Capítulo 47. Vals
47: Vals
Kayla
Aleksi llevaba un esmoquin negro y ajustado. Jamás había visto a un hombre tan sexy en traje como ese en mi vida. La máscara, que siempre me pareció horrible, esta vez le daba un aspecto más sensual y oscuro que nunca.
Estuve a punto de tropezar con mi vestido, por no ver por dónde iba, y dejé mi trote en suspenso. Observé a mi alrededor, para descartar que alguien me hubiese visto en mi penoso accionar, y me enderecé cuando la mirada de la mayoría de los presentes volvió a sus asuntos. Mi familia no estaba para nada cerca, tampoco.
Volví mis ojos hacia mi novio y noté como una sonrisa divertida tiraba de sus labios. Se estaba riendo de mí, pero no pude molestarme por eso. Además de que sus ojos azules estaban despiertos con el deseo, bien clavados en mí, lo cuál me recordó lo infartante que me veía, yo estaba desesperada por estar cerca suyo, a su guarda.
Caminé normal, a un paso tranquilo, lo mejor que me salió, y me detuve sutilmente a un metro suyo. Me balanceé en su lugar por unos instantes y ninguno de los dos dijo nada. Como mucho, parecíamos conocidos.
—¿Vienes a provocarme? —susurró él, para que nadie más nos oyera. Estábamos rodeados de vampiros que podían escuchar de todo, pero también estaban hablando todos al mismo tiempo. La música de la orquesta era cada vez más estridente a medida que la pista de baile se llenaba con parejas y amistades. Y, por si fuera poco, Aleksi proyectaba un aura destructiva y mortal y ninguno de los invitados de mi abuela se le acercaba. Si nos escuchaban, sería por milagro.
Apenas si giré la cabeza hacia él.
—¿A qué te refieres? —pregunté con fingida inocencia.
Él carraspeó.
—Con ese vestido, con ese escote, ese culo apretado y esa boca roja... Yo creo que quieres matarme.
Bufé y me crucé de brazos, disfrutando de su comentario. Me costó mucho no sonreír y fingir que estaba ofuscada.
—Cómo crees —tercí—. Ni que fuera a impórtame tanto lo que tú pienses de mi aspecto.
—Estoy seguro de que no te importan las opiniones de nadie —contestó Aleksi, todavía sin mirarme. Seguía vigilando la fiesta con un gesto calmado y frío. La diversión solo estaba en su voz—. Pero si algún día te interesa la mía, creo que te verás exquisita cuando te lo quite.
La idea me generó ardor en las mejillas y en muchas otras partes bajo brillante tela de mi vestido. Tuve que apretar las piernas cuando imaginé sus dedos subiendo por mi pierna, husmeando por detrás del tajo sensual de mi falda.
Tragué saliva, antes de encontrar alguna palabra lo suficientemente fuerte para continuar con esa pequeña falsa.
—En tus sueños.
—En los tuyos, conejita —replicó Aleksi, ahora sí girándose hacia mí. Me sonrió, atrevido. Por un leve instante, los dientes le acariciaron el labio inferior, en una mordida contenida, cuando sus ojos bajaron por mi figura.
Esa vez, sentí un escalofrío. Sí, en mis sueños seguro. Y si no me los cumplía luego, tendría que castigarlo.
Aparté la mirada porque no tenía labia suficiente para seguir esa conversación sin mojar las diminutas bragas que llevaba. Era divertida, sí, pero conociéndonos, sabía lo excitante que se podía poner.
Me quedé callada, concentrada en mi respiración y no en la distancia maldita entre ambos, y paseé mi vista por la fiesta. A lo lejos, del otro lado de la pista, vi a mi abuela riendo con sus amigas. Mi abuelo estaba cerca, observándola con una sonrisa enorme y una expresión de ternura infinita que me recordó a la manera en la que Aleksi me miraba a veces. En ese momento, cuando mi abuelo se acercó a ella y le invitó galante al bailar, desee poder tener lo mismo con mi pareja. Ellos podían mostrarse enamorados sin ningún problema. Nosotros no, porque nadie lo sabía y porqué yo decidí que así lo quería.
Apreté los labios y dejé de prestarles atención adrede. Encontré de vuelta a mi tía, rodeada por todos los hombres que antes nos ofrecieron bebidas. Admiré su entereza para soportar un acoso tan obvio como ese y que pareciese que ella era la dueña de todos. Segundos después de analizar la escena, de ver cómo corrían para cumplir cualquiera de sus deseos, se reían de sus chistes y se movían ante cualquier gesto, como una reacción en cadena, me di cuenta de que realmente, Alice era la dueña de todos.
Excepto de uno. Había un joven vampiro, muy bien parecido, que yo no conocía, que tenía sus ojos en mí. Aunque estaba cerca de mi tía, me sonreía a mí. Cuando cruzamos nuestras miradas, ensanchó la sonrisa y comenzó a dar pasos decididos hacia donde estaba.
Me paniqueé y estuve a punto de pegarme a Aleksi, pero no hizo falta alguna, porque a medida que el muchacho acortó la distancia entre nosotros, fue capaz de ver al vampiro de la calavera a un metro de mí. Se frenó a mitad de camino y fingió un excesivo interés en unas copas de sangre que llevaba un camarero.
Casi que exhalé aliviada.
—¿Te molesta el olor de la sangre? —me preguntó Aleksi de pronto, con calma. Giré la cabeza hacia él y noté que observaba al joven vampiro y las dos copas de sangre que se llevaba de la bandeja del camarero. La pregunta era real, lógica, pero a mí, como él, no se me escapaba ninguna. Lo tuvo bien calado.
—¿Ahuyentaste el olor de la sangre como ahuyentaste a mi pretendiente? —musité, con un poco de burla, pero la verdad es que estaba muy agradecida por ambas cosas. No era que tuviese miedo de alejar a los hombres por mí misma. Más bien, en esa fiesta ya me sentía bastante más incómoda de lo que creí que podría estar y muy desprotegida por toda mi familia. Estar con Aleksi en esa situación me tranquilizaba, me hacía sentirme segura.
—Yo no he hecho nada —contestó él.
—Se alejó cuando te vio.
—Si me tiene miedo no es culpa mía —replicó, simple y directo. Se desligó de cualquier responsabilidad.
Me reí, porque tenía razón. Al fin y al cabo, si le dirigió una mirada asesina o no, no importaba. Mørk Hodeskalle era quien estaba parado a mi lado. Tres metros a la redonda nuestros estaban desiertos. Incluso, la mayoría de los invitados le daba la espalda, como si él no estuviese ahí.
—¿No te molesta? —le dije—. Que todo el mundo se aleje tanto de ti. Estar tan solo.
—En otra ocasión me hubiese molestado —respondió, con un suspiro—. Pero hoy no estoy solo.
Giró la cabeza de nuevo hacia mí. Esta vez, su sonrisa fue dulce. Se la respondí, pero me alejé un par de centímetros cuando mis abuelos pasaron bailando cerca. No nos prestaron atención, pero por las dudas, me apresuré a poner mi fachada en orden de nuevo.
—Tengo que admitir que esto me gusta —seguí con la conversación—. Porque así, nadie se acerca a mi con preguntas desubicadas y gestos extraños.
—Condescendientes, querrás decir —replicó él—. Pero, ¿qué preguntas desubicadas?
Me encogí de hombros.
—Los vampiros que no son del clan Dubios, que no conozco —aclaré—. Parecen muy interesados en saber sobre mi... peculiaridad. Sobre que tan dura es mi piel, si bebo sangre, cuánto viviré. ¿En serio no se dan cuenta de que no son cosas que deban preguntarse?
Aleksi suspiró otra vez.
—Nuestra especie es vieja y a veces pierde el filtro. Es directa y no se preocupa por las reacciones que provoca en otros, a menos que estas puedan costarle la vida. Como estamos en una fiesta, a nadie le va a preocupar lo que pienses de ellos. A menos, claro, que intenten cortejarte.
Su barbilla apuntó de nuevo hacia donde estaba el joven vampiro, bebiendo la sangre de una sola copa. Fue sutil; quizás no pretendió que me diera cuenta de que aún lo vigilaba. Traté de no sonreír de nuevo cuando le apunté que tal vez estaba celoso.
—¿Por qué estaría celoso? —me respondió, inmóvil como una estatua cuando mis abuelos pasaron bailando de nuevo muy cerca, con los ojos solo para ellos mismos. Parecían tan enamorados como el día en que se conocieron—. Tú estás conmigo y él no se atreve a acercarse.
—Tienes un punto válido —le concedí.
En aquel momento, mi tía aceptó la invitación de alguno de los caballeros. Se adentró a la pista de la mano de uno, arrastrando la poderosa cola de su vestido verde, contorneando las caderas mientras caminaba de la mano del elegido como si fuese el premio que ella se acababa de ganar.
Me reí, pero entonces noté que todo el grupete de fans, ahora solos y abandonados, ponía su atención en mí. Muchos, incluido el vampiro que intentó su movimiento y se acobardó ante la presencia de Hodeskalle, que aún tenía una copa de sangre llena en la mano, se pusieron en movimiento.
Retrocedí hasta que mis pantorrillas chocaron con la fuente de agua del jardín, detrás de nosotros. Aleksi me puso una mano en la cintura para impedir que me cayera. Estuve a nada de agradecerle, pero las palabras se me quedaron atascadas en la boca cuando vi su otra mano, tendida en una invitación silenciosa.
—¿Qué...?
—¿Quieres bailar con ellos? —me preguntó él, inclinándose galante, como lo hacían todos ahí cuando invitaban a una dama.
Observe brevemente a mi alrededor. Los únicos que nos prestaban real atención eran esos vampiros jóvenes. Si alguno de mis tíos o mis padres no estaba viendo, no podía asegurarlo. Y, dada las circunstancias, tampoco debería importarme. Ninguno aparecería para apoyarme y alejarme de esos desconocidos.
Puse mi mano sobre la de Aleksi y una nueva sensación de emoción y fascinación se apropió de mi mientras él sonreía, encantado con mi respuesta. Me guiñó un ojo, a través de las sombras de la máscara, y mi corazón galopeó, exaltado.
Contuve el aire mientras me guiaba hacia la pista, esquivando invitados que sí se voltearon cuando pasamos junto a ellos. Pero para aquel entonces, lo único en lo que yo podía pensar era en la firmeza de sus dedos sobre los míos.
Ya no me importó lo que pensara mi familia si nos veía así porque Aleksi, pasando su brazo por alrededor de mi cintura, acercándonos de una forma tan íntima y cálida, acortó mi respiración y se adueñó de mi mente y mi alma. No debería haberme sentido tan embelesada, porque no era la primera vez que estábamos así de juntos, pero era la primera vez que íbamos a bailar como en los cuentos, como si fuésemos un príncipe y una princesa y no una dama y una bestia.
—Hace años que no bailo así —le dije, entre dientes, con un ligero nerviosismo a flor de piel.
Aleksi me arrimó aún más, mi pecho chocó con el suyo. Mis ojos siguieron clavados en su rostro.
—Yo tampoco.
Nos mecimos lentamente primero. Su mano guió mi cintura y marcó el ritmo, llevándome por sinuosamente a través de la música, quitándome las dudas que podría tener sobre mi desempeño.
Era fácil, demasiado sencillo para ser real, pero mientras nos deslizábamos por la pista, entre las demás parejas, me dije que eso era más que obvio. Si tu pareja tenía cientos de años de práctica, seguirlo era pan comido.
Anticipé sus movimientos, los adiviné con rapidez. Giré cuando tenía que girar; dejé que mi falda ondeara detrás, que chocara contra los pantalones de su esmoquin, que barrieran los pétalos de rosas del suelo y de sus zapatos.
Allí, bajo el dosel de flores, estrellas y luna, sentí que el mundo entero era nuestro y pude proyectarnos en el futuro. Nos vi bailando así por miles de décadas más. Me imaginé acortando la distancia y apoyando la cabeza en su hombro con naturalidad. Nadie nos vería raro, nadie tendría nada para decir porque éramos pareja, estábamos marcados y nos pertenecíamos el uno al otro.
Me imaginé besándolo y estuve a punto de hacerlo en la vida real.
—Demonios —exclamó mi abuela, muy cerca de mí. Parpadeé y creo que Aleksi vio el pánico en mis ojos antes de que me alejara de él.
Busqué a mis abuelos con la mirada y los encontré justo a nuestro lado. Se habían detenido, pero no era la única pareja que no bailaba. Por un instante, tuve terror. No entendí porqué no estaban haciendo un escandalo hasta que noté que ellos no nos estaban mirando a nosotros.
Miré a Aleksi brevemente con un gesto de disculpa antes de soltarlo por completo y poner un metro de distancia. Vi el dolor en sus ojos, la decepción por mi rechazo, antes de captar la expresión destellante de mi tía por detrás de su hombro. No me dio tiempo a sentirme terrible.
Alice y uno de sus pretendientes era la otra pareja que había dejado de bailar. Me sonrió brevemente e hizo un gesto hacia la espalda de Aleksi con el mentón que me puso tan roja como mi vestido. Empecé a negar, todavía llena de pánico, pero ella también giró la cabeza hacia el vestíbulo, hacia donde miraban mis abuelos, y dejó caer la mandíbula. Luego, al instante, observó a Aleksi con preocupación.
Observé el rostro de mi novio y me sobresalté cuando vi que también estaba prestándole atención a lo que sea que mis abuelos y mi tía observaban. Sus ojos ya no reflejaban la angustia por mi rechazo, sino que estaban llenos de sentimientos inexplicables. Su mandíbula, lo único que podía verse bajo la máscara, se puso tensa.
Me di la vuelta, entonces, como los demás, reparando en que si el resto de los invitado seguían bailando y comiendo como si nada, que si no había gritos ni veía a los hombres saltando por las paredes de la casa, no sucedía nada con los clanes enemigos.
Me puse en puntillas para ver a través de las cabezas de los vampiros, cuando mi abuela suspiró.
—No pensé que ella podría venir —susurró. Se giró hacia Aleksi, ignorándome por completo, e inclinó un poco la cabeza hacia él—. No la invité. Pero si a su hermano. Supongo que deben haberla dejado pasar por eso mismo. Perdóname, Skalle.
Miré a Aleksi una vez más, que estaba congelado en su sitio, hasta que una mujer de pelo rojo oscuro, que irradiaba calor y belleza por igual, pasó del brazo de un caballero de cabello rubio. Detrás de ella, venían dos hombres. Uno era tan alto que su cabeza pelirroja podía golpear las guirnaldas de flores del jardín. El otro, apenas si pude verlo.
Ellos estaban avanzando por las galerías, totalmente ajenos a nuestras miradas indiscretas, como cualquier invitado. No entendí qué demonios estaba sucediendo hasta que la mujer miró en nuestra dirección y se quedó helada. Su hermoso rostro blanco y pecoso perdió todo el color que le quedaba.
A mi lado, mi abuela hizo un sonido lleno de disgusto y mi abuelo se lanzó hacia los recién llegados, para recibirlos. Aleksi continuó hecho una piedra frente a mí, varios segundos más, hasta que mi tía abandonó a su pareja y pasó por entre medio de nosotros.
