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Libro 2: Capítulo 14. Defender el pacto

66: Defender el pacto

Kayla

Bajé al sótano con muy poca información sobre lo que había ocurrido en mi ausencia con Jane, Oliver y sus padres. No sabía exactamente con qué me iba a encontrar, porque la mayoría de mi familia no les había prestado mucha atención. Según mi abuela, los dejaron para que hablaran y se fueron a descansar.

Las puertas de seguridad estaban abiertas y alguno que otro de mis guardias patrullaba los pasillos de la segunda mansión, la que estaba debajo de la primera. Aunque obviamente era más pequeña, tenía habitaciones cómodas para toda la familia e invitados, con suites y salas comunes y de entretenimiento. Todo para que no pareciera un bunker, aunque lo era.

Pregunté a uno de los empleados dónde podía encontrar mi amiga, porque no me sentía con muchas fuerzas mentales para averiguarlo leyendo pensamientos. Después de la sesión intensa con Vivi, rebuscando entre memorias tan antiguas, me sentía pesada. Y la sugerencia de Aleksi de beber sangre humana para recomponerme no me agradó.

El guardia me señaló al fondo de uno de los pasillos, hacia el ala más alejada de todas. La más privada y cercada, también. Avancé y no me sobresalté cuando Jane abrió la puerta antes de que la tocara. Venía gritando algo que no pude distinguir, amortiguado por las paredes contra el sonido.

Ella dio un respingo al verme, pero cuando me reconoció, una sonrisa enorme ocupó su rostro y se me lanzó encima.

—¡Estás bien! —chilló, abrazándome. Me reí, con la cara contra su pelo castaño claro—. O sea, sabía que habías vuelto, pero me alegra que estés entera.

—Estoy perfecta —respondí, dándole palmaditas en la cintura—. Lamento no haber venido antes. Tuve que dormir un poco. Y... también lamento no haber estado aquí cuando te... enteraste de todo.

Me separé de ella y le vi la cara. A pesar de que no había borrado la sonrisa, esta flaqueó un poco.

—Oh, no te preocupes —dijo, pero se apresuró a agarrar mi mano y a alejarme del ala donde se hospedaba con su familia—. No es como si no hubiese sospechado para nada que mi hermano no pudiese estar muerto.

Me llevó a una de las salas comunes, como si las conociera más que no —lo cuál era probable—, y se dejó caer en uno de los sillones. Tiró de mi mano para que me sentara a su lado.

—Sí, pero debería haber estado para apoyarte.

Jane se encogió de hombros. Se la notaba muy tranquila, a pesar de todo. Igual que como llegó a la casa el día anterior, con sus padres inconscientes en el asiento del auto. Como si la situación no fuese seria.

—Tenías cosas más importantes que hacer. Hubiese sido egoísta de mi parte quererte aquí cuando tu suegrita estaba en peligro —dijo—. Hay prioridades. Además, estaba preocupada de que estuvieses bien. Eso evitó que matara a Oliver con mis propias manos.

Me mordí el labio, insegura sobre lo que debía decir. Si Jane había conversado con su hermano a fondo, debía saber que fue elegido por los Edevane porque ella era cercana a mí. Yo era un factor importante, decisivo, en el hecho de que él fuese convertido.

—¿Cómo reaccionaron? Tus padres, me refiero.

Jane suspiró. Dejó caer la cabeza hacia atrás, contra el respaldo del sillón.

—Ha sido un desmadre. Nunca hemos sido una familia muy funcional, menos desde que Oliver murió. Pero desde ayer que no soporto estar cerca de ninguno de ellos —soltó—. Para empezar, mi madre no para de llorar. Mi padre dice que nos tienen secuestrados. También dicen que es culpa de toda tu familia lo que ha pasado. Ayer estaban enojados con Oliver, pero hoy lo ven como una víctima.

Me mordí con más fuerza el labio. Justamente, eso era lo que había estado pensando.

—¿Tu no? —inquirí.

Jane arqueó las cejas en mi dirección.

—Puede que los Edetontos nos hayan utilizado por ti, pero Oliver dijo que sí solito a esto. Él era un adulto, tenía suficiente raciocinio como para no meterse en cosas raras. Se suponía que él era mas listo que yo, que no se metía en Corazón por tonterías como averiguar por tu hermano desaparecido. Él se metió ahí porque compró la idea de la inmortalidad y éxito. Si lo engañaron es culpa suya.

Bajé la vista y jugueteé con el dobladillo de mi camiseta.

—¿Por eso estabas gritando?

Volvió a suspirar, pero más exageradamente.

—Estaba discutiendo con papá otra vez. No quiere que salga de la habitación. Ya sabes, porque "los chupa sangre, bla, bla bla". Les recordé mil veces que gracias a ellos estamos vivos, más de una vez. Que incluso su preciado primogénito está vivo a causa de tu familia, pero no quieren estar cerca de ellos. Del mismo modo en que yo no quiero estar cerca de Oliver ahora.

Entendía un poco como se sentía. Lo mismo sentí yo cuando mi familia entera me mintió. Los quería, pero no tenía ganas de estar en su presencia. A veces era válido alejarte hasta esclarecer tus sentimientos y eso era lo que Jane estaba haciendo con Oliver. Estaba enojada con él, lo culpaba de muchas cosas. Les tomaría tiempo arreglarse.

—Bueno, no tienes que quedarte aquí abajo —le dije—. Puedes ir a cualquier habitación de arriba que quieras. No te ofrezco la mía porque ya no estoy sola en ella.

Jane levantó la cabeza y me dirigió una mirada pícara.

—El calaveras y tú van con todo, ¿eh? —susurró, con mofa. Me contuve de darle un codazo—. No te culpo. Con esa cara debes querer comértelo todas las noches sin faltas —Le di un codazo—. ¡Oye! No seas celosa.

—No soy celosa —dije, entre dientes, pero solo logré que ella se riera más.

—Alguien dice algo de tu novio y ya empiezas a los golpes.

Puse los ojos en blanco.

—Si tuviera que golpear a alguien por mi novio, esa no serías tú.

Con eso, Jane se irguió.

—¿Cómo es eso?

Aunque no le había dado ningún pie para sospechar nada, ella conocía perfectamente mi tono de voz. Sabía que existía alguien a quien golpear y le conté rápidamente de Bethia. Ella escuchó en silencio hasta que le revelé mi nueva capacidad para leer pensamientos y cómo pude obtener una imagen muy clara de Bethia mamándosela a mi pareja.

—Me jodes —dijo, dejando caer la mandíbula. Al principio, pensé que iba a señalar que eso de leer mentes era una locura, pero ella lo ignoró con naturalidad. Con demasiada. Más bien, se indignó con lo de Bethia y tuve que explicarle también por qué eso no tenía sentido cuando ella estaba, en teoría, marcada con otro hombre. Jane no tardó en señalar que, quizás, eso se lo inventó para dejar a Aleksi sin que este se enojara con ella—. Tal vez le tenía tanto miedo que mintió.

No era un secreto para Jane las leyendas que acompañaban a mi marca, así que entendía casi tanto como yo el temor que inspiraba. Aleksi siempre me dijo que nunca se sintió del todo comprendido y seguro con sus parejas, porque estaba obligado a demostrar fuerza y poder para sobrevivir y esa fuerza solo generaba que sus parejas no confiaran tanto en él.

—En cualquier caso —dije—. Alek no confiaba en Bethia y Bethia tampoco en él. No iban a funcionar.

—No iban a funcionar porque él es tu alma gemela. Da igual quien sea la suya. Al final es un vínculo irrompible y eterno —dijo Jane, pero la sentí más queda. Sus ojos se clavaron en la pared y en las obras de arte frente a nosotras—. Que hermoso encontrarla. Ojalá existiera algo así para los humanos.

Parpadeé, en su dirección, y me incliné hacia ella.

—No te conté que Hodeskalle era mi marca antes. Tampoco te sorprendió lo de leer mentes. ¿Alguien te lo contó?

Ella giró la cabeza hacia mí. La expresión queda desapareció de su rostro.

—Tu tío —respondió—. Ayer por la noche lo mencionó Oliver, sobre las limitaciones de ser un vampiro convertido. Pero en medio de todas las discusiones que teníamos, no me pareció oportuno preguntarle a él. Así que cuando vi a tu tío, le pregunté cómo funcionaba. Me dijo que tú y Hodeskalle eran almas gemelas, como sus padres. Pero no como tus padres —añadió, apretando los labios—. Como los míos, supongo.

Hubo otro suspiro. No sabía bien qué problemas maritales tenían los Evermore, pero imaginaba que los matrimonios pasaban por momentos duros cuando sus hijos se relacionaban con vampiros y clanes asesinos.

—Sí, así es.

—También me dijo que tu abuelo casi se muere cuando se enteró, después de la fiesta. Pero que en realidad él se sentía agradecido. Tu tío, me refiero. Estaba feliz de que Hodeskalle fuera tu pareja. Por sus poderes, que al parecer también tienes.

Me incliné aún más.

—¿Y tú? ¿No estás enojada porque no te lo dije?

Ahí, Jane arqueó las cejas.

—Un poco, pero solo porque insistes —bufó, devolviéndome el codazo que le di antes—. Ibas a contármelo cuando tuvieras tiempo, como ahora.

—Lo siento —me disculpé, aun así.

Jane hizo un gesto con las manos, como sacudiendo el aire, como que no importaba, justo cuando vimos a mi tío Allen pasar por el pasillo alegremente, directo hacia el ala donde se hospedaba su familia, seguro para ofrecerles algo. Ella bajó la mano y se giró hacia mí.

—¿Mi hermano está libre ahora que los Edevane tampoco van a buscarte a ti? —preguntó.

No tenía una respuesta específica para eso. Si Oliver si volvía a cruzar con un Edevane, probablemente lo mataran por pura venganza o desquite. Tendrían que pasar muchísimos años para que lo olvidaran.

—No ser un Edevane ahora implica que no tiene clan, no tiene protección de nadie —susurré—. Lo más sensato, sería que se quedara con nosotros.

—Sería lo más sensato para todos —dijo Jane girando la cabeza hacia el pasillo, como esperando. En efecto, se escuchó un portazo, unos gritos y llanto y luego mi tío Allen apareció en nuestra visión, girando la cabeza para todos lados, buscándonos—. Pero ya ves que mi familia no es muy sensata.

Allen nos encontró una milésima de segundo después y se lo notó bastante contrariado. No había nada de la alegría que manejaba cuando pasó por la puerta momentos antes.

—Buenas tardes, chicas —saludó, tratando de poner una sonrisa—. Vine a ver como estaban tus padres, Jane. Pero no están nada mejor, parece.

Vi como ella arrugaba la frente.

—No te esfuerces. ¿Te insultaron?

Mi tío hizo una mueca.

—Otra vez me dijeron monstruo, pero no es nada.

—Lo siento —se disculpó ella, con verdadera vergüenza y pena. Pero yo recordé la manera en la que ella se puso cuando descubrió lo que yo era. Le costó varias horas asimilarlo y sus padres, además, acababan de descubrir que su hijo no estaba muerto.

Le tomé la mano y le di un apretón.

—Hay que darles tiempo. Como te dije, puedes mudarte a cualquiera de las habitaciones de arriba.

Ella asintió y me dedicó algo parecido a una sonrisa, pero se le borró enseguida. Sabíamos ambas que lo mejor para su familia era quedarse por tiempo indefinido con nosotros y aunque yo sabía lo linda que podía parecer esa prisión, esa mansión con paredes gruesas, vigilancia y monstruos chupasangres, en contra de los Edevane era la mejor opción.

—Bueno —dijo mi tío—, en cualquier caso, ya sabes donde encontrarme. A cualquiera de nosotros. Si quieres una habitación de arriba, puedo pedir que te preparen una.

Jane volvió a asentir, pero en vez de irse, mi tío se demoró unos segundos más en la entrada. Cuando se giró, en la puerta apareció Hunter y Elliot. Uno muy serio, el otro muy risueño, como siempre.

—...Y te decía, que si quieres caerle bien a todos, solo tienes que ser sumamente blando y sumiso y te empezaran a considerar más que un potus en un par de años —iba diciendo Elliot. Le sonrió a Hunter y a mi tío como si no hubiese estado diciendo una estúpidez.

—¿Potus? —repitió Allen, mientras Hunter me hacia un saludo con la cabeza.

—Si, ya sabes, mientras mas quietecito estés y menos cuestiones a nadie en esta familia, más rápido van a adorarte —sentenció mi hermano sin inmutarse, con una sonrisa enorme. Y entonces lo que dijo dejó de parecerme una estupidez—. Algo que claramente yo jamás practique y que mi linda hermana ha roto después de tantos años de que se cagaran en sus decisiones y libertades.

Mi tío cuadró los hombros.

—Elliot —siseó, pero mi hermano solo le dio unos golpecitos en el hombro, como si eso también hubiese sido un chiste.

—Hunter está aquí para hablar con Oliver. ¿Sabes dónde lo puedo encontrar?

Jane señaló hacia la pared a nuestras espaldas.

—Ahí, llorando con mi mamá —dijo, sin gracia, Elliot le guiñó un ojo, pero mi amiga no demostró sentirse afectada. Más bien, se concentró en Hunter—. Por favor, Edeton... Edevane, no te la comas.

Hunter arqueó las cejas, pero terminó asintiendo con solemnidad. Por supuesto, no solo sabía que Jane era humana, seguro también la olía. Y también sabía que era mi amiga y que nuestro pacto para proteger a su hija implicaba no tocarla ni a ella ni a su familia.

—Solo necesito hablar algunas cosas con él —explicó, antes de rodear a Elliot y perderse en el pasillo. La salita donde estábamos se quedó en silencio y finalmente Jane se puso pie y me preguntó si podíamos dar un paseo por el anhelante y fresco mundo exterior. Acepté y las dos pasamos por delante de mi tío, que seguía tenso y congelado, y mi hermano que para nada estaba afectado por el posible reto que se le venía encima.

Cuando Jane se adelantó por el pasillo y saludó amablemente a uno de nuestros guardias, me giré hacia ambos.

—Elliot dijo la verdad y te consta —le recordé a mi tío, señalándolo. Él arrugó la nariz y me pareció, de pronto, un chiquillo. Normalmente, aunque Allen se veía apenas mayor que yo y que mi hermano, su actitud y la de mi tío Sam, así como la de mis padres, me hacían verlo como alguien muy mayor. Por un segundo, no.

—No tiene por qué estar revelando esos detalles a los invitados —terció él.

Yo resoplé.

—No es nuestro pedo si te avergüenza —le urgí, justo cuando mi hermano se balanceaba fuera del cuarto para mirar a Jane, que nos estaba esperando detrás de las puertas de seguridad, cerca de las escaleras, lo suficientemente lejos para no escucharnos.

—Oye, Jane en serio es bonita —dijo, como si mi tío no hubiese dicho nada y como si yo no le hubiese contestado—. ¿Crees que...?

Me mordí la lengua para no gritar y me clavé las uñas en las palmas para no golpearlo. Sin embargo, uno de los cuadros que colgaba en el pasillo se tambaleó, cuando me acerqué a él.

—Ni, se, te, ocurra —le advertí—. ¿Tienes idea de cómo le romperías el corazón cuando te aburrieras de ella o cuando encuentres a tu marca?

Elliot me miró, impávido.

—Mamá y papá son muy felice sin su marca.

—¡Mamá y papá podrían terminarse en cualquier momento! —articulé, sin levantar la voz—. ¡La marca es algo que no puedes escapar!

Mi hermano se encogió de hombros.

—Tienes que acostarte con una vampira de sangre para que pase. Si no me acuesto con nadie, no pasará. Y oye, yo soy un tipo fiel —respondió, llevándose la mano al pecho con un exagerado gesto de dignidad. Yo rechiné los dientes. Eso no me parecía gracioso, él no tenía idea de nada. No podía siquiera pensar con exponer a Jane a más de todo esto. Era humana, no merecía arriesgarse a perder más de lo que había perdido. Sentí ganas de golpearlo en serio, de verdad. Me contuve, no di un paso más, pero mi cuerpo vibró—. Prometo serle fiel a la dulce y divertida Jane en la vida y en la...

Lo golpeé, pero no con las manos. De pronto mi hermano recibió un bofetón invisible que lo estapó contra la pared. Quizás, demasiado fuerte, porque la misma se agrietó.

Retrocedí, sorprendida, mientras mi tío dejaba caer la mandíbula.

—Kayla —me reprochó.

Elliot tardó un segundo en reaccionar.

—Auch —se quejó, llevándose una mano a la mejilla que le había golpeado. Me miró y supe que sí le había dolido un poco. Yo jamás, en la vida, logré hacer que mi hermano se quejara mínimamente por algo. Cuando éramos niños, normalmente él me sometía a mí, hasta que aprendió que era la princesita débil y que no debía pasarse porque podía matarme de verdad. Luego solo me molestó verbalmente o dejándome atrás. Pero ahora, acababa de agrietar la pared por darle un bofetón, uno mágico—. ¿Puedes hacerlo otra vez?

—¡Elliot! —gritó mi tío. Se avalanzó y lo cazó del brazo para alejarlo de mi, antes de que lo lastimara de nuevo.

—¿Es que tu viste lo que hizo?

—Deja de bromear de una vez —le ordenó Allen.

Yo me recompuse del shock y me erguí.

—Te partiré el cráneo si vuelves a sugerir lo que sugeriste —le espeté, escuchando no solo los pasos de Jane acercarse, sino sus pensamientos bulliciosos, preocupados por lo que acababa de ver desde lejos.

—Es que no entiendo por qué —siguió mi hermano.

—¡Porque la marca se siente incluso antes de acostarte con alguien! —le siseé—. Es algo que no puedes evitar desde que la conoces. Así que no juegues con ella, ¿entendiste?

Mi hermano miró por encima de mi hombro y aceptó con un movimiento de la cabeza, justo en el instante en que Jane se detuvo a mi lado. Ella se cruzó de brazos y nos frunció el ceño, esperando que explicáramos qué había pasado.

—¿Esa grieta la hizo tu cabeza? —le preguntó ella y mi hermano estuvo a punto de sonreírle coquetamente. Le gruñí.

—Mi cráneo es muy duro.

—¿Pero qué pasó?

—Hizo un chiste idiota —replicó mi tío, dedicándole una sonrisa breve. Los ojos de Jane se clavaron en él más tiempo del necesario. Mi tío se puso nervioso. Percibí sus pensamientos alterados y sin darle demasiadas vueltas, sin revisar bien, pensé que se debía a su extrema necesidad por quedar bien delante de los invitados—. No te preocupes. Ahora, nos vamos a vigilar a Hunter. Con permiso.

Llevó a mi hermano de la camisa y Jane se quedó viendo la grieta. Mi tío se volteó hacia nosotras solo una última vez antes de meter a mi hermano por la puerta de la residencia de los Evermore.

—Vamos —le dije a ella, esperando que empezara con la sarta de preguntas, pero ella no hizo ningún comentario sobre mis poderes. De nuevo, lo tomó con naturalidad y eso me hizo pensar, cuando subíamos las escaleras, cuánto habían estado ella y mi tío conversando.

Jane se instaló en una de las habitaciones cerca de Vibeke y no pareció preocupada por dormir rodeada de vampiros que usualmente se alimentaban de humanos vivos. En su mente, por lo poco que revisé, ella encontraba a toda mi familia segura y encantadora. Estaba cansada de hurgar en la cabeza de Vibeke, así que preferí abstenerme y no darle muchas vueltas al asunto.

Me despedí de ella antes de la cena, porque Aleksi me había avisado por mensaje, mientras la ayudaba a acomodarse, que tendríamos una reunión para definir nuestros próximos pasos a la hora de buscar a Bryony.

No supe exactamente cómo mi pacto con Hunter se volvió asunto de toda la familia, por lo que me preparé mentalmente para sostener con firmeza todas mis opiniones y decisiones. Sin embargo, sabía que contaría con el apoyo de mi pareja y probablemente de mi tía y eso me dio confianza.

Entré al comedor y me sorprendí de encontrar a Bethia ahí, con su pareja y Oliver, sentada frente a Aleksi, que la observaba con seriedad mientras ella derramaba lágrimas silenciosas. Me congelé al ver esa escena, al ver cómo mi novio parecía tener una nueva máscara sobre sus hermosas facciones, como si estar en presencia de esa mujer le hubiese construido una nueva.

Aunque estaba cansada, me estiré hacia todos ellos. La amargura en la mente de Aleksi me hizo dar un paso hacia delante.

—Hola —dije, con tono claro—. No parece que estuvieran teniendo una conversación agradable. ¿Molesto?

Todos se giraron a verme. Bethia se apresuró a limpiarse las lágrimas.

—No, para nada, amor —dijo Aleksi, estirando la silla hacia atrás, puso un brazo sobre el respaldo de otra, con aparente soltura, y lo tomé como que tenía que sentarme ahí. Pero cuando llegué hasta él, capté un pensamiento claro, desesperado: «Que se siente en mis piernas, que se siente en mis piernas».

Su deseo me sacó una sonrisa y corrí la silla para llegar a su regazo. Me senté encima de sus piernas y él actuó tranquilamente poniéndome una mano en la cadera. Sus dedos me acariciaron por encima del pantalón de lino. Actuó como si yo no hubiese escuchado lo que pensaba.

—Estabas llorando —le dije a Bethia, tratando de no ser condescendiente, pero no funcionó—. Lo siento.

Ella se secó una vez más las lágrimas y me sonrió, pero la alegría no llegó a sus ojos.

—No es nada.

—Bethia y Goran solo me estaban comentando el momento en que conocieron a Oliver —dijo Aleksi, pero yo solo fruncí el ceño y fulminé a la parejita con la mirada tanto como al hermano de mi amiga. ¿Qué tenía que ver eso con el llanto de Bethia?

—No parece ser una historia divertida, ¿eh? —tercí, apoyando mi mano en el brazo de Aleksi.

No se me pasó la manera en la que Bethia nos miraba a ambos, como si le pareciera extraño ver a Hodeskalle con alguien más. Eso me revolvió el estómago y aunque estaba cansada, aunque no tenía ganas, estiré mis dones hacia ella y tomé los hilos de sus pensamientos, hasta los más ligeros y banales.

Ella estaba pensando en nosotros, así como recordaba momentos de sus cien años con él. No fueron explícitos como el primer pensamiento que capté de su parte, pero sí que, en algún momento ella también se sentó en sus piernas.

Apreté los dientes. Mis colmillos pujaron contra mi lengua, pero los retuve. No podía actuar como una loca celosa.

—No es divertida —corroboró Oliver.

Goran, la pareja de Bethia, carraspeó.

—De hace un tiempo aquí, las cosas no han salido como deseábamos —dijo y como Bethia bajó la cabeza y otra lágrima silenciosa se escapó de sus ojos, profundicé hacia el interior de su mente. Me dolió la cabeza, se me debilitó el cuerpo, pero avancé hasta que me topé con un muro de dolor profundo y agónico. Me golpeó de la misma manera en la que estampé a Elliot contra la pared y lo único que evitó que me cayera de los brazos de Aleksi era su mano en mi cadera, sujetándome.

En definitiva, nada había salido como ellos deseaban. No se trataba solo de la muerte de Arran, el hermano de Bethia, que fue asesinado por los Edevane mientras intentaban esconder a Oliver. Si no que había algo oscuro dentro de ella, terrible y pesado. Su dolor era tan fuerte que no pude atravesar ese muro y me retiré antes de que mi cuerpo y mi mente no pudiesen sostenerme a mí misma.

—Todo es mi culpa —dijo Oliver, cuando yo me derrumbé solo un poco en los brazos de mi novio. Estuve a punto de decirle que tenía razón, pero Goran chistó y negó.

—Por supuesto que no. Las cosas ya eran difíciles para nosotros antes de que aparecieras.

Entonces, Bethia se giró hacia él y le agarró la mano. Se la apretó con cariño y lo observó con algo parecido a la dulzura. Me quedé atónita.

—Tu me diste una gran alegría —le dijo ella—. Me hiciste recuperar las ganas de seguir con mi vida. Nada de lo que hagan los Edevane es culpa tuya. Ellos ya me han sacado demasiado sin que tuvieras que ver. Pero apareciste en mi vida y...

No pude evitar arrugar la frente. No entendí nada y no sabía cómo preguntar. Tampoco sabía si valía la pena preguntar. Ahora era consciente de que algo le había sucedido a Bethia con respecto a los Edevane, lo suficientemente grave como para que ella interviniera por Oliver, pero el quid de la cuestión no lo tenía del todo claro.

En ese momento, al comedor ingresó Hunter, acompañado por mis tíos. Detrás de ellos, ingresó mi tía, cruzada de brazos y con una expresión recelosa hacia la nuca del vampiro Edevane. No me hubiese asombrado que él la sintiera caliente o que más tarde tuviera dolor de cabeza por el mal de ojo.

Bethia guardó silencio en cuanto entraron y la misma expresión recelosa que le dedicaba Alice, se la dio ella a Hunter. Se arrimó más a Oliver, como si así pudiese protegerlo de él, como si ella fuese su propia madre, y eso me dejó todavía más pasmada.

—No pensé que ellos iban a estar aquí —dijo Hunter, señalando a los Dunn con el mentón, deteniéndose cerca de mí, haciendo que mi tía enseñara los dientes con desagrado. Como no quiso estar cerca de él, se apresuró a tomar un asiento cerca de la cabecera, bien lejos de Hunter y de Bethia por igual.

—La casa esta súbitamente llena de gente indeseable —terció ella. Hunter la miró de reojo, pero finalmente se sentó en la silla junto a Aleksi y a mi y, como la reunión estaba por comenzar, me deslicé al otro asiento junto a mi marca.

—Por desgracia, es lo que toca —dijo mi tío Sam, sentándose también. Sus ojos claros estaban fijos en Hunter, pero de un modo más serio, más analítico.

—Me gustaría que no formaran parte de esta conversación —dijo él, mirándome a mí, como si yo tomara las decisiones. Por supuesto, se refería a Bethia, a Goran e incluso a Oliver, así que ellos no perdieron el tiempo y se marcharon de buena gana.

Justo al salir, mi abuelo, mi papá y, ya sin sorprenderme, Vivi, se aparecieron en la entrada al comedor. Esta última pasó por al lado del Bethia sin prestarle real atención. La saludó con la cabeza como saludarías a cualquier desconocido, por cortesía. Bethia hizo lo mismo y comprendí que no se conocían. Jamás se habían visto. En cien años de relación, Aleksi no se la había presentado ni una sola vez.

Giré la cabeza hacia él, alzando las cejas con la incógnita, pero él puso cara de nada. Se limitó a relajarse en su silla y solamente esperar a que esa reunión comenzara. Cuando mi abuelo se sentó en la cabecera de la mesa y cruzó las manos por encima, también tuve que prepararme yo, porque era la hora de defender mi pacto. 

¡Y se nos fue otro capítulo más! Como siempre, mil gracias por tanto amor, apoyo y promoción que le hacen a esta historia <3 Cada vez crecemos más y más y me hacen super feliz, incluso en momentos muy duros. 

Ahora sí, hablando del capítulo... ¿Qué pistas pudieron obtener de este? ¿Qué teorías pueden formar a partir de este capítulo? ¿Qué piensan de Oliver y Bethia? ¿Y de Jane, de repente tan cómoda entre los vampiros? jejejeje los escucho, con muuuuucha curiosidad. 

De paso, les cuento que los próximos planes para este universo van a incluir varias historias, spin-off, con parejas que se desprenden de este libro, así que prestenle atención. Tendremos un libro para Alice, para Allen, para Elliot e inclusive para Theo. Todo a su tiempo, ¡claro! Si quieren más info sobre esto, unanse al grupo de facebook Ann Rodd Destiners e hijos asociados, donde dejé un árbol genealógico de los White y Edevane que, OJO, tiene spoilers! Pero les dará un paneo de las próximas historias <3

¡Nos vemos en el próximo capi! Los amo 

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