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Libro 2: Capítulo 31. Caos

83: Caos 

Kayla

Mi madre se acercó a mi después de besar a mi padre y suplicarle que volviera con vida. La mayoría ya se estaba acomodando en los autos en los que nos dividiríamos, pero no me moví hasta que ella me aferró las manos.

—Estoy segura de que puedes cuidarte sola —me dijo—. Pero por favor, vigila que tu hermano no haga ninguna estupidez.

Fruncí el ceño.

—Mamá, Elliot no es ningún estúpido —le dije. Por suerte, mi hermano no estaba ahí. Él viajaría con Hunter, Alice, Sam y Bryony en el helicóptero. Saldrían un poco después que nosotros—. Sabe perfectamente pelear y defenderse.

Ella hizo una mueca. Había incredulidad en ese gesto. No confiaba para nada en Elliot y eso me entristeció. Durante mucho tiempo, yo fui la niña responsable y perfecta y él el desastroso rebelde. Pensé que eso ya había desaparecido del imaginativo de mi familia, que ahora yo era la contestona, la que desobedecía, pero aparentemente, no era así. Al menos no para mi madre.

—Elliot no es el inútil que tu crees, mamá —insistí. Ella solo bajó la cabeza.

—Lo sé, lo sé. Es que... él... no mide las consecuencias de sus actos y tampoco es muy listo... Si se quedara... Podría servir mejor cuidándonos que en una batalla donde puede cometer errores...

—Mamá, ya basta —dije, ofuscándome—. Él es perfectamente capaz de manejarse como corresponde. ¡Y procura que él no te escuche decir estas cosas! —Le solté las manos y me metí en el auto—. Adiós.

Ella no me dijo nada más y yo de verdad le pedí a los cielos que no se le ocurriera decirle nada de eso a Elliot mismo. Mi hermano tenía muy clara la forma en la que la familia lo veía, tanto como yo misma. No sería agradable para él encima tener que oír de la boca de su propia madre que no lo consideraba listo o capaz.

Me quedé callada junto a Aleksi mientras los tres autos que nos llevaban al punto de encuentro a media distancia de Calix, salían del estacionamiento. No dije ni una sola palabra hasta que él mismo me tocó el brazo.

—Sé que Elliot se labró un poco su fama. ¿Pero no lo ven que lo hace apropósito? —mascullé, entonces. Oliver, que estaba sentado en el asiento del acompañante, carraspeó. Nuestro conductor, uno de los últimos miembros de nuestra guardia de seguridad, permaneció mudo.

—Creo que hay muchas cosas que no ven —respondió Alek, con tranquilidad.

—Es que no puedo creer que de todas las cosas que podía decirme ahora, viene a decirme que mi hermano es un inútil. Jamás lo ha visto pelear, ni defenderse. ¡Ni nada! —exclamé—. A veces, realmente no entiendo a mis padres.

Me crucé de brazos. Nadie me contradijo, tampoco aportaron nada más, pero a mi me siguió carcomiendo esa situación hasta que dejamos la ciudad y entramos en la autopista. Ahí, los nervios por lo que se venía fue lo que primó sobre todos mis sentidos y preocupaciones.

Pude percibir cómo Aleksi estaba cada vez más alerta y como su mirada desfilaba por la ruta y sus alrededores a medida que nos acercábamos al punto de encuentro. Sus sentidos, mucho más desarrollados que los míos e incluso que los de muchos otros vampiros, estaban encendidos. Cualquier cosa que estuviera escondida en la oscuridad él la descubriría.

—Ya estamos llegando —dijo el conductor.

Esas tres palabras me revolvieron el estómago. Nerviosa, me acomodé la ropa, me aseguré de tener bien atadas mis botas y mi cabello bien sujeto. Cuando pasé de retorcerme cada prenda a retorcerme los dedos, Alek me dio la mano.

Entonces, le retorcí los dedos a él.

Estamos entrando en la zona rural —dijo una voz por el comando personal del conductor. Era nuestro líder de guardia.

Abandonamos la autopista y nos deslizamos por las calles silenciosas en la madrugada, hasta dejar las casas atrás. Las calles bajo las ruedas pasaron a ser de tierra y bajamos la velocidad para no perder el control de los vehículos sobre la tosca en mal estado.

Los campos comenzaron a crecer a nuestro alrededor, descuidados, con pastos altos y secos. Casi no se veía nada por encima de ellos y eso me hizo sentir muy descubierta. Éramos un objetivo tan sencillo.

—Hay movimiento a nuestro alrededor —dijo Aleksi, con muchísima calma. Nos puso a todos tensos. Le apreté tanto los dedos que él tuvo que retirarlos. Yo había olvidado que ahora era físicamente más fuerte, al menos en lo que durara la sangre vampírica en mi sistema.

Copiado —dijo la voz del líder de la guardia a través del comando.

Estamos en la zona —contestó alguien más. Provenía del helicóptero donde venían Hunter con Bryony, Alice, Sam y Elliot. Podía escucharlos a la lejanía—. A doscientos metros hay un gran descampado. No podemos precisar cuántos nos esperan.

Nosotros sabíamos que vendrían con todo. No necesitábamos verlos para tenerlo claro y por eso, nadie dijo nada mientras recorríamos la distancia que faltaba.

Entramos en esa gran zona abierta con el aire contenido en los pulmones y los hombros tensos. Nuestros tres autos desfilaron apenas sobre el césped aplastado, para detenerse a la mayor distancia posible de un grupo macizo de personas que apenas se distinguían en la oscuridad.

Estaban formados a más de ciento cincuenta metros. Yo estaba segura de que había más de cien Edevane ahí. Más allá de los pastos altos y espigas secas de trigo, habría todavía más. Ni el sonido del helicóptero sobre nuestras cabezas, buscando un lugar para aterrizar, podía ocultar el movimiento que hacían los Edevane que se mantenían en la mayor oscuridad.

—Arthur está aquí —dijo Aleksi.

Estiré el cuello, pero desde donde estaba no conseguía a verlo con claridad. Esperamos a que mi abuelo se bajara del primer vehículo para hacerlo todos. Las luces del helicóptero iluminaron todo lo que teníamos enfrente cuando comenzó a descender.

—Pensé que estaría muerto —musité, parándome junto a Aleksi mientras mi abuelo tomaba la delantera. Todos los demás nos formamos detrás de él.

—Tuvo suerte de sobrevivir —dijo Alek.

Peiné con la mirada el grupo de los Edevane. Pude distinguir a Arthur a la distancia, liderando el grupo. Tenía los brazos detrás de la espalda, ocultando las manos que le faltaban.

—¿Y dónde está Arnold? —pregunté. Aleksi negó. Él tampoco lo veía ni sabía exactamente por qué no estaba liderando el clan. Lo único lógico era que, con la recuperación de Arthur, él hubiese sido desplazado.

—No pierdas la vista de él. Vigilo nuestro alrededor —me indicó.

En cuanto el helicóptero detuvo el motor y todo quedó en silencio, Arthur se adelantó, se separó apenas unos metros de su clan, y abrió la boca:

—Les recuerdo que Hodeskalle y Kayla hicieron un pacto con nuestro clan —exclamó. Podíamos escucharlo con claridad—. Si lo rompen, las consecuencias serán fatales para todos ustedes.

—No tenemos tiempo para tus discursos, Arthur —dijo mi abuelo. Mi tío Allen mantuvo su posición a su costado, delante de nosotros, tapándonos como de casualidad—. ¿Dónde están los humanos?

—Qué bajo has caído, hermanito. Para andar poniendo en riesgo tu vida por dos criaturas tan insignificantes —respondió Arthur, dando un paso al costado.

Los hombres detrás de ellos se movieron y trajeron casi a las rastras a los señores Evermore. Ambos tenían los ojos tapados, pero nada más. Temblaban y estaban en extremo pálidos. Era muy probable que se hubiesen estado alimentando de ellos.

A mis espaldas, Oliver gruñó.

—Tranquilo —le susurró Bethia, que había llegado con Goran y mi padre en uno de los autos, pero él no le respondió.

—Aquí los tienes. Vivitos y coleando —se burló Arthur, cuando uno de sus hombres le dio por él unas palmaditas en la cabeza al señor Evermore—. Ahora que tenemos la prueba de vida, yo quiero ver a la niña.

