase. — Soltó, desganado mientras recargaba la cabeza en el respaldo de la silla—"
Observar su oficina lo hacía sentir satisfecho, gracias a las prácticas laborales al igual que la experiencia generada pudo — con elegancia y rapidez— escalar un poco más rápido de lo que pensaba; y por ello en esos momentos esa oficina en el tercer piso de ocho lo hacían desear más.
"– Pensé que el estudio del departamento era grande, pero esto es mejor. — Escuchó la dulce voz que siempre lograba tranquilizarlo— ¿Cómo estás Karma?
– Nagisa. — Soltó al ver al pequeño profesor entrar a su oficina con un bento en las manos— Ahora que estás aquí puedo decir que estoy perfecto.
– ¿Me estás coqueteando? — Sonrió el más bajo, logrando que su día se iluminará completamente— Hoy salí temprano del trabajo y pensé que podríamos comer juntos ¡Si es que no tienes mucho trabajo! Lo siento, debí llamar antes y...
– Nagisa. — Lo llamó con diversión al observar como el mencionado empezaba a dudar de estar ahí— Llegaste en el momento perfecto para la comida y sobre coquetearte lo vengo haciendo desde hace ocho años, gracias por notarlo."
Una ligera risa — sincera, como eran siempre que las provocaba el de ojos zafiro— se escuchó por su oficina, observar como las mejillas blancas de su prometido eran bañadas por un sonrojo lograban que se sintiera feliz — completa y realmente feliz—.
"– Yo también lo hice. — Susurro el más bajo al acercarse al escritorio— Te coquetee por mucho tiempo y no te diste cuenta."
Una ligera recarga de electricidad recorrió su cuerpo inmediatamente — claramente, gracias al efecto Nagisa como lo denominaba—, en definitiva el dulce Shiota lo terminaría matando de un paro cardíaco cada vez que se armara de valor para decir ese tipo de comentarios sin pena alguna.
"– Lo hice. — Respondió con burla al pararse de su silla para rodear el escritorio— Por eso me declaré.
– Basta. — Logró articular el menor antes de abrazarlo y esconderse en su pecho— ¿No podrías dejarme ganar alguna vez?"
Irónicamente esa línea le quedaba más a él, porque estaba conciente — al igual que seguro— que Nagisa lo tenía en la palma de su mano y si lo pedía podía hacer cualquier cosa por él.
"– Ganaste en aplazar la boda hasta el siguiente año ¿No merezco compasión por tal derrota? — Le cuestionó con diversión al depositar un beso en la coronilla ajena y plantar sus manos en la pequeña cintura— En definitiva solo con eso ganaste todo, ratoncito.
– Tenía que ser la voz de la razón. — Respondió tranquilamente el más bajo, degustandose con el delicioso olor de la colonia que portaba y claramente él había elegido— Tú querías casarte dos meses después.
– Bueno, me agradaría ya poder decir que eres un Akabane. — Suspiró al sentir las pequeñas manos recorrer su espalda— Alto, ¿Cómo es que te dejaron entrar tan fácilmente?"
Una sonrisa burlona — característica desde su adolescencia— fue dedicada al pequeño chico de hebras celestes que estaba en sus brazos tratando de ocultar un sonrojo.
"– No te escuché ratoncito. — Dijo para molestar al dueño de aquel apodo cariñoso— ¿O entraste por otro lado?
– Les dije que era tu esposo. — Murmuró el menor aún escondido entre sus brazos —
– Oh mis oídos deben estar fallando, es que no te escuché. — Respondió rápidamente para molestar a su contrario— Vamos Nagisa, dime.
– Les dije que soy tu esposo, Karma. — Atacó con aquella cara de vergüenza que siempre le quitaba el aire — Me presente como Nagisa Akabane."
La dulce risa — si aquella que podía mejorar su día al oírla—, solo le aseguró lo que sus mejillas sentían; estaba sonrojado, pero ¿Cómo debería de actuar?
Nagisa siempre era demasiado penoso — y no le molestaba en nada, al contrario—, normalmente tenía que molestarlo más para que le dijera las cosas que le causaban pena en las situaciones y algunas veces lo dejaba pasar porque conocía tan bien a su pareja que no necesitaba persuadir para conocer el motivo de sus sonrojos.
Pero, normalmente cuando el pequeño Shiota — su pequeño e indefenso ratoncito— actuaba tan seguro y decía las cosas sin filtros lograban que su corazón sufriera las fuertes emociones.
"– ¿Comemos? — Le preguntó el amor de su vida al retirar sus pequeñas manos de su cuerpo— Por lo que veo tienes mucho trabajo.
– Algo. — Declaró con desgane al soltar la pequeña cintura que sus manos conocían a la perfección— Pero está bien, lo terminaré para el fin de semana.
– ¿Estarás libre el fin de semana? — Pregunto el menor al abrir el bento que debían compartir—
– Claro, ¿Por qué? ¿Querías pedirme una cita? — Susurro en el oído del más bajo al dirigirlo a la silla que normalmente ocupaba—
– Si. — Contestó con seguridad, regalandole la misma sonrisa que años atrás le causaba las famosas mariposas en el estómago—"
Sin pensarlo demasiado, se encargó de tomar lo que había pensado todo el día — a pesar de que esa misma mañana lo había conseguido—, un dulce beso de su prometido.
Saborear los labios apiñonados de Nagisa era — sin duda ni pretexto— una de sus cosas favoritas del mundo; sentir como eran tan suaves como se veían y deleitarse con el ritmo tan pacífico que el más bajo establecía era estar en el mismo cielo.
Si algo podía asegurar era — es y será, como siempre lo dejaba claro— que Nagisa y él estaban hechos para amoldarse perfectamente; desde la manera en la que sus labios encajaban a la perfección, hasta la forma en la que sus estaturas se complementaban en todo tipo de situación.
"– Te amo. — Soltó, como era su costumbre después de separarse de aquel osculo— Te amo tanto.
– Vamos señor Akabane, debemos comer. — Le contesto con ternura al dejar una ligera caricia en su mejilla— Por cierto, yo también te amo Karma, no lo dudes ni un segundo."
Su latir frenético se intensificó aún más — eso sí era posible y no moría de un paro cardíaco antes— claramente no lo dudaba y mucho menos ahora que veía el bonito anillo de compromiso que había puesto meses atrás; Nagisa Shiota lo estaba volviendo loco — más de lo que ya estaba—, simplemente porque lo embriagaba cada día con felicidad.
Disfrutando por primera vez en tantos meses su horario de comida, se dispuso a degustar — como estaba acostumbrado desde que vivían juntos— el sazón del dulce Nagisa; en definitiva la comida casera le encantaba pero en específico la de su pareja era su favorita.
"– Karma. — Le llamó con ternura el menor al bajar los palillos que tenía— Tengo que darte un regalo.
– ¿Un regalo? ¿Me he olvidado de algo importante, Nagisa? — Cuestionó con preocupación al observar su calendario—"
Con atención recorrió todas las fechas marcadas en el calendario que tenía en su escritorio, estaban iniciando el mes de Julio y el único día marcado como importante era el veinte de ese mes — porsupuesto al tener que ver con el ojizafiro—.
"– Eh bueno, no en realidad. — Susurro con pena acentuada en sus mejillas el dulce profesor— Solo terminemos de comer, para que pueda dartelo.
– Ahora me siento entusiasmado por eso. — Contestó con diversión tratando de quitar la mueca preocupada que se posaba en el bonito rostro que veía al despertar todos los días—"
Sin escuchar una contestación se dedicó a terminar su porción de comida — sin dejar de observar de reojo a su acompañante —, en realidad no podía pensar en otro cosa que no fueran las fechas; solo una vez — en un inicio de su carrera— había estado tan perdido entre clases y prácticas que su tercer aniversario se le había olvidado.
"– ¿Qué piensas de tener una familia? — Soltó como una bomba el pequeño asesino con el que iba a contraer nupcias— Solo...
– ¿Una familia? — Susurro con interés al momento de dirigir su completá atención al de hebras celestes—
– Si, una familia."
«Que sería emocionante, divertido y sobre todo me haría muy feliz» fue lo único que pasó por se mente al procesarlo correctamente; sabía que era posible que Nagisa concibiera a sus hijos pero en definitiva no lo había pensado.
"– Me encantaría. — Contestó al imaginarse a una pequeña copia suya correr por su departamento o mejor aún en una casa— ¿Te imaginas las travesuras que le podría enseñar? Sería muy divertido.
– ¿No... No sería raro?
– ¿Raro? ¿En qué forma? — Pregunto al escuchar aquel titubear extraño — Hay muchos hombres que pueden tener un embarazo, que tú seas uno me hace el hombre más felíz; claro esperaré el tiempo necesario para verlo pero...
– Ya entendí Karma. — Sonrió con aquella luz que siempre le daba tranquilidad— Está bien, ¡Pase a nuestra pastelería favorita y había pastel de fresas con chocolate!
– ¿En serio? Es extraño normalmente lo hacen bajo pedido. — Contestó con diversión— Pero es un muy buen regaló y sorpresa.
– Solo traje dos rebanadas, lo demás está en casa."
La pequeña sonrisa que lo tenía tan enamorado solo se hizo más grande al depositar los dos pequeños empaques dónde — suponía — estaba las rebanadas de pastel que tanto disfrutaban; la pastelería de los Shiniki tenía una gran historia para ellos y eso empezaba desde el momento dónde llevaba a Nagisa a tomar un café acompañado de una rebanada de pastel como cita.
Sin esperar más tiempo, en el momento que Nagisa abrió el empaque de su pastel; el se encargó de abrir el suyo.
El aire de sus pulmones se escapó completamente al sentirse abrumado por el extraño — y muy divertido a de decir— mensaje que estaba plasmado en la tapa del recipiente.
« Mi papi no quiere tener los antojos solo, así que por el momento los disfrutaremos los tres.
Te veo en unos meses, papá.»
Con preocupación — claramente de que no fuera una alucinación— releyó el texto más de tres veces, intentado procesar lo que estaba sucediendo.
Nagisa, su dulce y tierno ratoncito, el amor de su vida estaba esperando el retoño de su amor; una gran carcajada escapó de sus labios porque — literalmente— el demonio rojo estaba a punto de dejar un sucesor.
"– Entonces papá. — Habló el más bajo para bajarlo de aquella nube de felicidad — ¿Estás listo para la travesía?
– Sin duda alguna, lo estoy."
Con toda la intención del mundo, después de aquella noticia no pudo quitar la sonrisa que portaba.
Y esa misma tarde, en la comodidad de su oficina acompañado de un lindo mensaje que ahora guardaba con cariño una palabra nueva se agrego a la lista que tenía mentalmente.
Nagisa era su complemento.
Las cajas estaba esparcidas en aquella estancia que había visto los últimos cuatro años — años enormemente felices—, el lugar se empezaba a ver vacío permitiéndole recordar el primer día en el que llegaron al recinto.
Justamente un diecinueve de Julio — irónico porque estaban en la misma fecha— cuatro años atrás, entraba acompañando a los de la mudanza mientras el pequeño profesor — en ese momento universitario— empezaba a revisar con cautela sus pertenencias en la estancia donde se encontraba parado.
Todavía podía observar como Nagisa estaba sentado en el suelo del lugar intentando reconocer que caja pertenecía a cada cosa — debido a que la emoción les ganó y olvidaron clasificarlas—, aún podía sentir la calidez del lugar mientras ambos acomodaban los muebles y se dedicaban a especificar el lugar de cada cosa.
Cuatro largos años habían pasado desde el primer día que habían pisado su pequeño departamento, cuatro años llenos de felicidad — a mares—, enseñanzas y tristezas.
En definitiva aquel lugar estaba lleno de recuerdos y aunque nunca había sido sentimental — con excepción clara en lo que incluía al peliazul— abandonar su lugar de confort lo hacía sentir un poco triste.
"– Karma. — Lo llamó con ternura el dueño de su corazón mientras lo abrazaba por la espalda— Aún faltan unas horas para que venga la mudanza ¿Quieres que hagamos algo?
– ¿Podemos ver por última vez el departamento? — Susurro tomando con delicadeza las manos que posaban sobre su estómago — Se que suena tonto, pero creo que extrañaré este lugar.
– Yo también lo extrañaré. — Respondió rápidamente el más bajo después de depositar un beso en su espalda— Aquí pasamos tantas cosas que siento nostalgia."
Un pequeño suspiro salió de sus labios al darse la vuelta — viendo con atención a la persona que tenía enfrente—, claro que él de sentía igual; Nagisa había escogido el lugar cuando lo propusieron meses antes de salir de la preparatoria, estuvieron buscando tantas opciones — unas más caras que otras claramente— hasta que encontraron su vivienda.
La pequeña mano que se aferro a la suya logro que — como se estaba haciendo costumbre— sus pensamientos y recuerdos se alejaran rápidamente, en definitiva ese chico que conoció mucho tiempo atrás se convirtió en lo las importante de su vida — claramente las dos personas más importantes debido a que albergaba dentro de él, a su hijo—.
Con seguridad empezó a recorrer aquel lugar, podía asegurar que en cada rincón del blanco departamento había un recuerdo importante.
En dónde debía estar su comedor — que ahora estaba en la parte de abajo esperando a ser recogido por la mudanza— recordaba como fue la primera vez que hicieron una pequeña reunión, reunión que claramente acabo con ver a su bonito prometido borracho riendo en la mesa diciéndole lo mucho que lo amaba.
"– Nuestra primera navidad aquí fue especial. — Comenzó a hablar Nagisa mientras inconscientemente acariciaba su vientre— Yako-san nos regaló el árbol y mi padre nos dió los adornos, después de ello nuestra cena fue un desastre porque olvidamos apagar el horno.
– Todo el departamento estaba lleno de humo. — Río acompletando la anécdota — La señora Hana nos recibió en lo que dejábamos este lugar tóxico.
– Pero compartimos un buen pastel de fresas con chocolate con nuestra vecina. — Dijo en tono dulce el de baja estatura— Estaba muy feliz, demasiado.
– Es una anécdota que le podremos contar al bebé. — Comentó con felicidad acumulada mientras seguia caminando— También recuerdo cuando peleamos por el estudió.
– Claramente íbamos a pelear Karma, querías llenarlo de tus extraños objetos de travesuras. — Le reprochó fingidamente, mientras abría la puerta caoba del cuarto mencionado— Tuve que esconder la llave hasta que esa idea se esfumará.
– La llave estaba en tu mochila ratoncito, su hubiera querido este cuarto sería totalmente mío. — Mascullo con burla al ver el lugar vacío— Pero fue muy buena idea, me encantaba.
– Lo único que te gustaba era sentarte en el escritorio mientras me escuchabas leer. — Murmuró con cierta diversión su pequeño e inocente asesino— Era relajante.
– Bastante. — Confirmo con una sonrisa al cerrar la puerta y recorrer el pasillo— En mi cumpleaños pusiste globos por todo este lugar, fue la peor idea del mundo.
– ¡Nakamura dijo que era muy buena! — Se defendió con un sonrojo que lo hacía concentrarse en no querer hacerlo más intenso— Aparte se veía muy bien, todo hubiera salido perfecto.
– Todo hubiera salido perfecto, si tú no fueras tan distraído. — Aclaro al detener su andar y dar un ligero golpe en la frente de su pareja— No fue nada divertido despertar a las tres de la mañana porque tus pies decidieron tropezar y que explotaras todos los globos."
El pequeño puchero que se presentó en los labios apiñonados — si aquellos que podía besar todo el día sin cansarse— lograron que un suspiro fuera expulsado de sus labios; claramente ese día no fue nada memorable, a sus cortos — y algo divertidos— veintiuno iba a morir pensando que algo le había sucedido a su encantador novio.
Sin poderlo evitar, la imagen de Nagisa en el suelo sobándose la espalda baja mientras evitaba — claramente con vergüenza— verlo lo hizo reír a carcajadas; si se había metido el susto de su vida aquella noche pero no podía olvidar que después de eso, las risas — y reclamos por el pequeño Shiota— no habían faltado.
"– ¡No te burles Karma! — Le gritó el menor al jalar su brazo y empezar a caminar al último cuarto que les faltaba— Yo podría recordarte cuando llegaste borracho por primera vez."
Inmediatamente — y con cierta culpa— su característica sonrisa socarrona se borró de su rostro, ese había sido un golpe demasiado bajo y Nagisa solo lo sacaba en momentos como ese; y también cuando observaban las cicatrices que habían quedado de aquella vez.
Justamente dónde su cabello cubría su frente — claramente con el peinado que había optado desde que llegó a su oficina— se encontraba una pequeña cicatriz que había sido hecha por resbalar y golpearse con la mesa de noche que tenían en su habitación; y la segunda estaba en su palma izquierda que se generó al tirar el vaso de agua que — normalmente— Nagisa dejaba en la noche.
«Demasiado imprudente» se dijo a si mismo al recordar aquella ocasión, los gritos preocupados de Nagisa nunca se le iban a olvidar y en especial si cara de preocupación al ver la sangre bajar de su cabeza.
"– Y decías no ser imprudente. — Murmuró con tranquilidad el dueño de su atención al besar tiernamente la palma de su mano marcada— Fue una noche muy agitada.
– Yako vino inmediatamente después de que la llamaste. — Afirmó con pena al desviar la mirada— Pensé que le daría un infartó.
– Bueno, esperemos que nuestro hijo no sea así. — Declaró tranquilamente Nagisa al alejarse de él— Vamos Karma."
La imagen de Nagisa a sus — cortos y dulces— dieciocho años paso delante de él, habían pasado tantos años desde ese momento que verlo a punto de cumplir veintitrés años al día siguiente le causaba cierta tristeza; estaba seguro que si en un inicio de su educación en la secundaria alguien le hubiera dicho que el chico tímido de cabello largo sería el amor de su vida se hubiera reído — o tal vez molestado— de las personas que lo decían.
Con un pequeño suspiro de cansancio parpadeó rápidamente, regresando — por milésima vez en el día— al tiempo actual llevándose una imagen que le causaba demasiadas emociones; el pequeño profesor estaba extendiendo su mano — aquella dónde reposaba su anillo de compromiso— para que la tomará, mientras que una gran sonrisa estaba acentuada en su bonito rostro.
Sin poder evitarlo una risa llena de felicidad fue emitida por sus labios al momento de tomar la mano de Nagisa — la cual no quería soltar nunca—, con pasos lentos, tranquilos y coordinados decidieron ir a la última habitación.
La recamara que compartieron por casi cinco años — cuatro años, once meses y algunos días— se encontraba frente a ellos, vacía; ciertamente toda la decoración que alguna vez tuvieron fue elegida por él debido a que — después de una extensa discusión— su pareja lo había aceptado.
La pared era completamente blanca — a petición de Shiota— mientras que el suelo había sido alfombrado en algún punto de esos años, había varios clavos en las paredes dónde alguna vez pusieron retratos con fotos importantes.
Si, realmente era acogedor ese lugar, era donde podían descansar de un mal día o simplemente donde se reunían después de una tarde separados; no había duda que su habitación era preciada.
"– Cuando llegamos aquí, nunca habíamos dormido juntos. — Murmuró con diversión al entrelazar sus dedos con los más pequeños— Estabas demasiado nervioso, ratoncito.
– ¡Tú también lo estabas!
– Estaba nervioso de que te arrepintieras. — Confesó con un atisbo de pena al desviar la mirada— Pensé que nos habíamos adelantado mucho y por eso decidí dormir en el sofá la primera semana."
El recuerdo de aquel dolor de espalda no lo olvidaría nunca — literalmente— habían sido las peores cinco noches de su vida, pero el sentimiento de que había atosigado a Nagisa para que vivieran juntos era más fuerte y por ello prefería callar aquella mala experiencia.
"– Nunca me arrepentiría. — Aclaró, la dulce voz que escuchaba todas las mañanas— Pero deberías entenderme, nunca habíamos tenido más contacto que los besos y abrazos, dormir en la misma cama me causaba demasiada vergüenza.
– ¡Je! Esa vergüenza se esfumó completamente cuando decidiste lanzarte arriba de mi en el sofá. — Respondió en tono burlón al regresar su atención al de ojos zafiro— Tuve que traerte cargando y cuando me iba a ir me dijiste...
– No te vayas."
La cara de felicidad que le estaba regalando en ese momento el pequeño y dulce asesino de la clase "E" no la olvidaría nunca — al igual que varias expresiones que guardaba para él—, realmente en esos momentos de su vida se sentía completo, tranquilo, feliz; estaba escalando en su trabajo, pagando por fin una casa junto a Nagisa, planeando una boda y esperando a su primer hijo — primero porque esperaba más—.
En definitiva estaba en el momento de su vida dónde podía embriagarse sin pensar en la felicidad que tenía.
El sonido de la puerta siendo tocada hizo que su acompañante desviará la mirada mientras soltaba su mano, realmente Nagisa era lo que más amaba — al igual que el pequeño o pequeña que venía en camino—; en definitiva podía arrepentirse de miles de cosas, actitudes y sucesos pero estar junto al peliazul nunca entraría en esa categoría.
Dando una última mirada de reojo salió de aquella habitación para llegar a lado de su persona especial — o más bien personas—, una pequeña y casi inaudible sonrisa se acentuó en sus labios al ver a su prometido.
Esperando a que el pequeño Shiota terminara de dar indicaciones y que las personas de la mudanza terminarán de sacar todas las cajas — restantes que habían acomodado ese mismo día— cerro por última vez la puerta blanca con el número 206.
Sin pensar mucho en la sensación de tristeza tomo la mano de Nagisa para bajar al automóvil que tenían — y que pensaba cambiar— con cuidado y con nervios permitió que el más bajo entrará primero para después entrar él.
La diferencia de su nueva casa empezaba desde la ubicación, su primer departamento estaba cerca de las zonas estudiantiles dónde sus respectivas universidades quedaban a la misma distancia — quince minutos en direcciones opuestas—, mientras que su nuevo recinto estaba en la zona céntrica permitiéndole tener el tiempo suficiente para llevar a su pequeño ratoncito a su trabajo y el llegar con tiempo de anticipación al suyo.
Sin mencionar las claras instituciones que había visto para el pequeño demonio — como el lo llamaba—, al igual que los parques y la seguridad.
Una risa sincera se escapó de sus labios ¿En qué momento se vería de aquella manera? En definitiva en su último año de secundaria si se imaginaba siendo un burócrata — el mejor claramente— pero nunca imaginó estar en camino hacia una nueva residencia mientras tomaba la mano de Nagisa y pensaba en como criar a un pequeño ser.
"– Te ves feliz. — Dijo la persona que era la causante de aquella afirmación—
– Tú me haces feliz, Ratoncito."
Su risa se extendió aún más al ver el sonrojo que tanto le gustaba, si, Nagisa Shiota entro a su vida en el primer año en el grupo 1-C de Kunugigaoka y se quedó para siempre — en su vida, mente y corazón—.
Permitiéndose disfrutar el silencio en el carro avanzó por las calles hasta llegar a aquella privada que era exclusivamente para las casas del lugar — Más que nada pensando en la personita que venía a futuro—, con tranquilidad se bajó del automóvil hablando con el policía en turno dándole su identificación; al observar como abrían el enrejado principal, regreso con su pareja.
Las áreas verdes que se encontraban dentro del lugar dejaron encantado a la persona que iba de copiloto — y lo afirmaba con su cara de emoción—, mientras escuchaba firmemente un « Te imaginas cuando caminé el bebé» o un « Aquí podremos traerlo a pasear».
Siguiendo el camión de la mudanza que se encontraba frente a ellos, se detuvieron delante de su nueva residencia; la tonalidad blanca con la que estaba pintada lograba que se viera aún más tranquila y el extenso jardín que se situaba a lado del camino principal le daba varias ideas de que hacer ahí.
Con pasos apresurados se adelantó antes de que Nagisa bajara permitiéndose abrir la puerta y regresando en tiempo récord — claro según él—.
"– Bien, aquí vamos. — Soltó con cierta burla al tomar a su pequeño ratoncito entre sus brazos mientras caminaba para adentrarse a su nueva casa—
– No, no hagas esto. — Murmuró el de ojos zarco al sonrojarse— Hay demasiada gente.
– Te prometí que cuando tuviéramos nuestra casa entraríamos así."
El Balbuceó de Nagisa lo hizo sonreír hasta entrar al lugar, si era totalmente diferente pero que el dulce Shiota estuviera a su lado lo hacía sentir cálido, familiar, feliz.
Con una gran sonrisa salió a ayudar a los de la mudanza mientras que el amor de su vida acomodaba — o más bien dicho indicaba — dónde iban las cosas, terminando con un día cansado y lleno de emociones.
"– ¿Podemos irnos a dormir ya? — Le cuestionó el mas bajo al abandonar una caja de trastes y pararse del suelo— Tengo demasiado sueño.
– Vamos, hoy hemos hecho mucho y tal vez mañana podamos llamar al segundon e Itona para que nos ayuden.
– ¡Podríamos invitar a la clase E! — Propuso el peliazul al acercarse a él y abrazarlo—
– Bien, pero Nakamura se alejará de la cocina."
El pequeño asentimiento brindado y la sonrisa de felicidad lo hicieron relajarse mientras guiaba el camino hacia la nueva habitación, cuando entraron al cuarto pudo pensar en los nuevos recuerdos que quería crear con la persona que sujetaba su mano.
"– Por cierto, feliz cumpleaños Nagisa. — Dijo al atraer al mencionado a sus brazos y apresarlo en ellos— Te amo.
– Te amo tanto Karma. — Mascullo con un ligero sonrojó el peliazul antes de tomar sus mejillas para que se inclinara— Me haces muy feliz."
Antes de juntar sus labios se dió el lujo de observar el rostro de Nagisa, era bonito, fino, perfecto y claramente era suyo.
El beso tranquilo lleno de emociones retenidas — todas positivas afortunadamente— no sé extendió más debido al pequeño bostezo que soltó el profesor por lo cual sin poderlo evitar tuvo que retener la idea de una noche algo pasional.
Sin esperar más tiempo sacó ambas pijamas que se encontraban en el closet para cumplir la tarea principal de aquella noche, descansar en los brazos de Morfeo.
Al final de aquellos minutos pudo disfrutar estar en la mullida cama, mientras abrazaba con fervor a su persona especial y sentía su tranquila respiración chocar contra su pecho.
Y por ello, el primer día en su nueva residencia se dió cuenta de algo; después de aquella salida a tomar un trago con Nakamura, Kayano e Itona una lista de palabras fue creada en honor a su pregunta.
"¿ Cuál es la primera palabra que se te viene a la mente cuando piensas en Nagisa?"
Claramente eran muchas, Nagisa era su familia desde antes de ser novios — claro sin que el se percatara— al igual que fue su apoyo desde el momento que decidió invitarlo a ver Sonic Ninja diez años atrás.
También era su fuerza porque en los momentos dónde no podía más la imagen del dulce asesino llegaba a su mente y por obvias razones era — y sería estaba seguro— su felicidad.
No podía olvidar que era su deseo en cada ocasión que se le presentaba porque para él, el ojizafiro era la misma encarnación de lo pasional; y el observar como sus cuerpos encajaban — en ese momento y en todos— afirmaba que era su complemento.
Pero había una palabra que estaba seguro podía definir todo lo que significa el mas bajo para él, el de iris zarco era su lugar seguro, aquel dónde podía pasar horas y siempre encontraría comodidad; en definitiva sabía que no importaba si estaban ahí mismo o en otro continente si estaba con Nagisa siempre estaría en paz.
Y por ello como última palabra pudo asegurar que Shiota Nagisa, próximamente Akabane Nagisa era su hogar.
Hola, hola personitas ❤️.
¿Cómo se encuentran el día de hoy?
Yo la verdad muy feliz, aún no puedo creer que Hogar llegará a su final.
En definitiva muchísimas gracias por seguir está locura de historia que nació de repente y darle tanto amor. ✨
En unos momentos más subiré las curiosidades y dejaré una cajita de preguntas que contestaré después.
¡Gracias por todo! 🌟
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