Libro 2: Capítulo 12. Curiosa
64: Curiosa
Kayla
Para mí no existía nada que pudiese evitar que dijera que sí a semejante súplica. Hunter llenaba todos los espacios de mi mente con su desesperación y la urgencia. Sin embargo, como siempre, mi familia se me adelantó y zanjó el asunto antes de que yo pudiera tomar mis propias decisiones.
—Kayla no puede prometerte algo como eso —dijo mi tío Sam—. Ninguno de nosotros puede.
Levanté la mirada hacia él. Si bien estaba un tanto sorprendida de que no hubiese sido mi abuelo quien lo dijo primero, no dejó de molestarme.
—Tenemos que —le espeté—. ¡Es una niña!
Mi abuelo carraspeó.
—Es legítimamente una Edevane —dijo él, corroborando las palabras de mi tío Sam—. Nosotros somos White, no podemos intervenir en otro clan.
Mientras Hunter bajaba la cabeza, yo me enervé.
—¿No? —casi que chillé—. ¡Ellos intervinieron en el nuestro! ¿Y la ley de entrega qué? ¡Aunque haya mucha distancia, Bryony al final es nuestra pariente! ¡Podríamos reclamarla!
Mi padre apretó los labios y mi abuelo abrió la boca para hablar, pero fue mi tía quién le ganó, bajándose del escritorio, aún con los brazos cruzados.
—La ley de entrega no funciona para nosotros, porque nosotros tenemos vampiresas. Nosotras dos —me dijo, con tono calmo, no con el tono condescendiente que sentía que estaban usando los hombres de la familia—. Y, además de eso, la ley de entrega es para reproducción. Eso no va a funcionar para traer a la niña aquí.
Ante la actitud de mi tía, me desinflé un poco. Ella, al contrario de los demás, estaba buscando opciones. No lo negaba y ya. Y Hunter, que estaba a mis pies todavía, con el rostro pálido y temblando por los nervios, cerró los ojos, aliviado por sus palabras.
—Buscaremos la manera —dije, entonces. Bajé mi mirada hacia Hunter—. Te ayudaré a proteger a Bryony. Buscaré todas las opciones para protegerla bajo la ley de sangre...
—Kayla —me advirtió mi abuelo, con su tono de patriarca, pero lo ignoré.
—¡O sin ellas! —exclamé.
—¡Kayla!
Hunter me miró a los ojos, entendiendo a qué me refería antes de todos los demás. Yo le extendí la mano y, en ese momento, el despacho se descontroló.
Fue en cuestión de milésimas de segundos. Mi padre se puso de pie e intentó llegar a mí. Mi abuelo también dio pasos hacia nosotros. Mis tíos trataron de moverse de sus asientos, pero no pudieron. Una fuerza invisible los detuvo antes de que Hunter estrechara mi mano y se labrara un pacto legal entre ambos.
—¡Kayla! —repitió mi abuelo, furioso, pero no había nada que pudiese hacer. Ya era muy tarde. La magia invisible que los detenía se desvaneció y, de forma instantánea, el patriarca White se giró a ver a Mørk Hodeskalle—. Me prometiste que la protegerías.
Aleksi levantó las cejas. Todavía estaba apoyado en la biblioteca junto al escritorio. De todos en la habitación, solo él, Vibeke y mi tía permanecieron inmóviles mientras yo cerraba el trato. A ninguno se le ocurrió impedirlo.
—¿Yo? —dijo Aleksi, señalándose—. Si yo no hice nada.
—¿Pero por qué no lo impediste? —le urgió mi papá, girándose hacia él—. ¡Acaba de hacer un pacto con un Edevane! ¡Uno que ni siquiera conocemos!
Yo bufé.
—Qué poca confianza me tienen —les espeté, con tono helado—. Creí que ya habíamos resuelto ese tema.
—Sigues siendo parte de este clan, Kayla —me retó mi abuelo—. ¡No puedes arriesgar todo así nomás! Y tú también eres parte de este clan, Skalle —añadió, señalándolo. Aleksi continuó haciéndose el tonto—. ¡No debiste impedir que nos acercáramos a ella! ¡Podría estar poniéndose es riesgo!
—Yo no hice nada —insistió Aleksi—. No soy el único con poderes, Benjamín. No te olvides de eso. Tampoco te olvides que la razón por la cuál los Edevane se han retirado es porque le tienen más miedo a Kayla de lo que me tienen a mí.
Cruzó entonces la estancia para ponerse a mi lado. De espalda a todos los demás, me guiñó un ojo, cariñoso. Pero no hacia falta ese gesto para que yo supiera que sí fue él. Yo no tenía ese control con la telequinesis, yo aún no era capaz de frenar los movimientos de nadie.
—Además, Aleksi sí confía en mí, en mi criterio —le urgí a mi abuelo—. Esta mañana me dijiste que serías diferente y no lo estás siendo. Dijiste que seríamos una familia, no un clan.
Mi tía alzó las cejas también, como si no creyera que mi abuelo pudiese decir palabras similares. Pero cuando él se calló la boca, avergonzado, y se retiró al asiento detrás de su escritorio sin acotar más nada, sin dar ordenes ni arremeter con castigos, dejó caer la mandíbula.
—Pero un pacto así es muy fuerte, Kayla —insistió entonces mi tío Allen—. Ir en contra de las leyes de sangre puede desatar una guerra...
—¡Ya estamos en guerra, Allen, por favor! —le espetó Alice—. Ellos las rompieron primero. Nos han cazado, han matado a miembros de nuestro clan. ¿Y qué vamos a hacer? ¿Mantenernos al margen y no proteger a una niña inocente de un destino atroz? Pues lo siento, pero yo estoy de acuerdo con Kayla. Las leyes me importan nada.
Cruzó la instancia para ponerse de mi lado. Desafío con la mirada a todos los presentes, mientras Vivi nos observaba desde el sillón con diversión.
—Las leyes, de igual modo, están obsoletas desde qué perspectiva se las mire —dijo ella—. Y, hace miles de años, Mørk Hodeskalle violó muchísimas invadiendo y destartalando clanes enteros por encima de cualquier norma, con tal de liberar mujeres inocentes... Mujeres que, como yo, fueron violadas repetidamente —Ahí, su tono cambió. La diversión desapareció de su rostro—. Teníamos una obligación con nuestros progenitores y éramos castigadas si osábamos embarazarnos o buscar nuestra marca antes de darles un hijo. El mayor temor que yo y muchísimas otras mujeres teníamos, antes de tener un hijo que no fuera de nuestro progenitor, era que ese hijo fuese una niña. Nadie quería tener niñas, nadie quería parir una vampiresa sabiendo que le pertenecería al clan, al igual que nosotras. Y que, si cumplida la deuda con el clan encontrábamos a nuestra pareja y podíamos irnos, tendríamos que abandonarla... a su suerte. Bendigo, aún hoy, el día en que tuve un hijo —A mi lado, Aleksi se había vuelto de piedra—. Aunque tuve que verlo sufrir muchísimo, aunque tuve que prometer una cantidad de hijos desorbitada e imposible para que lo dejaran vivir, sigo agradeciendo que fuese un niño. Porque si no, para la edad de Kayla, esa niña ya habría sido abusada un centenar de veces. Y tú lo sabes bien, Benjamín —añadió, mirándolo fijo—, porque tu madre fue una de esas mujeres que rezaba para no tener hijas.
La habitación quedó en silencio, uno incómodo y doloroso. Mi abuelo evitó la mirada de Vibeke. Se había llevado una mano a la boca y esta le temblaba. Él nunca solía hablar de sus progenitores. Si no hablaba de mi bisabuelo, menos hablaba de mi bisabuela.
—No me malinterpreten —se apresuró a decir mi tío Allen entonces—, no estoy diciendo que vayamos a abandonar a esa niña. Solo que el pacto puede ser...
—Kayla está grande para hacer sus propios pactos —dijo de pronto mi abuelo. Le seguía temblando la mano—. Es una adulta. Tiene veintiún años y tiene el derecho y la voluntad de luchar por lo que cree correcto. A su edad... mi madre ya me había tenido a mi hacia tiempo. Muchos años antes.
El silencio volvió a reinar en la habitación. Volvió a sentirse feo en la carne, como si este te cortara las entrañas con un cuchillo de solo pensarlo. Las palabras de Vibeke eran solo un eco de la tragedia de mi bisabuela y de miles de mujeres. Serían un eco de Bryony si no lo evitábamos.
Mis ojos se encontraron brevemente con los de mi abuelo y vi en ellos memorias tristes y nubladas, muy antiguas, en donde el rostro aniñado de una vampiresa le pedía perdón una y otra vez. Su largo cabello rubio estaba sucio y oculto por una capa oscura. Una sensación de vacío y anhelo se instaló en mi pecho, así como se instaló en el de mi abuelo cuando ella se alejó corriendo, abandonándolo con su clan, huyendo de su propia sangre.
Temblé, me tambaleé. Aleksi me atajó del codo, preocupado por mi y con miles de preguntas en sus pensamientos, pero apenas yo sí podía salir de los de mi abuelo. Era la primera vez que veía la cara de mi bisabuela, y seguramente sería la última, porque él era muy pequeño cuando ella se marchó. O al menos lo intentó, porque no regresó jamás.
Todo ese recuerdo, entrecortado, que tenía casi 2.500 años de antigüedad, estaba empapado con un saber más adulto, más consciente, el de que su madre había muerto con tan solo veintidós años, que su clan la mató cuando no pudo retenerla.
—Ella tuvo un destino mejor que el de muchas otras —susurró mi abuelo, manteniendo sus ojos en mí, sabiendo que yo sabía ahora—. Morir joven, antes que seguir sufriendo. Supongo que se puede considerar un alivio.
Vibeke suspiró.
—No voy a mentir. Todo el tiempo lo deseaba —dijo—. Morirme. Y, con mi muerte, arruinarlos a todos.
Seguí temblando y Aleksi me rodeó los hombros con su brazo. Me atrajo a su pecho y me besó la frente. Su corazón estaba inquieto, su pasado también le estaba calando hondo en alguna herida vieja.
—No puedo dejar que Bryony sienta eso, que siquiera se preocupe por eso —dijo Hunter, aún arrodillado frente a mí. No se volteó para hablarle a mi familia. Solo levantó la vista para ver a mi tía Alice, de reojo—. He pensado en muchas opciones, pero yo no tengo ninguna. Estoy solo, no tengo poderes. No tengo nada más que a ella.
Me apoyé en Aleksi y me sentí mejor apenas mi abuelo pensó en otra cosa y ya no pude captar esa angustia ligada a una mamá que apenas recordaba. Me ayudó a erguirme y a enfrentarme a toda esa sala con el apoyo que al fin me merecía.
—Las leyes se pueden quebrar y cambiar —dije, dando un paso al frente. Estaba segura, incluso más segura de lo que habría estado al pelear por mí misma jamás. Tal vez no conocía bien las leyes de sangre, tal vez necesitara mucha ayuda, pero no pensaba echarme para atrás—. Mørk Hodeskalle sembró las bases y hoy, la mayoría de los clanes no practica el incesto ni abusa a sus mujeres. Él cambió la historia. ¿Por qué esa no es hoy una ley de sangre con todas las letras? ¿Por qué nuestros derechos reproductivos, nuestra libertad como vampiresas, no es una ley de sangre? ¿Por qué el derecho de patriarca está por encima de nosotras? Podemos cambiarlo. Y tenemos qué, porque los Edevane hoy se detuvieron conmigo solo porque entendieron que es tarde para que me dominen. No es solo por Bryony, es por mí, por Alice, por cualquier niña que todavía pueda tener este riesgo. Hodeskalle lo hizo una vez. Y como este es mi pacto, lo haré yo ahora.
Cuando entré a mi habitación, sentí que hacía años que no estaba en ella. Aleksi y yo suspiramos casi al mismo tiempo y empezamos a desvestirnos con rapidez, pero con cero intenciones de tener sexo. La ropa que traíamos desde el medio día necesitaba lavarse, al igual que nosotros.
En silencio y sin mucho que decir, los dos nos metimos en la ducha, que era lo bastante grande como para caber cómodos. Apoyé la frente en su espalda mientras me pasaba la esponja por los brazos, agotada, y él se lavaba la cabeza.
Luego, demasiado cansados como para sacar a colación todo el asunto de Hunter y los Edevane, nos pusimos el pijama y nos metimos en la cama. Me acurruqué y, cuando encontré una posición cómoda y relajada, le pedí que apagara la luz.
Aleksi bostezó, a mis espaldas, y no amagó para acurrucarse conmigo. Solo se inclinó para besarme el hombro y acatar mi orden. Una vez estuvimos sumergidos en plena oscuridad, todas las imágenes del día se agolparon detrás de mis ojos, dificultándome el sueño, aun cuando lo necesitaba con desesperación.
El amanecer ya se colaba por detrás de las cortinas y pronto comenzó a irritarme también esa luz, por lo que di vueltas en la cama hasta que conseguí taparme la cabeza con un almohadón.
A partir de ahí, mi descanso fue intermitente. Aunque estaba claro que Alek se había esforzado por cerrar bien las cortinas al notar mi molestia, la preocupación que tenía encima por lo que se nos venía, o por la posibilidad de que los Edevane no se estuvieran rindiendo de verdad, o la idea de que estuvieran irrumpiendo en nuestra casa otra vez, no me ayudó.
Varias horas después, sentí que él se levantaba de la cama, se vestía y salía de la habitación. Me quedé sola y me fue imposible seguir durmiendo, aunque lo intenté. Además, para ese momento del día, ya tenía mucha hambre, ganas de ir al baño, y la urgencia por esclarecer los asuntos que nos competían era insostenible.
Más muerta que viva, me levanté. Me lavé la cara y me vestí, tratando de ponerle empeño y que no pareciera que no estaba viendo, siquiera, lo que me estaba poniendo.
En la mansión, todo parecía haber regresado a la normalidad. Mientras caminaba por los pasillos, ahora con la luz del día y con el tiempo de prestarle atención, noté que todo estaba limpio y ordenado. Nuestros empleados hacían sus tareas y los guardias cumplían con sus rodas. Tampoco parecía que la familia estuvo escondida horas en el sótano.
—Buen día —dije, cuando entré al comedor. Mi abuela estaba con Vibeke, Theo y, obviamente, mi tía Alice. Si había un bebé despierto con ganas de alimentarse, por supuesto ahí estaría mi tía—. ¿Cómo durmieron, Vivi?
Ella me sonrió, mientras mi abuela se levantaba para abrazarme.
—¿Descansaste, hija? —me preguntó la abuela, con una sonrisa enorme en su precioso rostro, mientras Vivi asentía.
Las acompañé, entonces, mirando con curiosidad como Theo usaba sus únicos dientitos, los colmillos para beber el brazo de mi tía. Nunca tuve la oportunidad de presenciar algo así y se me hizo bastante extraño. Theo era un niño recién nacido, lo cual suponía, en mi mente, que no era lo bastante fuerte para alimentarse. Pero era un niño vampiro, y una vez que sus colmillos, pequeñísimos como agujas, se aferraban a algo, no se soltaban hasta que estuviera lleno.
—Cuando tu hermano nazca, también podrás alimentarlo —bromeó mi abuela, cuando mi tía tuvo que devolver a Theo con una expresión decepcionada. Vivi se rio y lo tomó en brazos, para verlo con una devoción que tanto mi tía como yo entendimos que eso no sería reemplazado por el amor de un hermano. Lo que mi tía quería era un hijo.
—Un hijo siempre es una bendición —dijo Vivi, entonces—. Pero más lo es cuando lo buscas tanto.
Sus ojos se encontraron con los míos y pensé, por un instante, en todo lo que había contado ayer de su juventud, de cuando deseó fervientemente que Aleksi fuera un varón. Me pregunté qué sintió al saber que estaba embaraza, y que no sabría, en primera instancia de quién de su familia era ese bebé, hasta que este nació sin dientes, como yo.
Pensé, por un momento, en buscar esas dudas en su mente, porque sus pensamientos estaban a mi alcance, pero no me atreví a tanto. Si no me atrevía a preguntar, menos me atrevería a hurgar. Pensé que, quizás, tampoco quería enterarme que, tal vez, ella hubiese odiado ese embarazo pensando que era producto de una violación.
