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Libro 2: Capítulo 30. Tener el poder

82: Tener el poder

Kayla

Salimos de la habitación antes de las doce de la noche. Yo ya no me sentía alterada ni enojada, como sí me sentí al regresar a la mansión. Aunque aún estaba fuerte, por supuesto, el sexo había ayudado a calmar mi ansiedad y mi locura.

Ahora, tenía la mente clara. Estaba lista para enfrentarme a lo que venía y por eso mismo sabía que no podíamos perder más el tiempo entre las sábanas. El punto de encuentro quedaba a medio camino de la ciudad donde habíamos recogido a Bryony y todavía hacia falta terminar de organizarnos.

No nos sorprendió encontrar a toda la familia dando vuelta por la casa. Tomé la mano de Aleksi y la apreté. Teníamos que hablar con mi abuelo sobre lo que habíamos visto y aunque Alek opinaba que la noticia podría distraerlo, los dos estábamos de acuerdo en que había algo que mi bisabuela tramaba y más nos valía estar preparados.

Lo que a mi no me agradaba de todo eso era tener que admitir que me había escapado para alimentarme de más de una docena de vampiros. También pensaba que a quien no iba a gustarle iba a ser a mi padre, porque se vería expuesto ante el suyo. Yo sabía que lo estaría acusando con él, incluso aunque me echara toda la culpa, tanto mi padre como mi abuelo no lo tomarían de esa manera.

Me forcé a creer que esa parte no era mi responsabilidad, precisamente. Podía hacerme responsable de mis decisiones, pero no de la manera en la que mi familia vería el asunto.

Cuando llegamos al comedor, donde se ultimaban la mayoría de los detalles, en presencia de mi abuelo, noté que mi padre no estaba por ningún lado. De alguna manera, me sentí aliviada por ello y junto a Aleksi avanzamos rodeando la mesa para acercarnos a él. Al vernos, él nos dirigió una sonrisa incómoda.

—¿Descansaron?

No tuve que mirar a mis tíos Allen y Sam para saber lo que estaban pensando. Me quedé helada y todo lo que había practicado en mi cabeza, todas las palabras que había escogido para explicarle que su madre seguía viva, se esfumó. Miré a Aleksi, imperturbable a mi lado, sin tener idea de nada, y no supe si quería morirme de la vergüenza o matarlo a él por no haber cancelado el sonido de nuestro cuarto.

—¿Qué? —dijo él, cuando me lo quedé viendo casi un minuto con una expresión asesina.

Mis tíos apretaron los labios, se esforzaban por disimular, como si no pensaran lo que pensaban, pero yo conocía cada vez más rápido lo que la gente a mi alrededor pensaba. No sabía si era solo la sangre en mi sistema o que mis habilidades evolucionaban.

—Sí, descansamos bien —le respondí a mi abuelo entre dientes, girándome hacia él—. ¿Tienes un minuto? Me gustaría hablar contigo.

Mi abuelo asintió, pero luego, después de echarle una miradita al resto del comedor, pareció dudar.

—¿Necesitas que sea en privado? —me preguntó. Yo seguí la línea de su mirada. Mi abuela hablaba con Hunter más allá; mi tía los vigilaba como un halcón, en silencio, sentada al lado de Vivi, que estaba más concentrada en darle instrucciones a Phill que otra cosa. Nadie de ahí nos estaba prestando realmente atención.

—No —dije—. Y además es algo que el clan entero debería saber.

Crucé una mirada con mis tíos antes de sentarme. Aleksi tomó la silla continua.

—¿Es algo grave? ¿Qué ha sucedido?

Apreté los labios.

—Esta tarde salí con mi padre —empecé. Pude ver las expresiones de los tres. Lo primero que hicieron, después de mostrar lo mal que les parecía eso, fue mirar a Hodeskalle, a mi lado, como si él lo hubiese permitido—. Vi a alguien que no debería haber visto.

—¿A dónde fueron? —dijo mi abuelo, con la mayor calma posible.

—¿Por qué tu padre no nos informó al respecto? —dijo mi tío Sam.

—Salir en este momento es en extremo peligroso. ¿Y Henry creyó que era buena idea? ¿Dónde demonios tiene la cabeza? —replicó mi tío Allen.

Una parte de mi hubiese deseado levantarme e irme y no tener que lidiar con nada de eso. Escuchar como su recelo no solo iba hacia mí, sino también a mi papá, me sentó pesado en el estómago. Sobre todo, porque no había nada que yo pudiera hacer para cambiar eso. En realidad, no había nada que yo pudiese hacer para cambiarlos a ellos.

—Yo le pedí que me acompañara y en vez de encerrarme en esta mansión, decidió tener un voto de confianza en mi y ayudarme con lo que le pedí —contesté, en un tono neutro que me costó horrores, sobre todo porque después de todo lo que hice fuera de la mansión, mi padre había dejado de tener confianza en mi para tenerles miedo. A ellos.

Mi abuelo se mojó los labios.

—¿Qué fuiste a hacer, Kayla?

—Eso no importa ahora —dije. Lo mejor era omitirles que me había alimentado de más de una docena de vampiros. Si mi padre no se los había dicho aún, no tenía porqué yo hacerlo. Al final, esa sí había sido una cosa entre ambos. Y, además, los distraería del asunto primordial de esa noche: el intercambio—. Vi a una mujer en Corazón y no le hubiese prestado atención alguna de no haberla visto en los recuerdos de otra persona. Esta mujer debería estar muerta y estoy segura también de que es quien me dejó esta nota en la casa de Jane.

Cuidadosamente, le tendí el papel a mi abuelo. Él lo tomó con la punta de los dedos.

—¿Muerta, dices? —Se lo acercó a la nariz y lo olfateó. El registro del aroma sobre la nota ya era tan débil que yo ni la percibía. Era más un recuerdo colorido y dulce en mi memoria que algo tangible.

Asentí.

—A quien vi fue a tu madre.

Mi abuelo dejó de respirar y mis tíos dejaron caer las mandíbulas. En todo el comedor se hizo un silencio abrumador en el momento exacto en que el pronuncié las palabras y ahora teníamos la atención de todos.

—¿Cómo... dices? —balbuceó mi abuelo, después de bajar lentamente la nota—. Tu no conoces a mi madre.

—La vi en tus recuerdos —expliqué—. Así que sé que era ella la mujer que vi hoy en corazón. Y el olor de esta nota... estaba ahí. Y estoy segura de que lo he olido antes.

Aleksi se movió a mi lado. Se inclinó hacia la mesa, mientras el shock seguía flotando entre nosotros. Podía leer los pensamientos de mis tíos, que estaban tan incrédulos como el resto de la familia confundidos.

—He olido la nota, el aroma en la casa de Jane. También lo he olido antes —explicó—. Es más, creo que también la olí en Calix, cerca de la casa donde vivía Bryony.

Eso me sorprendió, porque no sabía de qué hablaba. Me giré hacia Aleksi, justo cuando Hunter se ponía de pie. Al mencionar a su hija, se había preocupado.

—Mi madre murió, Skalle —dijo mi abuelo—. Mi padre la cazó hasta matarla...

—Pero nunca viste su cuerpo —terminé yo, leyendo la duda en sus pensamientos. Él jamás había visto los restos de su joven madre. Él solo sabía lo que habían dicho los Edevane.

—No —me admitió. Dejó la nota en la mesa y solo ahí me dí cuenta de que le temblaban las manos—. Pero... si está viva... ¿por qué...?

«Por qué no vino a verme, por qué se esconde, por qué jamás me buscó, por qué me dejó...»

Hasta ese momento, nunca creí que mi abuelo tuviera ese tipo de angustias en su corazón. Pero, de la nada, se estaban abriendo heridas que habían sido sepultadas durante siglos, decenas de ellos.

Era más fácil no creerme que aceptar que su madre no se había acordado de él en 2.500 años. Era más fácil pensar que estaba muerta.

—Esto... Esto no importa ahora —dijo, entonces. Mis tíos lo miraron como si estuviera loco y Alek, a mi lado, frunció el ceño—. Tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos.

Se puso de pie, me devolvió la nota y se alisó la ropa. Mis tíos lo imitaron, recomponiéndose.

—Sí, podemos hablarlo después —dijo Sam.

—Se ha decidido que Olive y Anne permanecerán en la casa con Phill, Theo y Jane —anunció mi abuelo—. Creo que aún queda que Bethia y Goran definan si vendrán o si se quedaran en la casa. Es algo que están decidiendo con Oliver —Aleksi y yo no contestamos. Lo miramos absortos—. Partiremos en una hora, así que apúrense todos.

Se apresuró a dejar el comedor. Mi abuela lo siguió, con la expresión preocupada de una esposa que sabe que su marido está a punto de tener una crisis, y mis tíos, que no parecían tener nada mejor que hacer, se macharon también.

Volvió a hacerse un silencio eterno en el comedor, hasta que Aleksi exhaló con lentitud.

—Podría habérselo tomado peor —me dijo, aunque todos lo escucharon. Yo no estaba tan segura. Los sentimientos y pensamientos que fluyeron desde él me decían todo lo contrario. No me molestaba, por eso, que no me hubiese creído del todo. Tampoco me molestaba que ahora no le diera el interés que fuera apropiado.

—Mañana —contesté—, seguro lo hablaremos mañana.

—Sí —dijo Alek—. Iré a hablar con la seguridad —añadió, poniéndose de pie—. Porque tu abuelo dijo quienes se quedarían, pero le faltó aclararme quién iría con quién.

Él salió del comedor después de saludar a su madre y a Phill y fue en ese momento en el que Hunter se acercó a mí, fingiendo que no sabía que mi tía lo vigilaba sin cesar. Ahí, recordé lo que había dicho Aleksi del aroma cerca de su hija.

—¿Bryony duerme? —le pregunté, casi a modo de saludo.

—Sí, iré a despertarla ahora, pero quería preguntarte sobre el aroma que Hodeskalle sintió en la casa de su abuela.

—Claro —le dije, haciendo memoria.

Yo había visto un aroma en la esquina de la casa de Bryony, ahora que lo recordaba. Sí. Y era de color durazno, al igual que la esencia que vi en la casa de Jane, igual que en la disco. Si esa era mi bis abuela, tenía que haber una razón por la cuál estuvo cerca de la niña.

—Vamos —le dije, señalándole la salida—. Te acompaño a verla.

Lo guie fuera del comedor, no sin enviarle una mirada significativa a Alice, para que supiera que no tenía que estar mirando a su marca como una psicópata 24/7. Ella puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos, pero no nos siguió al pasillo.

—¿Tu madre visitaba a Bryony a menudo? —le pregunté a Hunter en cuanto estuvimos solos. Aproveche, ya que pensaba tener una charla sincera con él, para entrenar mis poderes y forzarme a no tomar ninguno de sus pensamientos. Nada que pudiese adelantarme sus respuestas.

—No tanto como ella quisiera. Pero últimamente, yo no podía acercarme —contestó él, acelerando un poco el paso. Ahí me di cuenta de que, aunque creía que caminaba lento, no lo estaba haciendo, ni siquiera para un vampiro completo como él.

—Pero cuando fuimos a buscarla, ¿hacía tiempo que no iba, no?

—No —resumió él.

—¿Cómo describirías su aroma? —inquirí. Deseaba asegurarme que esa esencia no fuera de Evelina Novikov, ni por casualidad. Hunter no se inmutó para nada por mi curiosa pregunta.

—Mi madre huele a Rusia, para mí —explicó él, frunciendo ligeramente la frente—. A una tormenta de nieve, a un bosque húmedo. Es un aroma agradable y fresco. A hielo.

No sentí ni vi ningún registro de ella en la casa. Tal y como Hunter dijo, ella no estuvo visitándola en el último momento. Pero ese aroma color durazno...

—La madre de Benjamín —dijo Hunter— no la conoció ni siquiera el primer H. ¿Por qué ella estaría interesada en mi hija?

—Si era ella —musité, mirando la nota que ella me había dejado—. Lo más obvio para mi es que estuviera cuidándola.

Hunter se detuvo. En sus ojos había un brillo de preocupación que solo se sumaba a todo lo que se nos venía por delante.

—No confío en nadie de mi clan. Y esta mujer tiene muchos secretos e intenciones ocultas —contestó, señalando la nota con el mentón—. Tengo que saber si ella puede llegar a ser una amenaza. Si realmente pretende ayudarnos o venganza.

Parpadeé, sorprendida por su razonamiento. Aunque hubiese podido leer sus pensamientos, su conclusión me habría sorprendido por igual. No me habría atrevido jamás a pensar que mi bisabuela pudiera concebir a Bryony como alguien del clan Edevane como tal o que pudiese intentar usarla para vengarse de ellos.

Y, sin embargo, podía entender por completo por qué Hunter pensaba eso. Ella no estuvo con su hijo en los últimos dos milenios y recién ahora estaba dejando pistas de su existencia. Y, sobre todo, huía de mi después de dejarme mensajes. Nada de lo que ella hacía tenía mucho sentido ni un por qué lógico.

—Si ese fuera el caso, yo te prometí que nada le pasaría a Bryony mientras yo estuviese con vida —le recordé—. De quien sea. Incluso de ella.

Algo en mi tono hizo que los hombros de Hunter se relajaran. Aunque su mirada no perdió el brillo de la preocupación, él seguía confiando en mí. Y su confianza, en esa noche en particular, era algo muy importante para mí.

—¿Y de tu tía? —preguntó entonces, dándome otro cachetazo de sorpresa.

—¿De mi tía? —repetí, como una estúpida.

Estuve a punto de meterme en su mente, de terminar con el control que estaba probando para ver por qué él creía que Alice podía ser una amenaza para Bryony cuando escuché gritos a un par de metros.

Los dos nos giramos hacia una de las habitaciones más cercanas. Reconocí enseguida la voz de Oliver y Bethia y solo por eso no me asusté. La discusión se oía a través de las paredes y tenía que ver, de nuevo con la forma en la que Bethia trataba de imponerse sobre la vida y las decisiones del muchacho.

—No entiendo a esta mujer —musitó Hunter y, cuando la puerta se abrió de un golpe y Oliver salió como un toro, echando humo por las orejas y la nariz, ignorándonos por completo, él se alejó de mí—. Voy a ver a Bryony, espero que no se haya despertado con esos gritos.

No me dio tiempo a responder la pregunta sobre mi tía y cuando Bethia salió al pasillo llamando a Oliver, me pregunté si en realidad él quería saber la respuesta. Pensé que no, porque me dejó sola con esa mujer que ahora estaba hecha un mar de lágrimas. La verdad, yo tampoco la entendía.

Bethia se quedó parada a un par de metros de mí y fue obvio que no me había notado hasta que decidió regresarse al cuarto, donde la esperaba Goran. En cuanto se giró y me vio, su rostro pálido de tiñó de rosa, lleno de vergüenza.

Solo por eso, no pude resistirme.

—¿Por qué actúas así con él? —inquirí. Ella me observó, pasmada. Fue incapaz de decir nada. Y de nuevo, podría haberme metido en su mente, pero quería que me contestara—. Él no es tu hijo. No es nada de ti. Y aunque lo hayas ayudado, no te debe nada.

De nuevo, Bethia solo me miró. Su cara se puso aún más roja y le temblaron los labios. Más lágrimas brotaron de sus ojos antes de bajar la cabeza.

—No puedes obligarlo a hacer lo que tu quieras —le dije, con tono un poco más duro, pues me molestaba que no fuese capaz de enfrentarme como correspondía. Ni siquiera estábamos hablando de su ex, como la última vez que la encaré con preguntas. No debería tener problemas ahora para responderme—. Oliver tiene padres y son ellos los que están en peligro.

—Yo... yo lo sé —balbuceó, justo cuando Goran se acercaba a la puerta del cuarto. Solo nos miró en silencio.

—Es que realmente no lo entiendo.

Ahí, Bethia alzó un poquito el mentón.

—¿No lo sabes ya? —inquirió—. ¿No has visto también en mi mente?

Negué, despacio. Estaba claro que no solo Alek tenía asumido que yo miraba su mente. Todos en la casa lo creían.

—Beth —dijo Goran, con suavidad—. No tienes por qué decirlo. Ella no tiene por qué forzarte a contestar. Tampoco tiene derecho a ver tu mente.

Yo callé. No miré a Goran. Escucharlo contradecirme me cortó un poco, me hizo desear haber cambiado mi tono de voz, por unos segundos. Generó una sensación incómoda en la boca del estómago, algo que sientes cuando alguien que no conoces tanto te contradice. Pero, inmediatamente, tuve la necesidad de decirle que no estaba hablando con él tanto como de defenderme.

—Ella tampoco tiene por qué forzar a Oliver a hacer lo que ella quiere, ¿o no? —solté, incapaz de morderme la lengua para ser diplomática. Si Goran quería soltar puñaladas, yo también podía. Y, en realidad, nada de eso significaba que pondría a Bethia contra una pared o me metería en su mente sin su consentimiento. Por algo le estaba preguntando de forma directa. Que yo quisiera una respuesta no implicaba que la estuviera obligando a contestar.

—Esto no es asunto tuyo —replicó Goran, así que finalmente me giré hacia él.

—Si este asunto va a generar problemas esta noche, cuando estamos poniendo todas nuestras vidas en riesgo, sí es asunto mío —le dije.

—No veo por qué algo que nos concierne solo a Bethia y a mi podría implicar la vida de todos —contraatacó él.

—Desde el momento en que la discusión la tienen delante de todo el mundo deja de ser algo de ustedes dos —repuse. Una gotita de cinismo se filtró en mi voz. No dejé que la expresión iracunda de Goran me afectara. A decir verdad, estar controlando mis poderes y mantener alejados sus sentimientos y pensamientos me estaba ayudando mucho a no enojarme de más—. Pero está bien, hagan lo que quieran. Solo que no se sorprendan si otros en esta casa los cuestionan... o los echan.

Me encogí de hombros y me di la vuelta. Después de todo, ellos estaban en la mansión solo porque Aleksi se los había permitido, aunque todavía no entendía muy bien las razones. Nadie más ahí tenía una relación estrecha con ellos. A ninguno le afectaba si ellos se marcharan, y tendrían que hacerlo definitivamente cuando todo esto se terminara.

—¡Espera! —exclamó Bethia, cuando apenas hice un metro por el pasillo. Me giré a verla. Todavía estaba temblorosa y llorando—. Te lo diré.

Goran casi que bufó.

—Beth, no tienes por qué. Es una cría irrespetuosa.

Me mordí la lengua para no soltarle una barbaridad por lo de cría. Traté de controlar mis emociones para no sonar como una.

—No me hables tú de falta de respeto —le dije—. Especialmente cuando se trata de ella —añadí, señalando con el mentón a Bethia.

Goran se giró hacia mi todo ofendido, pero con la mirada que le eché a Bethia, supe que ella sabía a lo que yo me refería. Bethia fue irrespetuosa, desubicada y mentirosa con muchos. Incluso con Goran mismo, aunque él no lo supiera.

—Gor —dijo ella, limpiándose la cara rápidamente—. Está bien. Déjanos un momento, ¿sí?

Aunque a Goran no le agradaba para nada la idea de dejarnos solas, se metió en la habitación y cerró la puerta de un golpe seco. La puerta crujió y eso también fue irrespetuoso, porque esa no era su casa, no tenía derecho a romperla.

Esperé, en silencio y sin moverme, a que Bethia se recompusiera. A decir verdad, no estaba sorprendida de que su pareja resultara así de desagradable después de todas las cosas que sabía de ella. Por eso, callé. Por eso esperé. Y por eso mismo tampoco le dije que no tenía por qué decirme nada si no quería. Estaba segura de que ella buscaba justificarse para así poder seguir atosigando a Oliver igual que antes.

—Tuve un hijo, hace unas décadas —dijo ella, entonces, dejándome totalmente pasmada. Podría haber esperado cualquier cosa menos eso, porque para mí, después de lo que había estado pensando ella de Aleksi, Goran nunca había sido su marca.

—¿Cómo? —solté.

Bethia asintió. Sus manos se convirtieron en puños alrededor de sus caderas y no se me pasó cómo se tambaleaba, como intentaba mantener el control de sí misma. Un profundo dolor golpeó mi cuerpo. Unos sentimientos muy fríos e inestables intentaron superar el control que estaba manteniendo sobre mis poderes. Intentaron colarse y tuve que retroceder, alejarme de ella.

—Era un niño hermoso. Tan alegre, la luz de nuestros ojos. Nos costó tanto... —Su voz se quebró—... Era tan travieso y aventurero.

No necesitaba leerla para saber que era sincera, que lo que ella estaba sintiendo era real. Que ese hijo de alguna manera, cuando murió, hizo que una parte de Bethia muriera. Pero eso, aún así, no justificaba su control obsesivo sobre Oliver.

—Lo siento —dije, con la misma sinceridad que ella—. Lamento tu perdida.

Bethia asintió. Apretó los labios en una fina línea que se deformó en una mueca mientras intentaba frenar de vuelta el llanto.

—Una no se recupera de esas cosas —musitó, con tono agudo—. Creí que jamás podría. Que ni siquiera la venganza, incluso si tuviera el poder de tomarla, sería suficiente.

Mis sentidos se alertaron con esa palabra. Venganza.

—¿Qué le pasó?

Bethia tomó aire. En ese instante, el dolor se convirtió en una furia palpable.

—Los Edevane —susurró.

Una ficha más en el rompecabezas. Ahí estaba la razón por la cuál ella, Goran y Arran habían ayudado a Oliver en primer, lugar. Por la cual se habían aliado a nosotros en contra de los Edevane: venganza.

—Tenía diecisiete años —siguió Bethia—. Era solo un niño. Pero ellos lo mataron como si fuera... no sé... un saco de basura. Se divirtieron asesinándolo. Lo dejaron... ¡Lo dejaron todo roto para que lo encontráramos!

De nuevo, cuando Bethia comenzó a llorar con fuerza, agradecí no estar leyéndola. Entendía bastante bien sus palabras y mi imaginación ya era lo bastante clara. Me encogí, impresionada. Debió ser absolutamente terrorífico encontrar a tu único hijo así. Se me puso la piel de gallina, al pensar en cómo se le habría roto el corazón, el alma. Sobre todo, porque ella sabía que no había nada que pudiese haber hecho para salvarlo. Ni siquiera morir.

—Lo... lo siento, Dios —murmuré—. Lo siento mucho —Realmente, ella no tenía que decírmelo. Aunque nada de eso justificara lo que hacía con Oliver, podía entender el profundo trauma que la motivaba. Y definitivamente, no necesitaba revivirlo por mí. Goran tenía razón—. No tienes que seguir. Te hace mal recordarlo. No tienes por qué explicarme más.

Bethia dio pasos apresurados hacia mí.

—No, sí tengo —me dijo. Intentó agarrarme las manos y yo me alejé de ella. Luego, cuando vi su rostro compungido, me pregunté si no estaba siendo demasiado grosera, muy poco empática. Quizás debería haberla dejado que me tocara. Pero si lo hacía, estaría en contacto directo con su piel. No sabía si podría resistirme a usar mis poderes, incluso cuando no deseaba por mi propio bien hacerlo—. Porque Oliver... Cuando conocí a Oliver supe que la vida me estaba dando otra oportunidad. Una que no tiene explicación, pero si tú existes, quizás todo sea posible. Cuando lo vi lo supe.

Parpadeé, confundida. Bethia no se inmutó porque no dejé que me tocara. Ahora, me miraba con esperanza, con anhelo.

—¿Qué? —solté.

—Cuando lo vi —repitió ella—, supe que era él. Mi Fin.

Bethia esperó mi respuesta y a mi me dieron ganas de decirle que creía que estaba loca, que definitivamente necesitaba terapia. Porque estaba bien sentir dolor, estaba bien estar de duelo. Era lógico que lo estuviera, pero creer que otras personas eran tu hijo asesinado simplemente no.

Pero no lo dije. Quién demonios era yo para decirlo. No dije nada.

—En cada uno de sus gestos, la forma en la que habla, la forma en la que piensa —dijo Bethia, cuando notó que yo solo la miraba con los ojos muy abiertos—. Sus sueños y ambiciones. En todo, absolutamente todo, Oliver es mi Finlay.

Estaba segura, segurísima. Lo decía con una convicción que yo no podía comprender. Había una gran ilusión atada a esa esperanza. Incluso aunque no tuviera razón y Oliver no se pareciera en nada a ese muchacho, eso era lo que ella quería creer.

Pero Goran...

Miré de reojo hacia la puerta cerrada de la habitación. ¿Goran también lo creía? ¿Lo había creído Arran? ¿O él solo había sacrificado su vida para proteger a la ilusión de su hermana con el alma rota?

—Y su cara... —Entonces, Bethia se sacó un guardapelo que hasta ese momento no había visto colgado en su cuello. Lo tenía bajo el vestido. Lo abrió y me lo tendió y ahí reprimí un escalofrío.

Tenía razón. Su cara, la de Fin, la de esa foto en blanco y negro de hacía realmente muchas décadas, era igualita a la de Oliver.

—Dios mío —musité. Pero, de nuevo, fui incapaz de decir algo más. Era una increíble coincidencia, como habría tantas en el mundo. Tantas como personas y vampiros.

—Oliver no lo sabe... no se lo dije. Pero él es mi hijo, Kayla... ¡Y debo protegerlo! ¡No puedo perderlo otra vez!

Era difícil contestar a eso. No podía negarle a lo que ella tanto se aferraba. Si no eran sus allegados, su familia o pareja quienes se lo decían, yo no lo haría.

—Yo... lo entiendo... —empecé. Sería una piedra si no lo comprendiera.

—¿Sí? —la mirada de Bethia se iluminó—. ¡Entonces tienes que ayudarme! Hacer que Oliver se quede...

—¡Wow! —dije, frenándola. La paré con ambas manos. Yo podía no negarle nada, pero tampoco podía darle la razón, así como así. ¿Por qué? ¿Solo por qué yo tenía magia debía ser suficiente para justificar esa creencia y abalar su comportamiento? Día tras día, yo me daba cuenta de que mi magia no servía para abalar nada—. Yo no... Demonios, Bethia. Claro que entiendo cómo te sientes con respecto a él. O sea, no tengo hijos pero me imagino lo terrible que debe ser perder uno. Y sobre todo si encuentras a alguien que te recuerda mucho...

—Él no me recuerda —insistió Bethia, con calma, a pesar de que tenía toda la cara mojada por las lágrimas—. Es él.

Tragué saliva. En verdad esto era difícil, mucho. Y no sabía si yo podía manejar algo tan complicado como eso. Yo no tenía suficientes experiencias en la vida como para lidiar con traumas tan severos. Yo ni siquiera había experimentado la muerte de ningún ser querido. No tenía idea de lo que se sentía perder a alguien. Aconsejar a Bethia podía salirme muy mal.

—Okay, de acuerdo —dije, no muy segura—. Pero es que... Yo no puedo ir a decirle a Oliver lo que tiene que hacer.

La expresión de Bethia se llenó de tristeza.

—¿Qué? ¡No! Sí puedes. ¡Puedes controlarlo! Encerrarlo...

—¿Qué? —gazné—. ¡No, claro que no!

—¡Tienes el poder para hacerlo!

—Pero no lo haré —exclamé, horrorizada. Viniendo de su boca, me parecía una locura total, me parecía algo impensable. Algo que jamás haría. Salvo porque ya lo había hecho. Me espanté de mi misma, una vez más—. ¡No porque tenga el poder para hacer algo significa que vaya a hacerlo! Es por la misma razón por la cuál prefería preguntarte las razones de tu comportamiento antes que investigarlo. ¡Por que simplemente no está bien!

—¡Pero él va a morir! —me chilló, desesperada.

—¡No sabes eso! —le espeté, retrocediendo—. Y aun así, es su decisión. ¡Yo no puedo controlar su vida, ni la de Jane, ni la de nadie! ¡Tampoco tú! Ni aunque realmente fueras su madre. Nada te da ese derecho. ¡No porque alguien sea tu familia puede controlarte! Lo siento, pero no, esto está fuera de discusión.

No me quedé a ver su rostro, ni a luchar más contra su dolor. Tampoco quería escuchar más disparates de su boca. Me alejé por el pasillo, a sabiendas que ella no se había movido de su lugar. Escuché cómo Goran abría la puerta para salir en su rescate y lo único que pensé, antes de detenerme delante de unas de las puertas que salían al jardín, era que lo que había dicho no era suficiente.

—Bethia —le dije. Volteé la cabeza hacia ella. Goran me miraba como si yo le hubiese quitado a su hijo, y no los Edevane—. Puede que tengas razón y Oliver sea... no lo sé, la reencarnación de tu Fin. Pero en esta vida, Oliver es Oliver. Y en esta vida tú no eres su madre. Él tiene otros padres, tiene una hermana. Si lo amas... deberías acompañarlo, no alejarlo de quienes él ama. Porque lo que estás haciendo no está bien. Y puede que yo no tenga el derecho de exigirte nada, pero sí puedo decirte esto.

No sabía si mis palabras eran correctas, pero era lo que a mi me parecía que era correcto. Alguien tenía que decirle que estaba actuando mal, que así solo lograría que Oliver se alejara de ella.

Crucé la puerta del jardín, dándole vueltas a la idea de tan primitiva que llevaba a los padres a querer encerrar a sus hijos para protegerlos, a mantenerlos en a salvo de lo que sea, a costa de sus propios derechos. Me detuve en medio del jardín, planteándome por qué era tan difícil relacionarse con la gente y, sobre todo, con la familia. Me planteé por qué el amor no era suficiente para que todo fluyera.

Me pasé las manos por la cara. Si todo fuera como mi relación con Aleksi, donde se podían hablar las cosas, seguramente todos en esa mansión tendríamos menos problemas, menos estrés. No había nadie ahí, ni siquiera mi abuelo, que se salvara de tener un conflicto con un padre. ¿Era que estábamos condenados, acaso? ¿Se debía a que éramos una especie muy longeva, a costumbres muy antiguas, a que nos regíamos por clanes o a qué?

Me pregunté cuál era el origen de todo y mis pensamientos se dirigieron inevitablemente al grupo de asesinos que nos perseguían desde hacía siglos. Ellos eran el factor común entre todos nosotros. A todos nos habían quitado o amenazado con quitarnos algo. Aún podían quitarnos todo.

Dejé caer las manos y levanté la cabeza, con la determinación a flor de piel. No podíamos permitírselo más. Esa noche se terminaría cualquier terror. Tendríamos un futuro tranquilo y en paz. No nos arrebatarían nada más.

Asentí, para mí misma, y me giré para regresar a los pasillos de la casa. Faltaba menos de una hora para salir. Tenía que terminar de prepararme.

Di apenas dos pasos cuando vi, a varios metros de distancia, entre las sombras de los setos, a mi tío a Allen. Y Jane.

Me quedé de piedra. Hablaban tan bajo que no podía escuchar lo que decían. Estaban tan lejos y tan ensimismados que no me vieron. No moví ni un músculo cuando mi tío estiró una mano hacia Jane y le quitó una hoja del seto del cabello.

Como en la mañana, cuando me enteré que él se había metido con ella, sentí mucho enojo. Jane era humana, él era un vampiro. Yo sabía perfectamente que las marcas entre ambas especies no eran posibles y que lo único que él haría con ella sería romperle el corazón, tarde o temprano.

Tomé aire, dispuesta a salvar a mi amiga, hasta que mis propias palabras, las que le dije a Bethia, resonaron en mi mente:

«Yo no puedo controlar su vida, ni la de Jane, ni la de nadie».

Retrocedí. Me llevé una mano al pecho. ¿Cómo podía juzgar a Bethia si estaba yo haciendo lo mismo con Jane? Esa era su vida, su decisión. Yo no era nadie para prohibirle cosas. Si ella decidía tener esa vida, no me correspondía a mí intervenir. Yo no podía encerrarla, meterla en una burbuja de cristal para protegerla. Tal vez Jane, no era de mi familia, tal vez sólo era mi amiga, pero nada cambiaba si yo no me apartaba. Actuaría exactamente igual que los demás.

Y yo no quería ser como ellos. Asentí. Yo no sería como ellos. El miedo se lo estaba guardando a nuestros verdaderos enemigos.

Le eché un último vistazo a Allen y a Jane y traté de no sorprenderme cuando mi amiga le apartó la mano con la que él le tocaba el cabello con un manotazo. Reprimí las ganas de reírme y me dije que no estaba bien sentir placer antes eso, porque vamos, era su decisión. Y no estaba bien disfrutar del rechazo de mi tío.

Solo sonreí. Y me dije que no estaba mal sonreír, al menos por una última vez esa noche. 

No saben cuánto les agradezco toda su paciencia y cariño. He tenido un mes complicado, pero por fin estoy de regreso y con un gran anuncio:

Finalmente, ¡habrá LIBRO 3 de Hodeskalle!

Ustedes saben que mi intención era hacer solo una bilogía, para luego hacer libros cortos de otros personajes. Pero debido al desarrollo de esta historia, las cosas que tengo planeadas, me resultó imposible cerrarlas en Hvit Kanin, este libro. Así que cuando entendí que debía encarar una tercera parte, la trama se acomodó sola para mí. Por eso, prepárense para un final de libro impactante y para un cierre de trilogía super intenso. 

Ahora sí, definitivamente, entramos en los capítulos finales. ¡Bienvenidos a la guerra de clanes!

No dejen de apoyar la historia en sus capítulos finales y sería genial si podemos llegar a los 2M de lecturas antes de que terminemos este libro. Es un sueño haber llegado hasta aquí con ustedes, ¡LOS AMO!

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