Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 46. Cielo de rosas

46: Cielo de rosas

Kayla

Practiqué todo lo que pude los días siguientes. Bueno, más bien, lo intenté. Tampoco es que tuve muchísimas ocasiones.

Previa a la gran fiesta de mi abuela, la casa entera fue un caos. Las decoraciones empezaron con mucho tiempo de antelación y las planificaciones del itinerario se extendieron a largas horas de la noche, obligándome a estar presente para conocer todas las nimiedades.

Mi abuela hizo mucho hincapié en que Elliot y yo recordáramos todas las normas de etiqueta posibles, puesto que sería nuestra primera gran fiesta, donde veríamos a los miembros de distintos clanes reunidos en paz, por primera vez en nuestra existencia.

Fue extremadamente aburrido y tedioso para ambos, pero especialmente lo fue para mi porque acortó bastante el tiempo que pasaba con Aleksi a solas en mi cuarto. Para cuando nos reuníamos, ya era de madrugada y yo estaba cansada casi tanto como para tener sexo como para practicar demasiado. Simplemente solíamos meternos en la cama, cruzar un par de palabras y dormir antes de que me avisara, temprano por la tarde, que tenía que marcharse.

Dos días antes de la fiesta, me despertó con un beso en la frente y me ignoró cuando arrugué la nariz, disconforme por dejarlo ir para atender los asuntos de mi abuelo.

—Son de la familia —me aclaró Aleksi, pero aunque hablamos constantemente de las muestras de amor de mi abuelo, yo seguí sin querer aceptar la forma en la que lo usaban.

Traté de entender, en reflexiones conmigo misma, que con nuestros enemigos y el gran cumpleaños que nos íbamos a montar, toda la mansión estaba en tensión y dependían de Aleksi para protegernos más que nada. Me lo dije miles de veces, pero luego, cuando apenas si podíamos vernos o charlar, me sentía terriblemente ofuscada. Al final de cuentas, de nuevo no sabía con quién estaba más enojada, si con mi familia o con el clan de mi bisabuelo.

El día antes de la fiesta directamente no vi a mi novio. Nos mandamos mensajes y me contó que estaba asegurándose de algunas pistas. Ni siquiera estuvo en la casa por la noche y en algún momento de la madrugada, cuando mi tía pasó a verme al cuarto solo para preguntarme por el horario en que prefería ser maquillada y peinada, me preguntó cómo estaba Jane y si había charlado con ella.

La pregunta me pareció extraña, pero recordé que le había pedido que buscara información sobre el hermano de Jane tiempo atrás. Poco había hablado yo con mi amiga, no más de lo estrictamente necesario —contarle de la fiesta, asegurarme de que estaba bien protegida por los hombres de seguridad de los White, mandarle fotos de mi vestido, etc.—, así que no sabía para qué podía servirle esa información.

Inquirí al respecto, pero solo me respondió que lo hablaríamos en casa. Me quedé esperándolo, pero no apareció. Solo me envió otro mensaje para avisarme que no podría llegar y que me durmiera sin él.

No pude pegar un ojo. Más bien, estuve despierta hasta la mitad de la mañana. Dormí luego hasta que mi tía apareciera con la maquilladora y peluquera y ambas refunfuñaron por el aspecto de mi cara. Solo me bastó verme al espejo para entender que parecía que me había pasado un camión por encima.

Necesité masajes faciales para desinflamar después de mi baño y mi tía me dejó sola con la señorita, que, a pesar de tener cientos de años, estaba muy al día con las tendencias de maquillaje y belleza.

Escogimos juntas los colores de las sombras y labial y debatimos sobre el mejor peinado para resaltar el vestido. Al final, largas horas más tarde, cuando me dejó para ir con mi mamá, me miré al espejo de mi cuarto y agradecí el maravilloso trabajo que hizo. No me veía cansada ni preocupada ni angustiada por la falta de noticias de mi pareja.

Tampoco se me notaban los nervios y el miedo por ser presentada en la sociedad vampírica que tanto amaba mi abuela. Incluso en bata, sin mi vestido, mi rostro era la pintura de un ángel, uno hermoso.

Estuve a punto de sacar mi vestido de la bolsa protectora que lo cubría en el perchero, cuando sentí, finalmente, los nudillos en los ventanales del jardín que estuve esperando durante las últimas 36 horas.

Corrí a abrirle, pero luego me acordé que no estaba lista y arruinaría la impresión final. A pesar de mis ansias de verlo, no pensaba arruinar las semanas que me guardé el vestido para caerle como una bomba en la fiesta. Abrí unos diez centímetros y pasé mi mano para detenerlo.

—No quiero que me veas —le dije, cuando Aleksi tomó mis dedos y les plató un beso galante.

—Está bien —se rio él, pero en su voz se transparentó un tono decepcionado. ¿O tal vez era cansancio? La preocupación me consumió.

—¿Dónde estuviste? ¿Te alimentaste bien? ¿Dormiste? —le dije, a través del cristal, sin despegar mi mano de él. Se la llevó al rostro y pude acariciar la barba que lo cubría.

—Me alimenté —dijo, nada más. Se me escapó un gruñido—. Dormiré ahora un poco. Una siesta. No necesito tanto para prepararme para la fiesta si tampoco van a ver mi cara.

Yo volví a gruñir.

—¿Es que mi abuelo no se acuerda que también tienes necesidades? —despotriqué—. ¡No eres una máquina!

Aleksi le dio otro beso a mi mano.

—Son días complicados, conejita. Y ya sabes que aprecio a tu familia. No tanto como a ti, pero los aprecio. Todo tiene que salir bien esta noche y es importante que no haya infiltrados. Ya sabes que hay miembros del clan Edevane dispuestos a colarse en cualquier lado.

Apreté los labios. Eso era cierto, sí, lo tenía claro. Pero igual, igual, me angustiaba, me molestaba. Odiaba que fuese él quien tuviese que hacerse cargo de todo. No quería que estuviese ocupado, sacrificando su tiempo y descanso. Y, en realidad, deseaba que fuese libre, para estar conmigo, para que estuviésemos juntos y tranquilos.

—Está bien —dije, tratando de que no se notara que estaba apretando los dientes, pero Aleksi lo notó.

—Además... Estuve averiguando lo que tú me pediste —dijo. Pude notar la sonrisa contra la palma de mi mano—. Así que guarda los colmillos, conejita, que nadie más que tú me está explotando —bromeó.

Estuve a punto de abrir la puerta de un tirón, pero no por la pista del hermano de Jane, sino por hacerme un chiste como ese. Yo no quería explotarlo. A veces le pedía cosas, pero se las pagaba con creces y los dos estábamos más que satisfechos con el trato. No era como con mi abuelo, jamás. Aleksi estaba pagando su deuda de vida ya como si fuese un empleado más y no un amigo.

Mis dedos se crisparon en su mandíbula y él fingió un gemido de dolor cuando mis uñas le rasparon la barba.

—Por eso me gustas —se carcajeó después—. Tus uñas son la de una bestia.

Gruñí.

—Agradece que no estoy arañando otra cosa —le espeté, pero él solo volvió a besar mis dedos.

—Estoy deseando que arañes otra cosa.

Bufé y él siguió riéndose, como un niño, como cuando no podía ponerse serio a pesar de sus tres mil años.

—¿Qué pasó con el hermano de Jane? —inquirí, entonces, para que así cortara con su burla. Era sorprendente el buen humor que podía sostener a pesar de ser noches tensas. A pesar de que esa sería la corona de todas las noches difíciles.

—Bueno. La cosa no es tan sencilla como pensé que sería —explicó, soltándome al fin. Pude ver por la pequeña abertura que sostenía yo, que se apoyaba contra la puerta que seguía cerrada. Se cruzó de brazos y suspiró—. Hay un cuerpo enterrado en su lugar, eso es cierto. En teoría, el joven Oliver Evermore falleció en un accidente de auto hace tres años. Según los fiscales de su caso, corría carreras ilegales, chocó contra otro vehículo y el suyo se incendió. El cuerpo que recuperaron estaba en deplorables condiciones, sin embargo, tenía sus pertenencias, por lo que no se revisó su registro dental. Los Evermore no parecieron dudar de esto, aunque, claramente, entiendo por qué Jane sí, debido a los rumores a que los rumores que le llegaron sí son ciertos.

Di un respingo y me llevé la mano a la garganta.

—¿Sí estuvo en Corazón?

—Muchísimas veces. Por desgracia, no mantuvo relaciones con un clan en específico, sino con muchos. Con el clan Parissi, con el clan Nosfer, con el clan Dunn... y con el clan Edevane.

Se me cortó la respiración. Sentí como un sudor frío me bajaba por la nuca y temblé, de terror. No supe si deseaba que continuara con la conversación.

—¿Con... tantos? —susurré.

—Tengo un conocido, uno muy viejo. Nadie sabe que somos cercanos o que tan siquiera nos conocemos. Estuvo haciendo algunas averiguaciones por mí y según lo que me dijo se codeó mucho con cierto caballero del clan Edevane que hoy por hoy no puede servirnos para nada, porque alguien que conozco lo castró en Indonesia.

Me quedé sin aire otra vez, pero perdí el miedo de golpe.

—Carajo —mascullé.

—Ah —suspiró Aleksi. Aunque seguía hablando con seriedad, parecía divertirse con ese último dato—. La vida tiene interesantes reveses. Y Alice podría habernos ayudado un poco.

Ya no pude contenerme. Jalé de la puerta y encaré a mi novio, que seguía apoyado contra los vidrios del otro ventanal. El sol de la tarde arrancaba reflejos rojizos de su cabello café.

Él me miró, con calma, sin verme realmente, hasta que notó mi elaborado peinado y la forma en la que los rizos caían por detrás de mi hombro. Sus ojos se agrandaron y cayeron en mi boca, tan roja como lo era el vestido.

Se atragantó con su propia saliva.

—¿Por qué Alice podría habernos ayudado? —dije, sin detenerme a procesar su exabrupto.

Él se tapó la boca con las manos, para evitar que la baba se le derramara por el mentón.

—Carajo, estás hermosa —masculló, dándome la espalda brevemente, para limpiarse.

Estuve a punto de sonreír, pero la ansiedad por el relato no me lo permitió.

—Gracias, pero ni siquiera es el look completo —musité.

Aleksi se tapó los ojos.

—Cuando te vea entera voy a desmayarme ahí mismo —confesó, pero yo me adelanté y le clavé un dedo en el brazo, sin perder el hilo de la conversación más importante.

—¿Por qué mi tía podría habernos ayudado?

Él continuó con la cara tapada.

—Porque, según mi amigo, las posibilidades de que Howard Edevane haya convertido a Oliver son enormes. Eso lo convierte obligadamente en un miembro del clan de tu bisabuelo —explicó, luego de exhalar bruscamente y enfrentarse a mí. Sus ojos brillaron con hambriento deseo cuando bajó las manos—. Pero al morir Howard... Cuando un vampiro de sangre muere, se rompe un vínculo muy importante entre el creador y el creado. A pesar de que el resto del clan continua con vida, la unión del creado con este se vuelve endeble... le permite... alejarse. Desobedecer. Traicionarlos.

Me enderecé y no dejé que se me notara la sorpresa. Jamás me habían contado algo como eso y de nuevo maldecí que mi familia me hubiese dado información tan acotada sobre el mundo de nuestra especie. Siempre creí que lo sabía todo y estaba preparada, pero Elliot tenía razón absoluta cuando me dijo que no conocía la ley de sangre. No la conocía para nada, porque si no, sabría que, si mi padre moría, mi madre podría dejar nuestro clan sin problema alguno.

—Si Oliver fue convertido por él... y mi tía lo mató... —empecé.

Aleksi asintió.

—Podremos salvarlo, de alguna manera.

Me giré y entré al cuarto. No tenía manera de explicarle algo tan grave a Jane, no mientras fueran sospechas y no mientras no supiéramos realmente en qué situación estaba su hermano.

Aleksi me siguió dentro y no se me escapó la mirada ansiosa que le dirigió a la bolsa protectora donde mi vestido seguía bien guardado.

—No sé dónde está Oliver ahora. Pero no tengo muchas dudas, aunque no haya pruebas contundentes.

—No creo que Jane pueda exigir el registro dental del cuerpo que está enterrado —contesté.

—No, solo necesito seguir investigando. El mayor problema sería si Oliver continua con los Edevane, porque son nuestros enemigos. Tampoco me parece una coincidencia, dado que él murió hace tres años, junto después de que conocieras a Jane en la universidad.

Me recorrió un escalofrío. No quería pensar en eso. No quería, ni por un momento, sentirme culpable por eso.

—No... espero que no —dije, deteniéndome junto a la cama—. Si no, ¿cómo voy a explicárselo a Jane?

Aleksi caminó hasta mí. Puso sus manos en mis brazos y los frotó cariñosamente. Pude verle las intenciones de tocarme más, incluso de besarme, pero no se atrevió a tocar mi maquillaje.

—No es tu culpa. Y lo sabes —me dijo—. Ese muchacho tomó su decisión y no eres la responsable de su destino. Así que no hay nada que tengas que explicarle a Jane al respecto.

Suspiré, pero no me quité ese peso de encima. No sería fácil apartarlo de mi cabeza y él lo sabía bien.

—No hablé nada de esto con tu abuelo —me aclaró—. No por ahora. Pero conejita, tienes que saber que si el hermano de Jane continua con los Edevane, si pelea a su favor en contra nuestra, no podré hacer nada por él. Es más... si tengo que matarlo, lo haré.

Hubo una determinación fiera en su tono. Noté que esas palabras no le costaban nada. No había ningún remordimiento. Aunque matar a Vigo Parissi me pareció que sí le angustió cuando me lo confesó, esta vez no dudaba. Si el hermano de Jane se convertía en un obstáculo, en un problema, se lo quitaría de encima como se quita una mota de polvo.

Al principio, durante un segundo, eso me impresionó, porque hablábamos del hermano de mi mejor amiga. También, me sorprendió porque había una gran diferencia en la forma en la que se refería a ambas situaciones. Entonces, entendí que en aquel momento Aleksi pudo llegar a sentirse avergonzado por ser un asesino, sobre todo cuando no teníamos un nivel de confianza tan alto. Ahora, que éramos una pareja, que llevábamos semanas conociéndonos, que me contó su historia, él se mostraba tal y cómo era. Esperaba que lo aceptara de la manera en la que él me aceptaba a mí.

En el momento en que me di cuenta de que lo amaba, debí saber que estaba amando a una persona que liquidó cientos de vidas, entre ellas humanas y quizás muy inocentes. Ese fue un pequeño recordatorio, una gota de agua sobre la verdadera máscara de Aleksi, una que era invisible y que tenía la sangre de otros.

Asentí, dándole mi respuesta. Porque, aunque la culpa de por haber arrastrado al hermano de Jane al seductor y engañoso mundo vampírico podía hacer estragos conmigo, tampoco podría perdonar su vida si apoyaba a quienes intentaban esclavizarme y abusarme. Mucho menos si él me atacaba de forma directa.

En eso, Aleksi tenía razón también. No había nada que tuviese que explicarle a Jane sobre eso. Si Oliver Evermore decidió convertirse, estaba sujeto a la Ley de sangre. Y esa misma ley me abalaba a mi para arrancarle la garganta si pasaba los límites.

Cuando mi tía me vino a buscar a mi cuarto, hacía más de una hora que Aleksi se había marchado. Ella estaba ataviada con su precioso vestido aterciopelado. Tenía un collar con diamantes y esmeraldas a tono que resaltaba el escote exuberante. Su cabello oscuro estaba peinado en un elegante moño, con una tiara a juego. Estaba tan preciosa que casi me hace llorar.

Sin embargo, la que lloró fue ella. Dio vueltas a mi alrededor sin atreverse a tocarme, aunque se moría de ganas de hacerlo. Insistió en sacarme miles de fotos y alabó a la estilista por estar siempre tan exacta con su exquisito gusto.

—¡Te ves como estrella de cine! —estalló mi tía y tenía que darle la razón, porque el peinado era de la onda del antiguo Hollywood y quedaba perfecto con mi vestido y maquillaje. Los diamantas blancos que pendían de mi cuello solo le sumaban glamour al look—. Todo el mundo va a enamorarse de ti. Esta noche todos los ojos estarán en ti.

Yo sonreí forzadamente. Si bien mi tía no hizo ningún comentario extra sobre lo que podría sospechar de Hodeskalle y de mí, yo sentía en mis entrañas que ella lo sabía muy bien. Me preguntaba cuándo me enfrentaría.

—No quiero opacarte —le dije—. ¿Y si tu pareja está aquí?

Mi tía arqueó las cejas y bajó el teléfono.

—Si te atreves a quitarme a mi pareja te mandaré al frente con tus papis —terció, dejándome helada. Ah, pues, ahí estaba.

Abrí la boca, mientras empezaba a temblar, justo cuando mis papis aparecieron en el pasillo, atraídos por los gritos que antes lanzó Alice. Mamá también gritó y por un instante, me pareció que mi papá también lloriqueaba antes de darme un abrazo y decirme lo bonita que estaba.

Nunca agradecí tanto que me trataran como el bebé de la casa. Mis padres me sacaron por el pasillo y dejamos a Alice atrás. Los dos parlotearon orgullosos y me recordaron que la pasara bien y que si me sentía incómoda con los vampiros desconocidos, solo me acercara a los Dubois.

Eso era fácil para ellos decirlo, porque los conocían hacia muchísimo tiempo, pero en mi caso, y en el de Elliot, yo solo tenía una relación algo cercana con mis bisabuelos maternos y dos de los hermanos de mi abuela y sus hijos. Para un humano, eso era raro, pero para los vampiros, que se reunían cada ciertas décadas, era normal.

Llegamos al jardín delantero y traté de no mostrar mi fascinación. Nuestra casa nunca se había visto tan bonita y tan llena de luces, velas y flores. Desde las columnas, habían tejido una red de ramas, hojas y rosas por encima de nuestras cabezas. Racimos elaborados colgaban a diferentes niveles. A veces, llegaban hasta el suelo en forma de cortinas. La luz de la luna le confería al patio un aspecto mágico y antiguo. El cielo de rosas blancas parecían nubes encantadas.

Claramente, se habían inspirado en las excesivas decoraciones del rococó. Siempre supe que mi abuela amó los desmanes de esa época, así como su estrafalaria moda. Hoy, mi moderna casa parecía sacada del 1770.

—Wow —dije, en voz baja. Mamá me sonrió—. ¿Habías visto nuestro jardín alguna vez así?

Ella negó.

—He estado en fiestas de tu abuela, pero ninguna como esta. Es la primera vez también para mi viéndola cumplir un centenario más —me recordó, con una risita.

Avanzamos por la alfombra roja que colocaron desde la puerta del vestíbulo y las galerías. La orquesta estaba sobre un pedestal, tocando vals delicados y suaves para el coctel, y, al su alrededor, ya había decenas de vampiros tan elegantes que en serio sentí que estaba en medio de la realeza.

Busqué rostros familiares, pero estos me encontraron antes de que pudiera reconocerlos. Nos interceptó el tío George, el hermano mayor de mi abuela y amigo eterno de mi abuelo, solo para felicitar a mis padres por la princesa White.

En otra ocasión, me hubiese molestado, pero no podía hacerlo cuando todo el mundo, en especial nuestra familia, incluso yo, veía ese baile como mi presentación.

Después del tío George, aparecieron muchísimos vampiros más. No tuve tiempo de pensar en Aleksi, en si ya estaba por ahí o seguía cuidando la casa. Me abrumó la cantidad de personas que estaba ansiosa por saludarme o conocerme.

Algunos eran primos Dubois, otros, no tenía idea de quienes eran. Formaban parte de otros clanes, amigos de mis abuelos o de mis tíos. Era alarmante que todos supieran de mí y se admiraran con lo grande que estaba. Cuando capté a mi hermano, me di cuenta de que ninguno estaba haciendo lo mismo con él.

A partir de ese momento, me sentí incómoda. La mayoría de los ojos estaban en mi y no en mi abuela, que disfrutaba al máximo con sus mejores amigas, las señoras que tenían cientos de años y estaban tan tersas y frescas como lechugas. Llegó un punto en donde me cansé de saludar personas, presentarme y hablar de mis intereses. Mientras más desconocidos eran esos vampiros, más querían saber de mí, de mis peculiaridades. Me alejé de mis padres apenas tuve la oportunidad, porque ellos no parecían querer ofender a nadie al cortarles las preguntas sobre mi mestizaje.

Me refugié brevemente con mi tía, antes de que muchísimos hombres salieran de la nada para invitarnos a bailar. Me sentí tan cercada que no pude responder ningún halago. Pareció que de pronto, las princesas White solas, sin una copa en la mano y sin un hombre que las atendiera, era un pecado.

Alice aceptó a tantos como pudo. Los llamó por sus nombres con enormes sonrisas y supe que los conocía a fondo a todos. Aunque ninguno era su marca, no desdeñó las atenciones. Yo, en cambio, me deslicé lejos, buscando ahora sí al único caballero que debía alejar a medio mundo con su aspecto de calavera.

Más vampiros aparecieron en el baile, antes de que los músicos aceleraran el vals, dando por terminado el coctel. Di vueltas por el jardín, lejos de la pista, hasta que capté una mirada azul, brillando bajo las sombras de una máscara.

Cuando lo vi, sentí tanto alivio que no me preocupé por la sorpresa que pretendía darle al verme vestida al fin. No me preocupé tampoco por las miradas indiscreta de los invitados o de mi familia, solo corrí hacia él. 

¡Yo les dije que la fiesta se iba a poner intensa! Y recién empezamos jejeje

¿Qué es lo que esperan que suceda ahora? ¿Creen que todo el mundo se dará cuenta? Poco a poco estamos llegando a los momentos más tensos de la novela. ¡Creo!

Como siempre, no tengo más que agradecerles por tanto apoyo. Y como siempre, pedirles que si quieren esta historia en físico, vayan a decirle a Penguin Random House que la aman, para que la conozca y nos dé la oportunidad. 

Hoy, les dejo un Wip de Kayla. Esta es una versión soft de ella. Pronto, ¡se viene una versión bad bitch que van a amar! 

¡Los amo y los veo en el próximo capítulo! <3

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro