Capítulo 45. "Novios"
45: "Novios"
Kayla
Entré en pánico muy fácil. Era increíble que pudiese asustarme más que mi tía sacara sus obvias conclusiones que el haber matado a Gian, ejemplo. Ni el peso de la ley me había aterrado como en ese momento.
Me la pasé correteando por el cuarto, jalándome el cabello, hasta que Aleksi apareció. Me observó ir de un lado al otro, con el ceño fruncido, hasta que me atajó a mitad de camino.
—Vas a desgastar el piso —me dijo, agarrándome de la cintura para evitar que continuara. Yo me giré abruptamente hacia él y le enseñé el cuello. Aleksi me miró sin entender y abrió ligeramente la boca, con los colmillos fuera, pensando que quería que me mordiera, hasta que le apunté con el dedo el diminuto chupón—.... Uy.
—¿UY? —chillé—. ¡Mi tía lo vio!
Hizo una mueca, llena de disgusto, y me soltó antes de que volviera a andar por el cuarto, pero con él a rastras.
—¿Y ahora qué voy a hacer? ¿Cómo le voy a explicar esto? ¡Además encontró tu nota la otra vez! Seguro reconoce tu letra y suma dos más dos...
Volví a recorrer la habitación de punta a punta y Aleksi se sentó en mi cama. Estiró los brazos hacia mí, con intención de invitarme a calmarme sobre su regazo, pero lo ignoré y se quedó plantado, con las manos en el aire.
—Creo que te estás preocupando de más.
—¡De más! —grité, dándome la vuelta hacia él—. ¡Estaba en el jardín! ¿Y si te vio subir por la muralla?
—Tu tía no estaba en jardín cuando me fui. Me aseguré de eso. Tuvo que haber regresado. ¿Cuántos minutos más pasaste ahí? —me respondió, serio, bajando las manos.
—¡Tampoco tanto! —exclamé—. Solo esperé un poco más. Pero ella me vio salir de entre los setos y dijo cosas como que yo estaba ya muy grande y me vio el chupón. ¡Sabe de nosotros!
Aleksi se quedó callado. Me observó volverme loca hasta que se puso de pie y volvió a atraparme a mitad de camino. Me agarró de la cara con dulzura y me hizo inhalar profundamente.
—Puede que Alice reconociera mi letra, puede que haya visto este chupón y esté sacando conclusiones. Pero eso no significa que ella vaya a decir algo —me dijo—. Sé que no quieres que nadie de tu familia sepa de lo nuestro, no aún. Pero creo que tengo razón al decir que no identificas a Alice como el "resto" de tu familia. Ella es diferente para ti y estoy seguro de que es igual, al contrario; de su parte. Puedo poner las manos al fuego y decir que Alice preservará tu intimidad, sea la que sea.
Observé la intensidad del fuego azul en su mirada, relajando mis nervios de golpe, y me dije que tenía total razón. Mi tía no era capaz de traicionarme de esa manera, incluso si realmente había reconocido la letra de Aleksi. A pesar de todo, ella había defendido mi autonomía y mi libre sexualidad ante mi tío Allen.
Aún así, no podía evitar sentirme nerviosa. Me preguntaba qué era lo que ella pensaba de mí, de nosotros, y si en algún momento vendría a preguntarme por el carácter de nuestra relación. Estaba más que claro para todo el universo que Aleksi y yo veníamos de universos distintos, con experiencias y siglos de diferencia. Aunque en nuestro mundo era algo común, para alguien tan joven como yo, debía ser cuestionable por donde se lo mirara. Mi tía podía no estar de acuerdo con nuestros encuentros y descubrí que lo que me aterraba era que ella, justo ella, no lo aceptara.
Exhalé todo el aire que él me hizo inhalar y asentí. Traté de mostrarme calmada y tranquila, creyendo ciegamente en sus palabras.
Aleksi hizo una mueca, de nuevo.
—Estás temblando —me dijo—. ¿Temes que te juzgue?
Bufé, pero al final asentí.
—No sabe que estamos marcados. Debe pensar que estamos jugando.
Él me dedicó una sonrisa gatuna. Sus ojos se entrecerraron y sus dejos en mi mejilla bajaron por mi cuello.
—¿No es eso lo que hacemos?
Arrugué la nariz y le di un golpecito debajo de las costillas. Él ni siquiera se inmutó. Más bien, siguió tratado de seducirme con esa sensual expresión en su rostro.
—Ya sabes a lo que me refiero. Piensa que el vampiro degenerado se almuerza a su pequeña sobrinita.
Aleksi rió.
—En serio es lo que hago.
—¡Sí, ya sé! Es decir, lo hacíamos al principio. Pero ahora somos... —titubeé. Nunca se lo había dicho directamente, la verdad. Jamás había usado esa palabra para dirigirme a él cara a cara— novios. Y... Es distinto cuando hay una marca de por medio, porque se entiende que no estamos jugando el uno con el otro. Que nuestros sentimientos son reales.
La expresión en los ojos de Aleksi se suavizó, se volvió más cariñosa. Luego, su sonrisa se ensanchó tanto que creí que le dolería si seguía tensionando así sus mejillas. Se puso tan feliz, de la nada, y se vio tan jovial y dulce, que, automáticamente, me avergoncé.
Sabía por qué se había puesto así y ahora mi corazón latía desquiciado, nervioso y emocionado.
—¿Somos novios? —repitió, como un idiota.
—¡Pues sí! —exclamé, dándole otra palmada, pero esta vez en el pecho—. Soy tu pareja.
—Que seas mi pareja, mi marca, no implica que me hayas pedido que sea tu novio. De forma oficial —contestó, bajando sus manos y descansándolas en mi cintura—. ¿O acaso esta es una obvia actitud de la marca dominante, que se antepone por encima de todo?
A pesar de que me estaba provocando, su cara parecía llena de fuegos artificiales. No se me hubiese ocurrido, viéndolo así, que tenía milenios. Parecía un niño al que le acababan de anunciar que lo llevarían al parque de diversiones.
—Yo no autoimpuse —aclaré, pero dejé que me pegara a su cuerpo—. Pensé que era obvio. Pero, ¿qué quieres? ¿Que en serio te lo pida?
Aleksi me dio un asentimiento corto, pero firme.
—Exacto.
—Sabes que ser novio implica que sí me lleves a citas, ¿no? —contesté, arqueando las cejas. Esta vez, quien subió los dedos por su cuello fui yo—. Ser mi novio implica muchas más responsabilidades que ser mi marca y ya. Lo que yo quiero se hace —bromeé, poniéndolo un poco a prueba.
Sin embargo, Aleksi solo ensanchó la sonrisa. Me atajó la mano que le estaba subiendo por la garganta y se la llevó al corazón. Sus ojos brillaron como faros en la oscuridad, demasiado encendidos y fascinados. Tanto, que empecé a preguntarme si ser sumiso no era parte de algún fetiche producto de algún trauma del pasado. Por todo lo que vivió, era posible.
—Mi alma es tuya, Kayla. Puedes hacer lo que quieras conmigo. Tus deseos son órdenes para mi —dijo. No supe si estaba haciendo su papel, respondiendo al juego, o lo decía en serio—. Pídeme que sea tu novio y seré tu esclavo. Puedes pisarme.
Me alejé unos centímetros.
—Me estás asustando —confesé y logré que se echara a reír.
Se apresuró a abrazarme fuerte. Terminé con mi cara aplastada en su cuello, sorprendida aún de esa efusividad.
—Kayla White —dijo Aleksi, en mi oído, con la voz alegre por la risa—. Eres lo que siempre estuve esperando y te amo. Así que realmente soy capaz de hacer cualquier cosa por ti. Aunque no me pidas que sea tu novio. Aunque tu tía crea lo que crea, aunque toda tu familia se oponga, yo siempre estaré aquí para ti.
Me enterneció al darme cuenta de que hubo un poco de broma en sus palabras anteriores, pero que sus sentimientos eran profundos y sinceros y que se equiparaban a los míos, como ya lo sabía. La marca era así.
Le rodeé la cintura con los brazos y froté mi frente contra su hombro, antes de tomar aire y hacer la propuesta definitiva:
—¿Quieres ser mi novio? —susurré, levantando lentamente la mirada—. Me da igual lo que opine mi tía o cualquier en esta casa —añadí, con mas seguridad de la que realmente tenía.
Aleksi seguía sonriendo como si se hubiera tragado un fuego artificial.
—Sí —dijo, antes de inclinarse y darme un casto pero dulce beso en los labios—. Obvio que quiero.
Nos miramos, esta vez ambos con chispitas de felicidad en los ojos, hasta que me di cuenta de que, si mi tía lo sabía ahora, no tenía demasiado tiempo antes de que el resto de mi familia lo notara también.
Se me borró lentamente la sonrisa por nuestro feliz noviazgo, aunque en realidad nada cambiaba entre nosotros, cuando comprendí que en el momento en que mi abuelo supiera que Aleksi era un White, las ordenes serían más fuertes y tendría menos posibilidades de recibir el apoyo de mi propia pareja cuando el patriarca se le tirara encima.
