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Capítulo 48. Traiciones

48: Traiciones

Kayla

—Mørk Hodeskalle —saludó el pelirrojo, Arran, cuando el hermano de Jane se detuvo a su lado. Traía una copa de sangre en la mano y nos observaba, a mi y a Aleksi, con un gesto incómodo.

Estuve a punto de abrir la boca, pero mi tía se coló en el pequeño círculo que habíamos armado, sin querer, y se plantó casi delante de mí. La cola de su vestido se deslizó perezosamente por el suelo mientras cruzaba los brazos.

—Vaya, Arran, no sabía que mi madre te había invitado. Tampoco pensé que tendrías los huevos para presentarte —dijo ella, con una sonrisa helada.

Arran se mantuvo inmóvil. La tensión ya persistente entre nosotros se hizo más densa, más fría. Parecía que la presencia de mi tía era suficiente para aterrorizar todo ese ambiente.

—Alice —respondió, con fingida educación. Se le notaba que no le agradaba estar en su presencia—. Siempre es un placer volver a verte.

—¿Te lo dices para consolarte? Creí que fui muy clara contigo —replicó mi tía y tragué saliva al darme cuenta de que a ese también se lo había comido—. Te ordené expresamente que no volvieras a acercarte a mi... o a mi madre.

Casi que escupo de la impresión, tratando de comprender a qué carajos se estaba refiriendo ella, pero no pude preguntar nada. Aleksi retrocedió solo un paso más conmigo, como si ahora tuviese que protegerme también de la ira de mi tía.

—No podía rechazar la invitación de Olive, fue muy amable...

—Sí, mi madre es demasiado amable —lo interrumpió ella—. Tanto como para no exigirles a todos ustedes que se larguen de su casa. Así que... —se giró hacia Bethia y su pareja—. En serio que eres descarada.

Bethia apretó los labios.

—No es lo que tú crees.

—¿Ah, no? Será mejor que se vayan ahora, de la forma más elegante y sutilmente posible, porque en serio no quiero arruinarle la fiesta a mi mamá —siguió Alice, impune a las miradas de todos—. No pienso contenerme esta vez.

Arran torció el gesto, pero no se retiró. Estuvo a punto de decir algo cuando Oliver se adelantó y ahí mi tía pareció notarlo de verdad.

—Estamos aquí porque tenemos información.

Alice frunció el ceño, yo gruñí.

—¿Disculpa?

—¿Información? —tercí, enfurecida, ya incapaz de estar callada—. ¡Tú no deberías estar aquí!

Oliver me miró, de lleno. Continuó con esa expresión incómoda en la cara.

—Eres la amiga de Jane. Eres Kayla.

La ira se arremolinó en mi interior. Me sentí más enojada, incluso, que con la simple presencia de la ex de mi pareja. Estaba enojada con Oliver, enojada con los Dunn por traerlo, enojada por no entender qué estaba pasando.

—Y tu deberías estar en tu casa, con tu familia, ¡siendo humano! No haciéndoles creer a todos, a los que te aman, ¡que estás muerto! ¿Sabes lo que hizo Jane por ti? —chillé, intentando acercarme, pero Aleksi no me lo permitió. Tiró de mi con tanta fuerza que casi me hace daño. Estuve a punto de volver a gruñirle, porque no quería que me detuviera. Yo quería partirle la cara a ese imbécil, por todo lo que había ocasionado, por el peligro al que había arrastrado a toda su familia.

—No te voy a soltar —me susurró Aleksi, en el oído, pero lo ignoré, concentrada en las reacciones de Oliver.

Los dedos del muchacho se crisparon alrededor de la copa. No respondió mi pregunta y eso me hizo sisear, porque sentí que él no se estaba preocupando realmente por los peligros que atravesó su hermana menor.

—Por tu culpa, Jane se metió en Corazón —le escupí—. Casi la matan.

La cara de Oliver palideció. El labio inferior le tembló. No intentó ningún movimiento, porque tampoco Arran, Bethia y su pareja se movían. Las sombras a nuestro alrededor habían desaparecido, pero las flores del dosel seguían moviéndose, intensas, avecinando la tormenta que podía explotar de mi novio en cualquier instante.

Cuando él no dijo más nada, mis dientes rechinaron con tanta violencia que todo el mundo ahí me escuchó. Mi tía se giró levemente a verme, antes de regresar su atención a Arran. Aleksi, en cambio, puso sus labios en mi cuello, debajo de la oreja y siguió susurrando:

—No te voy a soltar —repitió, solo para mi—. Estoy contigo. No te harán daño...

—Yo les voy a hacer daño —contesté, en voz alta. Bethia se sobresaltó y miró a mi novió con una expresión de súplica y otra vez los celos galopantes le echaron leña al fuego que me corría por dentro.

Los dedos de Aleksi se deslizaron por mi nuca, de pronto. Intentó calmarme con movimiento circulares y muy obvios para todos los que estábamos ahí. Insistió con sus palabras amables y calmas, que nada tenían que ver con la agitada ventisca que se había formado en nuestro círculo. La copa de Oliver temblaba en sus manos y él no podía controlarla.

Yo solo deseaba que explotara en su cara.

Kayla —dijo Aleksi, con firmeza, entonces. Su tono alto, tan autoritario, me sorprendió. Nunca me había hablado así. El clima errático se detuvo; la copa dejó de moverse. Mi tía se giró de nuevo hacia nosotros, pero su expresión estaba llena de confusión. Entonces, él bajó la voz y volvió a susurrar—. Estamos en peligro ahora. No puedes controlarlo.

El fuego que ardía dentro de mi se apagó rápido, como si le hubiesen echado un balde con agua encima. Observé nuestro alrededor y noté que la brisa histérica que deambulaba en ese círculo se había esfumado junto con mi ira.

La sorpresa y el shock me dejaron muda y endeble en los brazos de Aleksi. Se hizo un silencio perturbador, que ni siquiera la música y la risa de los invitados, todavía ajenos a nuestro encuentro, pudo interrumpir.

Aleksi me abrazó con más fuerza, como única respuesta a mi mudo espanto.

—Yo... Por eso estoy aquí. Porque usted me liberó —dijo Oliver, segundos después, cuando sintió que las cosas se habían calmado apenas un poco, girándose hacia Alice. Lo dijo como si nunca hubiese mencionado a su hermana—. Mató a mi creador.

Solté una maldición, saliendo de mi shock, y me giré hacia Aleksi. Retrocedí con él y dejé que me pusiera detrás de su espalda, porque esa respuesta para nosotros era, de nuevo, como aceite caliente cayendo sobre nuestra piel. Era una amenaza directa y mi novio pasó de intentar calmarme a amenazar al resto.

Me puso contra la columna. Los dedos se le retorcieron, como cuando practicaba conmigo la magia. Estaba listo y cualquiera que le prestara un mínimo de atención se mearía del susto.

Mi tía, al escuchar esas palabras y notar la reacción violenta de Mørk Hodeskalle, sacó los colmillos. Lo entendió al instante.

Eres un Edevane —siseó, dando un paso mortal hacia él. Su furia helada nada tenía que ver con la lava líquida que corría por nuestras venas.

Arran se apresuró a ponerse delante, aunque para mi esa no sería una garantía en absoluto. Las uñas pulcras de Alice se convirtieron en garras y podría haberle arrancado la faringe sin esfuerzo.

Lárguense de mi casa —dijo, con tono de hielo—. O lo mato aquí mismo.

Arran alzó ambas manos y, por el rabillo del ojo, vi como Bethia intentaba también intervenir. Si para proteger a su hermano o a Oliver, no lo sabía. Su pareja la detuvo antes de que diera dos pasos más.

—Estamos aquí para brindarle información a tu familia, Alice. Él ya no pertenece al clan Edevane —dijo ella, intentando conciliar.

—¿Por qué debería creerme eso? —gruñó mi tía—. Ahora entiendo de dónde viene ese asqueroso olor. Hueles igual que ese desgraciado.

—Howard me engañó —se metió Oliver, asomando la cabeza por encima del hombro de Arran. Le tocó ponerse en puntas de pie, porque el pelirrojo era muchísimo más alto que él y que cualquiera de nosotros—. Yo no sabía en lo que me estaba metiendo. ¡Usted me liberó al matarlo! Ya no tengo ningún vínculo con el clan Edevane.

Lar-guen-se —insistió mi tía, dando un paso más.

—Vinimos buscando ayuda —susurró Bethia—. Y ustedes necesitan la de Oliver.

Me irritó que ella supiera exactamente qué problemas teníamos en nuestra casa. Pero tenía lógica porque Oliver debió contarles todo.

—Yo voy a decidir quién necesita ayuda —dijo Aleksi, agarrándome la mano de modo; de nuevo otro gesto para que lo vean todos—. Serán mejor que obedezcan a la señorita White, porque no seré capaz de refrenarla si decide cortarles la cabeza.

Por un instante, nadie se movió. Todos parecían creer que, si insistían, tenían una oportunidad, pero Alice avanzó hacia Arran sin dudarlo y una brisa controlada y oscura empujó a cada uno de ellos hacia atrás, rompiendo el círculo que habíamos formado.

Eso fue lo único que necesitaron para desaparecer a la velocidad de la luz. Se colaron por entre los invitados y no dijeron adiós ni miraron hacia atrás. Pocos vampiros se mostraron curiosos por ese leve exabrupto, pero cuando vieron a Hodeskalle, enseguida prefirieron concentrarse en otra cosa.

Los tres nos quedamos callados, vigilándolos, hasta que Aleksi relajó los hombros, dándonos a entender que la situación ya estaba controlada y al menos Oliver, el vampiro convertido del clan Edevane, había dejado nuestra residencia.

Recién ahí, mi tía se giró hacia nosotros. Sus ojos de humo se achicaron.

—¿Qué carajos acaba de pasar aquí? —nos urgió, acercándose. Apuntó un dedo al pecho de Aleksi y lo fulminó con la mirada—. Exijo una explicación, ¡de ambos! ¡Ahora!

Yo me quedé muda. No sabía exactamente sobre qué estaba exigiendo una explicación y me cohibí. Con todo lo que ella había visto esa noche, ya era demasiado obvio que entre nosotros pasaba algo y no tenía ni idea de cómo encararlo. Tampoco tenía las palabras correctas para hablar sobre Oliver, porque eso implicaba contar que Aleksi y yo teníamos secretos que no compartimos con el resto de la familia.

Aunque, para empezar, Alice no era el resto de la familia. Ella no sabía nada de nada.

—Jane creía que su hermano, que murió en un accidente, fue en realidad asesinado. O más, bien, convertido en vampiro —solté, de pronto, por detrás de Aleksi—. Le pedí a Al... a Skalle que lo investigara y justamente esta tarde él descubrió que Oliver sí tuvo contacto con varios clanes, entre ellos el Edevane y los Dunn y pues... eso acabábamos de confirmarlo.

Mi tía se cruzó de brazos. Resopló por la nariz, sin dejar de vernos con desconfianza y molestia.

—¿Esto lo sabe mi padre, Skalle? —terció ella.

Aleksi negó con la cabeza.

—Estoy es algo entre Kayla y yo.

—Sí, ya me di cuenta —replicó ella, arqueando una ceja. Esta vez, se refería a la otra cosa. A nosotros dos.

—Debo asegurarme de que no estén acompañados —dijo Aleksi, como única respuesta. Soltó mi mano y se alejó de mi por primera vez en un largo rato—. No se separen hasta que haya vuelto.

Se lanzó hacia el gentío y este lo evitó como el agua al aceite. Mi tía y yo nos quedamos solas por unos segundos, pero no duró demasiado, pues sus fanáticos nos encontraron rapidísimo. Me giré, dispuesta a huir para no ser también el centro de atención de todos esos vampiros, pero Alice me agarró de la muñeca ante de que pudiera colarme en las galerías.

—Hodeskalle dijo que te quedaras conmigo —me recordó, con tono calmo, pero más típico de una tía, mucho mayor, que da ordenes concisas. Su mirada fue seria, pétrea—. Y eso haremos.

—No quiero bailar con ninguno de ellos —dije, entre dientes, cuando ya casi los teníamos encima.

Alice cambió enseguida su expresión. Les dirigió a sus pretendientes una enorme sonrisa coqueta. Con un batir de sus pestañas, ya le estaban ofreciendo copas con sangre. Y, cuando felizmente se dieron cuenta de que yo también estaba ahí, me las ofrecieron también.

Retrocedí, cuando el olor de la sangre golpeó mis fosas nasales. Negué, sin respirar, e intenté alejarme de nuevo, pero los dedos de mi tía seguían aferrando mi muñeca.

—Mi sobrina ya ha bebido demasiado hoy —dijo ella, agarrando la copa que me ofrecían—. No creas que no me voy a olvidar que hace minuto intentabas bailar conmigo, Garam.

El tal Garam se ruborizó y, en volver a intentar conocerme, volvió a acercarse a mi tía. A los siguientes que quisieron hablar conmigo, ella les recordó sin vergüenza alguna que nos estaban intercambiando con gran facilidad y, como era la mayor y yo solo era una niña, desistían de encararme.

Sin embargo, hubo un momento donde no pudo quitarme a todos de encima. El joven vampiro que un rato antes, cuando estaba con Aleksi, estuvo a punto de invitarme una copa, estaba ahí, frente a mí. Y mi tía ya estaba distrayendo a demasiados hombres sin soltarme la mano.

—No he tenido la oportunidad de presentarme correctamente, señorita White —dijo. Buscó mi mano derecha para besarla, pero se encontró conque mi tía la estaba agarrando. Automáticamente, escondí la izquierda detrás de mi espalda.

—Ah —contesté.

No tenía paciencia ni para él ni para nadie. Quería alejarme de todo ese olor a sangre, quería buscar a Aleksi y si no podía encontrarlo, encerrarme en mi cuarto donde, probablemente, estaría más segura que en el enorme y abierto jardín.

—Mi nombre es Jake, soy del clan Pussett —Lo miré de lleno. Sabía poco de ese clan, no me interesaba en lo más mínimo y él lo notó—. Creo que nosotros podríamos ser lo más jóvenes en esta fiesta, ¿verdad? —rio.

No me reí. Además, si lo hacía, volvería a oler la sangre.

—Perdón, no me siento bien —contesté.

Me zafé del agarré de mi tía y me apresuré a las galerías, lista para correr a mi cuarto, cuando Hodeskalle se atravesó en mi camino. Me patiné con los pétalos de rosa y terminé sobre él, apenas sujetándome de sus brazos para no caer al suelo.

—Te dije que te quedaras con tu tía —me recriminó. Sus ojos estaban enfurecidos y no pude aceptar que esa ira fuese para mí.

Me enderecé y le dirigí una mirada poco amistosa también.

—Ya no podía respirar.

—Tenemos que hablar —sentenció.

Ma agarró de la mano y me llevó rápidamente por el vestíbulo y los pasillos de la mansión, desiertos, hacia los jardines traseros, donde estaríamos claramente alejados de la fiesta y de los sirvientes. Sin embargo, cuando nos detuvimos frente a los setos que nos habían ocultado de mi familia varios días antes, él no me soltó.

—¿Por qué hiciste eso? —empezó, enojado, antes de que yo pudiera decir algo.

Sus dedos en los míos eran firmes. No me lastimaban, pero notaba la molestia a través de su piel.

—Ya te dije —contesté, manteniéndole la mirada. A través de la máscara, podía leer bien su expresión enfadada—. No podía respirar.

—No me refiero a eso —contestó Aleksi—. Me refiero a ponerme contra la columna, frente a todo el mundo.

Me callé. No pude responder eso de una como hubiese querido. En principio, en ese momento estaba tan enojada y celosa como lo estaba volviendo a sentir ahora. Creí que me recriminaba la situación porque a él le preocupaba por que Bethia pensara y eso me alteró.

—Parecías muy preocupado buscándola —contesté, liberando mi mano de un tirón y cruzándome de brazos.

—Estás celosa y no tiene sentido que lo estés —me retó Aleksi—. Bethia no me interesa.

—¡La estabas buscando!

—Tu eres mi pareja —me repitió él, subiendo el tono a medida que yo lo hacía—. Ella no lo es.

—¡Entonces por qué estabas tan alterado cuando te enteraste que estaba ahí! —chillé.

Aleksi bufó y se lanzó sobre mí. Me agarró de la cintura y me levantó en el aire. Grité, pero un segundo después estábamos detrás de los setos, contra la muralla de la casa.

Me puso contra la pared y plantó sus manos a los costados de mi cabeza. Su rodilla se deslizó por el tajo de mi vestido, se coló entre mis piernas y su cuádriceps se presionó contra la parte baja de mi pelvis, arrancándome un jadeo.

La máscara de calavera cayó al suelo y pronto estuve viendo sus ojos azules sin ningún filtro. Ardían, furiosos, pero la forma en la que su rostro se acercó al mío casi me hizo olvidar por qué discutíamos.

—Estaba alterado porque entraron a esta casa cuando no estaban invitados —Me dijo, apoyando su frente contra la mía—. Porque significaba una ruptura en la seguridad. ¡En tú seguridad! Estaba alterado porque no sabía cuáles eran sus intenciones y si eso te ponía en peligro. Claramente, sus intenciones eran peligrosas para ti. Porque trajeron a Oliver Evermore a esta casa cuando fue convertido por un Edevane. Y créeme. Bethia sí sabía que yo estaba aquí. Sé muy bien cuando miente —masculló. El cuerpo le tembló, lleno de ira, y esta vez sí supe que no estaba solo enojado conmigo—. Así que, dime, señorita White. ¿Por qué estás celosa ahora?

Yo también podía saber cuando él me mentía, pero porque la marca que compartíamos me cantaba en la sangre sus verdades y sus mentiras. Y Aleksi no me estaba mintiendo.

Sin embargo, aunque debí avergonzarme y hundirme entre sus brazos por haber hecho lo que hice, no pude quitarme esa sensación de encima que me pesaba desde que la vi caminando hacia nosotros, desde que esas imágenes horrorosas de esa mujer besando a mi pareja, bajando por su pecho hacia mi parte favorita de su cuerpo, desfilaron por mi mente.

Ahogué un gritito de frustración e ira y negué con la cabeza, porque no podía controlar nada de lo que me pasaba y qué tanto me afectaba. Aunque él no me mentía, aunque decía la verdad y realmente no buscó a Bethia por sus memorias, los celos a mi no me abandonaban, me lastimaban.

—¿Cómo querías que no me molestara? —le espeté—. ¡Corrías por todos lados, como si quisieses huir!

Aleksi estrechó los ojos.

—No estaba huyendo de ella.

—¿Ah, no? —me quejé.

—No. ¿Así que fue por eso que me pusiste contra la pared? Querías que ella nos viera y supiera que la había olvidado, ¿verdad? —murmuró, el enojo seguía bailando en su mirada. Este sí era para mí, pero yo no entendía porqué lo hice podría haber estado mal.

—Sí, ¿y qué?

Aleksi apretó los labios en una fina línea antes de inclinarse hacia mi y apoderarse de mi boca. Me besó con una violencia sensual que me quitó el aire y nubló todos mis pensamientos. Me olvidé de esa desquiciante idea de Bethia tocándolo. Me lo imaginé a él tocándome y mis pensamientos se hicieron realidad segundos después, cuando él me acarició la espalda con las manos y su pierna se apretó contra mi fina braga.

Me frotó hasta volverme líquida y su lengua pícara recorrió mis comisuras antes de bajar por mi mandíbula y mi cuello y dirigirse peligrosamente hacia mi escote.

—¿Ahora sí quieres demostrar que soy tuyo? —susurró, mordiéndome ligeramente la piel, así donde el vestido apretaba mis senos—. ¿No crees que es totalmente injusto... —siguió, metiendo los dedos por entre su pierna y mi ropa interior. Jadeé, pero él ignoró mi acelerada respiración— que tú puedas reclamarme delante de todo el mundo sin pensar siquiera en lo que yo podía sentir de verdad? ¿No pensaste que si en verdad quería huir estabas obligándome a enfrentar a alguien con quien de verdad no me sentía a gusto?

Sus palabras fueron como un golpazo en el estómago. Me dejaron en blanco. Su filo me hirió profundo.

—Yo no...

—¿No crees que fue cruel alejarte de mí, cuando bailábamos, como si te diera terror que te vieran conmigo? Exactamente como todos los demás se alejan de mi —siguió Aleksi, subiendo su boca. Depositó un suave beso debajo de mi oreja y ahí la culpa cayó con todo en mi estómago—. El único motivo por el cuál te lanzaste sobre mi fue por celos. Porque no creíste en mí. Y eso me duele, Kayla.

Me soltó. El frío que se arremolinó en mi pecho me hizo notar su ausencia antes incluso de que saliera del seto.

Me quedé contra la pared de la muralla, reparando lentamente en sus palabras. Sentí ganas terribles de llorar al saber que lo había herido. Porque traicionarlo, en nuestra relación, era como traicionarme a mí misma. Y, en realidad, ahora me daba cuenta de que me había estado traicionando toda la noche.

Traicioné mis verdaderos deseos de estar con él; pisoteé mis propios sentimientos cuando pisoteé los suyos. Empujé a un lado la cordura, la que siempre me jacté de tener, cuando lo empujé contra esa columna.

Fui sumamente egoísta. Jamás pensé en nadie más que en mi misma. Fui tramposa y desdeñosa y yo jamás había actuado de esa manera. Herí a Aleksi solo porque no quería exponerme a mí. Lo engañé y aproveché su desventaja solo para mostrarme a mí con Bethia. Fue retorcido y, sin duda alguna, cruel.

—Aleksi —susurré, yendo detrás de él. Salí al jardín y me apresuré a alcanzarlo. Le agarré el brazo y sentí alivió cuando no me rechazó—. Yo... no quería...

Él nunca dejó de caminar, nuevo hacia los pasillos y galerías que nos llevarían a la fiesta. Tuve que acelerar para ponerme frente a él y solo ahí noté que se había vuelto a poner la máscara.

—Lo siento —farfullé, a punto de llorar—. No pensé en lo que hacía.

—No, ya lo sé —respondió él, con calma. Parecía que la ira se la había quitado de encima.

—Es que... sí me da miedo que mi familia sepa lo nuestro. Me aterra en múltiples maneras, pero yo... no me aterras, ¿lo sabes? No hay forma posible en este mundo en que yo pueda tenerte miedo.

—No, me gruñiste —replicó Aleksi, cruzándose de brazos—. Eso quedó muy claro para mi y para todos.

Arrugué la frente.

—Lo lamento. Sabes que lo digo en serio. No puedo mentirte.

Él suspiró y bajó los hombros.

—Sí, sé que lo dices en serio. Y sé que te acabas de dar cuenta todo —respondió—. Pero también tengo derecho a molestarme por esto, ¿no crees? No confiaste en mí y decidiste exponernos cuando se te ocurrió.

Sus palabras fueron de nuevo como cuchilladas. Había una nota irónica en ellas y eso me hizo sentir todavía más equivocada, más pequeña y tonta. Al final, así lo era, mi inmadurez había quedado en evidencia al no poder tolerar a una simple ex. Y, para colmo, esos sentimientos habían nublado mi capacidad para evaluar mi entorno.

No me di cuenta del peligro que significaba Bethia en esa fiesta para mi y para mi tía, así como no me di cuenta de estaba llevándome todo por delante. Fui inconstante, fui contradictoria.

Apreté los labios y bajé la cabeza, aceptando todos mis errores. También tenía que aceptar su enojo, porque cuando él cometió errores conmigo, se me permitió estar molesta. Y él tuvo que entenderlo.

—Sí. Lo lamento, de verdad. Yo...creo que... no tengo muy en claro realmente lo que quiero.

Aleksi no me contestó. Continuó mirándome en silencio unos segundos más antes de esquivarme y continuar hacia la fiesta.

—Hablaremos de esto luego. Pasaré el resto de la noche revisando la zona —me dijo—. No podemos asegurar que los Dunn no estén trabajando con los Edevane —Entonces, se detuvo. Se giró a verme. A pesar de que habíamos discutido, sus ojos estaban llenos de sincera preocupación por mi—. Pero sí podemos asegurar que ahora saben exactamente qué eres

¡Después de tanta espera al fin tenemos capi! Gracias a todos los que se preocuparon por mí: ESTOY BIEN<3 Como les había avisado en capítulos anteriores y por redes sociales (por eso les digo que me sigan en ellas) estoy cursando la universidad presencial y tengo exámenes y trabajos y por lo tanto no puedo escribir tan rápido como quisiera. ¡Así que no se preocupen, no me pasó nada malo, soy estudios y tareas!

Como siempre, quiero agradecerles el tremendo apoyo que le dan a esta historia y pedirles que comenten mucho y me digan que les pareció este capítulo y qué conjeturas pueden sacar de él. Por ejemplo, ¿qué creen que vaya a pasar entre Oliver y Alice, debido a que ella mató a su creador? ¿Se formará una alianza? ¿O en realidad Oliver es un enemigo? ¿Y los Dunn? ¿Qué opinan? ¿Será que Bethia si mintió, como dijo Aleksi? ¡Los leo!

¡Y los veo en el próximo capítulo! Los amo <3

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