Capítulo 50. Los invitados
50: Los invitados
Kayla
Me desperté pasado el mediodía siguiente con las piernas enredadas en las de Aleksi y una posición bastante incómoda. Pero cuando vi su rostro, tan bello y tranquilo, junto al mío, me olvidé de cualquier contractura.
Estuve acurrucada a su lado, acariciándole los brazos y el pecho desnudo, hasta que se despertó y me dirigió una sonrisa tan atractiva que, sumado a la intensa reconciliación de la noche anterior, agitó mi enamorado corazón.
—Espero que estés listo —le dije, dándole un beso en la mejilla antes de abandonar la cama.
Escuché que me preguntaba para qué, pero me metí al baño en vez de responder. Empecé a bañarme sola, aunque no me extraño que apareciera para compartir la ducha. Por más que nos contuvimos, no pudimos evitar darnos besos y abrazos y estirar ese baño más de lo que debería haber durado.
Sin embargo, yo estaba más que decidida y no me anduve con rodeos. Me sequé, me vestí y me arreglé de forma casual, pero seria y romántica, como se suponía que la charla con mi familia sería.
Aleksi me imitó. Usó una muda de ropa que había dejado en mi cuarto, antes de colocarse su máscara, y pronto los dos salimos de mi habitación por la puerta principal, tomados de la mano.
—¿Estás muy segura? —me preguntó él. Le asentí una cantidad de veces alarmante y solo cuando nos acercamos al vestíbulo dejé de hacerlo—. No tiene que ser hoy, quizás estén todos un poco ocupados —me susurró, pero no entendí a qué se refería hasta que, de pronto, ingresando al vestíbulo, escuché un montón de risas estridentes.
Fruncí el ceño y miré a Aleksi con un montón de incógnitas en la cara. Dentro del living, más allá, había muchísimas mujeres y no tenía ni idea de quienes eran. Me asusté un poco y estuve a punto de soltar la mano de mi novio.
—¿No se fueron todos? —dije. Por supuesto, él lo sabía. Y yo, para no sucumbir al pánico, le apreté la mano con fuerza. Si lo soltaba ahora, no tendría el valor para sujetarlo de nuevo y perdería toda la confianza y la seguridad que había acumulado en la noche.
Aleksi me dedicó una sonrisa apenada.
—Tu abuela mencionó que se quedarían algunas de sus amigas. Se marcharán esta noche. Por eso te preguntaba si estabas totalmente segura de querer hacerlo ahora. Pensé que querrías planificarlo más... —Se calló y amagó con soltarme, por lo que le fruncí el ceño y me llevé nuestros puños al pecho, con una expresión de seria advertencia. Él solo bufó—. Todos sabemos que estás aterrada, conejita, por favor.
—No estoy asustada. Se supone que tu debes creer en mi —le espeté, entre susurros—. Voy a decirle a todos. Incluso que anoche cogimos como conejos, si es necesario. ¡Así que Shh!
En ese mismo instante, alguien salió del living. Fue claro para ambos, por la tos que soltó, que nos había escuchado. Sin embargo, a mi no me quedó claro qué carajos hacía Jake no sé cuánto ahí. El joven vampiro se había detenido a medio camino y sus ojos estaban clavados en nuestras manos unidas con una expresión de pánico.
—¿Qué haces tu aquí? —solté, de mal talante, sin medir mi tono ofuscado.
Él pasó sus ojitos inquietos de Mørk Hodeskalle a mi y balbuceó una disculpa antes de desaparecer por las galerías. Lo seguí con la mirada y luego le di un codazo a mi novio.
—¿Te das cuenta? Se asustó de ti. Nunca me respetó a mí. Esa disculpa iba hacia ti por haber intentado seducirme.
—Hay hombres muy estúpidos —respondió Aleksi, con un encogimiento de hombros—. Si él supiera lo que es tener miedo, te tendría miedo a ti... Un centímetro más y anoche esas uñas me hubiesen llegado hasta la columna vertebral.
Me miró de reojo, esperando mi reacción, y me fue imposible no reírme. Se me olvidó la molestia solo por un momento, porque, al fin y al cabo, él tenía razón, pero por los motivos más obvios: mientras yo no pudiera controlar mis poderes, era más peligrosa para la gente inocente de lo que Hodeskalle sería jamás.
Borré mi sonrisa y traté de ponerme seria, agarrándome de nuevo de la decisión más importante que había tomado en mi vida, porque anunciarle a mi familia que había encontrado a mi pareja era como anunciar que ahora estaba casada.
No iba a negar que sí estaba asustada, porque Aleksi lo sabía y ya no tenía sentido negarle nada. Sin embargo, los dos dimos pasos hacia delante con la seguridad de que, aunque existiera el temor, lo afrontaríamos juntos.
Sin embargo, las risas que venían del living se hicieron más sonoras. Varias vampiras salieron por las puertas y enfilaron hacia el pasillo que llevaba al comedor. Nos dieron la espalda de una, por lo que no nos vieron. Ni siquiera mi abuela, que estaba en medio de todo el grupo. Las demás eran sus amigas y primas, su grupito adolescente de más de setecientos años.
—¡Deberíamos jugar a la competencia de dardos!
—Ay, sí. ¡Como cuando teníamos ciento veinte y Livi le arrojó un dardo en la frente al rey! —chilló una que reconocí como la madrina de mi tía Alice. Estallaron todas en estridentes risas y Aleksi y yo casi que nos tapamos los oídos.
—¡Y cuando Loraine le lanzó esa oveja a George! —gritó otra. George era mi tío abuelo, el hermano mayor de mi abuela Olive. El que la presentó inocentemente con Benjamín sin saber que este se tiraría a su hermanita y terminarían siendo pareja.
Ah, casi como nosotros. No sabía porqué estaba tan asustada. Mi abuelo no tenía porqué enojarse ni conmigo ni con Hodeskalle.
Las risas siguieron y la masa de vampiras, tan viejas y tan joviales a la vez, desapareció por el pasillo sin notarnos siquiera. Los dos nos quedamos de pie, aún de la mano, sin tener idea de cómo continuar.
—Pensándolo bien... —empecé.
—Una de ellas es la madre de ese vampiro que te pretende. Quizás le hizo creer que era divertido salir con la nieta de su amiga —me interrumpió Aleksi, sin más. Yo tragué saliva.
—¿Y si esperamos a la noche? ¿A que se vayan?
Él me sonrió y me asintió, como si nunca hubiese acotado nada sobre Jake no sé cuánto. Supe que lo había hecho para quitarme la presión de encima, para demostrarme que tampoco retrasarlo le dolía.
Levantó nuestras manos unidas, les dio un beso a mis dedos y los liberó. Sentí enseguida un vacío enorme al poner una distancia casual entre ambos y se me arrugó el corazón como una pasita.
—¿Soy cobarde por no querer hablarlo delante de todos, verdad? —susurré, cuando él se puso en marcha.
Giró la cabeza para mirarme y me hizo señas con el mentón para que avanzáramos juntos.
—No creo. No tienes relaciones con ninguna de estas personas.
Seguimos al grupo de vampiras por el pasillo rumbo al comedor y ahí descubrimos que además de las amigas de mis abuelas, había amigos de mi abuelo y muchos convertidos allegados. No, definitivamente, ese no era para nada el ambiente que imaginé para contarle a mi familia nuestra relación.
Era tal el barullo en el comedor que nadie nos prestó real atención. Mis padres y mis tíos no estaban por ningún lado y solo Elliot estaba sentado dedicándole sonrisas galantes a la prima Georgiana.
Parecía que los ancianos no se habían divertido así en décadas y que estaban viviendo todo a un nivel extremo. Actuaban como críos que habían trasnochado y revivían más anécdotas que tenían siglos de antigüedad. Verlos actuar así me hizo recordar que Aleksi podría, en realidad, pertenecer a ese grupo si no lo ignoraran tan abiertamente.
—¿No conoces a ninguno de estos vampiros? —le pregunté, justo cuando mi abuelo se percató de nuestra presencia.
Aleksi asintió.
—Claro que sí, a varios.
—¿Por qué no te saludan? —inquirí.
Mi abuelo se levantó de la mesa, con los ojos clavados en nosotros. Por un instante, temí que señalara nuestra proximidad, o que de pronto se acordara de cómo bailamos el vals la noche anterior. O que él supiera algo de lo que pasó cuando nos encontramos con los Dunn y Oliver. Pero a medida que se acercaba, me di cuenta de que en realidad solo miraba a Aleksi y tenía esa expresión que tenía siempre que le daba ordenes o lo utilizaba para algo.
—Aquí están —nos sorprendió la voz de mi tía y ambos nos giramos a verla. Nos hizo seña para que salgamos del comedor con ella y me apuré, porque no quería que mi abuelo le diera tareas que lo alejaran horas y horas de mí, más con lo que planeábamos para la noche.
Seguimos a Alice por los pasillos rumbo a su cuarto y no nos extraño ver a un convertido guiñarle un ojo como único saludo de despedida. No dijimos nada, por supuesto, y entramos primero, antes de que cerrara la puerta y nos dejara encerrados con ella.
—Tenemos que hablar —nos dijo.
Nos quedamos de pie en la habitación y no hicimos ningún movimiento, no hasta que supiéramos qué tipo de conversación tendríamos. Pero mi tía comenzó a dar vueltas, claramente nerviosa, por todo el cuarto.
—Me preocupa ciertamente lo que dijo este crío anoche —empezó y ahí entendimos que hablaba de Oliver. Fui a sentarme a uno de sus sillones, porque la conversación sería larga—. Si realmente maté a su creador, podría estar libre de las ataduras de los Edevane, pero... Hay algo en todo esto que no me cierra. Y sé que no entiendo la historia completa.
Levantó sus ojos grises hacia Hodeskalle, todavía parado en medio de la habitación. Él suspiró y comenzó a hablar. Le contó cómo Jane terminó en corazón y cómo luego ella me confesó sus intenciones de averiguar sobre su hermano. Luego, le explicó que yo le pedí ayuda para averiguar qué había pasado realmente con Oliver y cómo él descubrió los contactos con varios clanes, incluyendo los Dunn y los Edevane.
Finalmente, terminamos todos sentados en los sillones, mientras mi tía se mordisqueaba las uñas con aparente nerviosismo.
—Entonces, ¿cuál es el juguito de Bethia y Arran con este niño? —dijo—. Arran jamás haría caridad.
—Ciertamente no es su estilo —contestó Aleksi, con su postura habitual y tono sereno de Hodeskalle.
—Esto tiene que venir por el lado de Bethia —musitó ella, si levantar los ojos del suelo. Ahí, Aleksi no dijo nada. Mørk Hodeskalle tampoco.
Yo me mojé los labios antes de correrme hacia el borde de mi asiento.
—¿Podrían contarme más de ellos? —dije—. No sé nada de los Dunn. Ni porqué dices que Arran no haría caridad. Sé que ustedes los deben conocer bien.
Aleksi giró la cabeza hacia mí, como la estatua milenaria y mortal que debía ser, pero guardó silencio. Fue mi tía la que se adelantó y, haciendo muecas, trató de empezar a explicarme.
—Arran... Pues... —balbuceó. Era la primera vez que veía balbucear a mi tía en mi vida—. No te lo vayas a tomar a mal, ¿sí?
Yo parpadeé, confundida. Lo único que había entendido era porqué Aleksi se había callado. Esa parte de la historia le correspondía a Alice. No había más que él podía contarme sobre Bethia que en ese momento fuese relevante.
—¿Por qué me tomaría a mal que te hubieses acostado con él? —pregunté, con simpleza—. ¿Es por lo que...mencionaste anoche? ¿Algo sobre la abuela?
Mi tía apretó los labios. Tanto que se le volvieron blancos.
—Cuando conocí a Arran él me pareció encantador. Sí —me frenó, aunque yo no iba a decir nada—, tiene ese aspecto de escoses ignorante e imbécil. Pero yo era joven y la forma en la que hablaba me ponía de rodillas. Literalmente.
Aleksi siguió en silencio, pero se había cruzado de brazos y miraba a Alice sin moverse. Me imaginé que estaba arqueando las cejas.
—Ah, bueno —respondí y ella se reclinó sobre el respaldo del sillón y cerró los ojos.
—Ya sabes, cuando eres joven y te viene un tipo sumamente experimentado, es muy fácil caer —añadió, con un suspiro.
Supe que estaba recordando los viejos tiempos, pero su comentario tuvo una nota algo irónica, que me obligó a levantar la vista hacia mi pareja. Él aprovechó que mi tía no nos miraba y me devolvió una sonrisa pícara, atrevida.
Yo sentí un escalofrío al recordar todas las cosas que hicimos antes de dormirnos. Aparté de mi mente cómo seguí rasguñando su cuerpo aún cuando me tocó disfrutar sobre él.
—Supongo —mentí y mi tía abrió los ojos solo para darme un manotazo por decir semejante estupidez.
—En fin —siguió ella, exhalando abruptamente, como si nada hubiese pasado—. Me dejé conquistar un poco por él. Me gustaba tanto que en algún momento creí que incluso habría encontrado a mi marca. Así que no dudé en irme a la cama con él esperando que eso sucediera. Cuando no pasó, me sentí muy decepcionada y después me aferré mucho a lo que sentía por él. En aquel entonces, yo no tenía ni idea de que setenta años antes, Bethia había engañado a Hodeskalle cuando encontró a su pareja.
Aunque lo dicho por mi tía no era una novedad, era más que obvio, volví a mirar a Aleksi, que ya no sonreía. Sentí una opresión en el pecho al pensar en cómo debió sentirse al enterarse de que su compañera le acababa de ser infiel. Por más que la marca era algo que no se podía evitar, no quitaba el dolor de encima. El corazón roto era algo real.
Le dirigí una expresión apenada. Él solo cruzó una mirada cómplice conmigo.
—Bethia tiene un don para ser tan encantadora. Ella sabía que Hodeskalle era como mi tío, que éramos muy cercanos porque, bueno, me crié con él casi hasta que nació tu tío. Pero jamás me lo dijo. Si no, yo no me hubiese sentido feliz siendo su mejor amiga por todo ese tiempo.
Dejé caer la mandíbula y me eché para atrás. Ahora, de nuevo quería golpear en la cara a Bethia.
—¿Te ocultó que... que ella y Hodeskalle estuvieron juntos por casi cien años? —solté.
Aleksi suspiró y abrió la boca por primera vez en ese corto rato.
—Bethia y yo terminamos justo cuando Alice nació, así que ella no tenía forma de saberlo. Tampoco yo iba a contarlo abiertamente —dijo—. No hablé de Bethia delante de nadie porque tampoco deseaba que la gente pensara mal de ella. Lo que pasó era inevitable.
Mi tía se irguió de un golpe.
—Sí, claro. ¡Pero me mintió descaradamente! Yo hablaba de ti y de mi familia con ella y la muy desgraciada fingió no haberte conocido en su puta vida —despotricó—. Pero claro, ella también sabía que yo no contaba de mi relación con los Dunn con mi familia porque en ese momento me avergonzaba un poco hablar con mis padres de mis relaciones sexuales. Oculté todo lo de Arran y solo me enteré que algo raro pasaba ahí cuando mi papá comentó, un día al pasar, que se acordaba como Arran pretendía a mi mamá cuando ellos se conocieron. Y ya sabes —añadió, señalándonos a ambas—. Nos has visto en un espejo. Somos muy parecidas a mi mamá.
No supe que pensar en ese instante. La sugerencia de mi tía tenía un punto, pero sí pensaba en mi propia relación, yo dudaba que Aleksi se hubiese fijado en mi teniendo en cuenta el parecido con mi abuela. Aunque quizás, quedábamos excluidos porque estábamos marcados. Ser almas gemelas iba más allá de la lógica.
—Tu crees que Arran tiene un fetiche con la abuela y por eso anduvo contigo.
Mi tía gruñó, mirando fijo la pared de su cuarto. El gruñido iba para el susodicho. A Arran debían estar ardiéndole las orejas en ese momento.
—No es lo que yo creo. Es lo que sé —murmuró, con tono asesino—. Me llamó Olive mientras teníamos sexo.
Esta vez, es el escalofrío que tuve fue de puro espanto. No podía dimensionar lo que sería estar teniendo sexo con un novio y que llame a tu progenitora.
—¿Pero eso fue antes o después de saber que pretendió a la abuela? —solté.
Alice puso los ojos en blanco.
—Después. En nuestra especie es muy común que alguien con quien sales haya pretendido a un familiar 500 años antes. Lo dejé pasar. Si no lo hiciera, no podría relacionarme con nadie porque en ese mundo todos los clanes se cruzan desde hace milenios —explicó—. Pero cuando dijo eso me puse como loca y aunque él nunca me lo admitió con palabras, lo hizo con sus silencios. No voy a relatar todo lo que pasó en ese entonces porque dirás que tu tía es una demente. Peeeero... Bethia casi la liga también, porque ella sí sabía de la obsesión de Arran con mi mamá y dejó que él satisficiera sus retorcidas fantasías conmigo. Así que ambos están... ¿cómo se dice ahora? ¡Canceladísimos!
Miré a Aleksi con un gesto de reproche, preguntándole con la mirada cómo pudo haber salido con una víbora como esa. Él solo apretó los labios.
—No volví a verlos hasta treinta años después —Alice pareció observar a Aleksi de la misma forma—. Arran volvió a buscarme y Bethia lo justificó diciendo que él sí me amaba, pero Arran apareció en mi casa supuestamente para ser galante conmigo y se la pasó viendo a mi madre de forma rara. Está obsesionado con ella. Y para colmo, esa vez Hodeskalle vino a casa en el verano y Bethia estaba ahí y uf... Fue horrible e incómodo.
Ahí, Aleksi rompió la escultura de mármol y se agarró la frente, por encima de la máscara, con la mano. No quería encarar las memorias de esa situación, así que no pregunté. Mi tía, por suerte, tampoco habló de más.
—Entonces... —dije, casi un minuto después, para recapitular—. Arran es una persona... ¿egoísta? Y en general los Dunn son mentirosos y traicioneros. Les gusta engañar.
—No confío en Arran ni en cualquiera de sus acciones cerca de mi madre —terció Alice, casi que afirmando mis palabras.
—Sería muy retorcido si viniera a la fiesta, cien años después de la última vez que los vieron, usando a un vampiro convertido de nuestro enemigo como excusa para ver a la abuela. ¿No? —musité, no muy segura. Había muchísimas posibilidades y, por lo que mi tía decía, Arran parecía ser un psicópata sexual—. Si realmente son así...
—No sé. Mi parte lógica me dice que no. Pero, a la vez, no me sorprendería —soltó mi tía, dejándose caer de vuelta en el sillón.
—Todos los clanes tienen algo de eso cuando no hay un pacto de por medio con vampiros de otros clanes —dijo Hodeskalle cruzándose de piernas y bajando la mano—. Se priorizan a sí mismos y a sus lazos de sangre. Bethia y Arran son muy unidos. Siempre han considerado que se tienen el uno al otro. No se llevan muy bien con el resto de su clan. Los conozco casi tanto como conozco a los White. Fueron también mi familia por cien años. Bethia es capaz de apañar y proteger a su hermano, aunque él esté equivocado. Y Arran cumplirá cualquier favor que su hermana le pida. Así que...
—Si Arran está protegiendo a ese niño, cuando él es como es, esto es algo que le pidió Bethia —repitió mi tía. Ella ya había dicho que tenía que ver con esa vampira.
—Y por qué Bethia lo introdujo a esta casa es lo que tenemos que averiguar —siguió Aleksi—. Ella sabía que yo estaría aquí. Usaron la invitación de Arran para pasar todos y no puedo determinar, todavía, si quería acercar a Oliver solo a ustedes dos o también a mí.
—Tenemos que averiguar qué se traen, antes de que mi padre también sepa todo esto.
Pasé mi mirada de uno al otro cada que hablaban, más para sí mismos que para el resto.
—No puede pasar de hoy, la verdad —dijo Aleksi, entonces, poniéndose de pie. Yo me levanté como si tuviese un resorte en el trasero. Él no me miró antes de quitarse polvo invisible de su ropa casual—. También iré a asegurarme que Jane está bien.
Mi tía asintió, con la mirada aún en la pared. Se había llevado las uñas de nuevo a la boca y no podía saber qué estaba pasando por mi cabeza.
—Si los encuentras, dale una patada a Arran de mi parte —dijo, nada más.
Mørk Hodeskalle se encaminó hacia la puerta y troté detrás de él como si así pudiese detenerlo. Apenas salimos al pasillo, me colgué de su brazo, en vano.
—Dijimos que hoy le diríamos a mis padres, a mi abuelo —le recordé.
Él siguió caminando. Mis zapatillas chillaron contra el suelo de mármol.
—Sí, lo sé. Pero voy a cometer un error si dejo pasar un día más. Debí haberlo hecho anoche, no debí haber dormido...
—¿Qué? ¡Claro que tenías que dormir!
—Esto también es por Jane.
Lo solté y me quedé atrás enseguida. Había olvidado que, si los Dunn pudieron colarse en la fiesta, violando la seguridad de mi casa, podrían también acceder a la seguridad de Jane si Oliver insistía. Todavía no sabíamos si estaban con nosotros o con los Edevane, y en ese caso, mi amiga no estaría a salvo por mucho tiempo.
Caminé entonces detrás de él, por los pasillos desolados, aceptando la tarea que no solo él se había adjudicado, sino que ahora le estaba adjudicando yo. El único que podía chequear a mi amiga y asegurarse de que estuviera bien era él.
—Yo debería poder ir contigo —le dije, cuando llegamos al vestíbulo. Aleksi negó con la cabeza, pero en ese instante, yo estaba actuando de la misma forma que el resto de mi familia. Mørk Hodeskalle aún era un peón de los White y me aterraba hacerlo también el mío cuando no se trataba de pactos o deudas.
—Algún día lo harás —me prometió, estirando la mano y acariciándome la mejilla—. Alice ya lo tiene claro y sé que tú también: no salgas de la casa. Mejor, de tu cuarto. Hasta que yo regrese.
No pude asentir. Solo me quedé con la sensación de sus dedos en mi piel antes de que cruzara el vestíbulo y se marchara por las galerías.
No me gustó verlo partir una vez más. Me generó un nudo en el pecho y una angustia que no supe interpretar. Me quedé de pie preguntándome si estaba así solo porque estaba asustada por él. O, en cambio, porque de nuevo estaba anteponiéndonos a todos nosotros, a mi familia, antes que sus deseos o nuestros planes de pareja. O quizás, otra vez, estaba angustiada porque la que lo estaba usando era yo.
La hice caso a Aleksi y me quedé en mi cuarto. Llamé a Jane por teléfono y hablamos por horas. Todo parecía normal en su vida y era un alivio saber que no estaba alterada ni notó nada extraño en el último día.
Ella quiso saber de la fiesta y hizo expreso su anhelo por participar de algo así. Claro, sabía que no la invité porque para el resto de los vampiros presentes ella sería un bocadito. Algunos hombres disfrutarían mucho bebiendo de diferentes partes de su cuerpo antes que de una copa. Eso, Jane lo tenía muy claro.
Tuve mucho cuidado al no nombrarle a Oliver. Fingí que no había sucedido nada del otro mundo y opté por hablarle más de Skalle y de mí, de nuestra decisión de hablarlo con mi familia pese a cualquier restricción que ellos pudieran plantear.
Jane era una chica práctica, así que mencionó todas las razones por las cuáles no debería preocuparme en absoluto. Incluso, por momentos, sonó más vampira de lo que yo sería jamás. Sus razonamientos se apegaron más a los de mi especie que a los de la suya.
Cuando cortamos, me dije que había estado demasiado tiempo sumergida en el mundo humano y que mis temores eran, justamente humanos. Basados pura y exclusivamente en la forma en la que ellos construían sus relaciones con sus familiares, amigos y parejas. Incluso, la charla con mi tía esa tarde era un ejemplo de lo mucho que me faltaba aprender de mi propio universo, uno que llenó mi casa con risas, voces estridentes y antiguas y sangre humana en botellas hasta entrada la noche.
Me desperté a la madrugada. Había gritos en la casa y no me alarmé porque pensé que se trataban de los últimos invitados. Sin embargo, minutos después de intentar conciliar el sueño, me pareció que esos gritos carecían de risas y diversión. Entonces, escuché llantos.
Salí de la cama a toda velocidad y casi arranco la puerta de mi cuarto, pensando en las palabras de mi novio antes de irse. Sabía que debía quedarme encerrada, como él me pidió, pero mi instinto me decía que algo malo sucedía, algo gravísimo.
Corrí por los pasillos y los gritos ahí se me hicieron de evidente terror. Al llegar al vestíbulo, encontré el cuerpo de una de las empleadas humanas, derramando su sangre en el piso de mármol blanco.
Me tapé la boca con las manos y, aunque retrocedí, el líquido rojo en el piso me empapó las medias. Levanté la mirada y vi otro cuerpo tirado más allá, junto con un montón aterrador de cenizas.
—¡ANNE!
La voz de mi papá me hizo girar la cabeza hacia el jardín delantero, donde la noche anterior tuvimos la fiesta. Corrí hacia él sin dudarlo y aunque dos de mis empleados me vieron atravesar las puertas de las galerías e intentaron detenerme, no pudieron hacerlo.
—¡Señorita, no! —gritó alguien que reconocí como el mayordomo principal, pero no me detuve a comprobarlo.
Lo siguiente que vi, antes de llegar al patio donde aún estaban los decorados de flores en las columnas y enredaderas, fue al vampiro Jake en el suelo, con la cara llena de sangre, aferrado a quien se suponía que era su madre. Los dos se encogían de miedo detrás de las columnas.
—No —musitó la amiga de mi abuela. Yo no recordaba su nombre. Me agarró del tobillo, para impedir que saliera al patio—. Tienes que irte.
Pude notar su genuina preocupación, pero a los gritos de súplica de mi papá se sumaron los de mi abuela. En ese instante, también oí como mi madre se quejaba de dolor y como mi tía gritaba insultos sin ningún tipo de filtro.
Avancé igual, liberándome de la mano de la vampira, ante la mirada absorta de Jake y de mis empleados. Apenas salí de atrás de la columna, Elliot me vio e intentó devolverme a las galerías, pero también nos vieron los intrusos.
—No se muevan o vamos a terminar con la señora White más rápido de lo que deseamos —nos dijo un hombre de cabello rubio, de aspecto juvenil, muy parecido a mi abuelo. Demasiado. Se me secó la garganta y se me heló la sangre mientras Elliot me aferraba la mano, desesperado.
Recorrí la escena fatídica con la mirada hasta que descubrí a mi madre más allá, sujeta por dos enormes vampiros que tenía pinta de guardias. Mi padre estaba en el suelo, boca abajo, sometido por otros cuatro enormes especímenes, incapaz de alcanzarla. Mi abuela lloraba, mientras mi tía la abrazaba en el centro del jardín, frente a la fuente de agua central, donde Aleksi y yo estuvimos charlando en la fiesta. Un hilo de sangre chorreaba por su frente y mi tía tenía las manos también rojas.
Mi abuelo estaba delante de ellas, como si él solito pudiese protegerlas. Mis tíos, en cambio, estaban en la otra punta, también de boca en el suelo con varios hombres encima. Desde dónde estaba yo, no podía notar que estuviesen heridos.
—Acérquense, niños —nos invitó el desconocido, con una sonrisa afable. Detrás de él estaban sus parientes. Cinco de su prole, de sangre. Y, a sus pies, con la ropa hecha jirones y grietas por toda su piel de roca y cristal, estaba Oliver Evermore.
No pude moverme mientras pensaba en Aleksi, en Bethia y el imbécil de Arran. Lo único en lo que podía pensar era que nos habían tendido una trampa y la habían aprovechado al máximo.
Elliot tiró de mi cuando no avancé. Juntos, acortamos la distancia que quedaba hasta nuestra familia y nos pusimos junto a mi tía Alice, que nos frenó con su mano ensangrentada, por las dudas de que hubiésemos interpretado acércanos al invasor.
Me pregunté de cuál de los nuestros era ese líquido rojo, pero luego noté que uno de los intrusos detrás del líder tenía una enorme herida en el brazo. Una que gritaba con los restos de las uñas de mi tía.
—Es lindo ver a la familia reunida otra vez, ¿no, Ben? —dijo el líder. A mi se me revolvió el estómago. Elliot, a mi lado, tragó saliva. Los observábamos a todos nuestros seres queridos en peligro y comprendíamos lo insignificantes que éramos. Ni siquiera se molestaron en atacarnos—. Es un placer conocerte, Kayla. La más pequeña de nuestra sangre.
—¡No le dirijas la palabra! —gruñó mi abuelo—. Ella no es nada tuyo. Nadie aquí lo es.
—Bueno, no tenemos mucho tiempo para debatirlo, ¿no crees, hermano? —contestó el líder, levantando la mirada hacia el cielo, que comenzaba a aclarar—. Porque Mørk Hodeskalle no está y el sol... —Bajó la cabeza. Una sonrisa radiantemente cruel se clavó en nosotros. Me agarraron temblores tan fuertes que me castañearon los dientes. Las ganas de llorar me debilitaron las piernas. Lo único que me mantuvo cuerda fue la mano de Elliot sobre la mía.
El sol.
Mi madre era la única vampira convertida en el jardín, además de Oliver, que se encontraba en un punto estratégico, cubierto por las sombras de la mañana. Ninguno de nosotros era tan rápido y bueno como para llegar a ella. Si mi abuelo se movía, tendríamos a sus sobrinitos encima nuestro. Mi tía, que todavía era la única que podía pelear, no sería capaz de llegar sola.
—Seamos rápidos, mejor —dijo el líder del clan Edevane—. Entrega a tu sangre a tu nieta y a tu hija... y tu querida y encantadora nuera no tendrá que morir calcinada.
Gemí. Lloré. Porque si Aleksi no regresaba pronto sano y salvo, si Mørk Hodeskalle no volvía invicto de esa trampa, mi mamá y todos en la mansión White morirían.
¡Final infartante como lo prometí y poco a poco vamos llegando a los conflictos principales de la historia! Espero de todo corazón que les haya gustado y que no hayan sufrido tanto.
Pero, si les gusto, no olviden dejar comentarios y votos <3 Son la única manera que tengo de saber qué opinan de la historia. Gracias de nuevo por tantísimo amor y apoyo a esta historia, ojalá pudiese regalarles un Aleksi y una Kayla a todos los que los deseen HAHAHA
Los amo fuerte <3 Hasta la próxima
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