Capítulo 35. Esclavo
35: Esclavo
Kayla
—Tienes que compensármelo.
Habíamos vuelto a la cama y ahora solo estábamos pasando el rato. Recosté la cabeza sobre su vientre y Aleksi me acariciaba el cabello, desparramado por encima suyo. Su única respuesta a mi exigencia fue una risita.
—Hablo en serio —insistí, haciendo un puchero. Tenía las orejas de conejo en la mano y estaba probando cambiarles la posición. Fingí indiferencia, a pesar de todo.
Él se inclinó sobre mi rostro y me besó la frente. Sus labios me provocaron un delicioso cosquilleo. Me encogí de placer y alegría.
—¿Cómo quieres que te lo compense? —inquirió, con una sonrisa, antes de volver a reclinarse sobre el respaldo de mi cama.
—Quiero una cita —solté, de inmediato—. Una más larga que la de hoy. Ya sé que no tenemos mucho margen por todo esto de los clanes, pero quiero una cita en la que no pensemos en nada de eso.
Aleksi continuó estirando mechones de mi cabello.
—Este problema no durará para siempre, conejita. Se resolverá y entonces no tendremos que preocuparnos por nada. Podremos ir a donde quieras, cuando quieras. Nadie se atrevería jamás a ponerte un dedo encima estando conmigo.
Giré un poco la cabeza hacia él, pensando seriamente en sus palabras. Por supuesto, dudaba que cualquiera se atreviera a buscarme si sabían que Mørk Hodeskalle era mi pareja, pero no estaba segura de si se estaba refiriendo a eso o hablaba en general.
—¿Quiere decir... si todo el mundo lo sabe? Que somos pareja.
Él alzó las cejas ante mi pregunta. Sus ojos brillaron, atentos a la idea, pero su expresión pareció un poco desconcertada.
—Por descontado. Aunque hay que resolver un par de cosas antes —replicó.
Yo volví mi atención a la bincha de orejitas.
—Como decírselo a la gente —tercí, con un hilo de voz.
Se hizo un silencio hondo entre ambos, aunque no se sintió fuera lugar. Pareció un silencio necesario, uno para poner en orden nuestros pensamientos.
—Sabes que no tienes por qué decírselo a alguien si no quieres —dijo Aleksi, de pronto.
En verdad, podía leerme muy fácil y saber que compartir eso, algo que acababa de descubrir, con todo el mundo y más aún con mi familia, no me hacía gracia. Después de todo, mi relación con él era lo único privado que tenía.
Apreté los labios y me giré, con todo el cuerpo, para verlo de frente y explicarle lo que sentía. Aun cuando dudaba que fuese a ofenderse por mis palabras, también quería saber qué era lo que él deseaba.
—No sé si quiero que lo sepan —confirmé, con tono tímido—. Pero... si tu quieres que la gente lo sepa yo... Bueno, al final no importa. Mi familia tendrá que aceptarlo igual. Aunque se enojen y despotriquen y quieran tratarme como un bebé. No pueden prohibirme estar contigo... ¿o sí? —añadí, con una risita de pronto nerviosa.
Aleksi sonrió apenas. Se le notaba preocupado y eso me asustó un poco.
—No pueden prohibirte estar conmigo —me aclaró—. Porque tendrían que pasar por encima de mi y tu sabes que sí me tienen miedo. En el fondo. Pero... si no estás preparada para el conflicto, conejita, no hay problema. A mi no me molesta.
Se calló y el nudo que se me formó en el pecho al ver su cara, concentrándose en mi cabello de nuevo, me dijo que eso era ahora, que no duraría mucho tiempo.
Era lógico, después de todo. Él era muchísimo más mayor que yo y teníamos tiempos y necesidades distintas. Empezaba a entender por qué decía que estábamos en diferentes páginas. Deberíamos trabajar mucho para ponernos en sintonía.
—No quiero que lo sepan —repetí—. Porque esto es lo único mío, que conseguí por mi misma, que no pueden controlar. Y sí, la verdad es que no tengo ganas de enfrenarme a ellos o soportar lo que dirán, más después de la pelea que tuvimos el fin de semana. No creo estar de humor y ganas para ello. Se la pasarían controlándome aún más y...
Él volvió sus ojos a mí. Esta vez, su sonrisa fue mucho más tierna.
—¿Y así jugamos a lo prohibido? —inquirió, con tono juguetón.
Puse los ojos en blanco, pero sí, tenía razón.
—Digamos.
—Me gustan nuestros juegos —respondió—. No tengo problema en seguir jugando, conejita.
Fruncí el ceño.
—¿Seguro?
Aleksi ladeó la cabeza.
—¿Por qué no iba a estarlo?
Era una pregunta capciosa que no podía responder. Era una pauta de lo poco que nos conocíamos en realidad y de que solo me estaba dejando llevar por corazonadas, basadas en ligeras y sutiles expresiones. No tenía idea de si era el vínculo, la marca, o simplemente paranoia.
Lo que sí tenía claro era que él me importaba. Esa sería mi primera relación seria en verdad, la primera que estaba pensada para durar por siempre. No quería comenzarla cagándome en las necesidades y deseos de mi pareja solo por mis miedos y fetiches. No quería que sacrificara sus anhelos por los míos.
—No lo sé —admití, encogiéndome de hombros—. Pero, ¿me prometes que si no quieres seguir así me lo dirás?
Él asintió, con solemnidad. Su mano dejó mi cabello y alcanzó mi mejilla. Sus dedos recorrieron mi mentón.
—Claro que sí. El día en que desee que todo el mundo lo sepa te lo haré saber.
Presioné la mejilla contra su mano y trepé por la cama y por su pecho hasta subiré encima suyo. Sus brazos me recibieron y me acunaron, relajándome con el calor de su cuerpo desnudo, justo antes de que le plantara un dulce beso en los labios.
Me costaba acostumbrarme aún a la idea de que podría hacer eso cuantas veces quisiera, sin sentirme incómoda o extraña por andar deseando tanto a alguien que acababa de conocer. Era todo mío y podía comérmelo sin ningún drama, tanto como yo era suya y le pertenecía en cuerpo y alma.
Le tomé el rostro con las manos y lo atraje a mi boca, para profundizar, mientras de pronto recordaba que todo ese concepto abusivo sobre la pertenencia borraba por completo nuestras individualidades a un nivel que podía rayar en lo peligroso. La línea que dividía el consentimiento del abuso podía disolverse fácilmente, pero por alguna extraña razón, sentía que eso no aplicaba a nosotros.
Mi lengua chocó con la suya y sus manos se tensaron en mi cintura, haciendo que mi corazón palpitara veloz y enamorado. Casi que me costó mantener el hilo de mis pensamientos, pero la certeza de que lo nuestro no se trataba de pisar al otro se mantuvo en mi mente.
A mi me preocupaba él, me preocupaban sus deseos. Yo quería que tuviera lo que quería y hacerlo feliz. Él vínculo era algo desconocido para mí, pero me daba la sensación de que esa pertenencia tan profunda no era de la manera en la que mi mente lo hubiese creído semanas antes.
Aleksi suspiró en mis labios y casi que me deshago, creyendo en un instante que me importaba un comino si perdía mi independencia por algo como eso, cuando de repente, entre besos húmedos, dijo:
—Aunque eso... no quiere decir que no vaya a ponerte como... la prioridad.
Me separé de él, espabilando y recuperando el hilo de la conversación. Veníamos hablando de lo que yo deseaba hacer y de lo que él me prometía sobre hablar de sus sentimientos.
—¿Cómo? —pregunté, a centímetros de su boca. Él intentó besarme de nuevo, pero me alejé.
—Tu necesitas vivir cosas a tu ritmo. Yo puedo esperar —explicó, al ver que no podría volver a besarme hasta aclararlo.
Fruncí el ceño y le puse una mano sobre los labios. Esa explicación no era suficiente.
—Definamos eso —murmuré.
Él suspiró, pero esta vez no de placer, sino de resignación. Su aliento chocó contra mis dedos y finalmente los dejé caer.
—Hay muchas cosas que tenemos que definir.
—Sí, porque siento que lo que acabas de decir se contradice con lo que me prometiste —indiqué, todavía colgando de sus hombros.
No hizo ningún amague para separarme de él y lo agradecí, porque su calor me reconfortaba. Si íbamos a hablar con seriedad, prefería hacerlo encima suyo.
—Creo que —empezó Aleksi, estrechándome con más fuerza—... debido a que yo he vivido mucho más que tú, deberíamos seguir tu ritmo. No quiero imponerme de ninguna forma sobre tu vida. La marca ya es una imposición, aunque hayas sido tú quien me ha marcado —explicó, mientras yo arrugaba la frente. Aunque la lógica detrás de la mancha en mi trasero era válida, me costaba creer que fui capaz de eso—. Así que me refiero a eso cuando digo que tú eres mi prioridad. Además, esta es tu familia. No la mía, no que ellos sepan aún.
Entendí lo que me dijo, pero no estaba convencida de sus palabras y se ve que se me notó en la cara, porque subió sus manos por mi espalda hasta llegar a mi cuello. Me acunó el rostro y me plantó besos en ambas mejillas, desbordando calidez.
—Yo puedo querer muchísimas cosas, conejita. He esperado por tener una pareja por cientos de años. Puedo esperar un par de años, décadas, por cualquier cosa que tu quieras hacer. No es un problema.
Aunque sus palabras me conmovían, esta vez sí entendí a qué se refería.
—Entonces sí quieres una formalidad —contesté—. Sí quieres que todo el mundo lo sepa. ¿Qué más quieres? ¿Una familia?
Sus ojos brillaron. Fue un instante en el que también su expresión se ablandó. Pude ver el deseo en sus ojos, pero lo ocultó antes de que fuera más evidente.
Yo nunca me había planteado tener hijos, así como tampoco me planteé marcarme. Ni siquiera en ese momento, que aceptaba totalmente la idea de estar con él por el resto de mi vida, contemplaba la posibilidad de tener niños tan pronto. Me sentía muy pequeña e inexperta y tenía tantos problemas que tenían que ver con mi libertad reproductiva que la idea no me resultaba tan atractiva.
Antes de que Aleksi respondiera, me acordé que una hora antes, mientras teníamos sexo, creí que no me molestaría tener un hijo suyo y comprendí que a futuro no era mal plan. A uno muy largo.
Tenía lógica que no quisiese decírmelo de manera tan directa. Él sí lo ansiaba, pero sabía que yo no estaba lista.
—Creo que podemos tener una familia cuando ambos estemos preparados para eso —dijo—. Ahora, las cosas son muy diferentes de cuando yo era joven. Las mujeres tienen otros sueños y proyectos que tener hijos. Tú tienes muchas cosas que hacer.
Asentí, lentamente, y aflojé mi agarré sobre su cuello. Terminé por deslizarme fuera de sus brazos y me acomodé contra el respaldo, aún así a su lado y sin perder la cercanía.
—Quiero terminar la universidad y formar mi propia empresa. La verdad es que no he pensado tener hijos por el momento —Quedamos hombro con hombro. Aleksi tomó mi mano, pero no dijo ni una sola palabra—. No conozco a nadie de mi edad que lo haya hecho, la verdad. Supongo que es normal.
—Sí, lo es.
—También entiendo que tu sí quieras.
—No estoy apurado —replicó—. Ya te lo dije, puedo esperar el tiempo que quieras. Y si no quieres, está bien. Para mí, tenerte ya es tener una familia.
Giré la cabeza hacia él y le dediqué una sonrisa encantada.
—Prometiste que me dirías cuando sientas la necesidad. Aplica también para esto. Implica que me lo dirás aunque yo no te diga nada —dije, poniendo mi otra mano sobre las que ya teníamos unidas.
Aleksi no me miró e hizo una mueca, pero cuando empecé a clavarle el dedo índice en el brazo, cada vez con mayor insistencia, asintió.
—De acuerdo.
Su tono fue algo reprimido, como si lo dijese a regañadientes, por lo que me di cuenta de que no era nada sincero al instante. Pasé de pincharle el brazo a pincharle la cara.
—No parare de molestarte hasta que no digas la verdad. Sabes que no es justo que solo tú me tengas como la máxima prioridad cuando yo me siento de la misma manera por ti.
Él no se inmutó para nada con mi dedo clavándose en su mejilla.
—No pienso condicionarte a tener hijos. Ni a hacer esto público, ni a ponernos un título, ni nada, solo porque yo soy más viejo —contestó, con tono un poco más duro. No estaba enojado, solo estaba resistiendo. De nuevo, supe que decía la verdad.
Dejé de picarlo y apreté los labios.
—Y te lo agradezco, pero también me importan tus deseos.
—Kayla —musitó, ahora sí mirándome—. Mi mayor deseo es que tú seas feliz. Si tu deseo es lo mismo para mí, créeme que no me harás feliz presionándote a hacer cosas que no estás preparada para hacer.
Nos callamos ambos y entendí que eso de querer hacer feliz al otro nos tendría un poco como en un círculo vicioso. Probablemente, siempre intentaríamos poner al otro como lo más importante y no llegaríamos a ningún lado con esas vueltas.
Al fin de cuentas, yo no pensaba tener hijos aún y eso estaba claro. También tenía que quedarme claro que él no tenía apuro. Podíamos empezar por ponernos de acuerdo con eso.
—Está bien. Simplemente pospongamos la conversación de los bebés para dentro de mucho, ¿ok? —dije—. Mucho.
Aleksi empezó a reírse de golpe y eso le quitó al ambiente un poquito de la tensión superficial que se formó mientras discutíamos. Me rodeó con los brazos sin dejar de reírse y volvió a arrastrarme a su regazo.
—Creo que tenemos cosas más importantes que preocuparnos que por un bebé —me dijo, besando la punta de mi nariz. Me reí con las cosquillas—. Deberíamos preocuparnos por conocernos y formar una relación real.
No podía estar más de acuerdo con eso, así que asentí y me acurruqué contra su pecho. Él apoyó el mentón en mi frente y continuó:
—Además, es muy probable que tu abuela nos sorpresa con la noticia de tu próximo tío en camino pronto.
Sin dudas, no me parecía una hermosa idea tener un hijo y que este fuese de la misma edad que mi propio tío. De por sí, ya sería raro para mi tener uno que fuese veintiún años menor. Estaría próxima a conocer lo que realmente significaba vivir en una familia con personas tan longevas, capaces de ser fértiles por muchísimo tiempo.
Si mi abuela estaba embarazada lo sabríamos pronto, porque su regla debería haberse suspendido. Eso me hizo pensar en la mía, que estaba próxima, y me acurruqué más entre los brazos de Aleksi.
—Creo que ahora lo entiendo —murmuré—. El hecho de que la semana pasada estuviese más caliente que de costumbre.
—¿Más? —inquirió él, con una carcajada ahogada en mi cabello.
Le di un suave codazo que sé que no le dolió.
—Sí, más caliente de lo que me pones en realidad. Es porque estaba ovulando. Dicen que las mujeres humanas sienten mayor deseo sexual en la ovulación. Y nunca tuve un hombre como tu cerca como para comprobarlo. Y vamos, que no cualquiera se coje a alguien más viejo que Mahoma. Debe activar mis instintos más depravados.
Esta vez, la risa de Aleksi casi hace estallar los vidrios de mis ventanas. Tuve que taparme los oídos y esperar pacientemente a que parara de agitarse como una foca sin aire.
—¿Tu sabes que es por la marca, no? —dijo, tapándose la cara con una de mis almohadas para ahogar la risa.
Arqueé las cejas.
—¿La marca dice que me gustan las momias? —solté, pero me reí también cuando él tuvo que enterrar la cara en el colchón.
No abrí la boca cuando llegué a la universidad al otro día y Jane estaba sentada sola en nuestro banco habitual. Emma estaba sentada al frente y ni me miró cuando la saludé con la mano. No tenía ni idea de si habían discutido entre ellas o ese enojo persistía desde la noche anterior, pero no tenía ganas de averiguarlo.
Jane tampoco dijo nada mientras le texteaba a alguien con su teléfono y se pasó casi toda la hora de clase prestando atención. Me pareció raro que no quisiese cuchichear ni que me preguntara por Hodeskalle, pero pensé que quizás se había vuelto a pelear con sus padres, además de lo de Emma.
Recién cuando llegó el final del día, ella tironeó de mi brazo y me mostró un mensaje de WhatsApp con el nombre de una persona.
—Era alguien que conoció mi hermano poco tiempo antes de morir. Me lo dijo Sebastien —aclaró, con tono bajo—. ¿Crees que sea relevante?
Observé el apellido, pero no me pareció conocido. Si era de algún clan, no tenía ni idea. También era probable que fuese un nombre falso, más si se trataba de un vampiro fraternizando con humanos.
—Lo averiguaré —le prometí, cuando caminábamos hacia el estacionamiento. Vimos a Emma subir a su coche y las dos apretamos los labios—. ¿Se dijeron algo cuando yo no estaba?
—Nah —dijo Jane, pero su tono no me pareció muy convincente—. Ya ves que se ofende fácil, aunque sea ella la que está equivocada.
Nos callamos justo cuando los amigos de Gian pasaron por detrás nuestro. Uno me habló, aunque no de forma directa. Lo hizo al pasar, como si quisiese preocuparme con sus frases tentativas.
—Quizás pronto tengas que declarar, White. Te crees muy limpia.
Yo puse los ojos en blanco y seguí caminando. La muerte de Gian, a ese punto, me importaba menos que nada. Ahí, en la oscuridad del estacionamiento, que poco a poco se iba vaciando, tenía otras cosas en las que concentrarme. Por ejemplo, en los autos de mi clan que hoy esperaban por Jane, de modo más visible, y en Hodeskalle, apoyado en el capó de mi auto, sin máscara, pero tan cubierto por las sombras que era difícil verle el rostro.
—¿Cómo es la cosa ahora? —preguntó Jane, esta vez sonriendo—. ¿Es más visible y directo?
Se refería a Hodeskalle, por supuesto, dando la cara ante cualquiera, lo cuál me hizo dudar y sentirme incómoda y desprotegida. Comencé a mirar para todos lados y a preguntarme las razones por las cuáles de pronto mi familia estaba haciendo un gran despliegue de poder.
—No estoy segura —musité.
Me giré hacia ella y vi cómo borraba la sonrisa. Entendí que ella hablaba de nuestra relación y no de nuestros problemas, en general. No había notado los autos negros aparcados sigilosamente cerca de su coche, apenas si estaba notando mi expresión cautelosa.
—¿Las cosas empeoraron?
—No lo sé —admití, agarrándole la mano—. Prométeme que te quedarás en casa. ¿Sí?
—Obvio —respondió, antes de darme un abrazo y meterse finalmente a su auto. Le señalé los coches que nos pertenecían, para que no se asustara, y ella asintió a través del cristal, con una mirada seria, consciente.
Permanecí de pie en el estacionamiento hasta que se fueron y luego me volteé hacia mi coche, hacia Hodeskalle.
—¿Pasó algo malo? —dije, a pocos metros.
Él se descruzó de brazos, se alejó del capo y se apostó del lado del acompañante. Abrí el coche y me metí dentro, asumiendo el mando del conductor sin quejas. Lo miré de reojo mientras me ponía el cinturón y contuve las ganas de saludarlo con un beso, como correspondía que hiciese porque era mi pareja.
—No pasó nada malo, conejita —dijo él, reclinándose en el asiento. Trató de sonreírme, pero al igual que la noche anterior, cuando supe que no era del todo sincero, lo supe ahora. Fruncí el ceño y él también notó que no tenía ningún sentido ocultarme la verdad—. Alice está de camino a casa.
Mi ceño se arrugó más.
—Pero si ella me dijo que tenía muchas fiestas a las que asistir —repliqué, encendiendo el motor.
Aleksi me miró y suspiró.
—Hubo una emergencia en su última fiesta. Por lo que entendí, según ella le dijo a Benjamín, el último hombre con el que estuvo coqueteando resultó ser un pariente lejano. Las cosas no terminaron bien, para él, y se convenció de que era mejor regresar a casa por un tiempo.
Sentí un escalofrío. Mi tía estaba al otro lado del planeta, en un país que ni siquiera recordaba el nombre, porque solía saltar de uno a otro como cambiaba de bombacha, y aún así estaba siendo perseguida y cazada como yo. Incluso, intentando engañarla.
—Pero, ¿cómo no se dio cuenta que este tipo no era asiático? —farfullé, poniendo primera y saliendo finalmente del estacionamiento. En mi mente, si este era un familiar nuestro, del clan de mi abuelo, o de cualquier otro, era poco probable que fuese asiático. Mi tía tuvo que haber dudado en algún instante.
—Tu tía quiere una pareja —me recordó Aleksi—. No la culpo por aferrarse a cualquier atracción que considere interesante.
No dije nada por un largo rato. Solo intercambiamos miradas, seguro pensando en nuestra propia atracción. Probablemente, tuviera razón, ya que era difícil prever la intensidad de la conexión cuando nunca la habías vivido. Incluso, aunque conocieras la parte teoría, vivirlo debía ser abrumador, de la forma en la que fue para nosotros.
—Tampoco se puede ir por ahí teniendo miedo a relacionarte porque cualquiera puede ser un pariente que quiere embarazarte —mascullé entonces, razonando. Recién ahí me di cuenta de que me había alterado—. ¿Mi tía está bien?
—Estoy seguro de que jamás viste a tu tía arrancarle un pedazo de carne a alguien —se rió Aleksi, pero como tenía los ojos clavados en la ventanilla, me distraje. Estaba mirando algo fuera—. Y en realidad es una fortuna que no hayas tenido que ver a nadie de tu familia ser así de violento.
Seguí manejando y aceleré para llegar lo más pronto posible a casa. Él no me dijo nada, pero pude ver la tensión en sus músculos. No me extrañaría que, después de cómo mi tía dejó a ese imbécil, su clan estuviese buscando algún pago.
Apenas entramos al estacionamiento de la mansión, se desplegó a nuestro alrededor un operativo. Los hombres de mi abuelo nos estaban esperando y enseguida se pusieron a hablar con Hodeskalle, que ya se había colocado la máscara, especificando los puntos de ruta de Jane y dónde aterrizaría el vuelo de mi tía.
—¿Viene en un vuelo comercial? —inquirí, metiéndome entre todos ellos y siguiendo a Aleksi por el estacionamiento, hasta el ascensor. Cuando las puertas se abrieron y se metieron con nosotros tres de los hombres más importantes de la guardia, los dos nos apostamos bien lejos el uno del otro, como si no fuésemos nada.
—Sí —me contestó él, en su papel de Mørk Hodeskalle, observándome con calma a través de la máscara—. Yo iré a esperarla.
Interpreté su mirada antes de que las puertas se abrieran de nuevo y nos encontráramos cara a cara con mi abuelo. Me forcé a no mirar a Aleksi ni una sola vez mientras él se alejaba por la galería, como si tampoco me hubiese suplicado con los ojos que me quedara en casa mientras no estaba.
—Kayla —me saludó mi abuelo—. Supongo que Skalle ya te habrá comentado la situación.
La tensión era palpable entre ambos. Pero a mi me preocupaba más que no notara la urgencia que tenía por irme con mi pareja y no estar ahí, hablando con él.
—Sí —contesté, sin moverme. La voz me salió monótona.
—Es probable que... durante los próximos días... no puedas ir a la universidad —dijo.
Me tensé, porque no esperaba que dijera eso. Sin embargo, aunque en el fondo de mi corazón ansiaba seguir siendo rebelde y peleona, por todo lo que me había mentido, sabía que tenía razón. Incluso, aunque ya había faltado bastante, era consciente de que las cosas no estaban bien.
—De acuerdo —dije, muy a mi pesar.
Pasé a su lado y no me retuvo. No me dijo más nada tampoco.
Caminé todo el trayecto hasta mi cuarto sin cruzarme a nadie de mi familia y una vez me encerré en mi habitación, ordenada después de que pasaran las chicas de la limpieza, me sentí terriblemente sola.
Saqué mi teléfono para enviarle un mensaje a Aleksi y pedirle que volviera conmigo lo más pronto posible. Pero me dije que sonaba muy celosa y controladora. No me molestaba que él cuidase también de mi tía, pero ahora que sabía que no lo vería por varias horas, cuando creía que tendríamos toda la noche juntos, sentía un agujero en el estómago. Ya lo extrañaba.
Sin embargo, encontré un mensaje de Jane con el nombre que me enseñó más temprano, a la salida de la universidad. Un posible vampiro relacionado con su hermano.
No lo dudé y le reenvié el texto a Aleksi, dándole las aclaraciones, esperando que su respuesta calmara un poco mis ansias.
Él me respondió enseguida, asegurando que se encargaría de eso, pero también prometiéndome que pasara lo que pasara me vería en mi cuarto a más tardar en la madrugada.
Sonreí, porque eso era lo que necesitaba escuchar. Calmó el agujero en mi estómago justo cuando me daba cuenta de que lo que no me gustaba era tener que renunciar a Aleksi para que él fuese Mørk Hodeskalle con el resto. Mientras me sacaba la ropa y me metía en la ducha, me di cuenta de que, en realidad, si a algo no estaba muy dispuesta era, justamente, a eso.
Mientras la leyenda y Aleksi fueran diferentes personas, una de ellas siempre correspondería a un pacto que nadie ahí, excepto por él y por mi abuelo, escuchó jamás.
Y mientras él fuese un esclavo de los White, a mi me iba a molestar.
¡Mil gracias a todos por tremenda paciencia! Espero que todos estén bien, sanitos y felices. También quiero agradecerles como siempre por tanto cariño y amor a esta historia, porque ya casi llegamos a 500k <3 ¿Será que lo logramos con este capítulo? Seguro sí.
Ya no estoy trabajando doble turno, pero tengo covid, por lo que también tuve retrasos con la historia por ese motivo, así que les agradezco que hayan tenido la consideración de esperar los capítulos y no sobreexigirme. No puedo darles un maratón por eso mismo. Estoy bien, no tuve ni tengo síntomas graves, pero igual estoy enferma y cuidándome. Me canso mucho y por eso no estoy en condiciones de traer más capítulos seguidos por el momento.
¡Los super amo y los veo en el próximo!
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