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Libro 2: Capítulo 4. Profecía

56: Profecía

Kayla

No hizo falta que soltara en voz alta mi confusión. Debió notarse en mi cara, porque mi abuelo me puso las manos en los hombros y me guio hasta sentarme en el alfeizar de la ventana. Ni siquiera pude rehuir a su tacto en primer lugar.

—Kayla, sé que me he equivocado... Pero tienes que creerme que todo lo he hecho para protegerte, porque te amo. Y esto... incluso con Hodeskalle, yo...

—¿De qué carajos estás hablando? —logré esbozar. Apenas nombró a mi pareja otra vez, reaccioné y me puse de pie. Me quité las manos de mi abuelo de encima.

Él levantó las manos y se alejó unos pasos, en modo conciliador.

—Te voy a explicar —me dijo, señalándome el alfeizar, pidiéndome que me sentara, pero yo no lo hice. Fruncí el ceño y me crucé de brazos, a la espera—, pero por favor, aunque no tenga derecho a pedírtelo, intenta comprenderme.

No contesté, lo miré seria, tratando de ser fuerte. Por dónde iba la sugerencia de sus palabras no me gustaba. Me acarreaba a lo que dijo en la mañana, en como Aleksi tuvo que jurarme que jamás me lastimaría.

Mi abuelo volvió a retroceder y lentamente bajó las manos. Inspiró profundamente, aceptando que no iba a obedecerlo.

—Hace miles de años... después de que Mørk Hodeskalle se convirtiera en una leyenda, después de que yo me separara del clan Edevane y vagara solo por este mundo, buscando mi lugar, se empezó a escuchar una canción. Resonaba en todos lados, como un poema, una advertencia o quizás una esperanza para aquellos que le tenían miedo —comenzó—. No sé de dónde salió y por mucho tiempo, muchísimo, creí que era una fantasía. Recuerdo... en algún momento, haberle preguntado a Hodeskalle si sabía de qué se trataba. Tengo aún en mi mente su respuesta, un encogimiento de hombros y un susurro sobre que, si llegaba a suceder, no tendría miedo y que sería muy sencillo deshacerse de la amenaza.

Calló y yo empecé a temblar.

—¿Qué mierda de amenaza? —siseé—. ¿Yo?

Apretó los labios. Pareció que no quería decirlo.

—... «Cuando esté en la cumbre, nacerá una del día y la noche. Cuando él se abrace a la sombra, aparecerá una del sol y la luna. Cuando crea que nada pueda tocarlo, ella será la única con un poder para quebrarlo. Y ese día, Mørk Hodeskalle estará de rodillas, porque la niña que rehúye a la sangre y persigue el alba, será su única amenaza» —oró.

Me quedé muda de nuevo. Los temblores en mi cuerpo se hicieron más que evidentes. Se me vencieron las piernas y caí sentada en el alfeizar. Me castañearon los dientes y me mordí la lengua.

Parecía la prosa de un cuento fantástico, una lírica épica. Estaba cargada de una esperanza vana, como mi abuelo dijo, pero lo que más me asustó fue la niña de la profecía era una salvadora, una heroína, porque Mørk Hodeskalle era sin dudas el villano de todas las pesadillas, no solo las mías.

No me atreví a ver los ojos de mi abuelo y cómo él esperaba que con eso comprendiera todos sus miedos, porque apenas si podía entender los míos. Ni siquiera sabía bien de qué estaba asustada, ni de quién.

—Él me lo dijo, que sería tan sencillo deshacerse de la niña. Que solo tendría que evitar que ella tuviera esos poderes, antes de que creciera... —susurró mi abuelo. Fue tan bajó que supe que Aleksi no podría escucharlo desde mi cuarto. Se me heló la sangre—. Cuando naciste, ni siquiera me acordaba de esa profecía, de esa canción. Ni siquiera la hubiese asociado contigo de no ser porque empezó a hablarse de ella de nuevo en Corazón. Todo el mundo se enteró que la última niña de los White no era como los demás... ¡Todo el mundo supo que mi nieta no bebía sangre! —añadió, levantando la voz. Él también tembló, se estremeció—. Todos... supusieron que nuestra pequeña sería el fin de Hodeskalle y que tendría poderes para destruirlo... Y si ellos lo suponían, Hodeskalle no sería la excepción.

Tampoco sabía yo si realmente fue un cántico inventado para ponerle una fecha de caducidad a Mørk Hodeskalle o no; pero sí era, al menos, una desafortunada coincidencia. Si no hablaba de mí, si alguien realmente no predijo mi existencia, tuvo una suerte tremenda.

Pero para mí, toda esa palabrería no era más que el principio de todas mis desgracias. Alguien dijo, hace milenios, lo que yo sería y eso gestó todo mi destino. De esa forma los Edevane sabían que yo tenía habilidades especiales y por eso tenían mayor interés en mí que en mi tía... Por un maldito poema. De nuevo, no tenía control sobre mi vida y empezaba a entender que, gracias a quien inventó todo, nunca lo tuve.

Era muchísimo más grande que solo mi abuelo ocultándome cosas. Una sociedad entera me puso un título en la cabeza, esperando cosas de mí siquiera antes de que pudiese ir a la primaria. Me sentí sofocada, en un principio, porque supe que no podría huir de eso. A dónde fuera, creerían que yo era el fin de Mørk Hodeskalle. O él el mío, como lo creían los White.

Levanté la mirada hacia mi abuelo, con algo más que solo miedo corriéndome por las venas. Sentí furia.

—¡Él jamás me haría daño! —grité, poniéndome de pie. Encaré a mi abuelo con violencia y mis colmillos pujaron contra mis labios. Lo hice retroceder. Los vidrios de los ventanales que daban al jardín se agitaron. Luego, se rajaron ante mis estruendosos alaridos—. ¡No importa lo que haya dicho hace miles de años! ¡Él jamás me hubiese lastimado y te consta!

Mi abuelo estuvo a punto de pegar la espalda a la pared.

—¡No me consta!

—¡Era tu amigo! —chillé—. ¡Nunca me hubiese puesto un dedo encima sabiendo que yo era tu nieta!

En ese momento, la puerta de mi habitación se abrió. Aleksi salió al pasillo dando tumbos. Nos observó lleno de pena y congoja, pero yo sabía que su expresión no confirmaba las palabras de mi abuelo, él solo estaba preocupado por mí, porque de pronto las paredes también temblaban.

—Kayla —me dijo mi abuelo, arrugando la frente—. He vivido en un universo, por 2.500 años, en los que no puedes fiarte ni de tu sombra, porque un paso en falso y todo lo que amas habrá desaparecido —Aleksi se agarró de la pared y yo exhalé con brusquedad, conteniendo mi furia, antes de girarme hacia mi novio, dispuesta a ayudarlo. Pero, para mi sorpresa, él levantó una mano y me señaló con el mentón que escuchara a mi abuelo—. Lo único que quería era protegerte y la única forma en la que encontré que eso funcionaria, en la que él no podría tocarte, sería efectuar el pago por la deuda.

Aunque mis colmillos seguían clavándose en mis labios, aunque estaba enojada, algunas lágrimas se escaparon de mis ojos. Mi abuelo también derramó algunas antes de cerrar los ojos y llevarse una mano al pecho.

No sabía si él cumpliría con las palabras que me dijo hace siglos. No sabía si decidiría que tú eras la amenaza, si él preferiría matarte antes de que te convirtieras en una. No sabía nada... Y cuando los Edevane empezaron a reclamarte, también enaltecidos por las habladurías en Corazón, tuve que jugármela y dejarlo entrar para poder salvarte —siguió.

Yo negué. Me pidió que lo entendiera, que tratara de hacerlo, pero estaba tan molesta, con él y con el universo entero, que no pude. Ese era el maldito secreto que le prohibió a Aleksi confesarme. Era la única parte del trato a la que Hodeskalle no podía escapar así nomás. Fue lo que mi novio tuvo que obviar al confesarme que era un semi humano, para hacerme entender que era igual que él: una especie de vampira con magia.

La rabia apenas si logré contenerla en mi piel. Me volví hacia Aleksi y lo alcancé antes de que la debilidad lo enviara al suelo.

—Tienes que volver a la cama —le dije—. Ignora todo lo que ha dicho.

Aleksi me agarró la mano y se afianzó de la puerta.

—Necesito su sangre —me recordó y la frustración que sentí porque él aún estuviese dispuesto a beber de él, aunque fuera por su madre, me rebasó. Con todo lo que estaba diciendo, con las cosas que asumió, mi abuelo no se merecía ser necesitado.

—Ahora sé —nos interrumpió él, avanzando hacia nosotros. Dejó caer la mano que tenía en el pecho y sus ojos se centraron en Aleksi—, que todos malinterpretamos esa canción. Todos creímos que hablaba de tu fin, pero solo hablaba de tu igual. Porque ustedes dos son únicos y era más que obvio. Si Kayla... una semi humana, tendría el poder para enfrentarse a Mørk Hodeskalle... Yo debí entenderlo, pero estaba tan asustado que jamás me imaginé que podría referirse al poder de la marca. Y yo... les he hecho mucho daño a ambos, porque fui un pésimo amigo y un pésimo abuelo.

Parecía arrepentido. Parecía que sufría con cada palabra que soltaba, con cada error que admitía y con cada calificación negativa sobre su accionar. Algo en el fondo de mi cabeza me pidió que lo mirara a los ojos y le creyera, que viera su corazón y su sinceridad, que notara su amor y su desesperación.

Lo hice, porque la agonía que se filtraba en los pensamientos de mi abuelo y llegó hasta mi fue difícil de ignorar. Me vi a través de sus ojos, en varias etapas de mi vida, creciendo sana y salva de todos los monstruos que reptaban en la sombra pensando qué harían conmigo si me tuvieran. Vi la adoración y el terror que acumuló mientras me hacia adulta, mientras tenía que dejarme ir para tomar mis propias decisiones. Comprendí cuánto sufrió pensando que no podría mantenerme segura por siempre y que mi felicidad se vería deshecha en cualquier momento. Y por eso, solo por eso, trató de mantenerme ajena a todo, para que siguiera siendo feliz el tiempo que pudiera.

Algo se quebró dentro de mí. No sé si fue mi abuelo y yo solo lo estaba replicando, o si realmente mi corazón se rompió con tantas verdades y terrores. Ahogué un gemido y estuve a punto de derrumbarme. Esta vez, fue Aleksi el que me abrazó y me sostuvo. Escondí la cara en su cuello y me sentí desesperanzada, como Benjamín White se sintió sobre su nieta durante los últimos veintiún años.

—Podrías haber hablado conmigo —dijo Aleksi, de pronto. Pero no agregó nada más. Se apoyó contra el marco de la puerta para poder sostenerme y eso fue lo que me obligó a tragarme el llanto. Aunque la voluntad y la poca fuerza que me quedaba en el cuerpo quisieran echarme abajo, no podía hacerlo. Yo no podía apoyarme en él. Él necesitaba apoyarse en mí.

—Lo sé —dijo mi abuelo, hundiendo los hombros cuando me separé de mi novio.

Me costó respirar, pero me erguí y volví a sostenerlo. Le pasé ambos brazos por la cintura y amagué para llevarlo dentro del cuarto. Observé las puertas de la habitación, que se cerraban, y deseé tener una mano extra para mantenerlas abiertas y poder pasar. Una milésima de segundo después, las puertas se abrieron y estuve a punto de retar a Aleksi por seguir usando su magia, cuando él se giró hacia las mismas con el ceño fruncido. Luego, me miró a mí.

No me dio tiempo a procesar ese evento. Mi abuelo dio varios pasos más hacia nosotros, sorprendiéndome, y no pude evitar que sujetara a Aleksi del otro brazo.

—No me debes nada —dijo—. Nuestro pacto está saldado.

Aleksi lo observó en silencio. No agradeció semejante acto de humildad de parte de mi abuelo y aunque a mí me parecía increíble que hubiese llegado a eso, seguía sintiendo el corazón roto de mi pareja latir con dificultad. Él seguía sufriendo por las palabras de Benjamín White y no se arreglaría de la nada.

No sé qué esperaba mi abuelo como respuesta, pero sin duda no esperaba que ambos nos quedáramos callados. Nos ayudó sin decir más nada y solo cuando Aleksi se recostó de nuevo, fue que él abrió la boca.

—¿Podrías dejarnos? —me pidió.

Intercalé miradas entre ambos, pero obviamente no iba a negarme. Si Alek confiaba en él, yo también tendría que hacerlo. Y teniendo en cuenta todos los temores que él expresó en su mente, sobre sentirse vulnerable ante mi abuelo y toda mi familia, su tranquilidad y la manera en la que pretendía, a pesar de todo, conversar, no podía ignorarlo.

Tampoco podía ignorar los verdaderos sentimientos de mi abuelo, aquellos que leí de nuevo sin querer.

Cerré la puerta de mi habitación y primero me quedé de pie en el pasillo sin saber qué hacer, pensando cuánto les tomaría. Una vez ahí, sola, me di cuenta de que hubiese preferido arrojarme en la cama junto Aleksi y llorar mis desgracias en paz.

En ese momento, ni siquiera podía hacer eso. Tampoco podía culpar a nadie por no tener un espacio. Mi abuelo esperó demasiado el momento correcto y ahora no lo era en absoluto. Ahora, tendría que tragarme la verdad que acababa de conocer y la sensación apremiante de que todo pendía de un hilo. Yo pendía de uno, uno que alguien que no conocía, trenzó para mí.

Me tapé la cara con las manos y ahogué un gemido. No tenía tiempo para agobiarme, porque debía prepararme para salir de la casa apenas Aleksi estuviera listo, así que solo me quedó respirar hondo, limpiarme los restos de lágrimas y ponerme en marcha.

Volví por los pasillos, con un nudo en el estómago, con el cansancio todavía ralentizando mis pasos y arrepintiéndome de lo que iba hacer antes siquiera de hacerlo. Empujé fuera el asco y el desagrado y tragué saliva un centenar de veces antes de llegar a las puertas del comedor, que estaban entreabiertas.

Pasé de largo, en un principio, hasta que oí un llanto y una voz grave que susurraba consuelos apagados. Me detuve, por un segundo pensando que se trataba de mi abuela, pero enseguida reconocí la voz temblorosa de Bethia.

—Todo esto... fue mi culpa —lloró.

Hipaba, la respiración se le entrecortaba. Era un llanto real y cualquier podría haberse dado cuenta.

—No lo fue —le dijo el hombre que la acompañaba. No conocía su voz y supuse que era Goran, su pareja—. Estábamos haciendo algo que creímos correcto, Arran lo creía también.

Bethia ahogó el llanto en algo. Probablemente, en Goran.

—Si yo no le hubiese... pedido... que nos ayudara... Si yo no le hubiese dicho que... Ay, Dios. Mi hermano... mi hermanito. ¡Todo es mi culpa!

Reprimí un escalofrío. Había mucho dolor en ella, pero se esforzaba porque nadie la oyera. Ni siquiera sabía que estaba ahí, invadiendo el duelo que rato atrás desprecié con tanto ahínco, solo porque la despreciaba a ella.

—Arran también creyó en Oliver, como nosotros. Él hizo esto no solo por ti, sino por su propia consciencia —susurró Goran, con desbordante ternura—. Y luchó con todo para protegerlos ambos. A ti y a él.

La respuesta de Bethia fue un alarido sumamente desgraciado. Cada sonido que se escapó de su garganta arañó mi consciencia y la forma en la que la juzgué tan duro. Durante los segundos que pasé ahí en el pasillo, me pregunté si no tenía una idea equivocada de todo lo que su figura me representaba.

Cerré los ojos e intenté no pensar en lo que yo sentiría si Elliot muriera protegiéndome. Traté de no pensar en la culpa que me carcomería, porque no quería empatizar con una mujer que odiaba de sobre manera.

Continué mi camino por el pasillo, de largo pasando las cocinas, derecho a los depósitos, donde nadie esperaría verme jamás. Traté de acumular valor para enfrentar mis propios monstruos, pero cuando empujé las puertas y entré a las desiertas heladeras, seguía pensando en la pena de Bethia.

Nunca había estado ahí dentro. Apestaba a sangre humana y de pequeña le huía porque podía olerla desde los corredores que rodeaban la cocina. Cuando Elliot y yo jugábamos entre los empleados, a la mancha o a las escondidas, él se refugiaba ahí porque sabía que yo no entraría.

Pero ahora la necesitaba. En realidad, jamás pensé que llegaría a estar en una situación tan crítica como esa, en la que tendría que tragarme eso para tener la fuerza suficiente para enfrentarme a mis problemas.

Contuve la respiración y abrí la primera puerta de acero inoxidable, hermética, con una mueca en los labios. Las bolsas de sangre estaban agrupadas por factor RH en cajones que se extendían hacia afuera. Verlas, ya me dio ganas de vomitar y de verdad recé para que, al tragarla, no lo hiciera.

Tomé cualquiera, porque dudaba tener la capacidad de distinguir entre un factor y otro, como al parecer podría hacer el resto de mi familia, y destapé la boquilla con las manos temblorosas. Sentí tanto asco que no se me activó el instinto y mis colmillos no pujaron por salir.

Me pregunté, mientras me llevaba el pico de la bolsa a la boca, cómo demonios hizo Aleksi para superar el rechazo y beberse eso. El miedo a su clan y la urgencia por ser aceptado debió premiar. Yo tenía una urgencia también y por eso tomé aire, aunque este estuviera apestado, cerré los ojos y traté de imaginar que sería lo mismo que beber su sangre, o mínimo como la de mi hermano.

Chupe por el pico y el sabor metálico que se deslizó por mi lengua nada tenía que ver con la sangre de otro vampiro.

No pude evitarlo y me estremecí. Saqué la lengua y encogí los hombros.

—Puaj —solté. Era tan horrorosa como lo recordaba. La última vez que traté de beber sangre humana fue cuando tenía trece años y se me ocurrió probarla de la copa de mi papá, solo para saber si era tan espantosa como olía. Se la escupí en la cara a mi tío Allen y Elliot se burló de mi por semanas. No volví a intentarlo, ni siquiera cuando me venía la regla y tenía que soportar tanto dolor. Prefería eso antes que volver a tragar esa porquería.

No ayudaba que pensara en todos los seres humanos que conocía. Me daba la sensación de que estaba devorando parte de ellos y, al contrario del resto de mi especie, yo no me sentía tan lejos de las presas. Yo me identifiqué, casi toda mi vida, con mis compañeros de clase, con los niños mortales con los que jugué añares. Para mí, era canibalismo.

«No importa, no es de una persona real. Ni siquiera la conoces. Tampoco tiene un nombre. No le imagines una cara. Piensa que es de Aleksi, o de Elliot, o de quien sea, pero vampiro. No tiene sabor distinto, no sabe como hierro oxidado, como a humano muerto», me dije, pero al final solo estaba empeorando las cosas en mi cabeza.

Volví a ponerme la boquilla entre los labios y a chupar. Sufrí cada instante, pero tragué rápido, para que la tortura sea menor. Ni siquiera llegué a un cuarto de la bolsa que ya estaba con arcadas otra vez. Era tanto el desagrado que a esa altura me costó aguantarlo. El olor era demasiado fuerte y aumentó mis deseos de huir de ese sitio y no volver a intentarlo jamás. Llegué a pensar, por un instante, que quizás sería más fácil si tomaba una o dos bolsas más y me las bebía en un espacio abierto.

Sin embargo, esa idea atacó mi orgullo. No quería que nadie me viera sufriendo por terminarme la sangre de un humano. Se acordarían una vez más de lo que yo era y de esa estúpida profecía que se ensañaba conmigo por no beber sangre. Hasta sentirían pena de mi por verme tratar...

Me forcé entonces a terminar la bolsa. Respiré lo menos posible y cuando lo logré, tenía el estómago revuelto. Me tapé la boca con las manos y me apoyé contra la puerta. El frío que hacía en la habitación se me había metido en los huesos y congelaba mi respiración, pero fue lo único que me ayudó a pasar el rato, hasta que las arcadas se me pasaron.

Tomé dos bolsas más y titubeé. Me sentí tan llena que no entendí cómo un vampiro promedio podía beberse la sangre de un humano entero o de más de uno. Cada ser humano tiene aproximadamente cinco litros de sangre y yo apenas pude con esfuerzo con menos de 500 cc.

Sin embargo, seguí adelante y me dispuse a tragar casi sin saborear. Fue una sorpresa, entonces, descubrir que después de la primera tortura, la segunda no era tan traumática. Seguía siendo espantoso y asqueroso, pero pude liquidarla en la mitad del tiempo. Para la tercera, ya no tenía espacio en ese momento, así que finalmente salí de las heladeras del depósito y regresé a los pasillos de la mansión con la sensación de tener el estomago hinchado.

Bethia seguía en el comedor con Goran y esta vez no me detuve a escucharlos. Estaba un poco mareada y mis pies parecían flotar sobre el mármol del piso. La sangre humana daba una sensación completamente diferente a la sangre vampírica, no te daba energía de inmediato. Aunque mi estómago estaba a punto de rebalsar, el resto de mi cuerpo estaba ligero, como una pluma.

Recorrí la distancia hasta mi cuarto dando pasos poco seguros. Oculté la bolsita de sangre debajo de mi pijama cuando me crucé con uno de los empleados que no fue herido y no me detuve hasta que regresé a mi cuarto.

Mi abuelo ya no estaba ahí y solo así comprendí la cantidad de tiempo que estuve metida en el depósito tratando de ser una vampira como el resto. Casi cuarenta minutos pasaron y Aleksi estaba sentado en la cama, quitándose las vendas por sí mismo.

—¿Qué haces? —le urgí, dejando caer la bolsa de sangre al suelo. Él se giró a verme y enarcó una ceja cuando la vio. Su expresión fue de total confusión, como la mía.

—¿Qué haces tú? —replicó, poniéndose de pie con mayor soltura que antes. Apretó los dientes, pero toda su expresión corporal mostraba la resistencia y la fuerza que siempre lo caracterizó. Nada quedaba del vampiro pequeñito y angustiado en la cama

O eso me pareció hasta que camino hasta mi y pude ver la preocupación brillando en sus ojos.

—Nada —repliqué, recogiendo la bolsa del suelo. Se la tendí, porque una vez ahí, en la seguridad de mi habitación, estuve segura de que no podría continuar bebiendo—. Es para ti.

—¿Y por qué la escondiste bajo tu ropa? —me preguntó, afilado como Mørk Hodeskalle solía ser.

Apreté los labios justo antes de que él me rodeara con los brazos. Me atrajo a su pecho, como si nunca hubiese sido lastimado, y me mejilla quedó pegada contra la fina piel rozada que ahora cubría su herida. Enterró el rostro en mi cabello y sus dedos, lentos pero no perezosos, recorrieron mi columna de arriba abajo, en un consuelo que supo que yo necesitaba.

Se me aflojaron todos los nervios. La angustia pujó por entre mis labios y exhalé un sollozo débil. Ahí era donde debería haber pasado los segundos después de que me enteré de todo lo que faltaba, en sus brazos, siendo reconfortada por la única persona que podía entenderme del todo y de la que jamás iba a dudar.

Me abracé a su espalda y con esa sensación en el pecho, lloré de verdad. Lloré porque no era ni vampira ni humana, porque no era normal y eso me traía miles de problemas. Lloré porque estaba enojada, con todos los que cantaron esas palabras inventadas; porque había gente desagradable que desde que era un bebé que esperaba para cazarme; porque para ellos me convertí en un útero andante. Lloré porque mi abuelo me amaba tanto que sacrificó miles de cosas a su paso; sacrificó su más larga amistad y sacrificó nuestra relación. Lloré porque me forcé a beber la sangre de un ser humano y sentí vergüenza al hacerlo. Y también lloré porque casi lo pierdo.

—Me hubiese gustado —dijo Aleksi, subiendo la mano hasta mi nuca. Sus dedos acariciaron mi cuero cabelludo y sus labios se posaron en mi frente— ser yo quien te lo explicara.

No podía reclamarle nada. Él intentó explicarme la verdad y lo hizo a su manera, incluso sacrificando su propia identidad, una que lo avergonzaba casi tanto como me avergonzaba a mí.

—No es tu culpa... Mi abuelo te lo prohibió —dije—. Encima, si él hubiese tenido razón y tu hubieses querido matarme, tampoco me lo habrías dicho. ¡Prohibirlo fue una estupidez!

Alek suspiró.

—Ya hablé con tu abuelo de eso. Sé que no debería haberle explicado nada, pero igual sentí que era necesario aclararle que lo que dije hace cientos y cientos de años no es lo que pienso ahora —murmuró, besando mi frente. Me abrazó con más fuerza—. Lo dije cuando aún estaba dolido por perder contra Everald, cuando deseaba que nadie me viera en menos. Nunca he asesinado gente inocente, menos niños. Eso Benjamín lo sabía y lo sabe bien. Hace tiempo que dejé atrás mis hábitos de masacrar clanes. Y la única y la última vez que hablé de esa profecía fue cuando ya no tuve que hacerlo más. Distinto hubiese sido si tu me hubieses atacado primero —añadió, despegándome de su pecho. Me tomó el rostro con las manos y me acunó las mejillas—. Si tu hubieses venido a buscarme para matarme...

Me observó a los ojos y una sonrisa mitad sugerente se formó en sus labios, aunque de sus ojos pendía una nota de ternura infinita.

—Bueno —se corrigió—. Si yo hubiese estado papando moscas y tu hubieses venido a destruir a Mørk Hodeskalle...Uf, te hubiese rogado que acabaras con mi vida. Porque de no poder tenerte y ser tu enemigo, preferiría morir.

Yo arrugué la presente, imaginándome esa escena tan terrible, pero las propias imaginaciones de Aleksi interrumpieron las mías. Él me veía llegar como una diosa perrísima y empoderada, usando mis poderes, que aún no existían, apara atarlo y amenazarlo con mis uñas clavándose en su cuello.

Me atraganté con las lágrimas que todavía se me estaban cayendo. Me puse rojísima, porque sus pensamientos tenían un tono erótico y masoquista que ahora sí no podía negarme.

—¡No piensas esas cosas ahora! —le chillé, cerrando los ojos, pero él se inclinó hacia mi y me besó profundo. Su lengua empujó por entre mis dientes y me robó todo el aliento. Usó la mano que tenía en mi nuca, para inmovilizarme, y yo solo me colgué de sus hombros, enterrándole las uñas para reprimir el delicioso escalofrío que me recorrió por la columna hacia abajo, y muy al fondo.

—Sea como sea —susurró él, soltándome, pero no se separó más que unos milímetros de mi—, tú y yo estamos hecho el uno para el otro. Y no podría haberte hecho daño jamás.

Tomé aire, con la boca abierta. De alguna loca, retorcida y sensual manera, él me había sacado las ganas de llorar.

—Lo sé —respondí—. Ellos... interpretaron mal esa cosa.

Alek asintió.

—La profecía decía que me tendrías a tus pies. ¿Se cumplió o no? —murmuró, sonriéndome con picardía—. Lo que más me gusta es estar a tus pies y entre tus piernas.

—Pero todo el mundo cree que voy a matarte —le recordé, apoyando mi frente en su mentón—. Y gracias a esa palabrería, todos saben que tengo magia.

—No es algo malo. Los rumores corren y pronto todo Corazón y todos los clanes de Europa Occidental sabrán que estamos marcados... También sabrán que somos iguales. Así que... —se separó de mi y sus manos bajaron por mis hombros—, en cuanto sepan que estoy vivo, los Edevane se encargaran de que todos sepan que somos fáciles de herir. Tendremos que tener cuidado con eso. Y tendremos que apurarnos con tu entrenamiento.

Se separó de mí y se fue hasta mi armario, donde siempre dejaba alguna muda de ropa para cambiarse. Yo me quedé viéndolo en silencio, hasta que me lanzó prendas resistentes que me sirvieran para viajar cómoda.

—No sé bien cómo se hace. Me sale solo cuando estoy enojada. No pude salvar a mi mamá —le recordé, vistiéndome despacio. Demasiado despacio—. Pero después rompí todo con facilidad... ¿Y viste lo que hice con los vidrios del pasillo? Los rajé.

—Lo importante es lo que hiciste con la puerta —dijo Aleksi, notando que no tenía zapatos en mi cuarto.

Pestañeé. Tardé en acordarme a qué se refería.

—¿Lo hice yo?

—Querías que se abriera, ¿o no? —preguntó.

Yo asentí, sorprendida con la facilidad con lo que lo logré. Siquiera lo pensé y la puerta respondió a mis deseos. Si empezaba a ser así de fácil, eso de tener poderes podía ser interesante. Las escandalosas imágenes que Aleksi proyectó en su cabeza también podían ser interesantes.

Me apuré entonces a vestirme y también comencé a guardar todo lo que podía llegar a necesitar en una de mis maletas pequeñas, que solo usaba cuando nos íbamos al castillo, en el campo.

Aleksi me ayudó a empacar entonces y luego se detuvo a acariciarme la mejilla. Me dedicó una sonrisa y me besó en la boca antes de marchar hacia la puerta.

—Sabes, es una ventaja esto de que puedas leer mis pensamientos —me dijo, caminando de espaldas. Se le fue formando una sonrisa sumamente oscura y sensual—. Porque ya sabes lo que quiero que me hagas en la playa. O lo que quiero que te pongas para entrar al mar.

Enarcó las cejas y me señaló la maleta, aún abierta sobre la cama. Bajé los ojos hacia ella y encontré, debajo de todas las medias y shorts, puso una de las bikinis que compré hacia años y jamás usé porque me quedaba demasiado pequeña.

Levanté la cabeza, con la boca abierta, solo para ver cómo me guiñaba un ojo antes de salir disparado, ahora sí, apurado por su madre.

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Como siempre, no estoy del todo convencida con el resultado de este capítulo, pero espero que a ustedes igual le haya gustado y hayan saboreado la cantidad de cositas que pasaron aquí. También, espero que hayan podido entender un poco más al abuelo y los motivos por los cuáles actuó como actuó, aunque se haya equivocado. Así como espero que la mayoría deje de odiar tanto a Bethia ;) 

Ahora, ¿dicen que con este capítulo llegamos al 1M? Si eso pasa, el próximo va a ser un EXTRA, y ustedes saben de qué son los extra, ¿no? ¡Yo más bien diría de QUIÉN! Así que ya saben, denle mucho amor a este capi, relean y recomienden y antes de seguir con el capi 57, nos vamos con un especial de nuestro amorcito <3

También les cuento que si llegaron hasta acá, es porque se han leído 210.000 palabras :D ¿Cuántas tendremos cuando se termine la historia? ¿Tendré que dividir este libro? ¿Qué nombre le pondría al libro 2? Esas son preguntas que no me dejan dormir cada noche HAHA

¡Los amo y hasta el próximo capítulo!

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