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Capítulo 37. A tus pies

37: A tus pies

Estaba tan nerviosa cuando volví a mi cuarto que casi no me doy cuenta de que Skalle estaba esperando sentado en mi jardín y que yo había dejado los ventanales abiertos. Fruncí el ceño, preguntándome cómo le había hecho para dejar al resto de mi familia tan pronto después de la cena, y caminé fuera para encontrar con él.

—¿Qué te tiene tan preocupada? —me dijo, apenas me detuve a su lado. Se recostó en mi reposera y llevó los brazos por detrás de la nuca. Se había quitado la máscara y sus ojos azules reflejaban el cielo nocturno, bien nublado otra vez, como si estuviera a punto de llover.

—Temía que algo te pasara a ti y a mi tía —contesté, en un principio. Apreté los labios, porque no sabía cómo hablar del resto, hasta que él corrió la cadera y me dejó un lugarcito para sentarme—. ¿No te pidieron que hagas nada más por ellos hoy?

Tomé asiento y Aleksi liberó un brazo para tocarme. Sus dedos se encontraron con la piel de mi muñeca, apoyada sobre la reposera. Jugó con el brazalete que tenía puesto.

—Ahora que todos los White están en casa, digamos que puedo respirar en paz —respondió, con tranquilidad. Pero yo volví a apretar los labios—. ¿Qué?

—Tengo algunas dudas —dije y él ladeó la cabeza, curioso. Atento. Me giré para enfrentarlo y mi muslo chocó con el suyo. Bien casual. En otro momento de la historia, ese contacto tan simple me hubiese puesto a hervir, pero ahora podía controlarlo porque sabía que lo tendría tarde o temprano—. Sobre el pacto que tienes con mi abuelo.

Aleksi me observó en silencio durante unos instantes, hasta que el entendimiento destelló en su expresión. No se movió ni se enderezó, tampoco se rio de mí por la forma tan frenética y aterrada que había actuado por el resto de la cena. Más bien, sus dedos dejaron mi brazalete y se anudaron con los míos.

—¿Qué dudas tienes?

Tragué saliva. Había muchas cosas que preguntar a la vez, pero tenía que empezar por una sola.

—¿Cuánto tiempo durará el pago de la deuda por tu vida?

Él se mojó los labios y finalmente se enderezó. Se arrastró más cerca de mi y me corrió el cabello del hombro con la mano libre.

—No hay una fecha determinada. Establecimos que el pago sería hasta que estuvieras a salvo —Podía leerse entre líneas. Esa respuesta era tan escasa y relativa que abrí la boca para protestar, para señalar lo obvio, cuando me tocó la mejilla—. Sí, puede demorar un tiempo. Pero ya te dije, te prometí que no sería para siempre.

Lo miré a los ojos. Por cómo venía la cosa, me parecía que existían dos maneras de resolver eso: o se pactaba algo con el clan de mi bisabuelo. O Mørk Hodeskalle los acababa por completo. En cualquiera de las dos opciones, sentía que había mucho que perder.

—No parecías feliz cuando mataste a Vigo Parissi. ¿Estaría bien con matar a todo ese clan? —musité.

Él bajó la cabeza solo por un instante, suficiente para que yo entendiera que eso ya se lo había planteado. Que era justamente una conversación que no esperaba.

—Por ti, lo haría —contestó—. Hay muchísimas cosas que sería capaz de hacer por ti. Antes maté por muchísimo menos.

Supuse que el vínculo nos hacía pensar de maneras tan extremas sobre el bienestar de nuestra pareja. En la cena, me sentí de igual modo. Tan dispuesta a salvarlo que era capaz de dejar mi apellido y a mi familia.

—Entonces... —seguí—. ¿Los acabarías, se terminaría la deuda y serías libre?

Aleksi se arrimó más a mi.

—Si es necesario. Sí.

—¿De qué otra forma podríamos salir de esto? —inquirí, de forma retórica—. Estoy segura de que tu y mi abuelo ya lo han considerado desde el día uno.

Él bajó la mirada una vez más.

—Sí. La única razón por la cuál no lo he hecho aún es porque no tengo suficiente información sobre ellos —contestó—. Su clan es muchísimo más grande que el tuyo, más grande que el de tu abuela. Y al contrario de los Dubois, son agresivos. Siempre fueron guerreros.

Se me contrajo el estómago. Sabía que era tonto de mi parte sentirme preocupada por él, con los poderes que tenía. Me repetí mil veces en mi foro interno que él era fuerte, que era imparable. Que podía destruirlos por completo y salir sin un rasguño, pero nada de eso me hizo sentir mejor.

—Y luego ya está. No tendrías más deuda.

Aleksi parpadeó, confundido.

—¿Por qué te preocupa tanto la deuda?

Suspiré y me giré hasta darle un poco la espalda.

—Me preocupa porque... me da la sensación de que te has convertido en el jefe de la guardia del clan White —expliqué, encogiéndome de hombros, un poco como si lo que dijera fuera una locura. Pero a medida que pensé en todas las cosas que noté, me indigné—. Tienes que resolver todos nuestros problemas, arreglas las deudas de Elliot, ser el guardaespaldas de mi tía y te paras detrás de toda mi familia como un soldado, como un... No como un amigo. Y no me malinterpretes, estoy agradecida de que cuides a todos. Pero... pero te dan ordenes y mi abuelo te llama cuando él quiere y tienes que responder si o sí. Entonces, me da miedo que el pago... Me da miedo que te estén usando.

Me callé de golpe, de nuevo sintiéndome una paranoica, una loca. Seguro él pensaba lo mismo de mí.

—Conejita —dijo Aleksi, rodeándome con los brazos—. ¿Por qué crees que lo hago?

Me abrazó por detrás y me apoyó el mentón en el hombro descubierto.

—¿Por qué? —dije, relajándome ante su cariño.

—Por ti. Protejo a tu familia por ti. Y lo haré con o sin deuda.

Me quedé callada. A decir verdad, él ya acompañaba a mis abuelos cuando Alice era pequeña y no había un pago de deuda en ese momento. La línea entonces que dividía la amistad y los favores por eso y por amor, con la deuda de vida era muy fina.

Aferré sus manos y dejé caer la cabeza hacia atrás. Su mejilla se presionó contra la mía.

—Mi tía Alice me contó que cuando era pequeña, mi abuelo tenía miedo de esto. Y que tu pasabas mucho tiempo con ellos. ¿No había pacto ahí?

Él negó lentamente. Aprovechó a deslizar los labios por mi mandíbula. Temblé, sin poder controlarme, llena de placer.

—No, he pasado temporadas con tu abuelo durante los últimos miles de años. Voy y vengo. Y cuando Alice era pequeña, me quedé un buen tiempo. Fueron sus primeros años, hasta que Benjamín reunió fuerzas y vampiros para proteger a su hija y a su esposa. Y yo... seguí con lo mío. Vuelvo de vez en cuando, y ellos me ayudan a mi cuando necesito alejarme de todo y pasar un tiempo en paz. Yo los ayudo a ellos cuando puedo. Los amigos hacen eso, conejita.

En eso estaba de acuerdo, sobre todo en el mundo humano. Pero el nuestro mundo, el que aparentemente apenas conocía, las cosas solían ser distintas.

—¿Y por qué no cobrarte el pacto en ese momento? ¿Por qué esperó hasta ahora? Él no podía saber que yo existiría, o que vendría algo peor para nuestra familia en esta época.

Aleksi exhaló lentamente contra mi nuca. Sus brazos se deslizaron hasta mi cintura y me estrecharon contra su pecho.

—En ese momento, no había una amenaza de su clan como la de ahora. Pudimos manejarlo sin que tuviese que cobrarse el pacto. Y, de igual modo, conejita, yo te protegería aunque no tuviese que pagar mi deuda de vida. Si él me lo hubiese pedido, sin más, yo lo habría hecho.

—Porque soy tu pareja —resumí, pero él se rió, suavemente, por primera vez en esa noche.

—Sin dudas. Pero también porque le habría tenido que cobrar luego yo un favor a Ben —dijo. El pecho se le sacudió con la broma interna que se estaba tragando—. A veces es interesante que me deban cosas a mí. De tu abuelo sería divertido.

Bufé, pero me recliné contra él y me acomodé en sus brazos. Sabía que me sostendría como sea.

—¿Por qué él decidió cobrártelo ahora y no pedírtelo como amigos? —inquirí, un minuto después, luego de procesar las ideas que iban deambulando por mi mente, a medida que él contaba más de lo que yo no conocía.

—Las cosas son muy distintas ahora.

—Porque la amenaza está clara —repetí—. Porque en vez de solo ser Alice, también soy yo.

Se quedó callado. No hubo rastros de su risa ni besos sutiles. La brisa que anunciaba la lluvia, cercana, me despeinó el cabello y enredó el aroma de Aleksi en mi nariz. Me pareció escuchar, por loco que sonara, que él tragaba saliva.

No me giré, pero deseé hacerlo para poder verle la cara y analizar qué estaba pensando y porqué ese silencio no era un silencio de confirmación. Justo en ese instante, recordé lo que me dijo la semana pasada, cuando estábamos solos y estaba nervioso por confesarme algo. Ahora no solo entendía que trató primero de decirme sus sentimientos, sino que también me reveló algo de lo que no podía hablar.

—Es por mi —dije, en voz clara. Aleksi no estaba respirando—. Hay algo relacionado a mi, además de todo esto, que no puedes decirme.

Él exhaló de golpe, sus brazos se tensaron alrededor de mi cintura.

—Cuando acepté pagarle a tu abuelo la deuda, él me puso varias reglas. Tiene derecho. No puedo... decirte muchísimas cosas. La única razón por la cuál me presenté esa noche, cuando mataste a Gian, fue porque él dejó una ventana abierta. Nunca pensó que yo me atrevería a decírtelo directamente. Él me dijo claramente que tú no podías sabes por qué te cuidaba, no que no podías saber que te cuidaba. Aquí todo es literal. Así que...

Apreté los dientes. Por supuesto que no estaba enojada con él; estaba enojada con mi abuelo. Y, sin embargo, entendía que tenía derecho a imponerle reglas en una deuda tan importante.

—Existe esa razón misteriosa que mi abuelo seguro ocultara hasta el día de su muerte —mascullé.

—Odio no poder decírtelo —contestó Aleksi, girándome entre sus brazos. Me levantó hasta sentarme en sus piernas y yo arrugué la frente al ver su rostro contorsionado. Era evidente cuánto estaba sufriendo por no poder ser sincero conmigo—. Eres mi pareja, eres mi marca. Se supone que debería poder compartir todo contigo. Y te mostrado y dicho cosas de mi que nadie más sabe. Pero esto... —Sus dedos llegaron a mi frente y la alisaron con caricias. Trazó el contorno de mis mejillas y me envió una disculpa silenciosa a través de un corto beso en la boca—, esto tiene que ver contigo.

Me dejé caer sobre él con la misma sensación de agobio que tuve días pasados. Esa sensación de que nadie confiaba en mí, de que sobraba en esa familia y que mi ignorancia me hundía poco a poco.

Y era irónico, porque sabía que intentaban protegerme y que me amaban a pesar de todo. Pero cada vez veía que perdía mi autonomía y libertad. No tenía capacidad siquiera de evaluar mi propio panorama de vida.

Ni siquiera podía contar con el apoyo de mi pareja, que moría por dármelo, porque también me habían quitado eso. Aunque no lo supieran.

—¿Qué tan malo es? —dije, con la cara contra su camiseta—. No, aguarda. Debe ser muy malo, porque si te está haciendo pagar tu deuda con esto... y no confía en un favorcito y ya, debe ser malísimo. Terrible.

Aleksi me acarició la espalda, conteniéndome.

—No es tan... malo. Pero entiendo que, si no puedo hablar, tu mente puede gestar múltiples escenarios fatídicos.

—No es tu culpa —gemí. La voz me salió ahogada—. Es de mi abuelo.

—Sí —dijo, sin dudarlo—. Pero intenta protegerte. Intenta... no abrumarte... Y no lo culpo por no saber manejar la situación. La está manejando terrible, sí. Pero hace lo mejor que puede.

—Que está del asco —gruñí, entonces.

Esta vez, no me contestó. Nos quedamos en silencio, callados, mientras yo refregaba la cara contra él y refunfuñaba como si fuese una almohada y no mi pareja. Me costaba sacarme la frustración de encima y la verdad no quería decirle más nada en contra de su amigo ni el resto de mi familia, porque no deseaba atormentarlo. Ya bastante culpa sentía.

—Intentaré hablar con él —me dijo Aleksi, de pronto, cuando terminé dándome la cabeza contra su hombro de piedra—. Intentaré convencerlo de que sea sincero contigo. Está ya bastante atormentado por lo enojada que estás. Te ama y seguro... se ablandará.

Podríamos decir que conocía a mi abuelo mejor que yo, pero por cómo estaban las cosas, dudaba que Benjamín White cediera con tanta facilidad. Si algo heredé de él, fue la terquedad y el orgullo.

Levanté la cabeza y suspiré, cansada.

—¿Tu crees que, en serio, él hablará conmigo? Lo hubiese hecho el otro día cuando le tocó decirme parte de la verdad.

En los ojos de Aleksi se reflejó la duda y supe que intentaba solo dejarme tranquila, que intentaba hacer algo, por tonto que fuera.

—Hagamos así —dijo, levantándose de la reposera conmigo encima. Me puso de pie en el jardín justo cuando un par de gotas de lluvia me pegaban en el mentón—. Si no te lo dice en una semana, si no logro convencerlo, yo... buscaré una forma de darte las pistas necesarias para que conozcas toda la verdad.

Sabía el esfuerzo que le supondría, así que asentí, porque valoraba muchísimo lo que se preocupaba por mí, cómo intentaba que lo nuestro estuviera siempre bañado de sinceridad, aunque apenas tuviésemos un día juntos.

—Entonces... Serás el capataz de mi familia hasta que yo esté a salvo —murmuré, mientras nos metíamos en el cuarto, tomados de la mano. Él negó, pero yo me planté a mitad de camino a la cama—. Si el pacto es cuidarme a mi... el resto son favores de amigos. ¿Pero no crees que te tratan como... más como un lacayo que como un invitado?

Él también se detuvo. Sus dedos seguían aferrados a los míos.

—En algunos momentos, sí —contestó, con calma—. A veces me piden más cosas de las que tengo ganas de hacer. Y a veces, cuando tu abuelo está tenso, me da ordenes como si mi pago de deuda abarcara más que tu seguridad —Se me escapó un gruñido, por lo que él acortó la distancia entre ambos—. Pero ya te lo dije, lo hago por ti. Todo implica que los seres que amas estén a salvo.

Nos miramos en silencio, mientras yo retenía los deseos de darle golpes a alguien, porque mi paranoia fue real, hasta que me solté de su agarre y crucé los brazos.

—Tu sabes que la marca implica pertenencia —le dije. Él torció el gesto—. Te marqué, yo te marqué a ti y tu no tienes clan.

—Sí.

—Eres un White.

—Lo soy.

Me miró con un gesto de disculpa y puse los ojos en blanco. Caminé hasta la cama y empecé a desarmarla. Le revolé, con cero disimulos, una almohada a la cara y comencé a quitarme la ropa.

—Conejita, ¿por qué eso ahora te molesta? Es un detalle obvio.

—Yo no lo sabía —tercí.

—No es mi culpa que nadie te haya explicado nada —me recordó y me forcé a serenarme, cuando sus brazos me rodearon. Sus manos hurgaron entre mis piernas ya desnudas.

—¡Pero si sabes lo que eso implica!

—¿Qué soy parte de tu familia ahora? —repitió. Sus labios se pegaron a mi hombro, sus dedos empezaron a bajar mis bragas.

—Que mi abuelo es tu líder, es tu patriarca. Te dará ordenes hasta el fin de los tiempos. Serás su juguete y te mandará a hacer cosas peligrosas, nunca te dejará descansar y...

Me giró. Me agarró el rostro y me obligó a mirarlo a los ojos, cortando mi verborrea aterrada.

—Conejita —susurró—. Tu abuelo no haría eso. Ahora está bajo mucha tensión. Pero puedo cuidarme solo. Cuando se dé cuenta de que se está pasando, bajará un cambio. Te lo digo siempre. Me tiene más miedo del que aparenta. Sabe que los líderes de clanes no son nada para mí.

Fruncí los labios, no muy convencida, pero él se inclinó para besarme.

—¿Estás seguro?

—Tu eres mi líder —bromeó, entonces, aplastando la palma de la mano contra el broche de mi sostén. Lo soltó y los breteles se deslizaron por mis brazos, hacia abajo. No hice nada para evitarlo. No despegué los ojos de los suyos mientras me acariciaba hasta apropiarse de mis pechos desnudos—. Tu me marcaste, tú eres quien me domina.

Puse los ojos en blanco, pero me pegué a su pecho y comencé a desabrocharle los pantalones.

—Puedes decir eso, pero yo siento que es al revés —murmuré.

Sus pantalones cayeron al piso y mis manos se colaron por debajo de su camiseta. Mis dedos se deleitaron con la dureza de su abdomen. Quedó a un lado mis preocupaciones y dudas. La tensión sensual abrumadora que nos poseía a menudo flotó densa a nuestro alrededor.

—¿Cómo que al revés? —dijo, con tono ronco, muchísimo más bajo que de costumbre. Su aliento tibio contra mi boca me puso la piel de gallina.

—Yo siento que tu nombre está grabado con fuego en mi piel —respondí, raspando con las uñas el contorno de sus músculos. Entonces, me dejé caer de rodillas. Despacio, sin romper el contacto visual. Le sonreí y él se relamió los labios—. Si no, mira como me tienes a tus pies —susurré, antes de terminar de desnudarlo para mí.

¡Hola a todos! Sé que este capítulo es más corto, pero si no subía hoy, tendrían que esperar por mi hasta el martes o miércoles. Así que preferí ya darles este capítulo, donde se aclaran un par de cosillas más para seguir adelante con la trama <3

Como siempre, ¡muchísimas gracias por tanto amor y cariño y gracias por las 500k! A poco más de 4 meses, logramos medio millón de lecturas. ¡Me pregunto cuánto más lograremos juntos y me muero de emoción! Y lo sé, sé que Aleksi lo vale y sé que todas sufren porque no existen hombres así. Él también es lo que yo busco y por eso lo creé ;) haha 

Los super amo, ¡nos vemos en el próximo!

PD: NOS QUEDAREMOS TODAS SOLTERAS D:

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