Libro 2: Capítulo 19. Eternidad
71: Eternidad
Kayla
No me enteré más nada sobre los padres de Jane. Por el resto de la noche y gran parte del día siguiente, me dio miedo preguntar cómo habían despertado, si estaban bien, o tan siquiera qué pensaban hacer con ellos una vez que lo hicieran.
Sabía que estaba huyendo de mi propia responsabilidad al respecto, pero también tenía a Aleksi repitiéndome que lo que sea que decidieran hacer no era asunto mío. Por eso, a riesgo de quedar como una insensible, no pregunté nada.
Tampoco volví a salir de mi cuarto, porque a pesar de que había arreglado las cosas con mi tío Sam, no me animaba a encontrarme cara a cara con Allen. Sentía que era muchísimo más fácil discutir con él y disculparme no iba a venir solo. Yo también tenía que señalarle las cosas que me hicieron reaccionar así.
Más bien, preferí pasar tiempo acurrucada con mi pareja, viendo películas. O nadando en la piscina desnudos, o probando bizcochos y cualquier otra comida por la cual él tuviera curiosidad. Logré reírme, a pesar de las circunstancias, con cada uno de sus gestos y de cómo aseguró que podía volverse fanático de los dinosaurios de pollo.
Para cuando llegó la noche otra vez, Vivi vino a visitarnos con Theo y Phill, como si mi habitación fuese nuestra casa y no solo eso, un cuarto. Los invitamos a pasar y mientras Aleksi sostenía a su hermanito y se daba la alegría de alimentarlo por primera vez, Phill me contó que tuvo la oportunidad de hablar mucho con mi abuela y enterarse de cosas del clan Dubois que hacía siglos no sabía.
—Hacía mucho que no vivíamos en comunidad —dijo él, con un suspiro y una media sonrisa, mientras Vivi se deleitaba viendo a sus hijos como si fuera la cosa más maravillosa del mundo—. Aunque, sin dudas, me hubiese gustado conocer a tu familia en mejores circunstancias.
En eso tenía razón y yo no se lo discutí. En ese momento, parecía que los White estábamos de todo, menos unidos. Según ellos, no habían visto a mis padres desde el día anterior. Tampoco se habían cruzado con Allen y solo captaron a Alice vigilando como un halcón a la distancia como Hunter jugaba con su hija en el jardín, tratando de empezar a adaptarla al horario nocturno. Ya no había cenas juntos, ya no teníamos mucho que compartir.
—Me siento culpable por eso —confesé, e hice que Aleksi y Vivi levantaran las cabezas y me miraran—. Todo esto, al final, tiene que ver conmigo. Con las cosas que hice.
Phillipe arrugó la frente y apretó los labios, pero fue Vibeke la que habló.
—No justifiques sus actos solo porque perdiste el control una vez —me dijo—. No he pasado más de setenta y dos horas aquí, y entendí perfectamente que ellos tienen aún mucho que disculparse y aprender. Quizás más de lo que tengas que aprender tú. Ellos no te respetan.
Me quedé dura por el tono de su voz. Había seriedad en su mirada y el peso de muchísimos siglos en sus palabras. No era fácil responder a eso, cuando sabía que esa mujer había vivido lo que era el irrespeto.
—Yo no los respeté, ¿cómo voy a ganarme su respeto entonces? —susurré, casi tímida, pero Vivi solo se levantó para acercarse a mi y sentarse a mi lado en el sillón.
—Kayla, cariño —me dijo, con inusitada dulzura. Sin embargo, aunque la firmeza y la seriedad ya no estaba en su voz, persistía en su mirada—. No existe algo como "ganarse el respeto" entre las personas que te aman. Si te aman, te respetan. Si no te respetan, entonces su amor no es real. Entonces, solo eres una posesión. ¿Comprendes lo que quiero decir? En las familias, en las reales, no en los clanes, nadie se gana el respeto. Naces con él. Tu familia te lo debe. Y estoy segura de que tú los has respetado siempre. Si esto que pasó sirve para que tu familia lo comprenda, bienvenido sea.
Para cuando Vivi, Theo y Phill se marcharon, yo me sentía todavía más confundida que el día anterior con respecto a cómo tenía que actuar con mi familia. Ni Aleksi ni su madre consideraban que yo estuve mal, pero a mi me quemaba en el pecho y me sacaba el sueño. ¿Como podía, si no, de repente obtener el lugar que se supone que me merecía por simplemente haber nacido en esa familia? Si no me ganaba ese respeto, ¿cómo lo obtendría? ¿Tendría que ir simplemente a decirles que me lo den? Eso ya lo había intentado. Y no había funcionado.
