Libro 2: Capítulo 16. Dulces atracciones
68: Dulces atracciones
Kayla
Las cerraduras se destrabaron y la puerta se abrió unos diez centímetros. Nos encontramos con el rostro de una mujer de unos cincuenta años, pero lo cierto es que parecía mucho mayor. Tenía cara de sapo amargado y sus ojos grises, tras las bolsas que los decoraban, estaban llenos de desprecio. Nos miró de arriba abajo con aparente desagrado, pero detrás de esa expresión de asco, había recelo, miedo. Lo sentí flotando a su alrededor. Ella sabía que éramos vampiros.
—Solo uno puede pasar a mi casa —rugió. El olor putrefacto que sentí antes se coló por la puerta abierta. Yo arrugué la nariz y los ojos acusadores de la señora se centraron en mí—. Una de las mujeres.
—Yo voy —dijo Alice, sin dudarlo. Aunque ese era mi pacto, aunque debería ser yo quien fuera por Bryony porque así lo establecí con Hunter, no me negué. Ella no estaba intentando quitarme mi lugar, como hacían mis tíos. Ella solo quería proteger a una niña con un instinto que yo no tenía, al menos no aún.
La mujer abrió la puerta lo suficiente para que mi tía pasara y la cerró en nuestras narices. Automáticamente, Aleksi me señaló el techo con el mentón y los dos, pese a que estábamos en plano día, saltamos al tejado.
Con agilidad, caminamos por encima de las rejas y cruzamos el techo hacia el fondo de la casa. Una enredadera trepaba por la pared del jardín trasero, que era pequeño y apretado y estaba medio venido abajo, lleno de vegetación sin podar. Ahí el olor a podredumbre se sintió bastante fuerte también y, cuando me agaché, supe de qué era.
Había restos de animales ahí, entre la maleza. Principalmente, gatos y perros pequeños. Me eché hacia atrás con el estómago revuelto y los pensamientos de Aleksi me llegaron casi al mismo tiempo que los de mi tía, a través de una ventana abierta que daba a ese jardín.
Tomé los de ella, deslizándome por los hilos que flotaban hacia mí, para poder ver el interior de la casa. También había restos de animales ahí. Algunos, estaban en la heladera, pero la mujer no parecía molestarse en absoluto por ello. Ella solo seguía a mi tía con la mirada, vigilándola con aparente odio. Le abrió una puerta cerrada con llave y le permitió pasar a una habitación pequeña y aglomerada, con la única pequeña ventana que tenía cerrada y trabada con un mueble.
Bryony estaba ahí. Sentada entre juguetes rotos, con la ropa llena de sangre y el pañal sin limpiar. Tenía un gatito muerto entre las manos, bastante fresco, porque se acababa de alimentar de él.
Mi tía emitió un bajo gruñido y cuando se giró a ver a la mujer, esta retrocedió rápidamente.
—Es tu nieta —le recordó.
La mujer despegó los labios de los dientes con una mueca.
—Es un monstruo. Como tú.
Alice no se tomó el tiempo de contestarle. Entró a la habitación y a pesar de que deseaba quitarle el gato muerto de las manos a la niña de un tirón, se acercó con premeditación. Los ojos confusos y curiosos de Bryony se fijaron en ella y probablemente el olfato le indicó que ella era diferente a su abuela y a su mamá, porque enseñó brevemente los colmillitos.
Era la primera vez en mi vida que veía, aunque fuese a través de la mente de alguien más, a un niño vampiro. Ella era increíblemente hermosa, angelical, incluso aunque estaba sucia y descuidada y era tratada como una bestia. Sin duda, cualquiera que la viera sabría que ella era algo más que un ser humano.
Su reacción ante una vampira desconocida para mi tía fue normal. Indicaba que Bryony percibía bastante bien su entorno. Sabía que estaba encerrada, incluso, porque su mirada se trasladó ligeramente hacia la puerta abierta y hacia su abuela. A ella no le mostró los dientes, pero alejó el gato muerto de mi tía, su presa, para que no se lo robara.
Alice bulló con indignación ante ese gesto, porque en nuestro mundo, alimentarse de animales era algo bajo, era algo desesperado. Yo no conocía nada de eso, porque jamás tuve que verlo o enterármelo en mi cuidada infancia, pero pude comprender por qué era un ultraje: era también algo que se le hacía a un vampiro cuando no se lo quería considerar un ser de derecho a la ley de sangre.
—Hola, dulzura —dijo Alice, a pesar de su ira, con la voz más cálida que le oí jamás. Incluso más cálida que la que usaba conmigo cuando era niña—. ¿Te llamas Bryony, cierto? Es un nombre precioso. Yo me llamo Alice.
Bryony mantuvo al gato alejado, aunque seguro no le quedaba más sangre, porque era muy pequeño. Lo que a mi me pareció curioso fue que no intentó levantarse para huir.
—No quiero ese gatito. —Mi tía se arrodilló en el suelo lleno de la sangre seca de otras alimañas, como si no llevara un pantalón beige de diseñador—. En realidad, vengo a contarte que tengo algo más rico que comer. Y muchos juguetes. Mira.
De su cartera, sacó una muñeca de tela preciosa, ideal para que sus pequeñas manos pudiesen agarrarla. Bryony estiró el cuello con atención en cuanto la vio y estuvo a punto, solo a punto, de soltar al gato.
—Es para ti. Te la regalo. Y tengo muchísimas más, todas las que quieras.
Se la ofreció y la niña estiró el cuello para mirarla mejor. Mi tía se arrastró por suelo unos centímetros.
—Y también tengo sangre rica, como la que te daba tu mamá, no la que te dan los gatos —siguió diciéndole. Lentamente, Bryony dejó caer la mano que sujetaba al gato al suelo. Su otra manito viajó con lentitud a los pies con zapatos rojos de la muñeca—. Tómala.
Por supuesto, además de vampira, la pequeña era desconfiada como cualquier niño con alguien que no conoce y le ofrece algo bonito y brillante. Lo quieren, pero tantean la situación hasta que comprueban que lo dicho es real.
Tardó un minuto más, entre miraditas hacia mi tía, en tomar la muñeca y olvidarse de su presa muerta. Comenzó a analizarla de arriba abajo y no volvió a mostrar los dientes cuando mi tía se arrastró lo suficiente hasta sentarse a su lado.
—¿Te gusta? —le dijo—. La compré especialmente para ti. Sabía que iba a conocerte hoy, así que fui a elegir la muñeca más bonita de todo el mundo.
Bryony la miró de reojo, pero no dijo nada y continuó dándole vueltas a la muñeca. Pensé que quizás no sabía hablar. Si su madre estaba enferma hacía mucho y ni siquiera estaba en la casa, la que la mantenía con vida era la abuela, con animales y cero interés por su desarrollo. No me sorprendería, pero mi tía insistió con la charla.
—¿Te gustaría venir conmigo a donde tengo más juguetes? También la sangre más rica que has probado jamás.
Le tendió la mano y Bryony, esta vez, alejó la muñeca, para que no se la quitara. De no ser porque la imagen general de la niña daba pena, me hubiese reído por su expresión iracunda.
—Puedes tener esta y más. ¿Cómo te gustaría llamarla?
Bryony se encogió de hombros y Aleksi me tocó el brazo, alejándome de la mirada de mi tía.
—Esperemos en el auto —me dijo—. Quizás le tome un rato más.
Aunque él no podía ver la escena a través de los ojos de Alice, si podía escuchar todo lo que ella decía en la casa, al igual que yo. Asentí y cruzamos el techo hacia la calle con ligereza antes de bajarnos y volver al auto.
Lo primero que pensé, cuando me dejé caer en el asiento, fue que la niña estaba sucia y por dignidad necesitaba al menos un cambio de pañales. Quién sabía hacia cuánto tiempo que estaba con la mugre pegada en el culito.
—Deberíamos habernos preparado mejor —murmuré.
—Hunter no sabía nada de esto —dijo Aleksi, desde el asiento del acompañante.
—No —confirmé—. Se supone que la mamá de la niña la cuidaba muy bien. Es decir, daba su vida por ella. Pero es evidente que desde que está internada, la abuela la ha dejado a la deriva. Y esto, claramente no se lo ha dicho. Ni a él ni a su madre, seguro.
—Ninguno podía acercarse a verla tampoco en estos últimos tiempos.
—No le va a gustar verla llegar así...
Probablemente, quisiera matar a la mujer por el deterioro de su niña. Para mí, estaba claro que la mujer consideraba que esa criatura no era su nieta y que era un parásito que se alimentaba de su hija, que la estaba matando. Que era un demonio, un monstruo. Como ella misma lo dijo.
Después de todo, esa era la forma en la que los humanos solían vernos... es decir, ver a los vampiros. Era la manera en la que Jane me vio cuando se enteró de todo. Era la manera en la que sus padres nos veían a mi y a todo su clan en este momento. La idea me hizo sentir extraña porque durante toda mi vida me sentí más humana y sabía que ellos no me consideraban parte de su especie. Para ellos yo era realmente un monstruo más, incluso aunque yo los entendiera, aunque valorara sus vidas.
Por eso, mi criterio ,y el de mi tía también, no tenía validez para esa mujer. Yo veía una niña indefensa independientemente de lo que fuera. Mi tía veía a una de los suyos siendo ultrajada. Para la señora, la niña era una amenaza.
No dijimos más en tanto esperábamos. Mi tía se tomó al menos quince minutos más en salir de la casa, y cuando lo hizo, lo hizo con Bryony envuelta en una manta limpia y con un bolso de bebé que seguro había encontrado ahí.
Caminó rápidamente hacia el auto y abrió la puerta trasera antes de que yo pudiese procesar lo que veía.
—No esperas que vaya a conducir con la niña en brazos, ¿o sí? —me dijo.
Negué y salí para dejarle lugar y tomar su sitio tras el volante. Como no teníamos una sillita para niños, Alice solo sentó a Bryony junto a ella por un momento mientras acomodaba el bolso en el suelo y luego volvió a tomarla en brazos. Le quitó la manta por encima de la cabeza y ahí me di cuenta de que la había aseado, un poco.
Aleksi y yo la miramos. Y lo primero que hizo Bryony al encontrarse con nuestras miradas fue apartar la muñeca y echarse hacia atrás en los brazos de mi tía con un siseo, parecido al bufido de uno de los tantos gatitos que seguro se había cenado.
—Es desconfiada —dijo Alek, enarcando una ceja—. Me gusta.
Yo me reí por lo bajo y puse el auto en marcha.
—A ti te gusta cualquiera que te ponga caras —le dije. Aleksi se giró hacia mi y me dedicó una sonrisa pícara.
—Podemos trabajar cuando tu quieras en nuestro propio retoño con malos modos... —canturreó, pero Alice le pateó el asiento. Bryony casi suelta la muñeca del susto y eso la hizo enfurruñarse. Parecía que confiaba ya en mi tía, pero no en el auto y menos en nosotros, porque empezó a agitar la mano hacia enojadísima hacia el respaldo del Aleksi.
—Oye, que mi sobrina aún está chiquita —dijo Alice, agarrándole la mano a Bryony y poniéndole su juego de llaves entre los dedos—. Y yo debo tener hijos primero que ella, ¿oíste? O sino esta familia será aún más rara.
Arranqué el auto antes de que pudieran decir algo más y que Bryony se enfadara también conmigo.
Llegamos a casa con la niña ya bastante nerviosa y disgustada, a pesar de que le prestaba atención a mi tía cuando esta le hablaba. Había dicho dos palabras en todo el viaje: "quiero" y "mamá".
Todos sabíamos que quizás no volvería a ver su madre, porque si esta sobrevivía, no podrían volver a vincularse. No a menos que Bryony aprendiera a alimentarse correctamente, pero faltaba tiempo para eso. Sería tarea de Hunter educar a su hija como una vampira y explicarle, sobre todo, que no necesitaba volver a comerse gatitos o perritos.
Cuando nos bajamos del auto en el estacionamiento, Hunter nos esperaba junto con mi abuelo y mi abuela. Su cara se iluminó por completo cuando vio a su hija y su expresión siempre calma se llenó de alegría.
—¡Bryony! —exclamó. La niña, todavía en los brazos de mi tía, lo buscó con la mirada y demostró reconocerlo, pero fue evidente para todos que no se había relacionado tanto con él como para entender que era su padre y emocionarse como lo haría todo niño al ver a su progenitor.
Mi tía apretó los labios y camino hasta él, se detuvo a un metro de distancia y no se movió más, ni aunque Hunter extendió los brazos para recibir a su hija. Yo, todavía cerca del auto, le recordé a Alice que la pequeña no era nuestra. Era suya.
—Ya lo sé —bufó ella, pero el brazo que sostenía a la niña se tensó aún más alrededor de ella. No quería entregársela.
Hunter bajó lentamente los brazos.
—Gracias por traerla sana y salva.
—Sana y salva no estaba —replicó mi tía, como si él tuviese la culpa—. La vieja esa le daba de comer gatos y la tenía suya y encerrada.
Mi abuela soltó un gritito indignado. Mi abuelo negó con la cabeza, impactado por la humillación, y Hunter se tambaleó ligeramente.
—¿Qué?
—Lo que oyes.
—Él no lo sabía —le dije a mi tía, llegando hasta ella—. Todas las veces que vio a Bryony, ella estaba bien cuidada por su mamá. Y su mamá no estaba ahora.
Ella no contestó y Hunter, a pesar de que había hablado por él, me agradeció con una mirada. Luego, regresó sus ojos azules al rostro de Alice. Ella se demoró solo unos segundos más en acercarse y darle a la niña.
Bryony se fue tranquila con su padre y a él no le negó la muñeca, como a nosotros, pero sí le echó una miradita irritable a mis abuelos, por las dudas. Las manos de mi tía se demoraron tiempo de más en la cintura de la niña y sus dedos rozaron los de Hunter sin querer. Ella quitó la mano, él no.
—Si le haces daño, si eres un mal padre... —le advirtió entonces, en voz baja. Sus miradas se cruzaron con tanta intensidad que sentí las chispas incluso a distancia. Me acordé de lo que vi en la mente de mi tía, en esa sensación agridulce que la recorría por la columna cuando estaba cerca de él. En ese sentimiento desquiciado y violento, en las ganas que tenía de golpearlo y de odiarlo. Y de algo más que le hacia picar los labios. Tragué saliva, por saber cosas que no debería—. Voy a castrarte. Para que no puedas dar a luz a ningún crío más.
Me enderecé, porque esa advertencia tenía un doble peso para Hunter y todos lo sabíamos. Era redoblar la apuesta a que se cobrara lo que le hizo a su hermano y esperé que Aleksi se preparara para separarlos de la misma forma en la que me estaba preparando yo. A Hunter no le importaba la deuda con Alice, pero si le importaba Bryony y una amenaza a su costa podía desatar sangre.
—Cuento con ello —respondió Hunter, entonces. Casi que esbozó una sonrisa.
Mi tía retrocedió tan pronto como escuchó esas palabras, con una expresión tan iracunda como la de Bryony cuando creyó que Aleksi y yo le quitaríamos la muñeca. La recorrió un escalofrío que casi que consiguió disimular y, al mismo tiempo, Hunter también se estremeció. Fue como si un viento helado les acariciara los vellos de la nuca, pero lo que yo sentí fue otra cosa.
Era algo que manaba de sus mentes, que gritaba alrededor de ambos, impaciente con la lejanía que ella ponía de él. Era caliente y magnético y tenía el mismo sabor que los sentimientos que vislumbré en la mente de mi tía. Un poco más fuerte, un poco más denso.