—Estoy de acuerdo con eso.
Me giré al oír su voz y me puse de pie de un salto al ver a mi mamá en la entrada del comedor. Ella me miró de la misma manera en la que Vivi miró a Theo y las lágrimas brotaron de mis ojos sin que pudiera frenarlas.
De nuevo, sentí que habían pasado miles de años desde que la dejé inconsciente en su habitación. Todavía tenía esas horribles cicatrices en la cara, las tendría siempre, pero estaba parada, caminando, sonriéndome, y eso era más que suficiente para mí.
Corrí a abrazarla y ella me rodeó con los brazos con suma delicadeza, como si todavía no tuviese la fuerza para estrecharme con ganas. Sus dedos me recorrieron, asegurándose de que estuviera sana y salva y, recién ahí, me apretó un poco. La escuché suspirar, aliviada.
—Estoy tan feliz de que estés en casa —me dijo, acariciándome el cabello—. Que tú y Elliot hayan vuelto.
—Yo estoy feliz de que estés bien.
Nos mecimos más de un minuto y cuando nos separarnos, para sonreírnos la una a la otra, reconocí un montón de aromas flotando a su alrededor, suspendidos en su piel. Era la sangre, la esencia, de múltiples vampiros, pero más que olerlos, los vi, como un aura recorriéndola. El más fuerte era el de mi papá, de un tono verde oscuro.
Pasé los dedos por sus delgados hombros y me salteé una de esas feas cicatrices, negras como carbón. Mamá ya no era la misma de antes. Su palidez era extrema, sus heridas eran monstruosas y aunque ella no lo mencionaba y sonreía a pesar de las marcas que ahora surcaban su cara, podía percibir cuánto le había costado verse al espejo. Aún no aceptaba su nuevo aspecto.
—No estoy muy bien —me confesó, tambaleándose—. El sol es... algo... horrible.
Su sonrisa titubeó y entendí que las quemaduras no solo dolían, sino que debilitaban al vampiro que las sufriera. Lo volvían frágil, lo agotaban. Realmente, ella no tenía la fuerza suficiente para abrazarme de verdad.
La ayudé a llegar a una silla y mi abuela se ofreció a pedirle sangre, pero mi mamá negó.
—A Kayla le molesta.
—Te tendrías que haber quedado en cama, recuperándote —le dije.
—Es que quería verte —dijo mamá, tomando asiento—. Tengo que salir de la habitación lo más pronto que pueda. Sam también estuvo de acuerdo con eso.
—No te fuerces —dijo Olive.
—Solo será un momento. Además, quería ver a ese bebito —añadió, observando a Theo, con ternura.
Entonces fue que me di cuenta de que Vibeke y mi mamá no se conocían en realidad y que ambas eran consuegras. Vivi pensó lo mismo, porque se puso de pie y rodeó la mesa para mostrarle a su niñito, con una expresión amistosa.
—Su nombre es Theo —se lo presentó—. Y yo soy Vibeke, la madre de Aleksi.
Mamá no amagó para tomar al bebé, no le daban los brazos y claramente no se sentía segura, así que solo estiró los dedos para acariciarle la mejilla. Sin embargo, cuando Vivi se presentó y dijo de quién era madre, mamá dirigió los ojos hacia ella, totalmente confundida. Ahí me acordé también que cuando Aleksi volvió a la casa sin máscara y herido y yo grité su nombre, revelándoselo a todo el mundo, mamá estaba siendo curada. Ella ni siquiera había visto jamás la cara de mi pareja.
—Un placer conocerte, soy la madre de Kayla —respondió—. Aunque debo confesarte que no sé quién eres. Desde ayer que he estado inconsciente y es probable que no recuerde mucho a tu hijo...
Mamá apenas si había podido prestar algo de atención a lo que sucedía con mi marca, así que me preparé para contarle todo. Al menos, una versión resumida.
—No te preocupes —dijo Vivi, con una risa—. Entiendo que quizás lo conoces con otro nombre.
—¿Otro? —Mamá ladeó la cabeza y yo abrí la boca, justo cuando el vampiro en cuestión entraba al comedor con una sonrisa enorme, con sus hermosos hoyuelos decorando la cara, y los ojos brillando de felicidad al ver a su madre, a Theo y a mi reunidos en un solo lugar.
—Se refiere a mí, Anne.
Cuando Alek saludó a Vivi con un beso en la mejilla y le acarició la cabecita a Theo, antes de inclinarse para besarme la cien, mi mamá dejó caer la mandíbula.
—¿Hodeskalle? —balbuceó. Escuché sus pensamientos sin siquiera esforzarme en atrapar los hilos que pendían de ella. Eran tan fuertes y bulliciosos que me abrumaron. También me hicieron reir—. ¿Tú eres Mørk Hodeskalle?
Aleksi asintió, le dedicó una sonrisa encantadora y luego de inclinó como lo haría frente a una reina. O frente a la madre de su novia.
—Sí, Anne. Y me presento formalmente como el novio de tu hija.
Mamá tenía los ojos como platos y la piel de las mejillas, antes blanca como un papel, se le puso un poco roja.
—Es que te ves tan joven —murmuró—. ¡Más joven que yo!
—Lo cuál es una suerte —se rió él. Yo me tapé la cara con las manos. Sabía lo que iba a decir—, porque así matcheo con mi novia. Ya sabes, novia de 21, apariencia de veinte y tantos. Así no se me nota la edad.
Le di un codazo. Mamá seguía con la boca abierta.
—¿Y ella es tu madre? —soltó, señalando a Vivi, que también empezó a reírse—. Es decir, ella es mayor que tú. ¡Pero parecen de la misma edad!
—Ay, mamá —me quejé—. Hablas como Jane. Como si no fueras vampira.
—¡Discúlpame, pero estoy hablando con vampiros más viejos que tu abuelo! —bufó ella—. Y Hodeskalle, o sea...
—¿Eso es todo lo que escuchaste? —tercí—. Te acaba de decir que es mi novio. ¿Lo que te altera de Hodeskalle es que parezca muy joven y no que sea mi pareja?
Mamá cerró la boca, al fin. Su expresión se puso un poco más seria. Se hizo un silencio expectante en el comedor.
—¿Por qué iba a preocuparme que él fuera tu marca? —musitó, encogiéndose. Pareció que todo el barullo que hizo la debilito—. Lo sé desde ayer. Él lo dijo frente a los Edevane. Solo estaba sorprendida de verlo sin máscara —Entonces, miró a Aleksi—. Lamento las preguntas indiscretas.
Él seguía sonriendo, como si nada.
—No te preocupes, entiendo el shock. Para mi también es raro estar sin máscara.
—Hasta ahora, solo ha estado sin máscara conmigo y con Phil —Vivi se sentó junto a mamá—. Para mi es normal, pero es gracioso ver como reaccionan otros.
Mamá se giró hacia ella, tratando de mostrarse muy amistosa.
—Tienes un hijo encantador. Muy bueno y apuesto, además.
—Claramente lo dice por Theo —bromeó Aleksi, antes de darme otro beso y también tomar asiento. Atrapó mi cintura y me atrajo hasta sentarme en sus rodillas, bien delante de todas. Los ojos de todas las mujeres de nuestras familias llamearon, como si ese gesto significara una promesa de amor eterno.
Mamá se apresuró a negar.
—Estoy segura de que Theo será muy apuesto también —contestó, inclinando la cabeza hacia él—. Pero eres tú quien me salvó la vida. Y quién salvó a mi hija. Gracias.
De lo poco que ella sabía, era que Aleksi la empujó a las sombras, poniéndola a salvo del sol. Y que su discurso sobre la marca había puesto fin a mi intento de pacto con Arthur Edevane. Ella no estaba para nada contrariada con nuestra diferencia de edad, ni con lo poderoso que él era, con nada. Solo estaba agradecida y Alek lo sabía, porque asintió, con una mirada cómplice hacia mi madre.
—Bueno, pude haber mentido —bromeó él, entonces.
—Hoy amaneciste muy chistoso, eh —tercí, pellizcándole una mejilla y logrando que mi tía suspirara al vernos.
—Qué lindo encontrar a tu marca y poder ser cariñosa con él y bromear así —musitó. Mi abuela la consoló con palmaditas en el hombro—. Todos en este comedor están marcados menos yo.
Aleksi giró la cabeza hacia ella.
—No te preocupes, yo solo esperé 3.000 años. No te queda tanto —la pinchó, de nuevo con mofa. Yo le di un pisotón que ni sintió y mi tía le sacó la lengua.
—Ay, cállate —le espetó—. Sobrinito, pequeño Aleksito.
Ahí, mi novió borró la sonrisa burlona de la cara y mi tía recuperó la actitud orgullosa que tenía siempre. Ese era un claro punto débil. No le parecía gracioso que Alice, la niña que él vio nacer, le dijera Aleksito. Espié en sus pensamientos y confirmé que no era tanto por el sobrinito, sino por el diminutivo.
—Para ti soy tío Skalle.
Mi tía estalló en carcajadas y recordé cuando ella lo llamó así aquella vez en la limo, yendo por los vestidos para la fiesta.
Alek pareció horrorizado por la forma pegajosa en la que Alice lo trató, como si ser Hodeskalle no le hubiese permitido nunca establecer una relación con ella que fuese tan cariñosa. Pero ahora, sonaba distinto.
Sin la máscara, Aleksi no era Mørk Hodeskalle, que mantenía una respetuosa relación con todos sus conocidos, incluso con nuestro clan, que era el de su mejor amigo. Sin la máscara, en esta nueva realidad, en la que yo estaba sentada en sus piernas, él era un miembro más de la familia. Era mi novio, era el nuero de mi mamá, el hermano mayor de Theo. Era Aleksi y era un White, y era libre de todas las ataduras de la máscara y ese personaje.
Ser él mismo le permitía bromear con Alice. Podía ser jovial y agradable, como lo era todo el tiempo conmigo, con todos los demás miembros de su clan.
Esa idea me hizo sonreír y abrazarlo. Podía percibir su alegría y su soltura sin necesidad de seguir hurgando en sus pensamientos, solo a través de su expresión corporal y la risita baja que ronroneaba en su pecho. Aunque no le gustaba el apodo de Alice, no estaba para nada enojado con ella.
—La vida es muy curiosa —dijo mi abuela, riendo también—. Skalle...
—Puedes decirme Aleksi, Liv, no hay problema —la invitó él. Mi abuela ensanchó la sonrisa.
—... Aleksi —se corrigió ella—, ayudó a Benjamín a salir de su clan. Siempre estuvo cerca de nosotros, como si de alguna forma el destino quisiera que estuviese aquí para Kayla. Nuestros caminos siempre estuvieron enlazados. Siempre estuviste destinado a ser nuestra familia.
Vivi suspiró y su sonrisa flaqueó un poco.
—Como si la persona que hizo esa profecía incluso lo supiera —murmuró, cortando un poco el ambiente de ensueño que se había logrado con la voz suave y cariñosa de mi abuela. Yo miré fijamente la mesa, no me atreví a decir nada mientras el brazo de Aleksi se apretaba en torno a mi cintura—...Quizás... sí lo sabía.
En ese instante, todos la observamos. Ella estaba viendo a la pared. Las manos que sujetaban a Theo se tensaron. El bebé emitió un pequeño gemido, pero su madre no estaba ahí. Estaba sumergida en una memoria muy antigua, más antigua que Aleksi. Casi, tan antigua como ella.
—Sí lo sabía —repitió.
¿Y? ¿Qué les pareció? ¿Qué tan curiosa les parece la vida a ustedes? ¿Creen en las coincidencias? Se las dejo picando para el próximo capítulo <3 ¡Espero que les haya gustado y no se olviden que el 15/9 es el aniversario de la historia! ¡Cumplimos un añito! Síganme en redes porque ahí estaré avisando de los festejos. La mayoría serán en instagram -> /anns_yn
Sin más que decir por hoy, ¡les deseo a todos muy bonito fin de semana y les dejo todo mi amor! ¡Hasta la próxima!
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