Capítulo 10. Cenizas rancias
10: Cenizas rancias
Ni siquiera Phill fue capaz de identificar el cuerpo del Dubois que apareció en nuestro castillo. El pánico y el desconcierto recorrió a toda la familia mientras Aleksi y yo empacábamos lo básico para viajar a Francia.
—Nunca había visto heridas así —repitió mi tío Sam mil veces mientras Allen, Phill y Oliver retiraban el cuerpo del hall de entrada—. Nunca vi tamaña saña.
Miré a Aleksi, igual de desconcertada que todos, esperando que al menos él sí hubiera visto algo similar, porque él había destruido clanes antes. Pero mi pareja notaba ciertos aspectos en las heridas del Dubois que lo tenían intranquilo, al igual que mi tío. Era como si le hubiesen arrancado el rostro y varios pedazos del cuerpo con la boca, con los dientes. A él le recordaban a las mordidas de los tigres.
—Les avisaremos en cuanto lleguemos —le dije a mi hermano, porque fue el único que nos despidió. Mi tío Sam desapareció para analizar el cuerpo y mi tío Allen se fue silenciosamente detrás de Jane cuando ella se sintió descompuesta por la sádica imagen. En ese momento, escuchamos una nueva discusión en alguna parte de la planta baja y yo apreté los labios—. Espero que la tía no se mate con Hunter...
Mi hermano dudó cuando la escuchamos decirle al vampiro que lo que acababa de pasar era grabe y él no debería dejar la seguridad del castillo.
—Intentaré que todos se refugien en las mazmorras... Tengan cuidado —nos pidió, antes de que Aleksi me guiara al helicóptero.
El piloto acató nuestras ordenes en silencio y fijó el curso. El clan Dubois vivía en las afueras de la ciudad de Amiens y teníamos poco tiempo de viaje, pero eso no hacía más que sumar a la ansiedad que palpitaba en mi pecho.
Alek y yo permanecimos callados, ambos pensando en si sería seguro dejar a nuestro clan solo, pensando en si no debería haber sido él solo, pero cuando me dieron ganas de regresar, ya era tarde. No podíamos perder el tiempo. Al final, si había Dubois heridos, sería mucho trabajo para él y nada más.
—No me gusta lo que vi —me confesó, entonces—. ¿No pudiste ver quién los atacó?
Negué, despacio.
—Estaba muriendo, su mente no era clara. Le costó muchísimo elaborar esas palabras y esos pensamientos —contesté, rezando que en casa todo estuviera bien. La última vez que me fui, mi madre murió y mi abuela quedó en coma. Me estremecí.
—No sé cómo hizo para llegar hasta aquí en ese estado —Aleksi suspiró—. Sus heridas eran gravísimas.
—Estaba ciego —corroboré.
—Evidentemente, aún podía contar con el olfato.
—No pudimos hacer nada por él...
Volvimos a quedarnos callados. El helicóptero comenzó a descender un par de minutos después. Tenía instrucciones de Aleksi se aterrizar a unos dos kilómetros del castillo de los Dubois y mantener los motores encendidos en todo momento. Si no nos comunicábamos con él y algo raro sucedía, debía despegar, incluso sin nosotros.
Bajamos y cuando nos adelantamos unos pasos, Aleksi me detuvo del brazo.
—Conejita. Sea lo que sea que encontremos, debemos estar preparados para, primero, salvarnos a nosotros mismos, ¿de acuerdo?
Con todos nuestros poderes, yo dudaba que nuestras vidas estuvieran en peligro. Pero nunca sería capaz de ignorar sus consejos. Aleksi era viejo y si su intuición le decía que algo andaba mal, que algo era fuera de lo normal, le creería.
Asentí y avanzamos prestando atención, con todos nuestros sentidos en alerta. Lo primero que me llamó la distancia es que aún ahí, en el campo, podía oler sangre. Arrugué la frente y me mordí la lengua. Nos movimos con cautela, sin correr, detectando esencias.
Agradecí haber estado bebiendo sangre humana con regularidad ese último día, porque varias pude verlas desapareciendo en un bosque en distintas direcciones.
—Algunos huyeron —dije.
—O al menos lo intentaron —señaló Aleksi con la mano, un bulto entre los pastos altos del campo. Nos detuvimos frente al cuerpo y pude sentir su preocupación manar más fuerte. Ahí había otro Dubois, muerto, desgarrado. Destrozado, más bien.
Traté de no vomitar.
—Tienes razón —susurré—, esto no está bien.
Él tomó mi mano, para darme fuerzas y me guio con seguridad por el campo, en zigzag. Pronto comprendí que estábamos esquivando más cuerpos. Me entraron ganas de llorar.
—No puedo captar ningún otro olor que no sea Dubois —dijo Aleksi—. No puedo reconocer nada. ¿Qué ves?
Negué.
—Solo veo sus esencias. Muchas terminan en sus cuerpos —respondí. Me giré hacia el bosque, preguntándome si las que entraban ahí también terminarían en un cadáver.
El castillo Dubois y sus dependencias apareció pronto. Yo nunca había estado ahí, ya que nunca había dejado el principado de Blanche por las razones que ahora conocía: mi seguridad. Tampoco es que me había emocionado nunca conocer esa parte de Francia, pero ahora pensé que me hubiese gustado que fuera en otras circunstancias.
Todo estaba en silencio, ni siquiera se oía el cantar de un ave. Bajo el intenso rayo del sol del verano, cualquiera pensaría que era normal, porque los vampiros deberían estar durmiendo. Sin embargo, el olor a sangre y muerte que flotaba en el aire no hacía más que plantear un panorama desolador. Los cuerpos que seguimos encontrando en el camino, atrapados en intentos de huida, me estrujaban el corazón.
Al atravesar las murallas antiguas que rodeaban el gran patio central, nos encontramos con una masacre.
Había cuerpos desmembrados por todas partes. La mayoría no tenía rostro, por lo que apenas se distinguían si eran hombres o mujeres por la ropa o lo que les quedaba de cabello. El horror me paralizó en mi sitio, porque, aunque yo había visto cadáveres antes, aunque yo había destrozado a muchísimos Edevane sin una pisca de empatía o culpa, esto era diferente. A mucha de esta gente yo la conocía y aunque no éramos precisamente cercanos... era mi familia.
Eran la familia de mi abuela.
—Por dios —gemí. Me tapé la boca con las manos y me di cuenta de que me temblaban—. ¿Qué... demonios pasó aquí?
Aleksi avanzó solo unos pasó, con los ojos fijos en los cadáveres, que presentaban las mismas heridas grandes, extrañas y grotescas que el Dubois que llegó a nuestro castillo. Eran demasiado grandes para ser de vampiros. Pero, ¿qué otra cosa podría haberlos herido así? La piel de un vampiro era durísima y solo los dientes —y garras, si era un vampiro lo suficientemente fuerte— podían atravesarlos.
—No lo sé —dijo Alek, exhalando lentamente. Se puso los brazos en la cintura y giró en redondo. Había total desconcierto en su cabeza, realmente no tenía ni una pista de lo que estaba ocurriendo—. No llores, conejita.
En segundo, estuvo junto a mi otra vez. Me limpió las lágrimas que no sabía que tenía en la mejilla.
—Es que... —Apenas me tocó, sentí que todo se me aflojaba. Comencé a llorar de verdad, pero no solo porque toda la familia de mi abuela fue masacrada de una forma inexplicable, sino porque seguía asustada de que pudiera pasarle lo mismo a los White que dejamos en el castillo—. Quiero volver.
—Sí —Alek me abrazó y su contención valió oro—, lo haremos inmediatamente. ¿Puedes avisarle a Elliot, que todos se encierren, en tanto doy una vuelta para buscar sobrevivientes?
Asentí, pero cuando él me dejó y se movió veloz hacia el interior del castillo Dubois, a mi todavía las manos me temblaban. No supe si podía enviar un audio y que se me entendiera lo que estaba diciendo con el llanto, pero tampoco era capaz de escribir. El terror que sentía por mi familia después de todo lo que habíamos vivido, estando rodeada de esa cacería, me sobrepasaba.
—Concéntrate —me dije. Tomé aire y exhalé bruscamente. No podía dejar que eso me venciera ni me dominara. Tenía que ser como Alek y ser digna de mis poderes y de mi responsabilidad. Quise ir, quise ir a ayudar y tenía que manejar la culpa de haberlos dejado con entereza. Traté de conferirle a mi voz un tono neutro, no tan afectado, y grabé—: Elliot, envía a todo el mundo a las mazmorras inmediatamente. Aquí ha... —tragué saliva. Pensé en cómo dar la noticia sin que fuese impactante, pero supe que no habría ninguna manera correcta de hacerlo—. Aquí todos están muertos.
Bajé el teléfono cuando se me quebró la voz. Esperaba que no todos estuvieran. Miré el castillo y todas las dependencias, ampliadas durante los siglos, a medida que el clan crecía. Pensé en mi abuela, en Phill, corriendo por ese patio. A mi abuelo, visitando al clan y conociendo a su futura esposa. A la boda, que sabía que había ocurrido ahí mismo.
Mantuve mis ojos en las ventanas, negada a mirar al suelo, con miedo de reconocer a algunos de quienes más nos habían visitado en últimos años. Me pregunté si Georgiana había muerto también, si quizás había conseguido huir...
Escuché unos pasos en la entrada. Alguien corría hacia mí y me giré, alerta, preparada para defenderme de lo que sea que se acercara, pero la persona que atravesó la muralla se asustó más que yo.
Pegó un gritito ahogado y retrocedió, aferrándose de la muralla. Sus zapatos negros y clásicos casi se resbalan en el suelo ensangrentado. Su aroma me notificó enseguida que él era un vampiro de sangre, pero no un Dubois.
—¿Qué...? —empezó, llevándose una mano al pecho. Cuando se recompuso un poco, me miró de arriba abajo y notó que yo estaba tan limpia como él. Me enderecé, relajando apenas mi posición defensiva—. ¿Quién eres tú? —me urgió—. ¿Qué haces aquí?
—¿Quién eres tú? —pregunté a cambio, no dispuesta a dar información tan fácil. Estaba lejos como para leer sus pensamientos a la ligera y obtener mis propias respuestas, así que mantuve mis manos mágicas e invisibles pegadas a mí. Él no tomó bien mi pregunta. Miró a nuestro alrededor, nervioso y espantado, antes de increparme con un dedo.
—¡Responde! —exclamó.
En ese momento, Aleksi salió por la puerta del castillo. Atravesó el enorme patio como un rayo, seguido por sus sombras. Su mirada amenazante hizo retroceder al vampiro, que cayó al suelo de culo al reconocerlo incluso sin su máscara.
—Mørk... Mørk Hodeskalle —balbuceó, aterrado. Retrocedió aun sentado, aunque se llenó el impecable atuendo de sangre—. Malnacido...
—¿Qué haces aquí? —rugió Aleksi, poniéndose frente a mí, pero el vampiro no estaba para contestar nuestras preguntas. Entre la masacre de la que era testigo y las sombras de Aleksi crepitando por encima de los cuerpos, perdió brevemente la razón.
—Fuiste tú... hijo de puta —dijo el hombre—. ¡Destruiste otro clan!
Yo abrí los ojos como platos. Aleksi no se movió.
—...No —susurré yo—. Nosotros no tenemos... Él no...
—¿Quién eres? —repitió Aleksi, sin inmutarse por las acusaciones ni detenerse en dar explicaciones como yo. No necesitaba leer sus pensamientos para saber que creía que pensaba que este vampiro desconocido podía ser peligroso para nosotros, aun cuando no era el culpable de la masacre, la posición defensiva que tomaba frente a mí lo evidenciaba.
El desconocido no respondió. Se arrastró por el suelo gritando, alejándose y saliendo del patio de los Dubois insultando a Hodeskalle por sus canalladas, asegurando que la niña del alba algún día lo destronaría.
—¿Qué dices? —tercí yo, entre indignada y horrorizada por sus suposiciones. Alek no mataba clanes porque sí—. Yo soy la niña del alba, esta era mí familia.
Se me quebró la voz a último momento. Mis ojos se cruzaron con los ojos sin vida de un Dubois. Tuve que apartar la mirada cuando me di cuenta de que se trataba de uno de los primos de mi abuela. Lo recordaba de niña, de uno de mis cumpleaños. Me había regalado una muñeca que aún conservaba.
El vampiro se enfocó en mí, primero confuso, luego espantado, antes de ponerse de pie. Hubo reconocimiento en su expresión, pero eso no lo aplacó. Se puso de pie como pudo y salió corriendo, no solo insultando a mi pareja, sino también insultándome a mí.
Alek continuó de pie frente a mí. No intentó ir a buscarlo y me tomó la mano cuando yo di un paso hacia el vampiro.
—No creo que debas separarte ni un instante de mi —dijo. En cuanto estuve en contacto con su piel, me concentré por completo en su mente—. Debemos irnos inmediatamente.
Sentí su preocupación y urgencia antes de verlas en sus ojos. Sus dedos me apretaron, con fuerza, y yo miré brevemente a los restos de los Dubois, reprimiendo un escalofrío. Sí, nada de eso era normal. Nada de eso tenía sentido y tenía que coincidir con él: esas mordidas parecían las mordidas de una bestia, no de un vampiro.
Sin decir nada, abandonamos el patio, caminamos con apuro por el campo hacia donde habíamos dejado el helicóptero. Aleksi nunca soltó mi mano y la energía que emanaba oscura a su alrededor era una señal de lo inseguro que se sentía ahí.
Nunca lo había visto así, a pleno día, tan inquieto. No corría porque no quería asustarme, pero la realidad es que estábamos huyendo y él se sentía culpable por haberme llevado hasta ahí en primer lugar.
Sus sentimientos, la forma en la que se aferraba a mí, cavaron un pocito en mi pecho. Entre la angustia de haber encontrado a la familia de mi abuela masacrada y la desesperación por volver a casa y encontrar a todos sanos y salvos, tuve un momento de ahogo que controlé cerrando los ojos y concentrándome en las caricias de los dedos de Alek en mi piel.
Viajamos en silencio, salvo por la breve explicación que le dimos al piloto sobre lo que encontramos. Al llegar a nuestras tierras, nos precipitamos hacia el castillo con urgencia, buscando cualquier señal de un ataque, casi paranoicos.
Por suerte, mi hermano me había obedecido. Todos, incluso mi abuelo, abrazado a mi abuela inconsciente, estaban refugiados en las antiguas mazmorras, que hacía un par de años fueron modificadas para ser mucho más seguras, como los bunkers que teníamos en la mansión.
Fue difícil explicar lo que había ocurrido y en ese momento, pese a todo, agradecí que mi abuela no pudiera oírnos.
Mi familia dudó sobre abandonar el bunker durante las primeras horas. No teníamos explicaciones para ellos y fue mi tío Sam el que dijo que debía seguir con la autopsia del Dubois que arribó a nuestro castillo para intentar resolver lo que había ocurrido. Esa incertidumbre también generó más discusiones entre Hunter y mi tía Alice y la mayoría se limitó a verlos en silencio, como si estuvieran presenciando una obra de teatro dramática.
Durante la tarde, antes de que anocheciera, Alek quiso salir a patrullar. Lo seguí porque no quería quedarme en la casa. Sin la dirección de mi abuelo, que volvió a encerrarse en su habitación con mi abuela, con mi tío Sam ocupado, con mi tía peleando y con mi tío Allen siguiendo sin disimulo a Jane por todos lados, el clan era un caos. Ni siquiera la aparente calma que había entre Vivi, Phill y Theo pudo hacerme sentir cómoda.
Caminé detrás de él, en silencio. Las sombras nos envolvían a ambos, aunque aún era de día. Podía aun sentir su inquietud, la misma que lo había embargado cuando dejamos las tierras de los Dubois.
—¿Quieres hablar de ello? —pregunté, cuando lo vi hundir los hombros. No me gustaba cómo se estaba sintiendo, lo percibía cada vez peor. Esto no era propio de Mørk Hodeskalle. Traté de nuevo de pensar si alguna vez lo había visto así y recordé cuando estuvo herido en mi cama, pensando que su mamá estaba en peligro. Era similar.
Él siguió caminando, fingiendo por un momento estar más atento a nuestro alrededor que a mí.
—Estoy bien, conejita. ¿Y tú?
—Mmm —contesté. Me llevé una mano en el pecho, ahí donde todavía tenía ese agujerito que se formó en la mañana. Estaba impactada, impresionada, sí. Pero ahora que estaba en casa, había algo más que me perturbaba y creía que era lo mismo que lo perturbaba a él—. Yo supongo que estoy bien. Estoy preocupada, eso sí. ¿Tú? —tanteé.
Alek se detuvo. Puso los brazos en jarras y suspiró.
—En este momento debemos ser precavidos. Estamos en peligro.
—Hemos estado en peligro antes —señalé.
—Pero antes yo sabía de qué se trataba.
Yo apreté los labios. Esa inquietud que sentí en él era inseguridad. Por eso no lo percibía exactamente igual a cuando estuvo preocupado por su mamá. En aquel momento se sentía impotente, aquí... No estábamos enfrentándonos a algo que no conocíamos y ya. No, estábamos enfrentando algo que él, en sus largos milenios de vida, jamás había visto, que no sabía qué tan malo era y cómo lidiar con el problema.
Lo desconocido era peligroso y ahora entendía porque los humanos le tenían tanto miedo a aquello que no podían entender. Por eso también me estaba perturbando a mí.
—Nos estamos perdiendo de algo importante —dije.
Alek se volteó. Suspiró de nuevo.
—Tengo tres mil años. Jamás vi mordidas como esas —apuntó, aunque ya sabía que yo lo sabía—. Eran demasiado grades. Nuestras mandíbulas no tienen ese tamaño, y además nuestros dientes no pueden desgarrar así. Esas mordidas tienen... tenían más dientes, muchos más. No tengo ni la menor idea de cómo explicarlo y nunca me ha pasado no tener cómo explicar algo... Más allá de mi mismo. Soy uno de los vampiros más viejos vivos y siempre he sido el único raro, ¿entiendes?
Apreté los labios. Una vocecita incómoda me estaba gritando en el fondo de la cabeza que ambos éramos unos idiotas.
Cerré los ojos y me maldije.
—No eres el vampiro más viejo, ¿lo olvidas? Mi bis abuelo es más viejo que tú —le recordé.
Alek soltó una risa con poco humor.
—¡Por poco! Me debe llevar uno o dos siglos.
Quise poner los ojos en blanco, pero no era el momento. Yo quería llegar a otro punto, a algo, o más bien a alguien que quisimos ignorar adrede. Incluso, él la estaba ignorando en ese momento.
—Hay alguien más viejo todavía —le recordé y vi como su rostro se transformaba—. Debemos ir a buscar a Bricia.
Me costó decirlo. No quería ver a esa mujer ni en figurita. Me caía mal incluso sin conocerla, pero en ese momento esa era la única la opción. La luz del atardecer se reflejó en los ojos azules de Aleksi mientras él fruncia el ceño.
—Nada de esto es normal —me apresuré a decir. Yo sabía que él tampoco quería ver a Bricia. La profecía también lo había afectado a él de forma negativa durante siglos—. Lo que vimos no tiene ninguna explicación. ¿Y si cometimos un error al quedarnos aquí? ¿Y si ella le insistió tanto a Ticia de que fuéramos a verla porque sabía que algo así ocurriría? ¿Y si podríamos haberlo evitado? Bricia es la única que podría saber algo más... darnos alguna respuesta.
—¿Y si nos hubiéramos ido y esas cosas, lo que sea que fueran, hubieran atacado a los White en vez de a los Dubois? —me planteó, negado—. ¿Y si los atacan cuando nos vayamos a buscar a esa vieja bruja desgraciada?
Me eché levemente hacia atrás al escucharlo insultar a alguien. Jamás lo había oído hacerlo y menos de una mujer. Dejé de percibir su incomodidad e inseguridad para solo percibir rechazo, uno muy fuerte. Me sorprendió realmente saber cuánto Aleksi detestaba la idea de encontrarse con esa vampira.
—No creo que tengamos muchas opciones —susurré, porque a pesar de todo, él tenía razón. No podíamos dejar el castillo, así como así. Los Dubois claramente fueron sorprendidos, pero aunque nuestro clan se refugiara en las mazmorras, sin saber a qué nos enfrentábamos, nada nos garantizaba que estas aguantaran algún ataque. Después de lo ocurrido en la mansión... Ya no confiábamos en nada—. Pero tengo la sensación de que... de que hemos perdido el tiempo. De que nos hemos equivocado. Y de que ella tenía las respuestas.
Aleksi acortó la distancia entre nosotros. Me abrazó con fuerza. Pude sentir toda la intensidad de su amor por mí en ese gesto, su necesidad por contenerme, protegerme y desprenderme de toda angustia.
—Aunque así fuera, no es tu culpa lo que pasó y lo sabes —me recordó. Acunando mi cabeza contra su cuello—. Quizás... Quizás mi magia no podría haberlo frenado —añadió, con la voz un poco rota. Escucharlo quebrarse me quebró finalmente a mí.
Si él no podía, con todos sus poderes, con toda su experiencia, ¿cómo iba a poder yo, que todavía necesitaba alimentarme de vampiros para poder usar mi magia por completo? Me sentí una inútil, pero muy diferente a cuando me sentía inútil comparada con mi familia, hacia meses, cuando me creía inferior a todos.
Esta vez me sentí inútil sabiendo que tenía algo más y que tal vez no servía para nada. Y, además, no me sentí así sola. Me sentí así con él, con el amor de mi vida, que estaba angustiado y temeroso de perderme a mi y a nuestros seres queridos como lo estaba yo de perderlo a él.
En eso, al menos, seguíamos siendo un equipo.
Era la madrugada cuando Elliot y Jane se acercaron temerosos a donde Aleksi y yo estábamos sentados. Los dos estuvimos horas en silencio hundidos en los sillones de la sala mirando hacia los jardines, ajenos al descontrol de la casa, atentos a cualquier cosa que sucediera a fuera. Pero el silencio era atronador, en comparación con lo que sucedía entre las paredes del castillo.
—¿Qué? —dije, saliendo de mi sopor, para mirar a mi amiga. Ella tenía una expresión mortificada cuando se sentó en la mesa de café, frente a mí—. ¿Mi tía Alice mató a Hunter? ¿O ya cogieron?
Jane parpadeó, confundida. Mi hermano rodeó el sillón para mirarme con una expresión de desconcierto total y Aleksi me apretó la mano, la cual no había soltado en horas, para recordarme que nadie sabía que ellos dos eran marcas, aún. Ni siquiera Hunter.
—Digo, es que... los que se pelean se aman, ya sabes —balbuceé. Jane arqueó las cejas.
—Ajá —contestó—. Supongo que sí.
Sus ojitos se deslizaron brevemente sobre algo o alguien detrás de mi hombro y se apresuraron a mi rostro. No necesité girarme para saber que mi tío Allen había ingresado a la sala, como quién no quiere la cosa.
Luego, escuché a Antuan.
—No sé si Hunter seguirá vivo en la mañana y la tía engañará a Bryony y le hará creer que la parió —terció Elliot, sentándose junto a Jane en la mesa. No me perdí el gesto crispado de mi tío Allen cuando lo vio. Intentaba disimular lo mucho que le molestaba la cercanía entre ambos, pero cada vez le salía peor. Además, ya estaba generando un descontento hacia Elliot que él mismo estaba odiando—. Pero no es por eso que vinimos a hablar con ustedes.
Ladeé la cabeza, mientras Antuan se sentaba en una de las butacas a mirarnos, curioso por nuestras posibles reacciones. Jane me tendió su teléfono y lo tomé. Alek y yo nos inclinamos sobre la pantalla para verla al mismo tiempo.
—Nos suscribimos al periódico del vampiro este —comentó Jane—. Y hay una nueva entrada.
Se me pusieron los pelos de punta. La publicación tenía minutos y hablaba de los Dubois. Y de nosotros:
El destructor de clanes ha regresado
Mørk Hodeskalle ha vuelto a mostrar su naturaleza oscura y retorcida y, después de milenios, ha destrozado a otro clan. No estoy hablando del desaventurado clan Edevane, quienes fueran mencionados por este autor en la anterior entrega, sino de un clan el cual se creía cercano a Hodeskalle mismo.
Esta mañana, el clan Dubois fue diezmado. Así de númeroso como el clan Edevane, no ha quedado ningún sobreviviente que pueda dar un testimonio contrario a lo que un testigo ha verificado: entre los cadáveres sin rostros de cientos de vampiros, estaba Mørk Hodeskalle. Y, para nuestra desgracia, no estaba solo.
Me duele tener que comunicarle a la comunidad vampírica que La niña del alba, Kayla White, no es una víctima más de las manipulaciones denigrantes de Hodeskalle, sino que es una parte responsable de la tragedia ocurrida, habiendo colaborado activamente en la matanza.
Aunque los motivos se desconocen, debo señalar el parentesco de Kayla White con ambos clanes. Nada justificaría la traición, semejante puñalada por la espalda, pero podemos suponer que, al fin y al cabo, el clan White solo utilizó la profecía para regodearse con el poder y la impunidad que le otorgaba tener a nuestra salvadora en sus manos, para luego sacar sus verdaderas cartas.
Llamo a cualquier clan emparentado con los White a tomar las medidas necesarias para protegerse. A la comunidad, recuerden que los actos deplorables y sangrientos cometidos por Mørk Hodeskalle y La niña del alba van en contra de la ley de sangre.
Si todavía alguien tiene el valor de enfrentarse a ellos, no olviden que la fuerza hace la unión. No perdamos la esperanza.
~
Perdí la capacidad de respirar y Jane tuvo que quitarme el teléfono antes de que lo rompiera. Me puse de pie de un salto y contuve los deseos de revolear algo a través de la sala.
—¿Nos culpan? —chillé—. ¿Me culpan? ¿Es que están locos?
—Págame mis diez euros —dijo Elliot, extiendo una mano hacia Jane.
Mi amiga refunfuñó, pero yo ignoré que habían apostado sobre mis reacciones y comencé a caminar por alrededor del salón hecha una furia. No podía creer que habían inventado algo tan terrible sobre la muerte de nuestra familia, sobre la familia de mi abuela. ¡Ni siquiera tenían pruebas!
—¡Apenas si estábamos parados ahí! —exclamé—. ¡Y le dije a ese tipo que esa era mí familia también! ¡Ese maldito hijo de perra le fue con el cuento a alguien y desvirtuó todo! ¿Y ahora qué? ¿Somos prófugos? ¡¿Están dando vía libre a que vengan a cazarnos?!
Cuando me detuve, noté que la única que había reaccionado así fui yo. Aleksi seguía tranquilo en el sillón. Él me miraba con una calma ensayada. Hundí los hombros y exhalé despacio al darme cuenta de que debía estar muy acostumbrado.
—Como si alguien se atreviera —dijo Antuan, con una risita—. Toma Elliot —dijo él, también entregándole diez euros. Ahí entendí porqué él también estaba curioso cuando se sentó a mirarlos.
—Conejita —dijo Alek—, nadie va a venir a buscarnos.
—Pero igual —dije—, en este momento, nos están acusando.
—Esta es la acusación más formal que encontrarás —intervino mi tío Allen.
—Y probablemente ahora todo el mundo te rechace, igual que a mi —dijo Aleksi, poniéndose de pie, caminó hasta mi con calma—, pero nadie intentará cobrarnos con la ley de sangre porque saben que no pueden hacerlo. Si no, lo hubiesen hecho conmigo antes. Los clanes que yo asesiné, con justas razones, aunque ellos no quieran aceptarlo, ¿crees que alguien vino alguna vez a intentar cobrármelo? Todos, incluido este idiota que se cree periodista, pensaban que la que lo cobraría serías tú. Acaban de descubrir que no.
Me acarició el rostro para calmarme y yo no pude ocultar el hecho de que me angustiaba ser acusada de algo así.
—Pero esas veces tú mataste porque le hacían daño a otros —apunté—. Le hacían daño a mujeres y a niños. En cambio, yo no he hecho nada. Y mucho menos jamás le haría nada a mi familia. Y tú... tú tampoco eres culpable. ¿Es que eso no te molesta?
Aleksi se encogió de hombros.
—Sabes que ahora hay cosas que me preocupan más.
—También es interesante ver cómo cambia su discurso —dijo Antuan—. En la última publicación, casi que daba la sensación de que la destrucción de los Edevane era algo anecdótico. Porque claro, es un clan poco apreciado dentro de la comunidad europea. Pero ahora, los hace ver cómo víctimas de un plan retorcido. Kayla pasó de manipulada a ejecutora sin ninguna consistencia ni argumento... Lo cuál hace sospechoso que solo haya un testigo y que encima fuera mencionado... O es muy estúpido, o realmente está planeado que ustedes pisen el palito y vayan a buscar a ese testigo.
Alek me abrazó mientras Antuan hablaba. Yo ahogué un gemido.
—¿Por qué? —preguntó Elliot.
—Porque en la mente de este tipo, Hodeskalle es el peor ser del universo. Yo dudo que sea estúpido la verdad. Sin talento, seguro, pero estúpido no —Antuan agitó la mano—. Mencionó al testigo porque quiere que Hodeskalle vaya y lo ataque por hablar, para hacerlo quedar aún peor.
—Me conoce poco si cree que voy a ir a buscar al pobre tipo.
—Definitivamente no te conoce —susurré yo, abrazando a Alek también.
—Tampoco te conoce a ti —me recordó él, dándome un beso en la frente y acariciándome el cabello—. Déjalo hablar sin sentido. Tú sabes la verdad.
Se armó un debate entonces en la sala. Elliot opinó que el testigo era el escritor y Jane dijo que concordaba con Antuan. Ahí, mi tío Allen comenzó también a hablar de todos los números que había leído del Vampire Thoughts y de que siempre había hablado bien del clan White, pese a sus críticas de no presentarme en sociedad, como si yo fuese un bien de la comunidad vampírica. Apunto que lo llamativo de este tipo era cómo su odio por Aleksi había empapado incluso su adoración y esperanza por mi leyenda.
Me revolví inquieta en los brazos de Alek y me apresuré a salir al jardín. Caminé lejos del castillo, desesperada por un poco de aire, con mi novio pegado a mis talones, preocupado por mi reacción. Me detuve en la linde del bosque, donde podía escuchar algunos pájaros cantar antes de que despuntara el alba.
—Quizás tenga razón —dije y Alek alzó las cejas—. Antuan. Quizás este idiota sí quiere que lo vaya a buscar. Porque la verdad es que yo quiero ir a buscarlo y decirle unas cuántas cosas. No tiene idea de lo que habla, no tiene derecho a hablar de mí. Ni de ti, ni de mi familia. Ni de la que está viva ni de la que está muerta. ¡Está utilizando a los Dubois y la forma horrorosa en la que murieron para hacer política! Porque esto es lo más cercano a la política que tenemos en este mundo y me asquea, me asquea terriblemente. Y lo peor, es que lo hace porque es un desgraciado, porque quiere vivir en un mundo donde nadie lo cuestione por hacerle daño a otros. Y eso me tiene harta. ¿Cómo lo ignoramos y ya?
Alek se mojó los labios. Miró al suelo brevemente antes de comenzar a hablar:
—Con el tiempo, te acostumbras. Antes dijiste que esta vez yo no hice nada. Y eso es verdad. Muchas veces yo no he hecho nada e igual me han acusado. Es parte de mi fama y he estado bien con eso, conejita. Es la reputación que me he labrado. La he buscado yo. Siempre busqué ser el villano para esta gente.
Cada día me daba cuenta más de que los villanos eran otros, no él. Nunca él.
—¿Y cómo soportas tener ese papel cuando claramente sabes que no eres el malo? ¡Ellos lo son! ¿No te harta? ¿No quieres terminar con esto ya? —exclamé—. No es justo, no está bien. ¿Por qué nosotros, tú y yo, somos el enemigo, cuando los que se divertían y gozaban violentando a otras mujeres y niñas eran ellos? ¿Por qué tenemos que seguir escuchándolos hablar mal de ti?
—Son mentes viejas, conejita. Hacen falta nuevas generaciones, como las tuyas, para que estos planteos aparezcan. En tanto esos vampiros sigan vivos, esos pensamientos estarán arraigados a sus huesos.
—Pero no está bien —insistí.
—No, no lo está —contestó Alek, con seriedad—. No lo estuvo cuando yo nací ni lo está ahora y por eso asumí este papel, con tal de cambiarlo, asumí toda la culpa. Pero entiendo que tú no puedas —Dio un paso hacia mí—. Tú eres distinta a mí. Tu no eres una villana. Tu eres una princesa, una chica buena, una heroína. Y la ira y la bronca que estás sintiendo tiene toda la lógica del mundo.
Lo miré con firmeza.
—Quiero encontrar a este tipo y arrancarle la lengua —gruñí—. Y las manos.
Alek sonrió.
—Eso no suena muy a princesa que digamos —susurró. Su sonrisa se volvió sensual. Me recordó que a él le encantaba cuando yo me comportaba como una salvaje asesina y menos como una delicada damisela.
Traté de no dejarme afectar por sus sugerencias, pero cuando comenzó a deslizarse hacia mí, como un depredador, me di cuenta de que intentaba distraerme y alegrarme a la vez, sacarme el peso de encima.
Y la verdad es que temblé ligeramente al leer sus pensamientos depravados.
—Le quitaré una a una las falanges —mascullé, un poco todavía enojada, un poco fingiendo, para seguir el juego. Aleksi acortó la distancia entre nosotros. Me rodeó la cintura con las manos y pecho su pecho al mío.
—Me encanta —murmuró, con su boca contra la mía—, ¿qué más?
Estuve a punto de reírme. Agradecía que me quitara la bronca de esa manera, que me dejara abrazar libremente el odio que vivía en mi y que él disfrutara de ello. Abrí la boca para seguir, para dejar a mi imaginación desatarse, pero entonces escuché una rama partirse dentro del bosque.
Alek me empujó detrás de él y segundo después una cosa humanoide y blanquecina salió disparada hacia nosotros, con las fauces llenas de dientes filosos hacia nosotros. Nos corrimos de su camino por unos milímetros y la criatura clavó los pies descalzos en la tierra para frenar cuando nos rebasó.
Giró y se plantó a gruñirnos de forma gutural. Yo nunca había visto algo así. Sabía que Aleksi tampoco, porque la tensión en sus músculos era palpable. Parecía un vampiro, pero no lo era exactamente. Era más alto, desgarbado y flaco. La piel tenía un tono moribundo y el cráneo estaba deformado. Su boca era enorme y los dientes se le salían de la mandíbula por encima de unos labios agrietados y finos.
Esa cosa era la que había atacado a los Dubois, no había duda alguna.
—Dios mío —murmuré. Ni en mis peores pesadillas podría haber imaginado a una bestia tan espantosa.
—Vuelve al castillo —me ordenó Alek, desplegando sus sombras. No pensaba cuestionarlo. No sabíamos si habíamos más de esos y tenía que alertar a la familia. Pero, cuando me moví un par de pasos, la criatura arremetió directamente contra mí, no contra él.
Fue como si Aleksi no existiera en absoluto y corrió levantando pasto y tierra y abriendo esa boca descomunal, enorme como para arrancarme la cabeza. Gritaba como un demonio y era demasiado rápido.
Me eché al suelo, incapaz de ser más rápida que él en mi estado actual y Alek lo envió hacia atrás con su magia antes de que sus garras peinaran mi cabeza.
—¡Hijo de puta!
Lo inmovilizó en el suelo, creyendo que así se detendría, pero no. Entre gritos guturales y un castañeo aterrador de esos dientes, esa cosa se retorció en la tierra. Como Aleksi la presionaba desde arriba, intentaba escapar hacia abajo, excavando usando su cuerpo entero.
Sin pensarlo demasiado, me estiré hacia su mente, forzando mis habilidades para poder controlarlo. Pero, al llegar a su cuerpo, me sorprendió un helado vacío en el lugar donde debería haber razonamiento.
Una sensación espantosa me embargó todas las extremidades y me retiré de inmediato.
—Qué carajos —musité, todavía en el suelo.
Alek la elevó en el aire. La rodeó por completo con su magia, hasta que no pudo mover ni un centímetro. Eso no evitó su actitud frenética y errante. Siguió gritando y cómo temió que pudiera estar llamando a otros como él, Aleksi silencio el aire a su alrededor.
El bosque a nuestras espaldas y los jardines del castillo quedaron en total silencio, a excepción de Antuan, Elliot y mi tío Allen, que salían apresurados, alertados por los bramidos de la criatura antes de que estos fueran acallados. Jane también quiso salir, pero mi tío la retuvo en la puerta, prudente.
—¿Qué es esta cosa? —gritó mi hermano, atravesando los cuatrocientos metros que separaban el castillo del bosque en unos segundos—. ¿Qué demonios...?
Él se detuvo a unos metros. Antuan, que lo había seguido, observó a la criatura totalmente espantado, sin palabras, al contrario de Elliot que, pese a su desconcierto, reaccionó de inmediato:
—Debemos bajar todos a las mazmorras —soltó, retrocediendo hacia el castillo—. Los dientes de esa cosa... Eso... Eso mató a los Dubois.
Se dio la vuelta y corrió hacia Jane y Allen, indicándole con las manos que retrocedieran, cuando los primeros rayos del sol comenzaban a iluminar el castillo.
—No escucho más nada —dijo Aleksi, girando sobre sí mismo. Encaró hacia el bosque, pero luego se dio cuenta de que yo seguía en el suelo, mirando a la criatura flotando en el aire—, tampoco huelo nada parecido a esta cosa, pero tendré que revisar todas las tierras y...
Se inclinó para ayudarme a levantar, pero yo no pude seguir sus indicaciones. En ese momento, la luz del sol alcanzó al extraño vampiro y, a diferencia de lo que ocurría cuando un convertido era alcanzado por el sol, este explotó en una nube de ceniza rancia y negra que oscureció toda mi vista.
-
¡He vuelto! Después de dos meses complicados con exámenes sin fin, al fin pude regresar. Por eso, en compensación, les traje un capi especialmente largo.
Cuéntenme entonces, ¿se esperaban esto con los Dubois? Yo todavía los estoy llorando. Al contrario de los Edevane, sí es un clan que me cuesta eliminar jajaja. Pero, para ustedes, ¿qué es lo que pasó aquí? ¡Quiero leer sus teorías!
¡AHORA!
Hoy no les traigo memes, porque en realidad tengo una noticia importantísima que darles, que espero que les emocione tanto como a mí:
¡TENEMOS AUDIOLIBRO DE HODESKALLE!
Sí, a través de Wattpad y Audible, ahora pueden escuchar el Libro 1 en la app de Audible. Y me refiero a escuchar todo, porque sí, sigue siendo +18 con tooooodas las escenas (cof cof capítulo 11).
¡Tenemos disponible versión España y versión Latam, así que ustedes pueden elegir cuál escuchar! Simplemente entran a Audible y ponen Hodeskalle en el buscador y les aparecerán ambas (Spanish Edition es la versión España. Skull en la versión latina).
Espero que puedan disfrutarla tanto como disfrutaron esta historia aquí y que pronto tengamos el libro 2 también en Audible para continuar con la trilogía. ¡Gracias a todos ustedes por hacer esto posible! El interés y cariño que tienen por Hodeskalle lo ha logrado <3
¡Los amo y nos vemos pronto en el próximo capítulo!
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