Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XI. Más allá del horizonte.

⋅ ⋅⋅⋅⋅⋅⋅ ⊱∘──────────────∘⊰ ⋅⋅⋅⋅⋅⋅ ⋅


   El Olympe de Gouges rodeaba el galeón que venía desde Suscitavi, mientras las piratas luchaban a muerte con los marineros. En ese entonces Lilith tenía trece primaveras recién cumplidas y en ese mismo momento ayudaba a pasar a las asustadas debutantes al barco negro (una vez finalizada la pelea). En el Olympe de Gouges, Jolly supervisaba todo, tranquilizando a las jóvenes solo con su presencia. Mientras Sao se encargaba de organizar todo en el otro barco.
   Esa noche había un eclipse lunar, las maravillas en el cielo eran algo común en Serendipia, Jolly aseguró que se trataba de algún tipo de presagio.

   Con las mejillas encendidas por la euforia, Lilith tomó la mano de una asustadiza joven de cabello blancos, susurrando palabras tranquilizadoras. En ese instante, un joven debutante idéntico a la joven que Lilith ayudaba, salió desde su escondite y con mosquete en mano corrió hacia Jolly.

   Todas gritaron de advertencia, Lilith apretó la mano de la joven sin querer, quien soltó un jadeo.

   El joven, viviendo su momento de héroe, recargó el mosquete mientras se frenaba al costado de Jolly, quien no se había molestado en girarse a verlo. El joven soltó un grito de guerra y apuntó, en ese mismo instante Jolly se volteó a verlo con una expresión gélida, le heló el alma y el joven olvidó por un segundo lo que iba a hacer. Segundo después pareció recordarlo y disparó, pero el arma falló, la bruja seguía mirándolo.
   Maldiciendo dio un paso al frente y se preparó para golpear el rostro de la anciana con la culata del arma, pero Lilith se interpuso en el medio y sin pensarlo atravesó su pecho con una larga y delgada espada. La sangre del joven brotó, las manos de Lilith empapada en esta, Jolly observó en silencio.

   Todo transcurrió en apenas unos segundos. En silencio observaron la escena, mientras la joven albina dejaba salir un grito desgarrador. Lloró a su hermano gemelo hasta caer inconsciente, mientras Lilith permaneció inmóvil, apretando los dientes observó la sangre emanar.

   Días después, durante el amanecer, la misma joven albina caminaba con paso tranquilo por la cubierta. Había insistido que quería quedarse en el Olympe de Gouges... pero no se relacionaba con nadie. Jolly no le sacaba el ojo de encima siempre que podía.

   Lilith maldecía mientras intentaba acomodar un cañón que continuaba inclinándose. Oyó a la joven acercarse pero no le prestó atención, hasta que ésta atravesó su cuerpo con un cuchillo de cocina sin decir nada.

   Una de las maderas en el fogón soltó un chispazo, arrancando a Lilith de sus recuerdos. Se enderezó asustada. Estaba en el camarote de Zheng Yi Sao luego de que esta la regañara por su interacción secreta con la Princesa. Sentada en el suelo leía una novela, no sabía en qué momento se había distraído, perdiéndose en recuerdos. 

   Tragó saliva y observó a Jolly, en la otra punta del camarote hamacándose lentamente en su silla mecedora. Con esa mirada que te hacía sentir que podía leer tus pensamientos.

   Por su mirada, Lilith lo supo. Ella también recordaba a la perfección aquella vez que Lilith casi había acabado desangrada... recordaba a la perfección como había golpeado a la joven albina hasta la muerte, volviendo irreconocible su rostro. No sintió el dolor de la herida hasta que Jolly no la separó del cadáver.

   Lilith sabía que la tripulación recordaba aquel episodio cada vez que la veían; odiaba que un mísero ataque, un error, la definiera.

 • ────── ☼ ────── •

    Kaira arrastró los pies hacia el comedor, el pequeño, donde la familia real desayunaba cada mañana, en el segundo piso. Era una mañana particularmente fría, la nieve caía con densidad pero los ciudadanos de Vulpes estaban acostumbrados, por lo cual la vida continuaba normalmente. El castillo se mantenía cálido gracias a un sistema con piedras calientes y estufas salamandras a leña en cada rincón, sin embargo, ella sentía más frío dentro de aquella fortaleza que el que sentía expuesta a la nieve. Por los pasillos avanzaba, saludando a las doncellas que sonreían alegres al verla, pero al segundo volvían a corretear silenciosamente, estresadas. La Princesa observó el ajetreo matutino: las doncellas cambiando las flores de los jarrones, limpiando la cera de las velas de la noche anterior, sirviendo el desayuno, los guardias cambiando de turno... todo esto solía suceder antes de que la realeza despertara, pero Sauro encontraba divertido despertarse algunas mañanas una hora antes, solo para ver el pánico de las doncellas. Por supuesto que también mandaba a despertar al resto de su familia. Esa, era una de esas mañanas.

   Kaira llegó a las enormes puertas que la separaban de su familia, suspiró, se acomodó el cabello y mientras observaba los pomos redondeados dorados por un segundo consideró regresar a su habitación. Cambió de opinión al pensar en la posibilidad de que Victoriano quizás había decidido desayunar con ellos, no pasaba seguido, pero a ella siempre le alegraba y él solo lo hacía por ella. Con el rostro serio abrió la puerta, el asiento de Victoriano estaba vacío, frío.

   El salón de desayuno no era para nada pequeño, pero lo parecía a comparación con el resto del palacio. A pesar de que estaba hecho solo para desayunos y reuniones informales, la familia real hacia todas sus comidas allí. A menos que tuviera visitas, y preparaban un banquete en el salón de baile.
   Aquel lugar era un jardín vidriado, de suelos de madera y paredes y tejado de grandes cristales con vistas al barranco a las espaldas del castillo, el mar abierto. Tenía solo dos puertas: una con acceso directo a la segunda cocina, la cual tenía una escalera para llegar a la cocina principal; la otra daba al pasillo por donde había llegado Kaira. Contra las paredes se encontraban centenares de sofás individuales, todos de diferentes formas y tamaños, con suaves alfombras a sus pies. Una enredadera de vid inundaba el tejado y las paredes, con hermosos racimos de uvas que colgaban sobre sus cabezas, junto con unos pequeños faroles con forma de aves regordetas. También, en macetas crecían cafetos, con su millar de futuros granos de café.

   Agotada por pasar la noche en vela, Kaira rodeó a su padre sintiendo su mirada sobre ella y se sentó, ausente, en su lugar. Observó la gran mesa, con sus zumos, bollos dulces, panes salados y café negro.

   Demasiada comida, pensó. A pesar de haber sido criada con abundancia y derroche, podía notar lo ridícula que resultaba su vida.

   Comenzó a comerse las frutas lentamente, sabiendo que las sobras del desayuno serían para las doncellas y ellas adoraban los bollos dulces. De todas maneras, tenía demasiadas náuseas por el vino que había bebido la noche anterior. Un hábito nuevo adquirido, un mal hábito.

   Una sinfonía de gorriones inundaba el ambiente, estos solían poner nidos sobre el cristal mismo del invernadero. Ella, con el cabello revuelto y los ojos hinchados, bostezaba constantemente.

   Tres guardias custodiaban el desayuno, incluido el joven Grimn.

   La mesa del comedor era extremadamente larga para albergar solo tres personas, y en ella había demasiados manjares para solo tres bocas, demasiados colores para tanta tensión. La silla vacía frente a Kaira (sus padres sentados en las puntas), se sentía como un recordatorio constante de la miseria y la pobreza de aquella familia cuando se trataba de amor.

   —Que amanezcas en paz, mi Princesa —dijo Sauro, dulcemente.

   —Que amanezcas en gloria, padre.

   —Otra vez te has pasado la noche en vela —rugió Lorenza—. ¡Mira esas ojeras!, ¡¿tú te crees que ese es el aspecto propio de una Princesa?!

   —De todas maneras es bella —replicó su padre, distraído ante los papeles que leía cada mañana, donde se plasmaban cada crimen en el que podía inculpar al Bloque Negro, desde el más pequeño hasta el mas grave.

   Kaira los observó aburrida, ya conocía la rutina: su madre volvería a atacar, su padre golpearía la mesa, aterrorizándola. No culpaba a Victoriano por desayunar en la paz de su despacho, lamentablemente ella no tenía opción. Lorenza abrió la boca para decir algún comentario cruel sobre su hija, pero un caballero entró corriendo en la estancia olvidándose de tocar la puerta e incluso de hacer una reverencia. El Rey y la Reina se pusieron de pie, escandalizados. Grimn desenfundó su espada, igual de ofendido.

   Extrañada pero no entusiasmada, Kaira observaba con la boca llena de frutas. Con el rostro desfigurado en desagrado, molesta con los sonidos fuertes, agradeció que la nieve acumulada en el tejado tapara un poco de la luz matutina.

   —Pero ¡¿qué significa esta impertinencia?! —gritó Sauro, golpeando la mesa.

   —Señor, discúlpeme señor. —Comenzó a tartamudear el caballero, recordando la reverencia obligatoria y haciendo tres para cada integrante de la familia real, para compensar su descuido. Su pecho subía y bajaba con furia debido a la carrera.— Es que... Su Majestad, el horizonte... ¡Son muchos, señor!, no los reconocemos, vienen hacia aquí...

   —Por el amor de todos los Santos... —Lorenza se dejó caer en su silla, irritada.

   —¿Qué, muchacho? ¿Qué? —Sauro no lograba entender qué sucedía, a pesar de que estaba claro.— ¡Demando que te expliques ahora mismo!

   El joven siguió respirando agitado, sin poder hablar miraba a cada uno de sus expectantes, hasta que cruzó miradas con la Princesa quien con la boca llena le sonrió; él, más calmado le devolvió la sonrisa, divertido ante la simpleza de la muchacha, completamente enamorado.

   Lorenza revoleó los ojos y Sauro volvió a exigirle que se explicara.

   —Una flota desconocida... Su Majestad, en el horizonte. —Tragó saliva y continuó—: Son muchos y se acercan rápido.

   El Rey desapareció de la habitación en cuestión de segundos, no sin antes indicarle con un chasquido veloz al joven Grimn que lo acompañara, honrado lo siguió sin dudar, luchando por ocultar una sonrisa. Lorenza se puso de pie, otra vez contagiada del nerviosismo, sin saber hacia dónde correr giraba su cabeza de izquierda a derecha frenéticamente. A su alrededor, el personal del reino correteaba sin rumbo aparente.

   En medio del caos sentada en su silla, Kaira terminaba de masticar para tragar las frutas, dando paso a una pequeña carcajada incrédula.

  • ────── ☼ ────── •

   En la ciudad todos observaban atemorizados, sin saber cómo cambiarían sus vidas con un giro de ciento ochenta grados. Sin saber, que la primera venda había caído de sus ojos, demostrando que las cosas no son como se les contó y que hay algo más allá del mar, mucho más.

   En el puerto, Will con las manos llenas de sus compras, los hombros llenos de nieve y las pestañas congeladas, observaba la flota igual de extrañado que el pueblo, pero no sorprendido, sabía que tarde o temprano algo así sucedería. Había llegado antes del amanecer a Vulpes y no podía marcharse hasta al anochecer, para que nadie pudiera seguirle el rastro. De todas maneras debía esperar un par de días hasta que el Corazón se llenara de las tripulantes otra vez, hasta entonces el Bloque Negro se mantendría en la ignorancia de los viajeros que habían llegado.

   Preocupado, intentó descifrar qué significaría para su lucha, para la liberación. Imploró por lo bajo que en aquellos barcos se acercaran aliados... ya no había lugar para enemigos.


⋅ ⋅⋅⋅⋅⋅⋅ ⊱∘──────────────∘⊰ ⋅⋅⋅⋅⋅⋅ ⋅

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro