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Libro 2: capítulo 22. Sin opción

74: Sin opción

Kayla

Acompañé a Aleksi al depósito de sangre de la mansión y, presionada por todo lo que se nos venía en encima, lo escuché cuando me indicó para él cuál era su sangre favorita y bebí por mi misma, lo más rápido que pude.

—No tienes que hacerlo —me dijo él. Yo negué y me agarré otra bolsa más. Para esa hora del día, más bien se me antojaban tostadas con huevos, la verdad, pero no tenía otra opción.

No teníamos ni idea de qué nos íbamos a encontrar y yo quería estar preparada. Tener sangre en mi sistema era lo que me daba mayores alcances con mis poderes. No quería ser débil, no quería ser una carga para nadie, menos para Alek.

Nos subimos en mi auto y él conjunto a lo de Jane sin que tuviera que darle la dirección. Eso me hizo acordar que él me había seguido hasta ahí antes siquiera de que yo lo supiera. No dije nada, pero pensar que me estaba acosando por ordenes de mi abuelo y que ahora estuviésemos juntos en un mismo auto, después de cogernos miles de veces y de saber que estaríamos juntos para siempre, me dio risa. Una histérica.

—¿Qué? —me dijo él—. ¿Eso fue de nervios?

—Creo —confesé, mordiéndome la lengua. Dejé pasar un minuto antes de girarme hacia él—. ¿No te sentiste incómodo ni una sola vez con la idea de perseguirme a todos lados... e invadir mi privacidad?

Clavó los frenos en un semáforo ya cerca del barrio de Jane. Me miró algo espantado.

—¿Fue incómodo para ti, cierto? —murmuró.

Me encogí de hombros.

—Ahora no me molesta, pero cuando no tenía nada contigo, sí —contesté, mirando por la ventana otra vez—. También sé que no lo hiciste porque eres un psicópata. Creo que no me hubieses seguido de no ser por la orden de mi abuelo, ¿no?

Aleksi se quedó callado y yo le chisté. Solo cuando el semáforo se puso en verde, hizo una mueca.

—Lógicamente, no, no lo habría hecho. No quería estar en las sombras siguiéndote como un enfermo. Quería estar cerca de ti, pero hablar contigo, interactuar contigo. Estar en las sombras siempre me gustó, pero no si tú no podías verme. Por eso sí te perseguía dentro de la casa. Buscaba motivos para conocernos. ¿Eso también te incomodó?

Sus palabras me hicieron sonreír. Estiré la mano y acaricié su mejilla.

—Al principio, solo me irritabas —le confesé, con una risita—. Estaba enojada contigo, no te olvides. Por lo que le hiciste a Elliot.

—Lamento lo que le hice a Elliot —me contestó, entrando ya en el barrio de Jane.

Apreté los labios.

—¿Pero no lo que le hiciste a Allen?

—Eso fue distinto. Elliot no te estaba haciendo daño.

La conversación terminó cuando aparcó frente a la casa de Jane. Todo estaba en bastante calma. Las calles, desiertas. Es una zona tan costosa como esa, la mayoría eran empleados de alto rango y ceos que no necesitaban madrugar. Y, como las casas eran grandes y apartadas entre sí, el camino estaba libre.

El amanecer apenas se colaba por unas tupidas nubes y nos acompañó hasta que llegamos a la puerta, que los Edevane dejaron sin cerradura. Agarré el brazo de Aleksi como para detenerlo, pero en realidad no hacía falta. Él ya había captado los olores que yo estaba viendo.

Eran muchos. Más de doce vampiros Edevane habían irrumpido en la casa. Sus aromas se mezclaban con los de nuestros guardias, muchos vampiros convertidos como el que llegó a informarnos del ataque.

—¿Alguna vez te dije que tus guardias no servían para nada? —murmuró Aleksi, entrando delante de mí, después de olfatear un poco.

—Sí —respondí, pero cuando lo primero que vi en el suelo fue el cadáver de uno de ellos, se me arrugó la cara y también el estómago. Había cenizas en varias partes del jardín delantero de los Evermore.

Aleksi suspiró.

—Lo siento —dijo, dándose cuenta de lo duras que fueron sus palabras—. Sacrificaron sus vidas por el clan.

Yo asentí.

—Por humanos que ni siquiera conocían.

Atravesamos el jardín con cuidado, mientras yo iba discerniendo los olores que luego tendría que rastrear, pero cuando ingresamos finalmente a la casa y encontramos otro cadáver de nuestra guardia, más que pena, sentí ira.

—Tenemos que matarlos a todos —musité, avanzando por el vestíbulo hacia la sala de estar. Apreté los puños y cuando el siguiente cadáver que encontré fue el de un Edevane, me alegré que al menos se llevaran a uno a la tumba.

—Llamaré al jefe —dijo Aleksi—, para pedir que se lleven los cuerpos de los nuestros. Los demás, podríamos devolvérselos a los Edevane en pedazos.

Me separé de él para recorrer la casa. Los padres de Jane habían estado en la cama, ajenos a todo drama, cuando fueron secuestrados. Sin embargo, la sangre que encontré en su habitación no era de ellos, sino que pertenecía tanto a uno de los Edevane que irrumpió en la casa.

Si bien había rastros de lucha, no de forcejeos. Los Evermore no tuvieron oportunidad se resistirse, probablemente, los hubiesen drogado antes de que gritaran. Los destrozos en la casa se debían a la pelea con mi gente, que había sido sobrepasado en número. Probablemente, eran más Edevane de los que estaba pudiendo identificar a través de los colores de sus aromas. Los olores se mezclaban, estaban revueltos y muchos eran de tonos parecidos.

Recorrí toda la casa tratando de apartar unos de otros, mientras Aleksi hacia su propia ronda. En algún momento, me dijo que no habían dejado ninguna pista relevante para él y se dedicó a analizar los aromas con su olfato.

—Hay más de doce —le dije, cuando me lo crucé rumbo a la habitación de Jane—. Pero hay muchos colores parecidos.

—Son olores parecidos. Probablemente, hermanos. O padres e hijos —me respondió, sacando el teléfono de mi amiga—. Nada que nos sirva inmediatamente para negociar. La foto que enviaron de los padres de Jane no la sacaron aquí.

Yo me detuve, con una mano en el picaporte del cuarto de Jane.

—¿Qué piensas pedirles?

—En primer lugar, que retrasen la entrega. Necesito que sea de noche para hacer uso de mis sombras. Por eso también nos pusieron un tiempo tan corto, no solo para apremiarnos, sino porque de día tienen una ventaja sobre mí.

Apreté los labios.

—¿No tenemos otra opción más que sí decir que vamos a entregar a Bryony, no? —susurré. Él asintió.

—Por desgracia. Ellos están jugando a eso. Debido a que tienen a la ley de sangre de su lado y a que hemos protegido a los padres de Jane, no tenemos excusa para esto. Los mataran si no acordamos.

—Sí —susurré.

—Pero eso no significa que vayamos a darles a Bryony —dijo, inclinándose hacia mi y dándome un corto beso en los labios antes de que la angustia tomara control de mí—. Voy a llamarlos ahora.

Asentí, pero antes de seguirlo, abrí la puerta de cuarto de Jane. Esa habitación estaba intacta, señal de que sabían lo que buscaba y que ni siquiera se detuvieron a pasar por ahí. La recorrí con la mirada y estuve a punto de cerrarla cuando vi un pequeñísimo hilo de color coral flotar cerca de su escritorio. Olfateé, curiosa, con la sensación de que ya lo había olido antes.

—Soy Mørk Hodeskalle —dijo Aleksi, con su tono típico de leyenda vampírica mortal, desde la sala de estar, y eso me distrajo. Me apresuré a llegar a su lado y a escuchar la voz del Edevane a través del altavoz—. Vamos a negociar.

—«No hay nada que negociar» —contestó del otro lado un desconocido—. «Ya dimos las indicaciones».

—¿Eres Arnold Edevane? No hablaré con nadie más que con él.

—«No tenemos nada que hablar» —se escapó el vampiro y Aleksi estuvo a punto de fumar. Por supuesto que ese no era Arnold.

—Tenemos mucho que hablar si has secuestrado humanos y pretendes que me crea que siguen con vida —contestó, volviendo su tono un poco más burlón—. ¿Quién eres, eh? ¿Algún C? Supongo que no tienes la autoridad necesaria para hacerte cargo de esto.

Hubo un segundo de espera de más.

—«No quieras ningunearme, Hodeskalle» —escupió el vampiro—. «No soy ningún crío».

—La edad no es símbolo ni de poder ni inteligencia —le contestó Aleksi, con soltura, jugándole a los puntos bajos—. Eso es algo que tu clan tiene muy en cuenta, ¿no es verdad? Probablemente tu nuevo líder sea incluso más joven e inexperto que tú.

Otra vez, la respuesta se tardó en llegar. Algo crujió de otro lado de la línea y recé para que no fuesen los padres de mi amiga. Me di cuenta cuando abrió la boca, que fueron sus dientes rechinando.

—«Cierra la boca, inmundo semi humano».

Abrí los ojos como platos, pensando que eso molestaría a Aleksi, pero mi pareja solo se carcajeó. La verdad, es que, pensándolo bien, ese insulto, por mucho odio que le pusiera, no podía tomarse en serio. Éramos semi humanos, pero éramos más fuertes que cualquiera de ellos.

—Llámame cuando tu líder te permita darme una prueba de vida. Sin ella, te imaginarás que no me presentaré en ningún lado. Suerte con tu treta, querido C —le contestó, con mofa. Le colgó el teléfono y luego lo balanceó delante de mi cara—. Llamarán pronto. Sigamos con lo nuestro mientras tanto.

Aleksi quería rastrear a cualquier Edevane que siquiera por la zona. No creía que la mayoría de los que habían atacado estuvieran con ese C, ni con los padres de Jane. Muchos debían haberse quedado atrás, cerquita de la casa o mínimo asegurándose de que nuestro guardia llegara a la mansión.

La idea era que yo pudiera seguirlos después de identificarlos. En su mente, el plan era atrapar a cualquiera que nos pudiera dar más información, antes de que ellos le dijeran a sus hombres lo que estábamos haciendo. Por supuesto, había un margen de error, pero era lo único que teníamos.

Varios de los aromas salían por la puerta de la sala hacia el jardín trasero. Estaban acompañados de olores humanos. Esos eran los que no valía la pena seguir, por lo que seguí los otros, los que salían por la puerta principal hacia el jardín delantero y cruzaban por encima de las altas paredes que limitaban los terrenos de los Evermore.

Estuve a punto de seguirlos, cuando recordé súbitamente ese olor coral que vi en el cuarto de Jane. Era muy sutil, estaba bastante lavado contra los tonos tierras, azules y verdes de los Edevane. Me regresé automáticamente a su cuarto y Aleksi me siguió, en silencio, sin decir nada en voz alta, pero con dudas en la cabeza.

Olfateé la habitación. Ahí solo había restos del olor de Jane y de ese aroma en particular. Era de un vampiro y era dulzón. Olían como almíbar de durazno. No parecía ser de un Edevane, pero yo sentía que ya lo conocía. Me adentré en el cuarto y lo recorrí despacio.

—¿Hueles eso?

Alek asintió.

—No es un Edevane —me dijo y eso me descolocó—. Tampoco es de ahora.

Por eso se veía tan ligerito. Pero no tenía mucho sentido que otro vampiro que no fuese un Edevane estuviese en el cuarto de Jane. No pertenecía a nadie de mi clan, de eso estaba segura, porque hasta ahora, no había visto ese color en mi casa. Y, sin embargo, estaba segurísima de que ya lo habían visto antes.

Me acerqué al escritorio y vi que el hilo de color salía de uno de los cajones. Curiosa y un poco tensa, lo abrí. Dentro, junto con chucherías que mi amiga guardaba, como recuerdos de la secundaria, estaba una agenda del año anterior que yo le regalé. El aroma se concentraba en ese objeto.

Lo tomé y lo primero que noté fue que la cinta que se usaba para marcar los días, estaba puesta en la fecha de hoy, pero un año atrás. Lo segundo que noté al abrir la agenda, era que había un papel doblado en tres en ese día.

Dejé la agenda en el escritorio y lo abrí apresuradamente, justo cuando Aleksi se detenía detrás de mí, para leer por encima de mi hombro:

«Confía en tu nombre, confía en tu leyenda. Confía en tu instinto».

Alcé la vista hacia mi pareja. Quizás podía ser tirado de los pelos, pero mi instinto me decía que eso era para mí. Que alguien lo había dejado específicamente en ese lugar para que yo lo encontrara. La fecha no era una coincidencia, la agenda tampoco.

Aleksi tomó el papel y lo olfateó, después de darle la vuelta para chequearlo de todos los lados.

—Siento que conozco este olor —me dijo.

—Yo igual —musité, agarrando la agenda otra vez. La abrí de nuevo en el día indicado. Estaba lleno de las notas de Jane. Ese día, hacia un año, incluso ella y yo habíamos estado juntas. "Encontrar a Kayla en el café a las 15hs", había puesto ella.

—Alguien quería que yo encontrara esto. ¿Pero solo para decirme algo así? Yo no tengo ninguna leyenda. ¿Y mi nombre? ¿Qué clase de pista es esta?

Aleksi me devolvió el papel.

—Quizás, más que una pista, es un mensaje de ánimo.

—¿De quién? —insistí yo, pero él solo me miró en silencio. Pude ver que sus pensamientos se desviaban automáticamente a la única mujer que podría hablar de nombres y leyendas, la que Vivi conoció antes de que él naciera. No podía negar que también pensé en ella—. No nos sirve de mucho ahora.

—Nunca se sabe —replicó él—. Pero igual es hora de irnos. Este... o esta vampiresa hace días que no está en este cuarto. Quizás, incluso desde antes de que Jane abandonara la casa.

Confiaba en su sabiduría en eso, pero aún así no pude quedarme tranquila con ese mensaje. Lo guardé de vuelta en ese día en la agenda y la llevé conmigo. Sentí que no debía dejarla, porque si fue esa vampira la que la buscó específicamente, ella sabía que yo estaría ahí, así como supo tantas cosas sobre mí miles de años antes de que yo siquiera fuera un plan.

Salimos de la casa y solo nos detuvimos en el auto para dejar la agenda escondida bajo el asiento. Entonces, los dos comenzamos a perseguir los rastros de los Edevane que no se habían llevado a los padres de Jane.

Los corrimos fuera del barrio. Bajamos apenas un kilometro hacia el oscuro mar que empapaba la costa de nuestra ciudad. Lentamente el paisaje cambiaba hasta volverse un pelín más popular, pero aún sin lugares accesibles para esconderse. Estaba claro que marcharon hacia la costa para que la brisa tormentosa borrara sus olores.

Sin embargo, aunque casi no podía olérselos, aún era capaz de distinguir algunos de sus colores, serpenteando entre las calles. El viento no era suficiente para apagarlos del todo y, además, no hacia demasiado que pasaron por ahí.

Entonces, en vez de volvernos más rápidos, nos volvimos más sigilosos. No teníamos la oscuridad de la noche para ocultarnos, así que solo dependíamos de las sombras que proyectaban las casas en las aceras, así como los oscuros nubarrones que cada vez más tomaban el control del cielo. No podíamos darnos el lujo de que cualquiera nos viera y, en medio del transito matutino, tuvimos que disimular. No podíamos resaltar entre los humanos.

No me fue difícil, aún así, seguirle el paso a Alek. Al poder leer sus pensamientos constantemente, sabía qué era lo que iba a hacer, dónde iba a pararse, hacia dónde girar o cuando detenerse. Me volví más dependiente de las direcciones de su mente que de las mías y en seguida actuamos en sintonía. Nos coordinamos perfectamente y tomé nota de cómo la gestualidad de su cuerpo lo hacia pasar desapercibido. No importaba que tanto resaltara con su hermosa cara al descubierto. Era su actitud, con los hombros, bajos, el paso ligero y la cabeza gacha, lo que hacia que los humanos lo ignoraran.

Los colores tomaron intensidad cerca de la costanera. Estábamos apenas a unos ciento cincuenta metros de ella, en una parte de la ciudad muy comercial que todavía no había despertado, cuando Aleksi se detuvo a la sombra de un enorme camión refrigerante.

«Hay que cazar, conejita» me dijo, sin girarse hacia mí. «¿Estás lista?».

Los Edevane estaban rodeando la siguiente esquina, dentro de un auto. Aleksi los había ubicado más rápido que yo y ellos, por suerte, todavía no se habían percatado de nosotros. Debido a la magia de mi pareja, no podían escucharnos ni olerlos.

—Sí —susurré, bajo igual.

«Iré por el techo. Acércate e intenta dominar sus mentes. Yo detendré sus cuerpos», ordenó, antes de desaparecer de mi lado.

Me quedé sola junto al camión y luego corrí a agacharme contra otro auto estacionado. No estaba lo suficientemente cerca como para escuchar sus mentes, menos dominarlos, así que dependeríamos de que él los controlara. Esperé que se diera cuenta, porque ya no podía verlo para indicárselo, aunque sea por señas.

Sin embargo, en ese mismo momento, uno de ellos salió del auto. El que estaba en el asiento del conductor. Prendió un cigarrillo y caminó lánguidamente hacia la esquina, aún sin verme. Me agaché, rezando para que Aleksi siguiera escondiendo mi olor. Si se acercaba más, si cruzaba la calle, definitivamente me vería y estaría en problemas.

O no. Mientras más cerca lo tuviera, podría alcanzar su mente.

Me preparé, estirando mi magia para cuando los hilos de pensamientos se me acercaran, pero un segundo después, el vampiro giró en la esquina y caminó despreocupadamente hacia una tienda de antigüedades que estaba cerrada.

Permanecí en mi lugar. Lo seguí con la mirada mientras él observaba la vidriera, antes de echarle un vistazo a los que quedaban en el auto. De pronto, se habían puesto rígidos. Levanté la cabeza y vi a Aleksi agazapado en el techo. Ya los tenía bajo su control, podía olvidarme de ellos.

Me volví de nuevo por el costado del camión refrigerante. Vigilé la espalda del Edevane sintiéndome toda una experta, pero lo cierto es que aún estaba bastante lejos. Había más de siete metros entre nosotros y eso me hizo darme cuenta de una gran debilidad. Mientras no pudiera mover objetos como Aleksi, estaría en desventaja hasta que los enemigos los tuviera a mi alcance.

No me quedaba otra que cruzar la calle, con Hodeskalle dando vuelta la esquina y la brisa que soplaba desde el mar, me olería, si es que no me veía reflejada en la vidriera. Dudé, y en eso, él sacó su teléfono. Contestó una llamada y me quedé helada, casi sin respirar.

—Todo bien —dijo, en voz baja, pero mis oídos, aunque semi humanos, eran bastante buenos. Suficiente como para escucharlo—. Tranquilo. No hay movimiento. Estamos cerca del mar. El viento está a nuestro favor. ¿Arnold te dio alguna indicación extra? Parece que le gusta estar en el campo y no dando ordenes de lejos como su padre. Me dijeron que se iba a pasear por la zona. Estuvo el mismo vigilando a los White hoy.

Me enervé, alertada por sus palabras. No sabía si Aleksi las estaba escuchando también o seguía ocupado con los otros dos Edevane, porque ya no podía oír nada desde el auto. Lo que acababa de decir era sumamente alarmista. El nuevo líder del clan Edevane nos estaba siguiendo. Y yo necesitaba saber más que solo eso.

Salí de atrás del camión, justo cuando cortaba el teléfono, dispuesta a ser muy rápida para cazar sus pensamientos. Di varios pasos apresurados y silenciosos y había llegado a la mitad de la calle cuando algo me pasó zumbando cerca del brazo. Me detuve abruptamente, primero sin entender que era. Entonces, vi el picoteo típico de una bala en el asfalto.

El Edevane en la acera frente a mi se dio la vuelta y cuando comprendí que alguien acababa de dispararme por la espalda, porque sabía que yo era permeable a ellas, recibí otro disparo que sí me perforó el muslo

Grité y la rodilla de la pierna afectada impactó contra el suelo. El dolor se traslado por mis huesos. Subió hasta mi cadera, en un latigazo eléctrico que me hizo rechinar los dientes, y bajó hasta mi tobillo, debilitándolo por completo.

Me hubiese gustado insultar y gritar más, pero apenas levanté la cabeza, a consciencia de que estaba rodeada y de que Aleksi estaba ocupado, vi al Edevane que estuve vigilando saltar sobre mí. Vi en sus ojos, antes que en sus pensamientos, que él sabía quién era. Por supuesto que conocía mi cara.

Estaba a menos de un metro de mi cuando cacé los hilos de sus pensamientos. Me deslicé por ellos con prisa, sin siquiera tantearlos, y penetré las paredes de su mente. Lo detuve a centímetros de tocarme y, incapaz de moverme todavía, lo obligué a moverse, como una marioneta, para cubrirme la espalda.

Las siguientes dos balas le impactaron en el omoplato. Su cuerpo vampiro de sangre, su piel dura, no se inmutó, pero para mi era un excelente escudo. Con esa protección, pude realmente mirarme la pierna y ver la sangre que estaba perdiendo.

—Carajo —gruñí, cerrando los ojos por un momento.

—¡KAYLA! —gritó Aleksi, desde los techos.

—¡Cázalo! —le chillé, señalándole los edificios desde donde creía que había venido el ataque—. Puedo ocuparme de mí misma.

Esperé que me escuchara y que realmente no se detuviera junto a mí, porque no podíamos dejar escapar a ese vampiro. Nadie podía saber que los atrapamos.

Me presioné la herida con ambas manos y deseé poder controlar la sangre también, pero no estaba dentro de mis capacidades actuales. No tenía idea de si la bala había salido y lo único que pensé, mientras la sombra de Aleksi, saltando la calle, pasaba por encima de mi cabeza, era que quería que mi piel se endureciera de una maldita vez.

Bajé la otra rodilla al suelo y ya sin poder resistir el dolor, terminé sentada. Me lo aguanté lo mejor que pude y palpé, después de tomar aire, toda la pierna, como si pudiese encontrar el bulto de metal entre mi carne.

Siseé y lloriqueé, como un bebé, pero lo cierto es que jamás nada me había dolido así. Era como si quemara. Me sentí estúpida por pensar que tendría más resistencia al dolor que un humano común y corriente.

—Vamos —me dije, cuando no encontré nada. Solo estaba sangrando de forma incontrolable. Mi piel se estaba poniendo más pálida que de costumbre. Y, para colmo, si alguien pasaba por la calle me vería en ese estado y solo complicaría las cosas. Tenía que apurarme.

Traté de concentrarme e invocar mis poderes. Pensé en las veces que moví cosas a mi alrededor sin darme cuenta, movida por el enojo y la desesperación. La mayoría de las veces, yo reaccionaba con la ira y no con el miedo, así que lo usé a mi favor, aumentando los pensamientos negativos hacia quien me había disparado, deseando meterle la bala en el culo. Recuperarla y metérsela por donde no le diera la luz.

Algo se movió dentro de mí. Se me escapó un alarido bajo, por además de dolerme, la sensación era extraña.

—Hijo de la gran... —gruñí. La bala sí estaba dentro de mí. Quizás mi carne no era tan, pero tan blanda como yo creía.

Mantuve una de mis manos por encima de la herida. Me seguí alimentando de bronca, de enojo y de deseos asesinos. Me imaginé dedos invisibles hurgando en mi carne, de la misma manera en la que estos se aferraban a los hilos de pensamiento. Los hice rebuscar, retorciéndome de dolor lo menos que pude, hasta agarrar la bala.

Y ahí, cuando la encontré, tiré hacia afuera.

Grité una vez más, pero la bala cayó al suelo. Mi respiración se volvió irregular, mi cuerpo entero tembló, porque ahora perdía sangre más rápido que antes. Supe que no iba a llegar a la casa para que mi tío me cosiera, que, incluso, me desmayaría por una anemia más pronto de lo que esperaba.

Levanté la cabeza hacia el Edevane congelado delante de mí, como un muñequito. Se me revolvió el estómago, pero no supe si por la debilidad o por la idea asquerosa que rondaba por mi mente. Pero todavía no estaba tan débil como para ser estúpida. Menos para ser tan orgullosa. Necesitaba la sangre que estaba perdiendo. Mis opciones estaban claras y aunque me muriera del asco, tenía que priorizar mi supervivencia.

Obligué al Edevane a agacharse frente a mi y, sin pensarlo más, reuniendo el valor, lo hice ofrecerme el cuello. No le presté atención a su consciencia, atrapada en mis garras, incapaz de recuperar el control de su propio cuerpo. La silencié, estiré mis colmillos hacia su piel y lo mordí.

Su sangre tibia se deslizó sobre mi lengua y lo primero que sentí con el primer largo trago, fue alivio. El mareo bajo de intensidad, el dolor también. Con el segundo trago, me pareció que la herida de la bala no escocía tanto. Y, debido a eso, no me resultó tan asquerosa.

En realidad, la sangre era pasable, como beber un jugo espeso y lleno de vitaminas. Más bien, era como tragar medicina, pero sin ese sabor agrio que te hace estremecer. Por eso, chupé con mas fuerza.

Todos mis sentidos se despertaron. Los colores que captaron mis ojos se volvieron más vívidos. Las imágenes, más nítidas. Mi oído se agudizó y el dolor desapareció por completo cuando me di un segundo para respirar. Retiré los dientes y me miré la pierna, con la sensación de que podría ponerme a saltar grandes metros sin siquiera pensarlo. Como que podría hacerlo antes de pensar siquiera. Como si fuera una vampira completa.

Miré mi herida y la vi pequeña. Ya no sangraba tanto y supe que tenía que continuar antes de ponerme de pie. Agarré al Edevane de la ropa y, utilizando mi propia fuerza y no la de mi magia al controlarlo, lo atraje para morderlo otra vez.

Por supuesto, aunque no escuchaba los gritos desesperados del Edevane, podía aún sentir su angustia. Chupé con más fuerza, sorbiendo todo lo que podía con un solo trago y sentí su dolor y desesperación. Lo estaba haciendo sufrir y eso me dio placer. No podría meterle la bala en el culo a nadie, pero si podría dejarlo seco. Podría sanarme y matarlo a la vez.

Dos, tres tragos larguísimos más. El Edevane ya no se pudo sostener, su mente se volvió apenas un gimoteó de pena. Dejé de sentir todo de él antes de que se derrumbara por completo, blanco como una estatua, en mis brazos. Ni siquiera era peso muerto, era una pila de huesitos y de piel dura que no servía para nada, porque aún mis colmillos podían penetrarlo. Todavía yo podía matarlo.

—Conejita —dijo Aleksi, aterrizando a mi lado.

Solté al vampiro y este cayó muerto al suelo, desmadejado. Me limpié la sangre el mentón y alcé la cabeza hacia él, por un momento pensando que me diría que acababa de cometer una monstruosidad. ¿Qué clase de vampiro de alimentaba de otro vampiro? ¿Acababa yo de cometer canibalismo?

Pero Alek apartó de una patada al Edevane y se agachó a mi lado. Sus dedos se trasladaron a mi muslo, donde la herida ya se cerraba. Lo inspeccionó con cuidado, antes de mirarme el rostro y limpiarme la sangre del mentón.

—Tuve que matarlos a todos —me dijo—. Por desgracia, no tendremos más información.

Yo hice una mueca y acepté su ayuda para ponerme de pie. Teníamos que irnos rápido de ahí. Si lo poco que yo había escuchado era cierto, el líder de los Edevane todavía podía descubrirnos.

—No había otra opción —contesté, sin mirar el cadáver del Edevane. Me imaginé que lo habría dejado seco. Tampoco quería guardarme esa imagen en la mente.

—No había otra opción —aceptó él, sin cuestionarme para nada. Me dio la mano y cuando ambos vimos que yo estaba completamente recuperada, nos dispusimos a huir—. Debemos volver urgentemente.

Nos echamos a correr, pero solo llegamos hasta la esquina. Aleksi se tensó antes de que escucháramos un golpe en el techo del camión refrigerante. Me pregunté por qué demonios no estaba atacando, hasta que me volteé y vi a un vampiro que era una versión más joven de Arthur Edevane.

No quedaba dudas de quién era.

—Escuché que querías negociar conmigo —dijo Arnold Edevane, el hijo menor de Arthur, el actual líder del clan, con calma. Se paraba despreocupado, pero con una elegancia que daba a cuenta que no era nada descuidado. No se molestó ni siquiera en señalar a su primo seco en el asfalto, ni a los otros a los que Alek le había roto el cuello en el auto—. Te escucho, Mørk Hodeskalle. Dime qué quieres para que la entrega de los humanos se haga en orden y en paz. 

Este capítulo ES uno de mis favoritos. ¡Pasan muchísimas cosas! Y les aseguro que van a pasar más. Cuando les dije que el drama no se terminaba, era porque estaría alimentado por la acción y el desmadre :D El mundo arderá. 

Hoy, además de los memes, les traigo una petición especial. Si quieren esta historia en papel, porfa, porfa, porrrrfaaa, vayan a las redes sociales de Penguin Random House y pidan Hodeskalle en físico. Todo sirve: comentarios, mensajes, mails, lo que ustedes quieran. Se las dejo acá para que las tengan a mano:

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No saben cuánto les agradecería su apoyo para que esta historia llegue a estanterías. Sé que muchos lo sueñan igual que yo. Y si ustedes lo piden, sé que tenemos una chance. Desde ya, saben que esta historia la fuimos construyendo juntos. ¡Espero que llegue el día en que nos conozcamos con esta historia en nuestras manos!

Ahora sí, les dejo varios memes y leo todas sus teorías en los comentarios <3 ¡LOS AMO! Son los mejores lectores del mundo. 

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