Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Libro 2: Capítulo 2. Temores

54: Temores

Kayla

Me desperté cuando me tocaron el brazo. Me erguí de pronto, aterrada en la oscuridad y aferrada a Aleksi, hasta que noté que era mi tío, a escasos centímetros de nosotros.

—Lo siento —me dijo, en susurros—. No quería despertarte, pero tengo que cambiarle las vendas. No sé si podría infectarse si no limpiamos con regularidad.

Los latidos desbocados de mi corazón se calmaron en un instante y me senté en la cama, solo para darme cuenta que, detrás de mi tío, estaba mi abuelo.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté.

Mi tío resolvió hablar por él.

—Si Skalle despierta, podría beber sangre por sí mismo. Vino por eso —explicó.

Me giré lentamente hacia mi pareja solo para comprobar que, en efecto, Aleksi seguía durmiendo. Su respiración estaba calma y no se había percatado del sutil barullo que armamos a su alrededor.

—Te ayudo —le dije, saliendo de la cama por el lado contrario. Prendí las luces del cuarto y luego pasé por delante de mi abuelo para asistir a mi tío. Juntos, levantamos apenitas a Aleksi y lo pusimos de costado.

Recién ahí, él se quejó, y, de la nada, abrió los ojos.

—Ah —gimió, lleno de dolor.

Me apresuré a inclinarme sobre su rostro, para que me vea.

—Tranquilo —le dije, sonriéndole. Sentí como el nudo que tenía en el pecho aflojaba todo el dolor que retuve durante el sueño. Ver sus ojos azules otra vez me generaba una felicidad absoluta—. Te hirieron, ¿lo recuerdas? Estamos curándote.

Sus pupilas se detuvieron en mi rostro, pero no me contestó. Mi tío comenzó a retirar las vendas de su espalda y el dolor le asaltó el cuerpo entero. Siseó y apretó los dientes. Los colmillos se le salieron solos y sus manos se clavaron en la colcha. Por un instante, me pareció que no entendía bien qué estaba pasando.

—Toma mi mano —le dije, con suavidad, deslizando mis dedos por debajo de los suyos. Liberé el agarre que tenía sobre el acolchado y cuando él me los tomó con seguridad, supe que ya estaba ubicado en tiempo y espacio.

Pasé por encima de sus piernas y ocupé el sitio donde estuve durmiendo en un principio. Aleksi no dijo ni una sola palabra y se aguantó el dolor sin gritar mientras mi tío revisaba y limpiaba la herida. Por momentos, nuestras miradas se cruzaban y pude notar una sombra agotada en sus ojos.

—Está bastante bien —dijo Sam, sacando de su maletín vendas limpias—. No está infectado. Creía que, como Kayla, no sería posible correr con infecciones. Pero en esta situación... no estaba tan seguro.

En ese momento, la expresión del rostro de Aleksi cambió. Me miró con verdadero pánico y, en ese instante, sin explicar cómo, supe qué estaba pensando. Las palabras se cantaban con imágenes y se deslizaban en mi mente como una secuencia desesperada, pero elaborada.

Aleksi se veía a sí mismo vulnerable, desnudo, con toda su identidad ultrajada y expuesta. Y eso le daba terror. Y ese terror se graficó en una copia de su voz, rezando:

«Semi humano. Saben que soy semi humano. Que no soy tan fuerte, que ahora pueden matarme...»

—Nadie va a matarte —le espeté, interrumpiendo el hilo desesperado de sus pensamientos. Mi tío se detuvo y me miró por encima del hombro de mi pareja, enarcando una ceja. Detrás de él, mi abuelo frunció el ceño.

Aleksi me observó con aún más histeria en la cara, tratando de entender por qué le había dicho eso. Se vio tan joven, tan indefenso. Pareció un niño. Y toda la vulnerabilidad y el miedo que vi en sus pensamientos me hizo sentir acongojada, porque yo tampoco pude proteger eso que era tan valioso para él. No debió ser expuesto así. Él debería haber elegido cuándo y ya no podíamos remediarlo.

Me llevé sus dedos a los labios y le sonreí, para tranquilizarlo, porque era lo único que podía hacer en ese momento. Eso y tratar de explicarle lo que había pasado.

—Te atravesaron con una cosa larga y filosa, ¿te acuerdas? Mi tío Sam pudo operarte —aclaré, para que comprendiera las circunstancias en las que fue descubierto—, con la asistencia de todo el clan.

Sam asintió.

—Te recuperarás —le dije, con seguridad—. Tomamos algunas decisiones alocadas, pero han funcionado.

Aleksi jaspeó. Intentó girar la cabeza hacia él.

—¿Alo...cadas? —susurró. Su voz estaba desgastada. No se le pasaba el pánico.

—Kay, ayudémoslo a ponerlo boca arriba —dijo mi tío. Asentí y recosté a Aleksi devuelta sobre el colchón. Esta vez, al estar despierto, él pudo seguir nuestros movimientos y ayudarnos a acomodarlo. Apretó los dientes una vez más cuando su espalda rozó con las sábanas—. Debido a que la herida era enorme y peligrosa, necesitamos de mucha sangre para ayudar a cerrarla —le explicó, viéndolo a la cara y agarrando las tijeras de su maletín, para terminar de quitar las vendas del pecho—. Ya estabas desangrándote lo suficiente y al momento de quitar la lanza, tuvimos un río rojo en el living de la casa. No estabas consciente para tragar, así que optamos por hacerte una transfusión. Nunca creí que podría hacer algo así con alguien de nuestra especie, pero fue lo que te salvó la vida.

Aleksi apretó la mandíbula. No quiso ni mirar mientras mi tío trabajaba en él. Solo tragó saliva antes de hablar de nuevo.

—¿Transfusión...?

Mi tío levantó la cabeza y le sonrió.

—De semihumano a semi humano. La única forma en la que podría haberlo hecho.

Ahí, la cabeza de mi novio se giró con violencia hacia mí. Para estar débil, lo hizo muy rápido. En su mirada volvió el pánico, pero esta vez por mí.

—¿Me diste... tu sangre? —quiso gritar. No le salió. Además de asustado, ahora estaba indignado. De nuevo, supe lo que pensaba sin ningún esfuerzo. Su mente desfilaba una película para mí en la que me veía dándole mi sangre hasta morirme.

Estaba tan confundido aún por todo que incluso exageraba. Puse los ojos en blanco y me estiré para darle un beso en la mejilla.

—¿Me ves muerta? —respondí, a sus pensamientos. Esta vez, él hizo un esfuerzo atroz para no sorprenderse por ello—. No, estoy bien. ¿O querías que te dejara morir? —tercí.

—La transfusión fue con la sangre de Kayla —siguió mi tío, al ver como el cuerpo de su paciente temblaba, presa de la histeria—. Pero también te dimos sangre vampira pura.

Aleksi apretó los dientes, pero esta vez por ira. Estaba enojado. Y era raro verlo así cuando ni siquiera podía levantarse de la cama.

La pusiste... en peligro —dijo y no por el dolor que sentía cada vez que la gasa con la que lo limpiaban lo rozaba—. No estaba... alimentada. ¡No bebe sangre humana!

Antes de que mi tío pudiese argumentar, yo me adelanté:

—Ya te dije que estoy bien. No me pasó nada. Elliot me dio de su sangre para que pudiese resistir —le expliqué—. Y no te permito enojarte por esto —añadí, haciendo uso de mi lado dominante en esa relación. Cuando Aleksi me miró otra vez, vi que ya estaba empezando a resignarse a mis palabras, incluso antes de que las dijera—. Ni con mi tío ni conmigo. Yo haría lo que sea por ti y lo sabes. No puedes enfadarte conmigo por ceder parte de mi, ni con mi tío por hacer todo por tenerte aquí, vivo.

Hubo un momento de silencio abrumador en la habitación. Mi tío no dio ninguna explicación más y continuó con su trabajo hasta que lo vendó de nuevo con una expresión jovial en la cara. Significaba que evolucionaba bien, que estaría a salvo.

Solo en ese momento, Aleksi relajó la mandíbula y, haciendo a un lado el enojo que sintió, al igual que el orgullo por sostenerlo, se dirigió a Sam

—Gracias... Por salvar mi vida.

Mi tío le dio una palmadita en el brazo del lado sano, para no generarle molestias.

—No era como si mi sobrina no estuviese a punto de cometer harakiri si no lo hacía —bromeó, pero se apresuró a corregirse cuando vio la expresión en el rostro de Aleksi: puro espanto—. Eres parte de nuestra familia, por supuesto que iba a salvarte la vida.

En ese momento, casi por casualidad, mi mirada se encontró con la de mi abuelo, que seguía en silencio detrás. Casi que me había olvidado de su presencia, que flotaba entre nosotros. Aparté la vista de inmediato y me mantuve en silencio mientras mi tío terminaba de guardar sus cosas y miraba su Iwatch.

—Volveré en tres horas más. Tú —me dijo, señalándome—, vas a beber sangre de cualquier vampiro que te la ofrezca después de dormir otro poco. Skalle, mi padre te dará de su sangre ahora y eso te ayudará a regenerar lo que queda. Luego, veremos cómo seguimos.

Se alejó de la cama y mi mirada volvió a recaer en mi abuelo, que se adelantó, desabrochándose la manga de la camisa. No me moví ni un solo centímetro y no dije ni una sola palabra mientras él se acercaba a nosotros. Me contuve, porque no podía negarle a Aleksi lo que más necesitaba.

—No —dijo mi novio, de pronto. La claridad que le había faltado en el habla hasta el momento apareció con fuerza. Me giré hacia él solo para notar como le sostenía la mirada a mi abuelo, en un desaire orgulloso que nos dejó a todos helados.

Mi tío Sam, por unos segundos, no supo qué decir.

—Necesitas...

—No necesito la sangre de Benjamín —dijo Aleksi, carraspeando. Llegó a la última palabra con esfuerzo. La voz se le quebró al final. Supe cuánto estaba intentando no mostrarse débil ni enclenque.

Mi abuelo, pese a que estaba muy acostumbrado a hablar mucho, mantuvo la boca cerrada. Y, como Aleksi le sostuvo la negativa con los ojos, terminó por abrocharse la manga y retirarse varios pasos lejos de la cama.

—En este momento, nadie más puede darte sangre —dijo Sam—... Excepto Bethia.

Un gruñido se escapó por entre mis labios y negué con tanta velocidad que sobresalté a todos.

—Bebe de mi abuelo y ya —solté, muy agudo. En mi maldita existencia permitiría que él la mordiera. No, jamás. Y no tenía problema alguno en admitir que me comportaba como una loca celosa.

Aleksi no se inmutó.

—No beberé por ahora... Prefiero dormir —contestó.

Exhaló lentamente y clavó los ojos en el techo, dando por terminada la conversación sobre aquel tema, así que observé a mi tío con una esperanza vaga.

—¿Y tú?

—Le acabo de dar sangre a tu madre —me explicó él, con tono calmo. En ese momento, lo miré por primera vez con detenimiento y noté las ojeras debajo de sus ojos. Estaba más pálido que de costumbre y entendí que, además de haber dado sangre, él no debía haber descansado nada por atender a otros—. Todos estamos bebiendo la mayor cantidad posible de sangre humana del depósito, pero ya sabes que ella necesita sanar sus heridas. Quizás, en una o dos horas, pueda darle.

Acepté con la cabeza sus palabras, porque yo no podía reclamarle nada. Sin embargo, mientras ambos se marchaban de la habitación y Aleksi se desinflaba como un globo, haciéndome entender lo débil que estaba y lo mucho que fingió delante de ellos, me sentí una idiota por negarle la sangre de Bethia. Él la necesitaba.

Apreté los labios antes de deslizarme por debajo de las sábanas. Me anudé a su brazo desnudo y apoyé el mentón en su hombro. No sabía qué decirle, para empezar, porque no tenía idea de cómo admitir que él sí debería morder a su ex.

Los segundos se convirtieron en minutos de extraño e incómodo silencio, pero para cuando encontré la manera menos dolorosa para pedirle que se olvidara de mis celos, Aleksi suspiró ruidosamente.

—¿Te duele? —le pregunté, en cambio.

Él tardó en responder.

—...Sí —me admitió, como si hacerlo le quitara todo el orgullo de encima—. ¿Qué pasó...?

Me mojé los labios.

—Te atravesaron con un fierro, de metal, de lado a lado —dije, en un hilo de voz. Aleksi continuó mirando el techo y frunció ligeramente el ceño.

—Sí, me acuerdo... de eso. Me refiero a después.

Su semblante estaba congelado. Estaba tenso de nuevo. Parecía que en realidad no quería escuchar ese relato.

—Mi tía te trajo. Estabas inconsciente. Y... sangrabas... tanto —Me entró un escalofrío al recordar lo mal que se veía cuando mi tía apareció en las galerías. Esa sensación de agobio y terror extremo rasguñó el interior de mi cuerpo, avisándome que seguía ahí y que estaría por siempre conmigo, señalándome que podría morirme de dolor sin mi marca.

No me di cuenta de que me había callado hasta que Aleksi entrelazó los dedos con los míos.

—¿Qué dijeron... de mí? —preguntó, con voz baja también—. De lo que soy.

Yo estaba acostumbrada a que todo el mundo supiera mis debilidades. Tenía asumido, más aún después de todo lo que pasó en esa casa, con toda mi familia y sus secretos, que me consideraban menos; más frágil, más manipulable y fácil de derrotar.

Pero Aleksi no. Durante tres mil años, guardó su verdadera identidad, su verdadero ser, de todo el mundo. No importaba si eran amigos o parejas, tuvo siempre claro que nadie debía conocer qué tan blando era comparado con otros vampiros, o su terrible máscara de maldad se caería en pedazos.

Por eso, a pesar de que no tenía su longevidad, de que no había vivido ningún de sus experiencias, podía entender cómo se sentía. No se trataba solo de haber leído sus pensamientos y conocer sus más profundos temores, sino de ponerme en su piel. Él era mi pareja, mi marca, mi alma gemela, y nunca podría dejar de comprenderlo.

—Nadie hizo ningún comentario, más allá de las menciones de mi tío sobre cómo manejar tu herida. Todos lo supusieron en cuanto te vieron, así que solo asumieron que eras como yo y que tenían que actuar cómo si fueses yo —expliqué, apretando sus dedos con los míos—. A mi tío se le ocurrió que podía perforar tu piel con una aguja, porque, aunque eres más duro que yo, aún así se puede. Y así nos hizo la transfusión. También mencionó que no sabía si éramos compatibles porque... no es como si los vampiros tengan tipo de sangre. Se basó en muchas suposiciones y todos ayudaron... Incluso mi abuelo. Él te dio de su sangre, además de mi tía Alice. Todos estaban concentrados en salvar tu vida. Jamás dijeron algo sobre que eres débil.

Él guardó silencio y dudé sobre explicar los detalles más oscuros de todos esos minutos en el living, en el que luchábamos por traerlo de vuelta, sano y salvo. También, dudé sobre mencionar a mi abuelo, porque Aleksi lo rechazó de forma abrupta y me acordaba perfecto que justo antes de marcharse a perseguir a los Edevane, él le reclamó sobre esa amistad tan hipócrita que mantuvieron.

—Quizás... deberías haber aceptado la sangre de mi abuelo —susurré—. Él ya te la dio, después de todo.

—No quiero pedirle nada —me contestó, rápidamente. Incluso, fue un poco brusco. Me encogí a su lado y él relajó la mandíbula antes de girarse hacia mí. Sus ojos estaban apagados y su expresión pareció mortificada por asustarme—. Ya tomé demasiado de todos ellos.

Me estiré y apreté mi frente contra la suya, así lo obligué a devolverme la mirada.

—Todos te lo dieron de buena gana.

—No soy un White, no para ellos.

Apreté los labios.

—No es que crea en las palabras de mi abuelo, pero mientras estabas inconsciente, él te llamó como un miembro de nuestra familia. Creo que, a pesar de su rechazo, lo está entendiendo.

Aleksi me sostuvo la mirada, incluso cuando me alejé.

—Eso no quita que me haya herido —murmuró—. Creí que era el único amigo... de verdad...

Cerró los ojos y volvió a hundirse en la almohada. Emitió un quejido bajo y yo me apresuré a cubrirlo mejor con el acolchado.

—Lo sé... —contesté, arropándolo. Aún en su silencio era capaz de ver el dolor que emitía su corazón. Supe que jamás recuperarían esa relación, nunca volverían a ser los amigos que eran, porque mi abuelo nunca fue incondicional como Aleksi sí lo fue—. Lo siento tanto. No te mereces este trato.

Me incliné para darle un beso en la frente y luego salí de la cama para apagar la luz. No se me ocurrió ni por un instante pedirle que usara sus poderes para hacerlo y regresé a su lado, tanteando en la oscuridad de la habitación.

Me acomodé y sentí que mi cuerpo agradecía las caricias de las sábanas y la comodidad del colchón. Lo poco que había dormido no era suficiente para seguir despierta, pero en realidad, sabía que no podría cerrar mis párpados en paz si él no se alimentaba de forma correcta.

Exhalé y me mordí el labio inferior, reteniendo las palabras que no quería decir, pero que eran necesarias. Me esforcé por dejar mi orgullo a un lado, junto con mis celos, y abrí la boca:

—¿Y si mueres a Bethia...?

—Ni de chiste —me cortó Aleksi. Ahora, su voz sonaba un poco más compuesta. No supe si era la indignación que se filtraba en sus palabras o que de verdad de sentía mejor.

—¿No? —susurré. Lo intenté, pero el alivio se me transparentó en la voz. Eso me hizo sentir más tonta y aún más celosa. Él necesitaba esa sangre. Si no, se la quitaría a Bethia a la fuerza.

—Aún tengo dignidad. Aún tengo... pedazos de mi dignidad que recoger del suelo —me contestó—. No voy a morder a mi ex, la que me dejó por otro... La que sintió pena de mi cada vez que nos cruzamos, ...porque ella tenía marca y yo seguía solo. No,... no voy a beber la sangre de Bethia.

Me quedé callada. Volví a sentirme aliviada de que no quisiera la sangre de Bethia, pero también me sentí molesta con ella por haberlo hecho sufrir. Sobre todo, porque Aleksi sí era consciente de esa lástima. Seguramente, la percibía hacia tiempo. Seguramente, el día de la fiesta él se alejaba de ella porque no quería que de nuevo lo viera como un pobre tonto.

—Ella es una idiota —dije. Se me escapó.

Aleksi giró la cabeza hacia a mi y aunque no podía ver sus ojos con claridad, por la habitación a oscuras, supe que había una incógnita en ellos. Entonces, recordé que él no sabía lo que yo hablé con ella antes de que llegara herido a la casa.

—Es una tonta por dejarte ir —recalqué, pero Aleksi continuó mirándome.

—No es su culpa... Si yo hubiese estado con ella y tu hubieses llegado, yo la habría dejado.

Bufé.

—No la defiendas ahora, aquí, en mi cama, en tu lencho de no muerte —me quejé—. Tu no sabes... las cosas que ella y yo hablamos. Las cosas que supe que pensaba.

Aleksi carraspeó.

—¿Puedes... escuchar los pensamientos? —preguntó—. Sabías lo que yo estaba pensando, antes.

Me acurruqué contra él. Otra vez puse mi mentón en su hombro. Él se removió, inquieto, con ganas de girarse hacia mí, pero el dolor se lo impidió. Siseó y lo calmé con palmaditas en el pecho.

—No es como si escuchara tu voz, literal, en palabras, como cuando hablamos —le expliqué—. Más bien, veo imágenes. Y no es la primera vez que pasa, solo que antes creí que era mi imaginación. Tardé bastante en comprenderlo, la verdad. Y ahora que lo pienso, creo que la primera vez que me pasó fue contigo.

—¿Conmigo?

Sin poder evitarlo, bostecé. Deslicé la mejilla por su piel y cerré los ojos un instante.

—Cuando me contaste como tu madre y tu huían de tu clan. Los vi corriendo por un pantano. Olía horrible y bajo el lodo había cuerpos pudriéndose. El barro se pegaba a la piel... a la ropa, te hundía junto a los cadáveres. Se sintió tan real que creí que vomitaría.

Sentí como él dejaba de respirar. Se quedó inmóvil.

—Un pantano —repitió. Tragó saliva.

—O quizás solo me lo imaginé.

Él tragó saliva otra vez.

—El pantano nos ayudó a borrar nuestro olor —contestó él—. Aunque nos retrasaba, aunque era un terreno difícil y yo era un adolescente... fue mejor para ocultar nuestro aroma.

Durante un momento, los dos nos quedamos sumergidos en nuestros pensamientos, como si tuviésemos miedo de confirmarlo en voz alta. Esa ya era una respuesta suficiente.

—Vi lo que Arthur Edevane pensaba hacer conmigo —seguí, más de un minuto después—. Qué cosas se imaginaba de mí, justo antes de que llegaras a salvarnos. Y el día de la fiesta de alguna manera capté los pensamientos de Bethia. Pensaba en ti de manera sexual y... creí que era mi retorcida imaginación, pero no. Hoy, cuando nos cruzamos en el pasillo, le pregunté porqué pensaba en hacerte una mamada. Y casi que me lo confirmó. Si pensaba en ti, en eso, durante la fiesta. Yo creí que me lo imaginaba y estaba siendo tóxica por odiarla, por tener celos ante esas imágenes. Pero era ella... insertándolas en mi cabeza, aunque no a propósito.

No deseaba justificar mi arranque desquiciado de celos, porque Aleksi tuvo razón cuando me dijo que fui cruel, que pensé solo en marcar territorio. Pero debía darme, por mínimo que fuera, algo de crédito. Cualquiera se pondría loca si ve los pensamientos de otra mujer sobre su pareja... ¿Verdad?

En ese momento, la luz de mi velador se encendió sola. Me erguí en la cama y fulminé a mi novio, al paciente herido, con la mirada. Se suponía que no debía esforzarse, que tenía que descansar, e iba a decírselo, pero él tenía la frente arrugada. Puro desconcierto se esbozaba en su cara y me cortó antes de que pudiera retarlo.

—Bethia tiene pareja —me recordó, estupefacto—. Está marcada... ¿Por qué pensaría eso de mí?

—No tengo idea —dije, pasando por encima suyo para apagar la luz—. Pero eso no importa. Le dejé muy en claro que no confiaba en ella. Ni siquiera sé qué hace aquí y por qué la dejamos con vida.

En realidad, si importaba. Porque si Bethia había mentido sobre su marca para abandonar a Aleksi, eso podría afectarle. Y estando en ese estado, yo no quería que nada retrasara su recuperación, así que era mejor desviar el tema.

—Porque ella, Goran y Arran estaban... intentando proteger a Oliver Evermore de los Edevane —contestó—. Pero cuando llegué, ya era tarde. Arran está muerto.

Me quedé sentada en la cama, congelada, con sus últimas palabras rondando mi cabeza a toda velocidad.

¿Qué?

Los Edevane lo mataron y se llevaron a Oliver. Cuando llegué... Bethia estaba enterrando a su hermano.

Según mi tía Alice, Arran y Bethia eran muy unidos. Demasiado. Y si estaba muerto, significaba que todos ellos sí eran enemigos de los Edevane y que no fueron quienes nos tendieron una trampa. También eran sus víctimas.

—Vaya... —susurré. No sabía qué decir. No podía llegar a sentir pena real por ellos, incluso aunque hubiesen protegido al hermano de Jane, incluso aunque hubiesen ayudado en las últimas horas. Ninguno me simpatizaba.

—Vinieron conmigo porque... no tenían dónde esconderse.

Había mucho que quería preguntar sobre lo que había ocurrido cuando Aleksi no estaba en casa, pero él volvió a quejarse de dolor y cuando tosió e intentó incorporarse para pasarle mejor, lanzó un quejido que pareció un grito. Eso me hizo descartar todas mis dudas, no era el momento, no era necesario que siguiéramos con ello.

Me tendí a su lado otra vez y le alcancé el rostro. Le limpié las lágrimas que se le escaparon por el exabrupto y el dolor y lo recosté con dulzura. Le besé las mejillas y le acaricié el pelo. Aleksi suspiró, lleno hasta el pecho de mi cariño, y apretó el mentón contra la palma de mi mano.

—Tienes que dormir —le dije, posando mis labios sobre los suyos—. Tranquilo y en paz. Porque lo importante es que regresaste a mí. Que estás sano y salvo conmigo.

Lo besé despacio, saboreándolo con cuidado. Esa noche pasada había muerto muchísima gente y en ese instante, ambos teníamos la fortuna de estar juntos. Besarlo era un milagro que atesoraría por siempre.

Aleksi me lo devolvió y pude sentir cómo temblaba debajo de mí. Su mano derecha se deslizó por mi espalda y aunque le costó, logró alcanzar mi nuca. Sus dedos se colaron por entre mi cabello y me estremecí de placer. Amaba que me tocara, amaba que de devolviera con un gesto tan sutil toda la devoción que yo le entregaba.

Creí que no... te vería de vuelta —susurró él. La voz también le temblaba. Cerré los ojos y aguanté las ganas de llorar. Su tono de voz casi me desarma. Lo que sufrió en ese momento era palpable, era un eco de mi propia agonía.

Yo creí que nunca despertarías —sollocé, sin poder evitarlo. Apreté mis labios contra los suyos una vez más y luego le regué la cara entera con besos. Me detuve en sus hoyuelos y peiné sus párpados con caricias. Fue en ese momento que atrapé una lágrima pendiendo de sus pestañas—. No vuelvas a hacerme algo como esto. Jamás. O te mataré yo misma.

Él negó, atrayéndome a su pecho. Intentó que me recostara encima, pero me resistí a su fuerza sin problemas. No quería ni por casualidad hacerle daño.

—Lo juro —dijo, cediendo cuando notó que no estaba en condiciones de ganarme. En ese momento, yo era la más fuerte.

—No sé cómo lograron hacerte esto, pero no permitas que pase de nuevo —musité, limpiándole los párpados otra vez. Encontré otra lágrima solitaria y me deshice de ella.

Fue entonces que Aleksi se quedó rígido. Dejó caer la mano que estaba en mi nuca y jadeó horrible. Luego, intentó erguirse, desesperado.

—¿Qué haces? —le espeté. Lo frené por los hombros y su propia debilidad lo envió de nuevo a la cama. No pudo evitar gritar de dolor cuando el movimiento le jodió la herida.

—¡Mi madre...! —exclamó. Al levantar el tono, de nuevo se le notó la voz rasgada.

—¿Tu madre?

—Necesito sangre —balbuceó. Y cuando intentó levantarse de nuevo, no me quedó otra que estirarme y prender la luz del velador—. De quién sea... ¡La que sea! Tengo que...

Viendo que intentaba sacar las piernas fuera de la cama, no me quedó otra que ser brusca. Lo empujé sobre el colchón y lo mantuve quieto, usando toda mi resistencia. Aleksi forcejó y sus ojos cansados se llenaron de una suplica que me dolió ignorar.

—No puedes levantarte —dije, dura—. Necesitas recuperarte. No voy a dejar que salgas de esta cama hasta que estés en condiciones. Y eres bastante mayorcito para saber que, en tu estado, no hay mucho que puedas hacer por nadie.

—Kayla —gimió—. Lo había olvidado.

—Explícame qué pasa y veremos como solucionarlo —contesté.

Aleksi negó.

—Ellos dijeron que sabía dónde estaba mi madre. Arthur Edevane... me amenazó con ella... con su pareja y con... un bebé.

—¿Cómo? —solté. Dejé de ejercer presión sobre sus hombros porque él dejó de forcejear. De alguna manera, había entendido mis palabras—. ¿Tu madre tiene un bebé?

Negó de nuevo, cada vez más lento. Toda su cara se contrajo de dolor, pero esta vez parecía uno del corazón, del alma.

—Me dijo que una orden... bastaría para matarlos a todos. Y si Arthur no murió hoy... ya debe haber dado la orden —La desesperación se apropió de todos sus hermosos rasgos. El dolor en el corazón se lo estaba rompiendo. Yo creí que me rompería con él—. Mi mamá...

Se puso a llorar. Ya no hubo burdos intentos por contener las lágrimas. Ahora, estaba sintiendo en carne propia el terror de perder a la única familia que tenía, aparte de mí.

Le sujeté las mejillas con las manos y me apresuré a contenerlo.

—No, ellos han perdido mucho hoy, Alek —tercí—. Mucho. Mataste a demasiados de ellos, están muy heridos. Tienen que ocuparse de sus muertos y heridas. No están en condiciones de vengarse hoy. Tu madre está bien. Iremos por ella, ya mismo. Solo... Solo confía en mí.

Le di un corto beso en los labios y salí de la cama a trompicones. Llegué a la puerta y me giré a verlo solo para señalarme un ojo y luego a él. Era una advertencia. Más le valía quedarse en la cama.

Él, con la cara cubierta de lágrimas, como un jovencito aterrado y no como el vampiro más poderoso del mundo, más viejo que el mismísimo Jesús, me hizo algo parecido a un asentimiento.

—Te juro que, si te mueves, vas a tenerme más miedo a mi que a Arthur Edevane —añadí, antes de salir al pasillo.

Corrí entonces, patinándome por el mármol blanco, buscando a cualquier miembro de mi familia que pudiese ayudarme con eso. Solo Aleksi debía saber dónde estaba su mamá, pero solo nosotros podíamos ir a buscarla.

Llegué al corredor principal, agitada, solo para cruzarme a Bethia y a mi tía Alice, conversando seriamente a mitad de camino. Y, para mi mayor sorpresa, en medio de ellas, con la cabeza gacha y una expresión llena de culpa, estaba Oliver Evermore.

¡Gracias a todos por la espera y la infinita paciencia! Como les conté varias veces por aquí y por redes, estoy en final de cuatrimestre universitario y con problemitas de salud. Así que les pido todavía un poquito más de paciencia conmigo <3 Espero que puedan comprender que los retrasos no han sido adrede. 

También espero que este capítulo les haya gustado, aunque yo no me sienta super feliz con la estructura del mismo. Como algunas veces les digo, quizás en otro momento lo modifique. 

Para estar más atentos a las noticias, les recomiendo seguirme en instagram: /anns_yn 

Por último, mil gracias por las 900k, ¡y porque ya estamos a NADA del 1M! De verdad, toda esta travesía con ustedes es una hermosa locura, que aún no me creo ni un poquito, pero que me hace muy feliz. Son los mejores lectores del mundo. ¡LOS AMO!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro