Libro 2: Capítulo 7. Placer
59: Placer
Permanecí en silencio mientras Aleksi le contaba todo a su mamá. No me sentía muy segura sobre mi propia versión de los hechos, porque me enteré de la mayoría de ellos hasta hacía muy poco.
Vibeke pasó de tener una expresión atenta, cautelosa, a girarse hacia mi con verdadera alarma y pena. Sin embargo, no dijo ni una sola palabra hasta que su hijo terminó el relato y le reclamó a Alice a su hermanito.
—Ahora entiendo por qué no te has marcado antes —murmuró Phil, rascándose la frente—. Nunca te lo dije abiertamente. Pero pensé... tu madre y yo pensamos que quizás se debía a tu rareza. Pero Kayla es como tú, así que están hechos el uno para el otro.
Aleksi sostuvo a su hermanito y no miró a Philippe mientras contestaba.
—Todos lo pensamos. Yo, por demasiados siglos.
Me encogí en el sillón, a su lado, casi sintiéndome culpable por no haber nacido antes, pero Alek me dirigió una sonrisa fascinada, que no estaba dirigida al bebé que tenía en sus brazos, y se me esfumó cualquier posible malestar.
—No es de extrañar. Los Edevane son un clan asqueroso y maldito —musitó Vibeke, apoyándose en la pared de la cabaña—. Son como animales primitivos. Se reproducen como ratas y aún así, no logran obtener lo que más anhelan y pisotean: mujeres de su propia sangre.
—Lo cuál es una fortuna —suspiró Phil, levantando las cejas—. Qué destino tan triste.
—El nuestro —masculló mi tía, cruzándose de brazos y dejándose caer contra el respaldo del sillón—, si no nos deshacemos de ellos. Al menos de la mayoría.
Aleksi bajó la vista hacia el pequeño rostro arrugado de Theo y exhaló con lentitud. Él sabía que eso era imposible. Mi tía también, pero no quitaba el deseo que rugía por nuestras venas.
—Lo único que podemos hacer es ponerlos en su lugar —dijo Aleksi—. Matamos muchos esta mañana. Arthur no puede avanzar por sí mismo. Arnold no jugará tan pronto. Tenemos tiempo. Hemos comprado algo de tiempo.
En ese momento, Vibeke suspiró.
—No maté a todos ellos —explicó, de pronto. Todos levantamos la cabeza para verla. Elliot, que seguía junto a la puerta, apretó los labios—. Algunos huyeron. Jóvenes, inexpertos. Brutos, pero sin diciplina y técnica. Por suerte para mí. En un día mejor, podría haberlos cazado a todos.
Phil negó con la cabeza.
—Por suerte se fueron —murmuró—. Se asustaron de Vivi lo suficiente. Quizás creen que ella tiene algún poder como Alek. Porque si no, yo no hubiese podido contenerlos —Cuando todos lo miramos, él sonrió con algo de culpa y vergüenza—. No soy muy bueno luchando —se excusó—. Mi instinto es torpe, casi tan malo como los Edevane que nos atacaron en la mañana. Vivi siempre es mejor peleando.
Vibeke se acercó para ponerle una mano en el hombro. Se inclinó y le dio un beso en la frente.
—Tengo dos mil años y más que tú —le dijo, con dulzura—, por supuesto que voy a ser mejor —bromeó.
Me reí y Philippe me guiñó un ojo, que me hizo sentir menos dudosa con mis habilidades y capacidades de pelea. Yo no había peleado nunca. Si en novecientos años él no podía superar a su mujer de tres mil, entonces yo no estaba tan mal.
—Si algunos huyeron —dijo Alek, con calma. No se había alterado para nada ante la confesión de su madre. No había matado a una decena, pero se le acercaba bastante—, no tardaron en informar a Arthur. Su aroma sigue rondando la zona, por lo que tengo que asegurarme que estén lejos.
Se puso de pie y le entregó el bebé a Phil, que lo recibió de buen grado. Se le escapó una mirada embelesada hacia su hijo.
—Si se acercan, sabrán que estamos aquí.
—Podrán captar nuestro olor desde Cala Mesquida —agregó Elliot.
Mi novio observó el paisaje hermoso que se abría al otro lado de la ventana. El sol ya había caído, la playa y el mar estaban en penumbras.
—Me encargué de los olores, para que no los capten. Pero iré a revisar. Si todavía contamos con la ventaja de creerme muerto podremos...
Vibeke jadeó. Aleksi se encogió durante un segundo, antes de girarse hacia ella.
—¿Creerte? —masculló—. ¿Muerto?
Ahí, yo reparé que no había mencionado su fatídica herida. Me mordí el labio inferior cuando él guardó silencio, con pocas ganas a admitirlo.
—¿Pero qué pasó? —inquirió Phil.
Elliot miró el suelo y mi tía por la ventana. Yo seguí muda. Eso no me correspondía a mi contarlo, sí que no, por lo que, cuando Aleksi reveló que fue herido y que estaba ahí de milagro, Vibeke estalló en desesperación.
Corrió hacia él e intentó quitarle la camisa, prácticamente desnudándolo delante de todos. Mi tía puso los ojos como platos y se levantó sabiamente del sillón para retroceder con Elliot hacia la puerta de entrada.
—Por todos los dioses —exclamó la vampiresa, cuando pudo bajarle la tela lo suficiente para ver la herida que aún coronaba su pectoral—. ¡Nunca te habían herido! —chilló—. ¡NUNCA! Dioses santos, ¡esto es muy reciente, Aleksi! ¿Cómo es que no estás bebiendo sangre? ¿Por qué no estás en cama?
Él le tomó la mano que le recorría la línea rosa sobre su piel, donde antes estuvo el filo del metal. Vibeke se calmó. Sus ojos se oscurecieron.
—Tenía asuntos más urgentes.
—Los mataré —siseó—. Y te mataré a ti. Porque nunca te priorizas a ti mismo.
Aleksi le sonrió.
—Tenía que venir a cuidar a mi mamá —le explicó—. Además, he bebido suficiente sangre en la casa de los White. Pero, para que te quedes tranquila, me alimentare mientras doy una vuelta.
Se adelantó para salir de la casa y nadie lo detuvo, ni siquiera Vibeke, que contraía toda la cara llena de preocupación. Aleksi atravesó la puerta y en seguida, Elliot preguntó sobre cuántos vampiros mató ella y cuántos creía que había escapado.
Me puse de pie de un salto y nadie me dijo nada cuando salí detrás de mi pareja. Él estaba bajando hacia la playa.
—¿Qué pasa, Conejita? —me dijo. Yo no me había molestado en ser silenciosa.
—Voy contigo —dije, sin más.
Aleksi se detuvo y se dio la vuelta.
—Voy a cazar —me dijo, como si eso explicara por qué no podía ir con él—. No solo vampiros, sino humanos.
Me crucé de brazos y salté varias piedritas en el camino abajo.
—Por eso mismo. Sé que no seré de gran ayuda para cazar a otros vampiros y quizás te atrase, pero debo beber sangre también.
La oscuridad de la noche se cernió sobre nosotros y sus ojos brillaron como faros. No dijo nada hasta que me detuve frente a él.
—No tienes que presionarte —susurró, agarrándome suavemente de los hombros. Fue más bien una caricia.
Yo traté de sonreír, de mostrar confianza, aunque no la tenía para nada y él probablemente lo sabía.
—Tengo que aprender. No estaré siempre en casa, con la opción de tomarme mi tiempo al beber del depósito. Definitivamente, la sangre me hace más rápida y no sabemos cuándo atacaran de nuevo o podría necesitarla y...
Aleksi arrugó la frente.
—Pero la detestas —musitó—. Te da nauseas, te da asco.
Asentí, con lentitud, con los ojos fijos en las olas detrás de él.
—Sí —admití. Aunque me había terminado dos bolsas esa mañana y seguía sin tener hambre, no creía que pudiese acostumbrarme rápido. El estómago se me retorció de solo pensarlo. Me imaginé clavándole los dientes a alguien, con la sangre caliente pasando por mi lengua, y el retorcijón aumentó.
Él trasladó su mano a mi mejilla.
—Yo beberé y luego tu beberás de mi —propuso, pero negué rápidamente. No estaba en condiciones de hacer eso. Por muy tentadora que fuese la idea de probar su sangre y no la de un humano vivo, nunca iba a ponerlo en riesgo.
—Estás de pie aquí gracias a la sangre de mi abuelo. Necesitas alimentarte por ti, para completar la curación —contesté, acomodándole la camisa que él no se había tomado el trabajo de ajustar. Pasé los dedos por la cicatriz, muy fresca, antes de abrocharle los botones—. Y yo he pasado toda mi vida encerrada en un palacio de mármol, con cámaras de seguridad y vampiros de tres mil años y poderes mágicos para protegerme. Necesito aprender a sobrevivir por mi cuenta. Esta es la primera vez que estoy tan lejos de casa y, la verdad, estoy asustada —confesé, con los ojos fijos en mis manos, en su pecho—. ¿Qué tal si no puedo pelear como tu y mi tía? ¿Y si ni siquiera puedo huir si lo necesito?
Cuando levanté la mirada, Aleksi me miraba con una expresión de dolor absoluto que nada tenía que ver con sus heridas. Presionó los dedos en mi mejilla, antes de llevarlos a mi nuca, en un toque conciliador.
—Detesto que te sientas así —me dijo—. Yo me sentía así esta mañana, cuando no podía salir de la cama.
Apreté los labios.
—Lo sé.
Se inclinó hacia mi y me dio un beso en la frente. Pasó más segundos de los necesarios presionando sus labios sobre mi piel y cerré los ojos, disfrutando de su cariño. Entonces, me tomó la mano y tiró de mi hacia la playa.
—Vamos. Empezaremos a recorrer la zona —explicó.
Lo seguí hasta la arena y luego pegué un salto hacia el acantilado que rodeaba la playita Vivi y Phil. Aleksi aterrizó sobre las piedras antes que yo y tuve que sujetarme de una saliente un poco empinada para no caer al mar. La sangre humana que me corría por el cuerpo me permitió actuar con rapidez y no trastabillar hasta las olas.
Él se agazapó y me indicó con los dedos que me apostara a su lado. Luego, inhaló con profundidad.
—¿Qué hueles? —me dijo.
Hice la prueba, pero lo único que podía oler era la sal que el océano empujaba a mi cara. No captaba más esencia que la nuestra y con muchísimo esfuerzo.
—Nada —admití, con algo de pena. Pero los dientes de Aleksi brillaron en la oscuridad cuando me sonrió.
—Exacto —contestó—. La brisa es tan fuerte que empuja todos los olores dentro de la isla. No vamos a captar nada en la playa. Tendremos que movernos tierra adentro. Ellos también necesitan alimentarse, así que, si alguno se quedó, está o en Cala Mesquida o en Capdepera, al sur. Allí, podremos captar más olores.
Se puso de pie y me apresuré a seguirlo por los acantilados isla adentro. No seguimos la ruta que tomamos para llegar, desde la playa de Cala Mesquida, sino que nos movimos por terrenos irregulares y amplios, ya sin árboles ni matorrales, que permitía una vista a casi 360°.
Aspiré y ahí el aroma del océano era más débil. Existían cientos de olores a la vez y me detuve cuando capté uno que no era humano. Lo reconocí y me giré para decirle a Aleksi, pero, por supuesto, él ya lo había captado antes que yo. Se había detenido.
—¿Un Edevane que estaba en la playa? —intenté. Estaba casi segura, pero era bastante inexperta en eso. Aleksi se agachó y pasó los dedos por la tierra, justo después de que yo notara la huella de una zapatilla, deportiva, en el suelo que tocaba—. No hay senderos por aquí, así que no es de un humano.
—Es bastante reciente —dijo Aleksi, como única respuesta afirmativa—. Pero no puedo estimar cuánto. Si este vampiro estaba cerca cuando llegamos, ya debe de haberle avisado a Arnold o a Arthur. Tenemos una oportunidad, sin embargo —se puso de pie—. En Cala Mesquida no hay buena señal. En la playa, cero. No sé si estarán preparados con roaming internacional, pero sin las claves privadas de Wi fi de los hoteles, tendrá que moverse a Capdepera.
Corrimos entonces siguiendo el tenue aroma, disipado por el mar, hasta las calles desiertas de la parte menos habitada de Cala Mesquida. Ahí, el olor se concentraba y ambos ignoramos que teníamos un lindo auto en la playa, para perseguir el rastro por las rutas, hacia la autopista 15. Si hubiésemos ido con el vehículo, se nos habría hecho difícil olfatear.
—¿A dónde crees que va ahora? —me dijo Aleksi, cuando cruzamos la otrora autopista, que en ese lugar se había convertido en una callecita pequeña, a un ritmo normal, humano. Ahí, había gente caminando por las calles. Teníamos que disimular.
Por supuesto, en una ciudad, por pequeña que fuera, los aromas se revolvían, se superponían. Gasolina, comida y otros aromas poco agradables flotaban por el aire. Hacia más difícil distinguir entre una cosa y otra, pero como ya tenía el olor de ese vampiro pegado en las fosas nasales, casi que pude verlo flotar delante de nosotros, perdiéndose por las calles.
Levanté una mano y señalé una bifurcación más adelante. Aleksi me sonrió.
—Por ahí es —corroboró.
Caminamos con paso ligero y corrimos un poco cuando no nos cruzamos a nadie. Entonces, me señaló el techo de una casa. Saltó sobre las tejas antes de que pudiera preguntarle si era seguro. Capdepera era una ciudad vieja, pintoresca y de calles estrechas. Las casas eran bajas y no había mucha distancia para separarnos de la presa, si la veíamos en los caminos, pero una vez me trepé y me paré junto a él, entendí que el punto de vista era más claro.
Ocultos por las sombras de Aleksi, que flotaban a nuestro alrededor, protegiéndonos, noté como el olor del vampiro se caldeaba entre las calles. Ahí, donde no podía entrar el viento del mediterráneo desde el este, se ponía caliente, intacto. Brillaba ante mi nariz y ante mis ojos.
Parpadeé, un poco confundida. El rastro adquirió un tono azulado, profundo. Tembló cuando cerré los ojos, pero vibró cuando los estreché.
—Alek —murmuré—. ¿Los olores tienen colores?
Él giró la cabeza hacia mí, con el ceño fruncido.
—¿Colores?
Señalé la calle delante nuestro. El rastro flotaba, ondulante, bajo las luces tenues del alambrado público.
—Es azul —repliqué. No tenía forma de explicarlo, la verdad. Acababa de notarlo. Nunca antes me percaté de algo como eso. Tampoco tenía tanta experiencia con los rastros, aunque estaba segura de que no había visto colores flotando en el aire durante mi vida.
—Los olores son... olores —dijo Aleksi, todavía confundido con mi pregunta.
Yo bajé la mano y me froté los ojos. Volví a analizar la calle y, por un segundo, el color ya no estaba. Al siguiente, estaba ahí, surgiendo de nuevo, balanceándose.
—¿Puedes ver el olor? —preguntó él.
—Eso creo.
Sin duda, no había explicación. Tampoco como podía explicar que pudiese ver los pensamientos de otras personas, que los captara flotando alrededor de ellos como pelusitas que pendían de sus cuerpos. Como telas de araña que se agitaban, rotos y a la deriva, pendiendo de un hilo de sus dueños.
—¿Te había pasado ante?
Negué.
—Acabo de notarlo.
—¿Por dónde va? —dijo Aleksi y yo señalé la calle que subía, colina arriba. El rastro doblaba en la siguiente bifurcación. Ahí, se volvía más oscuro, más fuerte.
—Estamos cerca —indiqué, irguiéndome. Estaba segurísima de eso. Si lo repasaba, desde el campo cerca de la costa de Cala Mesquida hasta ahí, el rastró tomó color, cada vez más fuerte, hasta que pude verlo con claridad. Solo teníamos que bordear la calle y lo encontraríamos, refugiado, pero me detuve antes siquiera de moverme—. ¿Deberíamos... beber sangre antes?
Era un vampiro solo y seguro Aleksi podría manejarlo, pero, por las dudas, quería estar lista, fuerte. Necesitaríamos información de él, también, y cabía la posibilidad de que mientras estuviéramos sacándosela, llegaran otros.
—Podríamos perderlo en tanto vamos a cazar —Sus dedos rozaron mi brazo—. No necesitamos la sangre para lo que haremos con él. Confía en mí. Cazaremos con calma después.
Por supuesto, él no necesitaba beber más para usar su magia. No me atreví a decirle que era por mi propio miedo, por mis inseguridades, aunque atacar a un humano volviera a darme retorcijones en el estómago. Recordaba la manera tonta en la que grité en la playa antes de que Vibeke apareciera, en cómo me sentí inútil. De alguna manera, creí que beber sangre humana me haría más valiente, más vampira.
Lo seguí cuando saltó al otro lado de la calle y seguimos por los techos el rastro que se volvía más y más oscuro. Atravesaba un callejón sin salida, sumido en escaleritas intrincadas que serpenteaban entre las casas.
En ese momento fui consciente de cómo Aleksi ahogaba los sonidos a nuestro alrededor. Nuestros pasos y saltos se hicieron mudos. Avanzamos sigilosos, aunque no hubiese sido necesario. El aroma finalmente se concentró en una ventana en un segundo piso, uno de los pocos que había alrededor. Nos detuvimos y mi pareja estiró una mano por encima de mi hombro. Sus dedos se retorcieron, elegantes, y oímos un gruñido ahogado.
—Ahora —me indicó él.
Brincamos sobre el techo cuando los postigos de la ventana se abrieron con violencia. Me descolgué desde las dejas y me deslicé por el hueco antes que Aleksi. Dentro, la luce se habían apagado y el Edevane ya estaba inmovilizado contra la pared. Unos dedos invisibles le oprimían la garganta, cortando la circulación de oxígeno. Podría pasar varios minutos antes de que lo necesitara para vivir, pero al menos, sentía dolor.
—No has sabido esconderte muy bien —dijo Aleksi, arrastrando las palabras, con un tono helado, entrando detrás de mí. Los ojos del Edevane, que primero me observaron con sorpresa, se llenaron de pánico cuando lo vio a él. A Mørk Hodeskalle.
—¿Dónde están los demás? —pregunté, a sabiendas que la situación estaba bajo control. Y, sin embargo, no quería perder el tiempo—. Tus hermanos y primos.
Aleksi soltó apenas su garganta.
—Contesta su pregunta —rugió. Pude jurar que las paredes de la habitación temblaban.
—Deberías estar... muerto... mestizo —escupió el vampiro, en un burdo intento por demostrar valor.
Una risa siniestra brotó de los labios de mi pareja. Su tranquilidad y seguridad se deslizó por la habitación como una bruma.
—Bueno, ese debe ser un deseo universal desde hace tres mil años —canturreó, cruzándose de brazos. Se apoyó en el marco de la ventana, mientras los postigos se cerraban solos, lentamente. La oscuridad le ensombrecía el rostro, como una nueva máscara. Me giré a verlo y me di cuenta de que esa tranquilidad que yo sentía era el terror que él proyectaba hacia el enemigo.—. Pero es la ventaja de los mestizos. Nos subestiman y luego se orinan cuando no pueden manejarnos.
Yo volví la mirada hacia el Edevane, con el aura maldita de Aleksi embebiéndome. Se me contagió. Me trepó por las venas. Me hizo sentir segura, me hizo pensar que yo también podía ser aterradora si jugaba solo como un mestizo sabía hacerlo.
—Está bien si no quiere decírnoslo —murmuré. Me acerqué lentamente a él. La habitación era pequeña, acorté la distancia en dos pasos—. Lo sabré igual —solté, esbozando una sonrisa que esperaba fuera siniestra.
Estiré una mano hasta agarrar uno de los hilos de sus pensamientos. Las imágenes me llegaron siquiera antes de tocar la piel áspera y sudorosa de ese vampiro, rubio y hermoso como cualquier otro Edevane. Podrido hasta los huesos.
Él tembló, sin entender qué pasaba, y yo ladeé la cabeza, dejando que mi sonrisa se volviera dulce, conciliadora. Para cuando puse un dedo en su frente, ya sabía todo lo que necesitaba: escapó antes de que su primos y hermanos fueran asesinados por Vibeke. Se mantuvo lejos en el campo y no se acercó a los otros dos que también huyeron. No sabía dónde estaban, no quería saberlo. Porque haber abandonado a un familiar, en ese clan, se consideraba traición; no quería ser castigado por eso. Por eso, tampoco se había comunicado con su padre, ni con su abuelo, ni con su tío abuelo Arthur. No podía venderse, no hasta asegurarse de que los otros sobrevivientes no lo acusaran de cobarde.
—Es una desgracia estar emparentada contigo —musité—. Eres débil, cobarde y estúpido. Dejaste a todos atrás porque tenías miedo. Dejaste a tus propios hermanos morir, no te quedaste para ver si quiera como sus restos eran arrojados al mar. Ahora mismo, tienes pánico.
Sus pupilas se dilataron. Su olor se intensifico de una manera especial y, mientras apretaba mi dedo en su frente, como si así funcionara mi magia, reconocí que ese sudor era producto del miedo. Comprender que yo podía leer sus pensamientos lo aterró de una manera primitiva, le hizo recordar que yo era como Mørk Hodeskalle, que no sabía, a ciencia cierta, qué podía hacer esta mestiza.
Pensé que mi propio miedo, el que me había perseguido desde esa mañana, desde que supe que había una profecía colgando de mi cuello como un cartel de neón, era estúpido. Que toda esa gente hablara de mi desde hacía años me había alterado y preocupado; que planificaran mi futuro y de él las desgracias de mi pareja me había enfadado. Pero en realidad, esa asquerosa criatura me temía más a mi que yo a él, porque esa era la parte implícita de la profecía. Yo sí podría ser peligrosa y fatal.
Me di cuenta, en ese momento, que solo tenía que hacerles tragar las palabras y crear mi propia versión de la profecía. Me desharía de todas sus esperanzas cuando la sombra de la leyenda de Hodeskalle estuviera alimentada, no destruida, por la mía.
Me aferré a los hilos de sus pensamientos con violencia. No los tomé con gentileza. Los retorcí con manos invisibles y los trituré. Él gritó. Los ojos se le pusieron en blanco, el cuerpo entero se le agitó. Los pies se le curvaron, presa de un dolor que solo estaba en su cabeza.
No me gasté en intentar penetrar su cráneo con el dedo que tenía en su frente. Yo no tenía la fuerza para eso. En cambio, tiré de los restos de pensamientos que tenía en mi poder y los arranqué, los desprendí de su mente. Otro grito desaforado, otra sacudida atroz. Tomé más pensamientos y mis dedos intangibles subieron por ellos, conectando de forma más profunda, sumergiéndome de lleno en él.
Mi ser se escurrió a través de su débil consciencia, martillada por mi ataque, quebradiza y parpadeante como un foco roto. Mis uñas se clavaron en la corteza de ese pequeño pero infinito universo. Arañé y desgarré con lentitud. Le dejé sentir mi presencia y me empapé de su espanto, tan puro y absoluto.
Entendí por qué Aleksi disfrutaba tanto diezmar clanes; entendí porque se había labrado esa fama. El poder destruir a tus enemigos, a quienes te hicieron daño, era una sensación abrumadora, hermosa...
Me sentí eufórica, desesperada por más, rasgando en los límites de esa mente para generar todo el daño posible. No pensé realmente por qué lo estaba haciendo, ni todos los males que él hubiese tenido oportunidad de hacerme a mí. Lo hice porque me generaba placer.
El vampiro intentó huir, pero no podía correr en su propia cabeza. No existía lugar dónde esconderse En todas partes estaba yo, rodeándolo. Me reí y él tembló. Y luego, con un zarpazo de mis uñas, lo destruí todo. Y lo gocé. Tanto.
Regresar a mi mente fue extraño. Cuando no hubo nada en esa cabeza, mi propia consciencia fue expulsada. Parpadeé, confundida y desorientada. Tardé en entender que estaba parada, en ese cuarto pequeño y oscuro. En propio cuerpo, estaba de vuelta sometida al ambiente. Al calor de la noche, al sostén que me estaba apretando en la espalda, a mi cabello revuelto por las corridas y los saltos y que me caía sobre la frente. Recuperar mis sentidos me costó, hasta que vi el cuerpo inerte del vampiro, colgando contra la pared. Los ojos seguían en blanco.
Respiraba, pero no había nada más en él.
—¿Conejita? —preguntó Aleksi. Me giré hacia él. Seguía contra la ventana, serio. Su rostro perdió las sombras y lo vi analizar todo, desde el Edevane hasta mi postura corporal. Se descruzó los brazos y, como si entendiera lo que había pasado, dejó caer al vampiro al suelo. Se desplomó como un muñeco.
—Creo... —dije, mientras retrocedía un paso. Retrocedí de lo que había hecho. Quebré su mente, ya no había nada ahí. No tenía recuperación. Me mojé los labios cuando recordé esa sensación de júbilo psicópata que se apoderó de mi cuando lo hice. No pude hacer más nada que fingir que no había pasado, que no había sido grave, que no estaba impactada y enredada por mi actitud—... que voy a tener que perfeccionar esto. Si voy a meterme en la cabeza de alguien, no puedo dejar mi propio cuerpo, ¿o sí?
Aleksi arqueó las cejas. Guardó silencio mientras observaba al despojo que estaba a mis pies. Luego, sonrió.
—Esto es aterrador.
Yo me rasqué la frente. Sí, él sintió miedo y yo me volví loca. Definitivamente, era aterrador. Y, sin embargo, él no me estaba juzgando para nada. No parecía preocupado por mi actitud como lo estaba yo. No parecía inquieto por mi falta de culpa, por la incomodidad que se apoderó de mí cuando me di cuenta que, como cuando maté a Gian, no sentí absolutamente nada.
—¿Tú crees? —musité.
Él se rió, de forma lúgubre. Encantado.
—Oh, ya lo creo. Cuando se corran los rumores, Conejita... —canturreó—. Todos tendrán miedo.
Espero que hayan amado este capítulo porque yo lo adoré. Se vienen grandes cosas para esta pareja y quiero que todos aplaudamos como foca con nuestra reina Kay.
Recuerden unirse al grupo de facebook "Ann Rodd Destiners e hijos asociados" para participar de encuestas, trivias y ver ilustraciones especiales (cof cof hots) y seguirme en instagram (/anns_yn) donde doy noticias de mis historias, como la próxima a estrenarse el 5 de Agosto que también va a ser super spicy y que van a amar <3
¡Y gracias por el 1.1M! ¡Los amo!
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