Aleksi me miró debatirme en silencio, hasta que me acompañó a la ducha y luego me avisó que iría a beber sangre del deposito de la casa.
—¿Quieres venir conmigo? —me preguntó.
Al principio, me pregunté porqué me lo estaría proponiendo cuando sabía que yo odiaba la sangre, pero me bastó ver en su mente por un segundo para comprender que lo hacía porque quería darme mi espacio como vampira, no como semi humana y nada más.
—Está bien —dije, poniéndome un cárdigan de lana por encima del pijama. No tenía idea de si iba a ser capaz de tolerarlo otra vez, pero me dije que era mejor que andar cazando seres humanos, mejor que solo comer su comida y ser débil cuando más podía necesitar la fuerza.
Caminamos juntos por los pasillos iluminados hasta que nos cruzamos con Hunter también rumbo al depósito. Bryony estaba en sus brazos, con mal talante y poco predispuesta a acercarse mucho a cualquier otra persona que no fuese él, pero al menos no nos siseó como cuando mi tía la subió al auto.
—¿Vas a darle de comer? —dijo Aleksi, sosteniendo la puerta para que pasara.
—Sí. Tiene hambre todo el tiempo y Benjamín me permitió visitar las heladeras siempre que lo necesitara —dijo Hunter, como si necesitara explicarse con ambos.
Los seguí a los dos al interior y me quedé un poco apartada cuando Aleksi abrió las heladeras buscando el tipo de sangre que deseaba tomar ese día.
—¿Por qué no la alimentas tú? —pregunté.
Hunter apretó los labios y se acomodó a la niña sobre el hueso de la cadera. Cuando me miró, se me hizo increíblemente parecido a mi abuelo. Cuando mi tía se enterara de lo que yo sabía, iba a enloquecer.
—No confía en mi lo suficiente —me explicó, con pesar en la voz—. Nos vimos pocas veces.
—Lo sé —susurré, justo cuando Aleksi agarraba un sachet de AB+—. Pero pensé que quizás, con hambre, haría lo que fuera.
Hunter miró brevemente a su hija antes de volver a mirarme con tristeza.
—Solo se alimentaba de su mamá. Y creo que tiene entendido que morder "personas" está mal.
Con la abuela que tuvo, que la veía como un monstruo, eso no era de extrañar. Sin embargo, me pareció que otros sentimientos, mezclados en pensamientos, se escapaban de la mente de la niña, por lo que me acerqué a ella con curiosidad para explorarlos.
Bryony clavó sus ojos azules en mí, mientras su padre buscaba también la sangre que más podría gustarle, del mismo factor que el de su mamá. Más que saber que estaba mal morder personas, más que tener un concepto negativo sobre alimentarse de su madre, de ser castigada por ello, Bryony sentía miedo.
Estaba rodeada de desconocidos que claramente eran peligrosos. Se daba cuenta de que, a pesar de que nos veíamos como humanos, no lo éramos. Morder a su padre o a cualquiera de nosotros por comida lo estaba percibiendo como la peor de las opciones. Ella sabía que nosotros podíamos dañarla más de lo que parecíamos.
—Necesita tiempo —resumí, arrugando la nariz en el momento justo en que el Aleksi comenzó a beber su sangre y el aroma inundó el depósito. Ante mi gesto, Bryony me mostró los dientes, con los colmillitos afilados, interpretando que estaba siendo desagradable con ella—. ¡Ay, no! —exclamé, alzando las manos y tratando de sonreír sin respirar—. Lo siento, Bry. Es que a mi no me gusta mucho el olor de la sangre —dije. La niña siguió viéndome con fastidio—. Pero a ti sí, ¿no? ¿No la hueles? Debe estar rica.
Mis intentos por ser simpática no tuvieron resultados. No conseguí que se relajara y lo único que sentí de su parte fue tensión, molestia y desagrado. Ella no me quería cerca y retrocedí un paso, sintiéndome tonta. No sabía si no tenía tacto con los niños, o con esa niña en puntual.
—Mira, Bry —dijo Hunter, como si no hubiese notado nada. Sacó una bolsita de A+ y se le enseñó—. Quizás esta te guste más que la del biberón, ¿no?
A través de sus pensamientos, pude saber que intentaron darle de comer y que la niña destruyó un biberón tras otro. Intentaron, sí, porque también mi tía lo hizo y ambos, ella y Hunter, pelearon por quién lo haría mejor como si ambos fuesen padres de la criatura.
Apreté los labios y no dije ni mu, ni siquiera cuando Bryony rechazó la bolsa porque la sintió fría y olía más el plástico que la sangre.
—Sabe lo que le gusta —dijo Aleksi, caminando hacia nosotros cuando Hunter bajo la bolsa después de tres intentos de hacerla beber por la boquilla—. Prueba esta —le dijo, inclinándose hacia la niña, con una sonrisa radiante, amable y muy simpática. Sin dudas, no pareció Mørk Hodeskalle—. Está menos fría y puedes hacerlo así —le mostró, entonces, con la bolsa de A+ que Hunter tenía, que podía clavarle los colmillos.
Bryony intercaló miraditas entre él y la sangre, con menos rechazo del que me tenía a mí. Y finalmente intentó alcanzar la bolsa de AB+ que le ofrecían. Su padre la ayudó y, al verla dudar, clavó sus propios colmillos en el plástico y le mostró de nuevo cómo beber. En seguida, el olfato le despertó el hambre y ella se apresuró a clavarle los dientes otra vez.
—Gracias —le dijo Hunter a Aleksi—. Fue una buena idea.
Mi novio le sonrió también a él.
—Cuando quieras.
Hunter se giró y se encaminó a la salida, con un pensamiento dándole vueltas por la cabeza, relacionado al agradecimiento que sintió por la intervención de Aleksi, a mi tía, y a lo solo que se sentía en la casa.
Por supuesto, para todos, él seguía siendo un Edevane. Y ahora era un padre soltero con una niña vampiro traumatizada que apenas conocía. Él no sabía qué hacer, no sabía en quién apoyarse. Y se lo reconocía.
Me giré hacia él y lo llamé antes de que dejara el depósito.
—Puedes llamarnos siempre que quieras —le dije—. A mí, a Aleksi. Incluso a su madre. Quizás a Bryony le venga bien ver a otros vampiros e interactuar con ellos. Quizás —añadí, echándole un vistazo a Alek—, también le venga bien ver a Theo, aún cuando él sea muy chiquito.
Aleksi se apresuró a asentir.
—Hay muchas madres y muchos padres en esta mansión, que han criado a muchos vampiros —corroboró—. Podrán aconsejarte sin problemas.
—Y... —apreté los labios. En la mente de Hunter flotaba la cara de mi tía constantemente. Ni siquiera tenía que intentar ver sus pensamientos, estos simplemente se estiraban hacia mí, como si quisieran que los leyera—. Y mi tía... es... super fan de los niños. Creo que a Bryony ella le gusta.
Hunter se quedó en silencio. La voz de Alice zumbaba en sus oídos, en su cabeza, en todo su cuerpo, y no podía explicárselo. Estaba irritado con ella, sí, porque intentó darle directivas sobre cómo alimentar a su hija de una forma un poco dominante, pero a la vez, no le disgustaba ver a Bryony con ella. No le molestaba que ella fuera la única persona a la que la niña le cediera su muñeca. Le causaba un revoloteo en el pecho.
—Sí, creo que le gusta —confirmó.
Salió del deposito y yo me giré hacia Aleksi, dándole vueltas a la marca que aún no había ocurrido, solo para encontrarlo agarrándose más bolsas de las que le entraba en un brazo.
—¿No quieres beber nada? —me preguntó—. Porque si te molesta mucho el olor, puedo ir a beber al patio. Y quizás puedas acompañar a Hunter mientras esté con Alice.
Apreté los labios.
—Creo que yo sería un mal tercio. O cuarto, si contamos a Bryony. Sobre todo si la contamos —me corregí—. No soy buena con los niños.
Él se rió y cerró la heladera.
—Oye, es cuestión de práctica. Y es más fácil cuando los niños no tienen tantos traumas.
Salimos del deposito solo para encontraron a Hunter parado a mitad del pasillo, de espaldas a nosotros, mirando su teléfono. Bryony estaba estrujando la bolsa de sangre, pero también curiosa hacia el aparato.
Pude sentir la preocupación manar de él incluso antes de que suspirara.
—¿Está todo bien? —pregunté, alcanzándolo. Hunter negó, pero se guardó el teléfono antes de que pudiera verlo.
—Era mi madre. Ella es quien se comunicaba con la mamá de Bry y su abuela. Dice que la mujer no le responde los mensajes. Yo supongo que debe estar ocupada, o feliz de no relacionarse más con nosotros. Pero mi madre tiende a exagerar y no está tan convencida —explicó—. Quiere ir a la casa a verla.
—Solo va a exponerse —dijo Aleksi, deteniéndose a nuestro lado—. Es mejor mantener el perfil bajo y olvidarnos de la humana. Si alguien de tu clan llega a prestarle atención de golpe, puede que no capten nuestra esencia ahí, pero si verán rastros de la niña e indagaran porqué fue a visitar a una simple humana.
Hunter asintió y sacó el teléfono otra vez, pero para marcarle a su madre.
—Sería más fácil si ya no formara parte de ese clan —musitó, antes de ponerse a conversar con ella y urgirle que no se moviera de donde estaba.
Escucharlo me hizo, otra vez, pensar en la marca y en que la liberación de Hunter era hacerla efectiva con mi tía. Si ella resultaba ser la dominante, Hunter sería un White, no más un Edevane y estaría a salvo con nosotros de su clan. Y además... Bryony estaría a salvo. Ya no podrían reclamarla.
Tomé la mano de Aleksi y me apresuré a llevarlo donde nadie podía oírnos, cerca de la piscina, donde ni siquiera estaban los empleados.
—Necesito saber qué es lo mejor —le dije, sentándolo en una de las reposeras—. ¿Le digo o no a mi tía que Hunter es tu marca?
Él me miró estupefacto por un segundo, antes de destapar la boquilla de una de los sachet y comenzar a beber.
—¿Por qué de repente te da la urgencia?
—¿Y si mi tía es quien marca a Hunter y lo convierte en un White? —contesté—. ¡Eso lo alejaría a él y a Bryony de los Edevane!
Alek arqueó una ceja.
—Solo si ella lo marca a él —me recordó—. Si no, tu tía será un Edevane.
Yo me crucé de brazos.
—¿Dudas en serio del carácter de mi tía? —musité.
—No —replicó—. Hay cosas que no dudo y es el carácter de todas las princesas White. Pero tampoco dudaba del mío, ¿sabes? —me recordó—. Aún puede ser peligroso para tu tía. Aunque, ser la marca de Hunter dentro del clan podría simplemente salvarla por las leyes de sangre a que el resto de los Edevane la toque, tampoco dudo que podrían deshacerse de Hunter en un pestañeo para quedarse con ella y con Bryony.
Me dejé caer en la otra reposera, tratando de que no se me notara que las cosas que me había pasado por delante no rompían con todas mis maquinaciones. Exhalé, lentamente, preocupada por todo lo que eso significaba.
—Lo importante —dijo Aleksi, inclinándose hacia mí—, es hacer que Hunter renuncie a su clan con un testigo que no tenga nada que ver con nosotros, antes de que ellos sepan de la existencia de Bryony y antes de que él se marque con tu tía.
Yo fruncí el ceño, concentrada en sus palabras.
—¿Quién estará dispuesto a ser testigo en contra de los Edevane? —murmuré.
—Alguien igual de cerdo que ellos. Y yo conozco muchos cerdos —añadió, con una sonrisa—. Y me deben cosas. Hablaremos con Hunter, cuando haga dormir a Bryony. Tenemos que apurarnos, porque la marca no se va a hacer esperar demasiado.
Me guiñó un ojo y me acordé de lo poco que nos aguantamos desde que nos conocimos. También me acordé que él me perseguía hasta dentro de la casa y que no era nada disimulado al respecto. Lo de deshacerse de Gian fue una mera excusa.
Sonreí.
—Ni siquiera tratabas de resistirte —le dije. Él se encogió de hombros y le dio otro sorbo a la sangre.
—¿Por qué tendría que haberme resistido?
Yo arqueé las cejas.
—No sé, ¿por decencia? ¿Por moral? En ese momento no sabías que eras mi marca y andabas persiguiendo a una jovencita, viejo verde —bromeé, haciendo que se ahogara de la risa.
—¿Dónde me veo viejo? —protestó, tosiendo para recuperarse. Ignoré que tenía toda la boca roja de la sangre de algún ser humano—. Dime dónde has encontrado siquiera una arruga.
Yo apreté los labios, pensando en el lugar menos decoroso que podía. Ahí estaba lleno de arrugas. Traté de contener la risa, pero no me salió.
Aleksi silbó.
—Degenerada —me acusó, porque, aunque era yo la que leía los pensamientos y no él, tampoco estaba dejando muchas dudas al respecto—. Pero podemos revisarlos juntos después para que veas que no es por la edad.
—Está bien, será todo un placer —repliqué, riéndome todavía.
Sus ojos azules se clavaron en los míos y esa sonrisa divertida que adornaba sus labios se volvió oscura, sensual.
—Creo que va a ser el mío.
Yo me incliné hacia él también. Entrados en el juego, siempre podía jugar fuerte, así que me relamí los labios.
—Mira que muerdo.
—Me gusta que me muerdan —confesó, estirándose más hacia mí. Su boca estaba a centímetros de la mía y aunque hubiese podido oler la sangre en su lengua, no lo hice. Y, aunque eso normalmente podría haberme dado mucho asco, tampoco lo hizo—. ¿Quieres morderme ahora?
Nos encontramos en un beso tirante. A pesar de su sugerencia, fueron sus dientes los que me mordieron y succionaron ahí donde acababa de lamerme. Se me calentó el cuerpo y por varios segundos, mientras su lengua se encontraba con la mía y me hacía temblar, me olvidé de todo. Incluso de las dudas, del alcance de mis poderes y de nuestros problemas.
Me deslicé de mi reposera a la suya y casi que tiro todos los sachet de sangre que le quedaban al suelo para sentarme sobre sus piernas y pasar mis brazos alrededor de su cuello. Aunque llevábamos horas solos en los que nos habíamos comido casualmente, hacia rato que no me dedicaba palabras juguetonas y terribles como esas. Eso era lo que me encendía.
Y tal vez que podía vernos todo el mundo siendo lo que éramos: una pareja.
—Quizás deberías beber de mi —susurró Aleksi, tirando la cabeza hacia atrás, exponiéndome la garganta. Mi corazón dio un vuelco cuando saboreé realmente la sangre humana entre mis dientes y con más ganas que nunca quise clavarle los dientes a él. Su nuez subió y bajó cuando tragó saliva, mi saliva.
—¿Por eso estás bebiendo tanto? —susurré, pasando una pierna por encima de su cadera, sentándome a horcajadas donde podíamos presionarnos el uno directamente con el otro. Una de mis uñas, de las que él tanto disfrutaba, se colaron por el escote de su camisa. Rocé su piel, su cuello, hacia arriba, raspando los contornos de su mandíbula. Se estremeció debajo de mí.
—Todo lo que hago es por ti —me contestó, cerrando los ojos, entregándose a mis deseos y a cualquier cosa que estuviera por hacerle. Me eché hacia él y pasé también la lengua por su garganta. Casi que podía saborear su sangre. Las ansias comenzaron a consumirme cuando me imaginé hacerlo teniéndolo dentro de mí, pulsando fuego y placer.
—Vamos al cuarto —le dije, con la voz ronca, sensual. No concebía aguantar un segundo más y me levanté. Agarré su mano y tiré de ella para que me siguiera, mientras las bolsas de sangre se levantaban por el aire con magia.
Sin poder ocultar nuestras urgencias, nos encaminamos al vestíbulo y, antes de entrar al pasillo principal, él le dejó en las manos las bolsas de sangre a uno de los empleados, para que las guardara otra vez.
Sin decir nada, Aleksi me tomó de la cintura y, ante la mirada atónita del empleado, se echó a correr más rápido de lo que yo haría jamás. Mi espalda chocó con la puerta de nuestra habitación, se me escapó un jadeó y mis dedos arrancaron, al mismo tiempo, los botones de su camisa.
—Aún no estamos dentro —me dijo Aleksi, con la boca contra la mía, quitándome el poco aire que me quedaba.
—Apúrate o voy a arrancarte los botones de abajo.
La puerta se destrabó y él avanzó, todavía sujetándome, hacia la cama. Me arrojó sobre ella con rapidez y en vez de dejarme que le arrancara todo, me lo arrancó a mí. Perdí mis pantalones y las bragadas y el perfil de un colmillo raspó todo el interior de mi muslo, rumbo a mi entrepierna.
—Este no era el trato —dije, pero no podía sonar enojada.
—¿Vas a hacer más tratos conmigo? —inquirió. Su tono era bajo, profundo. Su respiración caliente contra mi piel desnuda me hizo estremecer. Sus dedos acariciaron la tierna piel alrededor de mi vulva y me agité de la emoción.
—Te daré lo que quieras si me tocas con esa lengua.
Cuando bajé la mirada, él la alzó. Nuestros ojos se encontraron otra vez. Ardían, me quemaban.
—Si te toco con esta lengua, ya no habrá vuelta atrás. Serás mía por toda la eternidad.
Entre abrí los labios. Un gemido se escapó de ellos.
—La eternidad suena muy bien.
Aleksi sonrió. No, Mørk Hodeskalle lo hizo, cerniéndose sobre la presa. Sacó la lengua roja y se inclinó hacia mí. La presionó contra mi clítoris, lento, fuerte. Fue una probada intensa que amenazó con destruirme y que me hizo gritar de deleite.
Dos lamidas profundas más y sus labios reemplazaron con una succión abrumadora, con besos esmerados en quebrar cada parte de mí, que ponían a prueba mi resistencia y mi propia hambre. También mis promesas sobre lo que haría entre sus piernas.
Nunca creía ser capaz de acabar tan rápido cuando me tenía en sus manos. Pero al igual que la primera vez que estuvimos juntos, que sus manos se aferraron a mis caderas y me devoró en aquel sillón del hotel, me hizo añicos. Ya había perdido la cantidad de veces que me hizo añicos desde que lo conocía, con una facilidad que la experiencia y la magia solo podían dársele a él.
Me quedé lánguida sobre la cama, con la electricidad todavía tensándome las piernas que él mismo se había puesto sobre los hombros, con la respiración irregular y la sangre en mis venas latiendo salvaje.
No tenía idea de cómo siquiera iba a levantarme para intercambiar lugares, pero cuando él se quitó el resto de la camisa y dejó caer también sus pantalones para revelar lo duro que estaba, me convertí en una bestia.
Me senté en la cama y me quité la camisa y el sostén, dejándole a la vista, para su propio deleite, mis pechos llenos y adoloridos, cargados con el peso del orgasmo. Vi en su expresión que lo que acababa de comer no lo había dejado satisfecho. Ninguno de los dos lo estábamos.
—Ven aquí —le ordené—. Es hora de que te dé tu eternidad.
Lo agarré de la cintura con las rodillas y lo acerqué a mí. Su pene quedó casi delante de la cara y él no perdió el tiempo en llenarse las manos con mis senos. Sus dedos rozaron mis pezones y cuando gemí, me los apretó. Cuando gemí de nuevo, me los apretó aún más.
—Amo que te pongas rudo —jadeé, agarrándolo también a él, suspirando de satisfacción de tenerlo entre mis dedos. Lo acaricié lentamente, desde la punta hasta la base. Lo apreté y él me pellizcó con más fuerza, en respuesta.
—¿Hoy no vamos tierno y dulce? —me dijo, dejando caer la mandíbula cuando volví a recorrerlo en toda su extensión. Le temblaron las piernas de placer contenido.
—¿Cuándo lo quiero tierno y dulce? —bromeé, llevando mis labios a la punta. Lo lamí, despacio, puliéndolo—. Siempre te quiero duro y entero.
Y, entonces, me llené la boca. Su tamaño era abrumador, pero su sabor era demasiado bueno, demasiado excitante para quejarme si quiera alguna vez. Incliné la cabeza, para saborearlo mejor, y dejé que un ronquido que nacía en lo hondo de mi pecho le hiciera saber cuánto me gustaba comérmelo.
Me respondió con otro, más gutural, más endemoniado. Sus manos se aferraron a mis pechos, los masajearon con desquicio. Yo lo bombeé más fuerte, lo succioné hasta que la habitación se llenó de los indecentes sonidos de mi boca, hasta que sentí que ya no podía respirar.
Hasta que él tampoco pudo respirar y estalló en mi boca, cálido, salado y dulce. Y mío.
—Conejita —rugió él, apretando mis pezones. Solté su pene no son antes darle una larga lamida, asegurándome de que no se dejaba nada para sí mismo—. Conejita.
Levanté la mirada hacia él y me limpié los labios con los dedos, con una mueca atractiva y sensual que lo obligó a reanudar las caricias en mis pechos.
—¿Sí?
—¿Cómo quieres que te coja? —preguntó.
Me arrastré hacia atrás en la cama, abriendo las piernas. Me recosté entre los almohadones y me acaricié ahí donde antes estuvo su lengua. Él reptó detrás de mí, trepándose, clavando las rodillas en la colcha que me había hecho mojar, cerniéndose sobre mi cuerpo para acomodarse contra mi pelvis.
Nos presionamos. Su pene caliente contra mí, todavía húmedo, recuperando lentamente la erección, elevó mi temperatura otra vez. Mi sensibilidad se hizo la suya.
—Dime cómo —repitió Aleksi, acariciando mi vientre, subiendo lentamente por mis costillas, pasando por encima de mi pecho para llegar a mi rostro y correrme el cabello suelto de la frente, de las mejillas. Sus dedos peinaron mis pestañas y párpados, su gesto fue dulce, cariñoso.
Se me atoraron un montón de sentimientos en el corazón que nada tenían que ver con la lujuria. Tenía que ver con la delicadeza de su tacto que se incrementaba con cada movimiento sutil de nuestras caderas.
—Lento —susurré, casi sin aire, cuando coló la mano detrás de mi nuca para atraer mi cabeza a la suya—. Duro, profundo y lento. Vuélveme loca. Hazme gritar.
Me sonrió. Sus hoyuelos se vieron más sexys y adorables que nunca. Su pene se hinchó de nuevo, finalmente, contra mi vulva. Los primeros signos de placer volvieron a azotarme sin perdón ni tregua cuando se acomodó en la entrada de mi vagina.
Se deslizó tan despacio, milímetro a milímetro que realmente amenazó con desquiciarme. Solté un gemido largo, ahogado, a medida que nos uníamos. Clavé las uñas en sus hombros y curvé los dedos de los pies. Aleksi se derritió entre mis piernas y yo me derretí con él.
Antes de llegar al final, se retiró con la misma lentitud, robándome un gimoteo. Estuvo a punto de salirse por completo y volvió a arremeter profundo, hasta el final, con una estocada más fuerte, destinada a cumplir mis rudas fantasías.
Suspiré su nombre y si no fuera porque aún seguía sujetándome la nuca, mi cabeza habría caído hacia atrás sobre los almohadones. Yo habría pasado a una mejor y dulce vida. A una eterna, a una inmensa.
—Así, mi amor —susurró él, en mi oído, yendo hasta el fondo una vez más y demorándose ahí, sacudiendo las caderas en círculos.
—Dios —susurré, embriagada, borracha. No podía siquiera pensar—. Sí.
Su boca se cerró sobre el lóbulo de mi oreja. La mía, por instinto, por necesidad, se cerró en su garganta. Mis colmillos perforaron su piel y él, en ese mismo instante, tal y como lo había estado imaginando, se derramó dentro de mí. Se entregó por completo a esa eternidad nuestra.
Aleksi me despertó antes del amanecer. Ya ni me acordaba de Hunter cuando me dirigió a la ducha y me metió bajo la lluvia de agua caliente. Terminé de despertarme cuando me sugirió que me vistiera rápido, antes de que tuviera que repetirse con sus exquisitos movimientos y dejáramos a un lado totalmente lo importante.
Salimos de la habitación y fuimos derecho a donde Hunter se estaba hospedando, pensando que lo encontraríamos durmiendo a Bryony él solito. Pero, en cambio, cuando tocamos la puerta, Aleksi me dirigió una mirada de advertencia que no entendí hasta que entramos en el cuarto y encontramos a mi tía acostada en la cama de Hunter, junto a una muy despierta Bryony, leyéndole un libro infantil como si fuese la madre del año.
—No esperaba verlos a esta hora —nos confesó Hunter. Tenía una expresión agotada. Casi que podrían haberle aparecido ojeras bajo los ojos. Pero su cansancio no era algo físico, era algo mental. Llevaba toda la noche tratando de que Bryony no llorara, no gritara, ni tampoco se durmiera.
No estaba nada seguro de si lo que hacía estaba bien, no se sentía confiado. No tenía ni idea de cuáles eran las mejores opciones para su hija y aún intentaba convencerla de que lo mordiera para alimentarse. No estaba funcionando.
Miré por debajo de su brazo extendido, que sostenía a la puerta, a Alice. Ella nos había escuchado, por supuesto, pero nos estaba ignorando porque toda su atención estaba en Bryony, tan pasada de rosca que ahora no podía dormirse.
Lo bueno, era que Hunter había notado lo mismo que yo: Bryony estaba muy cómoda sentada junto a Alice, arropada en la cama, atenta a lo que le contaba.
—Qué bueno que la llamaste —le dije.
—No es como si tuviera mejores opciones —declaró él, lo suficientemente claro como para que mi tía escuchara. Ella lo ignoró como si él no fuese más que un mosquito que apenas si zumbaba por el cuarto—. Y la verdad es que sí necesito la ayuda —añadió, en voz baja.
—No vamos a tomarnos mucho tiempo —le dijo Aleksi, retrocediendo hasta el pasillo—. ¿Te parece si las dejamos solas un momento?
Hunter le echó una miradita a su hija antes de salir de la habitación y cerrar la puerta. Nos alejamos solo un poco porque, aunque nada de esto era un secreto, si Bryony tenía que dormir, lo mejor era que no nos escuchara parlotear. Aunque fueran pequeños, los bebés vampiros tenían muy buen oído.
—Quería comentarte sobre tu clan —empezó Alek, con confianza—. Imagino que no tienes un testigo para abandonarlo, ¿no es cierto?
Hunter negó, un poco sorprendido de que la conversación viniera por ahí.
—Soy el último H, nadie se acuerda de mí. Jamás pensé en necesitar un testigo por eso mismo. La mayoría de mis conocidos son vampiros convertidos y rezagados sin clan —explicó—. Tampoco me interesó mucho estar cerca de la cúspide. Mira a mi hermano, que sí lo intentó, cómo terminó.
Sí, castrado por la vampira que ahora le leía un cuento a su hija. Y que, por si eso era poco, era su marca. Yo solo podía pensar en que era bueno que Howard realmente no se hubiese acostado con ella.
—Es necesario que te pronuncies cuanto antes —le dijo Alek—. Tengo quienes podrían hacerte de testigo. Si realmente no te prestan atención, entonces no se preocuparán por ponerte peros. La ley de sangre te ampara.
Hunter ladeó la cabeza, confundido.
—Pero eso no evitará que puedan venir por Bryony —explicó—. Ella nació en el clan. Mi potestad como padre no significara nada para ellos. Ejercerán la ley de entrega igual.
Yo miré a Aleksi, pensando en lo que los dos sabíamos y él no. Esto no era solo Bry, era por mi tía también. No podían marcarse, no hasta que él no fuese más un Edevane. Pero tampoco podíamos decírselo.
—Una vez que estés fuera del clan, con testigos, con el apoyo de los White, la pelea será más justa —insistió Aleksi, sin revelar nada—. Es vital que salgas del clan hoy mismo.
—De acuerdo, entiendo. Es una prio...
El celular de Hunter comenzó a sonar. Se lo sacó del bolsillo y cuando vio la pantalla, se quedó mudo. Frunció el ceño. Vi el nombre sin entender, hasta que él los miró a través de las pestañas, con el rostro perlado por la incertidumbre.
—Es la abuela de Bry —explicó.
—¿Tu madre fue a verla? —inquirí y él negó.
—Le dije que no lo hiciera. ¿Tal vez llama por la mamá de Bry...?
Contestó el teléfono y se lo llevó al oído. Su rostro pasó de preocupado a estupefacto. Luego, lo inundó un pánico que me hizo agarrar la mano de Aleksi en respuesta a sus pensamientos. Mi pareja se puso tenso y las sombras del pasillo se intensificaron a nuestro alrededor.
Hunter no respondió ni una sola palabra a lo que le decían. Sus ojos se encontraron con los míos, como preguntándome si me estaba enterando de todo. Pero lo cierto es que no hacía falta leer sus pensamientos, podía escuchar la voz calmada del otro lado. Aleksi también.
—Cuelga —artículo él, pero Hunter no lo hizo, puesto que la amenaza seguía y seguía.
Una puerta se abrió en el pasillo y no me moví cuando mi tía irrumpió en el círculo, justo cuando el nuevo líder de los Edevane le prometía a Hunter que, si realmente existía una niña, que, si realmente la estaban ocultando los White, ni él ni ninguno de nosotros desearía haber existido.
Mi tía le arrebató el teléfono de las manos. Actuó tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar. Y Aleksi, que podría haberlo hecho ya que no estaba en shock, como Hunter, no se atrevió a ponerse en su camino.
—Dilo de vuelta —le espetó ella al teléfono—. Ojo por ojo, diente por diente. No cantes la ley de sangre en mi cara, Edevane. Porque hay muchos ojos que me debes. Quisiste llevarte lo que no es tuyo, así que yo me llevé lo que ahora es mío.
Cortó y le devolvió el teléfono a Hunter. Se regresó por el pasillo a la habitación, con Bryony, y nosotros tres nos quedamos callados y quietos.
Mi tía no había dicho ninguna mentira. En realidad, se estaba cobrando lo que yo señalé ante toda mi familia días atrás al señalar que los Edevane rompieron las reglas de la ley de sangre. Quisieron secuestrarnos, llevarnos a la fuerza, un acto de guerra disfrazado de justifica, con normas arcaicas. Llevarse a Bryony era nuestro propio pago.
Pero ahora ellos sabían que era así. Sabían que teníamos a una legítima Edevane en la casa, acababa de confirmárselo. Miré a Aleksi, segura de que él sabía lo que se nos vendría, pero con las más grandes dudas sobre los límites de ese clan.
La pregunta era obvia: ¿se atreverían, una vez más, a atacarnos? ¿O lo que demostramos, juntos, como Mørk Hodeskalle, como la niña de la profecía, era suficiente?
¡Lo sé! Me tardé un montón, y por eso les traje un capítulo super largo y encantador. Espero que dejen muchísimos comentarios en la parte candente, pero también muero de ganas por saber qué piensan del final y cómo creen que esto va a seguir.
Y... ¿qué tal si proponemos lo de la otra vez? Si llegamos a 1k comentarios, subo el próximo capítulo antes del miércoles ;) ¿Les va? (ya me veo que voy a empezar a sudar porque lo van a cumplir y tendré que escribir como loca xD)
¡LOS AMO! Y los extrañé un montón. ¡Nos vemos pronto!
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