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XXII. Presumes y careces.

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   En el hermoso salón del desayuno, en mitad de la noche, Kaira y Victoriano observaban el cielo nocturno. Deleitándose con una lluvia de meteoros y estrellas que tenía lugar en ese instante. Sumados en la oscuridad disfrutaban de la compañía mutua y de la paz de aquellas horas... dos amaneceres después de la boda.

   Victoriano dejó salir un pesado suspiro mientras se giraba para mirar a su sobrina, la luz diurna se reflejaba en sus grises pupilas melancólicas. Ella no se giró a mirarlo, pero en un susurro le dijo:

  —Por favor, no empieces...

   —El hecho de que ella sea lo único en lo que puedas pensar cuando ves la luz de las estrellas, debería ser suficiente razón para entender cuanto ella significa para ti —dijo él de todas maneras. Como un maestro dando una lección señaló el cielo nocturno.

   Tres estrellas fugaces los iluminaron, dando fuerzas a sus palabras. Kaira podía jurar que sintió el dulce aroma del cabello de Meena en ese instante. Con el rostro serio se volteó a verlo.

   —Sabes que esa no es la razón, no es-

   —Deberían aprovechar la maravilla del amor correspondido —le interrumpió él, apenado negaba lentamente con la cabeza. Se volteó a ver a Pandora mientras susurraba—: Los pecados de nuestro mundo no deberían ser impedimento para estar juntas, si no que debería ser una excusa para intentarlo... son jóvenes, se merecen su oportunidad de amar.

   Ella asintió lentamente mientras se giraba para ver lo mismo que él, mientras en su mente resonaban los poemas de Meena. Se los sabía de memoria, los releía cada noche. Su favorito parecía describir sus propios sentimientos hacía Meena, a pesar de ser escritor por esta. Sin querer, comenzó a murmurar las palabras, como si de una plegaria se tratara, rogando piedad. Decía así:


  Todos hemos dicho, oído o sentido, la frase: "El amor duele". 

Y cuando me miras así,
 de tal manera que una sonrisa se dibuja en mis labios,
le da un nuevo significado a la frase.

Recuerdo cada vez que me dijiste que te encanta mi manera de pensar,
 mi voz al cantar, como entrecierro mis ojos al hablar y como rio de chistes sin gracia;
 por que cuando se trata de decirme cosas bonitas,
siempre te aseguras de mencionar lo mucho que te gusta mi alma.

Ingenua tú, que no sabe que eres la única con la que dejo mi verdadero ser: florecer.

Por eso y mil razones más, a veces te miro y siento que el amor duele. Porque me duele admirarte tanto y no poder demostrarlo, al menos no en este mundo.

A veces el amor es tan grande, que se queda sin espacio, 
entonces le pide un pedacito de sentimiento al dolor.

• ────── ☼ ────── •

   Durante los siguientes tres años Farkas convirtió Serendipia en lo que había prometido. Al fin, el progreso dejó de ser una mentira. Se aseguraban de recordar esto cada mañana en el periódico de Serendipia. Redactado en la gran imprenta de Vulpes, donde el Consejo de Comarcas se encargaba de entregar las noticias a los reporteros, estos también cazaban sus propias historias y recibían otras desde el resto de las comarcas. Cada edición debía ser aceptada por Sauro.
   El periódico se repartía en cada comarca. Con anuncios, historias, crímenes del Bloque Negro, hazañas de Sauro (acompañado de imágenes con su hermosa esposa) e información sobre los inventos de Farkas. A veces, incluían chismes, bromas y por supuesto al final de cada edición: plegarias para Knglo y Egot.
   La mayoría de las noticias iban acompañadas de dibujos ilustrativos, ya que la fotografía era algo escaso. Las plantas que proveían el material para el papel fotográfico crecían lentamente y no querían arrasar con estas.

   Se podía viajar de punta a punta de la ciudad de Vulpes con un enorme ferrocarril a carbón, los niños soñaban con conducir una de esas pesadas máquinas algún día. Un décimo de la población utilizaba, en ocasiones especiales, carretas con motores impulsados por el vapor. Sin embargo, las carretas tradicionales de caballos o mulas seguían siendo el medio de transporte favorito de todos.

   En los continentes más pequeños se volvieron fanáticos número uno de las bicicletas y el periódico, que les permitía enterarse de las últimas noticias en Vulpes diariamente. También, en lugares públicos podías encontrarte a menudo con radios, éstas estaban limitadas a solo reproducir música, ambientaban la escena como si de un cuento de hadas se tratara. En los hogares preferían los tocadiscos.

   Farkas se había encargado de actualizar el estilo de iluminación, eliminando el peligro que las velas podían suponer. Luego de meses de arduo trabajo logró crear una red de lámparas de queroseno que iluminaba cada hogar y cada calle, con la calidez del fuego. Con el simple hecho de tirar de una cuerda la llama se encendía gracias al combustible, controlado dentro de recipientes de cristal.

   La red de comerciantes se volvió activa y fluida, llenando sus bolsillos y llenando de prosperidad a las familias.

   Pequeños botes con un sistema de impulso a base de carbón viajaban de las islas a la ciudad, cada día. Las minas de Suscitavi tenían más trabajo que nunca gracias a esto.

   El arte se volvió la principal actividad, debido a las nuevas formas de hacer música e incluso capturar momentos con fotografías (aunque estas máquinas eran particularmente escasas). Todos querían una probadita del arte en Vulpes. Museos, ferias, teatros, óperas, más escuelas, clubes nocturnos, y más. Esto también benefició a Mare Turtur, ya que el material para crear discos o papeles fotográficos solo se conseguían en los más profundo de sus selvas.

   Por otro lado, Apis, finalmente pudo descansar un poco. Debido a sus grandes praderas y buen clima, eran los principales proveedores de comida en Serendipia. Trabajaban día y noche, pescando, cosechando y cuidando de su ganado. Ahora, gracias a los tractores de Farkas o las trampas para peces, podían al fin trabajar con tranquilidad.

   Los inventos de Farkas cambiaron la vida de todos, pero nadie abandonó sus más antiguas costumbres que los mantenía en contacto con la naturaleza. Utilizaban los inventos solo en caso de ser necesario y no abusaban de estos. Ya que tampoco querían arrasar con los combustibles o los recursos de la naturaleza. Farkas inundó el reino con sus conocimientos, respetando la estética que tanto caracterizaba a Serendipia. Sus inventos y las costumbres clásicas de allí convivían en perfecta armonía. Cumplió su promesa de mantener la naturaleza intacta.

   Las prendas de ropa también sufrieron sus cambios. Simplemente mejorando la calidad de sus telas, su higiene e incluso su duración. No abandonaron sus largas faldas, sus corsés, sus camisas con volados, sus abrigos de lana ni muchos menos sus accesorios de Cuerno de Sol. Incluso agregaron la sal luminosa en la decoración en los inventos, complementando su suave iluminación con el de las lámparas.

   Inevitablemente, la cultura también cambió. La tradición de las debutantes se perdió, siendo aquella donde conocieron a Meena, la última. Esto sucedió gracias a la incrementación de la población en Vulpes, y lo fácil que era viajar de una comarca a otra en pequeños grupos. Para grupos más grandes, se seguían utilizando los galeones de siempre, con una ligera modificación: un molino de agua en su estructura ayudaba a aumentar su velocidad y estabilidad. Farkas aún no tenía los materiales necesarios para imitar la flota de su padre.

   A las mujeres se les concedió el derecho a una educación primaria, a salir solas y hablar sin que antes les diera permiso. Comenzaron a enfermarse menos, sonreír más y joviales creaban hermosas amistades con las extranjeras. Muchos se resistieron; otros festejaron que al fin la sociedad fuera más justa con sus madres, hermanas e hijas. Sauro y Grimn tuvieron que dejar que estos cambios inundaran las calles, lo más importante es que el pueblo estuviera contento y no se les ocurriera que él era un mal gobernante. Abrieron algunas puertas para las mujeres, pero no mucho más. Las puertas llevaban a oscuros pasillos sin salida.

   Cada semana, se encontraba el cuerpo de una mujer abandonada como si fuera basura, brutalmente asesinada. También desaparecían niñas pequeñas, sin dejar rastro alguno.

   El océano siguió siendo el hogar del Bloque Negro, pero muchas habían movido su lucha a las comarcas. En especial las que tenían un ser querido en tierra firme. Mantenían su identidad y pasado en secreto viviendo como una ciudadana más durante el día, cazando agresores de mujeres por las noches. Vestidas de negro saltaban por los tejados y vigilaban las calles, en un intento de hacer de estas, un lugar seguro para las mujeres.

   Jacoba era una de ellas. A la primera oportunidad que tuvo partió hacia Mare Turtur con Finn, donde rápidamente formaron una numerosa familia. Ruby regresó a Apis, sus padres la recibieron con los brazos abiertos y lágrimas en la mirada. Cressida se trasladó a Vulpes, donde Meena dirigía el grupo de las vigilantes nocturnas.

   Bajaban del tejado, asesinaban al atacante (ninguno pertenecía a la tripulación de Vilkas), y volvían a desaparecer en la oscuridad. El pueblo les seguía temiendo, y de cada crimen se les echaba la culpa, incluso los de las asesinadas y desaparecidas que ellas mismas intentaban salvar.

   Las ejecuciones de cada criminal continuaban como siempre, quemando en su espalda aquel símbolo que no les pertenecía. Un año ya había transcurrido desde que Grimn lograra capturar a una verdadera integrante del Bloque Negro... y el joven Agares se había esmerado con esta, sacándole los ojos y el corazón, con una estaca atravesó su cráneo y ahí la dejó. La joven fue quemada en la plaza, donde todos pudieron ver la furia de Grimn en cada una de sus heridas.

   Wilhelm y Meena habían comprado una pequeña casa en las afueras de Vulpes, en el Puerto de los Viajeros Perdidos. Se estaba hundiendo en la nieve. Wilhelm consiguió un trabajo en el puerto como pescador, rápidamente se ganó una gran reputación. Continuó visitando el Pozo del Aguamiel con la esperanza de encontrarse con Victoriano, pero jamás lo había vuelto a ver. No se atrevía a presentarse en el castillo, se limitó a escribirle cartas. Jamás recibió respuesta, y le avergonzaba preguntarle a Kaira... De todas maneras no se rindió, en secreto lo buscó cada noche y escribió incontables cartas para él.

   Inevitablemente, Kaira le devolvió el beso prestado a Meena y a partir de ahí no hubo vuelta atrás. Comenzaron a encontrarse por las noches en la alcoba de la Princesa, cada vez más seguido, cada vez más cerca de los sentimientos. Después de tres años, Kaira se animó a formalizar la pareja; sin embargo, Kaira no solía demostrar muchos sentimientos y jamás le dejaba dormir con ella.

   Octubre y Meena seguían pasando el rato juntas cuando se encontraban. A pesar de que su relación con Kaira había terminado por tomar seriedad, esta insistía en que eso no tenía nada que ver con la otra relación de Meena.

   Cada tres días, en el Corazón en Verum, cada asiento se ocupaba. Will continuaba dirigiendo el lugar y cocinando sus manjares, pero se había mudado a un lugar más cómodo, sin olvidarse de sus fotografías.

   Sao y Lilith continuaban viviendo en el Olympe de Gouges, junto con muchas otras tripulantes, entre ellas: Jolly, Marina y Octubre. Interceptaban pequeños barcos en busca de las niñas perdidas. Tenían muy poco éxito, pero habían logrado rescatar a más de una. Ocultas entre las mercancías que importaban en Vulpes. Siempre se dirigían hacía la ciudad, nunca salían de esta.

   Su hogar estaba en alta mar, pero a menudo visitaban el continente. Sao pasaba las noches con Vilkas en El Granero de los Árboles Durmientes. Después de la boda el hombre exigió saber que estaba pasando. Zheng Yi Sao le reveló lo mínimo en un intento de no perderlo, haciéndole jurar que no mezclarían las cosas. Sus encuentros cargados de pasión y cariño no le daban el derecho de intervenir en sus asuntos, le decía Sao.

   Al visitarles, Lilith se quedaba en casa de Meena y Wilhelm. Sin embargo, pasaba cada segundo posible con Kaira. Muchos no entendían esto ya que veían a Kaira como una persona fría, inaccesible y callada. Pero todo cambiaba cuando estaba con Lilith... esa era la puerta que Meena aún no había logrado cruzar.

   Luego del incidente con los guardias del castillo, Lilith permaneció oculta en el camarote de Zheng Yi Sao. No lograba levantarse de la cama y no dijo palabra por más de un mes. Todo comenzó a mejorar luego de que Jolly la obligara a ayudarla con los altares para las Diosas Olvidadas, Lilith pudo sentir la gentil mano de estas que la perdonaban. Tardó en ganarse el voto de confianza para que la dejaran regresar a la ciudad.

   Desde entonces los ataques no se habían repetido, al menos eso le aseguraba Lilith a Sao.

   Lorenza pasó a ignorar la existencia de su hija, al fin estaba en paz.y ya no era su problema, siempre y cuando no se la cruzara en su camino. Pasaba sus días pintando en diferentes rincones del Palacio de los Zorros. Sauro no cambió, jamás lo haría, solo su ego aumentó.

   La relación de Kaira y Farkas no hacía más que empeorar. A pesar de los incontables esfuerzos de Farkas de formar un vínculo amistoso, Kaira lo despreciaba con todo su ser. El joven terminó por cansarse de su actitud, la cual ahora le resultaba insoportable.

   Esa noche, la Luna casi estaba llena, pero aún conservaba una ligera sombra. En apenas un ciclo más de Luna volvería a ser el Día de Serendipia y el aniversario del nacimiento de padre e hija.

   La Princesa había querido pasar la tarde con Meena, Will y Lilith. Para esto tuvo que dejar su orgullo de lado y pedirle ayuda a Farkas. Juntos salieron del castillo, acompañados de unos guardias inútiles que pronto despistaron. Farkas dejó a Kaira en la casa de Meena y Will y se marchó a Marítima Regio. Este lugar era una pequeña ciudad sobre el agua, hecha sobre la obsoleta flota de su padre. Allí vivían la mayoría de sus amistades, antiguos compañeros de tripulación.

   El joven tenía gran curiosidad respecto a las relaciones de Kaira. Siempre se preguntaba dónde les había conocido. No se lo decía, pero era una faceta de la Princesa que le gustaba... mientras más se alejaba del castillo, más parecía derretirse el hielo de su corazón.

• ────── ☼ ────── •

   Kaira no podía dormir. Luego de darse un baño, en un intento de calmar y relajar sus músculos, se dirigió a la cocina. Tomó una botella de aguamiel en la oscuridad y comenzó el camino de regreso, ignorando completamente a Farkas que estaba de pie comiendo arándanos.

   —Si no me equivoco, falta poco para el aniversario de tu nacimiento —dijo sin mucha emoción, previendo su respuesta—. Veinte años, ¿verdad?

   —Calla —respondió ella.

   —¿Por qué tan amargada? —continuó, esta vez burlón—. ¿Hoy no vino Meena? Creía que sí, por que estás toda temblorosa...

   Kaira se dio la vuelta y apuntando directo a su rostro, le arrojó la botella de aguamiel, la cual estalló en mil pedazos. Él logró agacharse a último momento.

   —¡¿Te has vuelto loca?!, ¡¿Por qué ha sido eso?!

   —No quiero volver a oír su nombre en tus labios.

   Farkas le miró incrédulo. No entendía cómo todavía podía sorprenderse con la violencia de Kaira hacia él. Fuera del castillo debían fingir amor, pero tal como la Princesa había predicho: a sus padres no podría importarles menos lo que hicieran dentro de esos muros. Curiosamente tampoco les molestaba el hecho de que Kaira aún no hubiese engendrado un niño. Esto no era ninguna sorpresa, dormían en alcobas separadas y jamás se les pasaría por la cabeza ni la más mínima caricia. El joven negó con la cabeza y ofendido, respondió:  

    —Relájate, me cae bien. Tú haces tus cosas, yo hago las mías. Yo también me divierto por mi lado.

   —Me da igual lo que hagas con los caballeros. —Ella se acercó y lo empujó, buscando pelea.

   —Déjame en paz. —Él salió de la cocina, pero ella lo siguió y lo empujó contra el muro. Su nariz chocó contra el marco de la puerta y comenzó a sangrar al instante.

   Kaira se alejó hacia su habitación, pero Farkas la tomó del brazo, la acercó y luego con ambas manos la elevó frente a él.

   Incluso cuando sus pies no tocaban el suelo, su cabello lo hacía. Después de la boda Kaira había rasurado el lado derecho de su cabello, para así disimular los mechones que su madre le había arrancado. Aquel nuevo corte no hizo más que acentuar la singularidad de sus facciones y resaltar su belleza. Le gustó, así que lo mantenía.

   —Es suficiente, Kaira —dijo, furioso, mientras la sangre que emanaba de su nariz manchaba su camisa de dormir.

   —No voy a parar, jamás —respondió ella, con un brillo maníaco en los ojos.

   Farkas la soltó, se limpió la sangre y comenzó a alejarse.

   —Eres imposible —susurró. Deseando marcharse en ese mismo instante de Serendipia, no tenía otra opción que ser paciente.

• ────── ☼ ────── •

   Durante las noches, los pasillos del palacio jamás volvieron a estar desiertos. Vigilados por un escuadrón brutal de guerreros, supuestos antiguos mercenarios; el pueblo les temía y Sauro había ordenado mantenerlos fuera de su vista, su enorme armadura y la falta de humanidad en estos le resultaba espeluznante. Estos patrullaban las calles de Vulpes con un solo objetivo: acabar con el Bloque Negro. Logrando herir de gravedad a más de una pirata o vigilante (algunas fallecían días después, incapaces de recuperarse de su brutalidad). Eran más fuertes que ellas, pero jamás más veloces.
   No había sido fácil convencer a Sauro, este no quería admitir ante el pueblo el peligro. Pero luego del misterioso ataque, los cadáveres de los guardias quedaron regados alrededor del castillo, a la vista de todos. Sin saberlo, Lilith le había dado la excusa necesaria a Grimn para convencer al Rey de poner en práctica aquel entrenamiento que había ideado con Sigmund Agares, su padre.

   Se llamaban Centinelas, y Grimn era su general. 

• ────── ☼ ────── •

   Un pequeño barco pesquero a vapor avanzaba en la oscura noche, desde Mare Turtur hasta Vulpes. Era una noche bastante luminosa gracias a la Luna, pero pronto las nubes cubrieron el cielo y una densa niebla los envolvió.

   —Santos —murmuró el hombre abriendo los ojos con terror, tenía una enorme barriga y un bigote gracioso. La bruma parecía una criatura con tentáculos que los envolvía.

   A su lado, un joven alto y encorvado cerró los ojos y tomó entre sus manos el amuleto con el símbolo de Mare Turtur. Atropelladamente murmuró:

   —Santificada sea tu protección Knglo, en tu sabiduría confió Egot. Protégeme de los demonios-

   El hombre lo empujó, chasqueando la lengua.

   —Me pones más nervioso, imbécil —le regañó. 

   El joven murmuró una disculpa y continuó diciendo sus plegarias, pero en su mente.

   —Es solo niebla marina, tranquilízate —insistió el hombre fingiendo calma, intentando llenar el vacío silencio de la noche—. La paga vale la pena y serán solo unas horas.

   El motor se apagó con un sonido ahogado, ambos hombres se miraron. Las manos del joven comenzaron a temblar mientras abría la compuerta y luchaba por encender la máquina; el hombre maldijo y volvió a empujarlo, él mismo intentó encenderla, lo logró al segundo intento. Le regaló una mirada cargada de impaciencia a su primo pequeño y se acomodó en el timón para apresurar la travesía.

   El motor se esforzó y lograron avanzar, medio metro. El frente del barco chocó contra algo. Ambos se giraron y observaron, no veían nada. Solo negro.

   Un chapoteo en el agua y la bruma se movió para que pudieran ver bien. Habían chocado con el Olympe de Gouges. 

   El joven que estaba en la cubierta elevó su mirada al cielo y observó el enorme barco que se perdía entre las estrellas. Oyó un golpe, luego una luz.

   Su primo aferrado al timón, pudo ver a la perfección a Lilith quien había aparecido de repente en la cubierta. Con un disparo atravesó el cráneo del joven, su cuerpo cayó al agua.
   Estupefacto se giró para mirar a la joven, ya no estaba ahí. Una de las compuertas del suelo estaba abierta, la niña que debían exportar a Vulpes ya no estaba.

   Todo era silencio, estaba solo. No se atrevió a intentar avanzar. Esperó y esperó, pero nada sucedió. De repente le pareció oír algo: se despegó del timón y se acercó al hueco donde habían mantenido capturada a la niña.

   Una pequeña caja con dinamita, la mecha estaba encendida y justo en el momento que pudo leer la inscripción, explotó por los aires.

   "Con amor: Marina, del Bloque Negro" Tenía dibujado un corazón en la letra "I" del nombre y una sonrisa al final del Bloque Negro. Fue lo último que leyó antes de morir. 

   Camino a su ubicación habitual, al sureste de Verum, en el Olympe de Gouges una pequeña niña respiraba agitadamente en los brazos de Octubre.

   —Tranquila, estás a salvo —le repetía Octubre.

   En el timón de rueda, Lilith y Sao observaban la escena.

   Jolly se acercó lentamente, se arrodilló en el suelo y tomó las manos de la niña entre las suyas, esta se calmó al instante. La niña era ciega, de contextura delgada y una cabeza enorme, tenía la piel más negra que habían visto jamás. Aparentaba no mucho más que ocho años.

   —¿Cuál es tu nombre? —preguntó Jolly, quien había localizado a la niña gracias a sus altares. Generalmente interceptaban los barcos sin dañar a nadie, los registraban y se marchaban. La masacre sucedía si encontraban niñas. A veces, cuando las secuestradas tenían conocimiento sobres las Diosas Olvidadas y les rezaban, Jolly podía localizarlas.

   —Okoye —respondió bastante tranquila, mientras se aferraba a la mano de Jolly.

   Lilith suspiró satisfecha. Sin mirarla, Sao dijo:

   —Tu primera reacción no puede ser disparar. —Su tono dejaba en claro lo que realmente decía: si en ese barco resultaba que no había ninguna niña, Lilith hubiese matado al muchacho en vano.

   —Jolly jamás se equivoca —se defendió Lilith mientras sus cabellos sueltos se agitaban con el viento.

   Sao suspiró, no dijo nada. Deseó que no fuera así... Jolly le había advertido centenares de veces, Zheng Yi Sao imploraba a las Diosas que se equivocara. Se volteó a mirar a Lilith.
   La joven estaba de pie en la cubierta, con la mirada relajada miraba a la nada, tenía el rostro manchado de sangre pero no parecía notarlo. Al fin pestañeó y se volteó a mirarle, como niña pequeña le sonrió y la abrazó.

   Zheng Yi Sao le limpió el rostro y le besó la coronilla. Todo estaba bien, no había de qué preocuparse.


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⊱ ☽  Final de la segunda parte: "Movimientos en la oscuridad"   ☾ ⊰

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