Aleksi también dejó de sonreír y ladeó la cabeza, confundido, cuando bajé la mirada.
—¿Conejita?
Apreté los labios. Yo no podía confiar en mi abuelo. Me mintió en la cara y dio rienda suelta a sus planes a mis espaldas, de modo que tampoco podía confiar en la libertad con la que apenas me atrevía a soñar.
Si realmente yo era como Aleksi hasta en los poderes, y mi abuelo lo sabía, estos también le pertenecían, como toda yo. Nada de eso me gustaba. Mi cuerpo entero, mis decisiones y sueños se estaban cercando más y más. Ya no sabía a quién debía tenerle realmente miedo.
Tomé aire y levanté la cabeza.
—Como eres mi novio —empecé, con firmeza—, y debes hacer lo que yo quiero —añadí, de nuevo con tono bromista, logrando que él se riera otra vez—, quiero que hagas algo por mí.
—Lo que sea —respondió él.
No dudé ni un solo instante.
—Quiero que me enseñes a usar mis poderes.
Aleksi parpadeó, sorprendido al principio, pero luego su rostro se iluminó. Me dio un ligero apretón antes de levantarme en el aire y llevarme hasta la cama. Me dejó caer sobre mi trasero, con cuidado, y se detuvo frente a mí, con una sonrisa desafiante.
—¿Estás segura? ¿Crees que tienes lo necesario para alcanzarme? —terció, guiñándome un ojo—. No va a ser fácil, conejita. Porque, para empezar, no tenemos ni idea de si tus poderes existen... o de qué necesitas para despertarlos.
No me inmuté. Alcé más el mentón y me puse más derecha.
—Estoy dispuesta a intentarlo.
Él se rió, pero vi en sus ojos que la idea le fascinaba.
—¿Por qué tan pronto? No se te ocurrió cuando te lo dije ayer.
Suspiré y junté las manos sobre mis piernas.
—Quiero estar preparada. En caso de que mi abuelo decida que además de ser dueño de mi existencia, mi libertad reproductiva y mi futuro, que también es dueño de mis poderes —confesé—. Quiero tener control de ellos para defenderme.
Ahí, Aleksi borró lentamente la sonrisa. Frunció el ceño y terminó sentándose a mi lado. Dudó unos instantes antes de tomarme la mano y llevársela consigo. Sus dedos jugaron con los míos y por un momento, creí que estaba dudando sobre enseñarme.
—Tu abuelo no es así —dijo, finalmente—. Estás enojada con él. Yo también lo estoy, a veces. Nos hemos enojado durante muchas veces. Pero lo conozco lo suficiente para saber que todo lo que hace, lo hace porque te ama. No porque te considere un objeto. Él cree que, si tienes estos poderes, otros querrán hacerte daño. Incluso, pensó que yo podría hacerte daño y en nuestro pacto eso también está muy claro. Tengo prohibido lastimarte —Chisté, incrédula, pero Aleksi continuó—. Si algún día él te lo dice, te explicará porqué creyó que yo sería capaz... de desear deshacerme de ti.
Yo no necesitaba tanto que mi abuelo lo explicara. Me lo suponía. Seguro creyó que alguien como yo podía intimidar a Mørk Hodeskalle. Lo cierto es que no se imaginaba que más que intimidarlo, le hacia caer la baba.
—No sé hacer nada. Claramente no soy una amenaza para ti —contesté—. Si obviamos el hecho de que eres mi marca. Yo no soy peligrosa como tú. Aún.
Aleksi suspiró también.
—Tu abuelo lucho mucho por esta familia, conejita. Es lo que más valora en su vida. Más que su propia vida. Y todos en esta casa te adoran. Desde que eres pequeña, lo que más temen es que te pase algo. Y sí, lo que hacen no está bien. Es justo que te enojes y se los reclames. También me parece lógico que desconfíes. Pero tu abuelo, pese a sus errores, solo está peleando para que tengas una vida larga, sana y salva.
Me callé. Mantuve mi mano entre las suyas, pensando cuidadosamente en sus palabras y sobre todo en la imagen tan fatídica que había formado en mi cabeza de mi abuelo. Sobre todo, en lo callado que lo noté en la cena. Quizás... yo estaba siendo un poco injusta. Más injusta de lo que ellos estaban siendo conmigo.
También supe que mientras no intentara hablar de nuevo con él, nunca podría solucionar las cosas y que me costaría más sacarme ese concepto tan villanesco que tenía encima. Mientras más tiempo pasara, más rechazo sentiría y más me alejaría de la verdad y de mi familia.
—Puede que me equivoque —empecé.
—Yo creo que sí te equivocas —se rió Aleksi, por lo bajo.
—... y que lo mejor sea que intente hablar con él de nuevo...
—Sí. Pero probablemente necesites varios intentos para que largue todo —añadió él.
Le di un codazo juguetón, para que dejara de interrumpir el hilo de mis ideas.
—... Pero aún así quiero intentar aprender a usar esta magia. Desde ahora. Ya.
Él le dio unas palmaditas a mi mano antes de dejarla ir. Volvió a ponerse de pie y pasó por delante de mi para alcanzar uno de mis almohadones. Me lo dejó sobre las piernas y se paró a unos dos metros.
—De acuerdo. Empecemos con algo seguro, liviano. Algo que no tenga filo, por si de pronto vuela y termina arrancándome el cuello —bromeó, pero me señaló el almohadón con dos dedos—. Arrójamelo.
Yo arqueé las cejas. Agarré el almohadón con una expresión indecisa en la cara. Dudaba que eso funcionara, así sin más. Pero, aunque Aleksi seguro no tenía práctica siendo profesor de magia, era el único que podía usarla.
—Sin las manos —me aclaró.
—Ya sé que sin las manos —le espeté—. ¿Pero cómo lo hago?
Aleksi se señaló la frente.
—Está aquí. En tu mente. Tú le das las ordenes a tu entorno, al objeto. Como si tuvieras largos brazos invisibles. Son extensiones de tu cerebro. Piensa que tienes una tercera mano, imagina que tiene un color, una forma. Visualízala frente a ti, vela agarrar ese almohadón y lanzarlo. Pero tus manos físicas no tienen que tocarlo. Si quieres, puedes hacer como en la televisión —añadió, estirando los brazos y estirando y alargando los dedos. Imitó a los superhéroes, que con el movimiento de su cuerpo lograban manipular elementos u otras cosas. El almohadón se levantó en el aire y flotó, con firmeza y sin ningún tambaleó, hasta él. Luego, se movió arriba y abajo, según las agiles y teatrales gestualidades de sus manos—. Es fingir que tu mano real lo está haciendo, aunque no la necesites. Te puede ayudar a visualizar mejor esa extensión de su mente.
Me lo regresó y se quedó a la espera. Yo observé el almohadón con los ojos como platos. Imaginarlo no sería el problema, pero no sabía si era capaz de mover los dedos así. Ya sabía de dónde había sacado la habilidad cuando me acariciaba.
Me concentré entonces en la tela de la funda, de color rosa suave, y me imaginé a mi mano real moviéndose sobre ella. Mantuve mis dedos bien apretados sobre mi acolchado, a medida que visualizaba la copia espiritual de los míos, aferrando el borde del almohadón. Pensé también en el sonido, en el peso, creyendo que lo haría más realista, que me ayudaría a hacer esa mano invisible una real.
Sin embargo, no pasó nada. Lo intenté una vez más, dos, tres, y no lo logré.
Puse los dedos, los tangibles, a varios centímetros de distancia y los pensé llenos de imanes, listo para atraer al almohadón de mis piernas a ellos. Fingí que tiraba de unos hilos invisibles, pero era como si estuvieran cortados o fuesen demasiado endebles para levantar algo tan pesado como el almohadón.
Aleksi me miró en silencio. No acotó nada mientras yo intentaba una y otra vez, tratando de manipular algo que parecía no existir. No me dio ninguna otra instrucción y, antes de rechinar los dientes y fruncir el ceño, me enojé un poco con él por no ser más específico.
Varios minutos después, agarré el almohadón y se lo arrojé a la cara, sacada y frustrada. Él lo apartó, sin usar las manos, sin siquiera mirarlo, solo con su magia. Eso me aireó más.
—¡Es imposible! —grité—. ¡Nada funciona!
Mi pareja solo se encogió de hombros. Caminó lentamente hacia mi y me regresó el almohadón con un parpadeó. El mismo flotó hasta mis rodillas.
—Intenta otra vez.
—Quizás no tengo estos poderes —repliqué.
—Quizás no aún. En realidad, no me llama la atención que no puedas hacerlo.
Arqueé las cejas y empujé el almohadón contra su pecho cuando se agachó frente a mí.
—Por eso no me diste ninguna otra instrucción —le espeté.
Me puse de pie, toda iracunda, y marché hasta mi ropero para sacarme la ropa de la cena y ponerme el pijama. Ignoré a Aleksi todo lo que pude mientras lidiaba con mi frustración y mi repentina rabia y me negué a voltearme hacia donde lo había dejado, junto a la cama.
—¿Con quién estás enfadada? —me preguntó él.
No supe cómo responderle, porque analizándolo, no tenía idea. Hacia un rato, estaba feliz, mucho más tranquila de lo que estaba al entrar al cuarto, y bastante optimista. Pero ahora, que me daba cuenta de que él también creía que no lo lograría a menos que me sucedería algo fuerte, importante, me sentía fastidiada, resentida.
En parte, me molestó que no me dijera lo que creía desde un inicio, me molestó que dejara que me ilusionara. Pero, por otro lado, el de mayor peso, me molestó mi propia ilusión.
Terminé de vestirme, exhalé, y finalmente me dirigí de nuevo a él. Viéndolo de frente, me di cuenta de que también seguía un pelín asustada por el chupón que vio mi tía. Eso también volvía a enfadarme porque creía que era su responsabilidad, la de Aleksi, borrar siempre las pruebas que nos incriminaran.
—Con ambos —admití.
Él asintió. Se recostó en la cama, a pesar de todo, como si nada.
—Eso creí.
Ladeé la cabeza.
—¿No vas a preguntarme por qué estaría enojada contigo también?
Se encogió de hombros, con inocencia.
—Sé que vas a decírmelo. Tarde o temprano. No creo haber hecho algo malo —dijo, sacándose los zapatos. Me abrió el otro lado de la cama y me lo señaló para que me acostara—. En realidad. Estoy muy seguro esta vez de no haber hecho nada. ¿O sí? —añadió, observándome con calma.
Con el peso de su mirada, tan confiada y tranquila, caminé hacia él y me metí en la cama. Apoyé la cabeza en la almohada y observé sus ojos azules, sinceros. Pensé un momento y al final negué, porque Aleksi tenía razón: no hizo nada. Yo me enojé sola. Él no tenía la responsabilidad de borrar las pruebas; era de ambos. Él sí me hizo el chupón, pero fue un accidente. Aleksi tampoco conocía todo sobre su magia, así que no podía decir que jugó con mis ilusiones. Él solo me apoyó cuando quise intentarlo.
—No. No hiciste nada malo. Perdón —musité, estirando una mano para acariciarle la mejilla, repitiéndome que no tenía que dejarme llevar por mis malos ratos para buscar culpables ajenos. Y, menos que menos, con mi propia pareja cuando este no había hecho nada—. Siento haber dicho que estaba enojada contigo también. Solo... estoy enojada conmigo misma.
Él se metió dentro de las sábanas también. Me dedicó una sonrisa tenue y me besó los dedos antes de que alejara la mano de su rostro.
—No te preocupes. Para eso están los novios —contestó, guiñándome un ojo—. Para ser tu saco de boxeo, conejita. Enójate, enójate todo lo que quieras.
Apreté los labios.
—Tu lado masoquista en serio está asustándome —respondí.
Él estalló en carcajadas y pasó sus brazos por debajo de mí. Me llevó contra cuerpo y me plantó un profundo beso que casi me recuerda lo que dejamos a medias detrás de los setos, en el jardín.
—Mañana. Y pasado, y pasado. Volveremos a intentarlo, hasta que puedas hacerlo —me prometió, cuando se alejó unos centímetros de mi boca.
Todos los sentimientos que me aquejaron un rato antes me abandonaron por completo. De nuevo, pude dejarme llevar por la felicidad que me daba tenerlo cerca y que pudiésemos entendernos, incluso cuando le contesté mal, cuando lo culpé erróneamente por lo que me pasaba. Agradecí primero que Aleksi fuese tan maduro para no enfadarse de vuelta. Agradecí haberme dado cuenta a tiempo de que estaba equivocada.
—Mañana —repetí, acurrucándome con él.
Sus labios rozaron mi frente.
—Y siempre.
Prepárense porque el próximo capítulo es LA FIESTAAAA. ¿Están preparados? ¡ESTO SE PRENDEEEEEE! Este capítulo es el último de la lenta previa al festejo de la abuela Olive. ¿Será que Kayla aprenderá a usar sus poderes antes... o después? ¿Los tendrá realmente? ¿Alice dirá algo a su familia? ¿O será que Kay y Aleksi se van a vender solitos en algún vals? Chan, Chan, chaaaan... ¿Qué opinan ustedes? DEPOSITEN SUS TEORIAS EN ESTA CAJA DE COMENTARIOS->
Dicho esto, gracias otra vez por tanto apoyo y tanta espera. Todo el tiempo se cumplen sueños con esta historia y no puedo creer que ya estemos en camino a los 700k <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro