Libro 2: Capítulo 27. Rostros del pasado
79: Rostros del pasado
Kayla
Había algo que para mí estaba más que claro: No tenía buen control de mis poderes. Ni siquiera podía usar todos ellos. Era más joven que Aleksi cuando comenzó a usarlos y a él le tomó meses perfeccionarlos. Pero yo no tenía tiempo, yo tenía horas. Y la sangre de otros vampiros, incluso con los riesgos, podía volverme fuerte para enfrentarme a un clan enorme, masivo, y proteger a mis seres queridos.
Lo que iba a hacer seguro era una locura y seguro nadie iba a estar de acuerdo conmigo. Tampoco lo iba a estar Aleksi, así que no fui hasta mi cuarto para que él no pudiese detenerme. Caminé por los jardines de la mansión, con la determinación grabada en la frente y la certeza de que yo misma, para cuidar de mí, tendría que ser suficiente.
Me subí al ascensor que iba al estacionamiento sin que nadie me viera. La casa estaba en demasiada calma, como en el ojo de una tormenta, una que se desarrollaría en la madrugada siguiente, cuando lo que quedaba de nuestros guardias y nosotros marcháramos a la guerra.
Como mis llaves estaban en mi habitación, con mi pareja, agarré otra de las que estaban colgadas junto al ascensor. No supe de qué auto era hasta que hice sonar la alarma. Pertenecía a un vehículo negro que usualmente no se usaba mucho. No pertenecía a ningún miembro de mi familia y pensé que era bueno, tanto como no usar mi propio auto.
Caminé derecho hasta él y me monté en el asiento de conductor. No llevaba ni mi teléfono conmigo y quizás eso podría ser un problema, pero me tenía tanta fe que no creí necesitarlo. Me ajusté el cinturón, arranqué el auto y estaba a punto de sacarlo del lugar donde estaba aparcado cuando una sombra enorme se cernió sobre mi ventana. Pegué un gritito, como una estúpida y me llevé una mano al corazón, al ver que solo era mi papá.
—¡Papá! —grité.
Él se había apoyado en el techo, tenía la mano la mano en le picaporte y me miraba con una expresión que de niña me hubiese puesto en mi lugar. La verdad es que había perdido tanto la confianza en mi papá que su expresión no me asustaba para nada. Solo grité por la sorpresa.
—¿A dónde vas, Kayla? —me urgió. Como yo no tenía puesto el seguro, abrió la puerta, dispuesto a sacarme del auto.
—A Corazón —le dije, sin la menor preocupación. Aunque abriera la puerta, no podría bajarme. No dije nada tampoco cuando vi que su expresión pasaba de la desaprobación a la incredulidad.
—¿Por qué? —me dijo. Se le hundieron un poco los hombros bajo la camisa negra que tenía. Sus ojos grises se llenaron de preocupación—. ¿Es por lo que hablaste con tu abuelo? Kayla, ¿en qué estás pensando?
Mi mirada fue la que se afiló. Yo no había prestado atención a nada mientras estaba hablando con mi abuelo, así que no me percaté que él estaba cerca y que, aunque nuestra conversación era privada, hablamos en un tono que cualquier vampiro cerca podría oír sin esfuerzo.
—Pienso es ser mejor para protegerlos a todos —le contesté, con calma.
Me preparé para que me prohibiera salir. También para discutir, porque sería muy fácil controlar a mi padre y apartarlo del camino. Pero me dije que no iba a usar mis poderes contra mi familia otra vez. Si tenía que defender mis decisiones, lo haría como cualquier otra persona.
—Escuchaste a tu abuelo —me dijo papá, mojándose los labios. Hubo un ligero temblor en ellos—. Alimentarte de vampiros por completo es peligroso. Tu ni siquiera bebes tanta sangre humana, puede hacerte daño.
Lo miré a los ojos. De pequeña, mi papá siempre me había parecido presente, atento. Era también el más alto de todos sus hermanos y durante toda la vida, me dio la sensación de estar protegida entre sus brazos. Siempre creí que mi papá era imparable, pero cada día que pasaba, en cada discusión que callaba, me daba cuenta de que el tamaño de mi padre no tenía nada que ver con lo que estaba dentro de él. Era una persona temerosa. Y cuando le plantabas cara, ni siquiera haciéndolo de verdad, temblaba.
—A veces hay que hacer sacrificios por la familia —le dije—. Estaré bien. No pienso matar a nadie. Ya maté a alguien hoy —confesé, entonces, algo que no le había dicho ni a mi abuelo. Me giré hacia el parabrisas y me acomodé para salir del estacionamiento, como si la puerta no estuviese abierta—. Se lo merecía. Era un Edevane. Su sangre salvó mi vida.
Hubo un momento de silencio, entonces mi papá estalló.
—¡Con más razón! Ya tienes la sangre de un vampiro en tu sistema, ¡te estás poniendo en mucho riesgo!
Me giré de nuevo hacia él.
—Tengo que tomar las decisiones que creo que serán las correctas para poder mantener a nuestra familia a salvo —repliqué, con firmeza—. No soy lo suficientemente fuerte. No tengo al cien por cien mis habilidades. No soy Mørk Hodeskalle. Pero hoy iremos a enfrentarnos a cientos de vampiros, tengo que estar segura de que seré capaz de protegerlos a todos ahí. No puedo alimentarme de ustedes, así que me alimentaré de otros.
Agarré la puerta y se la arranqué de los dedos. La cerré de un golpazo y mi padre se quedó ahí, dudando con mis palabras. Presioné el embrague y cuando él se movió hacia delante, creí que se pondría en el camino del vehículo. Sin embargo, lo rodeó hasta abrir la puerta del acompañante y sentarse a mi lado.
Lo observé, estupefacta. No acababa de comprender qué carajos había cambiado en dos malditos segundos para que él me dijera que no y luego se sentara ahí.
—¿Qué...?
—Vamos —me dijo, mirando al frente.
—No me lo estás impidiendo —dije, con cautela—. ¿Por qué?
—Te acompañaré. Me aseguraré de que no mates a nadie, de que no te dejes llevar. No es seguro que vayas sola y lo sabes —contestó—. Pero tienes que prometerme algo.
Cuando me miró, pensé en decirle que no debía prometerle nada. Pensé en reclamarle que no había hablado por mí, que no me defendió ni se puso de mi lado una sola vez en esas últimas semanas de discusiones. Me dieron ganas de decirle que no se había ganado el derecho de exigirme cosas. Pero me callé y esperé.
—Tienes que prometerme que será solo por hoy.
No era una promesa difícil. Sobre todo, porque de alguna manera había escuchado a Aleksi decir lo mismo. Solo por hoy, no va a volver a pasar. Tampoco pensaba arriesgarme en otro momento a la locura, porque si esto funcionaba, no habría más Edevane mañana. No iba a necesitar algo como eso nunca más.
—Está bien —acepté—. No es como si pensara vivir de la sangre, realmente. Sigue sin gustarme.
Papá siguió sin mirarme y salimos del estacionamiento con cautela, prestando mucha atención. Fuimos incapaces de decir nada, como si nos hubiésemos vuelto dos completos extraños, mientras yo conducía a Corazón. Mantuve a raya sus pensamientos, que flotaban a mi alrededor en el estrecho espacio del auto. Tampoco dijo nada cuando aparqué en una de las calles que en la noche eran transitadísimas.
Yo había venido a Corazón varias veces, casi siempre de día. Una vez, cuando tenía dieciocho, Elliot me sacó a escondidas de la familia en la noche, algo que ahora creo que fue una hazaña tremenda para un muchachito de solo veintidós años cuando yo era la protegida. En aquel entonces, a mi me recorría una curiosidad enorme por la vida nocturna en general, más la de los vampiros. No recuerdo haberla pasado muy bien, porque nos llevaron de vuelta a casa arrastrando y a Elliot lo castigaron por semanas. Sentí que había sido mi culpa.
De día, Corazón parecía una calle casi insignificante, nada distinta a lo que tenían otras zonas llenas de bares y discos. Además, salvo por vampiros de sangre, de los cuales mucho seguro tenían actividades poco licitas para el mundo humano, estaba vacía.
—Esto hubiese sido mejor en la noche —musité, más para mi misma, porque casi olvidaba que papá estaba a mi lado cuando escudriñé las puertas de algunas discos. Estaban cerrados.
—Entonces volvamos en la noche. Es más fácil pasar desapercibidos.
Por primera vez en todo ese trayecto, dejé que sus pensamientos me tocaran. Él no estaba muy convencido de esa idea. No lo estaba en absoluto, en realidad. Pero estaba intentando dejarme tomar mis propias decisiones, con supervisión.
Apreté los labios y abrí la puerta del auto. Mientras más rápido saliera, más lejos estaría de sus pensamientos de padre preocupado y más fácil sería para mi mantener la cabeza fría. No quería enojarme con él, no quería ser injusta con él tampoco, así que no quería saber más nada de lo que pensaba, por el momento.
Se bajó detrás de mi y me alcanzó en unos segundos. Su mirada se paseó atenta por las calles.
—¿Qué dijo Skalle de todo esto? —inquirió cuando empecé a caminar por la acera, aunque sin rumbo. Me detuve.
—Lo estás preguntando como si preguntaras qué dijo mamá de lo que hago. Como si él fuese mi padre, como si él tuviese que darme permiso —respondí.
Mi papá se enderezó. Exhaló lentamente.
—Es tu novio, seguro le contaste sobre esto. Seguro te dijo que opinaba —repuso, usando una mejor elección de palabras.
Yo no tenía ganas de decirle que seguramente Aleksi pondría sus peros. Él me había dicho que no permitiría que lo haga de nuevo. Pero estando ahí, ahora lejos de él mientras no sabía lo que estaba haciendo, me dije que no. Alek me escucharía, Alek entendería mis palabras. Él me acompañaría...
De la misma manera en la que me estaba acompañando mi papá.
Me mordí el labio inferior. En verdad, me había dejado llevar por la efusividad de mi pareja cuando determinó sus intenciones. No confié en su verdadera personalidad, en cómo era conmigo día a día. No quise volver al cuarto ni para buscar mi teléfono porque pensé que, si se despertaba, me detendría ahí, me lo prohibiría.
No le dije a mi papá nada de eso. Él sabía poco y nada de mi intimidad con Aleksi y de cómo era nuestra relación. A decir verdad, ni siquiera me había preguntando por ella después de que se enteró que estábamos marcados. Mi escapada a espaldas de mi pareja, mi miedo de que él no me escuchara cuando nunca había demostrado eso antes, era mi asunto y lo resolvería apenas llegara a casa.
—Ahí hay una disco muy conocida —me dijo papá entonces. Cuando llegamos a la esquina. Señalaba la otra calle. Parecía que el local estaba cerrado, pero vi a un vampiro entrar, empujando la puerta de vidrio pesada con simpleza—. Funciona todo el día. En la noche, hay música. De día, hay otras cosas.
—¿Cómo qué? —pregunté, aunque podía imaginármelo: apuestas, pactos, deudas, dinero. Muchas cosas que seguro el clan Parissi acostumbraba, al igual que cuando metieron a Elliot en ese problemón que Aleksi tuvo que resolver matando a su líder.
—Hay de todo —respondió papá—. Mucha gente sin clan. Que fueron exiliados, abandonados. Algunos no tienen donde ir, así que pasan tiempo en el Roxy's.
—Vayamos a ver.
Comencé a cruzar la calle, pero cuando estábamos a mitad de camino, lo detuve con una súbita idea. Yo estaba ahí para alimentarme de vampiros y como Alek contó una vez, nadie dejaba que un desconocido se le acercara mucho a cuello o a cualquier otro sitio con los colmillos. Para eso, necesitaba ganarme su confianza... o sus mentes. Y para eso, tenía que estar aparentemente sola.
—Entra después de mi —le dije. Corrí hasta la puerta y me armé una historia en la cabeza. Yo no estaba vestida como para una disco. Más bien, tenía puesto un conjunto bastante naif de verano. Traté de verme agitada y me despeiné un poco antes de empujar la puerta con un esfuerzo enorme. Traté de verme lo más humana posible y jadeé y luche con el grueso vidrio como lo haría una.
En seguida, una mano enorme me ayudó. Le pertenecía a un hombre guapo, de ojos oscuros y piel bronceada. Me sostuvo la puerta y me dedicó una amplia sonrisa sin colmillos. Me miró de arriba abajo en un fogonazo que ningún humano podría haber percibido.
—Señorita, adelante —me dijo el vampiro. Le sonreí, como una inocente paloma, y pasé por debajo de su brazo extendido. Lo escuché olfatearme.
—Gracias —dije, exhalando—. ¡Wow, sí que es una puerta pesada!
En seguida, pude ver el interior de la disco. Había varias mesas en donde en la noche funcionaba la pista de baile. Algunas estaban ocupadas por grupos numerosos que no me prestaron atención. Otros, solos, bebiendo en copas algo que obviamente era sangre, se fijaron en mi ropita solariega. Más allá, detrás de una puerta con cortinas y cordel, se veían luces que parpadeaban y una música fuerte llenaba la estancia. Era el VIP, ahí estaba la diversión.
Pero primero había que llegar hasta ella.
Me dirigí a la barra y me colé por entre vampiros y vampiresas que me miraron con las cejas arqueadas. A sus ojos, a esa hora del día, yo era demasiado humana. Si no me olfateaban con mayor intensidad no captarían la mezcla en mi sangre. Era más probable que olieran a mi padre en mí antes.
—Disculpé —le dije al barista. Noté que el hombre que me había abierto la puerta me había seguido. Se había parado detrás de mi mientras yo me ponía en puntillas para apoyar los codos y la mitad del torso en la barra—. ¿Tiene un teléfono? Mi auto se descompuso y mi teléfono está sin batería. Necesito llamar al auxilio.
Era una historia común para un humano, para una chica que estaba vestida casual y que entraba en una disco en medio del día. El barista, que estaba llenando unas copas con sangre de unas botellas, que parecía vino, arqueó las cejas en mi dirección. Me hizo preguntarme si no era poco convincente.
Abrió la boca, pero yo me estiré hacia sus pensamientos antes de que hablara. Tomé el control de su mente sin ningún esfuerzo, casi sin sentir las paredes que la protegían. Con una orden silenciosa, lo obligué a seguir sirviendo, mientras el hombre que me había abierto la puerta me tendía su teléfono por encima de mi hombro. En ese momento, papá entró al local.
—Oh, gracias —le dije, tomando el celular. El vampiro me sonrió anchamente, encantador y amigable. A través de ese gesto, aún así seguía olfateándome.
—¿Dónde está aparcado tu auto? —me preguntó.
—A dos calles de aquí —dije, con una sonrisita—. No conozco mucho la zona, la verdad.
Él ladeó la cabeza. Acababa de captar los matices en mi aroma y supe, cuando me estiré para captar los hilos de mis pensamientos, que acababa de oler a mi padre en mí. A otro vampiro.
Papá se había sentado en el otro extremo de la barra y echaba miradas furtivas hacia donde yo estaba. Era de todo, menos buen actor, así que tomé la primera idea que se me cruzó por la cabeza.
—Ay —susurré, sin llevarme el teléfono a la oreja, mirando a mi padre por detrás del vampiro.
—¿Qué sucede? —me preguntó él. La curiosidad que sentía por mi estaba ligeramente empañada por la desconfianza y necesitaba darle una explicación que me hiciese ver vulnerable. Acaba de ver en su mente que él tenía acceso a la zona VIP, donde había muchos vampiros bailando como si fuese de madrugada, donde sería más fácil alimentarme mientras todos estaba distraídos. Ahí, en la barra, con la gente en las mesas mirándome, lo dudaba, y él podría llevarme ahí para ocultarme.
—Ese hombre —dije, señalando con el mentón a papá. Dejé que mi expresión se perlara con un brillo de preocupación, de miedo. Él se giró para verlo y adoptó una postura distinta. Ya no estaba relajado—. Se ofreció a ayudarme muchas veces. Me negué y fue super insistente. Ahora me siguió hasta aquí. ¿Debería llamar a la policía?
A los hombres les gustaba que las mujeres pidieran sus direcciones y por supuesto a ningún vampiro le apetecía lidiar con la policía humana.
—No, linda, no te preocupes —me dijo, sacándome sutilmente el teléfono de las manos. Se ubicó de tal manera en la que cubrió a mi padre de mi vista, con la intención de demostrarme que me protegería—. Te llevaré a un lugar seguro. Le diré a los de seguridad que lo expulsen mientras esperamos al seguro del auto, ¿sí?
Su mano se deslizó suavemente por mi codo. Sin embargo, cuando empezó a llevarme a la sala VIP, a través de las cortinas rojas, del cordel y del único vampiro que guardaba el acceso, supe que aún mi aroma le resultaba extraño. Tenía segundos nada más para que se diera cuenta de que no era humana y que el aroma a vampiro no era solo de mi padre sino mío.
Tomé el control de su mente, antes de que terminara de conectar las ideas y se quedó estático a mi lado, en la pista del baile llena de cuerpos, música, humo y aroma a sangre humana. Arrugué la nariz, no solo por eso, sino porque debería haberlo controlado apenas supe que podía meterme en la zona VIP. Tendría que haber hecho lo mismo que con el barista, en vez de jugar...
No, yo nunca había controlado a más de dos personas a la vez. Los que estaban en la barra sospecharían que sucedía algo raro si él me llevaba directamente a la sala VIP sin ningún intercambio de palabras. Hoy, yo era su depredadora, tenía que ser cautelosa.
—Ya está —me dije—. Ahora, vamos, Frank —Me agarré del brazo inerte del vampiro y lo forcé a moverse con naturalidad. Hice que me llevara entre la gente. Puse su cuerpo antes que el mío y me abrí camino por la pista, que estaba bastante abarrotada para esa hora del día.
Para mí, la mayoría de los vampiros siempre salían de noche, pero estaba claro que los vampiros de sangre, que no tenían limitaciones por el sol, hacían lo que se les venía en gana. Tenían a humanos ahí, medios groguis, sentados en unos sofás de cuero que estaban en las esquinas. Los besaban y se alimentaban de ellos, lentamente para que nos se les murieran rápido. Desde dónde estaba no podía saber si estaban borrachos, drogados o solo era la debilidad que tenían por la falta de sangre.
La necesidad de sacarlos de ahí casi me hace avanzar hasta ellos. Pero me recordé que, si intervenía ahora, no podría lograr mi cometido. Me giré hacia Frank, al que había dejado parado como una estatua y me puse de puntillas. Le agarré la cara y me acerqué a él. Algunos vampiros que bailaban alrededor nuestros nos estaban mirando, seguro lo conocían, pero pensaron que yo me inclinaba para besarlo.
Si me vieron o no clavarle los colmillos en el cuello, en realidad no me importó. En cuanto tragué su sangre, sentí que mis sentidos se afinaban. Mi vista se agudizaba en la oscuridad de la pista y las luces parpadeantes ya no me afectaban. El efecto de la sangre del Edevane que estaba en mi cuerpo se potenció.
También se potenciaron mis poderes. Frank estaba pasmado y aterrado en su propia mente, donde lo mantenía encerrado. También capté a seis vampiros a mi alrededor que acababan ver lo sucedido, pero para cuando decidieron avanzar hacia nosotros, mi magia ya se había apoderado de ellos. Sin esfuerzo, sin siquiera pensarlo. Los congelé en su sitio y las personas con quienes estaban no podían imaginar que se trataba de mí.
Chupé una vez más de Frank antes de soltarlo. Retirar los dientes me costó, pues comprendí que realmente la sangre vampírica me volvía en extremo talentosa. Estaba dominando a siete, no, ocho, vampiros a la vez, si contaba al barista. Tanteé mi lazo con él mientras me pasaba la lengua por los labios y la noté fuerte. Sí, aún estaba bajo mi control.
Pero no era suficiente. Los Edevane serían decenas, cientos. Ocho no alcanzaban para ponerme a prueba.
Me giré hacia otro de los vampiros que estaba controlando, casi pegado a Frank y a mí. Lo mordí en un santiamén y me llené la boca con su sangre. De nuevo, un subidón de energía, un perfeccionamiento instantáneo de mis habilidades. Sin esforzarme, estiré mi control a unas cinco personas más. La euforia tomó control de mí. Noté que era tan sencillo como respirar y que aunque debería estar más que llena, todavía podía seguir tragando, seguir alimentando mi magia.
Pasé a otro. Bebí hasta que tuve a mi alrededor a veinte personas convertidas en mis marionetas. Sentía, en mis entrañas, que podía estirarme a más, que podría llegar a controlar a todos en esa pista si seguía bebiendo. Pensé que nadie podría detenerme, que podría cumplir con las expectativas, que mataría a todos los Edevane que me amenazaran a mi, a Bryony, a mi tía, a cualquiera de mi familia. Supe, mientras clavaba mis dientes en alguien más y tragaba con fuerza, ignorando los gritos internos de su mente, que podría alcanzar a Aleksi y protegerlo yo a él. Porque no dejaría que lo lastimaran de nuevo.
El corazón me palpitaba con fuerza. Todos mis sentidos estaban desquiciados, dejé de pensar. Solo podía morder y tragar, pensar en el futuro, pensar que acabaría con todos. Pensar que mi familia no pagaría por mis decisiones. Podría aliviarnos de la carga de mi profecía, de mis poderes y de las razones por los cuales los Edevane me buscaran. Podría imponerme, frenar con las habladurías. Podría irme del clan sin deberles nada. Podría irme en paz...
Un aroma en particular me llamó la atención. Se colaba por encima de mis fosas nasales, por encima del olor de la sangre que tragaba. Era familiar, tenía un tono frutal. Abrí los ojos y lo vi flotar. Tenía un leve color durazno.
Separé mis colmillos del cuello del vampiro que sostenía y ni me di cuenta de que se desplomó en el piso cuando dejé de controlarlo. Me abrí paso entre todas mis marionetas y no les presté atención a ninguna. Atravesé la pista de baile, siguiendo el aroma, olfateando y agudizando la mirada, hasta que logré ver un espeso cabello rubio que ondeaba en el aire, más allá, huyendo de mí.
Me apuré, moví personas sin tocarlas, las desparramé por todo el suelo. Los que no estaban controlados gritaron por la sorpresa. Y la mujer que estaba huyendo de mi se giró para verme. El corazón se me paralizó, por un instante, mi cerebro se quedó en blanco. En el siguiente, di un paso hacia ella, porque no podía dejarla marchar.
—¡Kayla! —gritó alguien en mi oído. Parpadeé cuando la mano de mi padre se aferró a mi muñeca y me di la vuelta echa una fiera, con los colmillos en el aire, los dedos crispados en garras. Un siseo agudo salió de mi boca, hasta que vi que era él—. Kayla, por Dios, ¡para ya!
Pensé que se refería a la amenazante manera en la que reaccioné a su toque, así que me enderecé y guardé los dientes. Sin embargo, mi papá no se refería a eso. Me agarró de los hombros y se inclinó hacia mí. Me miró a los ojos, hurgó en ellos como si buscara algo que se había perdido.
—Tienes que soltarme —le dije—. Acabo de ver...
—No te voy a soltar —dijo papá—. Tenemos que irnos ahora.
Aunque quería estar tranquila, no podía. Un rugido me salió desde el pecho.
—¡No puedo irme! —exclamé, sacándome sus manos de encima sin tocarlo. Fue como si mi piel le diera electricidad. Me volteé, entonces, dispuesta a buscar a la mujer, pero su aroma ya no estaba presente en la pista. No lo veía, tampoco a ella.
—¡KAYLA! —bramó papá, girándome de nuevo, a pesar de que sabía que se enfrentaba a un poder con el que no podía luchar.
—¡¿Qué?! —bufé. Él no entendía, todavía tenía tiempo de encontrarla.
—¡Ya no puedes seguir bebiendo!
Se hizo a un lado y entonces lo vi, el desastre detrás de mí. Había casi una docena de vampiros en el suelo, más pálidos que nunca, algunos inconscientes, otros agarrándose el cuello donde mis dientes habían estado. Había otros derrumbados contra las paredes, tratando de entender qué demonios los había empujado. La música había bajado, el resto de la pista se percataba de algo había pasado y que nada estaba bien.
Y yo no me había dado cuenta de nada. Bueno, por lo menos de lo último. Había dejado de controlar a casi todos ahí e incluso de los que no me había alimentado estaban confundidos y errantes.
Papá volvió a agarrarme de la muñeca y esta vez lo dejé. Dejé que me sacara de la pista VIP y los dos salimos pitando del Roxy's, antes de que cualquiera se diera cuenta de que la culpable de todo era yo. En la calle, nos apresuramos al auto y esta vez fue él el que tomó el volante.
Condujo lejos de Corazón, lejos del rostro que yo tenía que buscar. Contuve el impulso de lanzarme del auto y volver a la disco, desmantelarla por completo para hallarla, pero no lo hice, porque acabaría expuesta. Casi mataba a varios vampiros, con algunos me había pasado. No podía volver.
Las manos me temblaban, el corazón me seguía latiendo con fuerza. Una vocecita en el fondo de mi cabeza me dijo que no podía volver porque terminaría matando a los que quedaban.
—No me oíste cuando te llamaba —dijo papá, lo que fue una eternidad después para mí. Cuando me di cuenta, estábamos entrando en el estacionamiento de la mansión—. Te llamé, te grité. No me escuchabas, estabas...
Siguió hablando. Su tono era reprobatorio. Estaba enojado, me estaba retando por haberme pasado de la raya, como si no me hubiese dado permiso en primer lugar. Giré lentamente la cabeza hacia él mientras detenía el auto y me castigaba como si tuviera alguna potestad sobre mí, una que hacía años no tenía, porque los hijos... su hija, no era de él, era del clan. Yo le había pertenecido al clan.
Me molesté tanto que tuve que clavar las uñas en el asiento del auto para no dejar salir mi furia. Me dio tanta rabia al recordar como no había intercedido por mí, como nunca me había explicado nada de ese mundo, como me había dejado servida en las manos de su padre para que tomara las decisiones que él debería haber tomado hasta mi mayoría de edad...
Me enojé tanto que, por un instante, olvidé que quien había visto en la disco era a la madre de mi abuelo.
YO SÉ, yo séeeeee que muchos quizás se enojen con Kayla.
Pero como siempre les digo, tengan en cuenta que Kayla arrancó el libro uno diciendo: "Siempre me creí perfecta". ¿De qué creen que trataría toda la historia si Kayla no se diera cuenta que realmente no es perfecta? Todo lo que ven en ella desde el principio es una "degeneración" de esa imagen de sí misma.
Esa Kayla se está destruyendo hace mucho. El punto es, ¿qué Kayla se está construyendo ahora? ¿Una heroina? ¿Una anti-heroe? ¿Una villana? Me encantaría leerlos y ver qué creen que va a pasar con ella ahora que sí tuvo mucha más sangre. DEJEN TODAS SUS TEORIAS ACÁAAA <3
Ahora, antes de los memes, voy con dos cositas:
1) No se olviden que si quieren esta historia en físico, pueden pedirsela a Penguin Random House Argentina y España <3 Quizás nos presten atención.
2) No habrán más capítulos por el resto de este mes, ya que tengo mucho trabajo a nivel personal y a nivel editorial ;) Por lo que mi atención va a estar centrada en eso y no tendré tiempo para nada. ¡Esto aplica a todas mis novelas! Si quieren estar al día con las novedades, síganme en instagram o únanse al grupo de facebook. También hay un grupo de Whatsapp, pero para acceder deben pedirle permiso a las administradoras que están en el grupo de face.
AHORA SÍ, memes del día de hoy:
Ahora sí, me despido hasta febrero y con la promesa de que los próximos capítulos que se vienen estarán cargados de información. Poco a poquito nos vamos acercando al final de esta bilogía. ¿Están preparados? ¡Porque yo no, los voy a extrañar horrores!
Pero mientras tanto, ¡los amo!
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