Aunque juré que no vería de nuevo en la mente de mi tía para conocer sus intimidades, no pude escapar de esto. No pude evitar sentir esa explosión. Me quedé con la boca abierta al notar que eso nacía de ambos a la vez. No era solo la atracción de mi tía hacia Hunter, una que estaba rebuscando. Era de Hunter a ella por igual. Y se mezclaban entre los dos, encontrándose y creando un frente unido que resultaba embriagador. Estaba repleto de pensamientos, de sentimientos, de deseos y fantasías.
Y, aunque juré que no lo haría... la sorpresa me hizo estirar mi magia hacia delante, para averiguar por qué la atracción de ambos tenía ese tono tan poderoso. Estiré mis dedos invisibles hacia ese frente caliente y entonces lo probé de verdad: era oscuro y espeso como la sangre antigua, pero se volvía dulce con lentitud y olía a éxtasis. Invadió cada uno de mis sentidos y me arrojó a momentos íntimos y de absoluto despojo; a situaciones de entrega, sexo y amor que solo había conocido de la mano de mi pareja. Fue como tragar una gota de aquello que me arrastraba al fondo de mi existencia cuando estábamos juntos. Solo a una gota de la sangre de Aleksi en mi lengua cuando me hacía ver las estrellas.
Jadeé, porque eso no era mío. No tenía nada que ver con lo que yo compartía con mi marca, pero estaba tan abrumada por lo que sentían, por cómo pareció estallar en ese momento, que logré reconocerlo. Jalé de Aleksi y él me observó sin entender por qué, hasta que mi tía se giró hacia el ascensor y se apresuró a abandonarnos.
—¿Qué pasa? —me preguntó Alek. Yo negué, pues no sabía cómo explicarlo.
Hunter, que todavía estaba en su lugar, parpadeó como si despertara de un letargo. Mis abuelos, sin haberse percatado de nada, se acercaron para ver a la Bryony y qué necesitaba. Recién en el instante en que mi tía se metió en el ascensor y las puertas se cerraron, Hunter se movió.
—Necesita un baño —dijo, con tono bajo.
—Iré a comprarle ropa y más juguetes —se ofreció mi abuela, sonriéndole a Bryony—. ¿Quieres más juguetes, linda?
Bryony no hablaba mucho, pero sí entendía lo que se le decía y ya había comprendido bastante eso de los regalos, porque, aunque mantuvo la muñeca bien sujeta, asintió con la cabeza.
Ellos se adelantaron, hablando por lo bajo sobre lo horrible de tener que beber sangre de animales y cómo esperaban que ella no pudiese recordarlo en la adultez. También, escuché a mi abuelo ofrecerle cualquier recurso que necesitara para criar a Bryony como una verdadera y digna vampiresa, pero no le presté real atención. Me quedé de pie, agarrando la mano de Aleksi, que aún no entendía mi actitud.
Tampoco fui capaz de encontrar las palabras adecuadas. No sabía exactamente qué decir, porqué la idea que surcaba por mi cabeza con una seguridad apremiante, no tenía pruebas. Lo que acababa de percibir era extraño, pero no único y tal vez la única manera de elaborarlo era hablándole a Aleksi de lo que nos ocurrió a nosotros cuando nos conocimos y cada vez que interactuamos. Hablarle de esa necesidad de tocarnos, de ese deseo, de esa atracción sin fundamento y sin lógica.
Porque lo que acababa de percibir, a través de los pensamientos de ambos, de Hunter y Alice, sin que siquiera ellos pudieran entender qué les pasaba, era el vínculo de una marca, una que no estaba, todavía delimitada.
—¿Qué te pasa? —repitió Aleksi, en cuanto todos se plantaron frente al ascensor para esperarlo. No se preocuparon porque nos quedáramos atrás.
Apreté los labios y tiré de él hacia el auto. No quería decir nada mientras mis abuelos y Hunter pudiesen oír. La distancia no era nada para ellos. Aleksi lo entendió al instante y los dos esperamos casualmente junto al auto de mi tía hasta que se subieron al ascensor y las puertas se cerraron.
Ahí, nos sentamos dentro y cerramos las puertas para que tampoco nos escuchara ningún empleado.
—Creo que percibí algo que no debería haber percibido —confesé, agarrándome del volante. Alesi arrugó la frente.
—¿Percibiste...?
—¡Bueno, okay! —exclamé, antes de que pudiera cuestionarme, de que señalara incluso que me había portado super mal—. En realidad, husmeé... un poco.
Él siguió impávido.
—¿Y?
Giré la cabeza para verlo frente a frente.
—En la mente de mi tía.
—¿Y?
—¿Me vas a decir que no te das cuenta de lo que se cocina entre ella y Hunter?
Aleksi alzó una ceja.
—¿Además de que Alice acaba de amenazarlo con cortarle las pelotas? Eso lo hace siempre. Más de lo que tu conoces.
Me agarré del volante con más fuerza.
—¡Me refiero a que se gustan! —exclamé, con tono ahogado—. Lo vi en la cabeza de mi tía. Hunter le gusta, la calienta, la pone hot. ¡Ya sabes, quiere cogérselo!
Aleksi alzó la otra ceja. Casi que se rió en mi cara.
—Ah, sí. Eso —soltó, con tranquilidad todavía—. Pues pasará o no. Y ya. Luego, probablemente se maten el uno al otro. Si no lo mata, solo será porque piensa en el daño para la niña. Pero la verdad es que la niña no lo reconoce como su padre aún, así que... A tu tía le gustan mucho los niños. No me sorprendería que esperara con ganas que su madre humana se muera para nunca reclamarla. Y si Hunter se muere, quizás se la quede toda para ella.
Me estiré para darle una palmadita en la mejilla, para que dejara de decir sandeces. Él solo atrapó mi mano y la besó después de dos golpecitos. Me sostuvo la mirada, con una incógnita por mi reacción, y entonces entendí que hablaba en serio. Lo que decía de mi tía era real. Para él, sin saber lo que yo sabía, mi tía era capaz.
—Es que no va a matarlo —le urgí, sin recuperar mi mano. Mis dedos se tensaron en su mejilla—. También supe lo que él estaba sintiendo. ¿Comprendes?
Aleksi me dio otro beso.
—¿Y por qué suenas tan conflictuada con esto?
—No debería saberlo —le expliqué—. No debería haberme metido en su cabeza o... debería haberme alejado cuando esa... cosa explotó desde ambos.
—¿El deseo?
Negué, pero luego asentí. Era más fuerte que el deseo. No era solo deseo y ya. Era una marca, era el destino tirando de ambos para unirlos cuando sus partes lógicas les decían que debían odiarse. Y la cosa que explotó en cuando sus manos se tocaron, no había forma de describirlo correctamente.
—Son marcas —dije, entonces, para resumirlo. Aleksi soltó mi mano.
—¿Cómo dices? —balbuceó, con los ojos como platos—. ¿Ya se acostaron?
Me sacudí en mi asiento, incómoda.
—¡No! La marca aún está hecha.
—¿Cómo carajos sabes eso?
—¡Es que te estoy diciendo que me metí en la cabeza de mi tía, vi que él le gustaba y de pronto, cuando se tocaron, una fuerza cero natural bramó de ambos, como algo magnético, oscuro y sensual y...! ...Amoroso —exclamé, exasperada—. Y tenía el mismo sabor que tiene... —Ahí, me sentí avergonzada—. Que tenemos nosotros cuando estamos cogiendo y estamos fuera de control. Es el sabor de la marca. O al menos, lo que percibí fue un gramo de lo que nos sabe a nosotros.
Se quedó callado, mirándome. Analizándome más bien. De nuevo, estaba procesando mis palabras. Me derrumbé contra el respaldo y exhalé toda la culpa que de pronto me había estado guardando.
—De acuerdo —dijo, entonces—. Ahora sí te entiendo. Pero la verdad es que te estabas explicando horrible.
Me crucé de brazos, para decirle que no. Pero me quedé callada cuando comprendí que sí. Se hizo un minuto de silencio y Aleksi también se reclinó en su asiento. Los dos miramos el estacionamiento, lleno de autos caros y vacío de personal, por el momento, hasta que él ladeó la cabeza hacia mi.
—¿Y te sientes conflictuada por saberlo antes que ellos? —preguntó—. Es que a mi me parece un buen detector. Hay muchos vampiros buscando su marca, aunque no lo parezca. Les sería útil. No comprendo por qué estás tan alterada.
Me mojé los labios.
—Husmeé en sus mentes.
—Lo haces todo el tiempo.
—Pero no es que solamente me llegaron pensamientos sin que yo los controle —expliqué—. Fui directamente a la cabeza de mi tía a buscar qué era lo que pensaba y sentía por Hunter. Y encontré algo sumamente íntimo. Y cuando los dos se tocaron, lo que se desató entre ellos... fui y también me metí a averiguar bien qué era. Invadí su privacidad.
No sé qué esperaba que él me dijera al terminar de contar bien las cosas, pero sin dudas no esperé que se quedara callado. No me dio ningún consejo, ni me dijo que estuve mal, ni me reconoció la culpa. Nada y no sabía por qué.
Por un mísero segundo, tuve ganas de averiguarlo. Pero clavé las uñas en el asiento y me alejé todo lo que pude de sus pensamientos, incluso de los que me llegaban solos. Cerré mi mente, al mismo tiempo que mis ojos.
—Igual no se los vas a decir, ¿o sí?
Su pregunta me descolocó. Abrí los ojos y lo miré.
—Cómo crees —solté—. No van a creerme. Y mi tía se molestará conmigo.
—Entonces finge que nada de esto ha pasado —resolvió, devolviéndome la mirada—. Hay cosas que nunca le cuento a nadie, conejita. De mis poderes, de lo que sé y de lo que no. De lo que hice y de lo que dejé de hacer. Nadie tiene por qué saber el alcance de tus poderes. Nadie tampoco podrá juzgarte. Todo esto es tuyo. Tu decides qué hacer con tu magia. Incluso, si alguien decide juzgarte, pues es problema suyo. Tu caminas, ellos observan.
Esta vez, la que se quedó callada fui yo. Sus palabras parecían tener sentido, pero no aplacaron mi malestar y ese saber primitivo de que yo estuve mal. Quizás estaba bien cuando no conocías a quienes les pasabas por encima. Pero esto era distinto.
Mi tía era mi familia. Yo la amaba. Haber violado su confianza y ahora guardarle el secreto era doloroso. Me quemaba en el pecho y aunque me había servido decírselo a él, porque era quien estaba para escucharme primero que nadie, sentí que me carcomería y que fingir no serviría de nada.
Cuando esa marca llegara, mi tía se enfrentaría a algo terrible y difícil. Y yo lo sabría y solo habría observado.
¡Lo prometido es deuda! Debido a que llegaron a 1k de comentarios en menos de 24hs, ¡nuevo capítulo! Gracias a todos por mostrar el entusiasmo en esta historia <3
¿Qué les pareció? ¿Qué detalles importantes pueden sacar de este capítulo? ¿Qué les parece lo que Alice y Hunter tienen por delante? ¿Y la conversación última entre Alek y Kayla? ¿Por qué creen que Aleksi le dijo lo que le dijo? ¡Muero por leer sus teorias y opiniones!
Sé que muchos sienten larga la historia, pero les recuerdo que ahora estamos en el libro 2. De estar en papel, esta historia sería una bilogía. Solo no lo dividí en Wattpad porque la gente suele no encontrar las segundas partes.
Pero, en resumen: Terminamos el libro 1, Mork Hodeskalle, y estamos en el 2, Hvit Kanin. A partir de este segundo libro, vamos a dar pie a las historias individuales de Alice, Allen, Elliot y también Theo. Todos los conflictos y desarrollos de estos personajes aquí, serán importantes para sus propias historias <3 Pronto les daré más información al respecto.
¡Los amo!
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