—Estoy segura de que Bethia no lo pensó —dijo, con suavidad, alejándose. Su pretendiente corrió como un perrito tras ella, pero Alice ya había encarado a otro invitado.
Se creó un vacío enorme entre Aleksi y yo en ese momento, en el que él tardaba en reaccionar y yo comprendía porqué esa mujer entró en pánico cuándo lo vio. Todos en mi familia la conocían, así que solo podía ser una persona.
Estiré una mano hacia él, aprovechando que toda mi familia estaba centrada en averiguar cómo los hombres de seguridad dejaron entrar a personas que no estaban en la lista de invitados, tanto como en mantener a esa vampira lejos de Hodeskalle.
Antes de tocarlo, Aleksi reaccionó. Su mandíbula se relajó y atrapó mi mano en el aire.
—Sigamos bailando —dijo, tirando de mi hacia el otro extremo de la pista—. No te separes de mí.
Lo seguí, echando miraditas hacia atrás. No pude ver más al grupo de recién llegados, pero sentí un nudo en la garganta a medida que nos alejábamos. No sabía qué estaba pasando por la cabeza de mi novio y cómo lo afectaba la presencia de esa mujer, llamada Bethia, y eso me aterraba casi tanto como el que mi familia nos descubriera.
Antes de llegar a la fuente de agua, nos topamos de lleno con mi tío Allen, que no le prestó atención a nuestras manos unidas. Él solo observó a Hodeskalle con una expresión de siniestra alarma.
—No conozco al hombre que los acompaña —le dijo. No me miró ni por un instante. Fue obvio que la preocupación le impedía notar que nuestra cercanía era algo extraña.
—No te preocupes, no le quitaré los ojos de encima —le respondió Aleksi. Solo ahí mi tío me miró brevemente antes de desaparecer y atravesar la pista de baile detrás de nosotros.
Aleksi volvió a tirar de mi mano y me alejó del tumulto de gente, llevándome hacia donde había camareros con copas de sangre listas para servir a los invitados. Arrugué la nariz, pero nunca llegué a sentir el olor.
—La bebida de la señorita Kayla —le indicó a uno de ellos y enseguida trajeron vino para mí. Tomé la copa, como esperaba él que lo hiciera, pero no pude beber ni un sorbo. Solo me quedé plantada a su lado, en silencio, mientras la fiesta seguía su curso con normalidad. Aleksi montó guardia con una expresión tan fría que nadie se atrevió a acercarnos.
—¿Estás nervioso? —inquirí, finalmente, cuando él le hizo una seña a mi bebida con el mentón. Aunque me había soltado, sus dedos se estiraban continuamente hacia mí, como si quisiera tocarme y asegurarme de que estaba firma a su lado.
—Se fiaron de un invitado para dejar pasar a otros tres que claramente no estaban en la lista, por supuesto que estoy nervioso —me contestó, apretando los labios.
—¿Esa mujer no tiene nada que ver? —seguí.
Aleksi me observó. Se transparentó la duda en su mirada; se coló en su voz cuando habló.
—No.
—La conoces.
Él suspiró.
—Sí.
—¿Bethia, se llama?
—Bethia Dunn —respondió él, con calma, volviendo los ojos hacia la fiesta. No se me escapó que en realidad rehuía de mi mirada—. Pertenece al clan Dunn. El otro hombre pelirrojo es su hermano, Arran.
—¿Y el hombre rubio?
Los labios se Aleksi se apretaron aún más.
—Es su pareja. Su marca.
No me atreví a seguir preguntando. Me daba miedo lo que él podía decir. Pensé que, quizás, estaría ocultando tras la preocupación por el ingreso de esas personas una molestia muchísimo más grande. Si Bethia era quien yo creía, aunque no tenía pruebas de eso aún, ella le había roto el corazón al abandonarlo por ese hombre, su marca.
—No parecía muy feliz de verte —susurré, un par de minutos después de un pétreo silencio entre ambos.
—Ella no debió venir si no quería verme. Sabe de mi relación con los White. No estaba invitada por eso mismo —replicó Aleksi, cuadrando los hombros.
—¿Te molesta mucho? —susurré.
—Me molesta que haya pasado el control que establecimos para protegerte —masculló, entre dientes, entonces. Logró que me sobresaltara por su tono duro—. Me molesta porque no sé que intenciones trae ni quién es el otro y si será un peligro para ti.
Permanecimos de pie ahí un rato más hasta que Aleksi volvió a tomarme de la mano y me trasladó por el patio, más cerca de las galerías y del vestíbulo, como si se preparara para llevarme dentro en cualquier momento. Pero también pareció que él buscaba desesperadamente alejarse de ella. Como si fuese un fantasma horroroso.
Peiné la fiesta a cada instante, buscando a Bethia y a sus acompañantes con la mirada, pero tampoco encontré a mis abuelos o mi tía por allí. Dimos tantas vueltas entre invitados, esquivando faldas enormes y pretendientes jóvenes de mi tía que parecían perdidos, que, al final, me planté frente a una de las columnas y atajé a mi novio de la manga de su esmoquin.
—Estamos bien aquí —le dije—. Estamos cerca del vestíbulo. Si algo pasa, puedes guardarme cerca. No quiero parecer que estamos huyendo.
Aleksi se frenó, sus dedos se entrelazaron con los míos.
—No estamos huyendo, para nada.
—Tengo miedo de que tú lo hagas —le confesé—. Y tu no le tienes miedo a nada.
Su labio inferior tembló.
—Tengo miedo de perderte a ti —respondió—. Déjame cuidarte.
Vi su expresión y me sentí mitad conmovida, mitad incómoda. No quería esconderme de la sombra de esa mujer cuando él era mi pareja ahora. No quería aceptar que él pudiese todavía sentir algo, lo que fuera, por su mera presencia. Incluso, quería que nos viera, juntos, y que se diera cuenta de que el horror que mostró al ver a Aleksi no debería tenerlo porque a él ya ella no le importaba. Quería refregarle en la cara que a él ella ya no le importaba, sin importar cuál fuera la verdad.
Entonces, la vi aparecer, sola. Bethia venía observando a la multitud con la misma actitud que tuvo mi novio cuando atravesábamos el jardín atestado. Su vestido negro, ajustado, le quedaba pintado y acentuaba su piel lechosa y sus curvas generosas. Era tan hermosa, que la envidia irracional me carcomió el alma cuando pensé en cómo ellos se revolcaron casi por cien años. En cómo las manos de Aleksi debieron tocar sus anchas caderas, acariciando sus muslos generosos. En como su atractiva boca debió acariciar el pecho de mi pareja hacia abajo, muy abajo.
Perdí el control.
—Hasta que no esté seguro de quién es el tercer extra, no vas a separarte de mí... —decía Aleksi cuando le pasé los brazos al cuello. Me arrojé sobre él y enterré el rostro en su cuello. Él, sorprendido, sin entender lo que pasaba, creyendo que seguía conmovida por su instinto protector, me atajó de la cintura—. ¿Conejita, qué...?
No lo dejé terminar. Lo empujé hacia la columna, lo agarré del esmoquin y lo atraje peligrosamente a mi cara. Solo ahí, él quedó de cara hacia la tal Bethia, que se detuvo de improvisto al notarnos. O, más bien, al notar al hombre de la máscara de calavera.
Ella tampoco tuvo tiempo para huir. Su rostro se llenó de angustia, pero una vez hecho el contacto visual, a apenas dos metros de distancia, no le quedó otra que presentarse.
—Hola, Hodeskalle —murmuró, pasando sus ojos de él a mí.
Aleksi me soltó y me dirigió una expresión iracunda que ignoré. Lo hice porque sabía que él quería esquivarla y no lo dejé. Porque no estaba lista para asumir una culpa cuando estaba ardiendo en celos.
—Bethia —saludó él, demasiado suave para mi gusto—. Nunca pensé en encontrarte aquí.
—No pensé que vendrías —dijo ella, a modo de disculpa, peinando mi figura con la mirada. Aunque sus ojos parecían conflictuados, no me perdí ese gesto. Me evaluó de la misma manera en la que yo la evalué a ella—. No quería incomodarte.
—Han pasado cien años desde la última vez que nos vimos. ¿Por qué lo haría? —discrepó Aleksi, sin volver a tocarme.
Bethia se removió en su lugar, inquieta. Parecía sincera con esa actitud tan penosa y angustiada y eso me irritó muchísimo más, porque le tenía lástima a mi pareja, como si ella fuese la causante de una pena extremadamente larga.
—Vine a la ciudad con mi hermano y él nos trajo.
—No debieron dejarlos pasar —replicó Aleksi con calma—. Los White deben cuidarse.
—Lo sé, Arran ya habló con ellos y...
El vampiro rubio con el que entró a la fiesta se deslizó a su lado, con ojos solo para ella. Sin embargo, fue evidente que notó nuestra presencia desde incluso antes de acercarse.
—Mørk Hodeskalle —saludó, con una inclinación de la cabeza. Sentí satisfacción al darme cuenta de que él le tenía respeto a Aleksi, uno que no era amigable, pero sin duda respeto al fin—. No sabíamos que estarías aquí.
—¿De haberlo sabido se habrían sentido tan avergonzados como para no venir? —los interrumpí yo, tan descortés que los dos vampiros pusieron los ojos como platos. Aleksi me agarró instintivamente de la mano.
—¿Eres... la pequeña de los White? —preguntó Bethia, con cuidado—. ¿Están... juntos?
Di un paso hacia el frente y Aleksi tuvo que retenerme con muchísima fuerza, más de la que habría usado nunca conmigo.
—Si lo fuera, ¿te sentirías más aliviada o seguirías sintiéndote una pobre mártir?
Ella boqueó como un pez. Su pareja me observó sin palabras también. Solo Aleksi me atrajo hacia él. Su voz sopló en mi oído.
—Kayla —musitó, en advertencia. Su tono fue frío, congelado. Me estaba retando, ¡por defenderlo! Ella venía a refregarle en la cara a su marca, con una actitud de continua culpa, como si él fuese un pobrecillo incapaz de olvidarla, ¿y me retaba a mí? Le gruñí, en respuesta, pero él solo negó con la cabeza.
—Bien —mascullé—. Me voy a comer algo.
Me liberé de su agarré y me alejé un par de pasos antes de que Aleksi pudiese perseguirme. Sin embargo, hasta ahí nomás llegué, porque Arran, el hermano de Bethia, apareció con el tercer invitado, casi como de casualidad.
Clavé los tacones en el suelo y no me quejé cuando Aleksi se pegó a mi espalda y me obligó a retroceder. Casi que pude sentir el aire vibrar a nuestro alrededor. El dosel de flores sobre nuestras cabezas se agitó, producto de la magia feroz de mi pareja. Las sombras que proyectaban las columnas temblaron, arremolinándose a nuestro alrededor.
Aleksi me rodeó la cintura con el brazo, con un gesto protector y amenazante. Yo no pude ni respirar, no me respondieron los pulmones. La piel se me puso de gallina mientras miraba al rostro pálido e inmortal de Oliver Evermore, el hermano de Jane.
Este capítulo es muuuucho más largo que el anterior, así que espero que lo hayan disfrutado. ¡La fiesta todavía nos va a ocupar un capítulo más! Así que tranquilos que tenemos movida para rato. El dramón va a seguir y para las que esperan lo hot... ¡Ya falta poco MUAJAJA!
Estamos a nada de llegar a 700k, por lo que no puedo estar más que agradecida con ustedes. ¡Vamos el 1M! ¿Me van a ayudar, cierto? <3
¡Los recontra amo, gracias por tanto!
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