Mi abuelo esperó, pero finalmente le hizo un gesto de la mano a uno de nuestros guardias, que, a su vez, le hizo otro gesto a uno de los pilotos del helicóptero. Recién en ese momento, las puertas se abrieron.

Mi tía Alice fue la primera en bajar y Vivi dejó nuestro grupo para colocarse a su lado, antes de que Hunter descendiera con Bryony en brazos. Detrás, Sam, Elliot y los últimos cuatro guardias que nos quedaban se formaron, custodiándolos hasta que llegaron al centro de nuestro círculo en el descampado.

Esperamos. Desde donde estaban, ellos podían ver a la niña, que observaba la escena con los ojos enormes, desconfiados y atentos. También podían ver que no la habíamos expuesto, que no la estábamos entregando como ellos con los padres de Jane y Oliver. Bryony estaba en medio de todos, detrás de Aleksi y mío, detrás de Alice y Vivi, protegida.

—Hagamos esto rápido, para que podamos irnos todos a casa a descansar antes del amanecer, ¿no? —propuso Arthur, jovial. Deslicé mis ojos de él a los Evermore. De él a todas las caras que llegaba a distinguir a la distancia. Seguía sin ver a Arnold, pero no permití que eso me desconcentrara de mi objetivo—. Querido... Hunter, ¿verdad? Ya puedes volver con tu familia.

Hunter no se movió. Ni lo oí respirar. Lo único que se oyó fue el jadeo incómodo de Bryony al notar cada más y más gente a su alrededor. En cualquier momento, la niña iba a mostrar los dientes.

Entonces, mi tía se deslizó por entre nosotros, tomando la delantera y rebasando a mi abuelo. Su expresión era fiera y tomó por sorpresa a todos los Edevane.

—Solo habrá una entrega hoy. La de los señores Everemore —anunció—. Porque Hunter Edevane es mi marca y esa niña en sus brazos es una White.

Hubo un momento de silencio atronador. Luego empezaron los murmullos, luego las risas. Al final, solo fue Hunter dando pasos hacia nosotros con una mezcla entre diversión y furia incrédula.

—¿Crees que estoy para juegos, muchacha? —repuso—. ¿Que voy a tragarme algo tan ridículo como eso? ¡Pensé que tus hijos eran más inteligentes, Benjamín! Pero es evidente que han perdido toda la buena sangre de nuestros ancestros. ¡Me pregunto siquiera si alguien te tu estirpe tiene lo necesario!

—Cierra la maldita boca, viejo inmundo —replicó mi tía, sin dejar contestar a mi abuelo—. Marqué a Hunter hace más de dos años, sin saber quién demonios era. ¿O tu crees que me habría acostado con un Edevane sin vomitar por propia voluntad? No te olvides lo que le hice al último que mandaste a buscarme.

Yo apreté los labios. Sí, ese último justamente era el hermano de Hunter.

—Tu necesitas alguien que te lave la boca —masculló Arthur, estirando los brazos y mostrando sin querer los muñones que tanto había ocultado—. Alguien que te enseñe a no ser una mentirosa atrevida.

Mi tía bufó.

—Y tú que alguien te de la comida en los labios —se burló. Él intentó esconder los brazos, al notar que los había expuesto—. Me importa una mierda lo que tu creas. Pero la realidad es que la niña fue concebida después de que Hunter fuera marcado. Así que soy legalmente su madre. Nadie va a devolvértela porque nunca fue tuya. Es mía.

La furia y la determinación que se colaban en su voz no dejaban lugar a dudas que mi tía se creía todo lo que decía. No solo era una actuación, era en verdad lo que sentía. Ella veía a Bryony como su hija, como suya por completo.

—¿Cómo demonios podrías haberlo marcado y que luego él fuera a preñar a una humana? —gritó Arthur, perdiendo el control de su cuerpo. Parecía un viejo haciendo una rabieta y daba mucho placer que mi tía pudiese sacarlo de sus casillas con tanta facilidad.

«Conejita».

La voz de Aleksi resonó en mi cabeza. Sus pensamientos a flor de piel. Mantuve mis ojos en Arthur.

«Es hora».

No respondí. Tampoco dejé que sus palabras desataran del todo mi pánico. Aún tensa como estaba, hice lo que tenía que hacer y que habíamos repasado con Alek miles de veces antes de subirnos a los autos. Solo me moví ligeramente hacia delante, para que Vivi me siguiera.

Despacio, casual, uno a uno, todo nuestro grupo se reacomodó, como si así buscáramos nada más ocultar mejor a Bryony. Pero, en realidad, solo fue una tapadera para que Aleksi se valiera de la oscuridad de la noche, que se colaba por entre nuestras piernas como un humo negro, para desaparecer.

—¿Tienes idea siquiera de cómo funciona la marca? —le espetaba mi tía a Arthur—. No es de sorprender que nadie en tu clan de bestias primitivas pueda saberlo, porque no es algo que transcurre de un día para el otro. Es inevitable y se desarrolla a gran velocidad, pero no estás enamorado de esa persona de la nada. ¡Es una atracción inexplicable que se va labrando de a poco! Y como no volví a ver a Hunter desde entonces, no tenía ni la más pálida idea de esto. Hasta que nos reencontramos en mi casa, cuando nos atacaste, ¿lo recuerdas bien?

—¡Estás hablando tonterías! —gritó Arthur, sin despegar los ojos de mi tía. No había notado para nada que Aleksi ya no estaba a mi lado, detrás de mi abuelo y de mi tío Allen. Que ahora no llevara máscara lo hacía pasar más desapercibido.

Sin embargo, eso no quería decir que ninguno de los Edevane que esperaba entre los pastizales no lo hubiera notado. Cuidadosamente, sin despegar mi mayor atención del líder, revisé nuestro alrededor.

No vi ningún movimiento brusco, nada que me alertara. Los únicos pensamientos que escuchaba fuerte y claro eran los de las personas que me rodeaban, los de mi familia y aliados y eso podía servirme solo a muy corto plazo. Si quería predecir, debía estirar mi magia más allá.

Expandí mis sentidos, me imaginé los brazos transparentes, los dedos largos y filosos que usualmente utilizaba para agarrar pensamientos, moviéndose por el terreno. Uno, dos, diez metros. Veinte, treinta, cincuenta. Llegué a los pastizales y serpenteé entre ellos, buscando el pulso brillante de cualquier mente que estuviera disponible.

Al principio, nada. Estaban más lejos de lo que yo creía, pero cuando encontré uno, los encontré a todos. Vibraban, ansiosos como nosotros por lo que se venía. Vibraban por docenas, por cientos. Estaban distribuidos de forma uniforme a nuestro alrededor, cercándonos por completo.

Tuve un segundo de pavor, porque, aunque habíamos esperado a todo el clan ahí, nunca dimensioné cuántos eran. Ahora, más que nunca, quedaba claro que nuestra supervivencia dependía exclusivamente de Alek y de mí, porque la veintena de personas que éramos no podía hacer nada contra más de cuatrocientos vampiros. Si no eran más.

Me estiré hacia las mentes más cercanas. Suave, muy sutil. No les dejé saber que estaba ahí. Me colé en sus pensamientos y tomé todo lo que pude de cada una. La mayoría, estaba distraída con el cuento de mi tía. Algunos lo encontraban ridículo, otros estaban confundidos. Otros, tenían poco interés en estar ahí.

—Están obligados —susurré.

—¿Cómo? —dijo Vivi, apenas moviendo los labios.

—A nuestra izquierda —indiqué. Todo nuestro grupo prestó atención a mis palabras—. Hay al menos veinte que planean huir si esto se descontrola. No les interesan los planes de Arthur. Si nos llegan a atacar, tampoco se van a involucrar.

—¿Cuántos son en total? —preguntó mi padre, que se mantenía detrás de Oliver, con Bethia y Goran, como si los tres fuesen necesarios para frenarlo en caso de que él quisiera cometer una locura.

—Más de cuatrocientos.

—El clan tiene más de ochocientos miembros —musitó Hunter, entre dientes—. Veinte de nuestro lado no es nada. Aunque dudo que estén todos aquí...

—Los odio —masculló mi hermano y aunque nadie respondió, todos estábamos de acuerdo con él. Esas ratas nos cagaban la vida a cada paso que dábamos.

—¡Puedes quedarte con ese inútil! —gritó entonces Arthur, que seguía discutiendo con mi tía—. Otro bueno para nada igual que su hermano. Y encima traidor —Se refería a Hunter—. ¡Pero la niña es nuestra!

—¿Cómo puede ser tuya? —intervino mi abuelo, por primera vez en ese debate lleno de tensión e incertidumbre—. ¡Nació después de que legalmente Hunter se convirtiera en un White! ¡Por lo tanto, la niña es una White! ¿O es que acaso planeas estar otra vez en falta con la ley de sangre, Arthur? ¡El mundo vampírico entero ya te ha juzgado por el ataque a nuestro clan! Todos los clanes de Europa saben. ¿Qué crees que harán cuando sepan que secuestraste a una niña? ¡Tendrán vía libre para asesinar a cualquiera de los tuyos y lo sabes!

Arthur casi que patea el suelo. Estuvo a segundos. Traté de no distraerme con su berrinche y de seguir espiando en las cabezas de los Edevane, sin embargo, en algún momento, no pude expandirme más. Mis sentidos llegaron a un límite, como si me hubiese quedado sin cuerda. Presioné, pero no lo logré. Casi que la que patea el suelo esta vez fui yo. Aunque la sangre vampírica en mi sistema había realmente ayudado, dejándome avanzar hasta casi cien metros, todo tenía un límite.

Me pregunté si podría controlarlos, así que retrocedí. Me aferré a diez Edevane de cada lado, deslizándome sigilosamente por sus nucas, hasta que hinqué las uñas en sus mentes. Tomé aquellos que estaban deseosos de la batalla y aparté a quienes no estaban interesados en pelear. No hubo resistencia de sus partes y mantuve a raya cualquier sentimiento de pánico que pudiesen trasmitirme. Solo los hice avanzar, despacio, hasta donde terminaban los pastizales, como de casualidad, como si nos asecharan a los White.

Los hice esperar. Solo unos segundos más.

—¡Me importa un carajo! ¿Qué van a poder hacer todos ellos? —espetó Arthur—. ¿En serio crees, Benjamín, que alguien va a enfrentarse a nosotros? ¡Hodeskalle y tu niña están atados de manos! ¡Van a morir esta noche y...!

Calló. Sus ojos encontraron lo que hasta ahora no se habían percatado: Hodeskalle no estaba.

—¿Dónde...? —murmuró. Durante un segundo más, sus ojos se pasearon por nuestro grupo, buscando un rostro que en realidad él no conocía demasiado. En ese segundo, yo me preparé. Tensé a los Edevane bajo mi control.

—Es ahora —les advertí a todos, con el corazón en la boca. Nadie a mi alrededor de movió, esperando la reacción, el ataque.

—¡Maldita sea! —gritó Arthur, pero cuando se volteó, Aleksi salió de la nada, por entre medio de los miembros del clan Edevane y aterrizó entre los padres de Jane. En un instante más, los que los rodeaban cayeron al suelo con el cuello partido.

—¡Ahora! —gritó Sam.

Mi tía Alice salió disparada hacia atrás, mientras mi abuelo y Allen se agazapaban. No necesité ver para saber que ella corría hacia Hunter, que debía llevar a Bryony al helicóptero lo más rápido posible.

En el instante en que nos movimos, los Edevane también reaccionaron. Incluso sin recibir una orden directa de Arthur. Brotaron de la oscuridad, volando por los aires, saltando desde los pastizales. Lo único que atiné a hacer fue anteponer a los que había controlado. Los moví por tierra y los hice saltar, colisionando con aquellos que pensaban caernos encima. Cayeron al suelo, sin poder reaccionar ante el ataque de sus propios hermanos. Sin embargo, eso no nos dio más tiempo.

—¡Malditos traicioneros! —gritó Arthur y lo perdí de vista. Una masa enorme de cuerpos nos rodeó por completo, tragándose a Aleksi, a los Evermore y al líder de los Edevane por igual. Y Oliver, en vez de asegurarse de llegar a los autos para poder irnos, como habíamos planeado, se lanzó hacia la horda que nos atacaba.

—¡NO! —chilló Bethia, abandonando la formación y corriendo detrás de él. Goran salió despedido detrás de ella

—¡Carajo! —gritó mi tío Allen.

—¡A la derecha! —gritó mi padre.

Los primeros vampiros llegaron hasta nosotros y recordé, mientras estiraba mi magia hacia ellos, que yo no sabía pelear cuerpo a cuerpo. Eso era, de nuevo, todo lo que tenía. Por ese momento crucial, por sobrevivir y salvar a todos, había hecho lo que hice.

Apreté los dientes y me giré hacia mi papá. Esperando lo mejor de mi misma, empujé a cinco vampiros, con un movimiento de mi mano, como si mi mano fuera enorme, gigante e invisible, lejos de él. Volaron varios metros por los aires hasta los pastos crecidos del campo.

No tuve tiempo de prestarles más atención y aparté a los que se acercaban por la izquierda. Ahí, pude ver que tanto Alice, Sam y Hunter había llegado a salvo al helicóptero con el piloto, pero que los Edevane corrían detrás de ellos y que Elliot y Vivi eran los que estaban en el camino.

Uno, saltó sobre la espalda de mi hermano y las palabras de mi madre, aunque las detestaba, resonaron en mi cabeza. Di un paso hacia ellos y lo frené en seco, atrapando su mente y manteniéndola bajo mi control. Elliot no tuvo que observarme para saber lo que sucedía. Lo agarró de la cabeza y se la quebró, sin dudarlo y con gran habilidad. Vivi, solita, se quitó de encima a otros.

—¡Salgan de aquí! —gritó mi tío Allen, en una orden para el piloto del helicóptero.

Vivi y Elliot se subieron y aunque quise concentrarme en los Edevane que iban tras ellos, sin importar el viento que las hélices del helicóptero levantaba, no pude. Los pensamientos a mi alrededor me detuvieron. Tuve que regresar mi atención al frente, justo antes de que cazaran a mi padre del cuello.

Me adelanté, y la fuerza de mis manos invisibles le quebraron la muñeca al Edevane. Soltó a mi papá entre gritos y eso él lo aprovechó para derribarlo. Pero no fue suficiente. Mientras yo controlaba a quince Edevane a mi alrededor, mientras los usaba para detener a sus propios primos y hermanos, más y más salían de la oscuridad. No tenían fin.

El helicóptero por fin se elevó en el aire. Varios Edevane saltaron hacia él y se aferraron sin esfuerzo al patín de aterrizaje. Y tiraron.

—Carajo —gruñí, quitando a todos los que podía de mi camino para alcanzar a los desgraciados que hacían palanca hacia abajo, desesperados por cazar a una niña pequeña y a todos los White que pudieran, a consciencia de que, mientras lo hacía, mi padre, mi abuelo y mi tío estarían enfrentándose solos a la horda.

No lo dudé. Tomé sus mentes y las destruí en un instante, sin detenerme a revisar si estaban asustados. No dejé que me vieran llegar. No los dejé pensar.

Cayeron en el suelo derrumbados.

—¡Rompieron el pacto! —escuché que alguien gritaba.

—Nunca hubo ningún pacto —susurré yo, pero en aquel instante, todo se puso peor: los Edevane que estaban a mi alrededor, cercando a mi familia como hienas, tumbaron a mi abuelo en el suelo. Escuché los crujidos de sus huesos al romperse antes de verlo a través de los pensamientos de Edevanes como Whites. 

Mi tío Allen se arrastraba por llegar a él, mi padre luchaba por sacarse a otro de encima, pero no iban a poder evitarlo. Eran demasiados, muchísimos más de los que habíamos imaginado. Mi abuelo desapareció bajo una maraña de brazos y dientes y un chillido desesperado, enfurecido, se escapó de mis labios.

Corrí. Le di la espalda al helicóptero y extendí mis brazos invisibles, multiplicándolos por miles. Me abrí paso entre Edevanes, clavándole las garras en el pecho, abriéndolos en dos sin el menor esfuerzo. La furia que había logrado aplacar gracias al amor de Aleksi se había desatado por completo.

Dejé de escuchar los gritos de mi familia para solo oír los suyos. Antes de que me diera cuenta, estaba cubierta de su sangre. Quemé sus mentes, arranqué sus miembros. No me detuve ni una vez y antes de que me diera cuenta, estaba detrás de los atacantes de mi abuelo, clavando los dientes en la garganta de aquel que estaba partiéndole la columna.

Tragué una enorme bocanada de su caliente y denigrante sangre... y le arranqué el cuello.

Hubo una maraña de gritos. Me pareció escuchar mi nombre cuando el vampiro cayó al suelo y su sangre chorreó de entre mis labios. Vi manos estirarse hacia mi con una velocidad impresionante, pero de alguna manera, yo era más rápida que ellos.

Mis dedos invisibles se cerraron en torno a un brazo y lo giraron. Lo envié al suelo y su rostro cayó contra la tierra, junto a mi abuelo, que aún en su dolor observaba mis acciones estupefacto. Sin pensarlo, aplasté su cabeza. La hice estallar al mismo tiempo que mis dedos reales, como garras, se clavaban en el hombro del vampiro que quedaba en pie, ya bajo mi control.

Lo atraje a mi boca y enterré mis colmillos profundo en su carne. No hubo nada de gentileza mientras bebía de él. Destrocé todo lo que había en mi camino. Para cuando lo solté, tampoco tenía brazos.

Jadeé, envuelta en una sed de sangre que no tenía que ver con la necesidad, sino con el enojo y el miedo. Podía sentir cómo el enemigo había alimentado mi poder y mi histeria y estaba dispuesta a soltarlo todo.

Una mano agarró mi pierna y gruñí. Retraje los labios, pero la amenaza murió en mis labios cuando vi que era mi abuelo quien me abrazaba. Estaba salpicado con la sangre de los Edevane tanto como yo.

—Kayla —me dijo. Su voz salió tan quebrada como él estaba. Y, aún así, había una súplica en ella. Una que tenía que ver con la impresión por lo que yo acababa de hacer, una que temía por mí, por mi locura.

No le respondí. Solo levanté la mirada, porque la locura me importaba poco y nada si se trataba de salvar la vida de mi familia. Noté enseguida que los Edevane se habían detenido. Se habían apartado. Sus ojos estaban en mi y en los más de treinta hombres que habían a mi alrededor.

—¡Rompieron el pacto! —escuché que gritaba Arthur, muchísimo más allá. No podía verlo.

—¡Nunca hubo ningún pacto! — Detrás de todos los Edevane, el caos seguía. Alek seguía matando y detrás de su respuesta pude oír a Bethia gritar, llamando a Oliver desesperada.

Di un paso hacia ellos. Por más que mi abuelo lo intentó, no pudo detenerme. Estaba tan malherido que sus manos cayeron inertes cuando quité mi pierna y crucé por encima del cuerpo del Edevane con la cabeza estallada.

Iba a ir por mi pareja. Acabaría con todos ellos. Mataría a Arthur con mis propias manos. Encontraría a Arnold entre todo ese gentío y me llevaría sus cabezas como trofeos. Era lo único que cantaba mi cabeza por encima del sonido del helicóptero que revoloteaba a varios metros por encima de nosotros.

—¡KAYLA! —gritó mi tío Allen. Sentí su desesperación, lo escuché correr.

—¡NO! —rugió mi padre, pero ellos seguían lejos y mi abuelo no se podía mover del suelo. No le presté atención a sus pensamientos, concentrada pura y exclusivamente en un odio que no estaba pudiendo manejar.

Por eso, no escuché las balas cuando cayeron sobre mí. 

Espero que estén gritando, emocionados y nerviosos y también listos para apoyar este capí a full, llenarlo de amor y comentarios, ¡ahora que por finnnnn estamos llegando al final de este libro! Por favor, no abandonen Hodeskalle, no la dejen morir <3 Sigan apoyando la novela como la apoyaron hasta ahora. 

No saben la ansiedad que tengo por este final, por lo que se viene, por cumplir con sus expectativas. Tanto que aunque me gusta el capítulo, temo que no sea suficiente. Trataré de que todos los capis sean impactantes. 

Les dejo los memes de hoy: 

Sin más, los dejo hasta el próximo capítulo ♡ GRACIAS POR TANTO! Los amo ♡

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