Libro 2: Capítulo 13. Blanco
65: Blanco
Kayla
Vivi se había congelado. Parecía que una estatua estaba sosteniendo al bebé. Su expresión se volvió tan pétrea que me asustó y me puse tensa entre los brazos de Aleksi.
Nadie dijo una sola palabra, porque no entendía de qué estaba hablando. Nadie se atrevió a moverse hasta que su hijo lo hizo, estirándose hacia su madre y tocándole el hombro.
—¿Mamá?
Vivi parpadeó. Dirigió su mirada vidriosa y preocupada a su hijo. Percibí culpa y miedo en su mente y, ansiosa por saber qué pasaba, tomé los hilos de sus pensamientos sin dudarlo. No pensé en darle tiempo y privacidad, no creí que yo tuviera la valentía suficiente para escuchar sin más.
Los recuerdos de Vivi eran bastante turbios, casi tan turbios como los de Aleksi huyendo con ella por ese pantano horroroso. Apenas entré en ellos, me encontré con una sensación agobiante, una pena infinita y deseos genuinos de morir. Al principio, mientras luchaba para que estos no me dominaran y me contagiaran, pensé que eran sentimientos actuales, pero luego comprendí que eran turbios porque eran muy viejos y ni siquiera un vampiro podía recordar con claridad una vida tan extensa como la de ella.
Esos sentimientos agónicos le pertenecían a la Vibeke joven, aquella que no tenía esperanza alguna. Aquella que soñaba con morirse y arruinar a todos su clan. La vi vagar por los bosques cerca de su hogar, aprovechando los momentos bajo la luz del sol donde era libre de toda su familia, observando la naturaleza y sobre todo a las aves. La vi también deseando, en el fondo, más allá de la muerte, poder volar lejos como ellas.
La vi espiando a los humanos, curiosa por la forma en la que vivían, no solo en la que fallecían bajo los colmillos de los inmortales. La vi espiando a uno en particular, uno de ojos azules y de hoyuelos encantadores.
Temblé. El padre de Aleksi era un humano común y corriente, como él me lo había contado. Trabajaba en su aldea desde que salía el sol hasta que se ponía. Tenía las manos callosas y la mirada inocente. Más allá del desgaste por el trabajo, de las mejillas coloradas por el frío y de todas las responsabilidades que tenía, quedaba muy claro en los recuerdos de Vivi que él no era más que un niño cuando lo conoció. Al igual que ella.
Pero no era ese el motivo por el que Vivi veía a Aleksi con pena. No se trataba de que veía en su hijo constantemente la cara de su primer amor, se trataba de algo que ocurrió en aquellas épocas y que ella había, de alguna manera, selectiva o no, casi que olvidado en todos esos años.
—Hubo una mujer... —susurró Vibeke, con los ojos clavados en su hijo—. No sé quién era... Yo no recuerdo bien de dónde salió.
La vi en el mismo instante en que ella. Una mujer que parecía joven, pero cuando se trataba de vampiros era difícil de juzgar. Deambulaba por los bosques igual que ella y lo único que Vivi supo en aquel entonces era que venía de algún lugar lejano, porque jamás la había visto antes. No pertenecía a ningún clan de los Alpes escandinavos y sus alrededores.
—¿Una mujer? —preguntó Aleksi.
Vivi negó y luego asintió.
Se esforzó por esclarecer su rostro, por recordar sus palabras exactas. Pero esa memoria en particular estaba desensamblada. Ella no era capaz de establecer en qué momento exacto ocurrió, si fue antes o después de establecer una relación con el padre de Alek, si ya estaba embarazada o no.
Las imágenes me llegaron como en una película vieja, como si la cinta saltara o estuviera dañada. La mujer se acercaba a ella, le sonreía, incluso le tocaba el cabello. Pero luego, estaba lejos otra vez, entrando en el claro del bosque, observándola como si la conociera.
—No sé quién era. Pero ella... me dijo algo... que no entendí.
Vibeke ni siquiera podía estar segura del color exacto de su cabello. No sabía si era rubio, o más bien rojizo, o castaño claro. Recordaba que lo tenía largo, sí, pero eso no era, ni por asomo, suficiente para establecer algún rasgo distintivo.
—¿Pero qué tiene que ver conmigo? —preguntó Aleksi con aparente calma. Debajo de mis piernas, las suyas habían comenzado a temblar ligeramente. Imperceptibles.
—A tu hijo le gustará... o tendrá... algo, ¿blanco? Hvitr, hvitr —repitió, entonces—. ¿O dijo que serías hvitr?
—¿Qué es hvitr? —preguntó mi mamá, muy despacio.
Aleksi no respiró mientras respondía.
—Hvitr es blanco en nórdico antiguo. Una de las tantas lenguas que se hablaban en las montañas. Hoy, se le dice solo hvit.
Vivi exhaló con lentitud.
—No recuerdo si ya estaba embarazada o no. No estoy segura, pero, ella también dijo algo como que ya no sería sangriento. Sería del blanco. Y ahora que lo pienso, tiene sentido. No lo tuvo en tres mil años y por eso lo olvidé, porque tenía más cosas de las que ocuparme, pero... ahora... Aleksi es un White, porque Kayla lo ha marcado a él.
Era difícil seguir el recuerdo que ella intentaba desentrañar. Por supuesto, las palabras de aquella vampiresa podían tomarse como una premonición, una advertencia, pero eso tampoco podía asegurar que esa mujer en particular tuviese que ver algo con nuestra profecía. Si bien no se conocían vampiros que tuviesen dones de clarividencia, hasta donde yo sabía, quizás podría existir más de una.
—Quisiera poder acordarme más, pero... No me parece una coincidencia —dijo ella—. Lamento no habértelo dicho antes, hijo, pero es que, ¡acabo de acordármelo!
Aleksi le sonrió y negó con la cabeza. Como yo estaba todavía muy concentrada en revisar a Vivi, no pude más que sentir un vacío en su pecho, como algún tipo de lamento.
—Mamá, no es nada. Y probablemente, si no es una coincidencia, no sea algo a lo que debamos prestarle mucha atención ya. Además, si lo olvidaste, es normal. No pasa nada.
Ella no parecía muy de acuerdo con eso. Y la verdad era que yo tampoco. Parecía que Aleksi prefería ignorar el asunto de la profecía lo más que pudiera, quizás por lo que yo pudiese pensar de ella aún.
—Dicen que nada se olvida en realidad —dije—. Que todas las cosas que vivimos quedan almacenadas en nuestra mente, aunque no podamos acceder siempre a ellas —Vivi me miró cuando yo llamé su atención con la mano. Mi tía y mi abuela, que habían estado calladas escuchando, arrugaron un poco la frente, sin entender por donde iba—. ¿Me permitirías buscar en tu cabeza ese recuerdo? ¿Ver si puedo encontrarlo intacto?
Durante unos instantes, Vivi dudó. Probablemente porque vió lo que yo podía hacer cuando me metía en la cabeza de alguien, pero al final se puso de pie con un asentimiento de la cabeza. También me levanté y dejé que ella le entregara a Aleksi a Theo.
—Dime qué tengo que hacer.
Le pedí que volviera a sentarse y acomodé una silla frente a ella. Tuve todas las miradas encima, pero no era difícil para mi volver a conectar con Vivi después de haber hurgado en su cabeza hacia unos instantes.
—Estuve mirando un poco lo que recordabas, lo siento —le expliqué, cuando ella adoptó una postura relajada—. Vi algo entrecortado, una mujer muy joven, aunque mayor que tú. Pero el cabello y su rostro no están claros.
Ella asintió. No estaba molesta conmigo por la intromisión.
—No la recuerdo con claridad. Solo sé que apareció ahí, que me habló y me tocó. Jamás volví a verla, estoy segura.
