Libro 2: Capítulo 17. Burbuja de oro y cristal
69: Burbuja de oro y cristal
Kayla
En la casa había un gran debate. Un griterío, más bien.
Cuando llegamos al living, nos encontramos con Jane discutiendo abiertamente con Oliver. Ambos estaban parados en el centro de la sala y tenían espectadores. Cuando ingresé y miré mejor, me dí cuenta de que tenían bandos.
Detrás de Jane, mi tío Allen y mi hermano estaban parados asintiendo a cada una de sus palabras. Ella le reclamaba a Oliver haber sido tan despojado de la preocupación por sus padres cuando terminó con los Edevane como para tomar responsabilidades ahora. Era bastante irónico que mi hermano la apoyara en eso cuando él era capaz de hacer las mismas tonterías que él.
Detrás de Oliver, en los sillones, estaba Goran y Bethia. Esta última, sentada al borde de los almohadones, saltando con cada grito, preparándose para intervenir cuando pudiera. Por suerte, Jane era más rápida de lengua y sus palabras no le permitían a Bethia acotar nada.
—¿Por dónde está la platea vip? —preguntó Aleksi. Mis abuelos, que habían llegado primero, observaban todo en silencio, como si prefirieran no meterse. Hunter se había detenido en el pasillo, porque a Bryony parecían no gustarle los gritos.
—¿Por qué pelean así ahora? —susurré yo y recién ahí mi amiga se dio cuenta de que tenía espectadores. Su expresión se suavizó al notar a mi abuela.
—Señora White, perdóneme —le dijo—. No quería hacer un revuelo en la casa.
—Pero, ¿por qué gritan? —dije, más alto, mientras mi abuela negaba como si no hubiera nada malo.
Jane se puso los brazos en jarra.
—Mis padres intentaron escapar —explicó. Tenía la cara colorada y todos los cabellos parados. Parecía un gato erizado—. Intentaron golpear a los guardias y corrieron como locos psicópatas por el patio. Allen tuvo que detenerlos. ¡Y Oliver cree que fue demasiado!
Oliver arrugó la frente. También tenía los pelos parados, como si se los hubiese estado jalando.
—¡Les saltó encima como un animal! —gritó.
Ahí, mi tío avanzó hasta ponerse delante de Jane.
—¡Se estaban haciendo daño! Tu madre estaba sangrando, Oliver —le espetó con dureza, con la misma que me hablaba a mi cuando me ponía en su contra. Fue raro verlo desde afuera, porque parecía mucho más violento con Oliver que conmigo—. Por haberse cortado con los vidrios de una de las puertas del sótano. Tomaron el arma reglamentaria de uno de los guardias. ¡Tu padre ni siquiera saber disparar!
—¡Solo intentaba defenderse!
Jane agarró a mi tío de la camisa y lo corrió hacia atrás como si este no fuese una roca de cien años. Tomó la delantera.
—¡Le disparó a la madre de Kayla!
Oliver avanzó también. Él no podía ponerse colorado porque, al ser un convertido, no tenía sangre en las venas, pero eso no impidió que todo su cuerpo se tensara. Cuando un vampiro se enojaba, parecía menos humano.
—¡No podía hacerle nada! ¡Es una piedra como yo! —rugió, con los colmillos brillando ante la luz de la araña de techo—. ¡En cambio, esta bestia de un metro ochenta, le saltó encima y casi le rompe la pierna!
La bestia de metro ochenta era mi tío, que tomó la delantera una vez más. Notó, al igual que todos, que Oliver estaba avanzando sobre su hermana como un depredador.
—La bala rebotó en contra una de las columnas de mármol —gruñó, sacando los colmillos al igual que él. Estaba usando un tonito oscuro que no le oí usar jamás. Me tembló el cuerpo, olía a riña. Y Jane estaba todavía en el medio—. Pasó a centímetros de la pierna de tu padre, que no rompí. Pero si lo tocaba, le hubiese abierto una arteria y lo tendrías muerto en el jardín. Nada podría haberlo salvado.
Mi tío Allen no era médico, como mi tío Sam, pero era viejo y tenía clínicas. Sabía mejor que cualquiera en ese cuarto lo que hubiese pasado si la bala le daba en la pierna al padre de Jane de forma fatal. Ni el veneno de un vampiro podría haberlo rescatado. No hubiese sido lo suficientemente rápido.
Me estremecí con esa idea, pero no tuve tiempo de pensarla mucho más. Los dos se encontraron pecho a pecho en el medio de la sala, con rugidos vibrando en sus gargantas, mientras Jane intentaba mover a mi tío y Bethia saltaba del sillón como una madre aterrada.
—¡Creo que los dos tienen que calmarse! —dijo ella, agarrando a Oliver del brazo. Él se la sacó de encima con tanta fuerza que creí que el brazo de Bethia se haría giratorio.
—¡Van a lastimar a Jane! —chillé, dando un paso adelante, en el mismo momento en que Oliver empujó a mi tío y este tuvo que clavar los talones en el suelo para que no moverse ni un centímetro y no aplastar a mi amiga.
—Piensa en tu hermana, niño —le dijo Allen, extendiendo un brazo hacia atrás, protegiendo a Jane de cualquier golpe. En ese momento, mi hermano se estiró hacia ella y delicadamente y de la mano, la alejó de los dos vampiros cuyos gruñidos retumbaban en sus pechos.
—No soy un niño.
—Entonces dile a tu mami que deje de tratarte como uno —indicó Allen, con un movimiento del mentón, a Bethia.
Eso pareció tocar una fibra de orgullo en Oliver, porque sus hombros se tensionaron y yo apenas si alcancé a prever lo que iba a pasar. Le tiró los dientes al cuello a mi tío, al igual que los dedos, que se le curvaron como garras.
Pero no llegó a moverse más que unos centímetros. Se quedó congelado en su sitio, mientras Allen se mantenía impávido, cero impresionado.
Ahí, me di cuenta de que, aunque la mayoría de las veces no estaba de acuerdo con él y me parecía el más inmaduro de todos mis tíos, él era un vampiro de sangre hecho y derecho, con muchísima más práctica y experiencia que Oliver, Elliot y que obvio yo. El intento de ataque no lo asustó y supuse que, de haberlo deseado, Oliver habría terminado en el suelo.
—Tienes que comportarte, Oliver —dijo Aleksi, el culpable de que el muchacho no pudiera moverse—. Estás agrediendo a un miembro del clan que te hospeda y te protege. Podrían reconsiderar la hospitalidad que te están brindando. Y creo que no hace falta que te recuerde que los Edevane te mataran en cuanto te encuentren afuera de esta mansión, porque para ellos ya eres un traidor.
Lo alejó de Allen hasta sentarlo en el sillón, junto a Goran. Ahí, lo liberó de su magia y Oliver se hundió en los almohadones con una expresión asesina de resignación. Yo avancé hasta ocupar el lugar donde él había estado parado, no para proteger a mi tío, sino para tomar una posición central.
Tanto como entendía qué le molestaba a Jane y que mi tío hizo algo desesperado por un bien mayor, entendía que le preocupaba a Oliver. Sus padres estaban en una crisis, estaban aterrados. Y que seguro un vampiro adulto les saltara encima y los sometiera, con algo de violencia, no ayudaba.
—Lo que pasó ya pasó —dije, tratando de mostrarme empática con todos—. Pero creo que está claro que no podemos seguir reteniendo a estas personas. Están alterados, asustados. Sé que como vampiros ustedes no lo ven, pero ellos tienen razón y derecho al sentirse desconfiados y querer volver a sus casas. Al fin y al cabo, esto sí es un secuestro.
Miré a Jane, para que recordara la manera en la que ella se sintió cuando yo la retuve y ella, un poco cohibida al saber de qué le hablaba, se mordió el labio inferior.
—Los Edevane los mataran en cuanto los dejemos afuera, Kayla. Y lo sabes —me dijo mi tío, con seriedad. Por la mirada que me echó, supe que todavía no había superado la forma en la que lo silencié la noche pasada. Había algo de desafío autoritario en su expresión, como si me estuviese alentando a atreverme a callarlo. Como si solo hubiese estado calentando ubicando a Oliver y deseara ubicarme a mí.
Deseé hacerlo, la verdad. Deseé empujarlo contra la pared, sentarlo como Aleksi lo hizo con Oliver, pasando por encima de todos y dejándolos observar. Quise demostrarle de nuevo que no necesitaba que me diera lecciones, que no era débil ni tonta. Que su postura no me asustaba.
Le sostuve la mirada.
—Se matarán antes de que los Edevane lo hagan —puntualicé.
—A veces hay que pensar en el bien mayor —replicó mi tío. Sentí la ira que se había estado comiendo desde la noche casi a flor de piel. No necesitaba meterme en sus pensamientos—. Es algo que tienes que aprender.
Iba a darle un golpazo. Iba a estamparlo contra la pared. Sentí el enojo tomando control de todo mi cuerpo y le mostré los dientes. Mi magia retumbó a mi alrededor y los sillones se agitaron, aunque tuviesen gente encima. Los jarrones se agrietaron y nadie hizo nada para detenerme, ni siquiera mi tío, cuya mirada gélida flaqueó.
Excepto Jane, que se liberó del agarre de mi hermano y se apresuró a ponerse junto a mi tío, en un lugar en donde le haría daño si intentaba hacerle daño a él.
—Mis padres necesitan ayuda —dijo, mirándome a mi por un segundo, antes de mirar a mis abuelos. Toda mi ira se apagó, igual que mi magia, porque jamás le haría daño a Jane. No podía exponerla a eso. No quería. Ella no era quien me hacia sentir inferior y boba—. Y tiempo.
—El tiempo no resolverá esto, Jane —terció Oliver, de mal modo, desde el sillón. Parecía haber perdido el enojo hacia Allen por el mismo motivo que yo, por la seguridad de su hermana.
Yo me mordí la lengua y salí rápidamente del centro de la habitación. Me paré junto a Aleksi, con los brazos cruzados, y no me perdí para nada la mirada que mi tío me echó. Tampoco se me pasó la forma en la que Jane tomó lugar junto a él, formando un equipo, un frente unido. Pensaban lo mismo. Y entonces, con más razón, comprendí que me intervención no servía de nada. Lo que yo tuviera para decir no aportaba. Mis intentos de mediar, de estar en medio de humanos y vampiros, tampoco.
—¿Y entonces qué? —terció mi amiga a Oliver—. Esto será un secuestro —añadió, para mí, pero luego se volvió hacia su hermano otra vez—. Pero los dos sabemos que están a salvo aquí. Y que tú y yo tenemos que quedarnos aquí. Y que, aunque ellos se vayan, nos quedaremos aquí.
Se hizo un silencio incómodo en la habitación. Oliver se negó a contestar y finalmente, mi tío también abandonó el centro de la habitación. Jane se quedó donde estaba, muy sola.
—Es evidente que esto requiere un debate exhaustivo —dijo mi abuelo, con calma, entonces—. Ambos bandos tienen un poco de razón. Pero es algo que deben decidir entre ustedes.
Como patriarca del clan que tanto querían defender mis tíos, mi abuelo estableció una posición. Ninguno de ellos podía meterse en lo que respectaba a los padres de Jane. Se suponía que ese mandato me incluía, pero yo no pensaba acatarlo por eso. Lo haría porque Jane no me necesitaba ahí.
—No creo que sea seguro —le dijo ella a mi abuelo—. Ellos ya saben bastantes cosas. No es seguro para ninguno de nosotros. Querrían obtener información de ellos, porque seguro sabrían que estuvieron aquí. ¡Incluso, lo mismo que Hodeskalle dijo! Mi hermano es un traidor y podrían desquitarse con mis padres por ello.
Mi abuelo le dedicó un asentimiento comprensivo.
—Sí, es algo que no pueden olvidar. Ni nosotros. Pero ahora hay que buscar una solución. Ahora, la prioridad es que estén sanos. Que tu madre se recupere, Jane. Que ella y tu padre se serenen. Y para eso, que ustedes dos estén unidos es muy importante —respondió, adelantándose y poniendo una mano en el hombro. Llamó con los dedos a Oliver y este, duro como una tabla de madera, se acercó—. Son una familia y les tocará recomponerse. Aunque estén en desacuerdo, tienen que tener en mente que los dos quieren lo mejor para su familia. Hablar y llegar a un acuerdo, tratar de entenderse... Obviamente, no van a poder recuperar las cosas como eran antes. Crearan una nueva dinámica, atenta a las nuevas formas de vivir y pensar que tienen. Pero discutiendo no van a lograrlo.
Sus palabras fueron un bofetón para mí. Tenían un doble significado. Hablaban un poco de lo que él hizo conmigo, de cómo yo reaccioné con sus mentiras y su sobreprotección. Y también hablaba de cómo mi abuelo estaba esforzándose para darme mi lugar, comprendiendo que los dos éramos distintos. Que yo era distinta.
Me sentí todavía más incómoda en ese cuarto. Sentí también ganas de llorar, porque todavía estaba enojada con mi tío y todavía tenía ganas de golpearlo. Me di la media vuelta y salí de la sala, con un nudo en el pecho que iba a estallar en cualquier momento.
Aleksi me siguió enseguida al pasillo y ahí descubrimos que Hunter se había retirado hacia rato, lo cuál fue lo más sensato. Caminé frente a él hacia mi cuarto y terminé tapándome la boca con la mano cuando el labio inferior me empezó a temblar.
Llegué y me senté en la cama, con temblores por todo el cuerpo. Estaba enojada, sí, pero también me sentía tonta. Me planté delante de ese cuarto como si tuviera la opinión importante, como si lo que yo dijera fuese lo único importante. Como si mi naturaleza de semi humana me permitiera lidiar un conflicto entre dos especies, como si lo que me hizo sentirme inferior toda mi vida ahora fuese un privilegio al cuál aferrarme.
Pero ahí estaban las palabras de mi abuelo, sacándome de ese lugar incluso después de que Jane lo hiciera. No solo ubicando a mi tío en esa discusión, sino también ubicándome a mi y con justa razón.
—¿Qué carajos tengo yo que ver en el conflicto de Jane y su familia? —le dije a Aleksi, cuando él entró detrás de mí cerró la puerta—. ¿Por qué me puse a mediar?
Él apretó los labios.
—Estás frustrada.
—Claro que estoy frustrada —musité—. Mi abuelo resolvió las cosas con entendimiento y dulzura y palabras sobre colaboración familiar, cuando jamás lo hizo conmigo antes, por cierto. Y cuando, claramente, mi tío y yo no lo estábamos haciendo. ¿Sabes lo que yo iba a hacer con él?
Aleksi caminó hasta el sillón.
—Sí. Ibas a destrozarlo —contestó, dejándose caer sobre los almohadones con una sonrisita fascinada.
—Quería matarlo. Hacerle daño de verdad.
—Pues me parece bien —dijo, encogiéndose de hombros.
La forma en la que él veía la situación me llamó la atención. Me levanté de la cama y caminé hasta sentar en el sillón frente a él.
—No ibas a dejar que Oliver dañara a mi tío —le recordé—. Lo detuviste. ¿Pero no ibas a detenerme a mí?
Aleksi suavizó su sonrisa. No pareció tan cruel, pero sí fue muy Hodeskalle.
—Estaba protegiendo a Jane y a su familia. La metida de pata de Oliver podría haberles costado la vida a todos. Pero Allen y tú... es diferente. También es diferente a Ben y a ti, cuando te enfrentaste a él hace unos días. Ya puedes controlar tus poderes lo suficiente para medir el daño que le harías, los puntos que quieres marcarle. Yo no voy a detenerte si quieres arrancarle algo. Algunas... cosas... hay que resolverlas con sangre.
Sentí otro bofetón al darme cuenta de lo que eso significaba, de lo que herir, arrancar algo, matar a alguien de mi propia sangre significaba... Al darme cuenta de que estaba tan a la defensiva con el resto de mi familia, desde hacia tiempo, que había pasado de discutir con ellos, de intentar arreglar las cosas.
Estaba enojada porque no me escuchaban, porque seguía sintiéndome ignorada, porque continuaba sintiendo que me subestimaban. Estaba también desesperada por obtener mi lugar, pero la verdad, ¿es que sabía siquiera yo cuál era mi lugar?
De pronto me vi como una tonta, tratando de meterme a la fuerza en un sitio en el que jamás me habían hecho un espacio. Todas las sillas alrededor de mi abuelo estaban ocupadas y el resto de mi familia lo había aceptado. Mi tía había optado por marcharse y mi hermano po crear caos. Pero... ¿y yo? Quería el reconocimiento, el respeto, una posición que claramente no iban a darme.
Mi magia no significaba nada para ellos, aunque para mi de repente era lo que me daba fuerza y valor para todo. Era lo único que tenía para demostrarles que yo valía por mí misma, que era digna de ese sitio, pero ellos no me lo reconocían. Ni siquiera con eso. Yo siempre fui la pequeña, la niña buena, educada, perfecta, que hacía caso sin chistar, que jamás se metía en problemas. También fui siempre la débil, la que era diferente, la que tenía la piel blanda, la que no mordía a nadie, la que no podía saltar tan alto como Elliot y detestaba la sangre. Yo siempre, siempre fui inferior, y ahora que tenía algo superior que ellos, tampoco me servía para nada.
Me tragué un gemido, porque estaba tan enojada como dolida por la manera en la que, desesperada por mantener mi propia individualidad, por intentar mantener mi voz, clara por encima de las ordenes autoritarias, comencé a herirlos físicamente.
—¿Qué hice? —le dije a Aleksi, entonces, con las lágrimas acumulándose en mis ojos. Me llevé las manos a la cara—. Lastimé a mi tío. Lo obligué a callar, lo iba a obligar a callarse otra vez.
Aleksi me observó en silencio mientras yo comenzaba a llorar de verdad, con un agujero en el pecho que no sabía cómo iba a reparar. Había cruzado una línea que jamás creí que sería capaz. Trasgredí todas mis propias normas, mi moral y, sobre todo, mi afecto por ellos. Ya no se trataba de discutir verbalmente, sino de usar la misma magia con la que maté a mis enemigos con personas que amaba. Y lloré, también, porque a pesar de todo, seguía enojada con mi tío, por las cosas que me había dicho.
—¿Cómo pude? —casi que chillé, de forma ahogada.
Aleksi suspiró, pero nada más. No intentó consolarme ni decirme que sería mejor persona si me disculpaba, si remendaba mi actitud. No intentó señalarme nada. Y entonces, cuando creí que lo primero que dijo lo dijo para hacerme reaccionar, me di cuenta de que esa nunca fue su intención.
Él me estaba justificando. Él ya me había justificado, la noche pasada, cuando me dijo que lo hacía excelente... después de aplastarle las cuerdas vocales a Allen.
—Estás... enojado con él —dije, entre las lágrimas—. Tu querías que lo lastimara.
Aleksi suspiró de nuevo y apartó la mirada.
—Quiero que deje de tratarte como una inútil —confesó, entonces, con tono oscuro, bajo—. Todos.
Me quedé absorta al escucharlo, sobre todo porque fue él quien más me alentó a escuchar a mi abuelo. Fue quien se arregló con él cuando yo estaba enojadísima y no quería perdonarlo. Pero ahora, hasta deseaba que lastimara a mi propio tío, dándose cuenta de lo mismo que me daba cuenta yo: de que no me escuchaban, de que me imponían, siguiendo la actitud que mi abuelo había perpetuado por años.
—Pero... —dije y no terminé. No sabía qué decir ante eso.
Me cayeron más lágrimas, porque él siempre dijo apreciar a mi familia. Primero por su amistad con mi abuelo, después por mí. Pero también seguí llorando porque entendí que las relaciones no iban siempre en subida. A veces había altibajos. Alek podía querer a mi tío, pero estar enojado con él y desear lastimarlo. Como yo.
—¿Lo hubieses golpeado? —susurré, limpiándome la cara con los dedos. El agujero en mi pecho dolía como la mierda, necesitaba procesar mi propia actitud, pero necesitaba entender la de él primero.
—Sí —dijo Aleksi, volviendo su cabeza hacia mi—. A tu padre, a Sam y a Allen. A los tres.
—¿No a mi abuelo?
—Tu abuelo frenó. Te escuchó. Entendió. Pero ninguno de ellos lo está haciendo ahora. Y eso... me hace pensar que tu abuelo no ha hablado con ellos —chistó entonces, tapándose la boca con una mano y rehuyendo mi mirada otra vez—. Si tu abuelo no los para...
Arrugué la frente, me encogí en el sillón. Ahora que él hablaba de violencia, de ataques, no me sentía nada cómoda con esto. No quería que lo hiciera, no deseaba que los golpeara. Me aterraba llegar a eso.
—¿Y por qué... no lo hiciste? —musité, con la voz temblorosa—. ¿Por qué no los golpeaste?
La respuesta la teníamos clara los dos. No necesitaba leer su mente para conocerla. No lo haría porque contaba con una ventaja, porque jamás sería justo con ellos. Sería Mørk Hodeskalle y nadie tenía una oportunidad con Mørk Hodeskalle.
Eso no estaba bien. Relacionarte y reaccionar utilizando el miedo y la violencia no estaba bien. Lastimar a un miembro de mi familia cada vez que este no me trataba como yo quería no estaba bien.
Me quedé callada. Sorbí por la nariz y después de varios segundos, me levanté y me apresuré a acomodarme a su lado. Subí los pies al sillón y apoyé la mejilla en su hombro.
—Entonces... ¿de qué sirve la magia?
Aleksi guardó silencio. Yo sabía que él, en el fondo, solo pensaba así porque no estaba verdaderamente emparentado con ninguno de ellos. Porque todavía no los veía como su familia. Sabía también que él jamás se impondría a su madre con el miedo, usando su magia a su favor. Hablaría con ella ante cualquier problema, porque aunque él era Mørk Hodeskalle, con su familia era Aleksi. Y él no era violento con su familia.
—No sirve de nada —susurré.
Él suspiró y su brazo se deslizó por encima de mis hombros y me apretó contra su costado. No me contradijo, porque lo que yo decía era la pura verdad. Mi magia no me daría la posición que estaba buscando en mi familia. Mi magia no haría que milagrosamente me escucharan. Mi magia no haría que dejaran de considerarme inexperta o que me respetaran. Mi magia no estaba haciendo nada por mí. La violencia no haría nada por ninguno de los dos.
—No —contestó, casi como mil años después—. No sirve de nada.
Dormimos el resto del día. Ni Aleksi ni yo salimos de nuestra habitación incluso cuando nos despertamos. Pasamos el rato en la piscina y viendo televisión, también probando la comida humana que yo pedía a la cocina y por la que él mostraba muchísima curiosidad.
No tocamos para nada el tema que me hizo llorar. Él no insistió, quizás porque como vampiro viejo que era, le había tocado reflexionar también y eso lo molestaba un poco. Y yo menos, porque me dolía el pecho al pensar en mi tío.
Era difícil. Veía sus ojos, tanto traumados como desafiantes, en mi cabeza todo el tiempo. Me pasé cada instante en el que no estaba distraída pensando en todas las cosas divertidas que hacíamos juntos cuando yo era niña. En cómo me ayudaba con mi tarea de economía en la secundaria y en cómo me enseñaba a invertir en la bolsa, a comprar acciones y a aprovecharme de la mala fortuna de otras empresas.
Cuando era pequeña y no existían preocupaciones ni clanes malvados, yo me llevaba bien con él y con todos. Vivía en una burbuja de cristal, sí, como muchos niños. Pero la mía también fue de oro, como la de pocos. Tuve cualquier cosa que deseara y cada miembro de mi familia era dulce, cariñoso y se esforzaba en educarme, así que... ¿cómo llegamos a esto? ¿Por qué era todo tan distinto y por qué no podíamos volver a como estábamos antes?
La verdad es que sabía que eso era imposible. No podíamos volver a como estábamos antes porque yo era distinta. Ya no era pequeña, ya no era solo una semi humana tampoco. Muchas cosas habían cambiado en mi vida. Estaba marcada, mi prioridad no era la universidad.
Sobre todo, había abierto los ojos hacia ese mundo que estaba fuera de la burbuja. Ya no era compatible con el modo en que mi familia quería evitar que saliera.
Mis reflexiones implicaban que tenía que pedir una disculpa, pero tampoco sabía cómo hacerlo sin que mi tío Allen pudiese entender, aunque sea un poquito, cómo me hacía sentir. Lo cierto, es que necesitaba sentarme con todos ellos y expresarles, de forma directa, lo que esperaba de ellos. Como mismo le dijo mi abuelo a Jane, ¿cómo esperaba yo que me dieran un espacio si primero no conversaba? ¿Si no intentaba nada más que gritar y perder el control?
Las cosas no iban a ser igual que antes, sí. Probablemente, siempre me vería como una niña a sus ojos. Probablemente, yo siempre opinara diferente a ellos. Pero podíamos llegar a un acuerdo, podríamos empezar a entendernos y a adaptarnos en base a los cambios que transitábamos.
—¿Alguna vez te rebelaste contra tu madre? —le pregunté entonces a Alek, sin poder evitar más el tema cuando sentí que la mirada de mi tío en mi cabeza y la culpa iban a perseguirme el resto de mi vida.
Él, que estaba tirado, casi sin ropa y con uno de mis anteojos de sol, en una de las reposeras ante la luz del atardecer que se colaba en el patio, giró la cabeza hacia mí. Tenía los brazos musculosos flexionados detrás de la nuca. Si no fuera porque estaba ahora preocupada por cómo encarar a mi familia y superar los traspiés, habría querido morderle esos bíceps.
—¿Te refieres a si hice cosas que ella no quería? —preguntó. Asentí, girándome hacia él en mi reposera—. Muchísimas veces. Pero tenía como cien años.
—Pues me refiero a cuando eras joven. Como yo, como ahora.
Aleksi se mordió el labio inferior. Mis anteojos le quedaban un poco chicos, un poco ridículos, porque eran de mujer, pero ni así consiguió verse menos sexy.
—A tu edad, mamá y yo estábamos huyendo de mi clan —explicó, entonces—. Éramos muy unidos, porque nos teníamos el uno al otro. Pero sí, teníamos discusiones. Yo tenía mis propias ideas, ellas las suyas. Pero la verdad es que los dos éramos muy jóvenes. Mamá me lleva menos de veinte años. Los dos nos equivocábamos. Es muy distinto a la patada en la mesa que diste con tu familia.
Me mordí el labio también.
—¿Sigues enojado con ellos? ¿Cómo para lastimarlos?
Él se bajó levemente los anteojos, para poder verme a los ojos.
—¿La verdad? Sí.
—¿No crees que es un poco sádico de tu parte querer que hiera a mi familia? —inquirí, arqueando las cejas, con reproche.
Aleksi se encogió de hombros. Torció el gesto, conflictuado con la manera en la que se estaba sintiendo, tanto como yo.
—Bueno, si te va a hacer sufrir, entonces no quiero —respondió—. Te hará daño. Ya te hizo daño. Ahora lo veo.
Yo afirmé con la cabeza, tragando un poco de saliva.
—Lastimar a mi familia está fuera de discusión. No importa qué tan peleados estemos —dije, extendiendo las manos y cruzándolas delante de mi pecho, descartando la idea para siempre.
—Mientras tortures a otros con esos poderes mentales que tienes —contestó él—, no me quejo. Te ves increíblemente sexy cuando eres violenta.
Puse los ojos en blanco y me estiré para quitarle los lentes.
—Eres masoquista.
Me sonrió.
—Soy Mørk Hodeskalle. Y me gusta la violencia —admitió, sacándome una risa y recuperando los anteojos de entre mis dedos antes de que los alejara de él—. Pero siempre podrías darle un bofetón a alguno de tus tíos, ya sabes, uno semi humano, sin toda la fuerza de nuestra magia...
Bufé y me puse de pie.
—No voy a golpear a nadie —sentencié—. Ellos jamás me golpearon. Ellos siempre me han cuidado. De más, sí —añadí, cuando Aleksi chistó—. Estoy segura de que... después de que me disculpe, podremos hablar y entendernos. Ellos... podrán entenderme a mí.
Caminé hacia el interior de la habitación para agarrar una soda nueva de mi heladera, porque Aleksi se había tomado todas las que me llevé, cuando golpearon la puerta.
Como yo también estaba con poca ropa, me apresuré a ponerme lo primero que encontré tirado en la cama desarmada: una camiseta de Alek que me quedaba gigante, como un vestido. También le chisté desde adentro para que se quedara en el jardín, donde no podían verlo solo en calzones.
—¿Quién es? —pregunté, antes de abrir.
—Soy Jane, ¿estás disponible?
Le abrí, pero salí con ella al pasillo para preservar nuestra intimidad. Mi amiga ya no tenía la cara colorada ni los pelos parados por la discusión de la mañana, pero se notaba que había dormido poco y que, en efecto todavía estaba muy alterada.
—Perdón por molestarte —me dijo—. ¿Interrumpí algo?
Negué y le sonreí, para que se quedara tranquila.
—Solo estábamos pasando el rato.
Jane arqueó una ceja.
—Ok, sí. Sé lo que significa pasar el rato.
—Hablo en serio, literal —me reí. No habíamos tenido sexo ese día. Aunque nos encantaba el sexo, a veces también podíamos estar tiempo junto solo estando en compañía, relajándonos un poco o hablando. En las próximas horas, eso podía cambiar, por supuesto—. ¿Qué pasa?
Se balanceó sobre sus talones entonces un poco indecisa. Parecía querer decirme algo y no saber cómo, así que lo primero que pensé fue que tal vez estaba molesta conmigo por haberme inmiscuido en su problema con su hermano y haber hecho una bronca con mi tío, cuando ella tenía una bronca con Oliver.
—Bueno...
—Oye —dije, apretando los labios y mirándome los pies descalzos—. Siento lo de hoy.
Jane titubeó.
—... ¿Qué?
—Que siento haberme metido en tus asuntos hoy —dije, articulando mejor. Levanté un poco la cabeza y la miré a través de mis pestañas—. No pediste mi opinión.
Me observó con la boca ligeramente abierta, recalculando, hasta que finalmente entendió de qué le hablaba y eso me dejó confundida a mí. Entonces, no estaba ahí para discutir ese tema.
—¡Ah! —soltó—. Te refieres a... ¿lo del secuestro?
—Claro —contesté—. No tenía por qué aportar nada. Y encima aporté algo quizás a favor de tu hermano. Y no me cae muy bien tu hermano.
Jane se empezó a reír. Luego, se adelantó para darme palmaditas consoladoras en los hombros.
—Ay, Kay. Olvídalo, ¿sí? No pasa nada. En realidad, mi hermano no es que quiera dejarlos ir. Tampoco está seguro con esa idea. Estaba enojado porque Allen los trató un poco rudo. Yo estaba de acuerdo en que había que detenerlos a toda cosa. Oliver no.
Peor aún, comprendí que ni siquiera entendí bien las posiciones de ambos y dije algo que ni venía al caso. O sí, era una realidad que los estábamos secuestrando y su salud psíquica estaba deteriorada por eso, pero no era ni ahí el tema de discusión.
—Dije una tontería —musité.
—No —Jane me agarró las manos—. Dijiste algo muy cierto. Lo que pasó ya pasó y ahora tenemos que resolver qué haremos con ellos, para que estén sanos físicamente, pero también para que estén sanos mentalmente. Lo que tu dijiste fue una verdad. Y, con la ayuda de tus abuelos, Oliver y yo pudimos hablar y encontrar una solución, como dijiste. Mis padres no pueden seguir aquí. La que estaba ciega era yo.
Me dio un apretón antes de dejarme ir. Sus palabras hicieron que me sintiera más confusa que antes, porque ya había asumido que mi participación era errónea y bastante egocéntrica. Que ahora dijera que yo tuve razón era difícil de digerir.
—Es por eso que vine a pedirte ayuda —siguió ella—. No sé si es una locura, en realidad. Pero tu abuela me mencionó que fuiste capaz de entrar en la mente de la madre del calaveras. Que buscaste un recuerdo que tiene tres mil años y que fuiste capaz de recuperarlo. También sé que destruiste la consciencia de tres vampiros. Y también sé lo que le hiciste a Allen.
Tragué saliva. Mi cara entera se arrugó.
—No entiendo qué quieres que haga —musité. Retrocedí. No me gustaba hablar de eso, por las mismas razones por las que me daba un poco de miedo disculparme con mi tío. Reconocí mi propio rechazo a admitir mis errores y lo sádica y cruel que podía ser.
Jane dio un pasito hacia delante, demostrando que todo eso no la asustaba. No como a mí.
—¿Crees que serías capaz de entrar a la mente de mis padres y... modificar sus recuerdos?
¡¡Llegamos a 1.3M!!
Estoy aún que no creo todo lo que aman la historia <3 De verdad, me hacen muy feliz que la estén siguiendo hasta aquí y que Kay y Alek los animen día a día a ver sus aventuras, desventuras y la búsqueda de su lugar en el mundo. ¡Gracias!
Hoy, les traigo un par de memes y, además, les cuento que en el grupo de facebook, dejé dos fichas de personajes (de nuestros protas) con su parte psicologica e historia. ¡Sigue Alice, a pedido de ustedes! Pero pasen a chusmear ;)
Espero que les haya gustado, tendré más para le próximo capítulo♡
Los amo!
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