Libro 2: Capítulo 15. La flor
67: La flor
Kayla
—Debido al pacto de Kayla con Hunter, estamos en la obligación de rescatar a una niña —empezó mi abuelo, pero yo, que me había enderezado antes de que empezara a hablar, me apresuré a interrumpir.
—Ustedes no están obligados a nada —aclaré, con calma. Mi abuelo me miró, pero fue mi tío Sam quien habló antes que él.
—Somos un clan, es nuestra responsabilidad apoyarte en tus pactos —dijo.
—Más si estos nos afectan a todos por igual —siguió mi tío Allen, como si un poco me reprochara no haber pensando en cómo los iba a afectar a ellos.
Yo fruncí el ceño.
—Creo que no importa cuánto nos afecte si estamos hablando de la seguridad de una niña inocente —tercí. Por el rabillo del ojo, noté como mi tía arrugaba la nariz—. Somos todos adultos aquí. Y creo recordar que no somos solo un clan. Somos una familia. Y como dijo el abuelo, una familia no implica una dictatura, como ha sido con todos ustedes hasta ahora. Son libres de determinar su participación en esto, pero tengan en claro que yo no la necesito.
A Allen no le gustó mis palabras. Mientras mi abuelo me miraba en silencio, mi papá y mi tío Sam suspiraron, como si lo que hubiese dicho fuese una tontería sin sentido.
—Kayla, las cosas no funcionan así —me dijo Allen con toda su paciencia, lo cuál me irritó—. Como dije ayer, estamos violando las leyes de sangre al tomar posesión de una niña Edevane, por lo que no podemos, como clan, ignorar el bienestar o posible peligro de uno de nuestros miembros. ¡Esa regla, que vas a romper, nos incluye, a los ojos de los demás clanes, a todos!
—Hija —intervino mi papá, al notar que mi abuelo seguía callado—. Estoy de acuerdo con tu visión, pero en este caso, tenemos que pensar cuidadosamente los siguientes pasos. Y nosotros pensamos que lo mejor...
Me puse de pie de un salto.
—¿"Nosotros"? —solté—. No, papá, aquí no hay ningún nosotros.
—Kayla —insistió mi tío Allen, levantando el tono de voz, con un gesto autoritario—. No conoces suficiente de los pactos para dejar todo esto en tus manos...
—¿Perdón? —casi que chillé. La mesa se tambaleó. La silla de mi tío se agitó. Todos se observaron entre sí antes de mirarme. Mi tío Allen pasó de ser el adulto duro a mostrarse un poco inseguro.
—Tu tío, tu abuelo, tu papá y yo, creemos que lo mejor es que nos encarguemos de...
—¡Cierra el pico! —le ordené, señalándolo con un dedo.
En ese instante, la silla se movió hacia atrás. Alejó a mi tío de la mesa y lo llevó contra la pared del comedor. Él me observó indignado, pero cuando quiso pararse, no pudo hacerlo.
—¡Kayla! —me espetó.
—No seas irracional —me dijo Sam, con su calma de siempre. Y eso me molestó tanto que también lo aparté a él de la mesa, mientras rechinaba los dientes, solo con señalarlo con un dedo. Desde la pared, ahora dos pares de ojos me fulminaban ofendidos.
—¿Irracional? —les espeté, sintiendo en mi cuerpo, un segundo después, el esfuerzo de haber hecho magia sin siquiera pensarlo. Ya estaba muy cansada—. ¿A ustedes les parece que sigo siendo una niña inexperta? Y, en cualquier caso, no necesito la opinión de ninguno.
Entonces, me giré hacia Aleksi, que miraba la escena con una expresión de aburrimiento fatal. Todo lo que dijeron mis tíos y mi papá le parecía irrelevante.
