Libro 2: Capítulo 20. Cobarde
72: Cobarde
Kayla
Cuando salió del shock, Hunter persiguió a Alice a la habitación. Temblando, yo también fui detrás de él solo para ver como se plantaba, con las manos hechos puños blancos, delante de la cama donde ella se acomodaba para seguir leyéndole a Bryony.
La niña, que estaba sumamente fastidiada por no poder dormir, por el entorno desconocido y las personas que la invadían a cada rato, se giró hacia su padre. No le enseñó los dientes, pero se notó que estuvo a punto de hacerlo, como si le irritara que no le terminaran el cuento.
—Acabas de exponer a mi hija —dijo Hunter, muy bajo, pero enfurecido—. ¿Y la reclamaste como tuya?
Mi tía alzó apenas los ojos hacia él. Su mirada era tan glacial que casi me deja a mi clavada contra la pared del susto.
—Ella ya estaba expuesta —se excusó.
—Ni siquiera escuchaste toda la conversación —le urgió Hunter, rabiando—. Y mi pacto era con Kayla, no contigo. No tienes derecho alguno a reclamar nada sobre mí hija.
—¿Pero tu clan, tú, tenían derecho a reclamar algo sobre mi familia? —contestó Alice, también en voz baja. Si Bryony no estuviese en esa habitación, estarían matándose, yo lo sabía. Lo que no sabía era si a golpes o a besos.
Miré a Aleksi de reojo y le señalé con la cabeza la escena, para que estuviera atento. No creía que eso se fuera de las manos, pero, por las dudas, quizás lo mejor era llevarnos a la niña para que hablaran o no con más calma. Él asintió, como si entendiera exactamente lo que le estaba diciendo.
—Yo nunca reclamé nada. Ni siquiera te reclamé la muerte de mi hermano —le espetó Hunter, dando un paso hacia la cama. Bryony agitó la mano hacia él, ofuscada y agarró el libro para zarandearlo sobre las piernas de Alice.
—Caíste en mi casa con toda la mierda de familia que tienes.
—¡Ellos nos son mi familia! —estalló Hunter—. Bryony es mi familia. Y podría perderla por tu culpa.
—Tenemos que informarlo al resto de los White —dijo Aleksi, metiéndose en la conversación al fin. Aunque a mi tía jamás le había intimidado Mørk Hodeskalle, sí lo hacia Hunter, por lo que se calló la boca y hasta se corrió un poco del camino—. Alice, sabes que lo que hiciste fue imprudente. No había que confirmarles nada.
Mi tía le sostuvo la mirada, pero desde donde yo estaba, cerca de la puerta, un poco contrariada por la discusión, pude saber lo que estaba pensando. Y sí, sabía que fue imprudente, muy en el fondo.
—No hacía falta que les confirme o no. Tenían el teléfono de esa vieja desgraciada. Le sacaron toda la información que necesitaban antes de cenársela. Con nuestras descripciones, fue suficiente.
Aleksi no se inmutó.
—Aun así, le declaración de guerra podría haber esperado —le indicó él—. Vamos ahora mismo a hablar con Benjamín.
Alice no se movió de la cama, Hunter tampoco de su lugar. Los dos estaban mirando a Bryony fijo, como si alejarse de ella les hiciera perder cualquier influencia o cariño de su parte.
—Es urgente, Alice —dijo Aleksi, con un tono más duro.
A regañadientes, ella se bajó de la cama. Le dio un beso a la niña en la frente y la arropó con muchísimo cariño antes de abandonar el cuarto de nuevo con molestia. Bryony pataleó cuando se marchó, pero al menos, no lloró. Parecía demasiado cansada para hacerlo.
Cuando quedamos nosotros solos, Hunter se giró hacia mí.
—No puedo dejar a Bryony sola. Menos ahora. Escuchaste todo lo que me dijeron, dilo por mí.
Yo apreté los labios y negué.
—Mejor ve tú con Aleksi —contesté—. No hay mucho que yo pueda aportar en esas reuniones familiares, la verdad.
Mi pareja giró la cabeza violentamente hacia mí. Pude ver la rabia y la incredulidad ante mis palabras brillando en sus ojos. También sentí el peso de sus pensamientos y cómo estaba en desacuerdo conmigo. Pero, aún así, no me dijo nada.
—Yo hice mi pacto contigo —me recordó Hunter.
—Aleksi puede representarlo mejor que yo —musité, no muy segura de mí misma. Ya me veía cómo iban a ser las cosas, ya me veía peleando con todos de vuelta. No me sentía con fuerzas para enfrentarme a todos. Sobre todo, a mi tío Allen, con el que aún no había hablado—. Y al fin y al cabo, es tu hija.
Supe que a Hunter no le convencía esa idea. No porque Aleksi no fuera alguien en quien no pudiese confiar, sino porque su verdadera conexión con el clan era yo. Pero yo sentía que era una inútil tratando de gritar entre voces muchísimo más altas que la mía. No quería caer en usar la violencia o la fuerza para que me oyera. Tenía miedo de llegar a eso.
—Yo me quedo con ella —dijo Vivi, de pronto apareciendo en la puerta. Cargaba a Theo con una sola mano—. Es justo la hora de darle de comer y quizás Bryony lo encuentre interesante.
Se metió en la habitación después de que Hunter lo aceptase y marchó hasta la cama con una sonrisa. Al principio Bryony se mostró asustada, desconfiada. Le mostró los colmillos, pero el rechazó se vio superado por la curiosidad al ver a Theo, hecho una bolita en los brazos de su madre.
—Hola, Bryony. Soy Vivi, y este es Theo. Theo es un vampiro como tú y le voy a dar de comer ahora. ¿Quieres mirar? —le dijo ella, con una naturalidad que me impresionó. Se sentó en la cama con soltura, sin darle tiempo a la niña de recalcular y le enseñó el bebé.
Bryony se aferró al libro de cuentos, como si temiera que se lo quitaran, pero no apartó la mirada del bebé. Y cuando, Vivi le levantó los labios a Theo para que viera los colmillos, abrió grande los ojos.
—Vamos —dijo Aleksi, agarrándome la mano, aprovechando que estaba distraída con la escena. Me sujetó con tanta firmeza que el pánico me recorrió todo el cuerpo. Lo miré, espantada, esperando que entendiera que no quería ir—. Está en buenas manos.
Viendo que Bryony se quedaba tranquila con Vivi, Hunter aceptó. Salió de la habitación antes que nosotros y aunque yo puse un poco de resistencia, Aleksi me sacó al pasillo en voladas.
—¿De qué estás asustada? —me susurró en el oído.
De miles de cosas. En principio, aún no había reunido el valor para hablar con mi tío Allen. En segundo lugar, la última vez que estuvimos todos juntos debatiendo, fue para nada un debate. En tercero, todavía me sentía tonta, estúpida, ahí luchando por un lugar que ni siquiera tenía.
No le contesté. Me la pasé todo el trayecto hasta el despacho de mi abuelo, renegando. Además, ¿para qué me necesitaban si Hunter estaría para decir la conversación? ¿Qué podía opinar también yo si, en cualquier caso, me castigarían verbalmente de nuevo por haberlos metido en este problema con el pacto que teníamos?
Encontramos a mi abuelo en el despacho, eligiendo con mi abuela los muebles con los que decorarían la cuna de mi próximo tío. Los dos estaban sentados en los sillones, pero mi abuela tenía las piernas encima de las suyas. Parecían una parejita tan joven y risueña, como si esperan a su primer niño.
—¿Qué pasa? —dijo mi abuela cuando nos vio entrar con unas caras de terrible preocupación. Mi abuelo se puso alerta en seguida. Mi tía, que había empezado ese camino antes, entró detrás de nosotros.
—Los Edevane ya averiguaron sobre la existencia de Bryony —dijo Aleksi, con calma. Por suerte, nadie me miró a mí, porque ya tenía la cara arrugada de la angustia—. Llamaron a Hunter por teléfono para amenazarlo. Pero...
—Yo les confirmé que la niña estaba aquí —dijo Alice, antes de que Aleksi pudiera mandarla al frente. En ese momento, la admiré por ser capaz de aceptar sus culpas sin ninguna vergüenza. Yo estaba que me moría de los nervios. En cualquier momento, mis tíos y mis papás llegarían al despacho. Sabía que los habían llamado.
—¿Qué? —soltó mi abuelo.
—Ya lo sabían, de todas formas. ¿O no, Kay? —dijo mi tía, girándose hacia mí. Casi me dio un vuelco en el corazón—. Escuchaste la conversación.
—La conversación fue mía —replicó Hunter—. Por eso dejé a mi hija para venir aquí, para explicar lo que me dijeron.
Quise agradecerle a Hunter con la mirada, pero no me atreví a decir nada. Ni siquiera cuando Aleksi tiró de mi mano y me llevó a sentarme en los sillones frente a mis abuelos, que se habían puesto pálidos y habían apartado la tableta donde miraban las futuras compras.
—Por favor, Hunter, siéntate —indicó mi abuelo, en una de las butacas individuales.
En ese momento, llegó mi tío Sam. Evaluó a todos en el despacho antes de sentarse junto a mi abuela. Mi papá, llegó un minuto después, con su teléfono en la mano, un poco agitado y con la camisa mal abrochada. Todos lo notamos, pero yo, menos que menos, comenté algo al respecto. Después de todo, era la hora en la que ya todos deberían estar yéndose a dormir.
Mi tío Allen fue el último. También tenía la ropa desarreglada y el pelo algo despeinado. Me concentré, específicamente, en no captar nada que viniese de su cabeza. No quería saber qué pensaba de esa reunión convocada de la nada, menos de mí. También, evité su mirada, de la misma manera en la que él me evitó.
—Hunter, por favor —dijo mi abuelo, con todos los participes necesarios dentro del despacho.
Hunter tomó aire y lo dejó salir muy despacio, después de echarle una miradita de reproche a mi tía que ella ignoró complemente.
—El que me habló es Christian —dijo. Mi abuelo se tensó—. Es el primer hijo de Carson, tu hermano. —Yo no sabía mucho sobre los hermanos de mi abuelo. Él jamás los mencionaba. Parecía que todos habían muerto de la misma manera en que había muerto su padre. Pero estaba claro que no. Y que después de Arthur, sin mi abuelo en el clan Edevane, Carson y sus hijos eran como la mano derecha del líder—. Tenía el teléfono de la abuela humana de Bryony. Me llamó a través de él. Me dijo que si existía una niña de nuestro clan. Que, si yo la estaba ocultado y que si los White tenían algo que ver, íbamos a arrepentirnos. Iba a inventarles algo para sacar tiempo cuando la señorita White me quitó el teléfono de las manos y le dijo a Christian que tomó a mi hija en reclamó por las leyes de sangre violadas al intentar secuestrarlas, a ella y a Kayla.
El tono acusatorio se filtró por toda la sala y mi tía no tardó en contestar.
—Lo que dije no fue más que la verdad. Y te consta.
—No era tu responsabilidad —replicó Hunter, con un siseo—. Nada que tenga que ver con mi hija es tú responsabilidad. ¡No tienes nada que ver conmigo ni con ella!
Ante eso, mi tía no podía replicar. Bullía la ira en sus facciones tanto como en la voz de Hunter. La tensión que se instaló en el despacho se podría haber cortado con un cuchillo. Tanto, que me hizo reconsiderar lo que sabía de ellos. Podrían haberse matado, de verdad. Ya no era como las veces que Alice lo amenazó, por su hermano, por nuestro clan, por ella misma. En todas esas ocasiones, Hunter no reaccionó ni respondió. Pero ahora, con Bryony de por medio, era distinto. Y ahora él tenía razón.
—Alice —dijo mi abuela, cuando todos se quedaron callados—. Eso fue imprudente.
Mi tía rechinó los dientes, pero terminó asintiendo, sin mirar a Hunter, sin negar lo que él le había dicho, pero tampoco aceptándoselo.
—Sí.
—Estamos en una situación muy delicada como para que exponernos así... —empezó mi tío Sam, pero mi tía lo cortó de una.
—Soy una persona adulta, Sam —lo calló—. No necesito un sermón de tu parte. Sí, me precipité. Sí, no tengo nada que ver con la niña. No debería haber hablado por su padre de ella, ni haber tomado el control del pacto de Kayla. A partir de ahora, me mantendré al marguen de esto.
Por un momento, nadie dijo nada. Ni siquiera Hunter, que bajó la cabeza ante sus palabras como si de pronto las lamentara.
—No van a atacarnos ahora —dijo Aleksi, entonces, con una seguridad que hizo que todos lo observaran—. La misma manera en que abandonaron sus intentos por reclamar a Kayla y Alice, se andarán con cuidado. Sin embargo, esto va a evitar que Hunter deje su clan como veníamos hablando. Pensé en ofrecerle testigos para que desertara de los Edevane antes de que supieran de la existencia de Bryony, pero ya no va a poder ser. En cambio, vamos a necesitar a los testigos de los clanes afectados por el ataque a la mansión. Si queremos retrasar la guerra directa, tenemos que exponerlos frente a varios clanes para hacer efectiva la ley de sangre.
Alice se giró hacia él.
—Dije que estaba reclamando a la niña por un ojo por ojo.
—Me temo que eso no va a ser suficiente. Porque Hunter está aquí. Tu no la reclamaste, él se la llevó. Sigue siendo un asunto interno de los Edevane —intervino mi abuelo, tensando los labios—. Incluso, es una traición porque Hunter hizo un pacto con Kayla por la niña. Él ha traicionado, según nuestras normas, a su propio clan.
—Deberíamos haber considerado mejor antes de meternos en esto —soltó mi tío Allen. Y, aunque yo venía muy incómoda por estar en esa reunión después de todo lo que pasó, aunque quería arreglar las cosas con él, su comentario me enfadó.
Apreté los dientes para no decir nada. A mi lado, Aleksi se tensó.
—Este no es el momento para discutir eso —lo ubicó.
—Es mejor que evaluemos nuestras posibilidades futuras. Lo de los testigos nos servirá, pero como dijo Hodeskalle, es por tiempo limitado. Los Edevane no está para seguir las reglas. Querrán ejercerlas ahora, claro, pero luego se irán por la violencia otra vez —dijo mi papá.
—Es muy riesgoso que Hunter deserte al clan en este momento. Necesitamos encontrar otra opción —siguió mi abuelo, llevándose una mano al mentón.
—Aún así —replicó Hunter—, dirán que la niña le pertenece al clan, porque nació dentro de él. Aunque consigamos otra manera de que yo deje de ser un Edevane, Bryony es legítimamente una.
Aleksi carraspeó, yo tosí. No podíamos decir lo que sabíamos, porque tampoco podíamos asegurar que mi tía fuese a convertir a Hunter en un White. Y, aún así, eso tampoco salvaría a Bryony.
—La patria potestad no existe en los clanes —susurré yo. Era una pregunta, pero lo terminé formulando como una afirmación.
—No —contestó mi tío Sam—. La patria potestad es un concepto muy antiguo. Los humanos lo atribuían a cada padre de familia. Pero entre los vampiros, se refiere a cada líder de clan. Y esas normas aún siguen siendo vigentes como leyes de sangre. La mayoría no las practica ni las ejerce, como la ley de entrega. Pero para los clanes vampíricos, las mujeres le pertenecen al clan, no a sus padres. Bryony no le pertenece a Hunter. Si él abandonaba el clan antes, podríamos haber ocultado a la niña por un muy buen tiempo, lo suficiente para que ellos no supieran si nació antes o después. Pero ahora, si Hunter lo abandona, Bryony aún les pertenece.
No veía una salida a todo eso. El despacho se quedó en silencio porque nadie más veía tampoco opciones viables. Sí, quizás teníamos tiempo para juntar a los testigos de otros clanes, como a los Dubois. Había más personas en la mansión aquel día, como las amigas de mis abuelas y sus hijos, que pertenecían a otros clanes y también fueron heridos de manera injusta. Incluso, teníamos a Bethia, cuyo hermano había sido asesinado por el clan. Si no les decíamos nada al resto sobre mi pacto con Hunter, quizás podríamos vender una versión de que él era nuestro prisionero también. Que mi tía se llevó a Bryony y que lo tenía amenazado por la vida de la niña.
Pero dudaba que fuese creíble, que sirviera para algo.
—No veo otra opción —dijo Aleksi, con un suspiro. Me giré hacia él antes de ver sus pensamientos y captar cuál era esa otra opción. Se remontaba a tiempos pasados, muy antiguos, incluso más antiguos que mi abuelo, donde él resolvía esos problemas con las mujeres que no eran más que objetos y esas nefastas leyes de sangre, matando a todos.
Me estremecí por sus oscuras memorias, no por la idea de que le hiciera lo mismo a los Edevane. Luego, me estremecí al encontrar preocupación en su mente. La sentí propia.
—Tampoco veo otra —dijo mi abuelo, arrugando la frente—. Pero es muy diferente ahora.
Por supuesto, él también sabía a qué se refería mi pareja. No necesitaba leerle los pensamientos para entender qué decía. Tampoco yo para saber qué era lo diferente.
Aleksi agarró mi mano y solo ahí me di cuenta de que yo estaba temblando, y no por los nervios de la reunión, ni por enfrentarme a mi tío. Me daba miedo verlo a él, otra vez, herido, rodeado de un clan que tenía cientos y cientos de miembros y que todos sabían que era un semi humano.
Pero, antes de que alguien más pudiera decir algo, se escucharon unos golpes ansiosos en la puerta. Primero, pensé que podría ser Elliot. O quizás Vivi, que no podía manejar a Bryony. Cuando los golpes se repitieron, desesperados, acompañados por una voz que conocía poco, supe que no tenía nada que ver.
—Pasa —dijo mi abuelo.
La puerta se abrió y pasó el líder de la guardia, con otro vampiro con la cara llena de grietas. Era uno de los empleados, uno de los convertidos que hacia el turno nocturno. Y estaba herido.
—Señor, señores, señora. Señoritas —dijo el jefe de la guardia, con una inclinación rápida—. No traigo buenas noticias.
Todos nos tensamos. La expectativa hizo que nos volviéramos estatuas.
Dirigí mis pensamientos al jefe antes de que pudiera hablar, pero capté verdaderamente un segundo antes de que lo explicara. Salté del sillón, con el corazón en la boca y el pánico comiéndome por dentro. Quise gritar, pero no salió nada de mi boca.
—Los Edevane atacaron... la casa de los señores Evermore —dijo el guardia que estaba herido, fracturado—. Me enviaron... de regreso con un mensaje.
Mi tío Allen también se levantó, pero no me gasté en dirigir mis pensamientos hacia él. El terror me dificultó prestarle atención al guardia, al que había salido con vida. La información que él tenía era lo único que me importaba y lo primordial, por el momento, es que no los habían asesinado. No ahí.
—Se los llevaron —gemí. Mi abuela se tapó la boca con las manos, pero fue la única reacción que vi del resto de mi familia, además de la de Allen.
—Sí, señorita —me dijo el guardia. Inclinó la cabeza, pero luego se arrodillo en el suelo, frente a nosotros—. Le he fallado al clan que me salvó la vida. Sobreviví solo porque me dejaron un mensaje para ustedes. Eran demasiados y mis compañeros y yo no fuimos capaces de detenerlos.
—¿Cómo se los llevaron? —le rugió Allen, sin importar la pena que sentía el guardia. Lo agarró de los hombros y lo zarandeó para obligarlo a mirarlo—. ¿Dónde estaban ustedes cuándo cayeron en la casa? ¿Qué demonios pasó?
—¡Allen! —lo retó mi abuela—. Cálmate.
Como si de pronto se hubiese dado cuenta de su actitud, Allen lo soltó y retrocedió rápidamente. No respondió ninguna de las miradas estupefactas de sus hermanos. Tampoco me miró a mí, aunque debería ser yo la que estuviese enojada porque no pudieron proteger a la familia de mi amiga.
Yo no podía sentir enojo. Ni con el guardia, ni con el resto de nuestros hombres. Todos habían sido asesinados. No había forma posible en que estuviese enojada o los culpara por cómo se habían dado las circunstancias. Solo podía sentir miedo. Y cuando tomé aire, traté de serenarme y explorar mejor los pensamientos del hombre arrodillado, creí que iba a vomitar.
—¿Cuál es el mensaje? —preguntó mi abuelo, con fingida calma.
Me tapé la boca con las manos y me giré. Me incliné sobre el sillón, con el corazón latiéndome a mil por hora. Con la respiración irregular. Me agarré del apoyabrazos, pero fue Aleksi él que me sujetó. Fue su mirada la que me crucé, por suerte, porque no era capaz de mirar a Hunter, tal y como no sería capaz de mirar a Jane.
El guardia carraspeó.
—Los Evermore... —dijo. Le temblaba la voz—, por la niña. La niña Edevane.
Cerré los ojos, no preparada para las reacciones que se desataron a mi alrededor. La explosión de pensamientos histéricos que bramó de Alice, de Hunter y de Allen, fue lo que más escuché. Se convirtieron en una vorágine desquiciada que se replicó con gritos reales, pasando por encima de la confusión y de las maldiciones internas de mis abuelos, Sam, mi padre y Aleksi.
—¡Están dementes! —gritó Allen.
—¡Jamás! —chilló Alices.
—¡Nunca voy a entregarles a mi hija! —bramó Hunter. Cuando caí sentada en el sillón, entre los brazos de Aleksi, y pude ver la escena, noté que todos ellos estaban parados.
—Esto es una locura —siguió mi tía—. ¿Cómo creen que vamos a entregarle a la niña? ¡Una niña inocente! ¡Por unos humanos!
Yo no tenía palabras. Le clavé las uñas en los brazos a Alek.
—¡Esos humanos son los padres de la mejor amiga de tu sobrina! —le espetó Allen, volviéndose violentamente hacia ella. Tenía la cara roja de la furia—. Esa es una niña Edevane, del clan que casi te arruinan la vida.
—¿Esa? —bramó Hunter—. Mi hija no tiene nada que ver con ellos. ¡Mi hija será utilizada de la misma manera en la que pretendían usar a tu hermana!
Allen le mostró los dientes. Estaba tan enojado que ni siquiera podía mostrarse coherente, como lo hizo cuando discutió con Oliver.
—Pero ella no es nuestra responsabilidad.
—¡Claro que lo es! —gritó Alice, mientras mi abuelo se ponía de pie, listo para mediar. Mi tío Sam le agarró el pantalón a Allen, para detenerlo, pero no funcionó. Los tres se acercaron al centro del despacho y me encogí en el sillón—. ¡Hicimos un pacto para proteger a esa pobre criatura, para que ella no viviera el mismo destino horrible que tu propia abuela!
—Nosotros no hicimos ese pacto, ¡lo hizo Kayla! —escupió Allen, de pronto, señalándole con un dedo. Me quedé de piedra, impresionada por el asco con el que lo dijo, con la ira contenida de quizás muchísimos días. Entre el pánico por los padres de Jane, la decepción que me había llevado al darme cuenta de que yo no valía nada en ninguna reunión y el rechazo a enfrentarme a mi tío por lo que le hice, sentí un agujero en el pecho. Otra vez, de nuevo, estaba tratándome así. Estaba haciéndome sentir tonta, culpable de todo lo que nos pasaba, de que mis errores fueran la ruina de nuestra familia. Otra vez, sentí ganas de golpearlo, pero no por ira, sino porque me sentía profundamente dolida, más de lo que nunca yo podría haberlo lastimado a él. Me temblaron las manos, la lampara y los adornos que estaban en la mesita junto al sillón se agitaron. Y me aterré aún más. Sentí miedo de mí misma—. Y por culpa de ese pacto, estamos jodidísimos. ¡Por culpa de ese pacto, estamos de nuevo metidos con los Edevane! ¡Por esta niña cabeza dura...!
—¡FUE SUFICIENTE!
El grito podría haber salido de mi boca. De mi ruego desesperado para que parara de herirme, porque mientras más lo hiciera más difícil sería para mi retener mis poderes y no lastimarlo. Pero no, no fui yo.
Aleksi no solo se había puesto de pie, sino que su mano había alcanzado la camiseta de Allen. Estaba tan enojado que todas las sombras del despacho se habían intensificado. Era su magia, no la mía, la que agitaba los libros de las estanterías. Era él el que estaba a punto de destrozarlo.
—¡Ya me cansé de ti y de la forma en que la tratas! —le rugió. Lo empujó, con la fuerza de sus poderes, y lo lanzó contra el sillón. El mueble se estalló bajó el peso, pero mi tío no siguió mucho más lejos. Nadie se atrevió a moverse. Percibí el desconcierto y el miedo de todos en la habitación. Porque Aleksi no estaba siendo Aleksi, ni siquiera Skalle, estaba siendo Mørk Hodeskalle con alguien con quien jamás fue—. ¡Estoy harto del desprecio al que la sometes, de cómo la humillas y de cómo le achacas errores que ni tú ni ninguno de esta familia quiere asumir!
El silencio siguió, implacable. Lo único que se escuchó fue la respiración agitada de Aleksi que, con los hombros tensos, los puños rígidos, avanzaba sobre mi tío en el sillón.
—¡La has hecho llorar, cuando lo único que ha hecho es pelear y abogar por una causa justa! —siguió, mientras Allen intentaba retroceder como podía por encima del sillón destrozado. Yo me tapé la boca con las manos, incapaz de moverme también. Era incapaz de acotar y cuando me toqué las mejillas y me descubrí llorando tal y como mi marca lo dijo, fui también incapaz de detenerlo—. Porque la realidad es que eres un cobarde, un egoísta. Y que la única razón por la que ahora te importa los padres de Jane es porque te quieres cenar a la mejor amiga de tu sobrina.
Muchísimos libros se cayeron de las estanterías, haciendo que todos se sobresaltaran. Aleksi no perdió más tiempo con Allen y se giró hacia mí. Caminó hasta donde estaba sentada mientras sus sombras retrocedían. Se apresuró a quitarme las manos de la cara y a limpiarme las lágrimas él mismo.
—No he dicho nada hasta ahora porque quería darle su espacio, quería que ella se defendiera —dijo, para nadie en particular. Para todos—. Pero hoy ni siquiera quería venir, hoy ni siquiera se animaba a sostenerse de pie delante de todos ustedes, porque sabía que esto pasaría. Ya lo toleré lo suficiente, Benjamín.
Tiró de mí, para ponerme de pie. Lo seguí como si fuese una muñeca, como si hubiese perdido mi capacidad para actuar por mí misma.
—Le has dado a Kayla su lugar, te has disculpado con ella por tus errores. Pero no le has dicho a ninguno de tus hijos que lo hiciera. Y si Kayla no se atreve a decirlo, porque tiene miedo de lastimarlos, porque tiene miedo de perder el control y hacerle daño a la gente que ama, entonces te lo diré yo —añadió, girándose hacia mi abuelo. Ahí, me animé a ver sus caras. Mi abuela también estaba llorando; mi abuelo, parecía a punto. Mi tía también estaba roja y enojada, pero yo sabía que su enojo no era ni hacia Aleksi ni hacia mí. Hunter, entre todos ellos, parecía haber disfrutado la escena—: no voy a tolerar que la sigan tratando así. Me importa un carajo que seas el patriarca de esta casa. La próxima vez que vuelva, quien sea, a tratarla de esta manera, le arrancaré un pedazo de la cara.
¡Gracias por los 1k comentarios! Debido a que cumplieron, tuve que apurarme con este capítulo porque en serio no lo tenía hecho (la próxima les pido 2k porque me toman desprevenida, we, yo me confío que no van a llegar y sí llegan y después lloro JAJAJAJA). Nada, los adoro, son los mejores <3
Ahora sí, ¡RONDA DE PREGUNTAS!:
¿Disfrutaron todo lo que pasó? ¿Les habría gustado que en vez de Aleksi fuera Kayla quien atacara a Allen de nuevo? ¿O creen que era hora de que Alek le pusiera los puntos, con la ventaja de que él no está relacionado con Allen directamente?
Y por otro lado, ¿qué piensan de Alice/Hunter? ¿Y de lo que ha dicho Aleksi de Allen y Jane? MUAJAJA
ATENTOS, porque esto no se termina acá. EL DRAMA SIGUE EN EL PRÓXIMO. Esperenlo para el fin de semana, peeeero si explotan este capítulo con comentarios y locura y gritos... trataré de tenerlo para el viernes <3 (Me da miedo pedirles un número y prometer una fecha ahora JAJAJA).
Hoy sí, memes:
Ahora sí, hasta la proxima ♡ LOS AMO!
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