Libro 2: Capítulo 10. Ella
62: Ella
Kayla
Detuve a Aleksi antes de que subiéramos por el camino que iba a la cabaña de su madre. Oíamos las voces desde el interior y el llanto del bebé, mientras lo calmaban con arrullos. No se olía a ningún Edevane cerca, quizás debido a la brisa que venía desde el océano.
No habíamos tenido tiempo de jugar en las olas. Bastante nos entretuvimos en la arena. Bastante tardábamos ya en volver a la casa para contarle lo nuevo que sabíamos.
—¿Qué pasa? —me dijo Aleksi, girándose hacia mí. Nuestras manos estaban unidas desde que nos vestimos.
Me mojé los labios, que todavía los tenía rojos e hinchados después de los besos intensos que nos dimos, y apreté sus dedos entre los míos.
—En algunos años —dije, con suavidad—, quiero tener hijos contigo.
Aleksi se me quedó viendo, con una expresión confundida que no se pasó con los segundos, así que acorté la distancia entre ambos y le acomodé la camisa.
—¿A qué viene eso ahora? —murmuró, antes de que llegara a aclararme.
—Hace un rato, en la playa, me di cuenta de que quería que me cogieras "hasta que me hagas cientos de niños" —expliqué, sin mirarlo a los ojos. Sentía la cara ardiente, como si no hubiese estado haciendo cosas más desvergonzadas. Pensar que él era el hombre de mi vida y que quería tener sexo hasta ese punto con él no debía hacerme ruborizar.
Aleksi sonrió y pegó sus labios a mi frente.
—A veces pienso lo mismo —me confesó, entre risas—. Pero, ¿a qué viene eso si ya lo hemos hablado?
Hice un mohín.
—¿Acaso no aprecias mis sentimientos?
Él me acarició el pelo. Sus manos bajaron hasta mi cintura y me abrazó con delicadeza. Sus labios recorrieron mi sien y peinaron mis parpados.
—Claro que sí —contestó—. Tus sentimientos, tú, eres lo más importante para mí. Y gracias, por decirme que sí quieres formar una familia conmigo —añadió, levantándome el mentón. Presionó su boca contra la mía y me derretí en sus brazos—. No hay nada que desee más que tener un hogar en el que quedarme, uno del que ni siquiera tenga que irme, rodeado de las personas que amo.
Me puse en puntitas y le pasé los brazos alrededor del cuello. Él aumentó la presión en mi cintura y nos fundimos el uno con el otro, durante segundos de complicidad y silencio en los que solo oímos el sonido de nuestros corazones, acompasados.
Yo también quería eso. Durante gran parte de mi vida, ni siquiera me había planteado la posibilidad de alejarme de mi clan, de mi familia de origen. Creí que pasaría toda mi posible corta existencia entre las paredes de esa mansión. Pero, desde que entendí cómo se desenvolvía mi clan, cuál era la dinámica, y desde que encontré a mi marca, empecé a sentir que ese sitio no era mi única posibilidad.
Estando ahí, frente a la cabaña de Vibeke y Phillippe, un Dubois que vivía lejos de su clan de origen y que no tenía conflicto con ellos, entendía que podía vivir apartada de mi familia sin que eso significara un quiebre.
Yo los amaba a todos, incluso a mi abuelo. Pero incluso aunque ahora lo entendía, aunque de cierta manera lo había perdonado, estaba segura de que ya no quería volver a esa prisión. Quería un lugar donde solo yo, Aleksi y la familiar que formáramos, estuviésemos en paz.
—Podríamos vivir en un lugar así —susurré, cuando se alejó unos centímetros de mi—. Uno cerca de la playa, donde nadie nos moleste.
Él sonrió y su pulgar frotó mi mejilla.
—En dónde tu quieras.
Nos dimos un beso corto más antes de girarnos hacia la casa y recorrer los metros que quedaban hasta ella. Cuando abrimos la puerta, mi tía le estaba sacando cientos de fotos a Theo y Elliot hablaba con Phil sobre las épocas en las que él, justamente, dejó su clan.
—¿Cómo fue la cacería? —nos preguntó Vivi al entrar. Estaba sentada junto a Alice, observando las fotos con curiosidad.
—No estuvo mal —contestó Aleksi, cerrando la puerta detrás de mí.
—Me imagino —dijo Elliot—, se tardaron un montón. ¿Kayla también lo hizo?
—Yo solo miré —simplifiqué. Me senté en el sillón junto a mi tía y Alek se quedó en el medio de la habitación, con las manos en la cadera, pensando cómo avanzar con la información que obtuvimos y con las noticias que aún tenía que darle a su madre. Después de todo, no estábamos de visita solo por diversión.
—La... situación con los Edevane no es buena —empezó. Vibeke levantó la mirada del teléfono.
—Sí, Alice nos amplió un poco más el panorama.
Aleksi negó. Caminó hasta sentarse en el apoya brazos del sillón a mi lado y buscó mi mano. Se la dí, al instante.
—Es muy probable que hayan más Edevane en Palma —dijo—. Tenemos información que podría no ser verídica, pero que debemos tomarla por precaución. En las últimas horas, han llegado más de ellos. No sabemos si es porque nos persiguieron o porque los hombres que enviaron por mi madre no respondieron más. En cualquier caso...
Titubeó. Él sabía, yo también lo sabía ahora, lo importante que era ese hogar tan remoto para Vivi y para Phil. Sacarlos de ahí sería difícil y probablemente, no lo aceptaran fácilmente. Le apreté la mano, para darle valor. Sin embargo, él volvió a flaquear.
Me giré hacia Vivi y traté de mostrarme segura, por él, por todos.
—Los Edevane no van a parar hasta tenerme —dije—. Por su obsesión, están poniendo en peligro a todos los que me rodean. Y, por ende, también a ustedes. De momento, mientras ellos no desistan buscarme, aquí no estarán seguros. Más desde que saben que Hodeskalle es mi marca.
Vibeke alternó miradas entre Aleksi y yo, hasta que se estiró por encima de mi tía, que cargaba a Theo, y me tomó la mano.
—Kayla, linda, ya me han perseguido antes por ser la madre de Mørk Hodeskalle —me dijo, echándole una miradita otra vez a Aleksi—. Muchísimas veces.
Él suspiró.
—Hay más de una decena de Edevane en Palma, mamá —murmuró, enfrentándose a su madre—. Pudiste ingeniártelas con los que te atacaron, pero tienes a un bebé recién nacido que proteger. No puedo marcharme y quedarme tranquilo. La razón principal por la cuál vinimos era para asegurarnos de que estuviesen a salvo, pero para también llevarlos... conmigo, a Inglaterra.
Se hizo un silencio algo extraño. Vibeke le sostuvo la mirada a su hijo y luego, miró a su retoño. Al final, miró a Phillippe, que había apretado los labios.
—¿No crees que estaríamos en el foco de la tormenta? —le preguntó ella.
Phil dudó.
—No creo que podamos protegernos por más tiempo aquí. Los Edevane son un clan enorme. Vivi, no podemos depender de tus fuerzas. Por el bien de Theo, creo que lo mejor es ir con ellos.
Vivi no parecía muy dispuesta a dejar su hogar. Seguramente llevaba siglos ahí, aislada del mundo, protegida de todos los dramas de los clanes. Pude imaginar lo que pensaba incluso antes de que sus pensamientos se estiraran hacia mí a través de su piel.
Había pena y desgano en la idea de marcharse y de acercarse a grandes ciudades, al universo desquiciado de clanes, llenos de leyes de sangre basadas en la política, los favores y el ojo por ojo. Vibeke no quería regresar a eso y, en el fondo, lamentaba que la fama de su hijo siempre lo pusiera a él en medio de todo.
Me aparté de sus pensamientos lo más rápido que pude, llena de culpa. Si yo no hubiese sido semi humana, si no hubiese existido esa profecía sobre mí, si los vampiros no me creyeran un objeto que utilizar, ella no tendría que verse arrastrada a todos esos problemas.
—Lo siento —dije—. Sé que no es mi culpa, realmente, pero aún así me disculpo. Por tener que sacarlos de su hogar. Si nadie hubiese inventado cuentos sobre mí, si nadie hubiese dicho semejante profecía...
Vivi me apretó la mano y se apresuró a negar.
—Por supuesto que no es tu culpa. Y esa profecía no habla solo de ti —dijo ella, exhalando con lentitud—. Habla de mi hijo, de su destino. Y no puedo negar que no me ha preocupado siempre.
Aleksi se puso de pie.
—No tienes que preocuparte por mi y lo sabes —dijo, sacudiéndose los pantalones como si todavía llevara arena encima—. Yo elegí mi nombre, mis leyendas. Yo elegí esta fama. Y soy muy viejo, mamá.
Vibeke arqueó las cejas.
—Sigo siendo tu madre. Nunca voy a dejar de preocuparme por ti.
Él también las arqueó.
—Y yo por ti. Aunque digas que también puedes defenderte sola.
Finalmente, Vivi me soltó y se puso de pie.
—Lo sé. Quedarnos no es una buena opción en estos momentos. Por el bien de Theo. Phillippe tiene razón. Aunque admito que esto de volver a la sociedad, y encima a una tan... tecnológica —se estremeció, pero al final nos dirigió una sonrisa—. Eso de las imágenes, las fotos, está interesante.
Alice se rió y Aleksi puso los ojos en blanco en cuanto ella desapareció en el cuarto para comenzar a empacar. Phill se levantó para recoger a Theo cuando este volvió a llorar y Aleksi, sutilmente, siguió a su madre en silencio.
—¿Cómo es eso de que hay más Edevane en la isla? —me preguntó mi tía—. No percibimos su olor en Palma. ¿De dónde sacaron esa información?
No me entretuve mucho con los detalles, pero conté que habíamos cazado a un Edevane y que el resto que huyó no fuimos capaces de ubicarlos. También, les mencioné lo que contó el vampiro local y Phillippe, que había estado en silencio hasta ese momento, carraspeó.
—Los vampiros de Mallorca acostumbran a vivir con calma y alimentarse solo de turistas. En Corazón de Palma se deja claro que matar de forma indiscriminada está prohibido, así está acordado con las autoridades de la isla también —dijo—. Muchos vampiros parecidos, ruidosos y agresivos como los Edevane deben estar llamando la atención de todos los habitantes de sangre y no pasara mucho para que los contactos que tienen en el gobierno también se preocupen. Si ellos van a trasladarse hasta aquí, lo mejor es que nos marchemos pronto.
Elliot se rascó la frente.
—El problema es que tenemos un solo auto —dijo—. No entramos todos.
—Tendremos que cambiar de auto, de todos modos —dijo Aleksi, saliendo de la habitación. Vibeke traía dos maletas que había empacado con prisa. Estaban bien desordenadas—. Muchos de esos Edevane nos esperaran en el aeropuerto. No necesitan investigar demasiado para saber que nuestro avión está ahí. Ellos no conocen el hombre humano que utilizo para manejarme, pero podrían haber revisado el registro de la casa de alquileres por cualquier información, podrían tener varias placas anotadas y es preferible que no nos asocien a ella.
—¿Entonces? —preguntó Elliot, poniéndose de pie. Así, sin más, Vivi enfiló hacia la puerta de la cabaña. Phill se ocupo de envolver a Theo con una manta y colgárselo del hombro y si nada más encima, se alistaron para salir.
Mi tía y yo saltamos del sillón, cayendo un poco tarde que nos íbamos ya.
—Yo tengo un auto —dijo Phill—. Aunque Vivi lo odia.
—Detesto las cosas modernas —masculló ella, bajando hacia la playa.
—Estamos en 2022, cariño, es hora de que te acostumbres —canturreó él, sin molestarse en apagar las luces de la cabaña.
Nosotros nos apresuramos a tomar nuestras cosas y también dejamos la casa. Vibeke tomó el camino por los acantilados, por donde habíamos llegado en primer lugar, y todos la seguimos en silencio por la oscuridad. Aleksi cerró la caravana, deslizando sus sombras a través de nuestros pasos, para ocultarnos de, incluso, la luz de la luna.
No tardamos nada en llegar a Cala Mesquida. La localidad estaba sumida en un silencio espectral propio de la noche avanzada y, debido a la magia de Mørk Hodeskalle, tampoco nadie nos escuchó.
No había vampiros Edevane a la vista, ni siquiera humanos. No nos costó nada seguir a Phill por las calles hasta unas cuadras lejos del mar, donde había unos galpones pequeños con portones con candados.
Solo en ese instante, cuando él abrió su portón y reveló un coche que no debía tener más de diez años, me di cuenta de que Aleksi había desaparecido detrás de nosotros. Me pegué un susto de muerte que duró pocos segundos, porque mi pareja salió del garaje vecino conduciendo un auto muchísimo más nuevo.
—¿Necesitas que te lleve a algún lado, linda? —me dijo, bajando la ventanilla y poniendo expresión de bad boy sabelotodo cuando se detuvo a mi lado. Le empujé la cabeza con la punta del dedo, metiéndosela dentro del vehículo.
—Me asustaste —le recriminé. Él solo se rió—. ¿Es tuyo?
—Por supuesto que no. ¿Me ves cara de guardar BMW en Mallorca bajo cinco candados?
No hizo falta más aclaraciones. Nos dividimos en ambos autos y partimos hacia Palma a gran velocidad, pensando en qué tendríamos que enfrentarnos a continuación. Por lo que, para no perder el tiempo, nos pusimos en llamada con mi tía, que iba con Vivi y Phill en el otro vehículo y planeamos cómo íbamos a llegar al avión.
—Estarán dando vueltas alrededor del aeropuerto. Deben tener a varios incluso dentro, rodeando nuestro avión. Seguimos contando con la posible ventaja de que quizás me crean muerto —dijo Aleksi, con la mirada fija en la carretera—. Kayla y yo nos cambiaremos de asiento. Necesito tener las manos libres para apartarlos de los autos hasta que lleguemos a nuestra pista.
Desde el altavoz de mi teléfono, llegó la voz de mi tía.
—Es probable que hayan conseguido entrar a nuestro avión.
—Puedo encargarme de eso también —contestó Aleksi, luego, se giró hacia mi—. Tendrás que conducir como un demonio.
Me encogí de hombros, tratando de mostrarme calma. No quería que notara que en el fondo estaba muy nerviosa. No quería que pensara, ni por casualidad, que no confiaba en él. En realidad, no confiaba mucho en mí.
—Soy buena en eso —repliqué.
Él me sostuvo la mirada.
«Tendrás que usar tus poderes, los que puedas, de ser necesario», me dijo, con sus pensamientos. Me sorprendí y esa fue la manera en la que supo que yo lo había percibido. Luego, me di cuenta de que estábamos tan cerca, y que yo estaba tan preocupada porque él pensara que estaba asustada, que ya estaba tocando sus hilos de pensamientos.
Asentí y aparté la vista. No quise mostrarle mis dudas. Ahora sabía que era capaz de destruir la mente de alguien, pero no sabía cómo manejar la cercanía que necesitaba para hacerlo, o como protegerme de otros cuando me metía en la mente de alguien más. Era más fácil creer ciegamente en mi pareja y en sus habilidades y experiencia, pero mis propias inseguridades no me permitían relajarme.
Llegamos a Palma mucho más rápido de lo que tardamos en llegar a Cala Mesquida. Probablemente, porque el trafico en la madrugada era bastante nulo. Elliot conversó con nuestro padre por teléfono antes de que arribáramos a la ciudad y los mantuvo alerta con todo y eso fue lo último que hicimos antes de que Aleksi me hiciera pasar por encima suyo y nos intercambiáramos los lugares.
Me aferré al volante y, tensa como nunca, conduje siguiendo sus indicaciones y guiando a Phill hasta el aeropuerto. Bajamos la velocidad y Aleksi nos anunció que actuáramos con normalidad hasta que ingresáramos a la zona de vuelos privados. A partir de ahí, el silencio se hizo eco a través de la llamada que todavía manteníamos activa con mi tía, listos y atentos a cualquier sonido o advertencia.
Nos anunciamos ante los humanos, que nos dejaron pasar sin sospechar nada, y avanzamos con cautela. Todo estaba en calma, ya que había pocos vuelos comerciales a esa hora. Sobre la pista privada, no había humanos que transitaran la zona. Las potentes luces que iluminaban nuestro avión, a más de setecientos metros de nosotros, estaban inmutables. Hasta que detecté un movimiento por el rabillo del ojo y Aleksi, a mi lado, retorció los dedos.
Solo tuve que leerle un pensamiento para poner el cambio y pisar el acelerador. Arremetí por la pista y Phill me siguió sin que le diésemos ninguna indicación por la llamada. No tardé en ver vampiros corriendo a la par mía, ahí donde la iluminación no alcanzaba y aceleré a tope, sacándole distancia a Phill sin querer.
—¡Skalle! —gritó Elliot, girándose hacia atrás, y por el espejo retrovisor noté como un vampiro saltaba sobre ellos, cayendo sobre techo. A través de la llamada, escuchamos el llanto de Theo, que se había despertado con el golpe seco.
Aleksi se giró en el asiento también y con un movimiento sutil de la mano el vampiro se deslizó del vehículo al suelo. Sin embargo, esa distracción casi nos cuesta a nosotros, porque por estar pendiente de ellos, perdí la visión periférica y tuve poco tiempo para actuar cuando tres vampiros se me pararon delante.
No tenía tiempo de frenar y sopesé en segundos cuántos vampiros hacia falta para detener por completo un auto con esa carrocería. Apreté los dientes y no cambié la dirección ni bajé la velocidad. Pude ver sus rostros iluminados por los faros del coche justo antes de que los golpeara en el estómago, el coche se resistiera un poco, y de que Aleksi utilizara su magia para hacerlos doblarse y que pasáramos por encima como si fuesen muñequitos. Las ruedas rebotaron sobre ellos, al igual que yo sobre mi asiento, y el paragolpes se aboyó. Phill los aplastó segundos después.
—Hermosa quebradura de piernas —silbó Elliot, agarrado de los asientos. Los vampiros no morirían con eso, pero al menos, esos no podrían moverse más por unas cuantas horas.
Otros, sin embargo, saltaron sobre nosotros, sobre ambos coches y Aleksi tuvo que retorcerse para estar atento y desprenderse de cada vampiro antes de que hicieran algo más que un hoyo en la carrocería.
—¡Ya casi llegamos! —gritó Vibeke a través de la llamada telefónica. Theo siguió llorando a través del ruido de los motores y yo apreté los dientes. Nos faltaban los últimos doscientos metros y ese auto, aunque era nuevo, no tenía la aceleración que a mi me gustaba, no servía para correr lejos de criaturas sobre humanas. Doscientos metros que parecían moverse en cámara lenta, doscientos metros en los que podía pasar de todo.
—Carajo —siseó Aleksi, justo antes de que otro auto saliera de la nada e intentara embestirnos. Lo atrapó con su magia, con gran esfuerzo, y lo coló entre el auto de Phill y el nuestro, obligándolo a derrapar hacia fuera de la pista, del otro lado.
Pero, en ese momento, giré el volante para esquivar a otro vampiro de la nada y Phillippe le pasó por encima. El coche, que ya venía golpeado por los otros Edevane que barrimos, no pudo seguir como si nada. Los vidrios del parabrisas estallaron cuando levantaron al vampiro en el aire y el impacto los obligó a desviarse.
Escuchamos los insultos de Vibeke y de mi tía, a través de la llamada antes de que esta se cortara, justo cuando Aleksi se giraba para mantener una mejor concentración sobre el vehículo. Lo hizo recuperar la dirección al instante, pero más vampiros le saltaron encima y lo obligaron a reducir la velocidad.
—¡Ya llegamos! —chillé, conduciendo aún cuando también me vi obligada a soltar un poco el acelerador. Aleksi quitó a todos los vampiros de encima del coche de su madre y, cuando por fin me detuve al costado de nuestro avión, salió de nuestro auto pateando la puerta. Yo solo me tomé un segundo, para tomar aire, para mentalizarme, antes de soltar el volante y también abandonar el vehículo.
—¡Elliot, suban al avión! —ordenó Aleksi, corriendo hacia la pista—. Asegúrate de que nada le pase a tu hermana mientras hace lo que tiene que hacer.
Elliot me dirigió una mirada confundida. El auto de Phill finalmente se detuvo. El último vampiro que quedaba sobre el techo, el cuál le había hecho un agujero, había centrado sus ojos en mí, notando que tenía a la presa equivocada.
—Vamos, vamos —me dijo mi hermano, empujándome hacia el jet. En ese momento, mi tía cazó la mano del vampiro, que todavía la tenía hundida en la carrocería y tiró de él hacia dentro—. Lo tienen controlado.
Asentí y lo seguí. Mi tía sabía pelear, Vivi sabía pelear, Phill protegería a Theo y Aleksi los protegería a todos. Elliot y yo solo teníamos que llegar al avión y, lo que sea que estuviese dentro, podríamos controlarlo.
Las puertas del avión se desplegaron cuando nos acercamos. Las luces se encendieron solas, pero no nos detuvimos a pesar de eso. Elliot entró antes que yo, con los hombros tensos, listo para protegernos de cualquier cosa, y pasamos de la cabina a la cubierta, solo para encontrarnos con un vampiro que arremetió contra mi hermano sin dudarlo un segundo.
Lo agarró del cuello y lo estampó contra la pared. De la cabina, detrás de mí, surgió otro, que me rodeó con sus enormes brazos hasta quitarme la respiración.
—¡No la toques! —gritó Elliot, pero el terror que yo sentí no tenía nada que ver con mi propio bienestar. El Edevane golpeó a mi hermano en la cara y Elliot, pese al dolor y a la sangre que comenzó a brotarle de la boca, le estampó una patada en el pecho.
—¡Tíralo fuera y salgamos de aquí! —gritó el que me tenía amarrada—. Mørk Hodeskalle está vivo. ¡No tenemos tiempo de matarlo!
El miedo se transparentaba en su voz. Estaba dispuesto a abandonar a todos su hermanos y primos con tal de escapar de Hodeskalle con el único premio que buscaban: yo. Pero para cuando dijo eso, yo ya había encontrado los hilos de sus pensamientos. Reptaban por su piel hacia la mía, atraídos por mi magia, desesperados por contarme todos sus secretos.
—No podemos darnos ese lujo —le siseó el otro, pero el que me sujetaba no pudo contestar.
Atrapé con mis garras sus pensamientos y me deslicé hacia arriba, tensándolos. Él se estremeció, confundido, y yo, entonces, tiré.
Los gritos que salieron de su boca casi me dejaron sorda. Sus alaridos hicieron retumbar mis tímpanos y el vampiro que golpeaba a Elliot se giró hacia nosotros estupefacto mientras su pariente era atacado en un sitio donde nadie podía salvarlo.
«Suéltame», le ordené. Él se hubiese resistido de no ser por la manera en la que retorcí sus pensamientos sin siquiera propasar los límites de su mente. Me liberó y el otro Edevane dejó caer la mandíbula.
—¿Qué hac...? —Elliot se la partió. Le dio un puñetazo y el Edevane se estrelló contra el otro lado del jet, sacudiéndolo con violencia y yo aproveché ese instante para penetrar la débil consciencia que pendía de mí. Noté que me desprendía de mi propio cuerpo y por eso, lo hice lo más rápido que pude. Tanteé las paredes de su mente y, de un zarpazo, la destruí.
El vampiro se desplomó detrás de mí, ante la mirada atónita de mi hermano, que todavía tenía el puño levantado hacia el otro Edevane. Este se alejó de las paredes del jet, sin detenerse a procesar el dolor que sentía, solo con los ojos en su pariente vivo pero peor que eso, en el suelo. Luego, centró sus ojos en mi rostro.
Le devolví la mirada y supo que fui yo, que lo que sea que le había pasado a su hermano, primo, lo que sea, lo había hecho yo. También supo que sería el siguiente y intentó pasar entre mi hermano y yo para llegar a la puerta.
En esa fracción de segundo, pensé en dejarlo huir, pero él no habría hecho lo mismo conmigo. Estaba dispuesto a matar a mi hermano y a secuestrarme. No podía darme el lujo, tampoco yo.
No me moví cuando pasó por delante de mí, no hizo falta alguna. Cacé los filamentos de su mente en el aire y lo congelé antes de que llegara a las escaleras. Así, sin más, me colé dentro y lo destruí, tan rápido que casi ni lo sentí.
Cayó inerte, de boca, y su cuerpo blandengue se desparramó por los escalones hasta que su cráneo golpeó la pista. Fuera, Phill corría hacia mi con Theo en brazos. Aleksi había desmembrado a varios Edevane y mi tía sostenía la mano del que había atacado el auto. El sonido que hizo el cuerpo del Edevane al desplomarse hizo que todos se congelaran.
Phillippe me observó con los ojos como platos y retrocedió como si eso le diera asco. Lo único que yo pensé era que definitivamente, él era un Dubois.
—Aguarda, Phill —dijo mi hermano, asomándose por la puerta. Arrastró al otro vampiro y también lo arrojó sobre la pista. Cayó encima de su hermano con un estruendo—. Ahora sí, puedes subir.
Aleksi se giró hacia nosotros y liberó de su magia a uno de los vampiros que se mantenía en pie. Vibeke le había clavado los colmillos en el cuello, estaba a nada de degollarlo.
—Observa esto —le dijo Mørk Hodeskalle, señalando hacia la puerta del avión, hacia los hombres que destruí—. Dile a Arthur que eso es lo que le va a pasar si la atrapan. Ustedes no la tienen a ella, ella los tiene a ustedes —le susurró en el oído. Vibeke alejó sus dientes, siguiendo las indicaciones de su hijo.
Mi tía lanzó la mano a los pies del dueño. La pista estaba llena de sangre, al igual que ella, pero no parecía contrariada. Mas bien, sus ojos brillaban cuando se fijaron en mí, con algo que me pareció que era orgullo.
—Dile que la profecía fue muy clara —dije yo, levantando la voz para que me escuchara. Él y cualquiera que aún quedara en las sombras, escondido por cobarde—. Que la del sol y la luna va a quebrarlos a todos, que ella va a ser su única amenaza.
Aleksi me sonrió y Vibeke aprovechó mi última palabra para dislocarle el hombro al Edevane. Luego, se unió a Alice para bajar las maletas de ambos autos mientras Aleksi vigilaba a los que quedaban vivos, a los que trasmitirían el mensaje. Phillipe subió al avión y se acomodó en uno de los asientos con el rostro bien pálido.
En cuestión de dos minutos, estábamos arriba, con las puertas cerradas y pasándole con las ruedas por encima a cualquier cuerpo que quedara. Mi tía preparó todo y pidió la autorización de vuelo de la torre como si nada hubiese pasado. Ahí, si algún humano se enteró de lo que había ocurrido, no parecía importarle demasiado.
Un par de minutos más y ya estábamos en vuelo, entrando a la velocidad crucero y pudiendo sacarnos los cinturones. Fue entonces cuando Elliot se giró hacia mí
—¿Qué carajos fue eso? —me espetó. Yo me encogí de hombros.
—No estaban muertos —susurró Phillipe, acunando a Theo, que había cerrado sus ojitos, tranquilo por el silencio en el avión.
—No —resumí.
Aleksi solo me dedicó sonrisas radiantes. Había inflado tanto el pecho que parecía un animal. La emoción y el orgullo se le escapaba por los poros.
—La cara de los Edevane fue una poesía —murmuró Vivi y Phill asintió. Pero Elliot arqueó las cejas en mi dirección.
—Destruí su mente —le expliqué, apretando los labios. Por un momento, uno ínfimo, me dio miedo decir lo que había hecho. Por ahí fue demasiado cruel—. Yo... puedo acceder a los pensamientos de una persona, a su mente y también, parece, romperla.
Mi hermano me miró durante unos cuantos segundos, impresionado, hasta que él también sonrió.
—Oh, Dios —exclamó, dando palmadas entusiasmadas y potentes que sobresaltaron al bebé. Aleksi, que estaba sentado a su lado, tuvo que frenarlo poniéndole una mano en el hombro—. Vamos, ¡por dios! Eres la digna pareja de Mørk Hodeskalle. ¡Nadie, en todo el puto mundo, podría hacer algo tan retorcido e increíble que no fueras, justamente tú!
—Elliot.
—¿Y esa frase? —dijo él, ignorando la súplica de Aleksi. Lo miró y le agarró los hombros también, pero para sacudirlo emocionado—. ¿"Ustedes no la tienen a ella, ella los tiene a ustedes"? ¡PURO ARTE!
—Ya —le castigó Aleksi, dándole un bofetón suave, pero para callarlo—. Mi hermanito duerme. Cierra el pico.
Me reí por lo bajo. Phill y Vivi también lo hicieron y me relajé en mi asiento, ahora para nada contrariada con mi poder. Aleksi tenía razón, yo podía defenderme. Las posibilidades de los Edevane se reducirían, porque el que estuviésemos cerca era una ventaja para mí. No necesitaba tiempo ni buscar demasiado para dar el ataque.
Me relajé en el asiento y cerré los ojos. Durante unos instantes, me permití disfrutar de esa victoria. Durante unos instantes, me permití estar en paz.
¡Hola a todos nuevamente! Este capí vino con un poco más de acción, diferente a la del anterior (jejeje) y lo hice bastante apurada el día de hoy, así que me disculpo por cualquier error, falta o dedazo en la narrativa.
Hoy los dejo rapidito, esperando que lo hayan disfrutado <3 No olviden darle amor a la historia como siempre, ¡los amo!
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