—Mi novio tiene tres mil años, no son ustedes los únicos viejos con experiencia —les recordé—. Y es Mørk Hodeskalle. Puede darme su ayuda y su opinión cuando quiera,cuando yo la necesite. Y por si lo olvidaron, soy la niña de la profecía. Puedo encargarme yo sola de mis propios problemas y de mis propios pactos. Repito, si necesito la opinión y la ayuda de alguien, tengo a mi pareja, a mi marca, para eso. Y si algún día quiero la opinión de ustedes y su asistencia, se las pediré. Pero hoy no es el día.
Volví a sentarme, justo cuando mi tío Allen abría la boca otra vez.
—¡Es que tu pacto incluye a todo nuestro clan y tú no sabes nada de nada..!
No pude evitarlo. Incluso a través de la mesa, incluso aunque él estaba contra la otra pared, me estiré hacia él hasta captar uno de los hilos de sus pensamientos. Sin dudarlo, sin siquiera replanteármelo, tiré de él hasta que mi tío dio un respingo. Le hice saber que estaba ahí, dejé que me sintiera de camino a su cabeza.
En un segundo, llegué a las paredes que protegían su mente. Sin tener en cuenta bien cómo, alcancé ese lugar en ella que le permitía conectar sus pensamientos con su boca. Lo aplasté ligeramente con el pie, como si aplastara sus cuerdas vocales, como sí así pudiese callarlo por unos instantes.
—Hunter —susurré. Mi espalda cayó contra el respaldo. En seguida, sentí la mano de Aleksi en mi brazo—. ¿Dónde... está...?
Estaba agotada. Me costaba hablar, estar ahí entera, controlar la capacidad de habla de mi tío sin romperla para siempre... No podría hacerlo por mucho tiempo más.
—¿Dónde está Bryony? —dijo Aleksi, por mí. Su mano se había colado entre el respaldo y mi espalda, y ahora frotaba la parte baja de mi cintura.
Hunter, que había observado la escena en silencio, se giró hacia él.
—Bryony está con su abuela materna, en Calix. Mi madre le manda dinero y la va a ver cada tanto, sin que mi padre se percate de ello. Debido a las últimas circunstancias en mi clan, tampoco he podido acercarme a verla.
Aleksi asintió y yo solté a mi tío. Él soltó un jadeó y yo me derrumbé sobre el respaldo y el brazo de mi pareja. Me sentía totalmente lánguida y supe que sería incapaz de controlar a nadie más. Pero, por suerte, mi tío, abrumado e impactado por mi invasión, se quedó callado, agarrándose la garganta como si de verdad le hubiese estado pisando las cuerdas vocales.
—Bien —dijo Alek—. Entonces mañana iremos por ella. Si las cosas siguen como ahora, si los Edevane siguen en la retirada tal y como muestras los mensajes de su grupo de WhatsApp, no será ningún problema para que Kayla y yo vayamos sin que lo noten.
Después de las demostraciones que di, ni mi padre siquiera se animó a decir algo. Mi abuelo asintió con la cabeza y le hizo un gesto a mis tíos para que se acercaran sus propias sillas a la mesa otra vez.
—Tiene que ser lo más discreto posible, así que estoy seguro de que lo harán como tal.
—Yo iré con ustedes —dijo mi tía Alice, de pronto, con mucho cuidado de no mirar a Hunter—. Sé que voy a ser un mal tercio, comparada con dos seres que salen en profecías —añadió, con algo de mofa—, pero me las sé arreglar.
Aleksi le sonrió.
—Me sentiría más tranquilo si estuvieras ahí para despedazar las gargantas de Edevanes que te llevas aguantando —le dijo—. Así que...
—En unas horas —dije yo, enderezándome. Después de todo lo que dije sobre hacerme cargo de mis problemas y solo usar la ayuda de mi pareja cuando la necesitara, ahí estaba, dejando que Hodeskalle pactara todo. Esperaba que la mayoría de mi familia no se hubiese dado cuenta de lo débil que estaba en ese momento. Tome aire y traté de que todo me saliera de corrido—: Salimos en la madrugada, para abandonar la mansión de noche y que Aleksi use sus sombras, y llegar a Calix al amanecer. De ese modo, tampoco asustaremos a la humana en su cama.
Mi tía asintió. Aleksi y Hunter también.
—Tu no puedes venir —le dijo mi tía entonces, cuando él estuvo a punto de ponerse de pie—. Si te ven salir de aquí, sabrán que tienen algo con nosotros y nos seguirán.
Hunter la miró de lleno.
—Ya lo sé —le espetó y Alice arrugó la nariz—. No voy a arriesgar la seguridad de mi hija.
—Bien.
—Está bien —contestó él. Se puso de pie al fin y se dirigió a las puertas del comedor—. Estaré con ustedes para despedirlos y darles las indicaciones a las cinco.
Mi abuelo también se levantó y con él, mis tíos y mi papá, los tres perritos falderos del líder del clan. Ninguno me dijo nada al salir, pero mi abuelo si me dirigió algo parecido a una sonrisita divertida después de darle un vistazo al traumado de Allen.
El comedor se vació hasta que solo quedamos Aleksi, Vivi, Alice y yo. Y, en ese instante, pude derrumbarme sobre la mesa. Aleksi me masajeó la espalda otra vez.
—Lo haces excelente, conejita —me dijo. Se transparentaba el orgullo en su voz.
—No sé por qué... estoy... tan... cansada —contesté, con la cara contra la madera—. ¿Te sentiste así... alguna vez?
Aleksi rió.
—A veces. Pero se pasó rápido. Sobre todo, me sentía cansado después de las explosiones de poder sin control. Como la primera que tuve, cuando maté a todos tus primos. ¿Te acuerdas, mamá?
Deslicé la mejilla por la mesa para ver a Vivi. Ella suspiró casi con placer.
—No me mataste a mi también porque me arrojé al suelo —contó—. Admito que estaba aterrada. No sabía qué demonios estaba pasando. Ya sabes que no me dí cuenta de que fuiste tú. Pero luego... fue una imagen hermosa. Todos decapitados, todo lleno de sangre...
Suspiró otra vez. Podría haber hecho una mueca, pero entendía que para Vivi, todos esos tipos eran sus abusadores, los de ella y los de su hijo.
—Eso es lo que hubiese pasado si hubieses logrado hacer magia cuando Arthur cayó en la casa con todo su séquito de imbéciles —me dijo Aleksi, dándome palmaditas esta vez—. De haber explotado, quizás hubieses matado a todos los Edevane, pero también a tu madre y a gran parte de tu familia.
Yo apreté los labios.
—No logré hacer mucho en ese momento. Logré más cuando conocí a Bethia. Cuando ella pensó en chupártela y luego fingió ser linda y amable conmigo —escupí. Bueno, más bien balbuceé—. Me abrazaste y me dijiste que parara, porque no podía controlarlo.
Aleksi rió por lo bajo.
—Definitivamente, le hubieses arrancado la cabeza a varios invitados.
—Bueno, no soy experta en la materia como lo es Mørk Hodeskalle, querida —me dijo Vivi—. Pero las emociones son tan dispares como cantidad de vampiros existen en el mundo. Puede que la ira te alimente, como lo hizo con Alek cuando mis primos nos rodearon en ese acantilado y juraron que me harían cosas horribles. Pero también puede que el pánico te congele. Y eso... le pasa tanto a humanos como vampiros. El miedo a veces requiere más trabajo que el enojo.
Recordaba que sí me sentí cansada ese día. Después de pelear con mi abuelo, de jurarle que lo mataría si le hacía daño a Aleksi, de enfrentarme a mi patriarca y rebelarme ante sus normas y límites de una vez por todas, de romper todos los jarrones del living, me desmayé.
—Además... —siguió Aleksi—. Yo no tengo poderes como los tuyos. Yo no puedo leer los pensamientos de nadie. Menos controlar su mente para que no hablen.
Mi tía se encogió de hombros, con una sonrisita adornado la comisura de sus labios.
—Pues yo creo entonces que se complementan bastante bien. Aunque está claro que Kayla no necesita ninguno de esos poderes para ponerte de rodillas.
Puse los ojos en blanco, pero finalmente me erguí y me sujeté de la mesa para ponerme de pie. Necesitaba llegar a mi cama y dormir un par de horitas antes de nuestra nueva misión de rescate.
Alek me dio la mano y acepté su ayuda porque la verdad es que no creía ser capaz de caminar derecho. Mi tía y Vivi nos acompañaron por los pasillos y nos despedimos cuando tomamos el que nos dejaba en nuestra habitación. Mientras entrabamos al cuarto y me dejaba caer en la cama, pensé que ya había hecho cosas todavía más alucinantes que evitar que alguien hablara.
Le destrocé la mente a tres vampiros en una noche sin esfuerzo. Eso no me había cansado, así que la diferencia quizás estaba en lo único distinto que había hecho: buscar tan lejos, tan profundo, en la mente de Vivi. Retener un recuerdo que tenía más de tres mil años, limpiarlo, detenerlo y sobre todo entenderlo, debió ser la principal fuente de agotamiento para todo lo que vino después.
—¿Y si bebes sangre? —me dijo Aleksi, cuando notó que no me movía ni para sacarme la ropa.
—Puaj, no —susurré—. Ya me esforcé mucho ayer.
Él se sentó a mi lado. Me corrió las piernas para acomodarse y luego me ayudó a sacarme los pantalones.
—Me refería a mi sangre —explicó, acariciándome mientras tanto—. Estoy bien alimentado, te lo aseguro. Puedes morderme con calma. Puede que sea eso lo que te está cansando también. Llevas bastante sin beber sangre y quizás la necesitas para que tus poderes sean fuertes.
Arrugué la frente. Aunque no me gustaba para nada esa idea, tenía sentido. Aleksi usaba sus poderes como si nada por práctica, pero claramente tenía que influir que bebiera sangre y solo sangre todo el tiempo. Yo, en cambio, solo había bebido antes de salir de la mansión. Y el efecto de la misma estaba en mi cuerpo cuando destrocé a esos tres vampiros. Ya no la tenía.
—Demonios —bufé. Hice un mohín. Eso significaba que, si quería mantener mis poderes, iba a tener que alimentarme como un vampiro común y corriente. Nada de ser la niñita especial que comía pollito y verduritas.
Aleksi se inclinó sobre mí.
—Vaya, no pensé que ya mi sangre te resultaba aburrida —bromeó, pero yo continué con mi mohín—. ¿Qué?
—Mi cansancio de hoy significa que tengo que beber sangre para no sentirlo. Es por eso que seguro nunca te cansas de hacer magia.
Mientras me desataba los cordones de mis zapatillas y terminaba de quitarme el pantalón, pareció pensar en mis palabras.
—Es probable —aceptó—. ¿Quieres saber qué pasó después de que maté a todos los primos de mi mamá en ese acantilado?
Asentí. Él me sonrió y se inclinó aún más para besarme en la mejilla.
—Me desmayé —contó, dándome unas palmaditas en los muslos—. Mamá me cargó como si aún fuera un bebé por varios kilómetros hasta que me desperté. No me acuerdo mucho del siguiente día. Me la pasé tratando de entender qué había pasado, alimentándome y recuperándome. Me dolía todo. Desde la cabeza hasta cada centímetro del cuerpo. Ya no me acuerdo cómo se sentía, pero sí que eso pasó. Mejoré cuando tuve suficiente sangre en el organismo, como siempre que uno está herido. Necesitas sangre para curarte.
Aflojé los labios y suspiré. Quería quedarme tirada en la cama y comer una hamburguesa, no bajarme una bolsa de sangre, así que simplemente agarré su brazo y tiré de él hacia mí con demasiada flojera. No me perdí la sonrisa picarona que apareció en su rostro.
—No me queda otra que comerte —me lamenté, con dramatismo, acercando la boca a su mandíbula. Aleksi movió la cabeza hacia arriba y hacia abajo, sus labios rozaron los míos, perezosos, con pocas ganas de alejarse.
—Sé que querrías comerme de otras maneras si te sintieras mejor —me provocó, atrapando mi labio inferior con los dientes—. Pero no te preocupes, siempre puedo esperar por ti.
Se hundió en la cama sobre mi, apenas sosteniéndose con las manos que había aplastado a ambos lados de mis hombros. Su boca se apoderó de la mía en su beso fogoso y embriagador que me quitó el aire, los pensamientos y cualquier noción de cansancio. Ese día, podía permitirle que él me comiera a mí. Si no necesitaba moverme, ¿en qué me cansaría más?
Su lengua recorrió la mía y me envió deliciosos escalofríos al resto del cuerpo. Tensé los dedos de los pies y los de las manos se clavaron en sus codos, mientras me sujetaba de él como si pudiese caerme a algún sitio. Tal vez... caía un poquito más al infierno cada vez que me besaba y me destruía con tanto placer.
Pero así como me encendió, se separó levemente de mi y me ofreció el cuello. Mi aliento tembloroso se encontró con la exquisita piel de su garganta. El inicio de una incipiente barba adornada su mandíbula cuadrada. Su perfume me hizo agua la boca. El latido de su sangre bajo la carne me hizo líquida en otras partes y mis colmillos aparecieron sedientos de su sabor.
Deslicé las manos que tenía en sus brazos hacia arriba; me aferré a sus hombros fuertes y anchos. Mis dedos acariciaron sus clavículas por encima y por debajo de la camisa negra. Un gruñido retumbo a través de su garganta cuando mis caricias alcanzaron la base de su nuca.
Lo sostuve contra mi rostro y mordí, suave, delicada. Ese gruñido que vibraba dentro de él se convirtió en su gemido. Todos sus músculos duros y firmes se derritieron sobre mí. Se contorneó para ocupar cada espacio que el mío cedía en la cama. Mi pierna atrapó la suya y mi rodilla en su trasero lo empujó hacia mí. Su sangre caliente fluyó rápido por mi lengua, pero en el instante en que chupé, que succioné su piel y todo su ser con mis labios, su pelvis se presionó contra la mía, en un grito que no terminó de salir.
Nos fundimos el uno con el otro. Nuestros movimiento sutiles y calientes le sacaron suspiros de placer. Y aunque no estábamos unidos más que por mi boca, bebiendo, sorbiendo toda su esencia, su ser, su vida y su alma, me arrastró esa locura feroz que solía empujarme muy al fondo del abismo cuando me cogía.
La presión de sus pantalones contra mi pubis, el contorneo peligroso de sus caderas y su sangre reconfortándome, llenado mi estómago y más, finalmente, me hicieron gritar con él.
Nos terminamos de preparar para salir a Calix en el estacionamiento. No llevábamos equipaje, porque estábamos a menos de dos horas de distancia, así que los últimos detalles se limitaban a intercambiar información.
Hunter nos había dado la dirección, fotos de la niña, su madre y su abuela, así como el número de teléfono de esta última, que ya había sido advertida de que Bryony sería retirada de su custodia.
—¿Le molestará? —le pregunté, pero él hizo una mueca.
—No le agrado. Soy un vampiro. Su nieta también lo es, debido a que es mi hija. Y la madre de Bryony...
Estaba enferma. Se estaba muriendo por alimentar a su hija con su propia sangre. Por supuesto que para la señora eso debía ser terrible.
—¿No había nadie más para alimentarla? Otro vampiro, para que ella no tenga que morir —inquirí, pero la mirada que me dio Hunter me hizo entender, sin siquiera meterme en sus pensamientos, que esa era una pregunta estúpida. Él no podía acercarse en esos momentos. Y su madre, que también pertenecía a los Edevane por una marca, tampoco podía arriesgarse. Eso significaba que preferían dejar morir a la humana. Mientras Bryony siguiera con vida, su madre humana, efímera, una presa, no importaba tanto.
Apreté los labios y asentí. Me alejé también de él porque me tocaba luchar con mis propias cavilaciones y sentimientos encontrados. Para mí, los humanos eran mi especie, como me lo había dicho Aleksi. Me costaba entender la visión de un vampiro que no pertenecía a mi clan, como Hunter, cuya prioridad era sí mismo y su propia sangre. Los humanos no eran nada, más que distracciones y comida. Y eso fue esa mujer para él cuando ella quedó embarazada.
—Será mejor que nos vayamos, o se hará tarde —dijo mi tía, que estaba apoyada en el techo del auto. Su auto.
Aleksi se metió en el lado del acompañante y yo me detuve solo para saludar a Hunter. Nadie más había venido a despedirnos hasta ahí, solo él. Ninguno de mis tíos, mucho menos.
—Te mantendremos informado de todo —le dije. Me hizo un gesto afirmativo de la cabeza, pero cuando me metí al asiento trasero del auto y estaba por cerrar la puerta, habló:
—Cuida de mi hija.
Abrí la boca para responder que así lo había jurado en nuestro pacto, sin embargo, me dí cuenta de que no me estaba mirando a mi cuando lo dijo. Mi tía seguía apoyada sobre el techo, con la puerta del conductor abierta. Se lo estaba diciendo a ella.
Cerré la boca de un golpe y me mantuve rígida en mi lugar mientras Alice chistaba, como si él la cansara, como si le estuviese diciendo una tontería.
—Kayla te mantendrá informado —le respondió, nada más.
Ni Aleksi ni yo dijimos nada mientras ella conducía fuera del estacionamiento. Se suponía que debíamos estar alerta por cualquier cosa, pero él solo podía pensar en los enfrentamientos que ambos se cargaban y en como parecían buscarse roña tirándose de los pelos por cualquier cosa. Yo pensaba exactamente lo mismo y eso me distrajo hasta que salimos de la ciudad sin ningún problema.
Ahí, se me ocurrió chusmear más en la mente de Alice para saber qué pensaba exactamente de Hunter. Después de todo, él era el hermano del vampiro que ella castró y asesinó. Tenían una ley de sangre, un ojo por ojo, encima de ambos y eso estaba claro que generaba tensiones. Pero Hunter nunca se lo reclamó. Ni siquiera cuando estuvo con todo el clan, en el ataque a la mansión, movió un dedo en su contra.
Yo recordaba la forma en la que la miró. Tenía ira en su corazón en ese momento, o al menos eso era lo que aparentaba. Pero todo el tiempo que estuvo en la casa con nosotros y en presencia de mi tía, ni siquiera pensó en ello. Su hermano no apareció ni una sola vez en sus preocupaciones.
Supuse que se debía a la urgencia por salvar a Bryony. Después de todo, ahora sabía que él estuvo en el ataque, aun cuando no lo habían convocado, solo con la excusa de Howard, porque él quería conocer el terreno, ver si podíamos sobrevivir para salvar a la niña.
Por supuesto, yo sí tenía claro que nunca fue su intención cobrarse nada, ni menos esclavizarnos, porque había leído su mente. Pero mi tía no, y eso fue lo primero de lo que fui consciente cuando me deslicé silenciosamente por su mente.
Para ella, Hunter era un enemigo. Aún. El instinto le decía que tenía que matarlo antes de que él se cobrara el pacto, pero la confundía que jamás lo hubiese reclamado. La alteraba, la incomodaba. Pero también la caldeaba.
Me detuve en seco ante esa sensación caliente que reptaba por el fondo de su consciencia. Era pesada, ardiente, tenía un sabor agridulce y era difícil de reconocer si no la experimentaste antes. Pero yo sí la conocía, la reconocía. Era parecida a mi propio rechazo ante la atracción fatal que Mørk Hodeskalle me generaba cuando apenas lo conocí.
Me aparté de la mente de mi tía, abrumada, con la cara colorada y una sensación horrible de haber invadido su privacidad. Bueno, eso fue justamente lo que hice y cuando lo entendí, me sentí horrible y culpable, además de sucia e irrespetuosa.
«No voy a hacerlo otra vez», me ordené, cerrando los ojos y dándome golpecitos en la frente.
—¿Te pasa algo, bombón? —dijo mi tía, observándome por el espejo retrovisor.
Me apresuré a negar con la cabeza, avergonzada. No podía decirle que me sentía culpable por haber indagado en su cabeza sin permiso. De la misma forma, no podía disculparme con ella. No quería admitir algo semejante.
Aleksi también me miró por el espejo retrovisor y ladeó la cabeza con una pregunta implícita que contesté con una sonrisita que esperaba que pareciera relajada. Pero, por la mirada que me dirigió después, supe que para nada se lo había creído.
Me indagaría más tarde, seguro, por lo que traté de relajarme y evitar pensar en lo que había notado dentro de la mente de Alice. Miré por la ventanilla el amanecer, hasta que Aleksi le preguntó casualmente si se había encontrado con un tal Milano en Indonesia y mi tía contestó que él jamás se perdía ninguna fiesta.
Escuché con curiosidad como hablaban de ese vampiro italiano, un convertido que aparentemente le entraba a todo lo que se movía sin distinción de especie o sexo y mi tía confesó que Howard Edevane le pareció insulso, por difícil de creer que fuera.
—Quizás por eso me gustó —reflexionó ella—. Porque a Milano no le gustaba mucho.
«O quizás porque Howard y Hunter son muy parecidos», pensé yo. Si te gustaba uno, podría llegar a gustarte el otro. Pero se suponía que yo no debía pensar en eso porque no debía saberlo. No debería haber hurgado en la mente de mi tía como para conocer esa atracción.
Seguí callada mientras Aleksi y ella conversaban de algunas cosas de su pasado. Eran historias triviales, la gran mayoría tenía casi cien años de antigüedad, y se fueron apagando en cuanto entramos a la ciudad de Calix.
Los trabajadores matutinos ya estaban fuera, tomando el transporte público, taxis o andando en bicicleta a sus destinos, por los que nos movimos con mayor lentitud una vez que agarramos el tráfico de la hora pico.
Nos costó llegar al otro extremo de la ciudad, donde vivía la abuela y la madre de Bryony. Yo sabía, por todo lo que Hunter me había dicho de forma directa e indirecta, que él no se comunicaba con la mujer. La señora, la abuela de Bryony, la mantenía alejada. Su salud estaba muy mala y Hunter no tenía idea de si ella estaría ahí o en el hospital, donde aparentemente recibía un tratamiento que Evelina Novikov, la madre de Hunter, la Edevane por marca, pagaba con el dinero de su clan de origen.
La abuela de Bryony solo hablaba con Hunter y Evelina de Bryony. A decir verdad, tampoco fue muy clara sobre las últimas veces que la niña se había alimentado y eso era preocupante, porque un infante inmortal con hambre podría ser un poco peligroso para la comunidad vampirica.
Sin embargo, pese a nuestras preocupaciones, cuando aparcamos frente a la casa en una calle llena de casitas de piedra antigua y puertas con umbrales de madera pintada, en uno de los suburbios, todo estaba muy en calma, como si no hubiese una niña vampira a los gritos por sangre.
—¿Y si es una trampa? —preguntó Alice, aunque ella confiaba en mi tanto como Aleksi, aunque sabía que Hunter no podía mentirme.
—No lo es —dije.
—No hay vampiros por aquí —dijo Aleksi, bajando la ventanilla y olfateando el aire—. La única esencia que capto es muy pequeña. Diminuta.
También bajé la ventanilla y pasé los ojos por la calle. Apenas si alcanzaba a oler algo, dependiendo de cómo soplara el viento. No veía el color de ese olor, porque no había estado ahí. Estaba dentro de la casa.
Nos bajamos del auto con tranquilidad y no se me pasó que mi tía fue la que guio la marcha hacia la puerta de color verde desvalido. Ahí, el aroma era un poco más fuerte. Era claramente de un vampiro, pero estaba débil. No sabía si era porque Bryony era pequeña o porque, obviamente, ella era débil.
Cuando Alice golpeó la puerta, creí percibir otro olor. Me giré hacia la calle y noté que Aleksi hacia lo mismo, al mismo tiempo. Flotando, cerca de la esquina a unos treinta metros, vi una esencia de color durazno.
Alek aspiró profundamente, hinchando sus pulmones, pero exhaló justo en el momento en que la esencia se esfumó por el viento de la mañana.
—No es nada —me tranquilizó él, refiriéndose a que no era un Edevane, así que mi tía golpeó otra vez y nos giramos hacia la puerta.
Esperamos. Un minuto, tal vez dos. Escuchamos movimiento dentro de la casa de piedra y ahí me pareció sentir un olor distinto: podredumbre. Arrugué la nariz mientras unos pasos se acercaban a la entrada. Una voz pastosa vibró a través de la madera.
—¿Quién es?
—Vengo por la flor —dijo Alice—. Te avisaron de nosotros.
—¿Qué flor? —dijo la señora, de mala gana, todavía sin abrir.
—La bryonia —dijo mi tía—. Vengo llevarme a la bryonia.
Sé que a muchos les ha molestado la actitud de Kay en el capítulo de hoy, lo sé jajaja. Algo que me parece importante a mi, a la hora de desarrollar personajes, es que tengan un camino que recorrer y ese camino no siempre es cuesta arriba, al menos no todo el tiempo.
Por eso, les pido paciencia con Kay, que es una chica de 21 años, criada por una familia muy disfuncional, en donde todos tienen grandes problemas. Una familia que se ama, sí, pero que ha abusado y silenciado a sus propios miembros muchas veces y por eso les recuerdo que el amor no es sinónimo, siempre, de respeto.
Kay está atravesando un gran momento de rebeldía, de crisis, de búsqueda de identidad y lugar, que muchos tienen en la adolescencia, recién en el comienzo de su adultez. Le sucede a muchísimas personas (ejem, cof cof, fui una). En Kay, esta crisis está potenciada por su tener su primera relación, primer novio, por el desarrollo de su propia autonomía, de sus ideas, al descubrir lo disfuncional que es su entorno, ya que ha vivido engañada toda su vida. Lo que creía que era, nunca fue.
Esto suele pasar con niñas que han sido exigidas y criadas para ser perfectas, para cumplir y obedecer a su familia. En algún momento explotan y confrontan y no siempre de la mejor manera. Se le conoce como el Síndrome de la niña buena.
[Espero que si alguien lo vivió, al igual que yo, que muchas, o lo está viviendo ahora, pueda sentirse identificada o encontrar el valor para comunicarse con sus seres queridos a través de ella <3 Todo pasa, creanme ;) Pero no olviden que "amar" no alcanza, si no te respetan también a ti, si no te escuchan, si no dan valor a tu palabra y a tus opiniones. ]
~Tenganle fe al desarrollo de nuestra prota. A veces las personas tienen que cometer errores para construirse a sí mismos. A veces, el desarrollo toca fondo, para volver a arrancar hacia arriba.
¡Los amo y los veo en el próximo capítulo!
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