—Entonces busquémosla mejor.
Cerré los ojos y dejé que mi consciencia avanzara por los hilos de pensamientos que se extendían desde su cuerpo. Fui cuidadosa, mucho más que cuando simplemente espiaba a través de ellos, porque ahora me tocaría ingresar realmente en su mente y eso implicaría una invasión de la que probablemente Vivi estaría consciente si era brusca.
También, porque al hacerlo dejaría de estar pendiente de mi propio cuerpo.
Me deslicé por entre las paredes de su cabeza con la mayor delicadeza que tuve. Fui de puntillas, esperando pasar desapercibida, y me encontré con una mente sabia, por lo antigua que era, pero que a pesar de la fiereza que caracterizaba a esa mujer, era muy suave y estaba plagada del rostro de sus hijos y de su marca. Por dentro, estaba claro que Vivi era puro amor.
Sin embargo, una vez que empecé a mirar entre sus recuerdos, me encontré con una maraña enorme de ellos. Al ser tan longeva, había millonada y hallar uno en particular de pronto me pareció imposible. No sabía dónde mirar, así que acaricié las paredes de la mente de Vibeke con dulzura, haciendole saber que estaba ahí.
Ella dio un respingo. Escuché como la silla se movía, pero no a través de sus oídos, sino de los míos. Ahí me di cuenta de que una parte de mi seguía atada a mi cuerpo, que no me había desconectado por completo.
—No te asustes —le dije, encontrando la conexión con mis cuerdas vocales. Mi voz vibró en la mente de Vivi. La escuché dividida entre mis propios oídos y lo que ella replicaba, por lo que, la próxima vez, decidí hablar directamente ahí—: «Vivi, necesito que vuelvas a ese recuerdo. Necesito que lo encuentres para mi».
Para darle seguridad, volví a acariciar su mente. Fui cariñosa y dulce y ella se relajó otra vez, cómoda con mi presencia. En respuesta a mi petición, ese pequeño universo dentro de su cabeza se trasladó a toda velocidad a esa imagen en el bosque.
Habiéndolo hallado, en seguida pude cernirme sobre él, verlo desde afuera, analizarlo. Vivi se esforzaba por retenerlo y lo noté tan borroso y cuestionable como cuando lo espié desde lejos. Entonces, cuando creí que ella iba a dejarlo ir, lo tomé con la punta de mis dedos. Lo retuve y ella no tuvo que seguir luchando. Su consciencia se apartó para dejarme pasar y, sin soltarlo, me zambullí dentro de él.
Toda esa memoria estaba impregnada de la luz del sol que pasaba a través de las copas de los árboles. Estaba fresco y Vivi tenía los pies descalzos. Se le enredaban con el césped y con raíces pequeñas, pero ella disfrutaba de esa sensación y no de la tierra fangosa que rodeaba su "hogar".
Estuve con ella ahí, sintiendo todo lo que sentía, deteniéndome en detalles como el olor de las flores silvestres y los pinos mentolados. Formé parte de ese momento y pude conocer a fondo cómo se sentía ella cada vez que podía huir del clan, cómo solía aferrarse a esos instantes de soledad y libertad para solapar toda su depresión. Porque sí, lo que Vivi sentía eran verdaderos deseos suicidas.
Entonces, esa mujer entró en su visión. Cuando vi por primera vez el recuerdo, su rostro estaba borroso, no estaba claro su color de cabello o su altura, tampoco qué vestía. Pero ahora, era distinto.
Bajé el ritmo de la memoria, controlándola casi sin darme cuenta. La mujer salió de entre los árboles mirando a Vivi, a mi en su cuerpo, fijo. Sonreía y, en efecto, era joven y hermosa, parecía conocer en dónde estaba y también parecía estar ahí por una única razón, pero Vibeke era demasiado joven para comprenderlo.
Cuando ella se acercó, pude ver en sus ojos grises muchos siglos acumulados. Había un saber insondable en esa mirada y estaba, también, cargada de fascinación.
—Estás un poco lejos de casa —dijo, a modo de saludo. Eso Vivi no lo recordaba por sí misma, pero se detuvo cuando la mujer se acercó más—. No tienes por qué temerme.
—No te temo —respondió Vivi, haciendo un puño a ambos lados de sus caderas con su raído vestido, construido por distintas telas atadas y pieles austeras.
La mujer, en cambio, llevaba prendas ligeras, drapeadas sobre su piel bronceada y pecosa. El cabello largo lo tenía adornado con flores y piedras engarzadas. En aquel instante, lo que la futura madre de Hodeskalle sintió fue fascinación.
—Pareces preocupada —dijo ella, acortando la distancia entre ambas—. Pero no tienes por qué estarlo.
De pronto, le estaba tocando el cabello. Le acunó una de las trenzas que ella llevaba encima y la Vivi de aquel entonces pensó automáticamente en qué era lo que le preocupaba.
«Leif», ese nombre resonó en la mente de Vivi y en mi propio ser. La actual ella me estaba acompañando al revisar esa memoria y supo, al instante que yo, a qué se refería esa mujer. Al padre de Aleksi.
—No me pasa nada —mintió la joven Vivi, pero la mujer le acarició la mejilla, a sabiendas de que lo hacía.
—Que criatura fuerte, tenaz, eres. Pero tu preocupación desaparecerá algún día. Confía en mí.
—¿Y quién eres?
La mujer lanzó una risita. Se inclinó un poco hacia la niña que tenía en frente, para ponerse a la altura de su rostro.
—Es probable que nunca hayas escuchado de mí. Me suelen olvidar rápido. Pero ese no es problema, no me molesta. Sin embargo, eso no implica que yo sí los olvide —contestó—. Vibeke, el fruto que llevas en tu vientre no estará siempre cubierto de sangre. Qué especial es, qué distinto. Igual que tú, pequeña princesa. Tu eres una fascinante prueba de que nuestras especies se parecen más de lo que todos ellos quieren hacernos creer. Nacimos del mismo lugar, y volveremos siempre al mismo lugar.
La jovencita en el claro dio un respingo. Sabía que estaba embarazada, lo supuso por algunos cambios que despertó en su cuerpo, como la ausencia de la regla. Su clan también lo había descubierto y estaba eufóricos, creyendo que alguno de ellos había puesto su semilla en el vientre de esa niña. Vivi también lo creía, pero en el fondo, anhelada desesperantemente que no fuese así, que fuese de Leif, que fuese él el padre, aunque fuese imposible.
Por eso estaba preocupada, por eso estaba asustada. Desde que su padre y sus hermanos supieron que estaba encinta, no le permitían alejarse mucho. No podía ir a la aldea de Leif y que alguno de ellos supiera que tenía un romance con un humano. Matarían a él, a su familia y a todos en esa aldea.
—¿Cómo...?
La mujer le sonrió.
—Él es distinto a todo. Distinto a todos ellos, mi querida. No estará cubierto de sangre.
Supe por qué Vivi era incapaz de recordar eso por sí misma. Era complejo, inentendible. Por supuesto que hablaba de Aleksi y de que él sería un semi humano, pero ella lo había entendido como que su amor con Leif era una muestra de que no eran siempre cazador y presa, sino que podía existir el amor. No lo relacionó de forma directa y cuando el verdadero drama empezó en su casa, lo olvidó por completo. Cuando descubrieron que el niño era un semi humano y Vivi tuvo que dar su vida para salvarlo, lo olvidó de verdad.
—¿De sangre? —repitió esa Vivi. Sentí el vértigo que ella sintió.
—Cómo ostentan la sangre tus antepasados —exclamó la vampiresa. El sol arrancó brillos hermosos de su cabello castaño rojizo. Sus ojos se achicaron un poco cuando la miró con ternura—. Pero tu hijo —añadió, llevándole una mano en el vientre. Vivi se las llevó también y sus manos se chocaron. Observó con timidez a la mujer—, ese acostumbrado a la oscuridad, está destinado al alba. Él será blanco y eterno. Estará siempre iluminado por el sol y la luna —Ella subió las manos hasta el rostro de Vivi y se las puso en la sien. La miró a los ojos y, de la nada, sentí que estaba mirando más que a ella misma. De pronto, sentí que me estaba mirando a mí, oculta en su mente, divagando por sus recueros—. Es la luz que le dará el conejo blanco.
Entonces, sentí un escalofrío en mi propia piel. Abandoné la mente de Vivi tan rápido, sorprendida por lo que esa mujer acababa de decir, que ella se tambaleó sobre la mesa, al igual que yo.
—¿Kay, mamá? —preguntó Aleksi. Estaba arrodillado entre ambas, pero las dos solo podíamos jadear, intentando recuperarnos y ambientarnos en el presente, asimilar la realidad y no el pasado—. ¿Conejita?
Otro escalofrío recorrió mi piel. Vivi levantó la mirada de la mesa y cruzó una mirada cómplice, conocedora, conmigo. El recuerdo estaba claro para ambas. Y, aunque no tuviésemos el nombre de la mujer, ninguna tenía duda de quién era ella. La vampiresa que hizo la profecía existía y hacia más de tres mil años predijo que Aleksi me conocería.
No pudimos hablar de inmediato, porque estábamos demasiado impresionadas. Yo no sabía cómo expresar las cosas que había visto en esa memoria enterrada, porque, a decir verdad me costaba aceptarlas.
El rostro de esa mujer estaba grabado en mi mente y lo estaría siempre. Sería capaz de reconocerla aún si me la encontrara por breves segundos. Y, ligada su sonrisa cariñosa, existía una urgencia por ponerle un nombre, pero de eso sí que no teníamos ni una pista.
Alek se quedó entre nosotras dos hasta que Phil apareció en el comedor y se hizo cargo de contener a su marca. Ahí, mi pareja se abocó por completo a mi y me sacó del comedor cuando le dije que necesitaba aire.
Los dos caminamos hacia los jardines delanteros, donde se llevó a cabo la fiesta, y nos sentamos en el borde de una de las fuentes de agua. Él esperó con calma, sin presionarme, pero ahora que estaba libre de los pensamientos de Vivi, pude sentir todos sus nervios a flor de piel. Me apresuré a tomarle la mano, para calmarlo y también para darme fuerzas, y abrí la boca y largué todo de una, sin pausas.
Aleksi escuchó en silencio, sin interrumpirme. Traté de mantenerme ajena a las preguntas que pujaban por salir de su boca siquiera antes de que las formulara y me concentré en todos los detalles importantes que podrían ser de utilidad. Sin embargo, cuando terminé de hablar, me pregunté qué utilidad podría tener para nosotros saber quién era ella y por qué dijo lo que dijo.
Daba igual qué predijo, si no lo hizo y solo estaba diciendo tonterías que resultaron ser coincidencia. Al fin y al cabo, teníamos una nueva forma de reinterpretar la profecía y esta no tenía por qué regir nuestras vidas.
—¿Cómo entendiste todo? —me preguntó Aleksi, sacándome de onda. Giré la cabeza hacia él y fruncí el ceño. De todo lo que podía intrigarle, ¿era solo eso?
—¿Cómo?
—Sí —respondió él, alzando las cejas—. Mi madre y yo hablábamos uno de los tantos dialectos previos al nórdico antiguo del cuál derivó el noruego actual. Pero tú lo entendiste... sin problemas. Y no sabes ni siquiera noruego. ¿Cómo lo supiste?
Me quedé de piedra, porque no tenía una manera de responder eso. Para mí, todo el tiempo estuvieron hablando en mi idioma y pensé que podía deberse a que estuve siempre dentro de la mente de Vivi. Que quizás, mientras ella aún recordara esa lengua y pudiese comprenderlo, yo también lo haría.
—Hvit kanin —murmuró Aleksi, cuando yo no contesté—. Eso significa "conejo blanco".
Mantuve la boca cerrada, porque en sí el nombre, ahora que lo pensaba, me daba un poco de gracia. En noruego, parecía intenso, fuerte, pero en mi propia lengua, carecía de intensidad. Me hacía acordar al conejo blanco de Alicia en el país de las maravillas.
—¿Tu también crees que hablaba de ti?
Torcí el gesto. Por supuesto, era una White, mi apellido significaba blanco, literalmente. Pero en cuanto al conejo, ese era un apodo que él mismo me puso basado en unos pantalones de pijama. Me parecía totalmente arbitrario, así que me encogí de hombros.
—La profecía no hablaba de ningún conejo.
—Repíteme qué fue lo que esa mujer dijo.
—«Cómo ostentan la sangre tus antepasados. Pero tu hijo, ese acostumbrado a la oscuridad, está destinado al alba. Él será blanco y eterno. Estará siempre iluminado por el sol y la luna. Es la luz que le dará el conejo blanco» —recé.
Aleksi se llevó una mano al mentón. Se rascó la mandíbula un minuto entero antes de tomar mi mano y girarme la palma hacia arriba.
—«Cuando esté en la cumbre, nacerá una del día y la noche». Claramente, habla de una vampiresa que pertenece a ambos mundos. Cualquier vampiro de sangre puede estar bajo la luz del sol, pero el significado es otro. Se refiere a transitar por el universo de las dos especies —explicó, pasando el índice por las líneas de mi piel—. Al igual que yo, tú puedes sobrevivir como humana y como vampiro. Pero a diferencia de mí, siempre has tenido la opción. Tu familia te ha permitido estar en ambos mundos y pudiste elegir con quién identificarte más. Yo, siempre pertenecí a la oscuridad, por supervivencia —explicó. Sus ojos se dirigieron a mi rostro. No necesitaba que me señalara el punto para que conectara esa parte de la profecía con lo dicho por la mujer—. «Cuando él se abrace a la sombra, aparecerá una del sol y la luna». Esta frase dice lo mismo que la anterior, pero las dos profecías hablan del sol y la luna. «...La niña que rehúye a la sangre y persigue al alba...», se relaciona directamente con «está destinado al alba». El alba puede ser una alegoría para un momento en que el sol y la luna se encuentran, si queremos ser rebuscados. Pero, en cualquier caso, si ella es el sol y la luna, si ella ilumina, ella también es el alba. Y él... yo, estará libre de la sangre de sus antepasados, porque será blanco y eterno.
Guardé silencio por un momento.
—¿Y cómo puedes ser eterno y blanco si también la niña del alba te pondrá de rodillas y te quebrará?
Aleksi rió.
—Soy un White ahora, y tu puedes ponerme de rodillas cuando quieras y quebrarme lo que se te dé la gana —dijo, entrelazando sus dedos con los míos. Me entró un calor enorme cuando noté que su tono de voz fue demasiado alto. La conversación no era tan íntima. Pero, por suerte, nadie estaba a nuestro alrededor—. Si quieres quebrarme algo con ese lindo culo que tienes...
—¡Sh! Ya —le espeté, dándole un manotazo débil en el hombro. La cara me ardía. Me acordé como anoche lo tuve con la boca entre mis piernas, tirando de su cabello para que me comiera como yo quería—. ¿No te has puesto a pensar en que quizás habla de personas distintas? Qué tal si yo soy el conejo blanco, ¿no? Pero quizás no soy la niña del alba.
Aleksi ladeó la cabeza. Su sonrisa socarrona y atrevida estaba adornada con esos tiernos hoyuelos. Estuve a punto de atragantarme cuando vi algo de sus pensamientos. Estaba recordando lo mismo que yo, como él me veía desde abajo, cuando su lengua presionaba contra mi clítoris.
Me quedé sin aire y él se estiró para pegar su nariz a la mía.
—Conejita, ninguna otra mujer podría quebrarme y ponerme de rodillas. Nadie lo hizo, nadie lo hará. Tu eres la primera mujer que quiero que se me siente en la cara —y entonces, como si la conversación no fuese fuera de lugar, me dio un dulce beso en la punta de la nariz. Yo di un respingo—. He tenido relaciones, lo sabes bien. Pero jamás perdí mi lugar, porque un instante de debilidad y hubiesen sabido qué era. No se trata solamente de mi ego o de lo que exponga al mundo como Mørk Hodeskalle. Si no que aprendí a ser dominante para protegerme. Así que sí, le pertenezco al conejo blanco —añadió, llevando la mano a mi mejilla. Me apartó un mechón de cabello de la cara y lo escondió detrás de la oreja—. Y ella es la única con la que siento que puedo ser yo mismo.
A pesar de que estaba sumamente acalorada y podía ser claramente por dónde iban sus pensamientos sobre sentarme en su cara, me derretí con sus palabras y la forma en la que me miraba. Desbordaba amor, fidelidad y alegría.
Reprimí un escalofrío de placer y me acurruqué contra él.
—Tu también eres con quien me puedo sentir yo misma —murmuré. Aleksi me atrajo a su regazo, como cuando estábamos en el comedor—. Y por eso, me da miedo que las profecías no hablen de nosotros... y hablen de alguien que pueda hacerte daño.
Él me estrechó. Me sentí pequeña y protegida entre sus brazos.
—Yo tengo la sensación de que mi marca no dejará que nada me pase.
Besó mi cabeza y volví a derretirme. Me aferré a su cintura y apoyé la mejilla en el hueco debajo de su cuello.
—En eso, definitivamente tienes razón. Mataré a cualquiera que quieta ponerte un dedo encima —Su risa me sacudió ligeramente. Pasó de su piel a la mía y me calentó todo el cuerpo. Tuve ganas de reír también, y de olvidarme de todas las preocupaciones.
—Casi le arrancas la cabeza a tu abuelo. No tengo ninguna duda de ello.
Logró que me carcajeara y luego pudimos relajarnos el uno con el otro. Nos mecimos bajo las flores que todavía colgaban de las enredaderas del jardín, bajo la luz del sol, solos los dos y cómodos como jamás imaginamos que estaríamos dentro de mi mansión.
Era agradable no tener que ocultarse para nada y que nadie se sorprendiera de vernos ahí. Era normal, estábamos bien. Por el momento, los dos pertenecíamos ahí. Los dos, éramos White.
¡Feliz primer año de Hodeskalle! Hoy, más que nunca, no puedo creer que esta historia haya llegado a donde está, que tenga más de 1M de lecturas y que hayan llegado a mi tantas conejitas y conejitos nuevos a la familia, mi familia.
Tengo que agradecerles mucho el apoyo enorme que le han dado a Aleksi, a Kayla y a mi. Espero que en un año más sigamos juntos, tanto en esta historia como en otras, miremos atrás y podamos de nuevo comparar. Espero que el próximo año podamos hablar de editoriales como una realidad y que todos estemos listos para sacar este libro de los estantes de las librerías. Soñar es gratis, pero quiero soñar con ustedes.
Gracias por los fanarts, por los edits, por los videos de tiktok, por los challenges, por las risas y por acompañarme mientras me desafiaba a mí misma con cada capítulo de esta novela. Gracias por estar festejando conmigo. ¡LOS AMO!
Esta semana tanto en el grupo de facebook como en instagram estuvimos festejando el aniversario y aún pueden participar de los juegos y del contenido extra que subí y subiré mañana. El sábado, tendremos un live en Instagram con más juegos, detalles y SPOILERS de este universo. Será a las 19hs Arg, en mi cuenta /anns_yn
Ayer, les regalé al fin esta ilustración termina de Kayla, (también en el facebook y en Ig), que la disfruten!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro