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Libro 2: Capítulo 26. Antepasados

78: Antepasados

Kayla

Caminé detrás de Aleksi después de que la reunión terminara y mi abuelo nos mandara a todos a descansar y a prepararnos. Todos habían salido con una gran seguridad en el plan de Hodeskalle y en las palabras del líder White, pero, a pesar de que yo creía que teníamos que pelear, a medida que nos acercábamos a nuestra habitación, me pregunté si iba a poder cumplir con las expectativas que se habían impuesto ese mañana.

Miré la espalda de mi pareja antes de que entrara al cuarto. Él no parecía nervioso ni preocupado. No mostró nunca de nuevo el terror ni la angustia que demostró cuando estaba impotente en la cama, herido, creyendo que habrían asesinado a su madre. No, él no tenía miedo de nada, o eso era lo que le hacía creer a todos.

Hurgué en su mente, apenitas, solo para comprobarlo. Él creía tanto en el plan, en nuestras fortalezas, que, aunque no garantizaba que ambos padres de Jane sobrevivieran, estaba seguro de que destruiríamos a los Edevane. Ambos, los dos.

No dije nada mientras él se quitaba la ropa. Pensaba dormir, puesto que, ya que teníamos la prueba de vida de los Evermore, que le hicieron llegar a Hunter por teléfono, no había más preocupaciones hasta la noche. Pero yo no realidad no estaba cansada, estaba más bien ansiosa y preocupada.

Toda mi familia iba a lanzarse a una guerra enorme que, en un principio, tenía que ver con mi trato con Hunter para proteger a Bryony, pero había miles de cosas atrás. Tantas, que me pregunté si los que lucharían lo harían por mi pacto o por ellos mismos.

—¿Crees que esto habría pasado si no fuese porque le juré a Hunter proteger a Bryony? —inquirí. Él se había quedado solo con los calzones puesto. Un pijama estaba flotando por el aire desde el armario. Lo atajó con los dedos justo cuando levantaba la cabeza hacia mí.

—¿Crees que no?

Dudé.

—No —dije al principio, pero luego me mordí la lengua—. Sí.

Aleksi me miró fijo. Entonces, asintió.

—Nada habría cambiado —contestó.

Suspiré y caminé hasta sentarme a su lado. Él se calzó el pijama, pero nunca dejó de observarme, de analizarme.

—Mi tía igual estaría emparejada con Hunter —dije—. Y Bryony sería un problema de este clan porque ella haría lo que fuese necesario para proteger a la hija de su marca.

Alek me agarró la mano. Su pulgar se deslizó por el dorso hasta el interior de mi muñeca.

—Sigues creyendo que hiciste mal en jurar protegerla —respondió, cazando enseguida las razones detrás de mis palabras. Me encogí de hombros, pero no contesté. Miré en cambio nuestras manos unidas—. ¿Sabes por qué, al contrario de tu familia, no te impedí realizar este pacto?

Cuando levanté la cabeza, me encontré con sus ojos ardiendo en un lento fuego azul. Había algo de pasión ahí, de cariño y de amor, como siempre. Pero hoy había algo más, una determinación férrea.

—Porque sé lo que es justo, sé que hay cosas por la que vale pelear —contestó, al ver que no decía nada—. Porque vi como salvajeaban a mi madre. Vi a muchas mujeres ser abusadas, como ella, desde que eran muy niña. Te dejé porque era lo que yo hubiese hecho. Porque lo hice antes. Lo seguiré haciendo.

Sentí un escalofrío al pensar en Vivi. Yo conocía su historia, pero además, estuve en su mente y pude ver los restos olvidados y secos de un pasado lleno de dolor y desesperación. Ella había sacrificado mucho de sí misma para que ese hombre, el amor de mi vida, estuviera sentado junto a mí. Vivo. ¿Pero era eso justo? No. Vibeke no debería haber pasado por nada como eso, ninguna otra mujer.

—Sin embargo, metí a todo mi clan en esto. Es lo que me reclaman. Y tienen razón.

Aleksi bufó.

—A la mierda con el clan —masculló. Me agarró los hombros, la caricia suave en la meno quedó olvidada. El cariño en sus ojos se extinguió, solo vi la determinación y también algo de ira—. A los White, que ha crecido en un castillo seguro, con una madre que jamás pasó por eso, que solo son ellos y un montón de sirvientes, jamás les ha preocupado nada más que su propio culo.

Parpadeé, sorprendida por la forma en la que se refería a mi familia. Siempre habían sido buenos amigos. Hasta ahora.

—¿Siempre pensaste esto? —inquirí, ladeando la cabeza.

Él calló. Primero por unos segundos, después por más de un minuto. Lo esperé, sin saber qué sentía al respecto de sus palabras. Estaba atacando a mi familia y aunque sentía que tenía que defenderla, no me enojaba. Quizás, porque en el fondo, pensaba igual que él.

Se me arrugó el corazón, pensé que yo era una persona terrible.

—Sí —confesó—. Y es por eso que me importa un carajo si se sienten molestos por la decisión que tú tomaste. Sé que tu piensas que debiste haberlos tenido en cuenta, pero yo no estoy de acuerdo con eso.

No respondí de inmediato. Me mojé los labios. Quería saber la historia detrás de ese pensamiento, por supuesto. Como él decía, no era algo reciente, era algo que había callado hacia bastante rato y que seguro maquinaba desde los últimos doscientos años, desde que el clan verdaderamente existía con el nacimiento de mi tía. Había muchísimo que yo desconocía de mi propia familia, lo cuál era lógico. Apenas conocía algo de ellos.

Miré sus ojos, sin tocar sus pensamientos y sin buscar los recuerdos que pudieran justificarlo. Prefería que él me lo contara en otro momento, que me diera información cuando fuese necesario. Era también algo que podría ayudarme a saber qué hacer con mi propio futuro.

Aleksi me esperó. Se le frunció un poco la frente, al pensar que yo estaba ofendida y por eso no respondía, así que me apuré a abrir la boca.

—Pero, aunque la decisión era mía, ellos se ven afectados. Todo el clan se ve afectado. Como dijeron, la opinión de los otros clanes, la fuerza de la ley de sangre al robarnos una niña... —respondí—. ¿Qué pasa con eso?

Eso es lo que ellos dijeron. Y eso son patrañas —masculló. Su elección de palabras casi me hace reír—. Siempre les importó una mierda la opinión de otros clanes, siempre fueron intocables, conejita. Tú sabes realmente lo importante y fuerte que es este clan —Callé. En realidad, siempre me habían dicho que nosotros éramos mejores que otros clanes que vivían en la marginalidad, pero, ¿tanto como para que la ley de sangre no nos afectara?—. Controlan el país. Y eso, hoy por hoy, es más importante que números y cantidad de vampiros. Los White tienen presencia en todos lados. Lo sabes. Siempre lo supiste porque te criaron para que también controles empresas importantes. Y eso influye en el mundo vampiro porque ya ningún clan prospera en las sombras, como monstruos, al igual que la antigüedad, escondiéndose. ¿Pero sabes qué es lo que realmente le da poder a este clan, Kayla? —No dije nada, ni siquiera con todo lo que acababa de soltar. Eran cosas que yo conocía y no había nada que agregar. Y lo último, ya en serio no lo imaginaba. Habíamos perdido una cantidad enorme de sirvientes y guardias. Estábamos muy reducidos, solos. Aleksi me apretó levemente los brazos una vez más—. Los White te tienen a ti.

Me quedé sin respirar un poco momento, impresionada por cómo habíamos terminado hablando de mí de esa manera. No era lo que yo intentaba.

—¿Y qué? —inquirí—. Sí, tengo poderes ahora y podría dar mucho miedo, al igual que tú. Quizás no se meterían por eso pero... —Hice una mueca, mostrándome poco convencida.

Alek negó.

—No, conejita. Tu siempre fuiste la niña del sol y la luna, que persigue al alba. Lo saben todos los vampiros de todos los Corazones de Europa. Tú siempre fuiste la esperanza, la princesa del bien que iba a destruir al mal. A mí —explicó, en voz baja—. Los White fueron el maravilloso clan bendecido con la niña de la profecía. ¿Quién se atrevería a castigarlos o a replicarles por, encima, sacarle una niña a un clan tan detestable como los Edevane, que son tantos que no pueden controlarlos? ¿Que se meten con cualquiera que se crucen y a lo largo de la historia han hecho daño a cientos de clanes? Nadie. Nadie iría en contra de los White —casi que escupió, entonces, subiendo el tono de voz—. Nadie los juzgaría, porque los Edevane además los cazaron a ustedes primero, amenazando a la luz de la sociedad vampira, a la niña del sol y la luna. Así que, conejita, que te importe una mierda el clan, porque solo lo hicieron por cuidarse a sí mismos. A nadie más.

No sabía cómo discutir con eso. Me di cuenta de que de verdad no sabía nada del universo vampiro que estaba fuera de mi clan, de que mi burbuja me tenía todavía ignorante de cómo pensaba la sociedad, de las cosas que decidían el destino de muchos clanes.

Aleksi subió las manos hasta mis mejillas y las apretó dulcemente.

—Entonces, no, mi amor. Esto no se hubiese podido evitar —susurró. Su voz fue como una caricia inesperada después de la dureza con la que habló. Su aliento tibio cayó sobre mis labios cuando se inclinó de vuelta hacia mí—. Y no, no tienes la culpa de nada. Que se jodan. Tu sigue haciendo lo que tu corazón te dice que es correcto. Porque si todavía necesitas mi confirmación: lo que hiciste es correcto. Estás peleando por defender a alguien que te necesita. Y con nuestros poderes, muchos nos necesitan.

Depositó un cálido beso en mi boca y dejé que me envolviera en su cariño, en su devoción y en su apoyo eterno. No habría estado de acuerdo con él antes de escuchar todo eso. Habría seguido pensando en lo que la reacción y las discusiones con mi familia me hicieron pensar. En ese momento, mientras me estiraba para refugiarme en sus brazos, me di cuenta de que escuchar todo eso no me dolía como creí que lo haría.

Tal vez tenía que ver con el hecho de que ya había aceptado que mi familia no era altruista. Si bien en esas últimas horas pensé que tenían derecho a hacerlo, a decidir qué querían hacer y que yo no podía decidir por todos, como lo hacia mi abuelo, ya no sabía qué pensar. Todos eran grandes extraños para mí y cada día caía más en ello.

—No sé si este sea ya mi lugar —le confesé, con la cara contra su pecho. Sus brazos eran una jaula de fierro a mi alrededor, segura y cómoda. No derramé ni una lágrima sobre su pijama. Estaba impávida.

Sus manos bajaron lentamente por mi espalda, recorriendo mi columna, deteniéndose en mi cadera para arrimarme más a él.

—Está bien —me dijo.

—Pero no puedo irme ahora. No puedo dejar el clan —seguí. Cerré los ojos. Él no necesitaba que le explicara por qué. No era como yo, que no sabía nada. Él tenía todo claro: mientras mi tía siguiera sin marcarse con Hunter y no supiéramos a que clan terminaba perteneciendo, yo no podía abandonar a los White. Porque sin mí, los White pasarían a ser nada. Y sin mí, tampoco tendrían a Hodeskalle y los Edevane lo aprovecharían para quedarse con Bryony, con Alice... y con el bebé en el vientre de mi abuela si terminaba siendo una vampira.

—El tiempo al tiempo, conejita. Esto se acabará hoy —musitó. Sus labios peinaron mi cabello y se deslizaron suavemente por mi oreja. Me causó unos placenteros estremecimientos—. Y luego podremos hacer lo que queramos.

Nos quedamos así un largo rato. Se disolvió el tiempo y no buscamos más que eso, estar juntos, sostenernos el uno al otro, escuchar nuestros corazones latiendo al mismo tiempo. En ese instante, me sentí muy agradecida por tenerlo. Pensé que era una enorme fortuna que mi pareja fuera franca conmigo, que siempre quisiese decirme la verdad. Sabía que le había costado confiar, porque nunca había confiado realmente en nadie, y eso me hacía sentirme más feliz con mi destino a su lado.

Me separé lentamente de su pecho cuando recordé que se suponía que debíamos descansar. Él me dio un beso en la frente y luego yo le di uno en cada comisura.

—Gracias por explicarme esto.

Negó con la cabeza.

—Lamento no habértelo dicho más temprano. Pero no tuvimos tanto tiempo de hablar de las cosas que dijiste hoy delante de todos. Menos del miedo que sentías al enfrentarte a ellos, a decepcionarlos otra vez —Me dio otro beso en la frente—. No decepcionas a nadie, ¿sí? Ni tampoco tienes que esperar que te valoren. Ya no.

Sabía que tenía razón, pero igual me acordé de cómo en la reunión parecieron estar orgullosos de mí, la gran mayoría, y cómo eso me hizo sentir. Ahora me sentía aún más tonta.

Aleksi se arrastró por la cama entonces para recostarse. Exhaló toda la bronca que había contenido mientras arremetía contra el clan White y de nuevo lo vi relajado, calmo, para nada nervioso. Ojalá yo me sintiera así.

—No te asusta, ¿no? —inquirí, con una media sonrisa, ocultando un poco mis propias ansias.

Negó y me sonrió también, mientras flexionaba los brazos y escondía las manos debajo de la almohada.

—Estoy seguro de que vamos a hacerles una herida que jamás olvidarán. Después de hoy, nunca más se atreverán a nada.

Me reí, un poco débil.

—Creo que esperas cobrártela desde hace 2400 años, ¿verdad? —dije. Primero, solo me miró, luego bufó y terminó asintiendo.

—Soy un poco orgulloso, sí. Y me acuerdo perfectamente de cómo me vieron la cara y sobre todo me acuerdo de que ahora creen que soy inferior por ser un semi humano. No puedo esperar para hacerlos trizas. Confío plenamente en que lo haremos. Tu y yo seremos sus pesadillas por los próximos siglos.

Su sonrisa se volvió triunfadora, hermosa, radiante. Se veía tan guapo que me dieron ganas de tirarme encima de él y comérmelo, ignorando con ganas la manera en la que su confianza me hacía no sentirme preparada para nada.

—¿Y si no soy tan fuerte? —pregunté, en voz baja, después de bajar la cabeza y jugar con el dobladillo de mi camisa. Cuando lo observé a través de mis pestañas, vi que él había arqueado las cejas.

—Es lo que intentabas decirme desde que entramos al cuarto, ¿no? La razón por la cuál preguntaste también si esto se hubiese podido evitar... incluso si no me asusta —dijo, sentándose de a poco—. Porque a ti sí.

Apreté los labios.

—Sería una idiota si no me asustara —puntualicé—. Ya sabemos lo que podemos perder. Hemos asumido que algo vamos a perder. Todas nuestras vidas están en juego, la de los padres de Jane más. Tu mismo les dijiste que no podías garantizar que ambos volvieran. Así que sí, me asusta.

La intensidad de su mirada me hizo bajar la cabeza otra vez. Me taladraba como si fuese él quien pudiese leer mis pensamientos.

—Lo que te da miedo es no estar a la altura. No poder hacer lo que se espera de ti —murmuró. Luego, suspiró—. Justo cuando te dije que no debías esperar que nadie te valore... —Otro suspiro—. Yo acabo de ponerte en juicio delante de todos para que lo hagan, diablos.

Fruncí el ceño justo cuando él volvía a sentarse.

—¿Qué? No.

Me miró seriamente.

—Sí, lo hice. Declaré que el destructor de clanes y la destructora de mentes los destrozarían. Lo hice. Te puse en un lugar que quizás no estés lista para tomar —repuso. En un segundo, su cara se volvió la viva imagen de la consternación—. Demonios, conejita, ¡lo siento! ¡No era lo que pretendía!

Yo sabía que no. Conocía sus sentimientos a la perfección, más los que tuvo en ese momento, y su intención había sido ponerme como si igual, pero mientras más pensé en el efecto que podría haber tenido en mi familia y en mí, me di cuenta de que, aunque no lo quiso, igual ejercía una presión. De los demás.

—Lo sé —lo tranquilicé, tumbándolo en la cama. Preferí ser cariñosa otra vez, no quería que se preocupara por mí. Traté de ocultarle todos mis miedos porque, aunque adoraba que él fuese franco conmigo, hoy no quería darle una preocupación. Mañana podríamos hablarlo, cuando todo haya terminado. Preferí endulzar mi voz—. Tu jamás me has presionado más que contra la cama, el sillón, la pared, la pared de la piscina, la de la ducha...

Repté por encima de él y atrapé sus caderas con los muslos. Apoyé el mentón en sus pectorales y sonreí. Él se quedó mudo. Un brillo descarado ocupó sus ojos, desplazó la consternación.

—Intentas distraerme.

—Para nada —resoplé, estirándome. Hundí la cara en su cuello, se lo besé despacio, saboreando con la lengua, dándole pequeños mordiscos. La reacción de su cuerpo fue inmediata. Debajo de mí, algo se endureció.

—Sí lo haces. Y no vas a lograrlo —dijo, con la voz ronca. Sus manos todavía no me habían tocado. Seguro estaban aferradas a las sábanas—. Porque no he terminado de hablar.

Me separé de él, curiosa. Esperé, sin leer sus pensamientos.

—¿No?

—No —me dijo. Sus manos finalmente encontraron mi cara—. Sé que estás preocupada ahora. Pero no lo estés —Ladeé la cabeza, atenta. Sus pulgares acariciaron mis pómulos—. Bebiste la sangre de un vampiro. Lo vaciaste por completo. No es lo mismo que alimentarte de mí o hacer intercambios de sangre con fines sexuales —Me hubiese gustado arquear una ceja y hacer referencia a que había intentado comérmelo con fines sexuales, pero la referencia a comerse de verdad a otro ser, uno de mi misma especie me dejó la piel helada. Se me pagaron todas las ganas de jugar, de siquiera intentarlo—. Alimentarte de todo un vampiro completo te da una fuerza sublime. Hoy estarás perfecta, lo verás.

Despacio, me erguí. Me deslicé hasta caer en la cama a su lado. Miré el techo de mi habitación con un enorme agujero en el pecho que acababa de aparecer.

No, en realidad no. Estaba ahí desde que Arnold Edevane dijo que me parecía a un tal Druso. Desde que Hunter lo mencionó en la reunión.

Tragué saliva antes de hablar.

—¿Quién es Druso Edevane?

Alek giró la cabeza hacia mí.

—Un antepasado de tu abuelo —dijo, con cuidado, como si estuviera escogiendo las palabras—. No lo conocí. Era miles de años más viejo que yo. Ya había muerto cuando yo nací.

Hubo un momento de silencio.

—Y él se alimentaba de otros vampiros —afirmé, casi sin respirar. Aleksi chistó.

—No le prestes atención ni por un segundo a lo que diga Arnold Edevane. Solo estaba provocándote —dijo, atajándome enseguida, de nuevo como si pudiera leer mis pensamientos—. No permitas que te llegue.

—Pero, al final, sí soy su descendiente también.

—Y él no era el único que lo hacía. Muchos, conejita. Unos de mis antepasados también —añadió—. Mi clan no se llamaba Den Blodige por nada.

Parpadeé y curiosa giré la cabeza hacia él.

—¿Qué significa eso?

—"El sangriento" —pronunció él, con asco—. Le decían así porque se alimentaba tanto de vampiros como de humanos. A todos sus enemigos los vaciaba por completo.

—Tu clan era una mierda —dije—. Los Edevane también. Entonces, no veo que lo que hice estuviera bien.

Él me agarró la mano, como si así pudiese detener el camino en el que iban mis pensamientos, para que yo no fuese con ellos.

—La ventaja que tienes hoy está bien —se apuró a decir—. Lo hiciste para salvar tu vida, no porque eres una sádica desquiciada. Y hoy te beneficia. No tienes porqué hacerlo de nuevo. No vas a hacerlo de nuevo.

El énfasis que puso en las últimas palabras me pareció intencional. No era como si él creyera que yo no fuese hacerlo más. Sonaba más bien como que no iba a permitirlo. Sonaba como si hubiese algo más, algo que fuese más malo que solo ser una caníbal.

—¿No?

Aleksi apretó mi mano. Yo se la apreté también, para animarlo a hablar. No tenía idea de si me iba a gustar lo que iba a escuchar, pero la verdad es que tampoco me gustaba nada la situación de por sí. ¿Qué podría empeorar?

—Dicen que causa locura. Que Druso Edevane estaba tan loco como Galder Den Blodige. Y yo no voy a permitir que enloquezcas también.

-

No podía dormir.

No eran solo los rumores que Aleksi había escuchado sobre la locura de esos vampiros antiguos, más antiguos que él, lo que me tenía inquieta. Todo mi cuerpo estaba alerta y no tenía ni un ápice de sueño. Por más que lo intenté, simplemente no cerraba los ojos.

A mi lado, mi novio estaba muy silencioso. Apenas si exhalaba suavemente de vez en cuando. Sabía que estaba durmiendo. Me cercioré de eso. Espié en su cabeza y me encontré con un maremoto de ideas inconexas, confusas, de colores, sentimientos y acciones. El subconsciente era algo muy interesante y aunque me hubiese gustado explorarlo, no era el momento indicado.

Salí de la cama muy despacio cuando comprendí que era imposible y que no tenía sentido alguno que siguiera intentándolo. Me vestí de nuevo, con un vestido sencillo de lino y cuando aparté la ropa que me había quitado antes de acostarme, me acordé del papelito que encontré en la casa de Jane.

Lo saqué del bolsillo de mi falda y lo abrí. Ahí estaban las palabras, impregnadas en ese aroma frutal. «Confía en tu nombre, confía en tu leyenda. Confía en tu instinto», eso decía.

En puntillas de pie, dejé la habitación. Seguí mirando el papelito y dándole vueltas a esas palabras mientras caminaba por los pasillos e iba a uno de los jardines laterales de la casa, los que estaban más cerca de mi cuarto y eran menos suntuosos que los del frente. El sol de pleno verano estaba alto en el cielo y las baldosas que rodeaban los setos y las flores irradiaban un calor agobiante. El banco donde me senté también pero no me molestó cuando la piel desnuda de mis piernas tocó el cemento pulido. No dejé que esa curiosa reacción de mi cuerpo me distrajera.

No reconocía esa letra, de eso no había dudas. Tampoco ese olor, por más que sintiera que lo había olfateado en algún otro momento. Casi no había rastros de color en el papel, puesto que quien lo había dejado para que lo encontrara lo había hecho hacia bastante. Lo más curioso, era que Aleksi también creía conocerlo. O ambos estábamos confundidos, esta persona era alguien que se había acercado a los dos sin que nos diéramos cuenta.

¿Podría ser alguien del clan Dubois u otro amigo? ¿Alguien que estuvo en la fiesta de mi abuela? Entre tanta gente, los olores de mezclaban y era difícil distinguir unos de otros. Quizás fue allí donde ambos lo olimos.

Una brisa fuerte, cargada de aire húmedo y caliente, me arrancó el papel de las manos y di un respingo cuando creí que lo perdería. Cayó sobre el banco perlado y le planté una mano encima, rápida, antes de que el viento lo llevara más lejos.

Me reí de mis reflejos e ignoré el calor abrasador que crepitaba debajo del papel y de mis dedos. Debían hacer más de 33° grados Celsius, pero como otras veces durante mi vida, no sentí el impulso de retirar la mano, alejándome de la quemazón, como si mi piel fuese blanda, casi humana.

—Menos mal —dije y levanté la nota, en el mismo momento en que me di cuenta que algo en el papel había cambiado. Había aparecido algo del otro lado. Lo giré, con el corazón en la boca, al comprender que eran palabras.

«Confía en tus antepasados, te darán la respuesta que necesitas. Que su veneno alimente el tuyo».

Quedé de piedra leyéndolo. Fue escrito con alguna tinta invisible y reaccionó al calor del banco, revelando las palabras que antes no habían estado claras. Pero, ¿eran claras en realidad? No entendía qué querían decir, al igual que las primeras, del otro lado del papel en tinta negra.

En lo único que pude pensar fue en el antepasado que más me habían nombrado ese día: en Druso Edevane. Eso me hizo sentir consternada.

—¿Kayla?

La voz de mi abuelo me sobresaltó. Levanté la vista antes de apresurarme a meterme el papel en el bolsillo. No estaba preparada para mostrarle eso a él, menos después de todo lo que había escuchado de la boca de Aleksi. Tenía la sensación de que mi abuelo me diría que no le preste atención a esas tonterías, que se callaría cualquier cosa que supiera.

—Hola —saludé, mientras él se acercaba a mí. Parecía cansado, dubitativo, estresado. Miró el bolsillo de mi vestido, pero cuando abrió la boca no preguntó por él:

—¿Por qué no estás descansando? —inquirió, deteniéndose frente a mí.

Fingí que no me había escondido nada y me encogí de hombros.

—No podía dormir.

Él apretó los labios y luego asintió.

—Ah —musitó—. Yo tampoco, la verdad. Hay mucho que pensar y preparar.

—No tienes que estar preocupado —le dije, como Aleksi me había dicho a mí, aunque no me lo creyera ni yo misma.

—No lo estoy —replicó—. Es que solo estaba pensando en tu abuela y en la forma de que permanezca segura aquí mientras todos nos vamos.

No dijimos nada. Yo no podía aportar nada a eso. Se había asumido que la abuela, mi mamá y Jane se quedarían en la casa. Y todos sabíamos que se quedarían completamente solas a excepción de los poquísimos empleados humanos. Aunque confiábamos en que los Edevane pondrían todas sus energías en el encuentro de la madrugada, entendía su preocupación.

—¿Y si las mandamos al castillo? Con el helicóptero —propuse, cuando él se había volteado para deambular a mi alrededor, sumergido en sus pensamientos.

—Puede ser —dijo, sin más. Se instaló de nuevo el silencio entre nosotros y yo sentí que el bolsillo se me hacía más y más pesado, que el papel me quemaba en su escondite, que el nombre de Druso reptaba por todos los rincones de mi mente.

Mi abuelo tenía que saber más que Aleksi, porque Druso pertenecía a su mismo clan. Seguro había más información de la que nadie más me podría dar y por más que antes me dije que él no me contaría nada de lo que yo preguntara, abrí la boca y lo solté:

—¿Quién era Druso Edevane?

Él se giró hacia mí, con las manos anudadas a la espalda.

—¿Por qué preguntas eso?

Al principio no quise decirle lo que de verdad había pasado. Pensé en referirme a la mención que Hunter hizo de él y de otro Edevane que mató a Druso y ahora no recordaba su nombre. Pensé.

—Tenía curiosidad. ¿Qué era tuyo?

Mi abuelo frunció ligeramente el ceño y se volvió hacia las rosas del jardín.

—Druso fue el fundador del clan. Era mi bisabuelo —explicó—. Fue asesinado, como dijo Hunter, por Breogan, su hijo y hermano a la vez.

Lo miré con los ojos como platos, durante un instante impresionada. No necesitaba una explicación para lo que acababa de decir. El incesto era una práctica asquerosamente común para los Edevane. Mi abuelo era, justamente, el hijo y el sobrino de su propio padre. Qué horror.

—¿Por qué lo mató?

—Primero, para quedarse con el control del clan —dijo—. Pero, en realidad, era porque estaba loco —Las palabras de Aleksi resonaron en mi cabeza. Esperé, bien quieta en donde estaba—. Se había vuelto desquiciado, un asesino sin control, violento y cruel. Mataba sin provocación y se alimentaba hasta dejar seco a cualquier cosa que se le cruzara. Y era muy fuerte, tanto que ya nadie podía controlarlo.

Aunque yo ya lo sabía, atiné a preguntar:

—¿Era fuerte porque se alimentaba de otros vampiros? ¿Hasta matarlos?

Mi abuelo se giró hacia mí. Había curiosidad en su mirada, pero no se encontraba contrariado por mis preguntas. Parecía muy dispuesto a decirme lo que yo creí que se callaría.

—Sí. La sangre de los vampiros sirve para muchas cosas, como tu sabes. A la hora de curar heridas graves, como las de Skalle, es mejor que la sangre humana. Para las heridas de los vampiros expuestos al sol, es la única cura para frenar la quemazón. Alimentarse puramente de vampiros te hace increíblemente poderoso, pero también te desquicia la mente. La hace trizas... Te vuelve un monstruo.

Asentí y me quedé callada. Bajé la cabeza y permanecí así hasta que escuché que mi abuelo se movía hacia mí. Se sentó a mi lado, casual, tranquilo.

—Existe una norma implícita en la ley de sangre, luego de que Druso y otros tantos enloquecieran —explicó—. Los líderes del clan tienen la obligación de matar a cualquiera que haya llegado o esté llegando a ese estado, para proteger a su gente. Es por eso que ya nadie lo hace. Son más riesgos de los necesarios. Nadie quiere matar a su familia inmediata por sed de sangre.

—¿Ni siquiera los Edevane? —inquirí.

Mi abuelo exhaló lentamente, como si lo estuviera reconsiderando.

—No, ni siquiera ellos.

—¿Ni para vencer a Mørk Hodeskalle?

No dije que ya había entendido que la mayoría de la sociedad esperaba eso de mi y que probablemente ni les interesaba cenarse a otros de su misma especie para matar a Aleksi. Se suponía que yo cumpliría con ese objetivo, así que, ¿para qué? Además, los Edevane esperaron tenerme también, utilizarme contra él.

—No creo que Druso u algún otro pudiese enfrentarse a Hodeskalle —dijo mi abuelo, con calma. Observé su perfil mientras él reflexionaba—. Aún a distancia, él tiene magia. Ellos no.

—Pero sin duda, podrían ser rivales más interesantes —puntualicé y él ladeó la cabeza, cediéndome un punto.

—Sí, podría. Incluso él, podría hacer locuras si bebiera la sangre de otros hasta matarlos.

Me lo imaginé. Aleksi ya era increíblemente poderoso a nivel psíquico. Sus poderes estaban muy desarrollados, era difícil enfrentarse a él a menos que tuvieras cientos de personas a su alrededor o él estuviese mal alimentado. Aunque los semi humanos no teníamos tanta fuerza física como los vampiros completos, se compensaba con habilidades que nos permitían estar por encima de ellos.

Si alimentarse de otro vampiro hasta vaciarlo, un acto tan horrible, un pecado impensable hasta en la sociedad humana, me había curado tan rápido y lograba hacerme sentir tan despierta, ¿qué haría con Mørk Hodeskalle? ¿Sería imparable?

Me llevé una mano al pecho. Lo que más me perturbó de lo que hice fue la comparación que Arnold hizo con uno de sus antepasados. No estaba arrepentida de haberme salvado, porque sabía que en otras circunstancias no lo habría hecho. Pero, ¿y si debería hacerlo?

Me miré a mi misma ahí sentada, incapaz de dormir porque estaba sobrealimentada y me acordé de un detalle que más temprano había pasado por alto: mi tía me había sujetado del brazo con una fuerza descomunal que me hubiera hecho, al menos un moratón. Rápidamente, me estiré el brazo, buscando el lugar donde deberían estar las huellas de sus dedos, pero no había nada. Y, además, en aquel instante ni siquiera sentí dolor, como tampoco sentí que me quemara el banco al contacto con el sol ardiente del medio día.

Ni respiré, no dejé que mi abuelo sospechara siquiera de lo que pasaba por mi cabeza. No dije más nada ni cuando él se despidió de mi para intentar recostarse y conciliar el sueño. Solo me quedé muda, apartando de mi mente todos los cuestionamientos que surgieran.

Yo necesitaba esa sangre vampírica. Al menos por hoy.

Necesitaba más.

¡Llegamos al último capítulo... del año! ¿Creían que solo se venía la batalla y ya? No, no, no, todavía ha mucho, MUCHÍSIMO que revelar aquí, que contar y de lo que preocuparnos. 

Alguna vez les dije que Kayla tenía todos los elementos para convertirse en una villanada, en alguien peor que Mork Hodeskalle. ¿Será? ¿Ustedes qué creen? ¿Qué habrá querido decir quien dejó el papel con eso del "veneno" de los antepasados de Kay? ¡Quiero leer todas sus teorías!

Los memes de hoy:

Otro año más pasamos juntos, así que hoy les deseo que pasen unas hermosas y felices fiestas con sus seres queridos. Nos veremos en 2023, con miles de sueños más y con esperanzas de que se cumplan todos <3 ¡Los amo!

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